Los comportamientos prosociales, enmarcados actualmente desde el campo de estudio de la psicología positiva (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000), han sido definidos como acciones intencionales que se llevan a cabo con el propósito de beneficiar a otros (Roche Olivar, 1995, 1998). Este tipo de comportamiento puede manifestarse de diversas maneras, a través de actos de cooperación, condolencia, ayuda verbal o física, revalorización positiva del otro, rescate y consuelo frente a un momento de dificultad y angustia (Eisenberg et al., 2006; Lemos y Richaud de Minzi, 2013, 2014; Mestre Escrivá et al., 2006; Roche Olivar, 1995).
El principal objetivo del estudio de la conducta prosocial ha sido la promoción de acciones de ayuda, debido al rol central que la prosocialidad tiene en el bienestar físico y psíquico durante la adolescencia, disminuyendo las conductas agresivas y actuando como protector frente a situaciones de riesgo físico y previniendo el desarrollo de acciones nocivas para la salud (Martínez González et al., 2010).
Desde el mismo nacimiento, los niños requieren la estimulación permanente de sus padres, que además de ser sus cuidadores se transforman en sus primeros modelos y educadores, siendo responsables de la satisfacción de sus necesidades emocionales, sociales y cognitivas (Barudy y Dantagnan, 2010). Los antecedentes en el área muestran un importante número de estudios que han destacado la influencia que tiene la parentalidad en el desarrollo de recursos socioemocionales de los hijos tales como: el afrontamiento al estrés (Richaud de Minzi, 2005), la empatía (Richaud de Minzi, 2009), la autoestima (Vargas Rubilar y Oros, 2011), las habilidades sociales (Schulz, 2008), el desarrollo del razonamiento moral prosocial y la conducta prosocial (e.g., Balabanian et al., 2015; Richaud de Minzi, 2009).
Según Baumrind (1978), la socialización parental es un proceso iniciado por los adultos por medio del cual los niños adquieren los hábitos y los valores congruentes con la adaptación a la propia cultura, a través de la educación y la imitación. Por lo tanto, los padres tienen un incomparable efecto sobre la personalidad y las competencias de sus hijos.
En un estudio más reciente, Richaud de Minzi (2014) menciona que el comportamiento de los padres o cuidadores a través de prácticas específicas ofrece un marco capaz de cumplir el objetivo de socialización en los niños, permitiendo así el desarrollo de conductas positivas. De este modo, el modelado parental directo contribuye se relaciona con diferentes tendencias del niño a actuar de forma prosocial (Arias Gallegos, 2015) siendo una importante variable predictora de dicho comportamiento, ya que los progenitores representan los modelos de imitación más eficaces desde edades muy tempranas (Ortiz et al., 1993).
Por otra parte, sobre la base de un enfoque cognitivista, se postula que el desarrollo del niño es afectado por la calidad de la relación que tiene con sus padres, solo en función de la manera en que el niño percibe esas interacciones (Richaud de Minzi, 2002).
Para Bandura (1982), la mayoría de las conductas humanas se transmiten socialmente, de forma deliberada o no, a través de los ejemplos que suministran personas influyentes a las que el sujeto observa. Así, en las teorías del aprendizaje social y social cognitivo, se menciona que la adquisición de nuevos comportamientos ha sido relacionada con los mecanismos de socialización. Desde esta perspectiva, Bandura señala que los niños que fueron expuestos al modelado de conductas específicas tendrán mayores probabilidades de repetir esos comportamientos, sobre todo si existe una identificación con el modelo o si este es admirado por el niño. Siguiendo con estas nociones, proveer al niño de situaciones donde se realicen actos empáticos y prosociales puede predisponer futuras acciones de este tipo, debido a que tales experiencias proporcionan oportunidades para ensayar. De un modo similar, podría esperarse que aquellos progenitores que estimulan y modelan comportamientos empáticos y prosociales estarían promoviendo dichas prácticas en sus hijos (Richaud de Minzi, 2014).
En suma, la bibliografía revisada destaca la importancia vital del modelado de los padres en el desarrollo de conductas positivas de los hijos, mencionando que es probable que estas conductas sean aprendidas por los niños a partir de la percepción que tienen acerca del tipo de relación y del comportamiento que los padres manifiestan con ellos y con los demás.
Con respecto a la operacionalización del constructo modelado parental de la conducta prosocial, Richaud de Minzi y Mesurado (2010, 2014) se desarrolló un cuestionario, versión padre y madre, dirigido a niños y adolescentes de 10 a 16 años. Los ítems que conforman este instrumento se corresponden con los del Prosocial Tendencies Measure (PTM) (Carlo y Randall, 2002) pero referidos a los padres. Por ejemplo: el ítem original del PTM es “Cuando la gente me pide que los ayude, no lo dudo”, se adaptó de esta manera: “Cuando las personas le piden a mi madre que los ayude, ella no duda”.
A pesar de la existencia del instrumento anteriormente mencionado, se considera relevante desarrollar un nuevo instrumento diseñado en nuestro contexto dado que se ha observado que el PTM hace referencia a diferentes motivaciones (tendencias prosociales) que impulsarían acciones prosociales, y no a tipos de comportamientos propiamente dichos. Las dimensiones, motivaciones que subyacen a la acción son: si la persona es motivada por el altruismo, si lleva a cabo la conducta de ayuda de manera pública para que otros lo vean, si el comportamiento es anónimo, o ante una situación de crisis. Por su parte, la presente propuesta está basada en la Escala de Conductas Prosociales de Balabanian y Lemos (2018), la cual fue desarrollada considerando no solo los comportamientos que la literatura menciona como prosociales sino también incluyendo las conductas de ayuda específicas que los adolescentes identificaron y mencionaron como frecuentes en su medio, lo cual le otorga una particular validez ecológica.
Considerando el contexto anteriormente mencionado, los objetivos de este estudio fueron desarrollar una escala para medir el modelado parental de la conducta prosocial en adolescentes y estudiar preliminarmente sus propiedades psicométricas.
Método
De acuerdo con los objetivos propuestos en la presente investigación, se utilizó un diseño de carácter instrumental (Montero y León, 2007).
Participantes
En el proceso de construcción del instrumento participaron del estudio 7 jueces expertos, psicólogos especialistas en evaluación psicológica, psicometría y psicología del desarrollo. Para el estudio de tipificación, se trabajó con una muestra de 358 adolescentes escolarizados de entre 12 y 18 años de edad (M = 14.66; DE = 1.71), de un colegio privado de la provincia de Córdoba, Argentina, los cuales fueron escogidos mediante un muestreo no probabilístico por conveniencia (Otzen y Manterola, 2017). El 50% de la muestra estuvo conformada por mujeres y el 50% fueron varones. Del total de adolescentes, 62 pertenecían al primer año de enseñanza media, 67 a segundo año, 60 a tercer año, 59 a cuarto año, 69 a quinto año y, por último, 41 asistían a sexto año.
Instrumentos
Se aplicó una breve encuesta sociodemográfica indagando: edad de los participantes, sexo, año de cursado y lugar de residencia.
La versión preliminar del instrumento estuvo compuesta por 24 afirmaciones que se responden mediante una escala de tipo Likert de 5 puntos expresados en grados de frecuencia (Nunca, A veces, Muchas veces, Casi siempre y Siempre). La consigna propuesta fue: “A continuación, encontrarás una serie de enunciados sobre conductas referidas a otra persona. Lee con atención cada una de las oraciones y piensa con qué frecuencia tu padre / madre / tutor realiza cada conducta mencionada. Encierra con un círculo según corresponda.”
Para analizar la validez de constructo concurrente, se administró junto a la escala en estudio, la Escala de Conducta Prosocial para adolescentes (Balabanian y Lemos, 2018). La misma consta de 30 ítems que se responden mediante una escala de tipo Likert de 5 puntos expresados en grados de frecuencia (Nunca, A veces, Muchas veces, Casi siempre y Siempre). Este instrumento presentó una adecuada consistencia interna (α = .90) para el conjunto de 30 reactivos, los cuales operacionalizan de manera unidimensional el constructo mencionado. En el presente estudio, se analizó la fiabilidad mediante el estadístico Alpha de Cronbach, el cual arrojó un valor de .89.
Procedimientos
En primera instancia, se realizó una revisión bibliográfica para conocer el estado actual del constructo “modelado parental” (e.g. Bandura, 1982; Richaud de Minzi et al., 2011; Richaud de Minzi, 2014).
En base a la revisión realizada, y teniendo en cuenta la Escala de Conductas Prosociales de Balabanian y Lemos (2018), se redactaron 23 ítems que conformaron la primera versión del instrumento. Para esto, se describieron acciones concretas mediante las cuales los adolescentes pudieran identificar comportamientos intencionales que sus padres realizan con el objetivo de beneficiar a otros. Del total de ítems, 10 fueron directamente extraídos de la escala mencionada para adolescentes, realizando una adaptación gramatical, por ejemplo, en el caso del ítem 8 se cambió: “participo en actividades solidarias”, por “mi padre o madre participa en actividades solidarias”. En 5 ítems, se mantuvo la acción, pero se realizó un cambio respecto al contexto, por ejemplo, en el caso del ítem 14 se modificó: “presto mis fotocopias si un compañero necesita” por “mi padre o madre presta sus herramientas o utensilios si un vecino lo necesita”. Los 8 reactivos restantes se redactaron teniendo en cuenta autores que estudiaron el comportamiento prosocial en población adulta, como por ejemplo en el caso del ítem 23 “mi padre o madre presta dinero u otras cosas valiosas”.
Previo a la realización del estudio, el proyecto fue evaluado por el comité de ética de la Universidad Adventista del Plata (UAP). Posteriormente, se realizó el contacto con las autoridades correspondientes de la institución de nivel medio escogida, explicándose los objetivos de la investigación. Se solicitó el consentimiento informado a los padres de todos los alumnos. La participación de los adolescentes fue voluntaria, se garantizó el anonimato de los mismos y la confidencialidad de los datos obtenidos.
Para el estudio del instrumento se siguió la siguiente secuencia metodológica: (a) revisión de jueces expertos, (b) ajuste de la escala inicial, (c) aplicación de la escala y (d) análisis psicométricos preliminares y confirmatorios.
Con el objetivo de estimar la validez de contenido (Escobar-Pérez y Cuervo-Martínez, 2008) se consultó el juicio de expertos en el tema. Se les presentó la definición teórica del constructo modelado parental de conducta prosocial, a partir de la cual realizaron una evaluación de cada uno de los ítems, considerando la claridad en la redacción y su representatividad en cuanto al atributo que se pretendía operacionalizar. También se los invitó a que realizaran sugerencias y observaciones generales, las cuales fueron consideradas para el ajuste de la escala.
La versión resultante, junto a la escala de CP, fueron administradas a los 358 alumnos, de manera grupal, en horario escolar, dentro de las aulas del colegio y bajo la supervisión del investigador. Los datos obtenidos fueron ingresados y procesados a través del paquete estadístico SPSS 22.0 (IBM Corp., 2013).
A continuación, la muestra total fue dividida de forma aleatoria en dos grupos: por un lado, el 35% de los casos (n = 126) conformaron una submuestra que se utilizó para llevar a cabo los análisis psicométricos preliminares del instrumento, mientras que el 65% restante de los sujetos (n = 232) conformaron un segundo grupo, a partir de cual se realizaron los análisis psicométricos confirmatorios. Estos últimos análisis se realizaron utilizando el software LISREL 8.8 (Jöreskog y Sörborn, 1993).
Por último, para obtener evidencias de la validez externa de constructo concurrente del instrumento, se examinó la relación entre la escala estudiada y la Escala de Conducta Prosocial para adolescentes (Balabanian y Lemos, 2018), las cuales estarían teóricamente relacionadas (Arias Gallegos, 2015; López et al., 2014; Richaud de Minzi, 2014).
Análisis de datos
Se realizó un análisis descriptivo de los ítems (media, desvío, asimetría y curtosis). Así mismo se evaluó el poder discriminativo de los reactivos y el índice de homogeneidad, a través de la correlación ítem-escala corregido (índice h i ).
Preliminarmente, se realizó un Análisis Factorial Exploratorio (AFE), y se evaluó la confiabilidad mediante la consistencia interna a través del estadístico Alpha de Cronbach. Luego, se realizaron los siguientes análisis psicométricos confirmatorios: Análisis Factorial Confirmatorio (AFC) empleando el método de estimación de Máxima Verosimilitud Robusto (MLR), recomendado para variables ordinales con un tamaño muestral apropiado (n mayor o igual a 200) (Hoyle, 2012; Li, 2016), Fiabilidad Compuesta (FC) y el cálculo de la Varianza Media Extractada (VME). Para estimar la bondad del nivel de ajuste del modelo propuesto se tuvo en cuenta el estadístico Chi cuadrado (X 2 ), el índice de ajuste normalizado (NFI), el índice de ajuste no normalizado (NNFI), el índice de ajuste comparativo (CFI), el índice de ajuste incremental (IFI) y el error cuadrático medio (RMSEA).
Finalmente, se realizó una correlación r de Pearson entre la Escala de Conducta Prosocial para adolescentes (Balabanian y Lemos, 2018) y el instrumento desarrollado en el presente estudio.
Resultados
Revisión de los jueces expertos
A partir de la evaluación que los expertos realizaron sobre el instrumento, se llevaron a cabo algunas modificaciones. En el caso de los ítems 1, 4, 10 y 23 se realizó un cambio en la redacción a partir de sugerencias provenientes de los jueces (ver Tabla 1). Así mismo se incorporó el ítem 24 que fue propuesto por uno de los jueces “mi padre o madre hace cumplidos a las personas que lo rodean”, dirigido a indicar la valoración positiva del otro dentro de la conducta prosocial. El resto de los ítems fueron conservados sin cambios, ya que obtuvieron un alto grado de acuerdo por parte de los jueces respecto a su claridad y representatividad. De este modo el instrumento de modelado parental de la conducta prosocial quedó conformado por 24 reactivos.
Análisis de ítems: discriminación y homogeneidad
Mediante una prueba t de diferencia de medias para muestras independientes, se compararon las respuestas dadas por los sujetos ubicados por encima del percentil 75 con los ubicados por debajo del 25. Todos los ítems resultaron discriminativos (p < .001).
También se calcularon los valores de asimetría y curtosis con sus correspondientes errores típicos, como puede observarse en la Tabla 2, los mismos no superaron los guarismos recomendados de ± 2 (Bandalos y Finney, 2010).
Finalmente, se calcularon índices de homogeneidad corregidos (IHc), obteniéndose en todos los casos valores ≥ .30, tal como es recomendado por algunos autores (Martínez Arias, 1995) (ver Tabla 2).
Análisis Factorial Exploratorio y Consistencia Interna
Para evaluar la estructura subyacente del instrumento, se realizó un Análisis Factorial Exploratorio (AFE). El índice de adecuación muestral Kaiser-Meyer-Olkin (KMO) y la prueba de esfericidad de Bartlett, fueron adecuados (KMO = .79; X2 de Bartlett = 985.167: p < .00). Los factores se extrajeron a través del método de Máxima Verosimilitud (ML), dada la distribución observada en los ítems (Forero et al., 2009; Bandalos y Finney, 2010) (ver Tabla 2).
Teniendo en cuenta la pendiente de Cattell (ver Figura 1) y la varianza total explicada, pudo observarse una estructura claramente unidimensional, cuyo factor explicó el 26.79% de la varianza total.
Para decidir qué ítems se conservaron se tomó como criterio que el peso de los mismos sea >.30 (Norman y Streiner, 2008) en el factor. Según esta consideración se eliminó de la escala al ítem 10 “mi padre/madre se lleva bien con los vecinos”, con saturación = .267 (ver Tabla 3).
En cuanto a la confiabilidad, se obtuvo un Alpha de Cronbach de .88, para la versión de 23 elementos.
Análisis Factorial Confirmatorio y Fiabilidad Compuesta
Para corroborar si la estructura observada en el AFE podía confirmarse y sumar una evidencia de validez interna de constructo, se llevó a cabo un Análisis Factorial Confirmatorio. Los ítems con saturaciones < a .40 fueron eliminados con la finalidad de obtener un modelo más parsimonioso. De este modo se descartaron los ítems 5, 13, 14, 19 y 20, quedando una versión definitiva compuesta por 18 ítems (ver Figura 2). Los índices de ajuste estimados de esta versión fueron adecuados (ver Tabla 4).
El índice de Fiabilidad Compuesta fue de .91. La Variancia Media Extractada, fue del 36%.
Evidencia de validez de constructo concurrente
Se realizó una correlación r de Pearson entre el instrumento desarrollado en el presente estudio y la Escala de Conducta Prosocial para adolescentes, con el objetivo de aportar una evidencia de validez externa de constructo concurrente. Los resultados indicaron una correlación positiva y significativa entre ambos constructos (r = .420; p < .000).
Discusión
El principal objetivo de este estudio fue diseñar y estudiar el funcionamiento psicométrico de una prueba que valore el modelado parental de la conducta prosocial en adolescentes.
En primer lugar, se recurrió a la revisión de jueces expertos para analizar la validez de contenido del instrumento. Como resultado de dicha revisión, cuatro ítems fueron modificados y se evidenció un alto acuerdo en la evaluación de los jueces respecto a la claridad y representatividad de los ítems.
Con relación al poder discriminativo de los ítems, los resultados mostraron que todos los ítems tienen capacidad discriminativa, concordando con los resultados obtenidos en los índices de homogeneidad corregido.
En lo que respecta a la validez factorial de la escala, los resultados encontrados fueron satisfactorios. Todos los ítems saturaron en un único factor. El ítem 10 fue eliminado con el objetivo de obtener una matriz de estructura simple, dado que dicho ítem tenía una saturación <.30. Al analizar el contenido del ítem: “mi padre/madre se lleva bien con los vecinos”, se observa que la expresión utilizada no implica una conducta prosocial específica, pudiendo vincularse también a factores de personalidad.
Posteriormente, la estructura unifactorial de la prueba fue confirmada en la segunda submuestra, obteniendo una versión más parsimoniosa y con un ajuste satisfactorio del modelo propuesto. En esta instancia, se eliminaron cinco ítems que presentaron una saturación baja. Al analizar el contenido de dichos reactivos, se observó que tres de estos hacen referencia a la relación de las figuras parentales con sus vecinos. Es posible que en ciudades grandes como lo es la ciudad de Córdoba las referencias a conductas de ayuda a vecinos no sean tan usuales como en las ciudades o localidades pequeñas.
En cuanto a variancia total explicada, si bien la misma aumentó en la versión puesta a prueba a través del AFC -al analizar su análogo a través de la Variancia Media Extractada- todavía se considera un tanto baja, ya que debería aproximarse a un valor cercano al 40%. Probablemente estos resultados pongan de manifiesto la complejidad del constructo evaluado y por ende de su operacionalización, por lo cual, a pesar de esta limitación y en función de los demás resultados obtenidos, este instrumento se considera un avance en la evaluación de este constructo.
Con respecto a los resultados observados en cuanto a la estructura unidimensional subyacente al conjunto de reactivos, se hipotetiza que, aunque existen comportamientos prosociales claramente diferentes, los distintos comportamientos de ayuda en realidad apuntan a una misma actitud de solidaridad, preocupación por el otro y una tendencia desinteresada por el bienestar común. Dicha unidimensionalidad podría deberse a la alta correlación que existe entre las diferentes conductas prosociales, tal como ha sido documentado en estudios anteriores (ver Balabanian y Lemos, 2018; Caprara y Pastorelli, 1993; Vargas Rubilar et al., 2019).
En lo que respecta a la confiabilidad del instrumento, si bien el coeficiente alpha de Cronbach de la primera versión de la escala ya había resultado adecuado (Campo-Arias y Oviedo, 2008), el análisis de la fiabilidad compuesta de la versión definitiva mostró un resultado altamente satisfactorio (Hair et al., 1995).
En cuanto a la validez concurrente, tal como se esperaba teóricamente, se encontró una relación positiva del modelado parental con la conducta prosocial de los adolescentes. En ese sentido, algunos trabajos recientes han informado que el modelado parental de la conducta prosocial sería predictor de estas conductas en niños y adolescentes (ver Richaud de Minzi y Mesurado, 2010; Vargas Rubilar et al., 2018). En esta línea, en un estudio realizado en niños argentinos de 9 a 12 años, se encontraron diferencias significativas en la conducta prosocial de los niños en función tanto del modelado materno como paterno (Vargas Rubilar et al., 2018). Así mismo, Richaud de Minzi y Mesurado (2010) también hallaron evidencias acerca de la importancia que tiene el modelado parental directo en la predicción de las conductas de ayuda en los niños. En todos los casos evaluados, el comportamiento prosocial altruista (i.e. se lleva a cabo con el propósito de ayudar a otra persona sin el interés de obtener un beneficio personal) en los niños fue predicho por la percepción que los mismos tuvieron de la conducta prosocial altruista de sus padres. Resultados similares fueron encontrados por López et al., (2014), quienes mencionan que una de las formas más eficaces de promover la prosocialidad es mediante la exposición a modelos altruistas, lo cual generaría un impacto positivo y duradero en el tiempo.
En suma, los resultados presentados indican que la escala estudiada posee cualidades psicométricas bastante robustas, en tanto permite una medición válida y confiable del constructo modelado parental de la conducta prosocial en adolescentes de nuestro contexto. No obstante, en trabajos futuros sería conveniente realizar estudios que pongan a prueba su invariancia factorial en distintas muestras (e.g. comparaciones por sexo, edad, etc.) considerando que la relación con las figuras significativas podría variar en función de la edad y del género de los hijos (Vargas Rubilar et al., 2018)
Una de las limitaciones que presenta este estudio es que la muestra no es representativa de toda la población adolescente argentina. En investigaciones posteriores debería procurarse la inclusión de participantes de otras provincias o regiones del país, así también como de centros educativos de gestión pública y de zonas rurales.
A partir de los resultados del presente estudio, se espera aportar un instrumento psicométrico adecuado para nuestro medio que permita valorar un importante aspecto de la parentalidad como lo es el modelado parental. Debido al rol que tienen las conductas de ayuda en el desarrollo social de los adolescentes, resulta relevante conocer si este recurso puede ser estimulado por parte de los padres o cuidadores mediante el modelado de la conducta prosocial.
Por otro lado, la construcción de este instrumento para adolescentes, que implica en sí mismo un aporte en cuanto a transferencia tecnológica, podría significar un aporte interesante para la investigación psicológica. Se estima que los hallazgos de este trabajo podrían favorecer el diseño, evaluación y aplicación de programas de intervención para promover la conducta prosocial en padres y sus respectivos hijos adolescentes. De este modo, el presente estudio puede contribuir en la futura comprensión de los procesos perceptuales y conductuales que actúan como mediadores o modeladores en la relación paterno-filial y son predictores del desarrollo de este importante recurso socioemocional durante la adolescencia.