Según cifras del Ministerio de Educación Nacional, para el año 2017 había 2 446 314 estudiantes matriculados en el sistema de educación superior; y en el departamento de Antioquia el número de matriculados en pregrado fue de 315 811. De estas cifras, Medellín reportó el mayor número de matriculados en el departamento con 254 651 estudiantes. La matrícula total en pregrado en Rionegro fue de 13 396, Apartadó fue de 10 752, y en el resto de los municipios del departamento de Antioquia fue de 55 817. En la Universidad objeto de estudio (en adelante la Universidad) el número de matriculados en 2017 en Medellín fue de 38 407 estudiantes en niveles de pregrado y posgrado, y en Regiones fue de 1256 estudiantes en nivel profesional (MEN, 2017).
Una de las principales dificultades que enfrentan los estudiantes y las instituciones de educación superior (IES) es la deserción académica universitaria (MEN, 2010) debido al impacto socioeconómico en las instituciones y en la población en general, al disminuirse el número de personas formadas a nivel profesional, que puedan generar conocimientos (investigación, nuevas teorías) y recursos tecnológicos y económicos.
La deserción académica se ha registrado por parte del MEN en el Sistema de Prevención y Análisis de la Deserción en las Instituciones de Educación Superior (SPADIES). Durante el 2014 la deserción por cohorte acumulada a décimo semestre en el nivel universitario llegó a 45.58 %. Si se observa la deserción anual, es decir, la proporción de estudiantes que estando matriculados un año atrás fueron desertores en el 2016, la cifra nacional llegó a un 9 % en el nivel universitario, y a nivel departamental, para Antioquia, fue de 9.7 %. (MEN, 2017). En la Universidad el porcentaje de deserción a nivel profesional en el período 2016-1 fue de 11.7 % (El Tiempo, 2017).
Todas estas cifras evidencian la magnitud del fenómeno de la deserción, convirtiéndolo en un problema que “conlleva altos costos sociales y económicos que afectan a las familias, los estudiantes, las instituciones y el Estado” (MEN, 2009, párr. 7), además las fugas de capital que ello representa, los efectos en los niveles de desigualdad e inequidad, especialmente en los grupos poblacionales más vulnerables, toda vez que la mayoría de los estudiantes de la Universidad hacen parte de los estratos 1, 2 y 3. Para Castaño, Gallón y Vásquez (2008):
la deserción estudiantil se torna aún más preocupante ya que ésta puede comprometer el futuro de un país a medio y largo plazo, [porque] la acumulación de conocimiento científico y tecnológico es uno de los factores que determinan el desarrollo socioeconómico de una nación (p. 257).
Al respecto, en la presentación de la Política Nacional para la Educación Superior, del MEN, la deserción se nombró un asunto de “vital importancia para la nueva política”, debido a las altas cifras que representa para la nación y las familias, ya que la deserción reportada en Colombia para el año 2009 costó al país cerca de 221 mil millones de pesos que constituye el 12 % del total de aportes de la nación. Para las familias el gasto fue de 337 mil millones de pesos, sumando un total aproximado superior a los 550 mil millones de pesos por causa de la deserción (MEN, 2010).
Por su parte el Consejo Nacional de Rectores conformado por la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), en su colaboración con el Gobierno Nacional en la formulación de políticas públicas para la Educación Superior, publica el documento sobre las Políticas para la Educación Superior en Colombia 2010-2014 “Hacia una nueva dinámica social de la Educación Superior”, en donde manifiesta que las IES deben estudiar la deserción estudiantil, que afecta la financiación y el desempeño de las universidades, para detectar sus causas y crear estrategias que permitan su disminución (ASCUN, 2010). En el caso particular de la Universidad (2017), su plan de desarrollo institucional 2017-2027 tiene como meta principal la reducción de la deserción por cohorte al 43 %, ya que en 2016 se encontraba en el 45.09 %.
Desde la literatura especializada, se entiende la deserción como un fenómeno multidimensional y complejo que no puede ser atribuido en todos los casos a un solo factor o a una combinación específica de ellos, sino que ciertos factores favorecen o dificultan la permanencia (Tinto, 1987). A este respecto han aparecido diferentes modelos para el análisis de la deserción y la permanencia, entre estos se encuentran los modelos psicológicos de Fishbein y Ajzen (1975), Ethington (1990) y Bean y Eaton (2001); el modelo sociológico de Spady (1970); el modelo económico de Cabrera, Nora y Castañeda (1993); y el modelo interaccionista de Tinto (1975; 1987; 1993).
Un concepto importante en el modelo de Tinto (1973) es la integración académica y social a la vida universitaria, modelo operacionalizado por Pascarella y Chapman (1983). Bajo esta misma perspectiva, se han realizado diversos estudios que toman como base el concepto de integración o adaptación a la vida universitaria (Almeida, Soares & Ferreira, 1999; Baker & Siryk, 1989; Pascarella & Chapman, 1983). Cabe señalar que en el contexto colombiano se ha realizado un estudio desde esta perspectiva en una muestra de estudiantes de una universidad bogotana (Márquez, Ortiz & Rendón, 2009); sin embargo, no es un estudio generalizable a toda la población. En la Universidad se han realizado estudios que indagan por factores de deserción (Arias & Echeverry, 2011; Gallón & Vásquez, 2014; Vásquez, Castaño, Gallón & Gómez, 2003; Yepes et al., 2007), pero ninguno de estos estudios se ha enfocado en factores relacionados con la adaptación a la vida universitaria. Asimismo, cabe señalar que el proyecto Alfa Guía tuvo una muestra representativa por la Universidad, en la cual incluyeron las regiones, sin embargo, esta muestra no fue representativa por región (Gallón & Vásquez, 2014). Teniendo en cuenta lo anterior, surgió la necesidad de conocer la adaptación a la vida universitaria según condiciones socioeconómicas, institucionales, académicas e individuales en los estudiantes de las sedes regionales de una universidad colombiana, lo cual es necesario para la implementación de políticas y programas con base en la evidencia científica.
Por lo tanto, el objetivo de esta investigación fue determinar el perfil de riesgo de deserción según condiciones socioeconómicos, institucionales, académicos, e individuales en los estudiantes de las sedes de una universidad colombiana.
Método
Participantes
Para el logro del objetivo propuesto, se realizó un estudio de corte transversal. El método de muestreo fue aleatorio, estratificado por regiones con participación de 1897 estudiantes de una universidad pública de Colombia, de los cuales 736 (38.8 %) eran hombres y 1161 mujeres (61.2 %), con una edad promedio de 22.6 años (D.E.= 5.7) para ambos sexos.
Medición
Para evaluar la adaptación a la vida universitaria se aplicó el Cuestionario de Vivencias Académicas versión reducida (QVA-r) (Almeida et al., 2002), validado en Colombia por Márquez et al. (2009). El QVA-r es un cuestionario de autoinforme conformado por 60 ítems agrupados en cinco dimensiones: Personal, Interpersonal, Carrera, Estudio e Institucional, que son respondidos mediante una escala Likert de cinco puntos, que van desde 1=desacuerdo total hasta 5=acuerdo total. En relación con las propiedades psicométricas del QVA-r, se ha encontrado una confiabilidad con el alfa de Cronbach de .78 para las cinco subescalas, y coeficientes de confiabilidad entre .68 y .91. En la adaptación colombiana traducida al español se encontró que la consistencia interna en todas las escalas, estimada a partir del alfa de Cronbach fue mayor o igual a .60. Además, la estructura factorial obtenida a partir del uso de una rotación Varimax explicó el 40.5 % de la varianza total en una conformación similar a la reportada para el instrumento original (Márquez et al., 2009).
Para identificar el estado funcional de la familia través de la percepción de los miembros de ésta se aplicó El APGAR familiar, el cual es recomendado por el Ministerio de la Protección Social y fue validado para Colombia en el año 2006 en un grupo de estudiantes de secundaria (Forero, Avendaño, Duarte & Campo, 2006), dicha escala clasifica en buena función familiar (entre 18 y 20 puntos), disfunción familiar leve (entre 14 y 17 puntos), moderada (entre 10 y 13 puntos) y severa (entre 9 o menos puntos) y según las propiedades psicométricas, presenta un alfa de Cronbach de .79.
Procedimiento
Para la recolección de la información, se diseñó un aplicativo web que constaba de cuatro segmentos: en el primero se indagó por los factores socioeconómicos; en el segundo por factores familiares; en el tercero por factores protectores (empleo del tiempo libre, actividades deportivas y culturales); y en el cuarto por vivencias académicas. El aplicativo, con acceso vía internet y alojado en un servidor de la Universidad, permitió hacer el diligenciamiento de la encuesta en diferentes fases para facilitar, a los estudiantes que no lograran su completitud, poder recuperarla posteriormente y continuarla en varias sesiones de tiempo. Con el objetivo de que se completara el diligenciamiento de la información se generaban recordatorios vía correo electrónico para motivar la terminación. Los estudiantes fueron convocados mediante comunicación escrita, previa solicitud de permiso a cada una de las dependencias de la institución educativa y fueron invitados a ingresar al portal de la Universidad para el diligenciamiento de la encuesta. Al ingresar al aplicativo se presentó un consentimiento informado a los participantes donde se aclaraba el propósito del estudio y se garantizaba el anonimato y confidencialidad en el manejo de la información.
Análisis de datos
Con el propósito de construir un perfil de riesgo de abandono de los estudiantes, se realizó un análisis de correspondencias múltiples (ACM) que permitiera identificar las relaciones entre las categorías o modalidades de las variables identificadas como factores relacionados con el abandono, entre éstas la adaptación a la vida universitaria y a través de la observación de las cercanías o lejanías de los puntos de las diferentes modalidades se establecen las relaciones de semejanza existentes entre las modalidades de respuesta. Dado que esta técnica considera como etapa inicial la prueba chi-cuadrado para contrastar la hipótesis nula de independencia entre las variables, se consideraron como principales características de los estudiantes: sexo, edad, estrato socioeconómico, estado civil, tipología familiar, estado laboral y nivel de ingreso mensual; además de variables institucionales (jornada, sede de estudio), académicas (promedio académico), e individuales (dependencia económica, nivel educativo del padre, nivel educativo de la madre, nivel de funcionamiento familiar, practica de deporte, practica activad religiosa, practica de actividad artística). Las que presentaron asociación significativa con la adaptación a la vida universitaria (p<.05) fueron sexo, edad, promedio académico, ingresos mensuales, ingresos propios, funcionamiento familiar y tipología familiar.
Para posibilitar visualizar la asociación entre los distintos niveles de las variables se presentan mapas perceptuales. Para el procesamiento de los datos y cálculo estadístico se utilizó el SPSS versión 22.0 para Windows. Asimismo, para el desarrollo de esta investigación se tuvieron en cuenta los lineamientos de la Resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud de Colombia, se garantizó anonimato y confidencialidad en el manejo de la información, siguiendo las recomendaciones del Comité de ética de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, el cual valoró la investigación como de riesgo mínimo (ver anexo).
Resultados
El 87.5 % (n=1660) de los participantes eran solteros, el 11.3 % (n=213) estaban casados o convivían en unión libre y el 1.2 % (23) afirmó estar casado. El 81.1 % (n=1538) pertenecían a los estratos socioeconómicos 1 y 2 (estratos bajos). En cuanto a las características escolares de los participantes, el 62.5 % (n=1187) llevaba un máximo 4 semestres estudiando en la universidad, el numero promedio de materias matriculadas fue de 5 y frente al rendimiento académico se observó un promedio acumulado de 3.7 (D.E = 0.6) a nivel general.
Asimismo, el 28.6 % (n=543) trabajaba en la actualidad, el 75 % presentó ingresos de un salario mínimo legal o menos y en con mayor frecuencia vivían en casa propia y arrendada (40.5 % y 40.1 % respectivamente). Con respecto a los aspectos familiares, un 16.2 % (n=308) afirmó tener hijos, en mayor porcentaje se relacionó vivir en familias nucleares (33.3 %; n=631), es decir, aquellas compuesta por madre, padre e hijos y el 32.8 % (n=622) relacionó vivir en otras tipologías diferentes a la nuclear ampliada, extendida, monoparental o reconstruida. El 12.8 % (n=243) percibe tener una severa disfunción familiar.
Frente a la adaptación a la vida universitaria, de los 1897 estudiantes, el 83.6 % tuvieron una adaptación media o alta y el 16.4 % tuvieron una desadaptación o adaptación baja (figura 1).
Al observar las dimensiones de la adaptación a la vida universitaria (tabla 1), las dimensiones con niveles más altos fueron Carrera con un 18.9 % donde se integra la evaluación de los sentimientos relacionados con el curso, las perspectivas de carrera y los proyectos vocacionales de los estudiantes; la dimensión Personal con un 16.0 % donde se abarca la evaluación del bienestar físico y psicológico de los estudiantes, su balance emocional, su estabilidad afectiva, el optimismo y su auto confianza y la dimensión Estudio con un 15.6 % que valora los hábitos de estudio, la administración del tiempo, el uso de los recursos en la universidad y los preparativos para las pruebas.
En las dimensiones que se observó un mayor nivel de desadaptación fueron en la carrera e institucional en igual porcentaje (.8 %), refiriéndose esta última una escasa gratitud de los estudiantes de cara a la institución de enseñanza e insuficiente deseo de quedarse. En la dimensión interpersonal, se observó que con mayor frecuencia los estudiantes mostraron un nivel de adaptación medio (70.8 %), explicando esto que moderadamente valoran las relaciones con los amigos, las posibilidades de relación en las situaciones de mayor intimidad, el establecimiento de amistades y la búsqueda de ayuda.
TSe aprecia la existencia de 2 dimensiones, con autovalores de 1.723 para la primera dimensión y 1.454 para la segunda, las cuales dan cuenta de la proporción de información del modelo que es explicada por cada una de ellas. La inercia explicada por la dispersión de los dos perfiles en el espacio tridimensional es del 39.7 %. La dimensión 1 se encuentra explicada principalmente por la edad, los ingresos propios, la tipología familiar y el ingreso mensual; la dimensión 2 es explicada por funcionamiento familiar, nivel QVA (adaptación a la vida universitaria), promedio y sexo (tabla 2).
Al analizar la representación gráfica de las variables activas en el factorial definido por estas dos dimensiones es importante considerar que características que aparezcan cercanas al origen del sistema de coordenadas, tal como las señalas en óvalo punteado en la figura 2, no aportan una cantidad significativa de variabilidad, es decir que las categorías o niveles de estas variables están distribuidas aproximadamente en forma aleatoria en la población, no facilitando la clasificación en grupos diferentes a los individuos.
Al clasificar a los sujetos en función de la globalidad de sus respuestas a todos los ítems considerados variables activas al definir los factores, se ha optado por una clasificación en 3 tipos de estudiantes, según el nivel de adaptación a la vida universitaria (nivel QVA) (figura 2). El que contiene a los estudiantes mayor riesgo de deserción es el perfil 1 que muestra estudiantes con características de nivel bajo de adaptación a la vida universitaria y desadaptación a esta, disfunción familiar moderada y severa, y con una composición familia monoparental, es decir que viven solo con el padre o la madre.
El perfil 2 es considerado con menor riesgo de deserción dado que muestra los estudiantes con alta adaptación a la vida universitaria, además características como menores de 18 años, con buen funcionamiento familiar, pertenecientes a familias nucleares o nuclear ampliada (refiriéndose esta última a familias que además de convivir con padre y madre también viven con otro familiar sea abuelo(a), tío(a), primo(a), ente otros) con ingresos mensuales familiares mayores a $1.933.050 (ingresos correspondientes a más de 3 salarios mínimos legales mensuales vigentes -SMLMV- en Colombia).
El perfil 3, si bien no se asocia con la adaptación a la vida universitaria, muestra un perfil de estudiantes mayores de 29 años, con tipología familiar reconstituida y otra y con ingresos económicos propios entre $644.350 y $1.933.050 (más de un SMLMV y menos de 3).
Discusión
Los resultados principales de este estudio coinciden con hallazgos obtenidos en diferentes investigaciones, tanto nacionales como latinoamericanas, sobre deserción estudiantil universitaria, en los cuales se evidencia que el riesgo de deserción se configura a partir de un grupo de variables y no de una sola (Caballero, Reyes, Rodríguez & Bolívar, 2016; Castrillón, 2018; Gartner & Gallego, 2015).
Los perfiles de deserción aquí presentados se elaboraron teniendo en cuenta el nivel de adaptación a la vida universitaria, el funcionamiento familiar, la tipología familiar, la edad, los ingresos económicos familiares mensuales e ingresos económicos propios; encontrando mayor riesgo de deserción en los estudiantes que presentan un nivel de adaptación baja o desadaptación a la vida universitaria, disfunción familiar moderada o severa y que hacen parte de una familia monoparental.
Estos hallazgos concuerdan, por ejemplo, con una investigación realizada en la Universidad del Magdalena, en la que se identificaron como factores de riesgo, para el abandono de los estudios, dificultades en el funcionamiento familiar -expresadas en la incapacidad de la familiar para generar cambios en las relaciones, las estructuras de poder y las reglas-, tipo de vinculación emocional en la familia, vulnerabilidad económica, interés vocacional y poco uso de estrategias de aprendizaje (Caballero et al., 2016).
Además, Munares-García, Zagaceta y Solís (2017) al comparar la función familiar según el rendimiento académico, en estudiantes de primer a cuarto semestre de una universidad de Perú, encontraron que la mitad de los que obtuvieron una calificación mala presentaban disfunción familiar severa, el 45.1 % de los que obtuvieron una calificación regular presentaban disfunción familiar leve, y el 37 % de los que obtuvieron una calificación buena presentaban función familiar buena.
Se corrobora la influencia que ejerce el ambiente familiar sobre el rendimiento académico y el riesgo de deserción. Según Spady (1971, citado en Viale, 2014)
existe una alta probabilidad de abandono de los estudios, cuando las diversas fuentes de influencia van en sentido negativo, lo que deriva en un rendimiento académico insatisfactorio, bajo nivel de integración social y, por ende, de insatisfacción y compromiso institucional. Al contrario, si los efectos van en dirección positiva y son congruentes con la situación inicial, el estudiante logra un desarrollo académico y social acorde tanto con sus propias expectativas como con las institucionales, lo que favorece (p. 66).
En Chile, Perú y Uruguay también se encontró que el riesgo de deserción aumenta en estudiantes perteneciente a una familia monoparental (Román, 2013). En una investigación realizada a 304 desertores de educación básica de Perú se halló que la mayoría de los estudiantes que abandonaron el estudio hacían parte de familias donde uno de los padres estaba ausente (Espinoza, Castillo, González & Loyola, 2012). Resultados que indican que el riesgo de deserción también se presenta desde la educación básica y media.
En el presente estudio, el nivel de adaptación baja a la vida universitaria y la desadaptación, expresados principalmente en las dimensiones Carrera e Institucional, se relacionan con orientación vocacional insuficiente, hábitos de estudio, poca o inadecuada información sobre la carrera y/o la universidad antes de comenzar o ingresar a estudiar su segunda o tercera opción de carrera y no la primera.
La adaptación a la vida universitaria también se relaciona con el rendimiento académico y este es influenciado por los antecedentes escolares y las falencias académicas que tienen muchos estudiantes al momento de comenzar una carrera. Al respecto, el rector de la Universidad 2015-2018 dijo, en entrevista para El Colombiano, que
En las regiones ese asunto del déficit de calidad con la que llegan los chicos de la secundaria se siente con más fuerza y eso lo vemos no solo por las matemáticas y comprensión lectora sino también en otras áreas como una segunda lengua. Tenemos situaciones muy recurrentes que los programas no se logran abrir porque no se pueden llenar los cupos y los chicos no pasan el examen de admisión (Palacio, 2016).
Del mismo modo, desertores de la Universidad del Valle, quienes habían ingresado por condición de excepción indígena, provenían de instituciones educativas con carencias o falta de énfasis de enseñanza en áreas como matemáticas, lectura y escritura, inglés y “sistemas”; carencias que se relacionaron de “forma directa con las dificultades escolares que tuvieron gran parte de ellos una vez se encontraron en el desarrollo de sus estudios universitarios, y que posteriormente los llevó a desertar de los mismos” (Meneses, 2011, p. 91).
Por otro lado, es importante mencionar que, a pesar de los hallazgos de este estudio, existen otras variables que afectan el proceso de adaptación a la vida universitaria y que pueden ser determinantes para el abandono de los estudios: el sexo, la edad, la proveniencia de un colegio público o privado, el semestre en el que se encuentra, el nivel académico de los padres y el estrato. Por ejemplo, algunos estudios indican que existe mayor riesgo de deserción en los estudiantes de estratos uno y dos (Caballero et al., 2016; Castrillón, 2018; Gartner & Gallego, 2015).
Asimismo, en varios estudios se presenta la edad como un factor de riesgo importante, especialmente entre 17 y 19 años (Barragán & Patiño, 2013; Caballero et al., 2016; Gartner & Gallego, 2015; Meneses, 2011; Lopera, 2008). Contrario a lo anterior, ser menor de edad no constituye un factor de riesgo para la población de este estudio, lo que puede deberse a la relación positiva que se encontró entre tener menos de 18 años y pertenecer a una familia nuclear o nuclear ampliada. Siguiendo esta línea, para este estudio, el sexo tampoco fue un factor determinante para la configuración de los perfiles de riesgo, como sí lo fue en otras investigaciones (Gartner & Gallego, 2015; Meneses, 2011).
En otras investigaciones se presentan resultados que sustentan como factor de riesgo de deserción de estudiantes universitarios estar cursando primer, segundo o tercer semestre, con mayor riesgo en el primer semestre (Barragán & Patiño, 2013; Castrillón, 2018; Gartner & Gallego, 2015; Meneses, 2011; Patiño & Cardona, 2012; Viale, 2014). Si bien esta investigación no evaluó la variable semestre se recomienda tenerla en cuenta para la realización de futuros estudios y la creación de estrategias institucionales dirigidas a disminuir el riesgo de deserción escolar, puesto que, en palabras de Barragán y Patiño (2013)
los primeros semestres son los momentos de descubrimiento de las expectativas que traen los jóvenes, el conocimiento de la infraestructura de la universidad y la vinculación a las dinámicas de los compañeros, los profesores y la institución. Los choques entre sus expectativas, ideas, vivencias y relaciones con las personas dentro y fuera, son episodios que los alejan de la universidad (p. 57).
Es importante tener en cuenta que, si bien los resultados de este estudio se deben interpretar en el contexto de las regiones de Antioquia, dichos hallazgos permiten la creación de estrategias para mitigar el riesgo de deserción escolar en la educación superior y fortalecer la permanencia. Además, se recomienda acompañar estos resultados con una investigación cualitativa a profundidad, buscando una compresión del fenómeno más completa que posibilite una mejor toma de decisiones respecto a este.
Conclusiones
En primer lugar, debe recordarse que las técnicas multivariadas presentadas aquí son análisis descriptivos. Esta es una diferencia clave entre este tipo de análisis y los análisis inferenciales. En estos últimos, aunque tampoco es posible establecer de forma absoluta la intensidad de la relación existente entre dos variables, sí es posible estimar la probabilidad con la cual dicha intensidad es observada en la población de estudio.
En segundo lugar, se destaca que se obtuvo una distribución similar de las subescalas del instrumento QVA a través de los niveles de adaptación, observándose una mayor proporción de estudiantes con adaptación alta en la subescala de Carrera, lo cual puede estar relacionado con una adecuada elección vocacional por parte de estos estudiantes. Por otra parte, las proporciones más altas de desadaptación se presentaron en las subescalas de Carrera e institucional. La presencia de la subescala Carrera tanto en la alta adaptación como en la desadaptación podría indicar la importancia de este factor para la adaptación universitaria en la población estudiada. Adicionalmente, el factor institucional puede considerarse como un tema sensible para trabajar en la Universidad, en procura de una mayor permanencia de los estudiantes y por ende una posible deserción.
En tercer lugar, se resalta que los perfiles sugieren que las variables de nivel de adaptación a la vida universitaria y funcionamiento familiar son directamente proporcionales, lo cual quiere decir que mientras mejor sea el nivel funcionamiento familiar mejor será el nivel de adaptación a la vida universitaria; este mismo comportamiento se observa con el nivel de adaptación a la vida universitaria en relación con los ingresos económicos. Esta información sirve para orientar acciones en pro de la adaptación a la vida universitaria relacionadas al mejoramiento de la funcionalidad familiar, lo cual indica que las familias deben ser incluidas cada vez más en los procesos de educación superior de los estudiantes y servir de apoyo para evitar la deserción universitaria.
Por último, se recomienda a las instituciones de educación superior crear programas de acompañamiento y orientación a aquellos estudiantes que se identifiquen con mayor riesgo de deserción, implementando estrategias que aborden tanto los aspectos socioeconómicos y psicológicos, como los institucionales y académicos.