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Areté

versión impresa ISSN 1016-913X

arete v.21 n.2 Lima  2009

 

ARTÍCULOS

 

Pluralismo y éticas de la vida buena. Del Filebo de Platón a la Ética a Nicómaco de Aristóteles*

Pluralism and Ethics of the Good Life. From Plato’s Philebus to Aristotles’ Nicomachean Ethics

 

Francisco Bravo

Universidad Central de Venezuela

 


Resumen

En este artículo intento responder a la pregunta de si son –o al menos pueden ser– pluralistas las éticas de la vida buena. Por tales se entienden las éticas teleológicas, centradas en el fin último o bien supremo del individuo humano. ¿Pueden, pese a su aparente individualismo, ser éticas pluralistas? Para responder, me circunscribo al Filebo de Platón, en que el autor, superando las visiones que identifican el bien humano con la vida de placer o con la vida del conocimiento, lo identifica con una vida mixta, que es una mezcla de las dos. Desarrolla, pues, a mi modo de ver, una ética estructuralmente pluralista: (1) por la actitud, eminentemente dialógica, de sus interlocutores; (2) por el método de la división que emplea, el cual va de la pluralidad indefinida a la unidad, y de esta a una pluralidad definida; (3) por el principio ontológico de lo Uno-Múltiple en que se funda; (4) por el contenido que asigna al bien de la existencia humana. Sobre todo por este contenido –esencialmente inclusivo– la ética del Filebo ha ejercido una influencia decisiva en la filosofía moral igualmente pluralista de la Ética a Nicómaco.

Palabras clave: pluralismo, ética, vida buena, placer, ciencia.

 


Abstract

In this paper I seek to answer the question of whether the Good Life Ethics are –or could be– pluralistic. By Good Life Ethics we understand teleological ethics focused on the ultimate end or supreme good of the human individual. Could they be, in spite of their apparent individualism, pluralistic ethics? To answer this question, I limit myself to Plato’s Philebus, in which the author, overcoming the views that identify human good with the life of pleasure or knowledge, identifies it with a mixed life, which is a mixture of both. He develops, thus, as I see it, an structurally pluralistic ethics: 1) by the eminently dialogical attitude of their interlocutors, 2) by the division method employed, which goes from undefined plurality to unity, and from here to a defined plurality; (3) by the ontological principle of the One-Multiple in which it is founded; (4) by the content assigned to the good of human existence. Mainly due to this content –essentially inclusive– the Philebus’ ethics has exercise a decisive influence in the equally pluralistic moral philosophy of the Nicomachean Ehics.

Key words: pluralism, ethics, good life, pleasure, science.

 


1. El problema

¿Son pluralistas las éticas de la vida buena (EVB)? Por "pluralismo" se entiende comúnmente una postura filosófica que postula una diversidad originaria de elementos, independientes e irreductibles entre sí, a partir de los cuales se explica la constitución de lo real en sus diferentes niveles. Los primeros en adoptar esta postura fueron algunos filósofos presocráticos, en el dominio cosmológico: Empédocles de Akragas postula como principios de physis los cuatro elementos1; Anaxágoras de Clazomene, las homeomerías2; y Demócrito de Abdera, los átomos y el vacío3. Nuestra pregunta concierne al pluralismo ético que, en la época actual, sigue –y a veces acompaña– al político, el cual intenta armonizar lo unívoco del orden político y lo diverso de sus componentes (los ciudadanos). El pluralismo ético busca reconocer e integrar una diversidad de intereses dentro y fuera del sujeto moral. Dentro, valorando las múltiples capacidades, tendencias y actitudes de ese sujeto. Fuera, reconociendo la compatibilidad e incluso la complementariedad, no solo de los intereses de los sujetos individual y social, sino también de los diversos sujetos sociales, con sus múltiples concepciones y actitudes en torno a lo bueno y lo correcto. ¿Hacen, o al menos pueden hacer algo de esto las EVB?

Recordemos que por EVB o eudaimonologías4 se entienden las éticas teleológicas, centradas en el bien supremo o fin último del hombre. Tales han sido las éticas, desde que los griegos fundaron el h)qiko\j lo¿goj como disciplina filosófica hasta el siglo XVIII, en que la ética empieza a verse como el estudio de las reglas que hacen posible la convivencia humana en una sociedad pluralista5. Ejemplos emblemáticos de eudaimonologías son la socrático-platónica y la aristotélica. ¿Ofrecen estas las características del pluralismo ético? De la aristotélica se ha dicho que "excluye desde el comienzo el fin particular"6, de lo cual podría inferirse que se inclina al bien colectivo y, por tanto, al pluralismo inter-subjetivo. Pero también se ha sostenido que uno de sus fundamentos es de carácter individual-eudemonista7 y que, por tal razón, incluso la amistad, que es la más social de las virtudes y, como dice Aristóteles, "lo más necesario para la vida"8, lo es sobre todo para la vida del individuo9. Solo que, junto a textos del Estagirita que podrían efectivamente hacer pensar en una ética individualista y excluyente, hay otros que sugieren lo contrario. Baste esta aserción de principio, al comienzo de la Ética a Nicómaco: "incluso si hay identidad entre el bien del individuo y el de la ciudad, de todos modos es una tarea a todas luces más importante y más perfecta aprehender y salvaguardar el bien de la ciudad; porque el bien es ciertamente amable incluso para el individuo aislado, pero es más bello y más divino aplicado a una nación o a los estados"10. No olvidemos, por otra parte, que la posibilidad de una pluralidad de componentes en el fin último del hombre es mencionada explícitamente: "por consiguiente, si hay algo que sea el fin de todas las cosas hechas por la acción humana, ese será el Bien practicable (to\ prakto\n a)gaqo¿n); y si hay varios de tales fines (ei) de\ plei¿w), serán éstos (tau=ta)"11. En vista de esta pluralidad, implícita en la definición misma de e)udaimoni¿a12, en la dimensión política de la felicidad tal como Aristóteles la concibe y en los métodos que emplea para su construcción, podemos decir que la eudaimonología aristotélica o es pluralista o inclusiva, o tiene tendencia a serlo.

Pero mi intento principal es el de mostrar que es igualmente pluralista la que Platón desarrolla en el Filebo13, el cual está, por tal razón, al menos en materia ética, más cerca de la Ética a Nicómaco que de los diálogos platónicos anteriores. Creo, con T. Irwin, que "hay buenos motivos para suponer que Aristóteles está influido por el Filebo" y que este diálogo "es, por lo tanto, especialmente importante para entender la relación entre la teoría moral platónica y la aristotélica"14. Esta hipótesis es de algún modo compartida por H.-G. Gadamer en su Platos dialektische Ethik, obra que, según su autor, está destinada a "comprender mejor la ética aristotélica"15. Quisiera mostrar, por mi parte, que la eudaimonología del Filebo es estructuralmente pluralista por múltiples razones: por la actitud de sus interlocutores, por el método que emplea, por los principios en que se funda y por el contenido que asigna al bien de la existencia humana. Sobre todo en cuanto al contenido, la vida mixta que es la vida buena, tal como Platón la concibe, tiene un claro eco en la vida mixta que es la vida buena según Aristóteles.

2. Pluralismo y diálogo genuino

Los intérpretes coinciden en que el problema fundamental del Filebo es el de saber cuál es el bien esencial (to\ a)gaqo¿n) de la existencia humana. No, por tanto, definir qué es bueno, en general16, sino qué es lo bueno para el hombre. O, como diría Aristóteles, qué es to\ a)nqrw¿pinon a)gaqo¿n17, el bien humano. Dos candidatos optan a este título18 desde el comienzo del diálogo, e incluso desde la parte central de la República19: la vida de placer (h(donh¿: 11b520)21, defendida por Filebo y Protarco, y la vida de pensamiento (to\ fronei=n: 11b7), sostenida por Sócrates. Notemos, sin embargo, que el portavoz de Platón no identifica el bien con el pensamiento22, sino que se limita a sostener la superioridad de este sobre el placer. Además, no pretende que el pensamiento sea el bien "para todos los vivientes" (11b5), sino solo para quienes son "capaces de participar en él" (11c1-2). Estos dos hechos implican en él una prudente independencia con respecto al candidato que defiende. Progresivamente sabremos por qué. A estos hechos se añade el objetivo que asigna al debate: no el triunfo de un candidato sobre el otro, sino que sus defensores "lleguen a la verdad del modo que sea" (11c10). A este propósito se debe, sin duda, su renuncia a proseguir el diálogo con Filebo, un hedonista dogmático que no está dispuesto a buscar la verdad por creer que ya la tiene. Como observa Gadamer, el retiro de Filebo marca un viraje en la conversación y prepara "una primera etapa hacia la instauración de un diálogo auténtico". Podemos, pues, decir con Gadamer que Sócrates vela de entrada por "crear las condiciones de un diálogo positivo, asegurándose de que su interlocutor se halle expresamente dispuesto a una confrontación honesta y objetiva de las tesis en presencia"23. Es, a todas luces, la primera condición para avanzar hacia un pluralismo ético genuino. En concordancia con ella, Sócrates empieza asumiendo su postura como una simple hipótesis, y así considera también la de su oponente. Sin dejar de defenderlas, los interlocutores se empeñarán, sin embargo, en descubrir lo que importa a ambos, a saber, "una disposición y una condición del alma que sea capaz de asegurar la vida dichosa (bi¿on e)udai/mona)" (11d6), no a todos los vivientes ni a un grupo humano particular, sino a todos los hombres (a)nqrw¿poij pa=si)" (11d5). Quieren, pues, asegurar lo que podríamos llamar el pluralismo de los destinatarios. Con este propósito en mientes, replantean el problema del bien que se busca: ¿qué ocurriría si descubren otra disposición del alma que sea superior a la que inicialmente defienden (krei¿twn tou¯twn) (cf. 11d11)? Para mantener la continuidad del debate, tendrían que decidir con cuál de los dos candidatos iniciales se halla más emparentada (cf. 11e1). Así, sin excluir prematuramente a ninguno de los dos, los interlocutores abren el camino hacia un posible nuevo candidato, que vendría a ser una síntesis de los originarios. Pero antes de ello, hay que someter a examen las razones para la exclusión de los dos primeros.

3. Vida buena y principio de lo uno-múltiple

Los interlocutores empiezan por examinar el caso del placer aislado de todo conocimiento. Protarco sostiene que h(donh¿ constituye una unidad, dando como razón que todo placer es semejante a sí mismo (cf. 12e). En contra de esta pretensión, Sócrates va a mostrar "cuán diverso es" (12c5-6) el candidato que su interlocutor defiende. En efecto, aunque su nombre puede sugerir que es algo uno (eÀn ti), la realidad de los hechos ofrece "formas [de placer] de todo tipo, y más bien contrapuestas entre sí" (12c7-8). Pero reconoce, como contrapartida, que la ciencia que él defiende "corre la misma suerte" (13e6-7); que también las ciencias son "múltiples, y a veces desemejantes" (13e9-10). Su interlocutor, decepcionado de esta primera "avería (ti saqro¿n)" (55c6) de su tesis, muestra, sin embargo, su satisfacción de que el candidato de su oponente "sea puesto sobre la misma línea" (14a7). Sócrates aprovecha este clima de convergencia en las dificultades para recordar que "la meta de nuestro debate no es que mi tesis triunfe sobre la tuya o la tuya sobre la mía, sino que ambos debemos militar al servicio de la verdad absoluta (t%= d ) a)lhqesta¿t%)" (14b7-8). ¿Cuál es, empero, la avería común a las tesis en debate? Que ambas, al identificar el bien con el placer o con el pensamiento, pasan por alto el principio ontológico según el cual, en todos los dominios de lo real, "los muchos son uno y lo uno es muchos" (eÀn ga\r dh\ ta\ polla\ eiÅnai kai\ to\ eÁn polla¿)" (14c8) y que, en consecuencia, cualquier proceso de identificación carece de legitimidad (ontológica y epistemológica) mientras no se determine cuál de los muchos incluidos en el uno es el verdadero sujeto de la identificación. Nos encontramos ante el crucial principio de lo uno-múltiple, el cual, antes de ser reconocido por Platón como principio del ser y del pensar, se ha mostrado como un problema "co-extensivo con la historia de la filosofía griega"24. Según este principio, el placer, al igual que la ciencia y cualquier otra parte de lo real, aunque "uno en cuanto al género" (ge¿nei eàn)" (12e7), es, sin embargo, específicamente múltiple (cf. 12e7-8 y 13e-14a). Hay, pues, que determinar si cada uno de ellos se identifica con el bien en tanto uno (en su dimensión genérica), o más bien en tanto múltiple (en una de sus especies). Lo que los interlocutores averiguan es "si lo que debemos llamar el bien es el placer [como un todo] o la ciencia [como un todo] o algún tercer pretendiente (ti tri¿ton a)¿llo eiÅnai) [como un todo]" (14b5). Antes de intentar cualquier respuesta, Sócrates insiste en la necesidad de consolidar, con ayuda del mutuo acuerdo (di ) o(mologiaj) (14c1), el principio según el cual "lo uno es múltiple e infinito (to\ eÁn w(j polla¿ e)sti kai\ aÃpeira) y lo múltiple tan solo uno (ta\ polla\ w(j eÁn mo¿non)" (14e4; cf. 14c8). No intenta soslayar las dificultades que entraña este principio cuando es aplicado a hénadas o unidades originarias como humanidad, unidad, belleza y bondad. Por el contrario, consciente de tales dificultades, explicita, en uno de los pasajes más difíciles y controvertidos del Filebo (cf. 15a1-b8)25, las paradojas de lo Uno-Múltiple. En la imposibilidad de analizarlas en este lugar, me limitaré a señalar que, a mi modo de ver, su intelección y cualquier intento de solución exigen el marco de la teoría de la "comunicación de los géneros" (koinwni¿a tw=n ge¿nwn), desarrollada en el Sofista y omnipresente en el Filebo26. Ella permite ver que el principio de lo uno-múltiple es inherente al ser y por tanto "a la esencia misma del discurso humano" (15d8; cf. 15d5) y que debemos recurrir a él para descubrir la naturaleza de la relación entre, por un lado, el bien humano y, por otro, el placer o el pensamiento.

4. Pluralismo y método de la división

¿Cómo aplicar este principio al problema que nos ocupa? ¿Cómo examinar la "identidad de uno y múltiple (tau)ton eÁn kai\ polla)" (15d4) en los candidatos al título de vida buena enfrentados en el Filebo? Protarco solicita una estrategia (mhxanh¿:16a7) que se halle a su alcance. Su oponente declara entonces que, a su parecer, no hay camino (o((do¿j) más bello que "aquél del que ha estado desde siempre enamorado (e)rasth¿j)" (16bc); es –asegura– "un don de los dioses a los hombres (Qew=n me\n ei)j a)nqrw¿pouj do¿sij)" (16c5), "fácil de mostrar, pero muy difícil de practicar" (16c1-2). No lo menciona el autor por su nombre, pero la mayoría de los intérpretes lo identifica con el método de la recolección y la división (MRD), que constituye, según varios intérpretes, la última dialéctica de Platón27. Es, a todas luces, el recurso metodológico que corresponde al principio ontológico de lo uno-múltiple. En efecto, "[según este principio] todo cuanto decimos existir está hecho de uno y múltiple y contiene en sí mismo, originariamente asociados, el límite y lo ilimitado" (16c9-10); he aquí el esfuerzo diairético fundamental: hay que buscar, en toda pluralidad, "una forma única (mi¿an i)de¿an para\ panto¿j)" (16d1) –una hénada– y examinar si ella contiene dos o más componentes (mónadas) (cf. 15a6). Y lo mismo en cada uno de estos componentes. Es lo que hace el "método divino", en su doble movimiento ascendente (sunagwgh¿: recolección) y descendente (diai¿resij: división). No parece, pues, aventurado decir que al principio ontológico de todo pluralismo, que es el principio de lo uno-múltiple, corresponde, en el pensamiento de Platón, el método intrínsecamente pluralista de la recolección y la división. Gadamer se refiere a este método como "teoría de la dialéctica", sosteniendo que ella sirve no solo para el conocimiento de lo real, sino también "para fundar la posibilidad de un auténtico acuerdo dialógico"28.

Esta doble función se pone en evidencia en las que podemos llamar "reglas" del "método divino". La primera de tales reglas, relativa al proceso de recolección (sunagwgh¿), prescribe "unir lo que se halla desunido e imponerle, en la medida de lo posible (kata\ du¿namin), la impronta de una naturaleza única" (25a3-4). Tal impronta sería, tratándose del placer, el proceso y el estado de repleción (plh¿rwsij): todos los placeres, por múltiples que sean, son, desde el punto de vista fisiológico, primero un proceso (ki¿nhsij, ge¿nesij) y luego un estado de repleción29. La correcta aplicación de esta regla exige que no se busque la unidad a la ventura (o(¿pwj aÄn tu/xosi) (cf. 17a1), saltando a ella de inmediato (eu)qu¿j) (cf. 18b1), sino que se establezca antes "cierta pluralidad (ti¯na plh=qoj)" (18b2) discernible –cierto número de caracteres– para ascender, a partir de ella, a otra más restringida, hasta llegar a la unidad propiamente dicha. No se pretenderá, pues, haber llegado a la unidad sin superar todas las pluralidades, cada vez más restringidas, que conducen a ella (cf. 18b3). Y una vez alcanzada, hay que iniciar el descenso que permitirá retornar a la pluralidad, examinando si la hénada superior –es decir, el género supremo– contiene dos, tres o más mónadas o especies (cf. 16d3-4). Solo hay una manera de cumplir adecuadamente este descenso "diairético"30 (propio de la diai¿resij): atenerse a las "articulaciones naturales"31, no aceptando partes que no sean a la vez "todos naturales"32. Es una exigencia que hay cumplir con cada uno de los nuevos "todos naturales" que el proceso divisional ponga al descubierto, hasta descubrir que ya no pueden seguir dividiéndose, sino que se dispersan en una pluralidad ilimitada de individuos (cf. 16d7). Al término de este doble proceso ascendente y descendente, podemos ver, como apunta Gadamer, que "toda unificación de lo múltiple tiene como meta la multiplicación de lo uno, pero con la finalidad de transformar la pluralidad indefinida del punto de partida en una pluralidad determinada de unidades"33.

También Aristóteles recurre al "método divino", aunque consciente de sus limitaciones34. La complejidad de su manejo nos impide detenernos en su análisis. Baste señalar que, también en su caso, el método de la recolección y la división es un método eminentemente pluralista, fundado en el principio de lo uno y de lo múltiple35.

5. Dialéctica y búsqueda de la vida buena

Pero, ¿qué tiene que ver el MRD con la cuestión de saber "cuál de los dos [placer o conocimiento] hay que elegir (ai(rete¿on)" (18e4; cf. 18d7) como definiens de la vida dichosa? Desde el comienzo, han reconocido los interlocutores que "cada uno de estos es uno" (18e6) y, sin embargo, múltiple. Ahora se preguntan cómo es cada uno uno y múltiple (eÁn kai\ polla¿) (18e9) y cómo, en vez de ser múltiple de manera inmediata (mh\ aÃpeira eu)qu¿j) –como si uno y múltiple se tocaran entre sí–, alcanza cada uno un número determinado (tina¿ pote a)riqmwÒn) –es decir, una o más multiplicidades intermedias– antes de terminar en la multiplicidad infinita (a)¿peira) (cf. 18c9-19a2). Es una pregunta de carácter ontológico-metodológico, y así la capta Protarco: lo que Sócrates pregunta es "si el placer tiene o no especies y cuántas y cuáles; y lo mismo con respecto al conocimiento" (19b2-4). Es, a todas luces, una pregunta que exige la aplicación del MRD a la determinación de lo que es la vida buena. El mismo Protarco se refiere, en efecto, a su importancia con miras a "definir cuál es el más precioso de todos los bienes humanos" (19c6). Pregunta, pues, si será Sócrates mismo quien efectuará la "división de los placeres y las ciencias" (20a6). Pero en vez de entregarse a este ejercicio, este vuelve a asomar la hipótesis de que "el bien no es ni el uno ni el otro (ou)de/teron au)toi=n e)sti ta)gaqo¿n) [es decir, ni placer ni conocimiento], sino un tercero (a)¿llo ti tri¿ton), diferente de los dos y superior a ambos (eÀteron me\n tou¿twn, a)¿meinon de\ a)mfoi=n)" (20b7-8). Es, en realidad, la defensa de este tertium quid36, y no solo la refutación de las dos primeras, lo que Sócrates ha querido preparar, al recurrir, primero, al principio ontológico de lo uno-múltiple y, luego, al método más adecuado para aplicarlo a la determinación de la vida buena. Otros dos pasos son aún necesarios para acabar de fundamentar esta hipótesis netamente pluralista o inclusiva37 del bien humano: (1) determinar cuál es "la condición necesaria del bien (th\n ta)gaqou= moi=ran)" (20d1) en cuanto tal; (2) especificar cuál es el ti tri¿ton o tertium quid que cumple tal condición. Parece que ambos pasos pueden darse sin recurrir al MRD, y así lo declara Sócrates mismo: "creo que ya no tendremos necesidad de la división de las especies del placer" (20c). Precisemos, sin embargo, que aunque este método no será necesario para establecer cuál es el tertium quid que viene a reemplazar a los dos candidatos originales, sí lo es para "construirlo" teóricamente, permitiendo la labor de determinar cuáles son las partes del placer y de la ciencia que han de entrar en la constitución de la vida buena.

6. Condiciones del bien y pluralismo ético

El examen de las "condiciones necesarias" del bien supremo es prácticamente paralelo en Platón y en Aristóteles38. Nos limitaremos al que se da en el Filebo con la finalidad de demostrar que, negativamente, ni el placer ni la ciencia tomados por separado cumplen con tales condiciones y que, positivamente, solo lo hace la combinación de los dos. ¿Cuáles son las condiciones en juego? Desde el punto de vista lógico, to\ a)gaqo¿n es, ante todo, perfecto (te¿leon) (20d1), e incluso lo más perfecto (telew¿taton) (20d3) de todo cuanto existe. Como tal, se basta a sí mismo, es decir, es autosuficiente (i(kano¿n) (20d4)39 y no requiere de nada. Estas características de perfección y autosuficiencia hacen que el bien propiamente dicho sea universalmente elegible (ai(reto¿n) y que todo ser consciente "lo persiga, tienda hacia él y se esfuerce por aprehenderlo y poseerlo" y, una vez alcanzado, "no se preocupe de ninguna otra cosa" (20d8-10). Los dos interlocutores llegan a un completo acuerdo sobre estas tres condiciones formales del bien en tanto bien y están ahora preparados para aplicarlas a sus propios candidatos. ¿Las cumple alguno de ellos? Protarco cree sin vacilar que las cumple la vida de placer, independientemente de todo recurso a la inteligencia (cf. 21a-b). Pero Sócrates le muestra que el cultor del placer por el placer, desprovisto de toda inteligencia, no sabría siquiera si se deleita en el presente (cf. 21b7-10), ni si se deleitó alguna vez en el pasado, ni si puede esperar deleitarse en el futuro (cf. 21c). ¿Puede considerarse digna de elección (ai(reto¿j) una vida de esta índole? (cf. 21d3). Protarco no puede menos que reconocer "la fêlure du plaisir"40 y renunciar a su pretensión de identificarlo con el bien supremo del hombre. Sócrates, por su parte, batallando por una ética genuinamente dialógica y pluralista, viene en ayuda de su interlocutor haciendo patente que la "vida de inteligencia", desprovista de todo placer, no está en mejores condiciones que su contrincante: "quiero saber –dice– si alguno de nosotros aceptaría vivir con todo el intelecto, toda la ciencia, toda la memoria posible, pero sin disfrutar de placer alguno, ni pequeño ni grande, ni experimentar dolor alguno, ni ser capaz siquiera de experimentar nada de estas cosas" (21d9-e2). Protarco está ahora de acuerdo en que ninguno de estos dos géneros de vida aislados el uno del otro es elegible (ai(reto¿j) (cf. 21e5) como bien supremo de la vida buena. ¿Qué dirían, empero, de "la vida hecha de su mezcla (e)c a)mfoi=n summeixqei¿j)" (22a1)? Ha llegado el momento de proclamar definitivamente al tertium quid barruntado desde el comienzo del Filebo. El examen muestra, en efecto, que solo la mezcla de placer y conocimiento (vida afectiva y vida cognoscitiva) es en sí y por sí "suficiente, perfecta y universalmente elegible (i(kano\j kai\ te¿leoj kai\ pa=si ai(reto¿j)" (22b4-5). En otras palabras, los interlocutores están ahora de acuerdo, como resultado del diálogo que precede, en que el bien humano se identifica con la "vida mixta (tou= koinou= tou¿tou bi¿ou)" (22d1; cf. 22d6) de placer y conocimiento.

7. Pluralismo y teoría de la composición

¿Cuál es, empero, el lugar de cada uno de estos componentes en el seno de la vida mixta? La tendencia espontánea de los interlocutores es otorgar el más relevante al que ha sido su candidato original. Pero como conviene a una ética dialógica, la respuesta tiene que ser el fruto de un nuevo debate. Y este requiere nada menos que de una "nueva estrategia (aÃllhj mexanh¯j)" (22b7) metodológica. Vamos a ver que, aunque difiere del "método divino" (cf. 16a7), la nueva estrategia echa mano de él (cf. 23c4)41 y puede considerarse como una aplicación del mismo42. La meta que se propone es: (1) dilucidar la naturaleza del mixto, en general; (2) poner las bases para la construcción de la estructura de la vida mixta. Por eso dice acertadamente W. Kühn que ella traza "el cuadro conceptual en el que debe inscribirse la vida mixta de placer y pensamiento"43; y H.-G. Gadamer, que ella constituye el "trasfondo ontológico" que le sirve de base44. Tales cuadro y trasfondo constituyen una verdadera teoría de la composición, una mereología45, que el autor ha estado esbozando en algunos diálogos anteriores, principalmente en el Teeteto46. No creo traicionar al texto si sostengo que, en el Filebo, la teoría platónica de la composición pone las bases ontológicas de su ética pluralista de la vida buena.

Sócrates empieza retomando el ya enunciado principio ontológico del Ilimitado y el Límite47: "Dios, decíamos…, ha revelado que hay, en todos los seres, lo ilimitado y el límite" (23c9-10). Divide, pues, pa¿nta ta\ nu=n o)¿nta e)n t%= panti¯ (23c4), todo cuanto actualmente existe en el universo, primero, en Ilimitado y Limitante (cf. 23c9-10). A estas dos primeras especies añade una tercera, que es cierta mezcla (e(¿n ti summisgo¿menon: 23d1) de las dos, y una cuarta, que es la causa de la mezcla (th\n ai)ti¿an: 23d7). ¿Cómo tiene lugar esta última? Esta pregunta, fundamental para la intelección y la construcción de la vida buena, es respondida en varias etapas. En la primera, Sócrates determina la naturaleza de los tres primeros géneros de todo cuanto existe. Estos géneros, sujetos como todos los otros al principio ontológico de lo uno-múltiple, son, cada uno por separado, "uno y muchos (e(¿n kai\ polla¿)" (23e6). Es, en efecto, obvio que hay múltiples a)¿peira (ilimitados): frío, caliente, alto, bajo, grande, pequeño, etc.; pero todos llevan "la impronta de una naturaleza única (mi¿an tina fu¿sin)" (25a4), a saber, la capacidad de ser "más y menos (ma=llon te kai\ hÂtton)" (24e7; cf. 25c9). También to\ pe¿raj (lo Limitante) es, por una parte, múltiple (igual, doble, triple, etc.) y, por otra, uno, pues lleva, en todos los casos, el sello de la conmensurabilidad, hecha posible por la introducción del número. En fin, es un hecho que la combinación de lo ilimitado y limitante origina "ciertas generaciones (gene¿seij tina¿j)" (25e4) y, cuando estas son correctas (o)rqh\ koinwni¿a) (25e7), generaciones buenas como la salud (cf. 25b8), la música (cf. 26a4) y las bellas estaciones (cf. 26b1). ¿Cuál es, empero, el sello ontológico de las múltiples mezclas de ilimitados y limitantes, es decir, el sello ontológico de lo limitado, en general? ¿Qué es, en otras palabras, "lo que determina ontológicamente el ser de toda mezcla"48? Para descubrirlo, debemos buscarlo en el ámbito de la producción, pues lo limitado se presenta, en todos los casos, como el producto de una combinación de indeterminado y determinante (cf. 16c9). ¿Qué es, pues, ese producto? No otra cosa que el ser mismo de la cosa. Así, toda mezcla de ilimitado y limitante –todo limitado– es ser y –como dice Gadamer– todo "ser es mezcla"49. El ser no se da sin mezcla. Todo ser es mezcla de ilimitado y limitante. Si se la considera como proceso, la mezcla es advenimiento al ser (ge¿nesij ei)j ou)si¯an) (26d9): un advenimiento que tiene lugar mediante la limitación que el limitante (pe¿raj) aporta a lo ilimitado (a)¿peiron) hasta hacerlo limitado (to\ mei=kton) (cf. 27d1; 22d6, 25b5, 61b6). Si se la considera como resultado, la mezcla es el ser advenido (gegenhme¿nh ou)si¿a) (27b8)50.

¿Se reduce así, empero, la mezcla-ser o el ser-mezcla a la suma de ilimitado y limitante?51 Empecemos recordando que en la teoría platónica de la composición, el todo es más que la adición de sus partes52. Además de los elementos materiales que son lo ilimitado y lo limitante, la mezcla requiere ciertos elementos formales que le confieren su estructura propia. Los especificaremos al examinar la mezcla de placer y conocimiento. Añadamos, antes de ello, que la mezcla, por darse como resultado de un proceso de producción, requiere una causa productora o eficiente, pues es ley del ser que "todo lo que se genera se genera por acción de una causa (pa¿nta ta\ gigno¿mena dia¿ tina ai)ti¿an gi¿gnesqai)" (26e3). Como causa eficiente (cf. 26e6-8), difiere de lo causado, vale decir, de la mezcla. En la aplicación cosmológica de la ontología de los cuatro principios, Sócrates la identifica con el intelecto (cf. 28c-31a), al que califica de "causa universal" (30e1; cf. 30c6), recordando con cierta solemnidad que los sabios de todos los tiempos lo han proclamado "rey de nuestro universo y nuestra tierra" (28c7-8). Protarco mismo se suma a quienes lo consideran como el "ordenador de todas las cosas" (28e2-3).

8. Los elementos de la vida mixta

Si el intelecto es causa de toda mezcla (tou= pa¿ntwn ai¿ti¿ou: 30e1), lo es también de la "vida mixta (to\n meikto\n bi¿on), mezcla de placer y conocimiento" (27d1-2). Pero aun nos queda por averiguar cuál es el lugar de cada uno de estos elementos dentro de ella. ¿Cómo se relacionan ellos entre sí y con el todo del que son partes? ¿Cuál es, como resultado, la estructura de su mezcla? Para saberlo, hay que volver a preguntar "de qué manera es cada cual uno y muchos" (18e8), es decir, cuáles son sus respectivas especies, una pregunta que pareció quedar descartada al concluir que el bien no se identifica ni con h(donh¿ ni con fro¿nhsij, sino con ti tri¿ton, un tercero, distinto de ellos y superior a ellos (cf. 20b7-9). Lejos de haberla descartado, los interlocutores retoman ahora el MRD para determinar por su medio cuáles son las especies del placer (cf. 31b-52d)53 y de la ciencia (cf. 55c-59d). Imposible referirnos a ellas en los límites de esta exposición54. Recordemos tan solo que el propósito de esta búsqueda es descubrir en cada uno de los candidatos originales "lo más puro por naturaleza (o(¿ti kaqarw¿taton e)st au)tw=n fu¿sei)" (55c8) y "mezclar las partes que contienen el máximo de verdad (me¿resin a)lhqesta¿toij)" (55c9-10). Tales son, por un lado, los placeres puros (cf. 52c2, 53c1, 62b2-3, 62c7, 62e3, 66e5), es decir, los que están exentos de todo dolor, únicos que Platón considera como placeres reales y verdaderos; y, por otro, las ciencias en su conjunto.

9. La construcción pluralista de la vida buena

Una vez descubiertas las especies del placer y de la ciencia con ayuda del MRD, los interlocutores se perciben a sí mismos "como fabricantes (dhmiourgoi=j) ante unos materiales de construcción (dhmiourgei=n ti)" (59e1-2). Se disponen, pues, a "emprender esta mezcla (meignu¯nai e)pixeirete¿on)" (59e5) largamente preparada en el dominio teórico. Ya han concluido, en efecto, que, desde el punto de vista ético, "no hay que buscar el bien en una vida sin mezcla (e)n t%= a)mei¿kt% bi¿%), sino, por el contrario, en una vida mezclada (t%= meikt%=) de placer y conocimiento" (61b5). A una conclusión parecida llegó el Extranjero del Sofista en el plano lógico-ontológico al reconocer que "el discurso (lo¿goj) nos ha nacido de la mutua combinación de las formas (dia\ a)llh¿lwn tw=n ei)dw=n sumplokh¿n)"55. Exige, pues, Sócrates que se esfuercen por construir una "vida mixta bien mezclada, no una mal mezclada" (61b8-9). Se refiere, con toda evidencia, a los elementos formales de la mezcla, que son los que confieren a esta la estructura que le es propia. Estos elementos son tan decisivos en orden a "mezclar lo mejor posible (w(j ka¿llista sumeignu/nai)" (61c7-8), que los interlocutores experimentan la necesidad de invocar la ayuda de los dioses (cf. 61b11-c2).

Su atención va ante todo a los elementos materiales de la mezcla, a saber, el placer y el conocimiento. Lo primero que han de evitar es mezclar "toda especie de placer con toda especie de sabiduría (pa=san h(donhn pa¿s$ fronh¿sei)" (61d1-2). Su clasificación les ha mostrado que hay "placeres más verdaderos que otros y artes más exactas que otras" (61d7-8). Lo más prudente será, pues, mezclar ante todo "las secciones más verdaderas de unos y otros" (61e6-7) y ver a continuación si hacen falta las "menos verdaderas" (61e9). La meta es "que nuestra vida sea una vida (o(pwsou=n pote bi¿oj)" (62c5), es decir, una vida realmente humana. En vista de ella, terminan incluyendo las ciencias menos exactas y también los placeres menos puros pero necesarios para vivir (a)nagkai=ai) (cf. 62e9-10; 62a-b)56. Se hace así manifiesto que el pluralismo que se busca en nuestro diálogo tiene entre sus criterios fundamentales la integridad de la vida humana, aunque sin sacrificar la autenticidad del bien buscado. Por tal razón, después de asegurar los ingredientes materiales de la vida buena, Sócrates y Protarco concentran su atención en sus elementos formales, que están más allá de la suma de las partes y aseguran la esencia de la vida buena57. El más precioso de tales elementos (timiw¿taton: 64c5) y es más que ningún otro la causa (ma¿list ) ai)¿tion) de su atractivo universal (cf. 64c6-7, d3-4) es la mesura (me¿tron: 64d9): "privada de mesura y proporción, toda mezcla, sea la que fuere y se componga como se componga, corrompe a sus componentes y se corrompe ante todo a sí misma" (64d9-11). Y es que una mezcla sin mesura no es una mezcla propiamente dicha (kra=sij), sino una desordenada mescolanza (tij a)¿kratoj sumpeforhme¿nh) (cf. 64e1) que representa "una real miseria para los seres en que se produce"58. La medida y la proporción traen consigo la belleza (th\n tou= kalou= fu¿sin: 64e6). Y a esta se añade la verdad (a)lh¿qeian: 64e9), tan necesaria para una mezcla ontológica y éticamente relevante como la belleza y la mesura. "Aquello a que no mezclamos la verdad –advierte Sócrates– nunca podrá nacer realmente ni, una vez nacido, existir de verdad" (64b2-3). Son estos tres ingredientes formales –medida, belleza y verdad (cf. 65b8)– los que hacen que la mezcla de placer y conocimiento sea una mezcla éticamente buena (dia\ tou=to w(j a)gaqo\n oÄn toiau¿thn au)th\n gegone¿nai: 65a4-5). Un minucioso examen de estas propiedades muestra que ellas se emparentan más con el intelecto que con el placer (cf. 65c-66a). Y es por eso que, en la estructura final de la vida buena, los grados más altos corresponden, en este orden, a la medida (cf. 66a7), a la belleza (cf. 66b1) y a la verdad (cf. 66b4-5); el cuarto pertenece al intelecto (cf. 66b8-c2) y el quinto a los placeres puros (cf. 66c4-6), acompañados de los que son necesarios para la vida humana. Este pluralismo de elementos materiales y formales unidos en un solo todo constituye ante todo el bien supremo del sujeto moral individual, pero también está llamado a traducirse en bien del sujeto moral social. En ambos niveles, la vida buena es una vida que incluye sabiduría y placer: una sabiduría que garantiza la mesura, la belleza y la verdad del placer, y un placer que corona las obras de la sabiduría.

Igualmente pluralista o inclusiva es la ética de la vida buena de Aristóteles. Se ha dicho, a menudo, que el Estagirita hace de la vida contemplativa la vida ideal, en detrimento de la vida activa, que relega al segundo plano, y de la vida de placer, que condena sin más. Es, como dicen Gauthier y Jolif59, una manera simplista de concebir el proceso mucho más complejo del pensamiento aristotélico. El placer que condena es el placer tal como lo concibe la gente vulgar60. Pero eso no le impide reflexionar largamente sobre el valor moral de la h(donh¿61. El resultado de ello es que hay por lo menos un placer, el de contemplar (qewrei=n), que es un elemento constitutivo de la vida buena. La actividad en conformidad con la sabiduría –se lee en el libro X de la Ética a Nicómaco– es "la más placentera de las actividades en conformidad con la virtud (h(di¿sth de\ tw=n kat ) a)reth\n e)nergeiw=n h( kata\ th\n sofi¿an)"62. Se concede, en todo caso, que la filosofía o prosecución de la sabiduría "contiene placeres de maravillosa pureza y permanencia", y es razonable suponer que "el goce del conocimiento es aun más placentero que su prosecución"63. Todo esto parece un eco de República IX, donde Platón proclama la superioridad de los placeres del conocimiento64. Aristóteles reconoce, por otra parte, que "los placeres y los dolores son las cosas de las que se ocupa la virtud moral"65, la cual, por su parte, es un elemento esencial del bien humano, pues este es, según el Estagirita, "la actividad del alma en conformidad con la virtud, y si las virtudes son varias, en conformidad con la mejor y más perfecta"66. Por lo que concierne a la vida activa, Aristóteles condena, ciertamente, la vida política tal como la concibe el vulgo67. Para él, la verdadera vida política es la vida virtuosa68, y vista así entra, como acabamos de ver, en la constitución de la vida buena69. Por otra parte, no deja de criticar la vida contemplativa. Como advierten Gauthier y Jolif, nada autoriza a creer que Aristóteles ha hecho suyo el ideal de la "vida contemplativa". Por un lado, la expresión bi¿oj qewretiko¿j o vida contemplativa no aparece en Ética a Nicómaco X, y no faltan los intérpretes que creen que el autor la evita. Por otro, asimila la vida contemplativa al bi/oj ceniko¿j o vida extranjera, que Anaxágoras lleva en Atenas: una vida que contrasta con la vida ciudadana, pues no participa en la vida de la ciudad, sino que se da exclusivamente a la contemplación70. Hay que vivir como hombre71, participando en la vida del Estado. Es, pues, necesario concluir con Gauthier y Jolif que, para Aristóteles, "la vida contemplativa es [solo] un elemento de la vida ideal, pero no es, por sí sola, toda la vida ideal". Más en general, la vida ideal o vida buena no es ni la vida de placer, ni la vida política, ni la vida contemplativa del esquema tradicional: "ella es una vida mixta, a la vez vida de placer, vida política y vida contemplativa"72. No entraré a examinar qué relación hay entre estos elementos en la ética aristotélica73. Basta saber que todos ellos son esenciales para la constitución de la vida buena, de tal manera que solo el contemplativo puede ser virtuoso y solo el virtuoso puede ser contemplativo y experimentar el más puro de todos los placeres, que es el placer de contemplar. En todo ello se fundan intérpretes como Gauthier y Jolif para sostener que la vida ideal o vida buena, tal como la concibe Aristóteles, "es una vida mixta, que une inseparablemente acción moral y contemplación". Reconocen que la expresión "vida mixta" no se halla en Aristóteles. "Pero si ella no apareció sino después que él –añaden– parece que ella ha sido formada para expresar su pensamiento"74. Olvidan estos autores que Platón la introdujo en Filebo 27d1-2 para sostener que la vida buena es una vida mixta de placer y conocimiento. Ario Dídimo75 la retomará más tarde en una perspectiva netamente aristotélica, para afirmar que "hay tres formas de vida, la vida práctica, la vida contemplativa y la vida mixta de una y otra (bi/wn dh\ tri/toj i)de/aj eiÅnai, praktiko/n qewretiko/n su/nqeton e)c a)mfoi=n)"76. Tanto esta formulación como la platónica, estudiada con más detalle, reflejan una concepción pluralista o inclusiva de la felicidad o vida buena.

 


* Una primera versión de este trabajo fue leída como conferencia plenaria del III Congreso Iberoamericano de Filosofía (Medellín, julio del 2008).

  1. Cf. Diels, H. y W. Kranz, Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlín: Weidemann, 1913, frg. 17, v. 14 (Simplicio, Física, 158, 13).

  2. Cf. Aristóteles, Física, I, 4, 187a23.

  3. Cf. Aristóteles, Metafísica, I, 4, 985b4.

  4. Es el nombre que les da Schopenhauer en sus Parerga und Paralipomena.

  5. Cf. Rodríguez Duplá, Leonardo, Ética de la vida buena, Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998.

  6. Heller, Agnes, Aristóteles y el mundo antiguo, Barcelona: Península, 1998, p. 326.

  7. Cf. García Ninet, A., "La ética aristotélica. El problema de su fundamentación", en: Estudios Filosóficos, XLVIII (1999).

  8. Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1155a4-5 (se ha privilegiado las ediciones: Aristóteles, Aristotelis Ethica Nicomachea, Oxford: Clarendon Press, 1984; y Aristóteles, The Nicomachean Ethics, traducción de H. Rackham, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1982). En adelante, citada como EN.

  9. De ahí que, de los tres tipos de amistad que reconoce el Estagirita (cf. EN 1156a7-19), las que nacen del interés y la utilidad serían directamente egoístas, y la nacida de la virtud, egoísta de manera indirecta (cf. García Ninet, A., o.c.).

  10. EN, 1094b7-10.

  11. Ibid., 1097a22-24: "Por consiguiente, si hay una cosa que sea el fin de todas nuestras acciones, ella será el bien realizable; y si hay varias, serán esas cosas".

  12. Cf. ibid., 1098a17-18.

  13. Cf. Bury, Robert Greg, The Philebus of Plato, Cambridge, Mass.: Cambridge University Press, 1877 (1988), p. LXXX; Brandwood, Leonard, The Chronology of Plato’s Dialogues, Cambridge, Mass.: Cambridge University Press, 1990, p. 250; Waterfield, R.A., "The Place of the Philebus in Plato’s Dialogues", en: Phronesis, XXV (1980), p. 270.

  14. Irwin, T., La ética de Platón, traducción de A.I. Stellino, México D.F.: UNAM, 2000, pp. 522-523.

  15. Gadamer, H.-G., L’ Éthique dialectique de Platon, traducción al francés de F. Vatan y V. von Schenk, Arles: Actes Sud, 1994, p. 321.

  16. Esta es, según G.E. Moore, la pregunta esencial de la ética en sentido estricto (cf. Moore, G.E., Principia Ethica, Cambridge, Mass.: Cambridge University Press, 2003, pp. 3, 5), aunque luego declara, con no menor solemnidad, que "bueno" es indefinible (cf. ibid., p. 6) porque es un término simple e inanalizable. Para Aristóteles es igualmente indefinible, pero por otra razón: porque el bien transcategorial –el bien que está e)pe/keina th=j ou)si/aj de República 509b9– no existe, sino únicamente el que se da en las diferentes categorías (cf. Bravo, F., Ética y razón, Caracas: Monte Ávila Editores, 1992, pp. 63-100; Bravo, F., "Le Bien est-il indéfinissable? Le point de vue d’Aristote dans sa critique contre l’idée platonicienne du Bien. A propos des Principia Ethica de G.E.R. Moore", en: Les études philosophiques, III (1994), pp. 307-331).

  17. Cf. EN, 1098a17.

  18. Los mismos aparecieron ya en República 505b7; allí, Platón se negó ya a identificar el Bien con ninguno de ellos.

  19. Cf. Platón, República, 505b.

  20. La edición del Filebo que hemos privilegiado es: Platón, Philèbe, texto griego y traducción al francés de A. Diès, París: Les Belles Lettres, 1978.

  21. Para el caso del Filebo, dejaremos la indicación de la numeración correspondiente en el cuerpo del texto (N. de los Eds.).

  22. En República 505b-d rechaza tanto esta identidad como la primera. Cf. Irwin, T., o.c., p. 521.

  23. Gadamer, H.-G., o.c., p. 164. Gadamer señala con razón que, a diferencia del Gorgias, el Filebo "no es un diálogo polémico en el que se trata de refutar un hedonismo dogmático".

  24. Hackforth, R., Plato’s Examination of Pleasure, Cambridge: CUP, 1958, p. 17. Cf. Filebo 14c.

  25. Véanse mis trabajos al respecto (cf. Bravo, F., "Le Bien est-il indéfinissable?"; "O metodo da divissao e a divissao dos prazeres no Filebo de Platão", en: Benoit, H. (ed.), Estudos sobre o dialogo Filebo de Platão, Ijuí: UNIJUI, 2007, pp. 11-37, entre otros).

  26. Cf. Bravo, F., "Ontología y ética en el Filebo de Platón", 2008 (en prensa).

  27. Cf. Bravo, F., "O metodo da divissao e a divissao dos prazeres no Filebo de Platão", pp. 13ss. Del método de la recolección y la división en los diálogos de Platón me he ocupado también en Bravo, F., Teoría platónica de la definición, Caracas: UCV, 1982, pp.167-195.

  28. Gadamer, H.-G., o.c., p. 177: "La théorie de la dialectique [identificada con el método de la recolección y la división], intervient donc expressement pour fonder la possibilité d’un authentique accord dialogique".

  29. Cf. Bravo, F., Las ambigüedades del placer. Ensayo sobre el placer en la filosofía de Platón, Sankt Augustin: Academia Verlag, 2003, pp. 56-61.

  30. Este neologismo que propongo coincide con el de "diaïrétique" utilizado por las traductoras francesas de Gadamer, H.-G., o.c., p. 176.

  31. Platón, Fedro, 265e1-2.

  32. Moravsick, J., Plato and Platonism, Oxford: Blackwell, 2000, p. 222.

  33. Gadamer, H.-G., o.c., p. 190.

  34. Cf. Aristóteles, Analíticos primeros, I, 31, 46a32; Analíticos posteriores, II, 5; De Part. Animalium, I, 2.

  35. Cf. Bravo, F., Ética y razón, pp. 167-192.

  36. Que sigue siendo una hipótesis parece desprenderse del hecho de que, antes de volver a enunciarla en Filebo, 20b7-9, Sócrates invoca ciertos discursos oídos en sueño o despierto; una ficción frecuente cuando Platón quiere introducir una hipótesis (cf. Platón, Cármides, 173a; Teeteto, 201c-d; Leyes, 800a, 960b).

  37. Como "inclusiva" consideran también algunos intérpretes la concepción aristotélica de la vida buena, como veremos más adelante. Cf. Hardie, W.F.R., Aristotle’s Ethical Theory, Oxford: Clarendon Press, 1980, p. 23.

  38. Cf. EN, 1097a15-1097b20, especialmente 1097b7 y 1197a27.

  39. Aristóteles habla de au)tarkei¿a (cf. EN, 1097b7).

  40. La fêlure du plaisir, título que Dixsaut da a una serie de estudios sobre el placer (cf. Dixsaut, M., La fêlure du plaisir, París: J. Vrin, 1999), alude sin duda al eià ti saqro¿n de Filebo, 55c7. Esta "hendidura del placer" se hace visible sobre todo cuando se lo examina a la luz de las condiciones formales del bien supremo.

  41. Aquí, Sócrates propone que "dividamos en dos (dix$= diala¿bwmen) lo que actualmente existe en el universo" (23c4-5), se disculpa de extremar su recurso a las divisiones (kat' )ei)¿dh dii¿staj) y las da por cumplidas (e)peidh\ tau=ta ou(¿tw dieilo¿meqa) (cf. 27c8).

  42. Cf. Delcomminette, S., Le Philèbe de Platon. Introduction à l’agathologie platonicienne, Leiden/Boston: Brill, 2006, p. 202.

  43. Kühn, W., "Quatre catégories cosmologiques employées en Ethique. Philèbe 23b-26d", en: Dixsaut, M., o.c., p. 92.

  44. Cf. Gadamer, H.-G., o.c., p. 200.

  45. Cf. Harte, V., Plato on Parts and Wholes. The Metaphysics of Structure, Oxford: Clarendon Press, 2002, pp. 177-212. Según Harte, tomada en general y literalmente, la mereología "means simply any theory of parthood or composition". Y así tomada: "Plato might be said to have a mereology, although he does not set about presenting it as such".

  46. Cf. Platón, Teeteto, 203a-205e.

  47. En Filebo, 16c9-10 ha dicho: "todo lo que puede decirse existir está hecho de uno y múltiple y contiene en sí, originariamente asociados, el límite (pe¿raj) y la ilimitación (a)peiri¿an)".

  48. Gadamer, H.-G., o.c., p. 200.

  49. Ibid. Curiosamente, a esta tesis se acerca, en cierto modo, una de las proposiciones fundamentales de Teilhard de Chardin: "ser más es unirse más" (Teilhard de Chardin, P., Le Phénomène Humain, París: Éditions du Seuil, 1955, p. 25). Cf. Bravo, F., La vision de l’histoire chez Teilhard de Chardin, Paris: Les Éditions du Cerf, 1970, pp. 249-272.

  50. Dudo que Hackforth (cf. Hackforth, R., o.c., p. 49, nota 2) y Grube (cf. Grube, G.M.A., Plato’s Thought, Londres: Methuen & Co., 1935, p. 303) tengan razón al restarles "significación ontológica" a las frases ge¿nesij ei)j ou)si¿an y gegenhme¿nh ou¹si¿a en este contexto. Aunque ou)si¿a tiene varios usos (por ejemplo, el de fortuna en Filebo, 48e2), aquí se trata de la marca distintiva del mixto. Esta no es otra que el ser de las cosas, sea que este se considere in fieri (ge¿nesij ei)j ou)si¿an) o como un factum esse (gegenhme¿nh ou)si¿a). Este último se da, en todos los casos, como producto de la mezcla de a)¿peiron y pe¿raj. Una significación similar parece tener ou)si¿a en Filebo, 32b3 en relación con el ser del placer, y en 54c3, 54a5, a6, a8 y 54d5 como opuesto a ge¿nesij.

  51. Cf. Gadamer, H.-G., o.c., p. 204.

  52. Cf. Harte, V., o.c., pp. 89ss.

  53. Dividiendo los placeres en mezclados (con el dolor) o irreales y falsos, y puros, que son placeres del alma sola y los únicos reales y verdaderos.

  54. Cf. Bravo, F., "O metodo da divissao e a divissao dos prazeres no Filebo de Platão", pp. 11-37; Benitez, E., "La classification des sciences", en: Dixsaut, M., o.c., pp. 337-364.

  55. Platón, Sofista, 259e5-6: dia\  ga\r th\n a)llh¿lwn twn ei)dw=n sumplokh\n o( lo¿goj ge¿gonen h(mi=n.

  56. Cf. Platón, República, 558d.

  57. Es lo que, según creo, no han visto autores como Gauthier y Jolif en su edición de la Ética a Nicómaco, sosteniendo que Platón, en el Filebo, ha querido hacer de la vida dichosa "une somme de parties qui étaient, entre autres, le plaisir et la saggesse" (Aristóteles, Éthique à Nicomaque, introducción, traducción y comentario de R.A. Gauthier y J.Y. Jolif, Lovaina/París: Beatrice Nauwelaerts, 3 vols., 1970, vol. III, p. 863).

  58. Reconocemos sin dificultad el ideal griego del mhde\n a)¿gan y el me¿son aristotélico como constitutivo formal de la virtud moral.

  59. Cf. ibid., p. 860.

  60. Cf. EN, 1095b19-22.

  61. Cf. EN, VII, 12-15 y X, 1-5.

  62. EN, 1177a23-24.

  63. EN, 1177a25-28; cf. 1177b20-21. Cf. Aristóteles, Metafísica, 1072b24.

  64. Cf. Platón, República, 585a-588a.

  65. EN, 1104b9-10; cf. 1104b26-28, 1105a11-12.

  66. EN, 1098a17-18.

  67. Cf. EN, 1095b23-30.

  68. Cf. EN, 1095b30-1096a2.

  69. Cf. Aristóteles, Éthique à Nicomaque, vol. III, p. 861.

  70. Cf. Aristóteles, Política, 1324a15-17, 1324a28, 1325a18-20

  71. Cf. EN, 1178b5-6.

  72. Aristóteles, Éthique à Nicomaque, vol. III, p. 862.

  73. Cf. ibid., p. 863, donde Gauthier y Jolif sostienen que "la vie idéale implique à la fois l’activité contemplative et l’activité des vertus morales, mais la première comme une fin et la seconde comme un moyen". No creo que Aristóteles pueda aceptar esta interpretación, pues, para él, la acción en general, y forzosamente la acción virtuosa, no es un medio para la felicidad, sino uno de sus constitutivos esenciales. El fin de la pr£a¿cij es la eu)praci¿a, y esta es ya la eu)daimoni¿a (cf. Bravo, F., "Praxis y técnica: ¿una incoherencia en la filosofía aristotélica de la acción?, en: Estudios de Filosofía Griega, Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2001, pp. 349-363).

  74. Aristóteles, Éthique à Nicomaque, vol. III, p. 864.

  75. En ibid., Gauthier y Jolif creen que Ario Dídimo fue el primero en usarlo. Sabemos que fue Platón, en: Filebo, 27d1-3.

  76. Citado por Gauthier y Jolif en: ibid.