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Areté

versão impressa ISSN 1016-913X

arete vol.30 no.2 Lima  2018

http://dx.doi.org/10.18800/arete.201802.009 

RESEÑAS

 

Osswald, Andrés: La fundamentación pasiva de la experiencia. Un estudio sobre la fenomenología de Edmund Husserl, Madrid: Plaza y Valdés, 2016, 257 pp.

 


El libro La fundamentación pasiva de la experiencia. Un estudio sobre la fenomenología de Edmund Husserl de Andrés Osswald es la obra más reciente, y primera en español, dedicada exclusivamente al estudio de la pasividad desarrollado por Edmund Husserl. Según son presentados en sus primeras líneas, los objetivos centrales de la investigación son los siguientes: exponer, desarrollar y completar los análisis husserlianos sobre la pasividad y analizar sus alcances para la teoría del sujeto. En función de estos objetivos, luego de una introducción en la que se caracteriza el campo temático de la pasividad en la discusión filosófica general y se señalan los principales núcleos problemáticos tradicionalmente asociados a él, la obra se estructura en seis capítulos. Los primeros cuatro están dedicados a la elucidación de las estructuras de la pasividad, el quinto capítulo aborda sus implicancias para la teoría husserliana de la subjetividad y el sexto capítulo reflexiona sobre el vínculo entre pasividad y actividad desde el punto de vista ético.

La idea que recorre la obra es que pasividad y actividad no deben ser comprendidas como dimensiones excluyentes. La actividad supone necesariamente la pasividad, pues en sus diferentes niveles y dimensiones constituye el trasfondo sobre el cual toda actividad es posible. Con todo, no se trata de subordinar la actividad a la pasividad, sino de dar cuenta de la relación de gradualidad y continuo que ellas conforman. En términos generales, podría decirse que la estrategia que sigue el autor es doble: al mismo tiempo que se dedica a explorar las consecuencias del descubrimiento de las capas pasivas en la conciencia, se esfuerza por precisar el sentido del fenómeno de modo que no conduzca a suposiciones erróneas sobre sus implicancias. En este sentido, Osswald muestra con claridad que el reconocimiento de una operatividad pasiva como condición de posibilidad de la actividad –que exime a Husserl del "racionalismo ingenuo" que se le ha atribuido– no implica renunciar al fundamento yoico de la fenomenología y a la capacidad de autodeterminación del sujeto. Desde esta perspectiva, ni la libertad del hombre coincide con una ausencia total de determinación, ni el descubrimiento de la pre-delineación pasiva de los actos culmina en un determinismo que condenaría al ser humano a un asentimiento acrítico de los motivos que lo condicionan.

El primer capítulo, "El concepto de pasividad", comienza mostrando la estrecha relación entre la pasividad y el desarrollo de la fenomenología genética. La importancia de este método para el "descubrimiento" de la pasividad radica en que abre un ámbito de fenómenos que no son en sentido estricto actos del yo sino que "los anteceden y condicionan" (p. 42). En este punto, cabe señalar que si bien Husserl comenzó la investigación sistemática sobre la legalidad pasiva en el marco de los análisis genéticos sobre la constitución de los años 20, es posible encontrar referencias a procesos de esta esfera en obras que datan de años anteriores a la elaboración de la fenomenología genética. Osswald pone de relieve este hecho al referirse a los estudios sobre el tiempo de las Lecciones de 1904/1905. En efecto, el autor advierte que allí Husserl encuentra en la síntesis del tiempo la estructura última de la conciencia, sin que estos análisis constituyan una indagación genética. No obstante, la limitación formal o estructural propia del análisis estático conducirá años más tarde a Husserl a considerar el estudio del tiempo emprendido en las Lecciones como demasiado "abstracto". Con posterioridad a Ideas I y, especialmente, durante la década de 1920, la necesidad de dar cuenta de las formaciones de sentido pre-categoriales y el interés por el contenido de la experiencia lo conducen a empujar su método más allá de los límites que imponía la fenomenología estática y complementarlo mediante un método genético o de explicación. Como es sabido, la fenomenología de la génesis permite ampliar el análisis de la constitución en la medida en que se pregunta por los procesos que la hacen posible. Al indagar las síntesis de asociación y la relación entre los distintos momentos de la conciencia, la fenomenología de la génesis "muestra cómo la conciencia se origina a partir de la conciencia" (p. 39). Al mismo tiempo, al interesarse por el contenido de la experiencia, permite dar cuenta del desarrollo de la subjetividad como un ser concreto, del yo como un polo que ya no es indiferente a sus propios actos, sino que con cada uno de ellos gana una propiedad permanente (cf. p. 41). Las modificaciones que comporta el pasaje de la perspectiva estática a la genética y su vínculo con la temática de la pasividad se irán explicitando en sus implicaciones concretas a lo largo de los siguientes capítulos, especialmente a partir del Capítulo 3: "La asociación".

Establecido este marco, y partiendo de la constatación de que no hay en la obra de Husserl un pasaje donde el término "pasividad" sea definido explícitamente, el autor avanza en el esclarecimiento de su sentido preciso. Aquí se enfrenta a la necesidad de distinguir el concepto husserliano de la concepción kantiana que la identifica con la mera receptividad. El análisis de la relación con Kant es un paso ineludible, y ciertamente difícil, de toda investigación sobre la pasividad en Husserl. En un sentido general, la dificultad radica en que, como señala Osswald, Husserl mantiene una posición ambigua frente a la filosofía kantiana (cf. p. 44). En términos específicos, la comparación con Kant pone en el centro de la discusión la complejidad de la atribución de operaciones sintéticas a la esfera pasiva. De acuerdo con Husserl, la pasividad realiza articulaciones de sentido que son anteriores a la actividad del ego y al interés temático y, sin embargo, son operaciones sintéticas. ¿Cómo es posible que una operación sintética sea pasiva? Según el análisis del autor, la respuesta a este interrogante requiere repensar el vínculo tradicionalmente establecido entre síntesis y acto y entre sensibilidad y receptividad (cf. p. 44). El rechazo de la idea kantiana según la cual la sensibilidad es incapaz de llevar adelante operaciones de síntesis da lugar a un debilitamiento de la separación entre sensibilidad y entendimiento y a proponer una gradualidad entre ambos niveles, que se extiende a la relación entre pasividad y actividad. Como resultado del análisis del primer capítulo, se ofrecen los siguientes lineamientos para comprender qué es la pasividad: (1) debe ser pensada en relación con la intencionalidad; (2) alude a una intencionalidad que se distingue de la yoica; y (3) supone una redefinición del alcance de la intencionalidad hacia niveles de la conciencia que no se identifican con el yo atento.

El segundo capítulo está dedicado a la síntesis temporal, que "constituye el nivel más fundamental de la vida pasiva en particular y, por extensión, de la vida de conciencia en general" (p. 24). Esta sección presenta los aspectos centrales del tratamiento husserliano del tiempo basándose en textos incluidos en los tres volúmenes de Husserliana dedicados al tema: las Lecciones de 1904-05 y trabajos complementarios elaborados entre 1893 y 1917 (Husserliana X), los Manuscritos de Bernau, de 1917-1918 (Husserliana XXXIII) y los Manuscritos del Grupo C elaborados entre 1929 y 1934 (Husserliana Materialien VIII).

Dos ejes articulan el desarrollo de este extenso capítulo: el análisis de los problemas de la interpretación objetivante de la conciencia interna del tiempo y la determinación del vínculo entre el yo y el tiempo. En lo que concierne al primer eje, se ponen de relieve dos regresos al infinito implicados por la perspectiva objetivante de la conciencia interna del tiempo, que atañen a las dos tareas que debe realizar la conciencia para posibilitar la unidad de los actos y de las sensaciones: la función de unidad del flujo temporal y la función de autopercatación. Para dar cuenta de su origen, se abordan los problemas ocasionados por la temprana interpretación de la conciencia temporal a la luz del esquema "aprehensión-contenido de aprehensión". Si bien el esquema es apropiado para dar cuenta de los actos objetivantes (tales como la percepción), ocasiona problemas al ser aplicado para explicar la constitución de unidades inmanentes, a saber, conduce a concluir que la intencionalidad de la conciencia temporal es objetivante. Si esto fuera así, advierte el autor, "la conciencia no solo objetivaría los actos al temporalizarlos, sino que ella misma se auto-objetivaría al darse unidad" (p. 68). Por su parte, el regreso al infinito que concierne a la función de autopercatación es ocasionado por la interpretación reflexiva de dicho fenómeno, en la medida en que da lugar, al igual que en el caso anterior, a una interpretación objetivante del curso temporal. Osswald aclara que los problemas de sostener que la autocaptación primigenia recae en un acto de reflexión han sido advertidos por Husserl mismo y señala que, con todo, "una interpretación no objetivante de la autopercatación no resuelve completamente el problema del regreso al infinito. En efecto, puede sostenerse que la autopercatación de la conciencia ocurre de manera no-objetivante pero afirmar, empero, que la conciencia ‘adquiere conciencia’ solo para otra conciencia" (p. 75). Es ya conocido que, al reconocer los problemas que ocasiona el esquema al ser aplicado a los aspectos constituyentes de la conciencia, Husserl restringe su uso y sostiene que no toda conciencia sigue dicho modelo (cf. Husserl, E., Zur Phänomenologie des inneren Zeitbewusstseins, La Haya: Martinus Nijhoff, 1966, p. 7, Nota 1). En adelante, el esquema seguirá siendo válido para los actos de nivel superior, aunque su continuidad ha sido en cierta medida tema de debate en la exégesis husserliana.

A partir de allí, el capítulo continúa en un camino de profundización de la temática de la automanifestación al que conducen los análisis de la temporalidad y aborda el concepto de conciencia absoluta constituyente del tiempo, mediante el cual Husserl ha intentado resolver los problemas que se siguen de la aplicación del esquema. La "aparición" de la conciencia absoluta en los análisis sobre la temporalidad introdujo una distinción de niveles en la inmanencia: el nivel de las vivencias y el nivel del flujo constituyente. Esta estratificación de dos niveles inmanentes de constitución, junto a un tercero que corresponde al nivel del tiempo objetivo, ha sido indicada por Husserl en el §34 de las Lecciones. Sin embargo, la interpretación de la conciencia interna como una instancia separada ha sido cuestionada, dando lugar a un debate que gira en torno a la pregunta acerca de si hay dos o tres niveles en la conciencia temporal. Osswald se introduce en el debate sobre la distinción de niveles –iniciado por la crítica de Dan Zahavi a la llamada "interpretación estándar" o "Brough-Sokolowsky"– y establece con claridad los términos de la discusión poniendo de relieve los problemas y los puntos fuertes de cada una de las interpretaciones para tomar así su posición en este escenario.

Mientras que la interpretación estándar defiende fuertemente la separación de tres estratos, el interés de Zahavi por ofrecer una teoría no intencional y no reflexiva de la automanifestación lo conduce a reducir a dos los niveles de la conciencia. El núcleo de la discusión radica en la determinación de la relación entre la conciencia absoluta y el flujo de vivencias: se trata de establecer en qué consiste el carácter constitutivo de la conciencia absoluta, más específicamente, si ella constituye las vivencias como "objetos" inmanentes, como parece defender Brough a la luz del apoyo textual de esta interpretación. El asunto es que, si este fuera el caso, la automanifestación primigenia sería objetivante, conduciendo nuevamente a la teoría reflexiva y a sus problemas. Ante este panorama, Zahavi sostiene que para evitar la existencia de una relación de objetivación es preciso eliminar la distancia intencional entre la conciencia y sus correlatos y considerar la conciencia absoluta como la automanifestación pre-reflexiva de cada acto, y no como una instancia separada.

De acuerdo con Osswald, más allá de sus ventajas para ofrecer una respuesta a un problema que Husserl mismo no pudo resolver, el exclusivo énfasis de Zahavi en el problema de la automanifestación no le permitió atender a la otra función que Husserl le asigna a la conciencia (la función de unidad), siendo este un punto a favor de la interpretación estándar. En términos generales, el autor se inclina por la interpretación "Brough-Sokolowsky" en la medida en que acepta que junto al nivel de los actos y al nivel del tiempo objetivo es preciso reconocer un nivel intermedio. Sin embargo, muestra sus reparos en considerar que este segundo nivel esté compuesto por "objetos inmanentes", acercándose en este punto a Zahavi. Comprender la relación entre el rechazo de un segundo nivel de objetos inmanentes y la defensa de un esquema temporal tripartito requiere complementar el análisis de la síntesis temporal mediante las síntesis de asociación, es decir, ir más allá de las Lecciones. En efecto, para el autor, el nivel intermedio no estaría integrado por objetos "sino por unidades sensibles pre-objetivas constituidas por las síntesis de asociación" (p. 86).

Antes de seguir adelante, vale la pena hacer una breve mención sobre el abordaje del segundo eje del capítulo: el análisis de la posibilidad de que el reconocimiento de capas pasivas en la subjetividad conduzca a una separación tajante entre el tiempo y las estructuras yoicas. Si bien en las Lecciones el yo no cumple un papel relevante en la síntesis del tiempo, se intentará mostrar que existe una dimensión yoica al nivel de la temporalidad. Con esta finalidad, se recorren los análisis de Husserl, pasando por los Manuscritos de Bernau, donde comienza a vislumbrarse la proximidad entre ambas temáticas, hasta los textos de los años 30 en los que, a través del concepto de presente viviente, se descubre un anudamiento decisivo de los análisis del yo con la temporalidad. Osswald señala que allí Husserl tiende a situar en el presente viviente una dimensión yoica de naturaleza pasiva: un yo operante permanente y fluyente que se identifica con la automanifestación pre-reflexiva de los actos. De acuerdo con esto, "el yo no debe ser pensado como una sustancia que permanece invariante respecto de unos actos interpretados a la manera de accidentes múltiples y cambiantes. Por el contrario, el yo operante es esos mismos actos en la medida en que son presentes" (p. 103). El establecimiento del vínculo entre el tema de la temporalidad y el yo contribuye de manera decisiva a la estrategia general de la obra. En efecto, la argumentación sobre la compatibilidad entre el descubrimiento de capas pasivas y el reconocimiento de estructuras yoicas, constituye la base sobre la cual se mostrará más adelante que la pasividad no requiere renunciar al yo en cuanto fundamento apodíctico del conocimiento y, así, al espíritu cartesiano de la fenomenología husserliana.

La rigidez del proceso retencional y la necesidad de explicar el relieve del pasado y la motivación del recuerdo son el marco mediante el cual el tercer capítulo introduce el estudio de las síntesis de asociación. La asociación es un nuevo estrato de la vida pasiva, orientado hacia el contenido, que se ensambla sobre la síntesis del tiempo: "Sin alterar el proceso de modificación retencional <la asociación> tiende puentes entre el presente y el pasado y, con ello, dibuja un relieve que antecede y predetermina el volverse del yo" (p. 112). La base textual fundamental del capítulo son los Análisis sobre la síntesis pasiva, obra en la que el tema de la asociación –que ya había aparecido en otros contextos en obras de la fenomenología temprana de Husserl– se convierte en objeto de investigación sistemática. Considerando que el concepto de asociación tiene una larga historia, el autor precisa el sentido husserliano, distinguiéndolo tanto de su interpretación "irreal", vinculada a la fantasía –en el sentido de Brentano–, como de su interpretación "real" –en sentido empirista–. La noción de asociación desarrollada en los Análisis, enfatiza el autor, no tiene ni el carácter irreal de las síntesis de la imaginación, ni el carácter empírico de las leyes de la causalidad psicofísica. Por el contrario, se trata de una síntesis trascendental que no niega la validez de las leyes empíricas pero pertenece a una dimensión distinta la dimensión de los procesos constituyentes.

Como adelantamos, mediante el análisis de la asociación se advierten en concreto los cambios que implicó el desarrollo de la perspectiva genética. Se advierte, especialmente, que gracias a ella el pasado deja de ser pensado como algo "muerto" para ser considerarlo como "dormido". Es fundamental, en este sentido, el análisis del fenómeno de la evocación (Weckung), que "despierta un fragmento del pasado y, al hacerlo, lo destaca en el trasfondo del pasado con cuyo contenido no se han establecido nexos asociativos" (p. 128). Otra de las modificaciones que comporta la elaboración del análisis genético, estudiada en profundidad en este capítulo, concierne al estatus de la hyle, que deja de ser considerada como un "mero hecho" para ser pensada como el resultado de un proceso de constitución.

En este marco, el autor realiza una detallada descripción de las regularidades que operan como condición de la formación de las unidades hyléticas y da cuenta del carácter esencialmente relacional del "relieve" o "destacarse" (Abhebung) de dichas unidades. A partir de allí, se adentra en una nueva dimensión de la investigación sobre la pasividad: el problema de la afección. Bajo este título se entiende el problema de dar cuenta del estímulo afectante de los datos asociados entre sí mediante las síntesis pasivas, es decir, determinar las condiciones de posibilidad de las unidades constituidas y destacadas de ejercer influencia sobre el yo y, eventualmente, atraer su atención. Osswald describe con particular agudeza la relación de "ida y vuelta" entre el yo y la sensación que configura el campo de la afección, esto es, el espacio que se abre entre la "propuesta" de la sensación y la posibilidad del yo de responder a ella. A la luz de su análisis, queda manifiesto que, si bien se trata de un proceso pasivo, la afección tiene un papel mediador entre pasividad y actividad: lo que se destaca es condición de posibilidad de un "despertarse" y volverse activamente del yo hacia ello. Por eso, la afección es definida como "el nombre que recibe la capacidad de la pasividad de incidir sobre la actividad" (p. 157).

Cada unidad destacada puede afectar con fuerza variable, según su grado de cohesión interna y de contraste externo. La afección detenta una gradualidad que se extiende desde lo que afecta efectivamente, lo que no afecta pero tiene una tendencia a la afección, hasta lo que no afecta en absoluto. A la luz de esta gradualidad, se aborda el problema central de la afección: explicar el pasaje de lo no afectante al afectar efectivo. La teoría husserliana de la afección adolece de una circularidad de la que Husserl mismo se ha percatado y que, según algunos intérpretes, no puede ser resuelta mediante el recurso a su gradualidad: la afección presupone la formación, mediante síntesis pasivas, de unidades que se destacan, pero con anterioridad a la afección no hay nada "disponible" sobre lo que ellas puedan operar. Así, el destacarse es producto de la afección y también su condición (cf. p. 151)

El problema del pasaje hacia la afección es el de explicar el devenir consciente de lo inconsciente. Si la afección detenta una gradualidad, el inconsciente correspondería a "lo que no afecta en absoluto". En este punto se proponen tres maneras de pensar lo inconsciente según los modos de la afección: (i) la dimensión horizontal, (ii) la dimensión vertical y (iii) la dimensión pre-afectante. Destacaremos aquí la discusión en torno al campo pre-afectivo, que ofrece un principio de solución para el problema acerca de cómo se puede recuperar el pasado que se ha vuelto inconsciente –suscitado por la consideración del inconsciente como grado de afectividad nula– y a la circularidad que afecta a la teoría de la afección. El autor apela a una estrategia "clásica" de distinción de niveles: un campo pre-afectivo que es "por-sí" dueño de una fuerza afectiva, pero no supone ejercer una afección sobre el yo, y un campo afectivo de las unidades que se destacan y son "para-mí". De este modo, la formación de unidad no depende del afectar efectivo, sino de unidades con capacidad afectiva pero que no son advertidas por el yo. Esta importante sección contribuye también demarcando la diferencia de la noción husserliana de inconsciente respecto de la concepción freudiana, definida a partir de la idea de represión. Consciencia e inconsciente no son, para Husserl, dos ámbitos en conflicto separados por un hiato; su diferencia debe pensarse más bien como respondiendo a una gradualidad "donde la emergencia y el hundimiento de las representaciones, desde y hacia el inconsciente, depende de su fuerza afectiva" (p. 146).

Una última consideración concierne al modo en que el autor explicita el punto en el que el estudio de la asociación converge con el asunto central de la fenomenología del sujeto. Las síntesis de asociación están vinculadas con la constitución de la subjetividad, pues por su operación la subjetividad se vuelve accesible para sí misma. Gracias a ellas, el sujeto puede tener a disposición "su" pasado, es decir, un pasado que, en virtud de su relieve, pueda ser llamado "suyo". De este modo, agregamos, queda manifiesto que los vínculos establecidos gracias a la asociación son las formas más básicas de motivación y operan como condición de posibilidad de un proceso que, en sus formas superiores, culminará en la emergencia de un yo personal.

El cuarto capítulo continúa el camino trazado hacia el final del capítulo anterior y profundiza el análisis de la afección tomando como hilo conductor el problema de la relación entre el sujeto y el mundo. El punto de partida es la interpretación de Zahavi y Montavont, quienes proponen un acercamiento entre Husserl y Merleau-Ponty sobre la base del carácter dialógico atribuido por Husserl a la relación entre afección y acción. Sobre el trasfondo de los análisis realizados acerca de la relación entre el yo y el campo sensible, Osswald evalúa la viabilidad de la interpretación que sostiene que es posible encontrar en la filosofía husserliana una relación de fundamentación bilateral entre sujeto y mundo, similar a la propuesta por el fenomenólogo francés. Se concluirá en este punto que es necesario restringir la proximidad entre ambos filósofos, en la medida en que supone una inadecuada equiparación entre el lado no yoico de la vivencia y el mundo. El análisis se dirigirá a mostrar que tanto los aspectos yoicos como no yoicos de la afección son aspectos de la bilateralidad de la vivencia, es decir, fenómenos inmanentes, que deben ser remitidos a los procesos constituyentes de la subjetividad.

Para fundamentar su interpretación, el capítulo sigue el método de desmontaje de la afección propuesto en los Manuscritos del Grupo C. En lo que concierne a los aspectos no yoicos de la afección, gracias a este procedimiento se encuentra una triple estratificación de la hyle, que en su nivel más elemental aísla un núcleo de lo extraño al yo. Con todo, advierte Osswald, la exterioridad de la hyle no es la exterioridad del mundo que, por su parte, para ser constituido presupone el volverse activo del yo en una operación aprehensora que interprete las sensaciones como aspectos de un objeto trascendente. Se trata, más bien, de una "exterioridad en la inmanencia de la conciencia" (p. 192). A la vez que muestra que es incorrecto identificar la afección del lado no yoico con la incidencia del mundo en el proceso constitutivo, el capítulo afronta una de las amenazas que podrían seguirse de la consideración de las unidades afectivas como resultado de síntesis de asociación: el riesgo de caer en un idealismo subjetivo fuerte. El autor desestima esta posibilidad subrayando que, si bien su sentido emerge de su relación con la conciencia, la hyle no tiene su origen en el sujeto. No se trataría, entonces, ni de una relación bilateral de fundamentación entre sujeto y mundo, ni de una reducción de la trascendencia a la inmanencia, sino de comprender la constitución del mundo "como un proceso, estructurado según niveles, de progresiva exteriorización de la inmanencia" (p. 168).

Los análisis desarrollados hasta aquí convergen hacia el final de la obra en dos capítulos fundamentales cuyo tema central es la determinación del alcance y los límites del reconocimiento de capas pasivas en la conciencia. El primero de ellos, "Sujeto y Pasividad" (Cap. 5), no solo explicita las consecuencias en la concepción de la subjetividad que pueden ser extraídas de los análisis sobre la pasividad, sino que también toma posición contra una interpretación que podría derivarse de ellos, a saber, que suponen el abandono del fundamento cartesiano de la fenomenología husserliana. La idea que recorre el análisis es que no es contradictorio sostener que el yo es el fundamento apodíctico del conocimiento y, al mismo tiempo, que está fundado en estratos pasivos. De este modo, la defensa del carácter cartesiano del pensamiento de Husserl que emprende el autor apunta a mostrar que las capas pasivas del yo cumplen con la condición estipulada por la vía cartesiana. En términos específicos, se propone pensar que la apodicticidad puede ser hallada en la automanifestación pasiva del presente viviente y que puede ser atribuida a un yo que opere como instancia última de fundamentación.

En función de este objetivo, el capítulo presenta un minucioso estudio de los cambios en la concepción husserliana de la apodicticidad, desde su identificación temprana con la adecuación, hasta el rechazo de dicha identificación y el reconocimiento de que solo puede atribuirse apodicticidad a la actualidad viva del yo en el núcleo del presente. La distinción entre adecuación y apodicticidad introducida en las Meditaciones Cartesianas permite a Husserl garantizar la apodicticidad del cogito más allá de la inadecuación de sus contenidos. Es decir, permite que el escorzamiento temporal al que están sujetas las vivencias en virtud de su estructura horizóntica no afecte el carácter apodíctico del cogito mismo. En este sentido, Osswald explica que no es la "vivencia del presente" lo que es adecuado sino "el presente en cuanto viviente". Luego, el fundamento apodíctico no debe buscarse en el contenido de una vivencia particular sino en lo que es condición de posibilidad de toda vivencia: la automanifestación de la conciencia. Las consecuencias de estos análisis para la relación entre fenomenología y cartesianismo son cruciales: si se considera que la vía cartesiana fracasa en dar con un yo como fundamento apodíctico –bajo el supuesto de que la apodicticidad coincide con la adecuación– es porque se supone que el modo de darse de la subjetividad coincide con el modo de darse de los objetos o, podría decirse también, porque se identifica el modo de ser originario de la subjetividad con su modo de darse en la reflexión. Por ello, según Osswald es esencial "distinguir entre la donación de lo objetivo y la donación de lo subjetivo" (p. 207).

Como ha quedado de manifiesto, la defensa de la vía cartesiana que realiza el autor va de la mano del reconocimiento de la dimensión pasiva y pre-reflexiva del cogito. Dicho reconocimiento es de gran importancia en virtud de que permite ampliar la noción de sujeto hasta abarcar aspectos pasivos de la vida humana y otras formas de vida. En este contexto, se ofrece una interesante indagación acerca de los análisis husserlianos sobre el sujeto infantil y el sujeto animal, que arroja luz sobre la relación general entre el sujeto y la vida pasiva, tanto propia como ajena. La primera dirección explora el desarrollo de las estructuras trascendentales desde el nacimiento hasta la vida adulta y la relación del sujeto adulto con el sujeto infantil, a través de las dos vías de análisis frecuentadas por Husserl: un abordaje "desde dentro", efectuado mediante la rememoración, y un abordaje "desde fuera", centrado en la empatía. Por su parte, el estudio sobre la subjetividad animal constituye un importante aporte para pensar la relación del hombre con la naturaleza. Como advierte Osswald, Husserl no solo toma al noema animal como objeto de investigación, sino también la animalidad como un nivel elemental de la constitución subjetiva del ser humano. Gracias a estos análisis queda de manifiesto que el yo activo corresponde al nivel superior de un desarrollo estratificado que arraiga en la naturaleza, aunque puede ir más allá de ella y, en un sentido más amplio, que "pasividad y actividad no son fuerzas contrapuestas sino momentos de un despliegue, grados de un continuo que abarca en sus múltiples modulaciones el arco que va desde la vida inorgánica a la humanidad racional" (p. 231).

Finalmente, como hemos adelantado, el sexto capítulo está dedicado a una reflexión acerca del vínculo pasividad-actividad desde el punto de vista ético. El problema que estructura la exposición aparece de la mano de la teleología y el despliegue de la monadología. Se trata de comprender la relación entre los análisis que ponen en primer plano una teleología universal, que da cuenta de la génesis pasiva de la racionalidad, y la dimensión normativa que enfrenta al hombre a la exigencia de transformar su existencia fáctica según el ideal de un progresivo acrecentamiento de la razón. Las referencias centrales aquí son la Crisis de las ciencias europeas y textos sobre ética del periodo de Freiburg –especialmente los artículos sobre Renovación (1923-24) y las lecciones Introducción a la ética (1920-24)–, momento en el que estos temas aparecen insistentemente en el horizonte de la reflexión husserliana. Esta nueva dimensión de la investigación sobre la pasividad enfrenta al autor al problema de la irracionalidad tradicionalmente asociada a ella y a la compleja relación entre teleología y libertad. En este marco, Osswald profundiza el estudio de la pasividad secundaria, reflexiona sobre la situación del sujeto ante el pasado transmitido en la forma de la tradición y sobre la tarea de la filosofía ante la crisis de la razón.

El objetivo general es mostrar que el descubrimiento del origen pasivo de la actividad y la continuidad entre pasividad y actividad, analizada a lo largo de la obra en sus diferentes dimensiones, no significa que el sujeto se encuentre aprisionado en la pre-delineación pasiva de su experiencia o en un sistema de valores heredados por la tradición. En otras palabras, poner al descubierto la dimensión de impulsos, tendencias y sentimientos que sustentan toda toma de posición activa no equivale a renunciar a la posibilidad de autodeterminación. Como señala el autor, no supone "la disolución del yo y de la actividad en la vida pasiva" (p. 247). De modo que, si bien es posible hablar de una continuidad entre pasividad y actividad y entre actividad y pasividad, la acción libre siempre presupone un corte de tal continuidad (cf. p. 242). En efecto, para Husserl, el hombre no solo tiene la posibilidad de configurar racionalmente su propia vida, sino también el entorno cultural en el que se halla inmerso. En esto consiste precisamente la renovación, de la que habla Husserl en estos años, es decir, en un proceso de autorregulación que no tendrían ningún sentido si nuestra vida estuviera pre-delineada por completo por los sucesos de la pasividad. El autor pone de relieve la paradoja que radica en "la necesidad inherente a la vida pasiva de oponerse a sí misma como momento en la realización del ideal teleológico" (p. 247) y aborda la pregunta que se impone a la luz de ella: si, al negar la pasividad, la actividad destruye su propia condición de existencia (cf. ibid.). Con gran lucidez, Osswald advierte que la incompatibilidad entre la fundación pasiva y la negación activa de la pasividad es solo aparente y se disuelve al diferenciar las dos perspectivas en juego: el análisis genético, que investiga el origen del acción y señala la continuidad entre pasividad y actividad y la perspectiva ética, que apunta a determinar el fundamento de la validez e implica una ruptura entre pasividad y actividad. Esta distinción de niveles constituye una contribución clave de la obra. Esto se debe, según entiendo, a que pone de relieve que, a pesar de que ha solucionado algunos déficits de la concepción estática temprana de la voluntad (poniendo al descubierto las "formas inferiores de la voluntad", las tendencias e impulsos sobre cuya base emergen los actos en sentido estricto), la dimensión genética de los análisis de esta esfera no es suficiente para dar cuenta de los aspectos normativos de los actos explícitos de la voluntad en los que es preciso determinar la corrección o incorrección de una meta práctica. Desde una perspectiva más amplia, la interpretación sobre la relación entre la pre-delineación pasiva de los actos y los actos mismos, que ofrece el autor, es una importante herramienta para comprender el desarrollo de la filosofía husserliana. Un motivo es que llama la atención sobre el fundamental hecho de que al incorporar los análisis genéticos no se ha tratado, para él, de reemplazar y descartar un modelo anterior, sino de perspectivas que mantienen su validez en distintas esferas. En este sentido particular, considero que la distinción que introduce Osswald podría contribuir significativamente a esclarecer algunos malentendidos acerca del devenir del pensamiento de Husserl en lo que concierne, por ejemplo, a los distintos modelos de fundamentación de las vivencias afectivas.

En conclusión, La fundamentación pasiva de la experiencia constituye un valioso aporte para los estudios husserlianos en español. Es un libro claro, profundo, accesible para quien pretenda introducirse en la filosofía de Husserl e iluminador para quienes, ya familiarizados con su obra, intenten adentrarse en los estudios sobre la pasividad. Muchas de las obras que han abordado el tema lo han hecho en el contexto de análisis centrados en problemáticas específicas, para cuya comprensión resulta fundamental tener en cuenta la concepción husserliana de la dimensión pasiva de la experiencia. Sin embargo, son pocos los textos que han tomado el tópico como hilo conductor para el desarrollo de sus distintos niveles. El libro de Osswald emprende esta compleja tarea sin descuidar la profundidad y la rigurosidad en el análisis de las múltiples dimensiones de la vida pasiva. Por otro lado, si bien el objetivo no es realizar una exposición cronológica, el ordenamiento sistemático de los temas permite ver, al interior de cada uno de ellos, cómo son resignificados al aparecer en el horizonte de nuevas problemáticas. En términos generales, la obra de Osswald hace justicia a la comprensión de la filosofía husserliana al cuestionar la interpretación que la identificó con un sistema dedicado unilateralmente a la indagación de las estructuras la conciencia teórica. Al hacerlo muestra que su filosofía pone en primer plano una noción de sujeto, que se extiende más allá de la vida activa, y un concepto de razón, que no se agota en un control absoluto de la vida como algo que podemos alcanzar sin más, de modo abstracto, sino como un movimiento con sus horizontes latentes y sus fuentes a veces ocultas, como una posibilidad motivante que cada sujeto debe tomar en sus manos.

 

Celia Cabrera

CONICET/Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires

 

BIBLIOGRAFÍA

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Recibido: 10/01/2018

Aceptado: 27/05/2018

 

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