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Areté

versão impressa ISSN 1016-913X

arete vol.26 no.2 Lima  2014

 

RESEÑAS

 

Jesús Padilla Gálvez y Margit Gaffal (eds.): Formas de vida y juegos de lenguaje, Madrid: Plaza y Valdés, 2013, 268 pp.

 


Diré: es característico de nuestro lenguaje que crezca sobre unos cimientos consistentes en formas de vida estables, acciones regulares. Su función está determinada ante todo por la acción que le sirve de acompañante

Ludwig Wittgenstein, Causa y efecto: aprehensión intuitiva

Editado en 2013 por Jesús Padilla Gálvez y Margit Gaffal, Formas de vida y juegos de lenguaje constituye un valioso aporte a la discusión de problemas vigentes en los campos de la filosofía del lenguaje, la antropología filosófica, la epistemología, la filosofía de la psicología y la teoría de la acción. El volumen presenta ocho contribuciones abocadas a mostrar los vasos comunicantes entre las nociones de juegos de lenguaje y formas de vida. Se inaugura con el trabajo de P.M.S. Hacker, reconocido filósofo británico y uno de los más relevantes investigadores contemporáneos especializados en la obra de Wittgenstein. Argumenta Hacker que las nociones wittgensteinianas de juego de lenguaje y de forma de vida proveen el marco adecuado para desarrollar, mediante un análisis conectivo, una concepción integracionista del lenguaje. Presenta una elucidación de la red de conexiones que existe entre el significado y otros conceptos cercanos. Además, explora y sitúa el aporte de Wittgenstein a las conexiones existentes entre significado y uso.

Encontramos una sugerente respuesta crítica a la contribución de Hacker en el trabajo de Modesto Gómez Alonso. Aunque Wittgenstein y Davidson coinciden en reconocer que significado y verdad son nociones interdependientes, Gómez Alonso señala que la propuesta de Davidson asume la forma de una teoría del lenguaje; así pues, analiza críticamente el proyecto filosófico davidsoniano de vincular significado y realidad desde el lenguaje. En la otra orilla se encuentra la propuesta de Hacker de llevar a cabo un análisis conectivo del significado, propuesta que es presentada aquí como explicitación de las conexiones internas. El nudo de los argumentos críticos de Gómez Alonso contra Hacker es el siguiente: mientras Hacker adopta una postura conceptualista y convencionalista de inspiración wittgensteiniana, el último Wittgenstein abraza una posición pragmatista que lo distancia claramente del conceptualismo que suscribió durante el periodo intermedio. Reconstruir el proceso de alejamiento del conceptualismo significa, según Gómez Alonso, mostrar por qué Wittgenstein se encuentra muy lejos del idealismo lingüístico y, más bien, cerca de un realismo radicalmente novedoso que vincula lenguaje y mundo a partir de la certeza, es decir, de la acción prelingüística. Ubicar al "último" Wittgenstein en las filas del realismo es la jugada más arriesgada del trabajo de Gómez Alonso1.

Antonio Marques resalta que la forma de vida es un concepto holístico de la comunicación y profundiza en los significados de la conocida sentencia wittgensteiniana de acuerdo a la cual lo dado son las formas de vida. Concluye que, lejos de ser una trivialidad, la insistencia de Wittgenstein en que la forma de vida humana debe ser aceptada expresa un intento por preservar y dar cuenta de lo humano en toda su complejidad. Sería deseable esclarecer cómo ha de ser comprendido "lo dado", tema que resulta fecundo para situar a Wittgenstein en ciertos debates filosóficos contemporáneos. La obra de Wittgenstein muestra, a mi entender, al menos dos aproximaciones a lo dado o lo que debe ser aceptado: i) la primera, centrada en la elucidación de lo que el filósofo denomina "hechos muy generales" de la vida; ii) la segunda, circunscrita a observaciones variadas sobre la vida humana, que Wittgenstein lee bajo la clave descriptiva del "así es", rehusándose a ceder al "así debe ser". La apelación a los hechos generales –cuya identificación apunta simplemente a lo que Davidson llama "la experiencia de compartir la objetividad"2– permite a Wittgenstein remarcar que somos criaturas biológicas socializadas, seres que compartimos una historia natural y cultural. Esta doble aproximación a lo dado presenta a Wittgenstein contra cualquier intento de trazar una brecha tajante entre lo natural y lo cultural, pero también lo muestra crítico de una división radical entre acciones deliberadas (claramente emprendidas por razones) y una conducta ciega e instintiva. El trasfondo conformado por las diversas expresiones de la vida sitúa deliberadamente a Wittgenstein en una perspectiva de radical contingencia, un telón de fondo apropiado para dar cuenta de actividades humanas sofisticadas –tales como la duda o la justificación–, pero también de conductas humanas básicas. Finalmente, opino que avanzar en la elucidación de "lo dado" permitiría también apreciar mejor las dificultades de las lecturas fundacionalistas que pretenden encontrar anclaje firme en las formas de vida o en algún aspecto de las mismas.

La contribución de Jesús Padilla Gálvez esclarece amplia y profundamente el campo semántico de la noción de "forma de vida" en la obra de Wittgenstein. Tal concepto apunta a un nexo complejo que anuda experiencias comunes, historia y lenguaje. De otro lado, destaca acertadamente la relevancia de las actividades lúdicas relacionadas con el lenguaje. Se ha afirmado con frecuencia que el concepto de forma de vida en la obra de Wittgenstein resulta bastante elusivo3. La expresión "forma de vida" en realidad aparece en contadas ocasiones en la obra del filósofo vienés4. El concepto parecer servir a Wittgenstein como escenario para la descripción de diversos juegos de lenguaje. Es manifiesto que, desde los años treinta, Wittgenstein profesó un acusado interés por la particular y estrecha relación que existe entre conceptos y conducta: "se podría decir que los conceptos de los hombres muestran lo que les importa y lo que no les importa"5. Pero Wittgenstein estima que, así como ciertos objetos devienen extraños al ser separados de su ámbito cotidiano, los conceptos también pueden tornarse enrarecidos cuando se alienan del lenguaje ordinario y de las prácticas cotidianas. Padilla Gálvez contrasta "forma de vida" en singular con la pluralidad de "formas de vida". Como se sabe, algunos intérpretes defienden una concepción monista de la forma de vida humana pues encuentran apoyo textual en pasajes que aluden al "modo de actuar humano común", aquella manera de ser y hacer compartida por la humanidad. En esta línea, Newton Garver postula que el conjunto de prácticas que configuran la forma humana de vida constituye el fundamento del naturalismo de Wittgenstein. Padilla Gálvez pondera también los argumentos de quienes, como Rudolf Haller, destacan la aproximación pluralista a este concepto. Siguiendo a Haller, Padilla Gálvez sugiere que las formas de vida constituyen un fundamento praxeológico6, con lo que destaca el dinamismo de la praxis humana. Culminan sus reflexiones puntualizando que las formas de vida conforman una valiosa herramienta para estudiar las condiciones y reglas que rigen la acción humana.

Margit Gaffal explora las formas de vida en tanto técnicas sociales. Explica esta autora que fue Alfred Wechsler quien, a principios del siglo XX, empleó por primera vez y de modo sistemático la expresión "forma(s) de vida". Wechsler adopta una perspectiva pragmática que entiende la forma de vida como conocimiento práctico orientado a enfrentar situaciones determinadas. Podría esperarse que esta contribución profundice en las similitudes y diferencias que existen entre el tratamiento de Wechsler y el de Wittgenstein, pero esta tarea queda en manos del lector.

Aunque el concepto de Lebensform ha sido intensamente discutido y estudiado en vinculación con el pensamiento de Wittgenstein, la expresión "forma de vida" cuenta con una historia más antigua, que se origina en el siglo XIX, como lo sugiere el estudio de Norberto Abreu y Silva Neto. El concepto, que en la obra de Wittgenstein opera como recurso metodológico, fue empleado inicialmente en el ámbito científico, concretamente en la biología evolutiva y en la historia natural. Propone Abreu e Silva Neto que se mantenga la distinción entre formas de vida –para aludir al sentido biológico– y formas de vivir –en referencia a la praxis humana–.

La contribución de Michel Le Du examina críticamente algunas oposiciones características de los debates filosóficos en las ciencias sociales: destaca el contraste entre el enfoque externo (objetivo) y el enfoque comprensivo. Le Du atribuye acertadamente a Wittgenstein la defensa de una forma de holismo gramatical al tiempo que muestra la obsolescencia del antagonismo entre erklären (explicar) y verstehen (comprender).

Contra la perspectiva reduccionista de Paul Grice, el filósofo alemán Julian Nida-Rümelin reivindica en su ensayo una intencionalidad "que influye sobre el significado del hablante mediante la presentación de razonamientos al destinatario para que actúe o tenga ciertas creencias"7. Cada expresión significativa va acompañada de la intención de motivar al destinatario. Subraya que la comunicación es praxis y plantea la existencia de tres reglas constitutivas universales que rigen las condiciones normativas de una comunicación exitosa: veracidad, fiabilidad y confianza. Nida-Rümelin explora aquí qué significa confiar. Sus reflexiones iluminan y complementan las intuiciones del último Wittgenstein sobre la confianza: la certeza tranquila aparece como la forma primitiva del juego de lenguaje. Nuestros discursos y acciones, nuestra salud o locura, nuestras respuestas comunes –la melancolía, el sentido del humor, los rituales, los deseos más inconfesables–, descansan sobre una mutua confianza tácita entre seres vivos.

La obra tardía de Wittgenstein pone en entredicho la tesis de que la forma de vida (o algún aspecto de la misma) cumpla un cometido fundacional. Ya que varios de los ensayos recogidos en el presente volumen toman partido tímidamente por la tesis de que las formas de vida constituyen una suerte de fundamento, se esperaría un desarrollo más en detalle de esta pista. Las lecturas fundacionalistas fuertes empañan el delicado paisaje de las relaciones epistémicas que intenta tejer Wittgenstein, un panorama que, por cierto, presupone una concepción austera y deflacionista de los conceptos de conocimiento y justificación. Este panorama de las relaciones epistémicas rechaza la existencia de un orden autónomo de las razones capaz de dar cuenta de nuestras maneras de hablar y de actuar. La imagen de la estructura de las razones esbozada por Wittgenstein recusa la existencia de estándares normativos de comunicación e indagación que se yergan independientes de nuestras palabras y acciones, pero también que fijen límites a priori a nuestras prácticas. El mérito principal de este panorama, en mi opinión, consiste en mostrar por qué han de quedar excluidas las evaluaciones epistémicas generales. Este logro es convenientemente resaltado en el artículo de Modesto Gómez Alonso.

Los artículos que se recogen aquí, aclaratorios o eruditos, especializados o situados en la intersección de varias disciplinas, son testimonio de la vigencia y fecundidad del concepto de forma de vida. Es por ello que, de cara a una segunda edición, merecería la pena revisar más cuidadosamente la redacción del manuscrito, cuya versión final en esta primera edición parece resentir las prisas de las entregas bajo fecha.

 

Pamela Lastres Dammert

Pontificia Universidad Católica del Perú

 


1 Aunque este no es el lugar para discutir cuán feliz resulta esta jugada, estimo que al menos merecería un mayor desarrollo argumentativo. Al respecto, cf. Mounce, H. O. "Wittgenstein and classical realism", en: Moyal-Sharrock, D. y B.H. William (eds.) Readings on Wittgenstein’s On Certainty. Nueva York: Palgrave MacMillan, 2007. El artículo investiga las conexiones entre algunas tesis del Tractatus y de Sobre la certeza con la tradición del realismo clásico.

2 Davidson, D., "Visiones posanalíticas", en: Borradori, G., Conversaciones filosóficas. El nuevo pensamiento norteamericano. Bogotá: Norma, 1996, pp. 85-86.

3 Yendo más lejos, incluso algunos sostienen (equivocadamente, en mi opinión) que este no es un concepto demasiado iluminador. Cf. Kober, Michael, "Certainties of a world-picture", en: Sluga, H. y D. Stern (eds.). The Cambridge Companion to Wittgenstein. Cambridge: Cambridge University Press, 1996, p. 418.

4 Una vez en los Cuadernos, en cinco pasajes de las Investigaciones Filosóficas y ocasionalmente en la obra tardía.

5 Wittgenstein, L., Observaciones sobre los colores, § 293.

6 La tesis de Haller también es adoptada por la contribución de Norberto Abreu e Silva Neto. Si bien la vindicación de Haller no es lo bastante fuerte como para llegar a adscribir una auténtica postura fundacionalista al Wittgenstein tardío, considero que la expresión «fundamento praxeológico» puede resultar desorientadora: mientras las lecturas fundacionalistas proporcionan asidero a la idea –ajena a Wittgenstein– de que es necesario identificar una base fundamental diferenciada que sostenga lo demás, Wittgenstein subraya que el complejo trabajo de sostén es llevado a cabo por las proposiciones empíricas ordinarias conjuntamente con el marco de acciones, instituciones y prácticas humanas.

7 Nida-Rümelin, J., "Significado, fundamentos y formas de vida", en: Padilla Gálvez, J. y M. Gaffal (eds.), Formas de vida y juegos de lenguaje, Madrid: Plaza y Valdés, 2013, p. 232.

 

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