SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.22 número2Referencia, nombres propios y comunidad lingüísticaLa antropología de la religión dentro de los límites de la mera razón índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Areté

versión impresa ISSN 1016-913X

arete v.22 n.2 Lima  2010

 

ARTÍCULOS

 

Tipos y uso de argumentos escépticos en Hume

Types and Uses of Sceptical Arguments in Hume

 

Plínio Junqueira Smith

Universidad Federal de São Paulo

 


Resumen

La intención del presente artículo es mostrar que Hume distingue dos tipos de argumentos escépticos. El tipo antiguo, basado en el método de antinomias, es considerado muy débil por Hume. Él desarrolla un tipo nuevo de argumento escéptico a partir de su ciencia empírica de la naturaleza humana. Del otro lado, Hume distingue entre dos usos de los argumentos escépticos: el primero, que él llama pirrónico, tiene como finalidad la suspensión del juicio, lo que es imposible, porque la naturaleza nos obliga a creer; el segundo, el uso académico, pone límites a nuestro conocimiento, aceptando las creencias naturales, la ciencia empírica y las matemáticas.

Palabras clave: escepticismo, pirronismo, ciencia empírica, creencia, suspensión del juicio.

 


Abstract

This paper intends to show that Hume distinguishes between different kinds of sceptical arguments. The ancient kind of argument, which is based on antinomies between perceptions and beliefs, is considered very weak by Hume. Hume develops a new, stronger kind of sceptical argument based on his empirical science of human nature. Moreover, Hume distinguishes between two different uses of sceptical arguments: the first one, which he calls Pyrrhonian, is meant to suspend judgment, but this is impossible, because nature obliges us to believe; the second one, the Academical, puts limits on our cognition, accepting natural beliefs, empirical science and mathematics.

Key words: Scepticism, Pyrrhonism, empirical science, belief, suspension of judgement.

 


1. Introducción1

La antigua cuestión, mencionada por Aulo Gelio, sobre las relaciones entre académicos y pirrónicos, es retomada por Diderot en la entrada "Escepticismo" de la Enciclopedia. Su conclusión es que "esas diferencias, que son pequeñas e imperceptibles, llevaron a la confusión de incluir a todos bajo el nombre de ‘escépticos’"2. Sin embargo, Diderot nota la preferencia, entre los escépticos, por ser llamados académicos en lugar de pirrónicos, y apunta dos razones para ello: "una es que pocos filósofos ilustres salieron de la escuela de Pirrón, mientras que la Academia produjo muchos hombres excelentes, a los cuales es glorioso estar asociado; la otra es que Pirrón y los pirrónicos fueron ridiculizados, como si hubiesen reducido la vida de los hombres a una completa inacción, y aquellos que se dijeran pirrónicos caerán en el mismo ridículo"3.

Estos comentarios de Diderot le parecen enteramente adecuados a Hume, no solo porque este llama "escépticos" indistintamente a académicos y pirrónicos, sino, sobre todo, por expresar una clara preferencia por caracterizar su proprio escepticismo como académico y así alejarse del pirronismo. Para Hume, el escepticismo pirrónico conduciría a un letargo fatal, en la medida en que el escepticismo académico promovería la vida común. "La gran subversora del pirronismo o de los principios excesivos del escepticismo es la acción, el empleo y las ocupaciones de la vida común"4. Cuando en la Investigación ofrece su "solución escéptica", Hume la hace preceder de un elogio a la "filosofía académica o escéptica"5.

En el texto que sigue me propongo analizar la posición de Hume a la luz de esta antigua cuestión. Primero, se examinará los tipos de argumentos escépticos empleados por Hume y sus relaciones con los argumentos históricos, sea de los pirrónicos o de los académicos. Se verá que, desde el punto de vista humeano, los argumentos escépticos no se dividen en académicos y pirrónicos. Los escépticos, independientemente de la forma específica de escepticismo que adhieran, compartirían el mismo arsenal argumentativo. Más aun, Hume entiende que tales argumentos históricos son débiles y que los buenos argumentos que los escépticos podrían utilizar son formulados por los filósofos modernos y, sobre todo, por él mismo. Los argumentos tradicionales se apoyan en la observación simple del conflicto entre las opiniones y en la variedad de las percepciones, pero los principales argumentos escépticos, en Hume, derivan de su ciencia empírica de la naturaleza humana.

A continuación, se esclarecerá la diferencia que Hume ve entre lo que él llama escepticismo académico y lo que llama pirronismo. Esta descansa en el uso que se hace de los argumentos escépticos. Mientras que el pirrónico usa ese arsenal argumentativo para suspender el juicio sobre todas las cosas, el académico solo pretende modificar nuestra actitud frente al conocimiento y limitar nuestras investigaciones filosóficas, rechazando la religión, la superstición y la falsa metafísica. Para Hume, no se puede atribuir a los argumentos escépticos el uso pretendido por el pirrónico. Dos consideraciones son fundamentales para que el escéptico académico use los argumentos escépticos a su manera: la conciencia de que estos argumentos no admiten respuesta y la conciencia de que la naturaleza implantó en nosotros determinadas facultades y creencias que se resisten a su fuerza que, en relación a todo lo demás, es devastadora.

2. Tipos de argumentos escépticos

La duda escéptica es, según Hume, "una enfermedad que nunca puede ser radicalmente curada, volviendo siempre a atormentarnos por más que la alejemos y por más que a veces parezcamos estar enteramente libres de ella"6. ¿Qué tipo de enfermedad es esa? ¿Y cómo se desarrolla en nosotros? Hume, siguiendo la tradición, traza una distinción entre, de un lado, escepticismo académico y, de otro, escepticismo pirrónico. El primero sería una forma moderada o mitigada de escepticismo, y el segundo, una forma excesiva. Siendo considerado por Hume más devastador el pirronismo, ¿dispondría este de argumentos más fuertes y poderosos; al tiempo que los académicos, con su modesta pretensión, emplearían argumentos menos destructivos? ¿Habría, así, dos enfermedades diferentes: una crónica y maligna, otra benigna y curable?

A este respecto, creo que es fundamental observar que Hume no distingue, en el Tratado o en la Investigación, entre argumentos escépticos académicos y, en oposición a estos, argumentos escépticos pirrónicos. En la sección XII de la Investigación, titulada "De la filosofía académica o escéptica", hay una tipología de los argumentos escépticos. Pasemos revista a lo que dice Hume sobre tales argumentos7.

En la primera parte de esa sección, Hume crea una nueva distinción, cuya importancia no puede ser disminuida, entre escepticismo antecedente y escepticismo consecuente. El primer tipo de escepticismo, representado por la duda cartesiana, tiene como finalidad evitar el error y el juicio precipitado. Hume no explicita cuáles serían los argumentos escépticos que deberían actuar sobre nuestra actitud y hacer que dejemos de lado prejuicios y enjuiciamientos precipitados. De cualquier manera, estos argumentos escépticos no dependerían de ningún conocimiento anterior, debiendo ser expuestos incluso antes de la investigación filosófica y científica, y expresarían, sobre todo, una determinada concepción de la postura del filósofo frente a creencias y enjuiciamientos sobre el mundo. Así, este escepticismo antecedente recomendaría una duda universal, de la que solo se podría escapar cuando conociésemos algún principio primero a partir del cual podríamos inferir otras verdades, cuidándonos, por tanto, de hacer alguna afirmación que no esté demostrada a partir de principios evidentes. Detrás de esta forma excesiva de escepticismo antecedente estaría una concepción demasiado exigente de conocimiento, según la cual solo lo que es deductivamente demostrado merece nuestra aprobación y asentimiento. En esta forma cartesiana, dice Hume, el escepticismo antecedente es excesivo y jamás podríamos salir de esa duda radical. Empero, una forma moderada es benéfica y constituye "una preparación necesaria para el estudio de la filosofía, al preservar una imparcialidad adecuada en nuestros juicios y al librar nuestra mente de los prejuicios que podemos haber ingerido de la educación u opinión apresurada"8.

El segundo tipo de escepticismo se caracteriza por ser posterior a la ciencia, pues sus argumentos proveen un conocimiento de mundo. Como el escepticismo antecedente, este también consiste en un ataque a las facultades humanas, tanto a la razón como a los sentidos, y, por medio de este, a todas nuestras creencias y opiniones. Con relación a los sentidos, hay tres tipos principales de argumentos, que Hume expone en un orden creciente de fuerza, del más débil al más fuerte. Primero, argumentos invocados por escépticos de todos los tiempos, que se apoyan en la imperfección de los sentidos. A estos, dice Hume, es fácil responder, pues basta corregirlos con la razón9. Un ejemplo famoso y recurrente es el del remo que, cuando está parcialmente inmerso en el agua, parece quebrado. Sin embargo, este fenómeno es fácilmente explicado con el índice de refracción de los medios en que se encuentra (aire y agua). Segundo, argumentos más profundos, elaborados por el propio Hume y retirados de sus consideraciones sobre nuestros instintos naturales y cómo la razón intenta corregirlos, pero no lo logra. Habría aquí una oposición entre instintos y razón, y la propia razón no lograría satisfacer sus exigencias. "Este es, pues, un tópico en que los escépticos más profundos y filosóficos siempre triunfarán cuando intenten introducir una duda universal en todos los asuntos de investigación y conocimiento humano"10. El tercer tipo de argumento es típico de la filosofía moderna y ataca la pretendida distinción entre cualidades primarias, supuestamente inherentes al objeto, y cualidades secundarias, supuestamente existentes solo en la mente humana11. Para Hume, esta objeción, formulada por Berkeley12, va aún más lejos que la precedente porque muestra que la creencia en los cuerpos es contraria a la razón.

En la segunda parte de la sección XII, Hume considera la tentativa escéptica de destruir la razón por medio del argumento y raciocinio. También aquí se encuentra una clasificación de los argumentos escépticos, divididos en objeciones contra los raciocinios abstractos13 y objeciones contra la prueba moral14. Las objeciones contra las matemáticas son extraídas de las reflexiones de Bayle sobre la noción de extensión, contenidas en el artículo "Zenón", del Diccionario de Bayle, y encuentran una respuesta en la filosofía humeana, toda vez que tales objeciones presuponen una teoría que, para Hume, es inaceptable, a saber, la teoría de las ideas abstractas. A su turno, las objeciones contra cuestiones de hecho son divididas en objeciones "populares" y objeciones "filosóficas". Las primeras, propuestas por los pirrónicos a partir de la contradicción entre las opiniones humanas, son débiles, al entender de Hume, y la vida común las aleja completamente, aun cuando en las escuelas puedan ser irrefutables. Por otro lado, las objeciones filosóficas son formuladas por el propio Hume, ya que dependen enteramente del resultado de sus análisis de la causalidad. Como las inferencias causales dependen del instinto del hábito y como todo instinto puede ser falaz, no habría por qué confiar en tales inferencias.

Hagamos una comparación de los argumentos escépticos expuestos por Hume con los argumentos históricamente empleados por pirrónicos y académicos. Pese a que ambos sean incluidos en el escepticismo consecuente, es preciso resaltar la diferencia entre ellos. A este respecto, puede ser útil retomar las interpretaciones del escepticismo antiguo hechas por Bayle en su Diccionario, a todas luces una fuente de Hume. Al comparar académicos y pirrónicos, Bayle no veía mucha diferencia entre ellos. "Sus sentimientos [los de Pirrón] casi no diferían de las opiniones de Arcesilao"15. Una de las razones para esta gran aproximación entre las dos formas antiguas de escepticismo es, ciertamente, la caracterización del tipo de argumento empleado por ellas. El pirronismo sería definido por el método de argumentar de los dos lados de una cuestión, con lo que se suspendía el juicio, pero Bayle deja en claro que este método era común a los académicos y aun a algunos otros filósofos, como Sócrates y Platón. Recomendado y reconocido por Bayle16, el método escéptico exhibiría la imparcialidad anhelada por la investigación crítica a la que los filósofos aspiran.

Bayle hace una contribución original al método de las antinomias de los antiguos escépticos. Para estos, existirían buenos argumentos a favor de p y buenos argumentos a favor de ~p, de forma que la equivalencia de fuerza persuasiva entre estos argumentos los anularía mutuamente, siguiéndose la suspensión del juicio. Para Bayle, las teorías carecen de buenos argumentos que las sustenten frente a las demás, ya que las objeciones, en general, son más fuertes que las respuestas. Una forma usual de sostener una doctrina filosófica sería refutando las demás, de modo que quedase solamente aquella que aprobamos. Así, para sostener p, sería preciso refutar ~p (y viceversa), ya que la disyuntiva "p o ~p" parece válida. Pero como hay buenos argumentos contra p y buenos argumentos contra ~p, no se podría sostener dogmáticamente la verdad de ninguna de las teorías. No solo la razón se revela incapaz de dar argumentos más persuasivos a favor de una teoría, tampoco consigue defenderla de objeciones contundentes de los adversarios.

Hume no atribuye la misma importancia al método escéptico de las antinomias, que hace que diversas opiniones entre los filósofos entren en conflicto, ni parece sensible a la contribución de Bayle. Curiosamente, aun cuando trata del escepticismo, casi no se manifiesta sobre este método y, cuando lo hace, no es sin cierto desprecio por él. Aquí el contraste con Bayle es evidente. Para este, el método del escepticismo antiguo es extremadamente poderoso en la destrucción del dogmatismo. Al oponer tesis y antítesis, haciéndolas entrar en conflicto y presentando fielmente cada lado de la cuestión con su fuerza completa, el escepticismo antiguo conseguiría aniquilar todas las doctrinas dogmáticas. No se ve nada de esto en Hume. Él, en efecto, no emplea este método para desarrollar su escepticismo, ni lo estima particularmente17. Como vimos más arriba, mientras que el argumento extraído de Bayle sobre la infinita divisibilidad será rechazado por Hume, el de Berkeley será reconocido como el más fuerte de todos los argumentos, pues muestra que la creencia en el mundo exterior es contraria a la razón.

Por ser el pirronismo concebido por Hume una forma excesiva de escepticismo, sería natural esperar que, a su modo de ver, los argumentos pirrónicos devastaran todas las creencias. Contrariando esta expectativa, Hume descalifica argumentos pirrónicos18 tradicionales, provenientes del escepticismo antiguo, como el de la diaphonía de las opiniones19 y el de las imperfecciones de los sentidos20. Estos argumentos son caracterizados como "populares" y "débiles"21, distinguiéndose de argumentos "más profundos"22 o "más filosóficos"23. Según Hume, los escépticos de todos los tiempos insisten "en los tópicos más banales"24. Claramente, los argumentos pirrónicos están bien por debajo de lo que se esperaría de una vertiente escéptica que pretende destruir la razón con raciocinios y argumentos. Mientras que Bayle entiende que la razón no logra defender ninguna teoría, solo destruirlas, consistiendo en eso la victoria del escepticismo, Hume juzga que los argumentos específicamente pirrónicos admiten una respuesta fácil.

Para Hume, los argumentos escépticos más fuertes son, precisamente, aquellos que le cupo elaborar a la filosofía moderna: la duda antecedente de Descartes, la duda humeana sobre el mundo exterior y sobre la causalidad, el ataque de Bayle a la extensión y a la infinita divisibilidad y el ataque de Berkeley a la distinción entre cualidades primarias y secundarias. Berkeley es considerado por Hume un filósofo muy ingenioso que nos dio "las mejores lecciones de escepticismo, sin excluir a Bayle"25. Los argumentos escépticos que "nos confunden, pero no convencen", provienen de un autor que "confiesa, sin embargo, en su página-título (y sin duda con gran verdad) haber compuesto su libro contra los escépticos"26. Igualmente, el escepticismo antecedente promovido por Descartes no tenía por finalidad destruir toda creencia y la veracidad de las propias facultades mentales, sino solamente preparar el camino para una filosofía saludable. Como en el caso de Berkeley, el tiro salió por la culata. "La duda cartesiana, por lo tanto, si alguna vez pudiera ser alcanzada por criatura humana (como claramente no sucede), sería enteramente incurable y ningún raciocinio nos llevaría jamás a un estado de certeza y convicción sobre algún asunto"27.

A este respecto, Hume parece ser de la opinión de Bayle, para quien la filosofía moderna favoreció el escepticismo. En el artículo "Pyrrhon", en el famoso pasaje de la observación B, Bayle escribe que "Arcesilao, si volviese a este mundo y tuviese que combatir a nuestros teólogos, sería mil veces más terrible que lo que fue con los dogmáticos de la antigua Grecia"28. Primero, la teología cristiana ofrecería a los pirrónicos poderosas armas que permitirían destruir la propia razón con sus principios más evidentes y, enseguida, la filosofía moderna prepararía el triunfo completo del pirronismo. "Renuncio a las ventajas que la nueva filosofía acaba de proporcionar a los pirrónicos. Mal se conocía el nombre de Sexto Empírico en las escuelas; los medios de la epoché que él propuso tan sutilmente no eran en ellas menos conocidos que la Tierra Austral, cuando Gassendi nos dio de ellos un resumen que nos abrió los ojos. El cartesianismo dio el último toque a la obra y nadie entre los buenos filósofos duda aún de que los escépticos tengan razón al sostener que las cualidades de los cuerpos, que alcanzan a nuestros sentidos, son solamente apariencias. Cada uno de nosotros puede decir ‘yo siento calor en presencia del fuego’, pero no ‘yo sé que el fuego es en sí mismo tal como me parece’. Es así como era el estilo de los antiguos pirrónicos"29.

Aun así, Hume parece distanciarse de Bayle, pues los argumentos empleados por los antiguos pirrónicos son muy diferentes de los argumentos empleados por los modernos30, no solamente en fuerza sino sobre todo en sus características. El pirronismo, como lo entiende Bayle, usa argumentos para hacer que la razón se vuelva contra sí misma y se aniquile. Hume conserva esta característica del antiguo pirronismo cuando reconoce que el gran objetivo de los escépticos es destruir la razón por medio de raciocinios y argumentos31. Pero la manera como los antiguos pirrónicos encaran la destrucción de la razón, en el enfoque de Bayle, es diferente de la manera como el pirronismo de Hume asumiría esa misma destrucción. Mientras que para Bayle los pirrónicos ofrecen argumentos dogmáticos en favor de ambos lados, procurando equilibrar las dos caras de una cuestión, los argumentos pirrónicos en Hume surgen al interior de una investigación empírica de la naturaleza y del entendimiento humano. Así, Bayle presenta a los antiguos pirrónicos situándose en un plano estrictamente dogmático de argumentación y empleando argumentos de manera apenas dialéctica, mientras que el pirronismo de Hume desarrolla argumentos al interior de una ciencia empírica cuyo objeto de estudio es el entendimiento humano. En consecuencia, el pirronismo antiguo sería, según Bayle, el resultado de una postura dogmática y el pirronismo de Hume es el resultado de la aplicación del empirismo a la filosofía32.

Hay que ver que Hume interpretaba el escepticismo antiguo de manera diferente que Bayle. Para Hume, también los argumentos escépticos tradicionales pertenecían al escepticismo consecuente, esto es, serían posteriores a la ciencia y al conocimiento. Primero, porque estos argumentos se basan en opiniones que los hombres sostienen respecto del mundo. En tal sentido, los argumentos escépticos tradicionales presuponen una supuesta ciencia o conocimiento para, poniéndolos en conflicto entre sí, suspender el juicio. Solo después de que los hombres hayan producido opiniones sobre el mundo que entren en conflicto es que los escépticos antiguos pueden elaborar sus argumentos contra el dogmatismo, nunca antes de tales opiniones. Por lo tanto, los argumentos escépticos que producen la diaphonía entre los dogmatismos son posteriores a la ciencia. Algo similar se puede decir sobre los argumentos que se apoyan en las ilusiones de los sentidos. También aquí es preciso tener diferentes percepciones del mundo y de cómo este nos parece, según las más diversas circunstancias, para que se pueda argumentar que nos es imposible escoger racionalmente cuál es la percepción verdadera y, así, saber cómo el mundo es en sí mismo.

Además, se puede decir que los argumentos escépticos tradicionales no son a priori, sino que, por el contrario, dependen de una observación, hecha por el propio escéptico, de lo que ocurre en el mundo. Un argumento escéptico consecuente puede ser a priori, esto es, decir sobre "relaciones de ideas", como es el caso del argumento contra la razón en la Investigación, que recurre a la infinita divisibilidad. No obstante, los argumentos escépticos tradicionales, si bien hacen que la razón se vuelva contra sí misma, lo hacen a partir de ciertos hechos que los escépticos observan en el mundo y destacan para su argumentación contra el dogmatismo. Por ejemplo, los escépticos antiguos constatan que hay una serie de pueblos en el mundo y que cada pueblo tiene sus leyes, tradiciones, hábitos y creencias; que las personas tienen diversas opiniones, maneras de vivir y, algunos, doctrinas filosóficas. Ahora bien, toda esta diversidad de "dogmas" es irreconciliable y, sin embargo, no admite preferencia racional. Así, los escépticos antiguos eran llevados a la suspensión del juicio. Del mismo modo, se constata empíricamente que los sentidos, de conformidad a las diferentes circunstancias, presentan los objetos con características diferentes. Por ejemplo, una torre, de lejos, parece redonda y, de cerca, cuadrada; un remo fuera del agua parece recto y, parcialmente inmerso, quebrado; una cuerda enrollada, vista rápidamente y sin mucha luz, parece una cobra; y así sucesivamente. No habría cómo preferir racionalmente una circunstancia a la otra, de forma que los escépticos suspendían el juicio. Para Hume, en consecuencia, los escépticos antiguos requieren de algún conocimiento empírico del mundo para formular sus objeciones.

Los argumentos escépticos empleados por Hume también se basan en un conocimiento empírico, más específicamente en su ciencia del hombre. Empero, los argumentos que encontramos en Hume son, en el fondo, muy diferentes de los argumentos escépticos tradicionales, pues no resultan de una observación superficial de la diversidad humana, sino de un análisis minucioso del funcionamiento de la mente humana. Los principales argumentos escépticos, al interior de la filosofía humeana, resultan del reconocimiento de que los procesos mentales de formación de creencias son falaces y poco confiables. Esta característica del pirronismo en Hume es más evidente en el Tratado que en la Investigación. ¿Cuáles son los tres grandes argumentos escépticos del Tratado? El primero es extraído de la investigación sobre el mecanismo de la inferencia causal; el segundo, de la investigación de cómo la razón funciona en sus inferencias sobre relaciones de ideas; el tercero, de la investigación de sistema del vulgo, esto es, de los mecanismos que nos llevan a la creencia en el cuerpo (así como de los desdoblamientos filosóficos que resultan de una insatisfacción frente al sistema del vulgo). En los tres casos, los argumentos escépticos son extraídos de una ciencia empírica que devela los procesos de formación de nuestras creencias (causales, matemáticas y en la existencia del cuerpo). Estos procesos involucran, en mayor o menor grado, falacias, tránsitos no sostenidos por la razón, ficciones, ilusiones y errores, de tal forma que a fin de cuentas un filósofo no puede ver sino debilitadas sus creencias. Si todas nuestras creencias resultan, a la luz de una cuidadosa investigación empírica, de procesos inseguros de formación de creencias, no habría por qué aceptarlas. La conclusión del Tratado solamente retoma, organiza y profundiza el escepticismo total que resulta de esta ciencia empírica aplicada a la epistemología o, al decir de Hume, "lógica".

Así se explica más claramente en qué sentido el escepticismo es consecuente con la ciencia. En el caso del escepticismo antiguo, hay un doble sentido: primero, los argumentos escépticos son extraídos del supuesto conocimiento que hombres y pueblos tienen del mundo y que entran en conflicto entre sí; segundo, de la constatación escéptica de la diversidad de opiniones y de las percepciones, de conformidad con las diferentes circunstancias. En el caso del escepticismo de Hume, los argumentos escépticos son extraídos del conocimiento propiciado por su ciencia empírica que tiene por objeto de investigación el entendimiento humano.

Se puede también entender mejor por qué los argumentos escépticos tradicionales son débiles, mientras que los argumentos de Hume serían fuertes. En el primer caso (el de los escépticos antiguos), los argumentos son débiles y populares, ya que la razón corrige los sentidos y no podemos dejar de emplear nuestras facultades mentales en la vida cotidiana. La mera constatación de la diversidad de las percepciones de acuerdo a las circunstancias no implica que los sentidos no puedan ser corregidos y que, por lo tanto, una verdad no pueda ser alcanzada. Del mismo modo, la mera constatación de la diversidad de los pensamientos en los pueblos humanos no impide el buen funcionamiento de la razón. En ambos casos, sentido y razón continuarían siendo facultades veraces y confiables. En el segundo caso (el de Hume), los argumentos son fuertes y filosóficos porque no pueden ser corregidos por la razón y resultan del reconocimiento de cómo nuestras facultades mentales efectivamente operan en la producción de nuestras creencias33. Por ello no es posible que la razón corrija a los sentidos, a la imaginación o a sí misma, ya que son los propios mecanismos naturales e inevitables los que están siendo expuestos por la ciencia empírica de Hume. Así, la ciencia empírica de Hume proporcionaría a los escépticos los argumentos más poderosos porque tales argumentos resultan de un conocimiento del funcionamiento imperfecto y falaz de los principios más básicos y fundamentales del entendimiento humano. Toda vez que estos principios no pueden dejar de operar de la manera descrita por la ciencia empírica de Hume, no hay nada que hacer frente a sus defectos: cometeremos inevitablemente todas las falacias, las ilusiones y los errores descritos por Hume34. La filosofía, cuando intentó corregir el sistema del vulgo, por ejemplo, solamente multiplicó las dificultades y ofreció aun más armas a los escépticos.

Es preciso insistir en este punto tan importante para comprender la naturaleza del escepticismo de Hume y su contribución a la historia del escepticismo. Lejos el escepticismo total de representar una amenaza para la ciencia empírica35, el primero depende enteramente de la segunda. A pesar del escepticismo total que parece resultar de sus análisis de la causalidad, razón y sentidos, Hume en ningún momento supone que erró en sus hipótesis sobre los principios que gobiernan el funcionamiento de nuestras mentes. Por el contrario, es porque confía completamente en su ciencia empírica del entendimiento humano que es llevado, en un primer momento, al escepticismo total y excesivo. Una vez bien establecido que las inferencias causales dependen del hábito (y no de la razón), entonces no podemos confiar completamente en tales inferencias; una vez bien establecido que la razón se destruye a sí misma, entonces no podemos confiar en la razón; una vez bien establecido que el sistema del vulgo comete innumerables errores, ficciones e ilusiones, entonces no hay cómo confiar en los sentidos. Si el escepticismo total representase una amenaza para la ciencia empírica, él cortaría sus propias raíces y perdería la fuente misma de sus argumentos más poderosos. El empirismo, cuando es aplicado a la epistemología, lleva inevitablemente al escepticismo36. Habría, pues, una especie de complicidad entre empirismo y escepticismo37.

Como se ve, la distinción entre escepticismo académico y pirrónico es irrelevante cuando se atenta contra los argumentos escépticos empleados por Hume. En este sentido, no habría entre académicos y pirrónicos una diferencia sustantiva en lo tocante a la argumentación. Se debe concluir, pues, que la diferencia entre escepticismo académico y escepticismo pirrónico no reside en argumentos diferentes, como si el alcance de argumentos pirrónicos fuese mayor, destruyendo la propia razón y la probabilidad, mientras que argumentos académicos serían menos poderosos, pero permitirían algún conocimiento y grado de creencia. Los argumentos escépticos empleados por Hume no diferencian su procedencia, como si hubiese argumentos académicos al lado de argumentos pirrónicos38.

Más aun, Hume parece extraer argumentos escépticos de las más diversas fuentes, sobre todo de la filosofía moderna: Descartes, Bayle, Berkeley y hasta de su propia filosofía. Todos estos argumentos modernos son incluidos e incorporados en su ciencia empírica del entendimiento humano, que les confiere un sentido completamente original. Así, los argumentos escépticos fuertes e irrefutables son los que proceden de esta investigación empírica del entendimiento humano, en oposición a los argumentos antiguos, que proceden de la observación de hechos comunes y banales de la vida de los hombres y pueblos, de una observación superficial de nuestro comportamiento39.

3. Usos de los argumentos escépticos

La diferencia entre el escepticismo mitigado (o filosofía académica) y el escepticismo excesivo (o pirronismo) pasa a primer plano sobre todo en la parte III de la sección XII, si bien surge ya como un aspecto destacado al final de la parte II40. Como vimos, no se trata de una diferencia de argumentos, ni se debe esperar que los argumentos pirrónicos (desde un punto de vista histórico) sean más fuertes que otros argumentos escépticos. Por el contrario, sus argumentos son manifiestamente débiles. La diferencia crucial entre académicos y pirrónicos, desde el punto de vista de Hume, es el uso que estas formas de escepticismo hacen de los mismos argumentos41.

¿Qué caracterizaría, para Hume, la posición pirrónica?42 ¿Cómo los pirrónicos se sirven del arsenal argumentativo escéptico? El pirrónico emplea el argumento escéptico para suspender el juicio, aniquilando toda y cualquier creencia, así como nuestras facultades mentales. Cuando alguien recurre a los argumentos escépticos con la finalidad de debilitar todas nuestras creencias y minar la confianza en nuestras facultades, entonces, según Hume, se puede decir que esa persona es pirrónica. El pirronismo sería visto por Hume como un escepticismo total porque pretende abolir todas las creencias, o como un escepticismo excesivo porque su duda, al pretender solamente evitar la precipitación y el dogmatismo, acaba por impedir, de manera desmesurada, el asentimiento a cualquier proposición. En consecuencia, la finalidad pirrónica es la suspensión universal del juicio y los argumentos escépticos serían el medio para alcanzarla43.

En el caso específico del escéptico antecedente excesivo, la duda universal abarca "también nuestras propias facultades"44. Por eso sería imposible escapar de la duda excesiva si las propias facultades fueran puestas en cuestión. Al final, ¿cómo se podría inferir algo a partir de primeros principios si la razón, que debería hacer la inferencia, fue puesta en duda? Con relación al escepticismo consecuente, los pirrónicos pretenderían destruir la confianza en los sentidos y en la razón, dudando de las pruebas de que disponemos sobre cuestiones abstractas, así como sobre cuestiones de hecho y existencia. En el caso de los sentidos, vimos que los escépticos emplean tres argumentos. Solo el primero era, desde un punto de vista histórico, pirrónico. Los tres, no obstante, minarían la confianza en los sentidos. En el caso de la razón, él puede hacer eso recurriendo a argumentos populares o filosóficos. El argumento filosófico (que recurriría a la concepción humeana de la causalidad) destruye "toda certeza y convicción"45 al mostrar que el hábito es un instinto natural y que todo instinto puede engañarnos. La propia capacidad de raciocinar estaría, pues, bloqueada. El resultado de este ataque a las facultades (a la veracidad de las facultades) es que el escéptico, para Hume, "no tiene opinión o principio sobre ningún asunto, sea de acción o especulación"46. Las creencias son abolidas en la medida en que ya no confiamos en nuestras facultades, en la medida en que percibimos que estas implican falacias, errores, ilusiones y ficciones. Así, los pirrónicos terminarían por suspender el juicio con relación a todas las cosas47.

El pirronismo, no obstante, es una posición insostenible porque intenta suprimir creencias que no pueden ser eliminadas y poner bajo sospecha facultades que no tenemos cómo no emplear y de las cuales nos es imposible desconfiar completamente. Es famoso el pasaje en que Hume afirma la inevitabilidad de las creencias naturales: "La naturaleza, por una necesidad absoluta e incontrolable, nos determinó a juzgar, así como a respirar y a sentir"48. Inmediatamente después vemos que también la confianza en la veracidad de nuestras facultades es garantizada por la naturaleza: "Quienquiera que se haya dado el trabajo de refutar las cavilaciones de este escepticismo total, en verdad debatió sin antagonista e hizo uso de argumentos en la tentativa de establecer una facultad que la naturaleza ya había antes implantado en nuestra mente, haciéndola inevitable"49. Obsérvese que la naturaleza no implanta solamente creencias, sino también facultades. El pirronismo es definido tanto por el objetivo de suprimir todas las creencias como por el de dudar de la veracidad de nuestras facultades. De un uso semejante de los argumentos escépticos no se puede esperar nada útil ni duradero. Por el contrario, si fuera posible aplicar los principios pirrónicos a la vida práctica, seríamos llevados a la inacción y a la muerte.

Hume ofrece una explicación de por qué los argumentos escépticos no pueden tener un uso pirrónico. Aquí nuevamente la comparación con Bayle puede ser útil. Para Bayle, no habría que temer al pirronismo porque sus argumentos serían excesivamente sutiles, de forma que no causarían casi ningún impacto en las personas. "Cuando se es capaz de comprender bien todos los medios de la epoché que fueron expuestos por Sexto Empírico, se siente que esta lógica es el mayor esfuerzo de sutileza que el espíritu humano puede hacer"50. No se debe ver en esta observación de Bayle un elogio al pirronismo. Caracterizar una posición de extremadamente sutil es más una manera de quitarle la eficacia que concederle un mérito. En el "Esclarecimiento" dedicado a los pirrónicos, Bayle dice que "ellos mismos se pierden en su propia sutileza"51. En general, para Bayle, la sutileza es resultado de reflexiones vanas e inútiles que se pierden en laberintos conceptuales y palabras vacías. De estas disputas nadie sale persuadido por el partido opuesto: "sus disputas no cambian a nadie, cada uno se retira con las mismas opiniones con que había llegado"52.

En el caso particular que interesa a Bayle, el de las creencias religiosas, estas no se verían debilitadas por una reflexión tan sofisticada. A su modo de ver, nadie, o casi nadie, cree en Dios o deja de creer en Dios por causa de argumentos filosóficos. Por ello, aunque el pirronismo sea un enemigo de la religión, esta no tiene por qué temerle. "Pero, de otro lado, hay motivos para salir de la inquietud: solamente existió, y solamente existirá, un pequeño número de personas capaces de ser engañadas por las razones de los escépticos. La gracia de Dios en los fieles, la fuerza de la educación en los otros hombres y, si se quisiera, hasta la ignorancia y la inclinación natural a decidir son un escudo impenetrable a los embates de los pirrónicos, aun cuando esta secta imagine que es, hoy, más temible de lo que era antiguamente"53.

También Hume cree que el impacto de los argumentos escépticos sería menor que el esperado, si fueran usados para el abandono de todas las creencias. En esto él le da la razón a Bayle. Al menos en el Tratado, Hume concuerda con la razón alegada por Bayle de que es precisamente la sutileza de los argumentos pirrónicos lo que impide su efecto en nuestras mentes. En la importante sección "Del escepticismo con relación a la razón", el argumento pirrónico que pretende reducir toda probabilidad a cero es ineficaz porque coloca a la mente en una posición muy forzada y antinatural. Hume concede a Bayle que la sutileza de los argumentos escépticos vuelve mínima su influencia sobre la mente54. "Las emociones del alma impiden cualquier raciocinio y reflexión sutil... No es de admirar, por lo tanto, que la convicción que deriva de un raciocinio sutil disminuya proporcionalmente al esfuerzo realizado por la imaginación para penetrar el raciocinio y concebirlo en todas sus partes"55. ¿Por qué la mente conserva su creencia, incluso frente al argumento pirrónico? "Respondo que, después de la primera y la segunda conclusión, la acción de la mente se vuelve forzada y poco natural y las ideas se hacen débiles y oscuras y, no obstante que los principios del juicio y la contraposición de causas opuestas sean iguales a como eran en un inicio, su influencia sobre la imaginación y el vigor que conceden al pensamiento o quitan de él no son, de ninguna manera, los mismos"56. A una objeción al argumento escéptico, Hume responde que esta es errada e inútil porque tal argumento se destruye a sí mismo por su propia sutileza. "Si los raciocinios escépticos son fuertes, dicen ellos, ello es prueba de que la razón puede tener alguna fuerza y autoridad; si son débiles, nunca pueden ser suficientes para invalidar todas las conclusiones de nuestro entendimiento. Este argumento no es correcto porque los raciocinios escépticos, si fuese posible que existan y si no fuesen destruidos por su sutileza, serían sucesivamente fuertes y débiles, de acuerdo con las disposiciones sucesivas de la mente"57.

La conclusión de la sección "Del escepticismo con relación a los sentidos" confirma la idea de que los argumentos escépticos son muy refinados para ejercer una influencia duradera sobre la mente. "Como nace naturalmente de una reflexión profunda e intensa sobre tales asuntos, la duda escéptica crece mientras más lejos llevamos nuestras reflexiones, sean estas conformes, sean opuestas a ella. Solo el descuido y la desatención pueden procurarnos algún remedio"58. En la conclusión del Libro I, Hume insiste en el mismo asunto. "Reflexiones muy sutiles ejercen poca o ninguna influencia en nosotros"59. Un poco más adelante, Hume parece retractarse al admitir que, en los momentos más filosóficos, los argumentos escépticos nos inclinan a rechazar toda creencia y confianza en nuestras facultades. Esos momentos, sin embargo, son pocos y fugaces. La mayor parte del tiempo la naturaleza "me cura de esta melancolía y delirio filosóficos, volviendo más blanda esta inclinación de la mente, o entonces brindándome alguna distracción e impresión sensible más vívida, que borran todas esas quimeras"60.

Empero, en la Investigación el tratamiento dispensado por Hume a los argumentos escépticos es diferente. Primero, ninguno de los argumentos escépticos tradicionales es considerado por Hume como sutil. Muy por el contrario, son caracterizados por él como populares y banales. Además, Hume encuentra soluciones para tales argumentos. Por ejemplo, con relación al argumento escéptico sobre la razón, Hume entiende que no es muy difícil alejarlo, ya que este presupone la teoría de las ideas abstractas, una teoría inaceptable para Hume. Si admitiéramos que no hay ideas abstractas y que toda idea es particular, entonces se puede evitar las contradicciones y absurdos generados por el escepticismo61. También los argumentos escépticos tradicionales admiten respuesta fácil. Los argumentos contra los sentidos solo mostrarían que es forzoso corregirlos por la razón62 y que los argumentos contra la razón, extraídos de la diversidad de opiniones y creencias, son ineficaces frente a la necesidad de raciocinar en la vida común63.

En cuanto a los argumentos escépticos profundos y filosóficos, que no admiten respuesta, Hume en ningún momento los descalifica o minimiza su influencia sobre la mente por ser sutiles. Estos argumentos son ineficaces porque, y solo porque, chocan con la fuerza superior de la naturaleza. Hume piensa que el pirronismo es incapaz de hacer frente a la fuerza de la naturaleza, independientemente de su supuesta sutileza, pues sostiene que "la naturaleza siempre mantendrá sus derechos y, al final, prevalecerá sobre cualquier raciocinio abstracto"64. Tan pronto como abandonen la discusión filosófica y retornen a la luz del día, los principios escépticos "son puestos en oposición a los principios más poderosos de nuestra naturaleza, desaparecen como humo y dejan al escéptico más determinado en la misma condición que los otros mortales"65. No es, pues, por causa de su sutileza que los argumentos escépticos no pueden tener un uso pirrónico, sino única y exclusivamente por causa de la fuerza superior de la naturaleza. Así, la sutileza ya no caracteriza todos los argumentos escépticos, ni constituye la razón por la que algunos de estos argumentos no ejercen influencia en la mente humana.

Esto significa no que los argumentos escépticos empleados por el pirrónico no causen impacto alguno en la mente, sino solamente que no causan el impacto deseado por los pirrónicos. En el Tratado, el pirronismo ejercía una poderosa influencia, aunque momentánea, en el propio Hume. Luego de sus consideraciones sobre las causas de nuestra creencia en el cuerpo, Hume confiesa que cambió de opinión sobre la inevitabilidad de la creencia en el cuerpo. "Inicié este tema con la premisa de que deberíamos tener una fe implícita en nuestros sentidos y que esa sería la conclusión que extraería de la totalidad de mi raciocinio. Pero, para ser franco, me siento en este momento poseído por el sentimiento contrario. Estoy más inclinado a no tener fe alguna en mis sentidos, o más bien imaginación, que a depositar en ellos tal confianza implícita"66. Aunque se trate de una duda que nos asalta momentáneamente, Hume entiende que "la duda escéptica, tanto en relación con la razón como con los sentidos, es una enfermedad que nunca puede ser curada radicalmente, volviendo siempre a atormentarnos, por más que la alejemos y por más que a veces parezcamos estar completamente libres de ella"67. Lo mismo se dice en la conclusión del Libro I. "¿Pero qué fue lo que dije? ¿Que reflexiones muy sutiles y metafísicas ejercen poca o ninguna influencia en nosotros? Difícilmente podría dejar de retractarme y de condenar esta opinión mía con base en mi sentimiento y experiencia presente. La visión intensa de estas variadas contradicciones e imperfecciones de la razón humana me afectó de tal manera e inflamó mi mente a tal punto que estoy pronto a rechazar toda creencia y raciocinio y no consigo considerar una sola opinión como más probable o verosímil que las otras"68. Hay, pues, un impacto de los argumentos escépticos en la mente, si bien no el de la eliminación de las creencias naturales, pues estas inexorablemente se imponen a nosotros.

Si este impacto es momentáneo en lo que atañe a la eliminación de todas las creencias, en particular las naturales69, él es duradero y permanente en lo que se refiere a otras creencias70. En este sentido, siempre conviene recordar que solo las creencias implantadas en nosotros por la naturaleza tienen fuerza suficiente para resistir el ataque pirrónico. Es un equívoco pensar que, por ser ineficaces frente a la fuerza superior de la naturaleza, los argumentos escépticos serían completamente ineficaces. Muy por el contrario, son argumentos tan eficaces que solamente las creencias naturales pueden oponerles resistencia. Frente a los poderosos argumentos escépticos, no solo muchas áreas de especulación son abandonadas sino que muchísimas creencias son suprimidas. Por ejemplo, creencias supersticiosas y religiosas implantadas por la educación son, todas ellas, eliminadas por el pirronismo71. También las creencias filosóficas, como las del aristotelismo y del cartesianismo, deben ser borradas de nuestras mentes frente a la fuerza argumentativa superior del pirronismo. Este uso pirrónico de los argumentos escépticos se revela, pues, indispensable para la práctica de la buena filosofía y está completamente de acuerdo con la intención de Hume de combatir la religión, la superstición y la falsa "metafísica"72, que sirve de abrigo a la religión y la superstición73.

Los argumentos escépticos pueden y deben ser usados contra la religión, la superstición y la falsa metafísica, aunque no lo puedan ser contra las creencias naturales. No es extraño que disminuya o incluso se ignore el uso de los argumentos escépticos contra casi todas nuestras creencias, excepto las naturales. Aparte de esto, desconocer el papel del uso pirrónico de los argumentos escépticos en la filosofía de Hume implica no solo desvincular el buen uso de tales argumentos en el combate contra la religión, superstición y falsa "metafísica", sino, sobre todo, no apreciar adecuadamente el papel de las creencias naturales74. Solo luego de ser conscientes de la fuerza del uso pirrónico de los argumentos escépticos es que podemos hacernos conscientes de la fuerza superior de la naturaleza. Sin este contraste entre la fuerza del pirronismo y la fuerza de la naturaleza, las creencias naturales estarían en pie de igualdad con cualquier creencia religiosa, supersticiosa o metafísica. El uso de los argumentos escépticos de esta manera ya no es un uso pirrónico, pues ya no contempla la totalidad de nuestras creencias, ya que las naturales fueron excluidas del objetivo escéptico72.

A esta posición que utiliza los argumentos escépticos con fines diferentes del pirronismo, Hume la llamó escepticismo académico, mitigado o, incluso, moderado76. Lo que diferencia a estas dos formas de escepticismo es el uso que se hace de tales argumentos escépticos. El pirrónico, al emplearlos contra la razón y los sentidos, pretendería hacernos abandonar toda y cualquier creencia. Mas esto es imposible porque las creencias naturales son inquebrantables, y si fuera posible eliminarlas, sería nocivo para la propia vida. Hay, pues, que usarlos con otra finalidad. El escepticismo académico los emplea con la doble finalidad de promover una actitud más ponderada y racional y de eliminar todas las creencias, excepto las naturales y que están dentro del alcance del entendimiento humano. El escéptico mitigado, por lo tanto, es alguien que, consciente de la fuerza del pirronismo, percibe que estos argumentos son demoledores y, consciente de la fuerza superior de la naturaleza, percibe que estos argumentos no pueden tener un uso pirrónico, de modo que es preciso atribuirles una finalidad diferente de la finalidad pirrónica, contemplando la posibilidad de alterar nuestra actitud como investigadores y circunscribir adecuadamente los campos en que podemos investigar con perspectivas de llegar a alguna determinación segura, si bien de manera cautelosa y con alguna duda77. No se trata de una posición que resulta de dos factores causales78, sino de la adopción consciente y argumentada de la única posición consistente frente a la virulencia pirrónica y a las necesidades de la vida79.

Llegamos a un punto delicado en la interpretación de las diversas formas de escepticismo. ¿Cuál es la relación entre suspensión del juicio y creencia? Bayle, por ejemplo, pensaba que el escéptico académico y el pirrónico podían tener creencias. Para él, los pirrónicos creían en muchas cosas, apoyados en la doctrina del fenómeno, mientras que los académicos, recurriendo a la teoría carneadeana de la "probabilidad", aceptaban grados de creencias. Empero, Hume concebía el pirronismo de forma diferente, pues negaba que el pirrónico pudiese tener creencias, atribuyéndole una suspensión universal del juicio, con la abolición de todas las creencias. No obstante, la suspensión académica de juicio sería, según Hume, compatible con creencias ordinarias en la vida común. Es lo que sugiere fuertemente el análisis del comienzo de la sección V de la Investigación80. En efecto, en ese pasaje, Hume dice, de un lado, que el escéptico académico siempre habla de suspensión del juicio y, del otro, que nunca llegará al punto de destruir toda acción y toda creencia. ¿Cómo interpretarla sino admitiendo que la suspensión académica del juicio, a diferencia de la suspensión total del pirrónico, es compatible con algunas creencias? Si no fuese así, no se vería ninguna diferencia entre el escepticismo académico y el pirronismo en Hume.

Encontramos aún algunas otras características atribuidas por Hume a los académicos y que lo inclinan favorablemente a aproximar su filosofía a esta forma de escepticismo. En este sentido, tiene particular relevancia la crítica al estoicismo como un sistema egoísta y vanidoso y la correspondiente defensa del escepticismo académico y su búsqueda imparcial de la verdad81. Esa característica específica de los académicos ciertamente contribuyó a una preferencia de Hume por los primeros. Hume reconoce que "toda pasión es mortificada por él [escepticismo académico], excepto el amor a la verdad"82, no diciendo nada sobre el pirrónico. Conviene recordar que para Bayle esta era una de las pocas diferencias entre académicos y pirrónicos. Mientras que estos proseguían eternamente en búsqueda de la verdad, elaborando innumerables modos para no encontrarla nunca, los primeros suspendían el juicio para sumarse al ideal sabio y no encontrar la verdad83. Es la ataraxia que, a los ojos de Bayle, compromete la búsqueda pirrónica de la verdad: el pirrónico se arma para nunca encontrar la verdad y, así, preservar su tranquilidad84.

También es digno de observación que Hume atribuya a los académicos la denuncia de determinaciones precipitadas, la limitación de las investigaciones y la renuncia a especulaciones que no estén confinadas a los límites de la práctica y la vida común85. Con relación a estas características, Hume parece estar describiendo, desde un punto de vista histórico, no solo la filosofía académica sino también su propia filosofía, al definirla como una forma de escepticismo académico. Se percibe claramente esta confluencia del escepticismo académico histórico con el escepticismo mitigado de Hume cuando, al leer la parte III de la sección XII de la Investigación, nos hacemos conscientes de los beneficios de los argumentos escépticos cuando son usados de manera académica. Primero, se corrige el dogmatismo natural de los hombres, su propensión a considerar de modo parcial y precipitado las cuestiones bajo examen, su impaciencia frente a los que defienden opiniones contrarias. Una vez que los argumentos escépticos muestran la fragilidad del entendimiento humano, tendemos a hacernos más cautelosos y modestos en nuestras determinaciones y a perder cierto orgullo y vanidad naturales, tomando conciencia de que se debe acompañar nuestro asentimiento con el nivel de duda pertinente a la investigación86. Un segundo beneficio apuntado por Hume es la limitación de nuestras investigaciones a asuntos adecuados al entendimiento humano. Hume distingue dos campos de investigación: las matemáticas y las ciencias empíricas87. Estos son, en efecto, usos beneficiosos y duraderos que se pueden esperar de los argumentos escépticos.

(Traducción del portugués de Renato Sandoval Bacigalupo)

 


  1. Me gustaría agradecer a algunos amigos por las sugerencias y observaciones hechas a una versión previa de este texto: Oswaldo Porchat, Roberto Bolzani Filho, Paulo Jonas de Lima Piva, Sara Albieri, André Klaudat, Marco Franciotti, Lívia Guimarães y Cecília Almeida.

  2. Diderot, D., "Scepticisme" en: Œuvres. Tome I: Philosophie, París: Robert Laffont, 1994, p. 483.

  3. Ibid., p. 484.

  4. Hume, D., Enquiry concerning Human Understanding, Selby-Bigge y P. H. Nidditch (eds.), Oxford: Clarendon Press, 1986, XII, 126. En adelante citada como EHU.

  5. Ibid., V, 34.

  6. Hume, D., Tratado da naturaleza humana, traducción de Déborah Danowski, São Paulo: UNESP/Imprensa Oficial, 2000, I, iv, 2, p. 251. En adelante citado como T.

  7. Solo analizaré la Investigación, pero creo que algo similar se podría afirmar del Tratado, es decir, que en esta obra Hume no distingue entre dudas pirrónicas y dudas académicas. Sin embargo, esta distinción es más pronunciada en la Investigación que en el Tratado.

  8. EHU, XII, 116.

  9. Cf. ibid., XII, 117.

  10. Ibid., XII, 121.

  11. Cf. ibid., XII, 122.

  12. De hecho, la objeción ya estaba presente en el escéptico académico Simon Foucher, siendo retomada por Bayle en el artículo "Pyrrhon" del Dictionnaire historique et critique (cf. Bayle, P., Pierre Bayle: Pour une histoire critique de la philosophie. Choix d’articles du Dictionnaire historique et critique, organizado por J.-M. Gros, París: Honores Champion, 2001, p. 421).

  13. Cf. EHU, XII, 124-125.

  14. Cf. ibid., XII, 126-128.

  15. "Pyrrhon" en: Bayle, o.c., p. 417.

  16. Cf. "Crisipo", G, en: ibid., pp. 94-100.

  17. En realidad, Hume, al contrario de Bayle, no estaba interesado en interpretar adecuadamente el escepticismo antiguo. Annas discute este punto. En primer lugar, ella concluye que "las referencias de hecho de Hume a Sexto son, pues, decepcionantes y no sugieren que él haya leído y entendido las partes de [la obra de] Sexto... Hume no obtuvo, de Sexto, ninguna comprensión del antiguo pirronismo" (Annas, J., "Hume and Ancient Scepticism", en: Sihvola, J. (ed.), Ancient Scepticism and The Sceptical Tradition, Acta Philosophica Fennica, LXVI (2000), pp. 271-285, p. 273). A continuación, ella muestra que Hume tampoco comprendió bien el escepticismo académico. "Las caracterizaciones de Hume tanto del pirronismo como del escepticismo académico, entonces, están erradas: el pirronismo no es una posición extrema incompatible con la acción y el escepticismo académico no es, de una manera importante, más moderado o mitigado que el pirronismo real" (ibid., p. 279).

  18. Aquí Hume se refiere al pirronismo histórico, no al pirronismo que él elabora al interior de su filosofía.

  19. Cf. EHU, XII, 117.

  20. Cf. ibid., XII, 126.

  21. Ibid.

  22. Ibid., XII, 117.

  23. Ibid., XII, 126.

  24. Ibid., XII, 117.

  25. Ibid., XII, 123, nota.

  26. Ibid. Diderot dirá que el mayor de todos los escépticos fue Bayle (cf. Diderot, D., "Pyrrhonienne ou sceptique, philosophie", en: Encyclopédie, IV, París: Hermann, 1976, pp. 138-160, p. 153). Según Charles, Diderot distinguía entre escépticos y pirrónicos y, dentro de estos últimos, el inmaterialismo de Berkeley sería la posición extrema (Cf. Charles, S., Berkeley au siècle des lumières: immaterialisme et scepticisme au XVIIIe siècle, París: Vrin, 2003, p.136). Es curioso que Diderot no haga referencia, en este contexto, a Hume. Solo después de Kant es que Hume sería visto como el mayor de todos los escépticos.

  27. EHU, XII, 116.

  28. "Pyrrhon", observación B, en: Bayle, o.c.

  29. Ibid.

  30. Refiriéndose al argumento del Tratado contra la razón, Ainslie dice que "a pesar de las similitudes de estos argumentos [pirrónicos, que llevan la regresión al infinito] con el argumento del SwR [escepticismo con relación a la razón], es difícil equiparar el pirronismo antiguo con los escépticos ‘totales’ de Hume" (Ainslie, D., "Hume’s Scepticism and Ancient Scepticisms", en: Miller, J. y B. Inwood (eds.), Hellenistic and Early Modern Philosophy, Cambridge: Cambridge University Press, 2003, pp. 251-273, p. 256).

  31. Cf. EHU, XII, 126 y T, I, iv, 1.

  32. Esto no implica la negación de que la postura final pueda involucrar muchos elementos comunes entre Hume y el pirronismo, como el empirismo o el naturalismo. En notas subsecuentes citaré a comentaristas que señalan algunas semejanzas entre Hume y el escepticismo antiguo.

  33. Para Garrett, los argumentos "populares" son débiles "porque, de hecho, tienen poca tendencia a debilitar nuestra creencia o producir sentimientos escépticos", ya que "lleva a la mente inmediatamente de vuelta a la consideración de la vida común en la que no podemos impedirnos emplear el raciocinio probable", mientras que el argumento de Hume sería fuerte "porque hace que la atención de la mente se aleje de los tópicos ordinarios de la vida cotidiana para que se enfoque en el funcionamiento interno de sus propios procesos cognitivos" (Garrett, D., Cognition and Commitment in Hume’s Philosophy, Oxford/Nueva York: Oxford University Press, 1997, pp. 238-239).

  34. Es interesante notar que la epistemología contemporánea asoció el escepticismo con el así llamado internalismo, esto es, con la tesis de que la justificación de una creencia debe ser dada por quien defiende la creencia (y no por un observador externo). También es común atribuir a Hume un mentalismo, es decir, la tesis de que la mente tiene acceso solo a sus propias percepciones. Así, se vio con frecuencia en la filosofía humeana un ejemplo de cómo el internalismo conduciría al escepticismo. Empero, un examen más atento de la argumentación escéptica humeana muestra exactamente lo contrario, pues el estudio externalista del funcionamiento de la mente humana produce los argumentos escépticos más poderosos. Muchos epistemólogos contemporáneos sostienen que el externalismo (en la epistemología) evita el escepticismo. Para Hume, por el contrario, el gran triunfo del escepticismo reside precisamente en el análisis de los procesos de formación de creencias hechas por un observador externo, ya que este revela (en sus hipótesis científicas) la total falta de confiabilidad de estos procesos.

  35. Garrett reconoce que, "en el Tratado I, iv ("Del sistema escéptico y otros sistemas de filosofía"), no obstante, Hume considera un número de argumentos escépticos que parece, si se toman en su conjunto, destruir completamente cualquier ‘sistema de las ciencias’" (ibid., p. 205). Enseguida, Garrett menciona la cuestión que le parece ser la más importante en la interpretación de Hume: "¿Puede el ‘sistema de las ciencias’ positivo de Hume resistir adecuadamente a sus propios argumentos y conclusiones escépticos?" (ibid., p. 206). Así como Garrett, es precisamente a esta cuestión que trato de dar una respuesta en este texto (cf. ibid., pp. 205-241).

  36. En el pirronismo antiguo, la relación entre escepticismo e empirismo parece diferente, ya que el empirismo adoptado por Sexto Empírico resulta de la suspensión del juicio, y no la precede.

  37. Passmore ve una tensión entre empirismo y escepticismo en la filosofía de Hume: "Pero esta tendencia [escéptica] en su pensamiento, aun cuando pueda ser adecuada para golpear con un palo al físico, amenaza toda la concepción de una ciencia apoyada en la experiencia; enfatiza al hombre a costa de hacer imposible la ciencia del hombre; destruye la metodología positiva del Tratado" (Passmore, J., Hume’s Intentions, 3ra edición, Londres: Duckworth, 1980, p. 41; cf. p. 151). Garrett, por el contrario, concluye que "Hume puede, de hecho, conciliar su objetivo de un sistema positivo de las ciencias basado en la psicología cognitiva humana con su uso de argumentos escépticos" (o.c., p. 208). Owen, por su parte, cree que la teoría humeana ofrece la respuesta al escepticismo: "Hume parece pensar que su explicación de la creencia y de la formación de la creencia es la única capaz de lidiar con resultados escépticos; a menos que una teoría trate la creencia como análoga a la sensación, el resultado será la contradicción y el absurdo perpetuo" (Owen, D., Hume’s Reason, Oxford: Oxford University Press, 1999, p.191). A su modo de ver, "el problema no es tanto con la razón o el raciocinio sino con el no reconocimiento de la naturaleza de la creencia" (ibid., p. 193).

  38. "La afirmación final que deseo hacer sobre la presentación de Hume del escepticismo es que él no ofrece argumentos independientes para el escepticismo moderado que caracteriza genéricamente su posición. En lugar de ello, su escepticismo moderado es, muy literalmente hablando, un escepticismo pirrónico mitigado" (Fogelin, R., "The Tendency of Hume’s Skepticism", en: Burnyeat, M. (ed.), The Skeptical Tradition, Berkeley/Los Ángeles/Londres: University of California Press, 1983, pp. 397-412, p. 399).

  39. Annas apunta la siguiente diferencia entre Hume y las formas antiguas de escepticismo: "Los escépticos antiguos siempre argumentan puramente ad hominem; el escéptico nunca tiene una posición propia... Aquí Hume es decisivamente diferente, pues él no solo apela a la naturaleza; él es un naturalista de una manera como no lo son los escépticos antiguos. Él tiene una teoría de la naturaleza humana por la que explica nuestras tendencias a conservar creencias, aun cuando reconocemos que falta el apoyo racional para ellas" (o.c., pp. 278-279).

  40. Cf. EHU, XII, 128. Esta diferencia, si bien también está presente, es por cierto menos relevante en el Tratado.

  41. La idea de un uso del escepticismo no es original. Garrett dice que "conforme la autoridad de las explicaciones aristotélicas fueron declinando y los escritos de los escépticos antiguos se fueron haciendo más conocidos, la filosofía europea se interesó cada vez más en los usos del escepticismo y en el estatus de los argumentos escépticos. Descartes usó estos argumentos estratégicamente para motivar sus propias innovaciones epistemológicas y para certificar la superioridad de estas. Algunos filósofos inventariaron los argumentos escépticos contra la religión, mientras que otros los usaron de manera fideísta para defender la religión contra las intromisiones de la ciencia. David Hume se destaca entre los filósofos poscartesianos más preocupados con los usos y el estatuto del escepticismo" (o.c., p. 205).

  42. Como vimos en una nota anterior, lo que Hume llama pirronismo o escepticismo excesivo no es el pirronismo tal como esta forma de escepticismo fue constituida históricamente. Es evidente que el pirronismo en Hume se beneficia de muchos argumentos que no son, desde un punto de vista histórico, pirrónicos y son, en realidad, elaborados a veces por dogmáticos como Descartes y Berkeley, con la intención deliberada de refutar a los escépticos.

  43. Garrett parece entender que el escepticismo se caracteriza por denunciar la falsedad de las creencias. Véase, por ejemplo, estos dos pasajes en que Garrett se esfuerza por alejar a Hume del escepticismo. "¿Cuán escéptica Hume pretende que sea esta conclusión? Parece ser, pues, una conclusión escéptica, pues parece implicar que un conjunto de creencias fundamentales –sean nuestras conclusiones causales o nuestras creencias en cuerpos continuos y distintos– debe ser falsa. Un examen más detallado revela, no obstante, que él no afirma que al menos uno de estos conjuntos de creencias debe ser falso" (o.c., p. 218). "Primero, él no afirma que las creencias más fundamentales a las que estas dan origen sean, como una clase, falsas... Pero no se sigue y Hume no argumenta o afirma que la mayoría o todas las creencias producidas por cualquiera de estos mecanismos sean falsas" (ibid., p. 214).

  44. EHU, XII, 116.

  45. Ibid., XII, 127.

  46. Ibid., XII, 116.

  47. Owen explica por qué los argumentos que Hume considera pueden ser vistos como escépticos: "Si se verifica que los productos de la razón pierden su fuerza y vivacidad, entonces ellos dejarán de ser creencias. Es decir, dejarán de ser ideas a las que aceptamos como verdaderas. Este sería un resultado escéptico, pero no porque se trata de mostrar que las creencias no están justificadas. Se trata de mostrar que dejan de ser creencias, o sea, dejan de ser cosas a las que aceptamos como verdaderas" (o.c., pp.178-179). Por lo tanto, como lo entiende Owen, un argumento es escéptico cuando quita, de los productos de la razón, su fuerza y vivacidad, mientras que la suspensión del juicio solo sería la mera concepción de una idea, sin ninguna fuerza o vivacidad.

  48. T, I, iv, 1, p. 216.

  49. Ibid.

  50. "Pyrrhon", observación C, en: Bayle, o.c.

  51. "III. Ecclaircissement", en: Bayle, o.c., p. 800; solo retoma una cita de Pascal hecha en: "Pyrrhon", C.

  52. Ibid., p. 805.

  53. "Pyrrhon", en: Bayle, o.c., B, p. 420.

  54. Owen dice que "la afirmación de Hume, en general, es que patrones largos y complejos de raciocinio tienen cada vez menos influencia en nosotros, en proporción al tamaño y a lo abstruso de su asunto. Y, así como el número de pasos exigidos para reducir la probabilidad de nuestros juicios a cero se aproxima desde el infinito, de igual modo su influencia en nuestras creencias se vuelve pequeña hasta casi desaparecer" (o.c., p. 195).

  55. T, I, iv, 1, p. 219.

  56. Ibid., I, iv, 1, p. 218.

  57. Ibid., I, iv, 1, p. 219.

  58. Ibid., I, iv, 2, p. 251.

  59. Ibid., I, iv, 7, pp. 300-301.

  60. Ibid., I, iv, 7, p. 301.

  61. Cf. EHU, XII, 125, nota 1.

  62. Cf. ibid., XII, 117.

  63. Cf. ibid., XII, 126.

  64. Ibid., V, 34 (cursivas del autor).

  65. Ibid., XII, 126.

  66. T, I, iv, 2, p. 250.

  67. Ibid., I, iv, 2, p. 251.

  68. Ibid., I, iv, 7, p. 301.

  69. Sin embargo, es cierto que, aun en los momentos más filosóficos del Tratado, cuando lo dramático llega a su punto más alto, Hume no rechaza tales creencias, confesando tan solo que se siente "inclinado" o que está "listo a" rechazarlas. Así, hablando rigurosamente, en ningún momento los argumentos escépticos admiten el uso que los pirrónicos pretenden hacer de ellos.

  70. Como nota Stroud, "la posición ‘excesiva’ que Hume llama ‘pirronismo’ puede tener efectos buenos y duraderos, aun si no se puede permanentemente creer en ella o seguirla" (Stroud, B., "Hume’s Scepticism: Natural Instincts and Philosophical Reflection", en: Popkin, R. (ed.), Scepticism in the History of Philosophy: a Pan-American Dialogue, Dordrecht: Kluwer Academic Publishers,1996, pp. 115-134, p. 123). Fogelin defiende una idea semejante al discutir el escepticismo en los Diálogos sobre religión natural: "Pero Filón no solo invoca el escepticismo (teórico) radical del Tratado de una manera general, sino también muestra genuina sofisticación a su respecto. Esto se nota, por ejemplo, en su respuesta a un ataque al escepticismo esgrimido por Cleantes. Las reflexiones escépticas generan incomodidad cuando son realizadas y no tienen efecto duradero (bueno o malo) cuando acaban. Así, Cleantes pregunta la razón por la que el escéptico se impone ‘a sí mismo esa violencia’, añadiendo que ‘ese es un punto en que le será imposible [al escéptico] alguna vez satisfacerse de manera consistente con sus principios escépticos’ (Dialogues concerning Natural Religion, p. 383). La respuesta de Filón no niega la incomodidad que las reflexiones escépticas pueden producir. En lugar de eso, rechaza la afirmación de que las reflexiones escépticas no tienen efecto duradero" (Fogelin, o.c., p. 406; Hume, D., Dialogues Concerning Natural Religion, en: Green, T.H. y T.H. Grose (eds.), David Hume: Philosophical Works, vol. II, Londres: Longman’s, 1886).

  71. Fogelin defiende la misma interpretación: "Hay una característica final en el tratamiento de Hume del escepticismo, que por lo menos es aludida en el Tratado y que se vuelve un tema importante en sus escritos posteriores. Las dudas escépticas, no importa qué tan intensas sean, no rivalizan con las creencias que retornan a nosotros cuando regresamos a la vida diaria, pero no todas las creencias anteriores a nuestra catarsis pirrónica tienen una tendencia similar a ser restablecida. Aquellas, por ejemplo, que son los productos de la mera educación, adoctrinamiento, moda, etc., no se impondrán inexorablemente a nosotros. Por tal razón, los ejercicios pirrónicos tendrán una tendencia a refrenar el entusiasmo que Hume tanto despreciaba" (o.c., p. 404).

  72. Por "metafísica", Hume entiende una filosofía difícil, que exige esfuerzo para ser comprendida y que emplea argumentos complejos y abstrusos. En Hume, "metafísica" no designa un campo de la especulación filosófica con objetos suprasensibles. Por esta razón, aunque comúnmente se diga que Hume es un filósofo "antimetafísico" (en nuestro sentido), él no se veía de esa manera. Por el contrario, él sostenía la necesidad de cultivar la verdadera "metafísica" (en su sentido) para destruir la falsa y adulterada.

  73. Stroud explica por qué una vida escéptica sería superior o mejor que las demás vidas. Entre otras razones, Stroud sugiere que el escepticismo mitigado aleja la manipulación de políticos y padres, que prosperan usando la superstición; así como rechaza filosofías dogmáticas, que abusan de nuestra naturaleza. Así, "estaremos mejor con ella [la filosofía]: menos perturbados, más contentos y más equilibrados... Y la sección XII [de la Investigación] defiende la superioridad del escepticismo mitigado al garantizar estas ventajas" (o.c., p. 128). Owen también explica "las motivaciones fundamentales para la preferencia de Hume de la filosofía sobre la superstición, de la razón sobre la religión (bigotry) y del escepticismo sobre el dogmatismo. Es la misma preferencia que la suya, y la nuestra, por la virtud sobre el vicio. En cada caso, el primero es más agradable y útil para nosotros y para los demás" (o.c., p. 222). Owen no atribuye a los argumentos escépticos ningún papel en la destrucción de las creencias provenientes de la educación, probabilidad no filosófica, religión, superstición y filosofía dogmática. Su interpretación es que cuando estas entran en conflicto con la "razón escéptica" (ibid., p. 220), debemos preferir las creencias racionales, con base en el placer y en la utilidad propiciadas por la filosofía escéptica académica, en oposición a la perturbación y el peligro de la superstición y religión.

  74. Owen parece creer que para Hume bastaría explicar cómo la mente mantiene la creencia frente a los argumentos escépticos. Para ello sería fundamental la teoría humeana de la creencia. "La cuestión es la explicación de la presencia de la creencia, y no la justificación de creencias cuya presencia no es problemática... Hume explica cómo, dada su teoría de la creencia, las ideas relevantes logran conservar suficiente fuerza y vivacidad, aun de cara a los argumentos escépticos, para seguir siendo creencias" (ibid., p. 177). Garrett, que también critica las interpretaciones que se apoyan en una discusión justificacionista, percibe que solo eso no basta para alejar la amenaza del escepticismo pirrónico en la filosofía de Hume: "Solamente en el Tratado I.iv, él [Hume] empieza a permitirse la consideración de las implicancias potencialmente escépticas de cualesquiera de sus descubrimientos; solo en la primera mitad del Tratado I.iv.7 él examina tales implicancias sistemáticamente; y solo en la última mitad del Tratado I.iv.7 explora la cuestión de qué actitud cognitiva se debería adoptar frente a tales implicancias" (o.c., p. 232; cf. para el Tratado pp. 232-237 y para la Investigación, pp. 237-241).

  75. Annas sugiere a este respecto una aproximación entre Hume y los pirrónicos antiguos: "El uso de la naturaleza del propio Hume corresponde, de muchas maneras, al lugar de las apariencias en el pirronismo antiguo. Es aun más sorprendente que él no vea la analogía entre lo que está haciendo y la forma desarrollada de pirronismo que encontramos en Sexto" (o.c., p. 276). Un poco más adelante ella vuelve a exponer esta idea. "Podemos vivir siguiendo las apariencias, de acuerdo con los pirrónicos, siguiendo la naturaleza, de acuerdo con Hume... A despecho de sus errores sobre las escuelas antiguas, la concepción de Hume se parece a la de ellos en un aspecto importante" (ibid., p. 279).

  76. Como dice Stroud, "esta vida en el reconocimiento o en la aceptación tanto de las ‘dudas’ filosóficas profundas y de la ‘solución’ natural de tales dudas es lo que Hume llama ‘escepticismo mitigado’. Es algo que es ‘consecuente con la ciencia y la investigación’. Es un ‘resultado natural de las dudas y de los escrúpulos pirrónicos’, y no podría ser alcanzado sin ellos. Es un estado que surge cuando el pirronismo ‘excesivo’ es entibiado o mitigado por nuestras inclinaciones naturales, como inevitablemente lo será él. Y es, por lo tanto, un estado en que podemos encontrarnos todo el tiempo. No es un humor pasajero; puede ser una manera de vivir" (o.c., p. 125). Cf. Garrett o.c., pp. 205-206.

  77. "Hume sugiere que existe una relación interna entre escepticismo académico y pirrónico, pues el primero surge cuando las ‘dudas indistintas’ del último ‘son, en alguna medida, corregidas por el sentido común y la reflexión’" (Ainslie, o.c., p. 268).

  78. Esta es la interpretación de Fogelin (cf. o.c., pp. 399, 404, 410).

  79. Stroud dice que "lo que se exige para el tipo de escepticismo que Hume recomienda no es solo seguir la naturaleza, sino seguir la naturaleza al mismo tiempo en que se reconoce o se percibe la fuerza ineludible de la naturaleza" (o.c., p. 124).

  80. Cf. EHU, V, 34.

  81. Cf. ibid.

  82. Ibid.

  83. De otro lado, Hume ignora la diferencia identificada por Bayle entre académicos y pirrónicos: los primeros defendían la acatalepsia o inaprensibilidad de todas las cosas, los segundos decían que no se podía comprender la propia inaprensibilidad (cf. o.c., pp. 418-419).

  84. A este respecto, Stroud aproxima a Hume a los pirrónicos antiguos: "Al enfatizar la indispensabilidad de la reflexión filosófica para la verdadera manera escéptica de vida, Hume me parece más cercano a la concepción escéptica antigua de la búsqueda de la ataraxía o tranquilidad que a la manera de vivir completamente natural, pero posiblemente no reflexiva, de Popkin. Pirronismo, como Sexto lo describe, no es solo cualquier manera natural de vida. Este supone cierto modo de investigación que, si tiene éxito, puede llevar a la tranquilidad" (o.c., p. 126).

  85. Cf. EHU, V, 34.

  86. Cf. EHU, XII, 129.

  87. Cf. EHU, XII, 130-132.