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Areté
versión impresa ISSN 1016-913X
arete v.24 n.2 Lima 2012
RESEÑAS
Viviana Suñol, Más allá del arte: mímēsis en Aristóteles, Buenos Aires: Edulp, 2012, 242 pp.
"La poesía en general parece tener su origen en dos causas, ambas naturales", afirma Aristóteles en Poética IV 1448b4. Esta y las veinte líneas que le siguen desencadenan, según Viviana Suñol, la serie de investigaciones que culminan en Más allá del arte: mímēsis en Aristóteles. Como nos refiere en su breve prólogo Pedro D. Karczmarczyk, director de la Colección Filosofía que edita Edulp, el libro de Suñol es la firme secuela de la tesis de doctorado en Filosofía defendida en el año 2009 en la Universidad Nacional de La Plata. El objetivo de la secuela es claro y ambicioso: analizar los usos y sentidos del término mímēsis en gran parte del corpus aristotélico (siendo de especial importancia la Poética, la Política, la Física y los tratados de investigación natural) para así completar la noción que se tiene del concepto y liberar su uso de la restricción al campo de las artes. La razón de esta propuesta nos es comunicada apenas abrimos el libro: Suñol sostiene la sólida convicción de que la consulta del resto de los tratados aristotélicos nos asistirán en la captación completa del sentido del término y nos ayudará a situar a la mímēsis como un elemento básico para cualquier tipo de aprendizaje del hombre, mostrando una profundidad del término hasta ahora poco atendida y trabajada. En sus propias palabras, "la reflexión filosófica sobre el arte no puede desligarse de los supuestos y de los problemas ético-políticos, gnoseológicos, ontológicos y metafísicos indisociablemente ligados a ella" (p. 29), por lo cual el punto de partida del estudio "está dado por la adopción de una perspectiva amplia" (p. 29). "Ampliar" es, podríamos decir, el verbo clave para caracterizar el gesto de la autora al respecto de la noción de mímēsis, aunque ello tampoco deba ser interpretado como una desvalorización de la preponderancia que tiene la Poética para reconstruir la noción (de hecho el primer capítulo, dedicado a este tratado, es el más largo de todo el libro): con vistas a una re-evaluación del significado extraído de la superficie textual tradicional, la autora complementa su elucidación a través de un recorrido por tratados que normalmente no consultaríamos si se nos preguntara por la mímēsis aristotélica. Cabe preguntarse por qué nadie pensó que los usos aristotélicos de la mímēsis fuera de Poética podrían sernos de alguna ayuda al momento de la hermenéutica de dicho tratado, a lo cual Suñol responde que la restricción de la comprensión "no se corresponde con el pensamiento del filósofo, sino más bien con la concepción moderna de la estética y su autonomía disciplinaria" (p. 32). Un ejemplo de este tipo de interpretación que conviene tener en cuenta al momento de abordar el texto de Suñol es The Aesthetics of Mimesis: Ancient Texts and Modern Problems de Stephen Halliwell, pues no solo es el declarado ejemplo del trabajo que circunscribe su comprensión de la mímēsis a la esfera del arte representativo, sino que además permanece como fuerte interlocutor a lo largo de varios capítulos de Más allá del arte: mímēsis en Aristóteles. Otro frecuente interlocutor a tener en cuenta es el Aristóteles mimético de C.W. Veloso, quien, a diferencia de Halliwell, adopta una perspectiva abarcadora bajo la cual la mímēsis da respuesta tanto a problemas gnoseológicos como ontológicos y metafísicos. Una vez esclarecidos los necesarios puntos de partida, no queda más que lanzarse a la lectura.
Ciertamente abordar el libro de Suñol no es empresa trabajosa, pues su organización gradual facilita al lector la profundización progresiva en las dificultades que un análisis acabado de la mímēsis conlleva: la obra se divide en dos partes, cada una de las cuales cuenta con dos capítulos. La primera parte, titulada "La habilidad mimética y las artes miméticas como formas de aprendizaje" se estructura sobre un primer capítulo que se aboca al análisis de la noción de mímēsis utilizada en la Poética y un segundo capítulo que revisa el uso de esta misma noción en la Política, especialmente en los libros VII y VIII. La segunda parte del libro, titulada "La habilidad mimética, las artes miméticas y el fin de la naturaleza", es la encargada de conectar el análisis de la primera parte con el resto del corpus aristotélico y con otras dos nociones centrales en la filosofía del Estagirita: la noción de téchnē y de phýsis. Por último, encontramos la conclusión, que a su vez es seguida de un breve apéndice.
La primera parte del trabajo, como ya adelantamos, comienza con el capítulo más extenso del libro, el cual está enteramente dedicado a la elucidación general del concepto de mímēsis en la Poética y, en particular, en cuanto ella caracteriza una determinada actividad productiva. Si bien Suñol muestra un manejo fluido de la totalidad del tratado que pone en juego a cada paso del libro, en este primer capítulo se concentra especialmente en ciertas secciones del tratado y, dentro de cada uno de ellas, en ciertas temáticas que asisten a la compresión acabada del concepto de mímēsis. Así, los cinco núcleos temáticos corresponden al uso del término mímēsis (i) en los primeros tres capítulos de la Poética, (ii) en torno a las dos causas naturales de la poética que encontramos en el capítulo cuatro, (iii) en la comparación con la historia del capítulo nueve, (iv) en el contexto de su caracte406 rización preponderantemente dramática del capítulo veinticuatro (y ello con vistas a una relación con el capítulo tres) y, finalizando, (v) en relación con el anteúltimo capítulo de la Poética. Es la primera sección de estas cinco la que más atentamente debe ser leída, ya que allí Suñol sienta las bases para su interpretación a través de análisis minuciosos de pasajes que no tiene pudor en citar enteros y recorrer con detenimiento. Cuando Poética no es suficiente, la autora toma prestadas elucidaciones y reflexiones de otras partes del corpus para asistir la interpretación, como por ejemplo la consulta del Organon al respecto de la noción técnica de "género" (p. 56), que es también utilizada en la Poética. En un autor con pretensiones tan orgánicas como es Aristóteles, estos cruces textuales son más que acertados para lograr una compresión íntegra, e incluso recomendables. Tampoco podemos omitir la interesante relación que propone la sección segunda de este capítulo entre la Poética y la naturaleza humana, pues obrará como nexo entre las artes miméticas y la mimética en general entendida desde el resto del corpus (la relación, al ser retomada por la Política, los tratados naturales y la Física, no dejará de aparecer a cada paso argumentativo del libro). Podría decirse que esta continuidad entre la habilidad mimética ingénita del hombre y la presente en las artes, conjuntada con la subsecuente reflexión pedagógico-política que Política VII y VIII (esta es la selección que Suñol hace del tratado para el segundo capítulo de esta primera parte del libro) suscita, es una de las joyas más pulidas que el libro nos ofrece. A su vez, esta conjunción trae consigo la negación de la supuesta "autonomía poética" tantas veces leída en Poética (y tantas veces contrapuesta con el planteo platónico de República o Leyes), pues la emancipación de la ética y la política se vuelve inviable si la misma mímēsis conlleva estas nociones y se relaciona con ellas esencialmente (p. 118). El segundo capítulo de la primera parte incluye también un apartado dedicado a la singularidad de la mímēsis musical que bien puede complementar una investigación musical o histórica al respecto.
La segunda parte del trabajo comienza con un innovador capítulo dedicado al rastreo de la utilización de la mímēsis en contextos diferentes a Poética y Política. Después de un breve análisis de Meteorológicos, la autora nos presenta un uso de mímēsis para trazar vínculos de dependencia causal; en Historia de los animales encuentra un uso para establecer comparaciones biológicas y, después de llevarnos a través de ciertos pasajes claves de Metafísica I, nos muestran un último uso para formular analogías e identificar semejanzas respectivamente. Posiblemente la única desventaja de este capítulo sea su brevedad (es el que ocupa menos páginas del libro), pues deja al lector ávido de mayor cantidad de citas de los tratados naturales con los cuales redescubrir, de la mano de Suñol, la riqueza filosófica de los mismos. La segunda parte del trabajo concluye con un capítulo dedicado a reexaminar la comprensión aristotélica de las artes miméticas a la luz del principio "TMC (téchnē mimeîtai phýsis)" según el cual las artes "imitan" a la naturaleza, siendo este uno de los "principales objetivos a los que apunta 407 la presente investigación" (p. 174) según la misma autora. Para lograr elucidar la relación, Suñol investiga los cuatro pasajes en los cuales el principio TMC es formulado (Física II 8, Protréptico B 13-14, Física II 2 y Meteorológicos IV) y luego vuelve sobre la Poética en su integridad para identificar las referencias tácitas y expresas de la misma a la phýsis. Como tematizamos al exponer el primer capítulo de la primera parte del libro, es esta relación entre naturaleza y poética la más lograda y rica del libro, por lo cual este último capítulo es una de las muestras más claras de toda la potencia filosófica que Suñol puede encontrar en la letra aristotélica. Sin embargo, el capítulo no finaliza allí: como broche de oro, Suñol dedica la última sección a bosquejar una breve historia de la génesis y desarrollo histórico del principio TMC, así como una exposición de su comprensión artística que se extiende cronológicamente hasta las vanguardias del siglo XX. Este afán de relacionar la filosofía antigua con el resto de la historia no es un gesto aislado de la sección: dos de las características más atractivas del libro son la atención que la autora destina a la contemporaneidad de la temática que está trabajando y el enfoque interdisciplinario que pone en juego de variadas maneras a lo largo de todo el libro. Esto es evidenciado no solo por las inclusiones que hace Suñol de las tematizaciones actuales respecto de la mímēsis por parte de psicólogos, antropólogos, filósofos, sociólogos o pedagogos, sino también por la selección bibliográfica, cuya variedad sorprende al lector acostumbrado a las largas listas de artículos especializados. Teatro, historia, literatura, gramática y lógica son algunas de las áreas integradas que acompañan cada paso argumentativo e intervienen enriqueciendo y ampliando las lecturas de los textos antiguos, algo muchas veces prometido pero pocas veces visto en los libros especializados del área. La interdisciplinariedad es también notable a través de las breves reseñas no filosóficas que aparecen en cada capítulo: una arqueología de la palabra historeîn (p. 98 y ss.), una somera historia de la tragedia clásica (p. 128 y ss.), un repaso breve de la relación entre los griegos y la música (p. 138 y ss.) y una reflexión sintáctica al respecto de cómo los griegos expresaban la comparación y la analogía (p. 159 y ss.) son ejemplos claros de cómo intervienen en el texto voces de diferente matriz epistemológica para enriquecer la lectura filosófica.
Habiendo concluido la primera y segunda parte del libro, nos resta la conclusión. Esta, si bien no trae innovaciones al respecto de las conclusiones parciales sacadas en cada capítulo (a veces poco explicitadas o relacionadas con las conclusiones de los capítulos anteriores), nos invita a pensar el estudio de la mímēsis aristotélica no ya como un exclusivo (la elección de este adjetivo no es azarosa) estudio estético, sino más bien como un estudio de la naturaleza humana y de la vida acorde a nuestras funciones, que termina siendo artística. Incluye también el libro un breve e interesantísimo apéndice, en el cual la autora presenta cuatro 408 casos paradigmáticos el de Ingarden, Gadamer, Boyd y Danto en los cuales se ha dado una actualización de la mímēsis aristotélica, incluso hacia teorías estéticas contrapuestas. El afán de contemporaneidad de la autora llega aquí a su cénit, pues muestra cómo una noción de antaño puede volverse término técnico de una disciplina como la estética (al menos desde los trabajos de E. Auerbach en adelante) y ser puesta en juego en, contra y con teorías contemporáneas. Con su apéndice de alto contenido filosófico (no ya hermenéutico ni argumentativo), nos recuerda Suñol la actualidad que incuba en cada texto antiguo y nos invita a renovar el compromiso de descubrirlo y ponerlo en juego con cada lectura, y, por qué no, con cada escritura.
En vistas de una evaluación más general de Más allá del arte: mímēsis en Aristóteles, es necesario decir que pocos libros presentan un análisis metodológicamente tan minucioso como el que se nos ofrece: no solo la autora traduce la integridad de los textos citados sean estos parte de las fuentes o de la bibliografía secundaria, sino que también lo hace intentando preservar siempre intacto el sentido literal de todos ellos, aunque esto vaya "en detrimento del estilo característico de la lengua española" (p. 19). A su vez, acompañan a todo el trabajo una cantidad importante de notas al pie (de las 178 páginas principales del trabajo, solo ocho páginas no presentan notas al pie, perteneciendo siete de ellas a la segunda parte del trabajo) que, en general, tienden a presentar las posturas de la bibliografía secundaria. Esta organización ayuda a separar el análisis de la autora de los debates que se construyeron en torno a las fuentes trabajadas, sin dejar de dar cuenta de ellos. Al mismo tiempo, y respetando la recomendación que David Konstan hace en su prólogo al respecto de la "inseparabilidad de los análisis filosófico y filológico" (p. 21), Suñol no duda en embarcarse en complejos análisis sintácticos de los textos que presentan dificultades hermenéuticas, llevando así al lector a asir la interpretación a la par suya, desde la gramática hacia la filosofía (por ejemplo, de Poética 1447a15-16 en la p. 44). Su fluido manejo del griego le permite incluso llegar a proponer una enmienda textual para Poética 1448a 23-24 (p. 65), la cual es justificada tanto desde la gramática como desde la semántica. El cuidado resultado de semejantes destrezas puestas en juego lleva a que Pedro D. Karczmarczyk y David Konstan (al igual que, humildemente, quien redacta la presente reseña) destaquen el trabajo de Suñol como "detallado" y "riguroso" (pp. 8 y 23).
Si hubiera que señalar algún elemento que se ha dejado desatendido, podría decirse que si bien la autora nos recuerda en varias partes de su trabajo (p. 39, 40 y 90, por ejemplo) que Aristóteles "no ofrece allí [,en la Poética,] ni en ninguna parte de la obra ni del corpus una definición de mímēsis" (p. 40), sorprende que no se haya visto tentada a hurgar en la posible concepción tradicional que a Aristóteles se le había legado del término, con vistas a echar luz sobre aquello que el Estagirita podría estar dando por sentado o complementando: ¿deberíamos 409 pasar por alto que fue justamente su maestro quien ubicó al concepto en un lugar filosóficamente preponderante? ¿No nos ayuda una breve reposición de las conclusiones platónicas a marcar mejor las innovaciones aristotélicas (que son tantas) al respecto del término? Es difícil negar que Aristóteles, de alguna manera u otra, convivía con el planteo platónico al momento de redactar la Poética, más aun si "la relación entre ambas distinciones [,la platónica y la aristotélica,] es innegable" (p. 63) y si calificamos a Aristóteles de "depositario del legado de sus antecesores" (p. 153). Esto, sin embargo, no quiere decir que Suñol no maneje el texto platónico: las notas al pie presentan variadas y acertadas remisiones a Leyes y a República que bien pueden asistir a quien busque tender una conexión entre ambos autores. Extraña también la ausencia absoluta de remisiones internas entre los capítulos del libro, pues ello podría haber ayudado a afianzar la relación entre los variados tratamientos que Suñol realiza con tanto éxito. No obstante, tal vez sea este breve mareo el precio que un libro tan polifacético deba pagar por proponer una lectura dinámica y abarcadora a la vez.
Más allá del arte: mímēsis en Aristóteles, por su variedad y versatilidad, puede ser de utilidad para varios perfiles académicos: tanto un especialista de la estética aristotélica como uno de la antropología o la política pueden encontrar en el libro un asidero de ideas para ampliar su campo de trabajo y conectarlo con los restantes aspectos del sistema del Estagirita. Dada la profunda variedad del trabajo y la complejidad de las nociones tratadas, no es recomendable para quien ingresa en la filosofía aristotélica, sino para quien al menos maneja buena parte del corpus. Sin embargo, complejidad y rigurosidad no necesariamente se relacionan con un texto aburrido: la fluidez de la prosa de Suñol hace que todo el recorrido intelectual que nos propone sea, además de interesante, ameno, lo cual no es una característica menor al momento de su lectura.
No nos queda, entonces, más opción que festejar un libro de semejantes características y esperar por otra posible ampliación de la "ampliación".
Mariana Noé
Universidad de Buenos Aires