SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.33 issue1Tutoring and mentoring programs in Brazilian universities: A bibliometric studyConsensus and divergence in the social representations of political leadership author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Revista de Psicología (PUCP)

On-line version ISSN 0254-9247

Revista de Psicología vol.33 no.1 Lima  2015

 

ARTÍCULOS

 

Significados de la organización y participación comunitaria en comunidades vulnerables de Lima Metropolitana

Meanings of organization and community participation in vulnerable communities in Metropolitan Lima

 

Rosa María Cueto1, Evelyn Seminario2 y Anna Balbuena3

Pontificia Universidad Católica del Perú – Perú

1 Magíster en Psicología Comunitaria y docente Auxiliar del Departamento de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Dirección postal: Av. Universitaria 1801 San Miguel, Lima, Perú. Contacto: rcueto@pucp.pe
2 Licenciada en Psicología Clínica de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Dirección postal: Av. Universitaria 1801 San Miguel, Lima, Perú. Contacto: eseminario@pucp.pe
3 Licenciada en Psicología Social de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Dirección postal: Av. Universitaria 1801 San Miguel, Lima, Perú. Contacto: anna.balbuena@pucp.pe

 


Resumen

Se analizan los significados y las valoraciones de pobladores de zonas marginales de Lima Metropolitana respecto a los procesos de organización y participación en sus comunidades. Se realizaron 22 entrevistas en profundidad en 3 asentamientos del cono sur. Los resultados evidencian que las redes familiares y comunitarias son valoradas como recursos para afrontar los desafíos de un contexto percibido como precario y lleno de limitaciones. La organización y la participación comunitaria ocupan un lugar importante en el discurso como estrategias para la superación de las dificultades y se valoran positivamente, a pesar de la falta de experiencias positivas recientes y de un probable desgaste debido a la sobreutilización de estos recursos locales en la resolución de problemas colectivos.

Palabras clave: organización comunitaria, participación comunitaria, vulnerabilidad social, sentido de comunidad.

 


Abstract

The study analyzes the speech of people from marginal urban areas of Lima for the meanings and their assessment of organizational processes and participation in their localities. Twenty two in-depth interviews were conducted in 3 settlements in the southern cone of Lima. The results show that family and community networks are valued as resources that can face the challenges of living in an environment perceived as precarious. The organization and community participation are important strategies to overcome their difficulties. Interviewees identify a number of weaknesses in the strategies, like the lack of recent positive experiences and the wear from over-use of these local resources to answer collective problems.

Keywords: Community organization, community participation, social vulnerability, sense of community.

 


El concepto de vulnerabilidad social hace referencia a dos componentes: por una parte, al resultado de una experiencia de inestabilidad e indefensión causada por limitaciones materiales significativas y por otro lado al desgaste de energía que realizan las personas y colectivos para enfrentarlas. Estas situaciones generan riesgos para las familias y personas y promueven situaciones de precariedad laboral, económica y social en general (Pizarro, 2001).

La vulnerabilidad social incluye una dimensión macro, relacionada con las estructuras que determinan dichas experiencias de deprivación, así como una dimensión micro, vinculada con las capacidades y recursos de los actores, los cuales suelen verse disminuidos o ser insuficientes para hacer frente a los riesgos a los que se ven expuestos. En este sentido, las personas no tienen la posibilidad de controlar e impactar de manera suficiente en las estructuras de oportunidades, quedando como únicos recursos para hacerle frente a las situaciones adversas, aquellos que puedan generar desde ellos mismos. Así, todo contexto de limitaciones materiales y de intentos de superación de las mismas que se caracterice por la pobreza material, constituiría también un contexto de vulnerabilidad social (Arriagada, 2005; Filgueira, 2001; Pizarro, 2001).

La pobreza es explicada tanto a partir de factores estructurales y sociales que la generan y mantienen, como por causas familiares, personales y religiosas (Dakduk, González & Malavé, 2010; Palomar & Pérez, 2003). Con relación a sus consecuencias, los estudios coinciden en señalar que el débil acceso a oportunidades que la pobreza trae consigo constituye una barrera para el desarrollo integral de las personas, limitando su libertad de elección y de acción (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2010; Sen, 2000; 2009).

Tanto el locus de control externo como la desesperanza aprendida, resultan los hallazgos más sindicados como efectos psicosociales de la pobreza. Ambos constructos dan cuenta de creencias asociadas a la imposibilidad de controlar la propia situación y cambiar el destino (Ardila, 1979, Martín-Baró, 1998; Montero, 2004). Estos fenómenos impedirían que, frente al malestar que genera la exclusión, se construya un discurso de derechos que demande y logre la atención estatal. Ello genera, en quienes sufren las limitaciones económicas, la percepción de que deben resolver por sí solos sus dificultades (Bayón, 2012). Lo anterior traería consigo percepciones y prácticas aprendidas que tendrían efecto en el desarrollo evolutivo de la persona y en la configuración de su personalidad (Estefanía & Tarazona, 2003), así como en su comportamiento económico y social (Palomar & Pérez, 2003).

De acuerdo con lo planteado, el vivir en contextos de pobreza no solo tendría un impacto en el acceso a recursos y oportunidades, sino que generaría también efectos a nivel psicosocial. Al respecto, se ha encontrado que las personas en situación de pobreza se orientan en mayor medida al presente -en tanto la incertidumbre sentida les dificultaría pensar en el futuro- y suelen presentar mayores niveles de desconfianza en los demás y, sobre todo, en las instituciones (Estefanía & Tarazona, 2003). Se ha evidenciado también que las respuestas adaptativas a condiciones extremas pueden bloquear el desarrollo de habilidades, recursos y valores requeridos para la superación de la pobreza (Palomar, Lanzagorta & Hernández, 2004), así como para la recuperación del reconocimiento social y la autoestima (Bayón, 2012). Por otro lado, las condiciones estructurales que generan y mantienen en pobreza a ciertos sectores sociales crean pautas de desorganización comunitaria y familiar, así como actitudes y valores particulares, lo cual podría incluso contradecir condiciones de dignidad y derechos, así como provocar frustración y problemas de identidad. Ello generaría agresividad y/o distancia psicológica, limitando las posibilidades de establecer lazos comunitarios (Silva, 2000, citado en Palomar & Pérez, 2003).

Un estudio realizado por Majluf (1994) encontró que, frente a las limitaciones económicas, las estrategias más comunes se relacionaban con la movilización familiar; en otros casos los problemas se encaraban con cierta pasividad o aceptación, a través de la cual se minimizaban sus efectos psicológicos. Al respecto, se señala que las estrategias tradicionales para el afrontamiento de las limitaciones materiales -entre ellas la constitución de redes comunitarias- tendrían una utilidad limitada, sirviendo solo para aliviar situaciones de emergencia y generando apoyo inmediato. Se ha encontrado además evidencia de que estas estrategias, sustentadas en el apoyo familiar, terminarían empobreciendo recursos ya debilitados y/o naturalizando la precariedad (Bayón, 2012).

Organización y participación comunitaria en comunidades vulnerables

El concepto de barrio hace referencia principalmente al espacio físico o geográfico que se habita, mientras que hablar de comunidad en un sentido psicológico implica referirse a las interacciones, sentimientos, percepciones y conductas de individuos que constituyen una unidad simbólica relacionada con la vida en común (Hombrados, 2011). Por otra parte, el sentido de comunidad hace referencia a la vivencia subjetiva de pertenencia a un grupo a través del cual se satisfacen ciertas necesidades, en una relación de influencia mutua entre sus miembros, con los cuáles se construyen lazos afectivos (McMillan & Chavis, 1986; Sarason, 1974). De ello se desprende que las transformaciones y los cambios que se dan en el espacio en el que se reside incidirían en el sentido de comunidad de sus miembros (Hombrados, 2011). Así, la comunidad no solo implicará la existencia de una categoría social que delimita la pertenencia a la misma (Maya-Jariego, 2004), sino que también será fuente de satisfacción en tanto permita el establecimiento de redes y la construcción de una historia compartida (Montero, 2004). Al respecto, se señala que los eventos recordados en conjunto generan lazos afectivos, independientemente de la valoración positiva o negativa de estos (Fisher, Sonn & Bishop, 2002). Sin embargo, existe evidencia de que eventos no resueltos adecuadamente podrían tener el efecto contrario, afectando negativamente la cohesión grupal (Balbuena, 2012; Hombrados, 2011).

Por otra parte, el concepto de participación comunitaria hace referencia a la existencia de un colectivo cuyos miembros mantienen una percepción de interdependencia, así como una variedad de actividades y de niveles de compromiso. Este colectivo actúa en pos de transformaciones individuales y comunitarias libremente y orientado por valores y objetivos compartidos (Casilla & Inciarte, 2004; Montero, 2004; Ríos & Moreno, 2009). Asimismo, los procesos de participación comunitaria, al ser construcciones sociales, se conciben de manera contextualizada e implican una incorporación del espacio en el que se actúa a nivel de los procesos cognitivos y afectivos de los sujetos participante (Pol & Valera, 1999; Vidal & Pol, 2005; Wiesenfeld & Sánchez, 2001).

La participación comunitaria se vincularía así con el sentido de comunidad, en tanto esta se desarrolla en situaciones en las cuales los sujetos se sienten en control y con capacidad de influenciar en los espacios que habitan y en las decisiones del colectivo (Calderón & Bustos, 2007; Levine & Perkins, 1987, citado en Mannarini & Fedi, 2009; Ríos & Moreno, 2009; Wiesenfeld & Sánchez, 2001). Asimismo, se vería fortalecida, en la medida en que se incrementen los niveles de interacción y socialización, la colaboración, los vínculos y los recursos compartidos (Farrell, Aubry & Coulombe, 2004; Montero, 2004; Ríos & Moreno, 2009). En ese sentido, la participación comunitaria tendría efectos positivos en la calidad de vida colectiva, la interacción social positiva y la organización comunitaria (Cohen, Gottlieb & Underwood, 2000; Hombrados, 2011) a través de la influencia ejercida por los participantes en espacios formales y/o informales de participación (Gracia & Herrero, 2006).

Si bien los efectos de las relaciones interpersonales positivas y del sentido de comunidad son más evidentes en el nivel social, también es posible mencionar algunos efectos en el nivel individual, particularmente en términos de la percepción de bienestar personal. Al respecto, de acuerdo con Gracia y Herrero (2006), la percepción de que se posee apoyo a nivel de la comunidad tendría una influencia positiva en el ajuste psicológico, lo cual se constituiría en un vía importante hacia el bienestar individual. Se ha encontrado que tanto la satisfacción con la calidad de vida como el sentido de comunidad se encuentran vinculados con la satisfacción que genera el barrio como espacio de vida, así como con la valoración positiva del hecho de conocer a los vecinos, el número de vecinos conocidos y la satisfacción con el hogar de procedencia (Hombrados, 2011; Ríos & Moreno, 2009; Sánchez, 1991). Del mismo modo, la calidad de vida y el sentido de comunidad incrementan las sensaciones de confianza y control, así como el compromiso e interés por la comunidad (Montero, 2004; Troudi, Harnecker & Bonilla, 2005). Para algunos autores la participación y la contribución con la comunidad tendrían un efecto positivo a nivel del autoconcepto y la autoestima (Cohen et al., 2000; Wandersman & Florín, 2000, citado en Gracia & Herrero, 2006).

Por otra parte, en tanto los procesos de organización y participación comunitaria se encuentran sujetos a circunstancias y valores específicos, parecen existir ciertos contextos en los que se inhibirían sus efectos positivos, tales como espacios en los que predominan la pobreza, las condiciones adversas y las situaciones de riesgo (Sánchez, 2000). De acuerdo con la hipótesis del empobrecimiento social, dichas situaciones conllevan a una disminución de la calidad de vida de los individuos y de la percepción de apoyo social, lo cual los inhibiría de asumir un rol más activo en su entorno (Gracia & Herrero, 2006). La falta de involucramiento en la resolución de problemas de la comunidad estaría vinculada también a sentimientos de impotencia y desconfianza interpersonal (Sampson et al., 1997, citado en Gracia & Herrero, 2006), así como a la percepción de que los costos de una participación activa en actividades y organizaciones comunitarias podrían sobrepasar sus beneficios potenciales (Ceballo & McLoyd, 2002, citado en Gracia & Herrero, 2006). Se ha encontrado también que los procesos de participación comunitaria, al tener objetivos y metas concretas y de corto plazo, se agotan y diluyen ni bien estos se alcanzan, con lo que se pierde el sentido de la participación como ejercicio permanente (Bronfman & Gleizer, 1994; Montecinos, 2005), pudiendo ocurrir que una vez conseguidas metas específicas, las organizaciones creadas se diluyan o disminuya la participación en ellas (La Barrera, Espinosa, Cueto & Ferrándiz, 2012; Montecinos, 2005; Távara, 2012).

En el Perú, los estudios sobre procesos de participación y acción colectiva en contextos comunitarios en situación de pobreza reportan consistentemente el impacto de las condiciones de vida en la percepción de los habitantes respecto de ciertas dimensiones del bienestar y del sentido de comunidad (Balbuena, 2012; Freire, 2012; Távara, 2012). Es así que, en pobladores de zonas urbano marginales de Lima y de comunidades rurales de la costa peruana, la percepción de interdependencia, la sensación de control sobre el entorno y las preferencias por la acción conjunta para la solución de problemas comunes, parecen haber sido impactadas negativamente por las condiciones de precariedad, así como por el recuerdo de historias de fracaso en los intentos de participación comunitaria (Balbuena, 2012; La Barrera et al., 2012; Távara, 2012). En estos casos, las sensaciones de vulnerabilidad incrementadas por la violencia y la exclusión parecerían haber debilitado las posibilidades de acción colectiva, mellando así el sentido de comunidad y con un posible efecto en la percepción de influencia y control sobre el entorno.

Por otra parte los resultados reportados en estos estudios estarían evidenciando un efecto negativo de las estrategias de superación de la pobreza en algunas dimensiones relacionadas con los procesos de identificación con el colectivo, como la influencia y la satisfacción de necesidades, así como en la percepción de satisfacción y bienestar derivados del entorno social (Balbuena, 2012; Freire, 2012; Távara, 2012).

A pesar de lo anterior, se ha planteado también que las condiciones adversas podrían ser un motor para mejorar la calidad de vida. Así, la comunidad podría convertirse en un espacio de acción colectiva desde el que sea posible la transformación social, a través de procesos de organización y participación comunitaria. Estos procesos colectivos propiciarían el involucramiento y el compromiso de los miembros con ciertas metas orientadas a generar cambios, asumiéndose capaces de modificar su entorno (Montero, 2006; 2004).

Según lo visto, la pobreza tiene implicancias diversas y es una condición que impacta directamente en las posibilidades de desarrollo a nivel individual y colectivo; aunque se reconoce el rol de ciertas condiciones que mediarían y amortiguarían sus efectos perjudiciales y más bien potenciarían recursos y capacidades en ambos niveles (Montero, 2006; Sánchez, 2000). Lo anterior evidencia la pertinencia de un abordaje de la pobreza que se preocupe de inicio por recuperar percepciones y significados desde las mismas personas en situación de vulnerabilidad social, para, desde allí, comprender lógicas de acción y respuesta frente a los desafíos en la búsqueda de mejoras en su calidad de vida (Bayón, 2012; Dakduk, González & Malavé, 2010; Small et al., 2010, citado en Bayón, 2012). Lo anterior cobraría relevancia en la medida en que, tal y como evidencian los estudios, las percepciones y atribuciones que los individuos realicen respecto de su situación de carencia tendrán impacto en su comportamiento económico y social (Bullock & Limbert, 2003), así como en las formas de afrontamiento, el despliegue de estrategias, y el mayor o menor éxito en el proceso de superación de las condiciones adversas (Palomar & Pérez, 2003).

Por lo anterior, el presente estudio se planteó como objetivo analizar las narrativas de pobladores de asentamientos humanos de Lima, respecto de la organización y participación como estrategias para la superación de los desafíos que enfrentan las familias en contextos de vulnerabilidad social.

Método

Participantes

Participaron 22 vecinos de 3 asentamientos humanos del distrito de San Juan de Miraflores, en Lima, Perú (04 hombres y 18 mujeres). Los participantes tenían entre 23 y 45 años y en su mayoría eran convivientes (12) y casados (6). Vivían en la zona entre 4 y 13 años y 10 de ellos tenía o había tenido algún cargo comunal (miembros de la junta directiva comunal o coordinadores de sector). La mayoría de mujeres se dedican a ser amas de casa (7), tienen un negocio propio (7), son empleadas (3) o vendedora ambulante (1); mientras los varones trabajan en su mayoría como obreros (3) o en un negocio propio (1). La mayoría había logrado terminar la secundaria (12). Sobre la composición familiar, en todos los hogares había niños y/o adolescentes y el promedio de habitantes por hogar era de 4 personas. Respecto de las viviendas de los entrevistados se trata de construcciones precarias, en su mayoría de techos de calamina (13), paredes de triplay (13) y piso de cemento (15).

 

 

Medidas e instrumentos de medición

Guía de entrevista en profundidad: para efectos del presente estudio se elaboró una guía de entrevista que permitiera recoger percepciones, significados y valoraciones de los pobladores entrevistados respecto de su situación de pobreza, con énfasis en las estrategias individuales y colectivas para la satisfacción de sus necesidades.

Se trató de una guía de entrevista en profundidad con guión temático, organizada a partir de preguntas directrices originadas en el objetivo de la investigación y complementadas con preguntas emergentes en la conversación, que permitieron profundizar en temas de relevancia particular planteados por los entrevistados y entrevistadas (Strauss & Corbin, 2002). La Guía de entrevista se construyó pensando en que las sesiones de entrevista tuvieran una duración de entre 40 y 60 minutos.

 

 

 

Procedimiento

A partir de coordinaciones previas con líderes y profesionales de la zona se seleccionó directa e intencionalmente a los individuos de la población (hombres y mujeres) que estuvieran disponibles y cumplieran con los criterios identificados como requisitos para su incorporación en el estudio (Hernández, Fernández & Baptista, 2006). Los criterios de incorporación de los participantes fueron: ser mayor de edad y vivir en la zona al menos 3 años. Las entrevistas fueron realizadas de manera individual por dos psicólogos capacitados en el uso de la Guía de entrevista elaborada para el estudio, con la coordinación y supervisión del equipo responsable de la investigación.

Se empleó también una ficha de datos generales de los participantes para recoger información acerca de su edad, sexo, grado de instrucción, ocupación y actividades en las que participa en la comunidad. Para evitar la posible influencia de las relaciones de poder entre los investigadores y las personas entrevistadas, la estructura de la entrevista fue siempre abierta y se realizó en lugares donde se sintieran cómodas y pudieran expresarse libremente (Finch, 1993). Generalmente las entrevistas se realizaron en las viviendas de los participantes en el horario de su preferencia, cuidando que la conversación se diera en un ambiente que permitiera la confidencialidad.

Se tuvieron los cuidados éticos correspondientes al tratamiento de temas potencialmente sensibles y movilizadores para los participantes. Se explicó el objetivo del estudio, el carácter voluntario de la participación y el fin que tendrían los resultados que se obtuvieran. Asimismo, se consideró el tiempo necesario para que los participantes se explayaran en temas que les interesaba tratar y se contó con información de contactos en caso se requiriera de una derivación a algún servicio de atención individual o familiar existente en la zona. Las entrevistas, previo consentimiento informado de los entrevistados, fueron grabadas y transcritas para ser analizadas posteriormente con apoyo del programa de análisis de información cualitativa Atlas.ti versión 6.2.

El análisis de resultados se realizó siguiendo los principios de la teoría fundamentada, los cuales consisten en una secuencia de procedimientos que permiten inicialmente la identificación de las categorías emergentes en el texto y de las características específicas expresadas acerca del objeto de la investigación (Strauss & Corbin, 2002). Estas características fueron tratadas como categorías, que se organizaron posteriormente en conceptos con propiedades y dimensiones determinadas y específicas, conformándose así subcategorías constituidas por contenidos relacionados. Posteriormente, se relacionaron analíticamente las categorías con sus subcategorías para empezar a explicar el fenómeno de interés de la investigación. Se dio un enlazamiento de los datos según sus dimensiones y propiedades (categorías y subcategorías) alrededor de categorías generales que reagrupan los datos desarticulados en el paso anterior. Finalmente la vinculación entre las categorías generales permitió arribar a redes conceptuales y formar un esquema teórico mayor al integrarse, y con ello configurar una teoría emergente acerca de los ejes de interés para el estudio (Scribano, 2000; Strauss & Corbin, 2002).

Resultados

El estudio se propone analizar las narrativas de pobladores de asentamientos humanos de Lima respecto de la organización y participación comunitarias. Así, los resultados obtenidos dan cuenta del discurso de los pobladores entrevistados respecto de las acciones de organización y participación vecinales desarrolladas en sus comunidades, en el marco de procesos orientados a la superación de las limitaciones características de un contexto de vulnerabilidad social.

Se presentan en primer lugar los elementos del discurso que dan cuenta de las percepciones y evaluaciones de los participantes respecto del espacio en el que habitan, de las condiciones en las que deben desarrollar sus actividades diarias y de las necesidades para la supervivencia y el desarrollo personal y familiar. Posteriormente, se presenten descripciones y evaluaciones de los participantes respecto de las estrategias de acción colectiva desplegadas para la superación de las condiciones de vulnerabilidad identificadas, específicamente los procesos de organización colectiva, los cuales implican tanto los vínculos sociales más cercanos como las redes de apoyo más amplias; así como las acciones relacionadas con la participación comunitaria y el papel de los líderes en estos procesos.

De esta manera, del discurso emergente surgen los insumos para, en la discusión posterior, profundizar en el análisis de los significados que los pobladores entrevistados otorgan a estas dos estrategias desarrolladas frente a las necesidades de desplegar acciones colectivas como respuesta a sus evaluaciones respecto del contexto y las condiciones de vida que enfrentan.

Los desafíos de un contexto de vulnerabilidad social

El contexto del estudio es, a decir de los pobladores, un entorno lleno de desafíos y barreras para las familias. De un lado, se reportan preocupaciones vinculadas con la salud y el bienestar familiar, y de otro lado se señala el malestar generado por la percepción de desidia e inacción por parte de las autoridades y operadores de servicios básicos:

"No llevo el tratamiento porque cuesta […] No lo cubre el seguro. Me las tengo que ver. A veces gano un poco más, otras menos" (Mujer 1, 23 años). "Mi hijita sufre de los bronquios, a veces no hay para sus remedios y a veces hay" (Hombre 1, 45 años). "[Las autoridades] algún día ojalá tomen conciencia y salgamos del atolladero" (Hombre 2, 32 años).

Asimismo, se reconoce la existencia de situaciones de pandillaje y delincuencia en las zonas de estudio. Sin embargo, existe en el imaginario de los entrevistados la firme convicción de que son personas de otros lugares los que vienen a "malograr" su zona: "Acá no hay mucho de eso (delincuencia)…vienen de abajo y esos son los que destruyen acá" (Mujer 2, 34 años). A la percepción de inseguridad asociada a vivir en condiciones de precariedad material se suman las dificultades para el acceso a servicios, la sensación de no poderse defender frente a las vicisitudes del clima y de vivir un ambiente insalubre.

"Mi techo no es seguro, mis paredes se caen […] Un día estaba durmiendo y me despierto y veo una rata en mi pecho" (Mujer 3, 25 años). "Viene la cisterna y compramos el agua. Pagamos tres veces lo que paga la gente que tiene conexión. Entonces por eso digo que acá vivir es bien caro" (Mujer 7, 28 años).

Sin embargo, se reconocen también una serie de fuentes de bienestar y satisfacción, principalmente derivadas del entorno familiar. Así, existe una sensación de bienestar relacionada con la capacidad de trabajar de los miembros de la familia y el esfuerzo que realizan para poder sobrellevar la situación de pobreza en la que viven. El trabajo está asociado a la honradez, a la lucha y a la idea ser de utilidad dentro de la comunidad.

"Yo trabajo, pero busco que me apoyen en otro lado, como en el comedor […] Pero de todas maneras una tiene que hacer algo por la vida" (Mujer 4, 26 años). "Mi madre, con su ignorancia me ha apoyado a crecer […] Me ha dado estudio, aunque una carrera corta. Ahora yo tengo que ver por ella" (Mujer 3, 25 años).

Encontramos que la valoración positiva de la capacidad de superación está vinculada a la unidad familiar, la armonía y la preocupación por el bienestar de sus miembros, así como por el trabajo constante y paciente en pos de la mejora en las condiciones de vida. Estas son, junto al apoyo para la educación de los niños y niñas y los logros académicos, las mayores fuentes de bienestar para los entrevistados.

"Lo que rescato es la unión de mi hogar. Hemos tenido problemas, como en todo hogar. Pero los superamos" (Mujer 5, 30 años).

"Les digo a mis hijos que estudien para que sean otras personas, las personas que ellos quieran, sino más tarde estarán en otra cosa, robando; y no quisiera que mis hijos sean esas personas. Si quieren pueden ser doctores, lo que ellos quieran ser" (Mujer 6, 35 años). "Necesito apoyo para la educación de mis hijos, que salgan adelante, que no sean como yo. Que sean más profesionales. No quiero que sean como esos pandilleros que están robando, no me gustaría" (Hombre 3, 35 años).

Frente a la necesidad de contar con servicios básicos y solventar sus gastos de modo de poder destinar recursos a la educación de sus hijos, las familias se generan estrategias de supervivencia, que muchas veces los llevan a actuar colectivamente, así sea a través de medios ilícitos y a veces riesgosos, como las conexiones clandestinas de luz. Bajo este sistema, los pobladores tienden cables de luz hacia sus viviendas desde la red correspondiente a alguna vivienda vecina y se dividen los gastos, exponiéndose con ello a fallas y cortocircuitos provocados por la precariedad de las conexiones: "Mis hijos no querían pero he tenido que "jalar" (la luz) de acá (señala el poste) […] Tengo que ponerme luz, pero no me alcanza el dinero. Los chicos también necesitan luz, para estudiar en la noche" (Hombre 4, 30 años).

En este contexto, como estrategias para hacer frente a las necesidades cotidianas los participantes reconocen que la existencia de redes familiares y vecinales les resultan un soporte importante, tanto en lo económico como también en lo moral. Es así que los participantes han acudido a ellas para solventar algunos gastos de salud o de vestido de sus hijos y, en otras ocasiones, para pedirles consejos y apoyo emocional en caso de conflictos y problemas familiares. Al respecto, señalan que la función primordial de estas redes sociales es el apoyo entre sus miembros: "A veces hay muchos problemas más y empiezo a acudir a mi familia y o la de mi esposo. Ellos, los familiares mayores pueden darnos más consejos o puede llamarnos la atención o decirte en qué estás errando" (Mujer 8, 32 años).

Es así que, mientras el entorno en que viven es percibido como adverso y no facilitador del desarrollo y la superación de dificultades, al interior de las familias y de la comunidad se identifican experiencias, logros y recursos que generan satisfacción y esperanza. Lo anterior es una motivación para el establecimiento y desarrollo de redes familiares, amicales y vecinales, que no solo aportan apoyo material, sino también consejos y soporte moral, lo cual los ayuda a sobreponerse a diversas situaciones de dificultad.

La organización y la participación comunitaria frente a la vulnerabilidad social

Junto a las estrategias individuales y familiares que los entrevistados nombran, aparecen algunas prácticas relacionadas con la acción vecinal conjunta. Así, la primera estrategia colectiva desplegada por los participantes para satisfacer necesidades básicas e inmediatas corresponde a la constitución de comedores populares, espacios de interacción en los que de manera colectiva se ocupan de la alimentación de las familias subsidiada o gratuitamente. Si bien se trata de una estrategia muy recordada, los participantes perciben que debido a la falta de organización y actividad de los comedores, estos se han ido desarticulando y desapareciendo: "Un comedor estaba existiendo acá abajo, donde la dirigenta, en su casa. Ahora parece que no hay, ya no tenemos nada prácticamente" (Mujer 6, 35 años).

A pesar de ello, especialmente las mujeres entrevistadas reconocen la importancia de las redes comunitarias como mecanismo que facilita el realizar acciones conjuntas al interior de sus comunidades, así como también recibir el apoyo de agentes externos. Lo anterior se percibe como una oportunidad de mejorar las condiciones de vida.

"Siempre coordinamos con la junta directiva (de la comunidad), si no coordinamos no conseguimos nada. Con ellos hemos sacado el muro de contención, las escaleras también las hemos hecho con ellos, coordinando con la junta directiva, la unión hace la paz. Sino no haríamos nada, y si no hiciéramos nada no tendríamos escaleras. Antes era una bajada con ladrillos y no se podía bajar el agua" (Mujer 9, 40 años). "Viene la señorita [de la ONG] y nos asesora y coordinando con todos está saliendo bonito. Los vecinos se están dando cuenta que toda nuestra vejez vamos a estar acá. Entonces para nuestros hijos, con nuestro esfuerzo hay que dejar una buena imagen, como debe ser" (Hombre 4, 30 años). "Yo creo que sí, estamos avanzando poquito a poquito. Estamos avanzando porque yo estoy acá como 8 años, y cuando yo llegué era feo el sitio, no tenía escalera, no había el muro. Cuando bajábamos en tiempo de lluvia nos caíamos. Ahora no, poco a poco gracias a nuestro esfuerzo ya tenemos escalera, tenemos el muro también" (Mujer 10, 34 años).

Visto así, estas experiencias tienen un efecto positivo, no solo vinculado al logro de mejoras en servicios e infraestructura, sino también en las propias dinámicas personales y familiares.

"He aprendido a desenvolverme, a pesar que ya sabía algunas cosas, aprendí a perdonar algunos errores de otros y a entender más los míos. A ser líder asertiva. He aprendido y sigo aprendiendo más y más" (Mujer 9, 40 años). "Hay que tratar de solucionar los problemas, reflexionar. Qué mejor que compartir con otras personas y poner en práctica lo que hacen las otras y nosotros no. Ha sido una experiencia muy valiosa [ser dirigente]" (Mujer 2, 34 años).

Por otro lado, para enfrentar los actos de violencia y delincuencia los vecinos, haciendo uso de prácticas similares a las de sus lugares de origen (en su mayoría la zona andina) han establecido asambleas comunales, rondas de vigilancia conjunta y represalias a los delincuentes.

"Hemos salido, hemos hecho como rondas campesinas que hacen en Cajamarca, y los hemos correteado con palos, con chicotes. Les hemos agarrado, les hemos dado duro, les hemos pegado. Entonces como que ellos se han ahuyentado y se han ido a otro lado" (Mujer 11, 37 años). "Estamos tratando de conseguir mejorar, cada día más nos juntamos en las asambleas y hay más comprensión y más unión, hacemos las cosas bien creo. Hay algunos que no quieren participar pero la mayoría sí" (Hombre 2, 32 años).

Sin embargo, los participantes reportan algunas dificultades para la organización y participación, vinculadas con problemas de comunicación al interior de la comunidad y que son atribuidos a los diferentes orígenes de los vecinos. Se evidencia un efecto perjudicial en la motivación por participar activamente en las asambleas y tareas colectivas. Lo anterior genera una serie de emociones negativas al interior de las comunidades como ira, frustración e irritabilidad.

"Bueno, de la comunidad, somos de distintos lugares, de distintas provincias que nos hemos juntado en la asociación, por vivir, por tener un terreno para vivir. Hay poca comprensión por la diferencia, porque somos diferentes personas, de diferentes sitios" (Hombre 1, 45 años). "[Las asambleas vecinales] No funcionan porque todos no viven aquí, no tiene sentido, la mayoría no es de aquí" (Mujer 12, 38 años).

Por otro lado, hay cierta desconfianza y percepción de improvisación de las acciones de las juntas directivas; como ejemplo se señala la falta de lugares para realizar reuniones o las debilidades en la comunicación con los vecinos.

"Los que ingresan como autoridades quieren sacar todo lo posible pero no aportan, por eso no funcionan [las organizaciones vecinales]" (Mujer 3, 25 años). "Si hacen asamblea general la hacen acá en la calle, en una esquina o en la cancha. Yo cuántas veces he dicho que los lotes que están vacíos por qué no podrían pasar a ser nuestros locales comunales. En la calle estamos hablando, discutiendo por una o por otra cosa, nos escuchan y se generan rumores" (Mujer 13, 36 años). "No somos muy unidos, cambiaron al presidente de la junta directiva [...] quizá por eso la gente a veces no participa tanto. A veces unos vienen y otros no entonces falta compromiso por parte de todos o por lo menos de la mayoría. Podríamos hacerlo mejor y más rápido" (Hombre 4, 30 años).

Al parecer, en la medida que algunas comunidades han alcanzado algunos logros colectivos importantes como el acceso a servicios públicos, las juntas directivas tienen más problemas en convocar a personas que los ayuden a seguir construyendo proyectos conjuntos, pues el interés por el trabajo en colectivo ha decaído.

"Antes éramos más unidos, porque era una sola idea. Antes era pura chocita; todos éramos como familia, se compartía de todo. Ahora ya no tanto, tenemos nuestro sitio, compramos nuestra agua. Antes no había ni luz ni agua, nos alumbrábamos con vela, dormíamos en una cama en el suelo. Ahora tenemos los postes al menos" (Mujer 14, 45 años).

En general, los participantes reconocen y valoran la existencia de organizaciones vecinales, aunque identifiquen en ellas debilidades y tengan expectativas de un mejor funcionamiento. Señalan situaciones concretas en las que la existencia de estas y la participación de los vecinos han permitido satisfacer necesidades, principalmente vinculadas con la supervivencia. A pesar de este reconocimiento, actualmente la participación de los entrevistados en las organizaciones comunitarias parece limitarse a recibir los servicios que ellas brindan, sin que ello redunde en el desarrollo de capacidades ni en el despliegue de procesos de cambio de mayor impacto en la situación generalizada de pobreza.

Discusión

En primer lugar, la descripción de las personas entrevistadas respecto de su situación y la de su entorno expresa una sensación de vulnerabilidad y de temor por la violencia cotidiana existente en sus comunidades. La evidencia señala que este tipo de aproximaciones cognitivas y afectivas al espacio en el que se habita terminan generando un debilitamiento del sentido de pertenencia al colectivo (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi & Lozano, 2003; Sarason, 1974; Távara 2012). Frente a esta percepción negativa del espacio, la atribución de los sucesos violentos a personas ajenas al lugar estaría funcionando como un mecanismo de defensa de la autoestima colectiva, que coloca fuera del grupo características que no se quisiera aceptar en él (Espinosa, Ferrándiz, Cueto & Pain, 2013).

Por otra parte, la precariedad de las condiciones de vida, en particular de las viviendas, es uno de los grandes vacíos que enfrentan las familias, incrementando la sensación de vivir en situación de riesgo permanente. Internacionalmente se considera que la vivienda es un determinante de la salud humana, en tanto promueve el bienestar y brinda el soporte necesario para el descanso y la seguridad (OMS, 2001). En este sentido, las dificultades para acceder a condiciones de seguridad básicas nos describen un estado de precariedad material, aunado a sensaciones de falta de control sobre el entorno, consistentes con la instalación de la desesperanza aprendida y el desarrollo de un locus de control externo; condiciones señaladas sistemáticamente como efectos psicosociales de la pobreza (Ardila, 1979, Martín-Baró, 1998; Montero, 2004). Lo anterior nos remite al concepto de vulnerabilidad social, como la característica central del contexto en el que las personas entrevistadas y sus familias desarrollan sus actividades diarias (Arriagada, 2005; Filgueira, 2001; Pizarro, 2001).

Por otra parte los relatos de los entrevistados respecto de algunos éxitos obtenidos en la búsqueda de sobreponerse a las limitaciones materiales y los logros en el mantenimiento de la unión y armonía familiar como fuentes de bienestar, son coherentes con estudios que encuentran que el contexto de vulnerabilidad no elimina la posibilidad de encontrar satisfacción en ámbitos específicos de la vida, en la medida en que se presenten factores mediadores, como la percepción de apoyo social y una mirada positiva de sí mismos (Palomar, Lanzagorta & Hernández, 2004). Si bien, en consistencia con estudios previos, estas estrategias se orientan en su mayoría a la resolución de problemas inmediatos y la consecución de resultados en el corto plazo (Estefanía & Tarazona, 2003), es interesante rescatar el esfuerzo de los entrevistados por invertir en la educación de los hijos e hijas, siendo esta una estrategia que claramente dará sus frutos en un mediano o largo plazo, pero en la que las familias centran sus expectativas de mejorar la calidad de vida de las siguientes generaciones.

Asimismo, la importancia atribuida a las relaciones interpersonales, principalmente al interior de las familias, se condice con las teorías que señalan que los vínculos sociales otorgan sentido a la vida, en tanto favorecen la construcción de identidad y promueven la sensación de apoyo mutuo. Así, se explica el hecho de que aun en contextos de profunda vulnerabilidad social, como el descrito, se construyan redes sociales que se inserten en una dinámica de prácticas de cuidado y auto-cuidado (Ráez, 1998; 1991). Lo anterior es consistente con hallazgos en diversos estudios sobre redes de soporte y capital social en contextos de vulnerabilidad (c.f.. Gracia & Herrero, 2006; Majluf, 1994). En ellos se encuentra, al igual que en el presente estudio, que la valoración del esfuerzo familiar y de la satisfacción obtenida de las redes familiares se proyecta a la comunidad, en la cual se identifican estrategias exitosas para la superación de la pobreza. Por lo anterior es posible considerar a la comunidad como un espacio privilegiado para la acción colectiva de cara a la superación de las adversidades (Montero, 2006).

En este marco, los entrevistados identifican estrategias colectivas desplegadas en busca de la mejora de la calidad de vida de sus familias. En primer lugar nombran a la organización femenina para la alimentación. Esta estrategia de supervivencia ha sido muy utilizada en particular por las mujeres de los estratos populares de Lima y otras ciudades del Perú a partir de la década de 1970, como respuesta a las dificultades económicas de las familias de las zonas urbano marginales (Del Pino, 1991; Matos Mar, 2003).

La valoración de estas prácticas colectivas, de la mano con el reconocimiento de sus fracasos, presenta un contexto en el que la debilidad preexistente en estas redes, habría sido un elemento que ha contribuido a su desgaste. Es decir, las organizaciones femeninas han sufrido el efecto de las limitaciones de base con las que han sido constituidas. Se señala al respecto que las organizaciones sociales que surgen con recursos limitados suelen agotarlos tempranamente provocando su desarticulación (Bayón, 2012; Duhau & Giglia, 2008, citado en Bayón, 2012). De igual modo, la evidencia indica que la propia situación de pobreza es un factor de riesgo para la organización y para el establecimiento de lazos comunitarios (Silva, 2000, citado en Palomar & Pérez, 2002).

A pesar de las debilidades identificadas por los entrevistados, la organización vecinal es señalada como una estrategia para la gestión de recursos externos a la comunidad. Así como en otros contextos de similares características, las organizaciones comunitarias establecen una suerte de puente entre la comunidad y el mundo exterior, así como un modelo de acción al interior de la misma (Degrogori, Blondet & Lynch, 1986, citado en Del Pino, 1991).

Experiencias como las descritas en los resultados llevan a los vecinos a reconocer el efecto positivo de las organizaciones vecinales, las cuales se constituyen como escenarios de los procesos de participación comunitaria, libre, voluntaria y sostenida en el compromiso de sus participantes (Castilla & Inciarte, 2004; Montero, 2004; Ríos & Moreno, 2009). De hecho, se señala en la literatura que las socias de las organizaciones femeninas suelen experimentar cambios también en las tareas que hasta ese momento les habían sido limitadas por la sociedad, al ampliar su rol más allá del ámbito doméstico, hacia la búsqueda de solución de otras problemáticas compartidas en la comunidad (Del Pino, 1991; Matos Mar, 2003; Raéz, 1998).

Por otro lado, de manera similar a lo encontrado en otros estudios uno de los puntos de convergencia y consenso que motiva la participación y la organización comunitaria aparece en momentos en los que la comunidad se percibe amenazada por la delincuencia (Pereyra, 2003, citado en Lossio, 2004; Távara, 2012). En el caso de los entrevistados, la acción colectiva frente a esta problemática común ha estado sustentada en valores y prácticas culturales compartidas y asumidas por el colectivo, lo que la legitima y valida, otorgándole sentido y transformándola en un recurso para la comunidad, que ha sido registrado en la memoria del colectivo como una experiencia exitosa, que, a su vez, demuestra la validez de la participación comunitaria (Balbuena, 2012; Sánchez, 2000; Távara, 2012).

Respecto de lo anterior, estudios en contextos de vulnerabilidad social encuentran que el registro en la memoria colectiva de experiencias previas vinculadas a procesos de participación comunitaria tiene un efecto de la generación de futuras acciones colectivas. Así, se promoverá o debilitará la participación y la cohesión dependiendo de estas experiencias previas son interpretadas como éxitos o como fracasos (Balbuena, 2012; Hombrados, 2011; La Barrera et al., 2012; Távara, 2012).

Por otro lado, los entrevistados describen un contexto heterogéneo en el que coexisten diversas culturas y orígenes a los que se les atribuyen las dificultades para la organización sostenida de la comunidad y el malestar derivado de ello. Al respecto es posible sostener que se estaría ante un contexto de complejización de la dinámica intergrupal, en el que la coexistencia de categorías sociales distintas en el mismo espacio, habría devenido en relaciones conflictivas, afectando el clima emocional y la construcción de la identidad social del colectivo (Espinosa et al., 2013; La Barrera et al., 2012).

Muchas de las dificultades señaladas anteriormente se vinculan, en los discursos recogidos, con la percepción de la existencia de diversos niveles de involucramiento afectivo y de identificación con la comunidad entre los vecinos. De este modo, se podría asumir que las transformaciones sucedidas a raíz de las olas migratorias en estos barrios, asociadas con el difícil procesamiento de la diversidad de orígenes y culturas han tenido un efecto negativo en la construcción de un sentido de comunidad fortalecido (Hombrados, 2011; McMillan & Chavis, 1986; Sarason, 1974).

Lo anterior es generador de desencanto y desconfianza respecto de las intenciones y capacidades de quienes participan en las organizaciones comunitarias y principalmente de quienes asumen posiciones de dirigencia y/o liderazgo. Ello es un riesgo para el desarrollo de la comunidad, considerando que la confianza interpersonal es un elemento fundamental en el desarrollo y mantenimiento del compromiso con la acción colectiva, en tanto los procesos de participación comunitaria implican tanto una dimensión cognitiva como una afectiva, al sustentarse en representaciones y valoraciones respecto del espacio en el que se habita y de los elementos que lo constituyen (Pol & Valera, 1999; Vidal & Pol, 2005; Wiesenfeld & Sánchez, 2001). Como se ha señalado anteriormente son estas dos dimensiones (afectiva y cognitiva) que se ven afectadas en contextos de pobreza y vulnerabilidad social (Ardila, 1979, Bayón, 2012; Estefanía & Tarazona, 2003; Martín-Baró, 1998; Montero, 2004; Palomar & Pérez, 2003; Silva, 2000, citado en Palomar y Pérez, 2003).

Respecto de los motivadores de la participación comunitaria, la literatura señala que son las llamadas necesidades sentidas aquellas que movilizan y comprometen a las comunidades sobre objetivos comunes, y que cuando estas no están claras para todos o se encuentran ya satisfechas es natural que las organizaciones disminuyan su presencia y hasta desaparezcan (Montero, 2004). Así, junto con las dificultades ya referidas para actuar colectivamente en un contexto de diversidad cultural y teniendo en cuenta la desconfianza derivada de ello, la falta de identificación de objetivos que movilicen en la actualidad al conjunto, estaría generando una sensación de inacción y desinterés por la participación comunitaria. Lo anterior estaría sugiriendo que las necesidades sentidas prioritariamente (vivienda-aunque precaria-, agua, luz) se han satisfecho en su momento, y hoy no se han construido consensos respecto de nuevas necesidades compartidas y sentidas, que generarían compromiso con la participación comunitaria. Al igual que en entornos de características similares, hoy la lucha por la supervivencia es individual y familiar, aunque eso pase por la afectación de otros o no transcienda en mejoras para la comunidad (Balbuena, 2012; Cueto, 2011; Espinosa et al., 2013; La Barrera et al., 2011).

 

Referencias

Ardila, R. (1979). Psicología social de la pobreza. En J. Whittaker (Ed.), La psicología social en el mundo de hoy. México: Trillas. doi: 968-24-0744-3.         [ Links ]

Arriagada, I. (2005). Dimensiones de la pobreza y políticas desde una perspectiva de género. Revista de la CEPAL85, 101.

Balbuena, A. (2012). Sentido de comunidad, bienestar y memoria colectiva en una comunidad rural de la costa norte peruana (Tesis de Licenciatura). Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Perú. Recuperado de http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/123456789/1693.         [ Links ]

Bayón, M. C. (2012). El "lugar" de los pobres: espacio, representaciones sociales y estigmas en la ciudad de México. Revista Mexicana de Sociología, 74(1), 133-166. Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3847312.

Bronfman, M. & Gleizer, M. (1994). Participación comunitaria: necesidad, excusa o estrategia? O de qué hablamos cuando hablamos de participación comunitaria. Cadernos de saúde pública, 10(1), 111-122.

Bullock, H. E. & Limbert, W. M. (2003). Scaling the socioeconomic ladder: Low income women’s perceptions of class status and opportunity. Journal of Social Issues, 59(4), 693-709. Recuperado de http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1046/j.00224537.2003.00085.x/abstract.

Calderón, M. & Bustos, J. (2007). Apropiación y conducta proambiental en un poblado periurbano de la Ciudad de México. Revista Ulapsi10. Recuperado de http://www.ulapsi.org/portal/arquivos/revistas/numero-10.pdf.

Castilla, D. & Inciarte, A. (2004, abril-junio). La naturaleza de la acción participativa y la formación para participar. Espacio Abierto. Cuaderno Venezolano de Sociología, 13(2), 249-275.

Cohen, S., Gottlieb, B. H. & Underwood, L. G. (2000). Social relationships and health. En S. Cohen, L. G. Underwood & B. H. Gottlieb (Eds.), Measuring and intervening in social support (pp. 3-25). Nueva York: Oxford University Press.         [ Links ]

Cueto, R. M. (2011). Diagnóstico cualitativo de las familias en las zonas priorizadas por la Estrategia Igualdad de la Municipalidad Metropolitana de Lima (Manuscrito no publicado). Lima: Oficina del Banco Mundial.         [ Links ]

Dakduk, S., González, M. & Malavé, J. (2010). Percepciones acerca de los pobres y la pobreza: Una revisión. Revista Latinoamericana de Psicología, 42(3), 413-425.

Del Pino, N. (1991). Las organizaciones femeninas por la alimentación: un menú sazonado. En L. Pàsara, N. Del Pino, R. Valdeavellano & A. Zarzar, (eds.). La otra cara de la luna: Nuevos actores sociales en el Perú. Buenos Aires: Manantial.         [ Links ]

Espinosa, A., Ferrándiz, J., Cueto, R. M. & Pain, O. (2013). Social identity and emotional climate in a rural community from Peru: An empirical study. Psicologia & Sociedade, 25(2), 321-330.

Estefanía, M. T. & Tarazona, D. (2003). Psicología y pobreza. ¿Hay algo psicológico en la pobreza o es la pobreza algo psicológico? Explorando Psicología, 12, 21-25. Recuperado de http://www.ipside.org/documentos/001psipob.doc.

Farrell, S. J., Aubry, T. & Coulombe, D. (2004). Neighborhoods and neighbors: Do they contribute to personal well-being? Journal of Community Psychology, 32(1), 9-25. doi:10.1002/jcop.10082.

Filgueira, C. H. (2001). Estructura de oportunidades y vulnerabilidad social: Aproximaciones conceptuales recientes. Seminario Internacional: Las diferentes formas de expresión de la vulnerabilidad social en América Latina. Santiago de Chile, 20 y 21 de junio de 2001. Recuperado de http://ibcperu.org/doc/isis/15378.pdf.         [ Links ]

Finch, J. (1993). ‘It’s great to have someone to talk to’: The ethics and politics of interviewing women. En C. Bell & H. Roberts (Eds.), Social Researching: Politics, Problems, Practice (pp. 166-180). Londres: Routledge and Kegan Paul.         [ Links ]

Fisher, A., Sonn, C. & Bishop, B. (2002). Psychological Sense of Community. Research, applications and implications. Nueva York: Plenum.         [ Links ]

Freire, S. (2012). Identificación con el lugar, participación y clima emocional en una comunidad rural de la costa norte del Perú (Tesis de Licenciatura). Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Perú. Recuperado de http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/123456789/1694.         [ Links ]

Gracia, E. & Herrero, J. (2006). La comunidad como fuente de apoyo social: Evaluación e implicaciones en los ámbitos individual y comunitario. Revista Latinoamericana de Psicología, 38(2), 327-342. Recuperado de http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-05342006000200007&lng=es&nrm=iso.

Hernández, R., Fernández, C. & Baptista, P. (2006). Metodología de la Investigación. Cuarta Edición. México: McRae Hill.

Hombrados, I. (2011). Calidad de vida y sentido de comunidad en la ciudad. Revista Uciencia, 3, 38-41.

Krug, E., Dahlberg, L., Mercy, J., Zwi, A. & Lozano, R. (2003). Informe mundial sobre la violencia y la salud. Publicación científica y Técnica N°-588. Washington, D. C.: Organización Panamericana de la Salud. Recuperado de http://www.paho.org/spanish/am/pub/violencia_2003.htm.         [ Links ]

La Barrera, P., Espinosa, A., Cueto, R. & Ferrándiz, J. (2011). Aspectos psicológicos de los problemas de organización de base y su relación con dilemas sociales en una comunidad rural de la costa norte del Perú. Psicoperspectivas, 11(1), 12-34. Recuperado de http://www.scielo.cl/pdf/psicop/v11n1/art05.pdf.

Majluf, A. (1994). Algunas estrategias utilizadas por familias peruanas para afrontar la crisis psicológica actual. Revista de Psicología, 12(2), 175-189.

Mannarini, T. & Fedi, A. (2009). Multiple senses of community: The experience and meaning of community. Journal of Community Psychology, 37(2), 211-227. doi:10.1002/jcop.20289.

Martín-Baró, I. (1998). Psicología de la Liberación. Madrid: Trotta.         [ Links ]

Matos Mar, J. (2004). Desborde popular y crisis de estado: Veinte años después. Lima: IEP.         [ Links ]

Maya-Jariego, I. (2004). Sentido de comunidad y potenciación comunitaria. Apuntes de Psicología, 22(2), 187-211.

McMillan, D. & Chavis, D. (1986). Sense of community: A definition and theory. Journal of Community Psychology, 14, 6-23.

Montecinos, E. (2005). Instituciones políticas y participación social en el espacio local. Revista Austral de Ciencias Sociales, 9, 3-14. Recuperado de http://mingaonline.uach.cl/pdf/racs/n9/art01.pdf

Montero, M. (2004). Introducción a la Psicología Comunitaria. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

Montero, M. (2006). Hacer para transformar. El método de la Psicología Comunitaria. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

Palomar, J., Lanzagorta, N. & Hernández, J. (2004). Pobreza, recursos psicológicos y bienestar subjetivo. Serie Documentos de Investigación. México: Universidad Iberoamericana.         [ Links ]

Palomar, J. & Pérez, A. (2003). Un solo rostro y tres maneras de mirarlo: El significado de pobreza según el nivel socioeconómico. Revista Latinoamericana de Psicología, 35(1), 27-37. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/805/80535103.pdf.

Pizarro, R. (2001). La vulnerabilidad social y sus desafíos: Una mirada desde América Latina. Serie Estudios Estadísticos y Prospectivos, 6. Recuperado de http://ideas.repec.org/p/col/000140/003101.html.         [ Links ]

Pol, E. & Valera, S. (1999). Symbolisme de l’espace public et identitée sociale. Villes en Paralèlle. 28-29, 13-33. Recuperado de http://www.ub.edu/escult/doctorat/html/lecturas/villes.pdf.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2010). Informe sobre desarrollo humano. Orígenes del enfoque. Recuperado de http://hdr.undp.org/es/desarrollohumano/origenes.         [ Links ]

Ráez, M. (1998). Personality development of women leaders: Assessment studies in Peruvian urban and poverty areas. Nijmegen: Katholieke Universiteit Nijmegen.         [ Links ]

Ráez, M. (1991). Identidad femenina en sectores urbano marginales. Lima: AMIDEP.         [ Links ]

Ríos, M. L. & Moreno, M. P. (2009). Influencia de la participación comunitaria y la identidad con el lugar en la satisfacción vital en inmigrantes. Escritos de Psicología, 3(2), 8-16. Recuperado de http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S198938092010000100002&script=sci_arttext.

Sánchez, A. (1991). Psicología Comunitaria. Bases conceptuales y operativas. Métodos de Intervención. Barcelona: PPU.         [ Links ]

Sánchez, E. (2000). Todos con la "Esperanza". Continuidad de la participación comunitaria. Caracas: Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de Humanidades y Educación/Universidad Central de Venezuela.         [ Links ]

Sarason, S. (1974). The psychological Sense of Community. Prospects for a Community Psychology. Londres: Jossey-Bass.         [ Links ]

Scribano, A. (2000). Reflexiones epistemológicas sobre la investigación cualitativa en Ciencias Sociales. Cinta de Moebio, 8. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10100802.

Sen, A. (2000). Desarrollo y libertad. Buenos Aires: Planeta.         [ Links ]

Sen, A. (2009). La idea de justicia. Madrid: Taurus.         [ Links ]

Strauss, A. & Corbin, J. (2002). Bases de la investigación cualitativa. Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fundamentada. Medellín: Universidad de Antioquia.         [ Links ]

Távara, M. G. (2012) Sentido de Comunidad en un contexto de violencia comunitaria. (Tesis de Maestría). Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Perú. Recuperado de http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/123456789/1651.         [ Links ]

Troudi E. H., Harnecker, M. & Bonilla, L. (2005). Herramientas para la participación. Caracas: Editorial Servi-K.         [ Links ]

Vidal, T. & Pol, E. (2005). La apropiación del espacio: Una propuesta teórica para comprender la vinculación entre las personas y los lugares. Anuario de Psicología. Universitat de Barcelona, 36(3), 281-297. Recuperado de http://www.raco.cat/index.php/AnuarioPsicologia/article/view/61819/81003.         [ Links ]

Wiesenfeld, E. & Sánchez, E. (2001). La psicología ambiental en Venezuela: Del pasado al futuro. Medio Ambiente y comportamiento humano10(3), 303-329.

 

Recibido: 6 de junio, 2014
Aceptado: 7 de agosto, 2014

 

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License