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versión impresa ISSN 1016-913X
arete v.22 n.2 Lima 2010
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Tipos y uso de argumentos escépticos en Hume
Types and Uses of Sceptical Arguments in Hume
Plínio Junqueira Smith
Universidad Federal de São Paulo
Resumen
La intención del presente artículo es mostrar que Hume distingue dos tipos de argumentos escépticos. El tipo antiguo, basado en el método de antinomias, es considerado muy débil por Hume. Él desarrolla un tipo nuevo de argumento escéptico a partir de su ciencia empírica de la naturaleza humana. Del otro lado, Hume distingue entre dos usos de los argumentos escépticos: el primero, que él llama pirrónico, tiene como finalidad la suspensión del juicio, lo que es imposible, porque la naturaleza nos obliga a creer; el segundo, el uso académico, pone límites a nuestro conocimiento, aceptando las creencias naturales, la ciencia empírica y las matemáticas.
Palabras clave: escepticismo, pirronismo, ciencia empírica, creencia, suspensión del juicio.
Abstract
This paper intends to show that Hume distinguishes between different kinds of sceptical arguments. The ancient kind of argument, which is based on antinomies between perceptions and beliefs, is considered very weak by Hume. Hume develops a new, stronger kind of sceptical argument based on his empirical science of human nature. Moreover, Hume distinguishes between two different uses of sceptical arguments: the first one, which he calls Pyrrhonian, is meant to suspend judgment, but this is impossible, because nature obliges us to believe; the second one, the Academical, puts limits on our cognition, accepting natural beliefs, empirical science and mathematics.
Key words: Scepticism, Pyrrhonism, empirical science, belief, suspension of judgement.
1. Introducción1
La antigua cuestión, mencionada por Aulo Gelio, sobre las relaciones entre académicos y pirrónicos, es retomada por Diderot en la entrada "Escepticismo" de la Enciclopedia. Su conclusión es que "esas diferencias, que son pequeñas e imperceptibles, llevaron a la confusión de incluir a todos bajo el nombre de escépticos"2. Sin embargo, Diderot nota la preferencia, entre los escépticos, por ser llamados académicos en lugar de pirrónicos, y apunta dos razones para ello: "una es que pocos filósofos ilustres salieron de la escuela de Pirrón, mientras que la Academia produjo muchos hombres excelentes, a los cuales es glorioso estar asociado; la otra es que Pirrón y los pirrónicos fueron ridiculizados, como si hubiesen reducido la vida de los hombres a una completa inacción, y aquellos que se dijeran pirrónicos caerán en el mismo ridículo"3.
Estos comentarios de Diderot le parecen enteramente adecuados a Hume, no solo porque este llama "escépticos" indistintamente a académicos y pirrónicos, sino, sobre todo, por expresar una clara preferencia por caracterizar su proprio escepticismo como académico y así alejarse del pirronismo. Para Hume, el escepticismo pirrónico conduciría a un letargo fatal, en la medida en que el escepticismo académico promovería la vida común. "La gran subversora del pirronismo o de los principios excesivos del escepticismo es la acción, el empleo y las ocupaciones de la vida común"4. Cuando en la Investigación ofrece su "solución escéptica", Hume la hace preceder de un elogio a la "filosofía académica o escéptica"5.
En el texto que sigue me propongo analizar la posición de Hume a la luz de esta antigua cuestión. Primero, se examinará los tipos de argumentos escépticos empleados por Hume y sus relaciones con los argumentos históricos, sea de los pirrónicos o de los académicos. Se verá que, desde el punto de vista humeano, los argumentos escépticos no se dividen en académicos y pirrónicos. Los escépticos, independientemente de la forma específica de escepticismo que adhieran, compartirían el mismo arsenal argumentativo. Más aun, Hume entiende que tales argumentos históricos son débiles y que los buenos argumentos que los escépticos podrían utilizar son formulados por los filósofos modernos y, sobre todo, por él mismo. Los argumentos tradicionales se apoyan en la observación simple del conflicto entre las opiniones y en la variedad de las percepciones, pero los principales argumentos escépticos, en Hume, derivan de su ciencia empírica de la naturaleza humana.
A continuación, se esclarecerá la diferencia que Hume ve entre lo que él llama escepticismo académico y lo que llama pirronismo. Esta descansa en el uso que se hace de los argumentos escépticos. Mientras que el pirrónico usa ese arsenal argumentativo para suspender el juicio sobre todas las cosas, el académico solo pretende modificar nuestra actitud frente al conocimiento y limitar nuestras investigaciones filosóficas, rechazando la religión, la superstición y la falsa metafísica. Para Hume, no se puede atribuir a los argumentos escépticos el uso pretendido por el pirrónico. Dos consideraciones son fundamentales para que el escéptico académico use los argumentos escépticos a su manera: la conciencia de que estos argumentos no admiten respuesta y la conciencia de que la naturaleza implantó en nosotros determinadas facultades y creencias que se resisten a su fuerza que, en relación a todo lo demás, es devastadora.
2. Tipos de argumentos escépticos
La duda escéptica es, según Hume, "una enfermedad que nunca puede ser radicalmente curada, volviendo siempre a atormentarnos por más que la alejemos y por más que a veces parezcamos estar enteramente libres de ella"6. ¿Qué tipo de enfermedad es esa? ¿Y cómo se desarrolla en nosotros? Hume, siguiendo la tradición, traza una distinción entre, de un lado, escepticismo académico y, de otro, escepticismo pirrónico. El primero sería una forma moderada o mitigada de escepticismo, y el segundo, una forma excesiva. Siendo considerado por Hume más devastador el pirronismo, ¿dispondría este de argumentos más fuertes y poderosos; al tiempo que los académicos, con su modesta pretensión, emplearían argumentos menos destructivos? ¿Habría, así, dos enfermedades diferentes: una crónica y maligna, otra benigna y curable?
A este respecto, creo que es fundamental observar que Hume no distingue, en el Tratado o en la Investigación, entre argumentos escépticos académicos y, en oposición a estos, argumentos escépticos pirrónicos. En la sección XII de la Investigación, titulada "De la filosofía académica o escéptica", hay una tipología de los argumentos escépticos. Pasemos revista a lo que dice Hume sobre tales argumentos7.
En la primera parte de esa sección, Hume crea una nueva distinción, cuya importancia no puede ser disminuida, entre escepticismo antecedente y escepticismo consecuente. El primer tipo de escepticismo, representado por la duda cartesiana, tiene como finalidad evitar el error y el juicio precipitado. Hume no explicita cuáles serían los argumentos escépticos que deberían actuar sobre nuestra actitud y hacer que dejemos de lado prejuicios y enjuiciamientos precipitados. De cualquier manera, estos argumentos escépticos no dependerían de ningún conocimiento anterior, debiendo ser expuestos incluso antes de la investigación filosófica y científica, y expresarían, sobre todo, una determinada concepción de la postura del filósofo frente a creencias y enjuiciamientos sobre el mundo. Así, este escepticismo antecedente recomendaría una duda universal, de la que solo se podría escapar cuando conociésemos algún principio primero a partir del cual podríamos inferir otras verdades, cuidándonos, por tanto, de hacer alguna afirmación que no esté demostrada a partir de principios evidentes. Detrás de esta forma excesiva de escepticismo antecedente estaría una concepción demasiado exigente de conocimiento, según la cual solo lo que es deductivamente demostrado merece nuestra aprobación y asentimiento. En esta forma cartesiana, dice Hume, el escepticismo antecedente es excesivo y jamás podríamos salir de esa duda radical. Empero, una forma moderada es benéfica y constituye "una preparación necesaria para el estudio de la filosofía, al preservar una imparcialidad adecuada en nuestros juicios y al librar nuestra mente de los prejuicios que podemos haber ingerido de la educación u opinión apresurada"8.
El segundo tipo de escepticismo se caracteriza por ser posterior a la ciencia, pues sus argumentos proveen un conocimiento de mundo. Como el escepticismo antecedente, este también consiste en un ataque a las facultades humanas, tanto a la razón como a los sentidos, y, por medio de este, a todas nuestras creencias y opiniones. Con relación a los sentidos, hay tres tipos principales de argumentos, que Hume expone en un orden creciente de fuerza, del más débil al más fuerte. Primero, argumentos invocados por escépticos de todos los tiempos, que se apoyan en la imperfección de los sentidos. A estos, dice Hume, es fácil responder, pues basta corregirlos con la razón9. Un ejemplo famoso y recurrente es el del remo que, cuando está parcialmente inmerso en el agua, parece quebrado. Sin embargo, este fenómeno es fácilmente explicado con el índice de refracción de los medios en que se encuentra (aire y agua). Segundo, argumentos más profundos, elaborados por el propio Hume y retirados de sus consideraciones sobre nuestros instintos naturales y cómo la razón intenta corregirlos, pero no lo logra. Habría aquí una oposición entre instintos y razón, y la propia razón no lograría satisfacer sus exigencias. "Este es, pues, un tópico en que los escépticos más profundos y filosóficos siempre triunfarán cuando intenten introducir una duda universal en todos los asuntos de investigación y conocimiento humano"10. El tercer tipo de argumento es típico de la filosofía moderna y ataca la pretendida distinción entre cualidades primarias, supuestamente inherentes al objeto, y cualidades secundarias, supuestamente existentes solo en la mente humana11. Para Hume, esta objeción, formulada por Berkeley12, va aún más lejos que la precedente porque muestra que la creencia en los cuerpos es contraria a la razón.
En la segunda parte de la sección XII, Hume considera la tentativa escéptica de destruir la razón por medio del argumento y raciocinio. También aquí se encuentra una clasificación de los argumentos escépticos, divididos en objeciones contra los raciocinios abstractos13 y objeciones contra la prueba moral14. Las objeciones contra las matemáticas son extraídas de las reflexiones de Bayle sobre la noción de extensión, contenidas en el artículo "Zenón", del Diccionario de Bayle, y encuentran una respuesta en la filosofía humeana, toda vez que tales objeciones presuponen una teoría que, para Hume, es inaceptable, a saber, la teoría de las ideas abstractas. A su turno, las objeciones contra cuestiones de hecho son divididas en objeciones "populares" y objeciones "filosóficas". Las primeras, propuestas por los pirrónicos a partir de la contradicción entre las opiniones humanas, son débiles, al entender de Hume, y la vida común las aleja completamente, aun cuando en las escuelas puedan ser irrefutables. Por otro lado, las objeciones filosóficas son formuladas por el propio Hume, ya que dependen enteramente del resultado de sus análisis de la causalidad. Como las inferencias causales dependen del instinto del hábito y como todo instinto puede ser falaz, no habría por qué confiar en tales inferencias.
Hagamos una comparación de los argumentos escépticos expuestos por Hume con los argumentos históricamente empleados por pirrónicos y académicos. Pese a que ambos sean incluidos en el escepticismo consecuente, es preciso resaltar la diferencia entre ellos. A este respecto, puede ser útil retomar las interpretaciones del escepticismo antiguo hechas por Bayle en su Diccionario, a todas luces una fuente de Hume. Al comparar académicos y pirrónicos, Bayle no veía mucha diferencia entre ellos. "Sus sentimientos [los de Pirrón] casi no diferían de las opiniones de Arcesilao"15. Una de las razones para esta gran aproximación entre las dos formas antiguas de escepticismo es, ciertamente, la caracterización del tipo de argumento empleado por ellas. El pirronismo sería definido por el método de argumentar de los dos lados de una cuestión, con lo que se suspendía el juicio, pero Bayle deja en claro que este método era común a los académicos y aun a algunos otros filósofos, como Sócrates y Platón. Recomendado y reconocido por Bayle16, el método escéptico exhibiría la imparcialidad anhelada por la investigación crítica a la que los filósofos aspiran.
Bayle hace una contribución original al método de las antinomias de los antiguos escépticos. Para estos, existirían buenos argumentos a favor de p y buenos argumentos a favor de ~p, de forma que la equivalencia de fuerza persuasiva entre estos argumentos los anularía mutuamente, siguiéndose la suspensión del juicio. Para Bayle, las teorías carecen de buenos argumentos que las sustenten frente a las demás, ya que las objeciones, en general, son más fuertes que las respuestas. Una forma usual de sostener una doctrina filosófica sería refutando las demás, de modo que quedase solamente aquella que aprobamos. Así, para sostener p, sería preciso refutar ~p (y viceversa), ya que la disyuntiva "p o ~p" parece válida. Pero como hay buenos argumentos contra p y buenos argumentos contra ~p, no se podría sostener dogmáticamente la verdad de ninguna de las teorías. No solo la razón se revela incapaz de dar argumentos más persuasivos a favor de una teoría, tampoco consigue defenderla de objeciones contundentes de los adversarios.
Hume no atribuye la misma importancia al método escéptico de las antinomias, que hace que diversas opiniones entre los filósofos entren en conflicto, ni parece sensible a la contribución de Bayle. Curiosamente, aun cuando trata del escepticismo, casi no se manifiesta sobre este método y, cuando lo hace, no es sin cierto desprecio por él. Aquí el contraste con Bayle es evidente. Para este, el método del escepticismo antiguo es extremadamente poderoso en la destrucción del dogmatismo. Al oponer tesis y antítesis, haciéndolas entrar en conflicto y presentando fielmente cada lado de la cuestión con su fuerza completa, el escepticismo antiguo conseguiría aniquilar todas las doctrinas dogmáticas. No se ve nada de esto en Hume. Él, en efecto, no emplea este método para desarrollar su escepticismo, ni lo estima particularmente17. Como vimos más arriba, mientras que el argumento extraído de Bayle sobre la infinita divisibilidad será rechazado por Hume, el de Berkeley será reconocido como el más fuerte de todos los argumentos, pues muestra que la creencia en el mundo exterior es contraria a la razón.
Por ser el pirronismo concebido por Hume una forma excesiva de escepticismo, sería natural esperar que, a su modo de ver, los argumentos pirrónicos devastaran todas las creencias. Contrariando esta expectativa, Hume descalifica argumentos pirrónicos18 tradicionales, provenientes del escepticismo antiguo, como el de la diaphonía de las opiniones19 y el de las imperfecciones de los sentidos20. Estos argumentos son caracterizados como "populares" y "débiles"21, distinguiéndose de argumentos "más profundos"22 o "más filosóficos"23. Según Hume, los escépticos de todos los tiempos insisten "en los tópicos más banales"24. Claramente, los argumentos pirrónicos están bien por debajo de lo que se esperaría de una vertiente escéptica que pretende destruir la razón con raciocinios y argumentos. Mientras que Bayle entiende que la razón no logra defender ninguna teoría, solo destruirlas, consistiendo en eso la victoria del escepticismo, Hume juzga que los argumentos específicamente pirrónicos admiten una respuesta fácil.
Para Hume, los argumentos escépticos más fuertes son, precisamente, aquellos que le cupo elaborar a la filosofía moderna: la duda antecedente de Descartes, la duda humeana sobre el mundo exterior y sobre la causalidad, el ataque de Bayle a la extensión y a la infinita divisibilidad y el ataque de Berkeley a la distinción entre cualidades primarias y secundarias. Berkeley es considerado por Hume un filósofo muy ingenioso que nos dio "las mejores lecciones de escepticismo, sin excluir a Bayle"25. Los argumentos escépticos que "nos confunden, pero no convencen", provienen de un autor que "confiesa, sin embargo, en su página-título (y sin duda con gran verdad) haber compuesto su libro contra los escépticos"26. Igualmente, el escepticismo antecedente promovido por Descartes no tenía por finalidad destruir toda creencia y la veracidad de las propias facultades mentales, sino solamente preparar el camino para una filosofía saludable. Como en el caso de Berkeley, el tiro salió por la culata. "La duda cartesiana, por lo tanto, si alguna vez pudiera ser alcanzada por criatura humana (como claramente no sucede), sería enteramente incurable y ningún raciocinio nos llevaría jamás a un estado de certeza y convicción sobre algún asunto"27.
A este respecto, Hume parece ser de la opinión de Bayle, para quien la filosofía moderna favoreció el escepticismo. En el artículo "Pyrrhon", en el famoso pasaje de la observación B, Bayle escribe que "Arcesilao, si volviese a este mundo y tuviese que combatir a nuestros teólogos, sería mil veces más terrible que lo que fue con los dogmáticos de la antigua Grecia"28. Primero, la teología cristiana ofrecería a los pirrónicos poderosas armas que permitirían destruir la propia razón con sus principios más evidentes y, enseguida, la filosofía moderna prepararía el triunfo completo del pirronismo. "Renuncio a las ventajas que la nueva filosofía acaba de proporcionar a los pirrónicos. Mal se conocía el nombre de Sexto Empírico en las escuelas; los medios de la epoché que él propuso tan sutilmente no eran en ellas menos conocidos que la Tierra Austral, cuando Gassendi nos dio de ellos un resumen que nos abrió los ojos. El cartesianismo dio el último toque a la obra y nadie entre los buenos filósofos duda aún de que los escépticos tengan razón al sostener que las cualidades de los cuerpos, que alcanzan a nuestros sentidos, son solamente apariencias. Cada uno de nosotros puede decir yo siento calor en presencia del fuego, pero no yo sé que el fuego es en sí mismo tal como me parece. Es así como era el estilo de los antiguos pirrónicos"29.
Aun así, Hume parece distanciarse de Bayle, pues los argumentos empleados por los antiguos pirrónicos son muy diferentes de los argumentos empleados por los modernos30, no solamente en fuerza sino sobre todo en sus características. El pirronismo, como lo entiende Bayle, usa argumentos para hacer que la razón se vuelva contra sí misma y se aniquile. Hume conserva esta característica del antiguo pirronismo cuando reconoce que el gran objetivo de los escépticos es destruir la razón por medio de raciocinios y argumentos31. Pero la manera como los antiguos pirrónicos encaran la destrucción de la razón, en el enfoque de Bayle, es diferente de la manera como el pirronismo de Hume asumiría esa misma destrucción. Mientras que para Bayle los pirrónicos ofrecen argumentos dogmáticos en favor de ambos lados, procurando equilibrar las dos caras de una cuestión, los argumentos pirrónicos en Hume surgen al interior de una investigación empírica de la naturaleza y del entendimiento humano. Así, Bayle presenta a los antiguos pirrónicos situándose en un plano estrictamente dogmático de argumentación y empleando argumentos de manera apenas dialéctica, mientras que el pirronismo de Hume desarrolla argumentos al interior de una ciencia empírica cuyo objeto de estudio es el entendimiento humano. En consecuencia, el pirronismo antiguo sería, según Bayle, el resultado de una postura dogmática y el pirronismo de Hume es el resultado de la aplicación del empirismo a la filosofía32.
Hay que ver que Hume interpretaba el escepticismo antiguo de manera diferente que Bayle. Para Hume, también los argumentos escépticos tradicionales pertenecían al escepticismo consecuente, esto es, serían posteriores a la ciencia y al conocimiento. Primero, porque estos argumentos se basan en opiniones que los hombres sostienen respecto del mundo. En tal sentido, los argumentos escépticos tradicionales presuponen una supuesta ciencia o conocimiento para, poniéndolos en conflicto entre sí, suspender el juicio. Solo después de que los hombres hayan producido opiniones sobre el mundo que entren en conflicto es que los escépticos antiguos pueden elaborar sus argumentos contra el dogmatismo, nunca antes de tales opiniones. Por lo tanto, los argumentos escépticos que producen la diaphonía entre los dogmatismos son posteriores a la ciencia. Algo similar se puede decir sobre los argumentos que se apoyan en las ilusiones de los sentidos. También aquí es preciso tener diferentes percepciones del mundo y de cómo este nos parece, según las más diversas circunstancias, para que se pueda argumentar que nos es imposible escoger racionalmente cuál es la percepción verdadera y, así, saber cómo el mundo es en sí mismo.
Además, se puede decir que los argumentos escépticos tradicionales no son a priori, sino que, por el contrario, dependen de una observación, hecha por el propio escéptico, de lo que ocurre en el mundo. Un argumento escéptico consecuente puede ser a priori, esto es, decir sobre "relaciones de ideas", como es el caso del argumento contra la razón en la Investigación, que recurre a la infinita divisibilidad. No obstante, los argumentos escépticos tradicionales, si bien hacen que la razón se vuelva contra sí misma, lo hacen a partir de ciertos hechos que los escépticos observan en el mundo y destacan para su argumentación contra el dogmatismo. Por ejemplo, los escépticos antiguos constatan que hay una serie de pueblos en el mundo y que cada pueblo tiene sus leyes, tradiciones, hábitos y creencias; que las personas tienen diversas opiniones, maneras de vivir y, algunos, doctrinas filosóficas. Ahora bien, toda esta diversidad de "dogmas" es irreconciliable y, sin embargo, no admite preferencia racional. Así, los escépticos antiguos eran llevados a la suspensión del juicio. Del mismo modo, se constata empíricamente que los sentidos, de conformidad a las diferentes circunstancias, presentan los objetos con características diferentes. Por ejemplo, una torre, de lejos, parece redonda y, de cerca, cuadrada; un remo fuera del agua parece recto y, parcialmente inmerso, quebrado; una cuerda enrollada, vista rápidamente y sin mucha luz, parece una cobra; y así sucesivamente. No habría cómo preferir racionalmente una circunstancia a la otra, de forma que los escépticos suspendían el juicio. Para Hume, en consecuencia, los escépticos antiguos requieren de algún conocimiento empírico del mundo para formular sus objeciones.
Los argumentos escépticos empleados por Hume también se basan en un conocimiento empírico, más específicamente en su ciencia del hombre. Empero, los argumentos que encontramos en Hume son, en el fondo, muy diferentes de los argumentos escépticos tradicionales, pues no resultan de una observación superficial de la diversidad humana, sino de un análisis minucioso del funcionamiento de la mente humana. Los principales argumentos escépticos, al interior de la filosofía humeana, resultan del reconocimiento de que los procesos mentales de formación de creencias son falaces y poco confiables. Esta característica del pirronismo en Hume es más evidente en el Tratado que en la Investigación. ¿Cuáles son los tres grandes argumentos escépticos del Tratado? El primero es extraído de la investigación sobre el mecanismo de la inferencia causal; el segundo, de la investigación de cómo la razón funciona en sus inferencias sobre relaciones de ideas; el tercero, de la investigación de sistema del vulgo, esto es, de los mecanismos que nos llevan a la creencia en el cuerpo (así como de los desdoblamientos filosóficos que resultan de una insatisfacción frente al sistema del vulgo). En los tres casos, los argumentos escépticos son extraídos de una ciencia empírica que devela los procesos de formación de nuestras creencias (causales, matemáticas y en la existencia del cuerpo). Estos procesos involucran, en mayor o menor grado, falacias, tránsitos no sostenidos por la razón, ficciones, ilusiones y errores, de tal forma que a fin de cuentas un filósofo no puede ver sino debilitadas sus creencias. Si todas nuestras creencias resultan, a la luz de una cuidadosa investigación empírica, de procesos inseguros de formación de creencias, no habría por qué aceptarlas. La conclusión del Tratado solamente retoma, organiza y profundiza el escepticismo total que resulta de esta ciencia empírica aplicada a la epistemología o, al decir de Hume, "lógica".
Así se explica más claramente en qué sentido el escepticismo es consecuente con la ciencia. En el caso del escepticismo antiguo, hay un doble sentido: primero, los argumentos escépticos son extraídos del supuesto conocimiento que hombres y pueblos tienen del mundo y que entran en conflicto entre sí; segundo, de la constatación escéptica de la diversidad de opiniones y de las percepciones, de conformidad con las diferentes circunstancias. En el caso del escepticismo de Hume, los argumentos escépticos son extraídos del conocimiento propiciado por su ciencia empírica que tiene por objeto de investigación el entendimiento humano.
Se puede también entender mejor por qué los argumentos escépticos tradicionales son débiles, mientras que los argumentos de Hume serían fuertes. En el primer caso (el de los escépticos antiguos), los argumentos son débiles y populares, ya que la razón corrige los sentidos y no podemos dejar de emplear nuestras facultades mentales en la vida cotidiana. La mera constatación de la diversidad de las percepciones de acuerdo a las circunstancias no implica que los sentidos no puedan ser corregidos y que, por lo tanto, una verdad no pueda ser alcanzada. Del mismo modo, la mera constatación de la diversidad de los pensamientos en los pueblos humanos no impide el buen funcionamiento de la razón. En ambos casos, sentido y razón continuarían siendo facultades veraces y confiables. En el segundo caso (el de Hume), los argumentos son fuertes y filosóficos porque no pueden ser corregidos por la razón y resultan del reconocimiento de cómo nuestras facultades mentales efectivamente operan en la producción de nuestras creencias33. Por ello no es posible que la razón corrija a los sentidos, a la imaginación o a sí misma, ya que son los propios mecanismos naturales e inevitables los que están siendo expuestos por la ciencia empírica de Hume. Así, la ciencia empírica de Hume proporcionaría a los escépticos los argumentos más poderosos porque tales argumentos resultan de un conocimiento del funcionamiento imperfecto y falaz de los principios más básicos y fundamentales del entendimiento humano. Toda vez que estos principios no pueden dejar de operar de la manera descrita por la ciencia empírica de Hume, no hay nada que hacer frente a sus defectos: cometeremos inevitablemente todas las falacias, las ilusiones y los errores descritos por Hume34. La filosofía, cuando intentó corregir el sistema del vulgo, por ejemplo, solamente multiplicó las dificultades y ofreció aun más armas a los escépticos.
Es preciso insistir en este punto tan importante para comprender la naturaleza del escepticismo de Hume y su contribución a la historia del escepticismo. Lejos el escepticismo total de representar una amenaza para la ciencia empírica35, el primero depende enteramente de la segunda. A pesar del escepticismo total que parece resultar de sus análisis de la causalidad, razón y sentidos, Hume en ningún momento supone que erró en sus hipótesis sobre los principios que gobiernan el funcionamiento de nuestras mentes. Por el contrario, es porque confía completamente en su ciencia empírica del entendimiento humano que es llevado, en un primer momento, al escepticismo total y excesivo. Una vez bien establecido que las inferencias causales dependen del hábito (y no de la razón), entonces no podemos confiar completamente en tales inferencias; una vez bien establecido que la razón se destruye a sí misma, entonces no podemos confiar en la razón; una vez bien establecido que el sistema del vulgo comete innumerables errores, ficciones e ilusiones, entonces no hay cómo confiar en los sentidos. Si el escepticismo total representase una amenaza para la ciencia empírica, él cortaría sus propias raíces y perdería la fuente misma de sus argumentos más poderosos. El empirismo, cuando es aplicado a la epistemología, lleva inevitablemente al escepticismo36. Habría, pues, una especie de complicidad entre empirismo y escepticismo37.
Como se ve, la distinción entre escepticismo académico y pirrónico es irrelevante cuando se atenta contra los argumentos escépticos empleados por Hume. En este sentido, no habría entre académicos y pirrónicos una diferencia sustantiva en lo tocante a la argumentación. Se debe concluir, pues, que la diferencia entre escepticismo académico y escepticismo pirrónico no reside en argumentos diferentes, como si el alcance de argumentos pirrónicos fuese mayor, destruyendo la propia razón y la probabilidad, mientras que argumentos académicos serían menos poderosos, pero permitirían algún conocimiento y grado de creencia. Los argumentos escépticos empleados por Hume no diferencian su procedencia, como si hubiese argumentos académicos al lado de argumentos pirrónicos38.
Más aun, Hume parece extraer argumentos escépticos de las más diversas fuentes, sobre todo de la filosofía moderna: Descartes, Bayle, Berkeley y hasta de su propia filosofía. Todos estos argumentos modernos son incluidos e incorporados en su ciencia empírica del entendimiento humano, que les confiere un sentido completamente original. Así, los argumentos escépticos fuertes e irrefutables son los que proceden de esta investigación empírica del entendimiento humano, en oposición a los argumentos antiguos, que proceden de la observación de hechos comunes y banales de la vida de los hombres y pueblos, de una observación superficial de nuestro comportamiento39.
3. Usos de los argumentos escépticos
La diferencia entre el escepticismo mitigado (o filosofía académica) y el escepticismo excesivo (o pirronismo) pasa a primer plano sobre todo en la parte III de la sección XII, si bien surge ya como un aspecto destacado al final de la parte II40. Como vimos, no se trata de una diferencia de argumentos, ni se debe esperar que los argumentos pirrónicos (desde un punto de vista histórico) sean más fuertes que otros argumentos escépticos. Por el contrario, sus argumentos son manifiestamente débiles. La diferencia crucial entre académicos y pirrónicos, desde el punto de vista de Hume, es el uso que estas formas de escepticismo hacen de los mismos argumentos41.
¿Qué caracterizaría, para Hume, la posición pirrónica?42 ¿Cómo los pirrónicos se sirven del arsenal argumentativo escéptico? El pirrónico emplea el argumento escéptico para suspender el juicio, aniquilando toda y cualquier creencia, así como nuestras facultades mentales. Cuando alguien recurre a los argumentos escépticos con la finalidad de debilitar todas nuestras creencias y minar la confianza en nuestras facultades, entonces, según Hume, se puede decir que esa persona es pirrónica. El pirronismo sería visto por Hume como un escepticismo total porque pretende abolir todas las creencias, o como un escepticismo excesivo porque su duda, al pretender solamente evitar la precipitación y el dogmatismo, acaba por impedir, de manera desmesurada, el asentimiento a cualquier proposición. En consecuencia, la finalidad pirrónica es la suspensión universal del juicio y los argumentos escépticos serían el medio para alcanzarla43.
En el caso específico del escéptico antecedente excesivo, la duda universal abarca "también nuestras propias facultades"44. Por eso sería imposible escapar de la duda excesiva si las propias facultades fueran puestas en cuestión. Al final, ¿cómo se podría inferir algo a partir de primeros principios si la razón, que debería hacer la inferencia, fue puesta en duda? Con relación al escepticismo consecuente, los pirrónicos pretenderían destruir la confianza en los sentidos y en la razón, dudando de las pruebas de que disponemos sobre cuestiones abstractas, así como sobre cuestiones de hecho y existencia. En el caso de los sentidos, vimos que los escépticos emplean tres argumentos. Solo el primero era, desde un punto de vista histórico, pirrónico. Los tres, no obstante, minarían la confianza en los sentidos. En el caso de la razón, él puede hacer eso recurriendo a argumentos populares o filosóficos. El argumento filosófico (que recurriría a la concepción humeana de la causalidad) destruye "toda certeza y convicción"45 al mostrar que el hábito es un instinto natural y que todo instinto puede engañarnos. La propia capacidad de raciocinar estaría, pues, bloqueada. El resultado de este ataque a las facultades (a la veracidad de las facultades) es que el escéptico, para Hume, "no tiene opinión o principio sobre ningún asunto, sea de acción o especulación"46. Las creencias son abolidas en la medida en que ya no confiamos en nuestras facultades, en la medida en que percibimos que estas implican falacias, errores, ilusiones y ficciones. Así, los pirrónicos terminarían por suspender el juicio con relación a todas las cosas47.
El pirronismo, no obstante, es una posición insostenible porque intenta suprimir creencias que no pueden ser eliminadas y poner bajo sospecha facultades que no tenemos cómo no emplear y de las cuales nos es imposible desconfiar completamente. Es famoso el pasaje en que Hume afirma la inevitabilidad de las creencias naturales: "La naturaleza, por una necesidad absoluta e incontrolable, nos determinó a juzgar, así como a respirar y a sentir"48. Inmediatamente después vemos que también la confianza en la veracidad de nuestras facultades es garantizada por la naturaleza: "Quienquiera que se haya dado el trabajo de refutar las cavilaciones de este escepticismo total, en verdad debatió sin antagonista e hizo uso de argumentos en la tentativa de establecer una facultad que la naturaleza ya había antes implantado en nuestra mente, haciéndola inevitable"49. Obsérvese que la naturaleza no implanta solamente creencias, sino también facultades. El pirronismo es definido tanto por el objetivo de suprimir todas las creencias como por el de dudar de la veracidad de nuestras facultades. De un uso semejante de los argumentos escépticos no se puede esperar nada útil ni duradero. Por el contrario, si fuera posible aplicar los principios pirrónicos a la vida práctica, seríamos llevados a la inacción y a la muerte.
Hume ofrece una explicación de por qué los argumentos escépticos no pueden tener un uso pirrónico. Aquí nuevamente la comparación con Bayle puede ser útil. Para Bayle, no habría que temer al pirronismo porque sus argumentos serían excesivamente sutiles, de forma que no causarían casi ningún impacto en las personas. "Cuando se es capaz de comprender bien todos los medios de la epoché que fueron expuestos por Sexto Empírico, se siente que esta lógica es el mayor esfuerzo de sutileza que el espíritu humano puede hacer"50. No se debe ver en esta observación de Bayle un elogio al pirronismo. Caracterizar una posición de extremadamente sutil es más una manera de quitarle la eficacia que concederle un mérito. En el "Esclarecimiento" dedicado a los pirrónicos, Bayle dice que "ellos mismos se pierden en su propia sutileza"51. En general, para Bayle, la sutileza es resultado de reflexiones vanas e inútiles que se pierden en laberintos conceptuales y palabras vacías. De estas disputas nadie sale persuadido por el partido opuesto: "sus disputas no cambian a nadie, cada uno se retira con las mismas opiniones con que había llegado"52.
En el caso particular que interesa a Bayle, el de las creencias religiosas, estas no se verían debilitadas por una reflexión tan sofisticada. A su modo de ver, nadie, o casi nadie, cree en Dios o deja de creer en Dios por causa de argumentos filosóficos. Por ello, aunque el pirronismo sea un enemigo de la religión, esta no tiene por qué temerle. "Pero, de otro lado, hay motivos para salir de la inquietud: solamente existió, y solamente existirá, un pequeño número de personas capaces de ser engañadas por las razones de los escépticos. La gracia de Dios en los fieles, la fuerza de la educación en los otros hombres y, si se quisiera, hasta la ignorancia y la inclinación natural a decidir son un escudo impenetrable a los embates de los pirrónicos, aun cuando esta secta imagine que es, hoy, más temible de lo que era antiguamente"53.
También Hume cree que el impacto de los argumentos escépticos sería menor que el esperado, si fueran usados para el abandono de todas las creencias. En esto él le da la razón a Bayle. Al menos en el Tratado, Hume concuerda con la razón alegada por Bayle de que es precisamente la sutileza de los argumentos pirrónicos lo que impide su efecto en nuestras mentes. En la importante sección "Del escepticismo con relación a la razón", el argumento pirrónico que pretende reducir toda probabilidad a cero es ineficaz porque coloca a la mente en una posición muy forzada y antinatural. Hume concede a Bayle que la sutileza de los argumentos escépticos vuelve mínima su influencia sobre la mente54. "Las emociones del alma impiden cualquier raciocinio y reflexión sutil... No es de admirar, por lo tanto, que la convicción que deriva de un raciocinio sutil disminuya proporcionalmente al esfuerzo realizado por la imaginación para penetrar el raciocinio y concebirlo en todas sus partes"55. ¿Por qué la mente conserva su creencia, incluso frente al argumento pirrónico? "Respondo que, después de la primera y la segunda conclusión, la acción de la mente se vuelve forzada y poco natural y las ideas se hacen débiles y oscuras y, no obstante que los principios del juicio y la contraposición de causas opuestas sean iguales a como eran en un inicio, su influencia sobre la imaginación y el vigor que conceden al pensamiento o quitan de él no son, de ninguna manera, los mismos"56. A una objeción al argumento escéptico, Hume responde que esta es errada e inútil porque tal argumento se destruye a sí mismo por su propia sutileza. "Si los raciocinios escépticos son fuertes, dicen ellos, ello es prueba de que la razón puede tener alguna fuerza y autoridad; si son débiles, nunca pueden ser suficientes para invalidar todas las conclusiones de nuestro entendimiento. Este argumento no es correcto porque los raciocinios escépticos, si fuese posible que existan y si no fuesen destruidos por su sutileza, serían sucesivamente fuertes y débiles, de acuerdo con las disposiciones sucesivas de la mente"57.
La conclusión de la sección "Del escepticismo con relación a los sentidos" confirma la idea de que los argumentos escépticos son muy refinados para ejercer una influencia duradera sobre la mente. "Como nace naturalmente de una reflexión profunda e intensa sobre tales asuntos, la duda escéptica crece mientras más lejos llevamos nuestras reflexiones, sean estas conformes, sean opuestas a ella. Solo el descuido y la desatención pueden procurarnos algún remedio"58. En la conclusión del Libro I, Hume insiste en el mismo asunto. "Reflexiones muy sutiles ejercen poca o ninguna influencia en nosotros"59. Un poco más adelante, Hume parece retractarse al admitir que, en los momentos más filosóficos, los argumentos escépticos nos inclinan a rechazar toda creencia y confianza en nuestras facultades. Esos momentos, sin embargo, son pocos y fugaces. La mayor parte del tiempo la naturaleza "me cura de esta melancolía y delirio filosóficos, volviendo más blanda esta inclinación de la mente, o entonces brindándome alguna distracción e impresión sensible más vívida, que borran todas esas quimeras"60.
Empero, en la Investigación el tratamiento dispensado por Hume a los argumentos escépticos es diferente. Primero, ninguno de los argumentos escépticos tradicionales es considerado por Hume como sutil. Muy por el contrario, son caracterizados por él como populares y banales. Además, Hume encuentra soluciones para tales argumentos. Por ejemplo, con relación al argumento escéptico sobre la razón, Hume entiende que no es muy difícil alejarlo, ya que este presupone la teoría de las ideas abstractas, una teoría inaceptable para Hume. Si admitiéramos que no hay ideas abstractas y que toda idea es particular, entonces se puede evitar las contradicciones y absurdos generados por el escepticismo61. También los argumentos escépticos tradicionales admiten respuesta fácil. Los argumentos contra los sentidos solo mostrarían que es forzoso corregirlos por la razón62 y que los argumentos contra la razón, extraídos de la diversidad de opiniones y creencias, son ineficaces frente a la necesidad de raciocinar en la vida común63.
En cuanto a los argumentos escépticos profundos y filosóficos, que no admiten respuesta, Hume en ningún momento los descalifica o minimiza su influencia sobre la mente por ser sutiles. Estos argumentos son ineficaces porque, y solo porque, chocan con la fuerza superior de la naturaleza. Hume piensa que el pirronismo es incapaz de hacer frente a la fuerza de la naturaleza, independientemente de su supuesta sutileza, pues sostiene que "la naturaleza siempre mantendrá sus derechos y, al final, prevalecerá sobre cualquier raciocinio abstracto"64. Tan pronto como abandonen la discusión filosófica y retornen a la luz del día, los principios escépticos "son puestos en oposición a los principios más poderosos de nuestra naturaleza, desaparecen como humo y dejan al escéptico más determinado en la misma condición que los otros mortales"65. No es, pues, por causa de su sutileza que los argumentos escépticos no pueden tener un uso pirrónico, sino única y exclusivamente por causa de la fuerza superior de la naturaleza. Así, la sutileza ya no caracteriza todos los argumentos escépticos, ni constituye la razón por la que algunos de estos argumentos no ejercen influencia en la mente humana.
Esto significa no que los argumentos escépticos empleados por el pirrónico no causen impacto alguno en la mente, sino solamente que no causan el impacto deseado por los pirrónicos. En el Tratado, el pirronismo ejercía una poderosa influencia, aunque momentánea, en el propio Hume. Luego de sus consideraciones sobre las causas de nuestra creencia en el cuerpo, Hume confiesa que cambió de opinión sobre la inevitabilidad de la creencia en el cuerpo. "Inicié este tema con la premisa de que deberíamos tener una fe implícita en nuestros sentidos y que esa sería la conclusión que extraería de la totalidad de mi raciocinio. Pero, para ser franco, me siento en este momento poseído por el sentimiento contrario. Estoy más inclinado a no tener fe alguna en mis sentidos, o más bien imaginación, que a depositar en ellos tal confianza implícita"66. Aunque se trate de una duda que nos asalta momentáneamente, Hume entiende que "la duda escéptica, tanto en relación con la razón como con los sentidos, es una enfermedad que nunca puede ser curada radicalmente, volviendo siempre a atormentarnos, por más que la alejemos y por más que a veces parezcamos estar completamente libres de ella"67. Lo mismo se dice en la conclusión del Libro I. "¿Pero qué fue lo que dije? ¿Que reflexiones muy sutiles y metafísicas ejercen poca o ninguna influencia en nosotros? Difícilmente podría dejar de retractarme y de condenar esta opinión mía con base en mi sentimiento y experiencia presente. La visión intensa de estas variadas contradicciones e imperfecciones de la razón humana me afectó de tal manera e inflamó mi mente a tal punto que estoy pronto a rechazar toda creencia y raciocinio y no consigo considerar una sola opinión como más probable o verosímil que las otras"68. Hay, pues, un impacto de los argumentos escépticos en la mente, si bien no el de la eliminación de las creencias naturales, pues estas inexorablemente se imponen a nosotros.
Si este impacto es momentáneo en lo que atañe a la eliminación de todas las creencias, en particular las naturales69, él es duradero y permanente en lo que se refiere a otras creencias70. En este sentido, siempre conviene recordar que solo las creencias implantadas en nosotros por la naturaleza tienen fuerza suficiente para resistir el ataque pirrónico. Es un equívoco pensar que, por ser ineficaces frente a la fuerza superior de la naturaleza, los argumentos escépticos serían completamente ineficaces. Muy por el contrario, son argumentos tan eficaces que solamente las creencias naturales pueden oponerles resistencia. Frente a los poderosos argumentos escépticos, no solo muchas áreas de especulación son abandonadas sino que muchísimas creencias son suprimidas. Por ejemplo, creencias supersticiosas y religiosas implantadas por la educación son, todas ellas, eliminadas por el pirronismo71. También las creencias filosóficas, como las del aristotelismo y del cartesianismo, deben ser borradas de nuestras mentes frente a la fuerza argumentativa superior del pirronismo. Este uso pirrónico de los argumentos escépticos se revela, pues, indispensable para la práctica de la buena filosofía y está completamente de acuerdo con la intención de Hume de combatir la religión, la superstición y la falsa "metafísica"72, que sirve de abrigo a la religión y la superstición73.
Los argumentos escépticos pueden y deben ser usados contra la religión, la superstición y la falsa metafísica, aunque no lo puedan ser contra las creencias naturales. No es extraño que disminuya o incluso se ignore el uso de los argumentos escépticos contra casi todas nuestras creencias, excepto las naturales. Aparte de esto, desconocer el papel del uso pirrónico de los argumentos escépticos en la filosofía de Hume implica no solo desvincular el buen uso de tales argumentos en el combate contra la religión, superstición y falsa "metafísica", sino, sobre todo, no apreciar adecuadamente el papel de las creencias naturales74. Solo luego de ser conscientes de la fuerza del uso pirrónico de los argumentos escépticos es que podemos hacernos conscientes de la fuerza superior de la naturaleza. Sin este contraste entre la fuerza del pirronismo y la fuerza de la naturaleza, las creencias naturales estarían en pie de igualdad con cualquier creencia religiosa, supersticiosa o metafísica. El uso de los argumentos escépticos de esta manera ya no es un uso pirrónico, pues ya no contempla la totalidad de nuestras creencias, ya que las naturales fueron excluidas del objetivo escéptico72.
A esta posición que utiliza los argumentos escépticos con fines diferentes del pirronismo, Hume la llamó escepticismo académico, mitigado o, incluso, moderado76. Lo que diferencia a estas dos formas de escepticismo es el uso que se hace de tales argumentos escépticos. El pirrónico, al emplearlos contra la razón y los sentidos, pretendería hacernos abandonar toda y cualquier creencia. Mas esto es imposible porque las creencias naturales son inquebrantables, y si fuera posible eliminarlas, sería nocivo para la propia vida. Hay, pues, que usarlos con otra finalidad. El escepticismo académico los emplea con la doble finalidad de promover una actitud más ponderada y racional y de eliminar todas las creencias, excepto las naturales y que están dentro del alcance del entendimiento humano. El escéptico mitigado, por lo tanto, es alguien que, consciente de la fuerza del pirronismo, percibe que estos argumentos son demoledores y, consciente de la fuerza superior de la naturaleza, percibe que estos argumentos no pueden tener un uso pirrónico, de modo que es preciso atribuirles una finalidad diferente de la finalidad pirrónica, contemplando la posibilidad de alterar nuestra actitud como investigadores y circunscribir adecuadamente los campos en que podemos investigar con perspectivas de llegar a alguna determinación segura, si bien de manera cautelosa y con alguna duda77. No se trata de una posición que resulta de dos factores causales78, sino de la adopción consciente y argumentada de la única posición consistente frente a la virulencia pirrónica y a las necesidades de la vida79.
Llegamos a un punto delicado en la interpretación de las diversas formas de escepticismo. ¿Cuál es la relación entre suspensión del juicio y creencia? Bayle, por ejemplo, pensaba que el escéptico académico y el pirrónico podían tener creencias. Para él, los pirrónicos creían en muchas cosas, apoyados en la doctrina del fenómeno, mientras que los académicos, recurriendo a la teoría carneadeana de la "probabilidad", aceptaban grados de creencias. Empero, Hume concebía el pirronismo de forma diferente, pues negaba que el pirrónico pudiese tener creencias, atribuyéndole una suspensión universal del juicio, con la abolición de todas las creencias. No obstante, la suspensión académica de juicio sería, según Hume, compatible con creencias ordinarias en la vida común. Es lo que sugiere fuertemente el análisis del comienzo de la sección V de la Investigación80. En efecto, en ese pasaje, Hume dice, de un lado, que el escéptico académico siempre habla de suspensión del juicio y, del otro, que nunca llegará al punto de destruir toda acción y toda creencia. ¿Cómo interpretarla sino admitiendo que la suspensión académica del juicio, a diferencia de la suspensión total del pirrónico, es compatible con algunas creencias? Si no fuese así, no se vería ninguna diferencia entre el escepticismo académico y el pirronismo en Hume.
Encontramos aún algunas otras características atribuidas por Hume a los académicos y que lo inclinan favorablemente a aproximar su filosofía a esta forma de escepticismo. En este sentido, tiene particular relevancia la crítica al estoicismo como un sistema egoísta y vanidoso y la correspondiente defensa del escepticismo académico y su búsqueda imparcial de la verdad81. Esa característica específica de los académicos ciertamente contribuyó a una preferencia de Hume por los primeros. Hume reconoce que "toda pasión es mortificada por él [escepticismo académico], excepto el amor a la verdad"82, no diciendo nada sobre el pirrónico. Conviene recordar que para Bayle esta era una de las pocas diferencias entre académicos y pirrónicos. Mientras que estos proseguían eternamente en búsqueda de la verdad, elaborando innumerables modos para no encontrarla nunca, los primeros suspendían el juicio para sumarse al ideal sabio y no encontrar la verdad83. Es la ataraxia que, a los ojos de Bayle, compromete la búsqueda pirrónica de la verdad: el pirrónico se arma para nunca encontrar la verdad y, así, preservar su tranquilidad84.
También es digno de observación que Hume atribuya a los académicos la denuncia de determinaciones precipitadas, la limitación de las investigaciones y la renuncia a especulaciones que no estén confinadas a los límites de la práctica y la vida común85. Con relación a estas características, Hume parece estar describiendo, desde un punto de vista histórico, no solo la filosofía académica sino también su propia filosofía, al definirla como una forma de escepticismo académico. Se percibe claramente esta confluencia del escepticismo académico histórico con el escepticismo mitigado de Hume cuando, al leer la parte III de la sección XII de la Investigación, nos hacemos conscientes de los beneficios de los argumentos escépticos cuando son usados de manera académica. Primero, se corrige el dogmatismo natural de los hombres, su propensión a considerar de modo parcial y precipitado las cuestiones bajo examen, su impaciencia frente a los que defienden opiniones contrarias. Una vez que los argumentos escépticos muestran la fragilidad del entendimiento humano, tendemos a hacernos más cautelosos y modestos en nuestras determinaciones y a perder cierto orgullo y vanidad naturales, tomando conciencia de que se debe acompañar nuestro asentimiento con el nivel de duda pertinente a la investigación86. Un segundo beneficio apuntado por Hume es la limitación de nuestras investigaciones a asuntos adecuados al entendimiento humano. Hume distingue dos campos de investigación: las matemáticas y las ciencias empíricas87. Estos son, en efecto, usos beneficiosos y duraderos que se pueden esperar de los argumentos escépticos.
(Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo)