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Areté

versión impresa ISSN 1016-913X

arete vol.34 no.2 Lima jul./dic. 2022  Epub 22-Dic-2022

http://dx.doi.org/10.18800/arete.202202.012 

Reseñas

Carmen Silva. De la filosofía natural a la psicología de la moral en el Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke. Ciudad de México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México-Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2021, 231pp.

1University of Ottawa / Université d’Ottawa - Canadá, aluislop@uottawa.ca

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) acaban de publicar el libro De la filosofía natural a la psicología de la moral en el Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke de Carmen Silva. Se trata de un acontecimiento relevante para los estudios lockeanos en nuestra lengua. A pesar de la importancia de Locke, se ha escrito muy pocas obras originales en español sobre él y las que se han publicado se han centrado en su filosofía política y moral, marginando así cuestiones centrales como las planteadas en el Ensayo. De hecho, hasta donde se tiene noticia, en los últimos treinta años no se ha publicado en nuestro idioma un solo libro original sobre el Ensayo. La aparición del libro de Silva es digna de celebración pues ayudará a conocer y comprender mejor la principal obra del filósofo inglés y servirá para mostrar de mejor manera que el empirismo moderno de los siglos XVII y XVIII no se limita a sostener que el origen de todo conocimiento depende solo de la experiencia.

Carmen Silva es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, especialista en filosofía moderna y John Locke. Aunque Silva ha publicado decenas de artículos sobre este y otros filósofos del periodo moderno (como Bacon, Descartes, Hume o Boyle), tanto en revistas especializadas como en libros colectivos, por diversos motivos decidió esperar el tiempo suficiente para escribir un libro sobre su autor de cabecera. Este libro salió a la luz y fue publicado por una editorial académica que apuesta por libros rigurosos y de alta calidad, pero que no incurren en la híperespecialización de moda y que, en cierto sentido, es contraria al genuino espíritu filosófico.

El libro de Silva se ajusta muy bien a estas características ya que se trata de un texto escrito por una especialista que aborda temas muy específicos de una obra paradigmática de la historia de la filosofía de forma amena, clara y nada presuntuosa. Podría decirse que la autora sigue el ejemplo del propio Locke, quien lejos de proponer “respuestas contundentes a temas clásicos, lo que brinda en el Ensayo sobre cada asunto que enfrenta es una invitación a la controversia, al estudio y al debate” (p. 14). En este sentido, el libro quiere evitar a toda costa los dogmatismos y por eso rehúye decir la última palabra. No plantea respuestas definitivas a los problemas sino más bien mostrar los argumentos, problemas y respuestas que planteó Locke. Estos no siempre fueron definitivos, pero dieron paso a debates y polémicas que trascendieron el siglo XVII y que, bajo etiquetas y enfoques distintos, llegaron hasta nuestros días. Silva busca mostrar en su libro algunas de las dificultades, aporías y dilemas que enfrentó Locke en el Ensayo y que no siempre solventó satisfactoriamente, aunque eso no signifique que no haya brindado argumentos y respuestas novedosas.

En relación con esto último, otro objetivo del libro es que el lector, además de “advertir las características, riquezas, originalidad, alcance y limitaciones de la filosofía lockeana”, lo haga “dentro del contexto intelectual al que perteneció” (p. 14). El libro se aleja de la práctica común de interpretar a los filósofos del pasado en función de nociones o preocupaciones que no compartieron ni tuvieron. Ejemplos paradigmáticos son David Chalmers o John Searle, quienes en muchas ocasiones leen las obras de los filósofos modernos desde la perspectiva del adverbialismo, el intencionalismo o el realismo ingenuo. En otras palabras, asumen anacrónicamente que los enfoques o intereses propios del siglo XX, como la pregunta por el carácter fenoménico de la experiencia, pueden extrapolarse a las discusiones de los modernos de los siglos XVII o XVIII.

Como indica Carmen Silva en la introducción, el hilo conductor del libro es la filosofía natural, enfoque que ha cobrado fuerza en los últimos años. Según la autora, “queremos ofrecer al lector un conjunto de capítulos… tomando en cuenta la presencia y el impacto de la filosofía natural en el Ensayo, para aclarar ciertos aspectos centrales y dar una visión más completa de la filosofía de John Locke” (p. 19). Con este interés en mente, Silva enfatiza las influencias que tuvo Locke de pensadores como Bacon, Boyle, Gassendi, Descartes o Sydenham, y subraya como elementos centrales del Ensayo la filosofía natural, el mecanicismo y el método baconiano imperante en la Royal Society. Ciertamente, estos tres aspectos permiten entender que el Ensayo no es como tal un texto epistemológico, sino cercano a la psicología ya que tiene como propósito central investigar el origen de las ideas o contenidos mentales.

Para darle más solidez al libro, Silva añade magistralmente algunas notas explicativas al final de cada capítulo y hace referencia a autores desconocidos por los no especialistas pero que resultaron cruciales para que los llamados “grandes filósofos” pudieran desarrollar sus teorías. Ejemplo de esto es la referencia a Edward Stillingfleet (1635-1699) y a William King (1650-1729) en el capítulo sobre el tema del infinito (p. 146). Este arzobispo anglicano irlandés, poco conocido en habla hispana, fue relevante porque, además de discutir el tema del infinito con Locke, influyó con sus comentarios en el apartado “Of Power” del Libro II del Ensayo, lo que quedó plasmado con los cambios que el propio Locke hizo cuando publicó la segunda edición del libro1.

El libro De la filosofía natural a la psicología de la moral en el Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke se divide en seis capítulos que contienen, cada uno, su respectiva introducción y conclusión. La autora busca que el libro pueda ser leído todo o en partes. Si se lee todo, el lector podrá conocer temas puntuales del Ensayo y adquirir un mejor conocimiento del mismo; si se lee en partes, podrá acercarse a un capítulo que, aunque engarzado con los demás, es independiente del resto.

Consideremos más detalladamente el contenido del libro de Silva. El primer capítulo, titulado “La filosofía natural y otros antecedentes importantes del Ensayo sobre el entendimiento humano”, parte de la tesis de que uno de los objetivos prioritarios”del Ensayo es “la postulación de una nueva filosofía alternativa a la aristotélica” (p. 26). A partir de esta idea, y apoyándose en el libro de Peter Anstey Locke and Natural Philosophy (2013), Silva busca mostrar cómo la filosofía que presenta Locke en su obra, incluida la construcción de su propia filosofía empirista, “es el resultado de haber aceptado el método baconiano, el mecanicismo de Boyle, el escepticismo académico de Gassendi y el dualismo sustancial de Descartes” (p. 27). El segundo capítulo versa sobre una cuestión central en la filosofía de Locke y por eso se titula “La percepción”. La autora ofrece una versión de la teoría de la percepción de Locke retomando el mecanicismo o hipótesis corpuscular y partiendo del presupuesto de que la teoría lockeana de la percepción “está conformada por un conjunto de supuestos que muestran cómo utilizó el filósofo inglés la clasificación de las ideas cartesianas y la hipótesis corpuscular, entre otras más” (p. 68). El tercer capítulo tiene por nombre “Distinción entre esencias reales y nominales”. Como puede intuirse, este capítulo versa sobre el lenguaje, asunto relevante para el filósofo de Wrington porque se relaciona directamente con su teoría de las ideas. El capítulo, además de abordar la postura de Locke sobre el tema de los universales, explica cómo el lenguaje tiene dos funciones: comunicar ideas y apoyar el conocimiento (cf. p. 103). El cuarto capítulo, “La perspectiva psicológica de la idea de infinito”, analiza un tema poco estudiado por los especialistas: el infinito. La propia autora interpreta que su falta de estudio se debe a que el filósofo empirista “no hizo ninguna aportación al problema del infinito desde el punto de vista geométrico, matemático o teológico, de la filosofía natural o de la metafísica, que eran las perspectivas desde las que se lo abordaba primordialmente en su época… la contribución de Locke sobre el análisis del infinito se dio en un espacio que resultó anómalo… el de la psicología” (pp. 118-119).

El quinto capítulo, “Tres posturas valorativas sobre la idea de sustancia”, trata de uno de los temas más estudiados y discutidos del Ensayo: la idea de sustancia. El hecho de ser un tema tan conocido, pero sobre el que no hay consenso entre los especialistas, lleva a Silva a presentar tres interpretaciones para mostrar cómo la cuestión es de suyo compleja. La primera valoración que presenta es de Nathan, quien desestima el planteamiento de Locke, mientras que las de Ayers y McCann -a esta última se adhiere Silva- son favorables al filósofo inglés. El sexto capítulo se titula “La identidad personal”. Este aborda una cuestión bastante conocida y estudiada, pero que sigue siendo discutida. De hecho, como “no encontramos ningún acuerdo o unanimidad sobre ella” (p. 185), Silva ofrece al lector un buen contexto para que la entienda cabalmente. El planteamiento de Locke de la identidad enfrenta al lector de la filosofía antigua y moderna con una interpretación original e innovadora porque sostuvo que la identidad personal no recaía en una sustancia, sino en una facultad o estado de la mente, es decir, en la conciencia individual. Tras abordar el tema, la autora ofrece lecturas favorables y críticas, tanto de la época como recientes, para que el lector conozca las diversas discusiones que suscitó y sigue suscitando el planteamiento lockeano.

A pesar de las muchas virtudes del libro, sería pertinente hacer unos comentarios críticos y dar unas sugerencias. En el primer capítulo la autora elabora una buena introducción al Ensayo, completa y amena, enfatizando la importancia que en él tuvo la filosofía natural y el mecanicismo. Allí muestra la manera en que Locke, como el médico practicante que fue, dio un salto cualitativo al pasar del estudio de la naturaleza física al de la naturaleza del ­entendimiento humano. Si bien la autora subraya con acierto que Locke fue influido por Boyle, olvidó mencionar la influencia de Robert Hooke. Hooke es conocido por temas relacionados con el microscopio y la elasticidad. Sin embargo, también influyó en Locke en asuntos de medicina o al tratar temas como el de la duración o la percepción del tiempo2. Es el mismo caso con Johannes Baptista van Helmont, a quien no se menciona en el libro, pero que era enseñado y conocido en la Universidad de Oxford en los tiempos en que Locke fue estudiante, por lo que tuvo presente sus teorías médicas y científicas. Estas sin duda influyeron de manera importante en sus preocupaciones sobre filosofía natural3.

Por otro lado, destaca en ese mismo capítulo la mención a la “Epístola al lector” porque muestra a un pensador que, además de las influencias teóricas del pirronismo, de Mersenne o de Gassendi -que son las que enfatiza Silva-, adoptó una humildad epistémica. Muy probablemente fue gracias a ambas cosas, y no solo a sus influencias, que Locke hizo suyo el escepticismo académico (la nota 9 resume con maestría dicho escepticismo) mediante el cual asumió que no se tienen certezas, sino solo probabilidades. De hecho, su escepticismo lo llevó a reconocer que no se pueden conocer las leyes de la naturaleza, por lo que no se sabe por qué y cómo una causa lleva a determinado efecto.

En el segundo capítulo, cuando se habla de las ideas, definidas por Locke como “objetos inmediatos de la percepción”, hubiera sido interesante que la autora dijera algo más sobre su estatuto ontológico así como en qué sentido funcionan como intermediarias. Aunque sabemos que para Locke las ideas eran, ontológicamente hablando, nociones, especies o fantasmas, hubiera sido aleccionador que se dijera más al respecto ya que preguntas como estas no han tenido respuestas claras. Por otro lado, destaca que el capítulo muestre argumentos a favor y en contra del representacionismo. Sin embargo, faltó señalar que el problema de las ideas y su representación de los objetos del mundo externo trascendió a Locke y se le presentó de nuevo a Kant (­especialmente en la Estética Trascendental de la Kritik der reinen Vernunft y luegoen los Prolegomena) aunque bajo la forma del problema de la “cosa en sí”. Mencionar esto hubiera servido para tener claro la continuidad de los problemas filosóficos pues el mismo problema que enfrentó Locke causó estragos en Kant: en el primer caso, en términos de idea-objeto; en el segundo, de fenómeno-noúmeno. Tampoco hubiera sobrado una nota que indicara que ese problema entró de lleno en la tradición alemana gracias a Jacobi (quien señaló, en 1787, la incompatibilidad de la cosa en sí con el idealismo trascendental) y a críticos posteriores como Reinhold o Schulze.

En el mismo capítulo surge la pregunta de cómo Locke, sin tener una teoría de la visión como la que tuvo Berkeley en su Essay Towards a New Theory of Vision (1709), pudo dar cuenta de cómo la mente es capaz de pasar de un conjunto de ideas simples, representadas en dos dimensiones, a una representación tridimensional de un objeto, asunto complejo que, a pesar de estar presente en el problema de Molyneaux, no lo aborda la autora.

En el capítulo sobre el lenguaje, que retoma en gran medida el problema de los universales, la autora indica que Locke aplica la hipótesis corpuscular o mecánica al tema del lenguaje, al describir las esencias reales como de naturaleza atómica. Sin embargo, aunque sabemos que para Locke nuestro conocimiento es de nombres y por ello es convencional, no queda claro cómo es que el filósofo inglés da el salto cualitativo de pasar de la naturaleza atómica del mundo natural a una supuesta naturaleza atómica en el lenguaje. Queda pendiente una aclaración sobre este asunto.

Finalmente, sobre el tema de la identidad personal (quizá uno de los más discutidos en la literatura secundaria de Locke), surge la pregunta de si, además de la influencia del escepticismo académico y de su empirismo, el hecho de que Locke entendiera la identidad como continuidad de consciencia y no postulara una identidad sustancial estaría relacionado con los problemas a los que se enfrentó al tratar el tema de la sustancia. Aunque Silva sostiene que esta debe entenderse como idea más que como concepto -lo que le da una salida a Locke-, lo cierto es que cuando Locke aborda el tema la define como un “sustrato incognoscible” o “un no sé qué”, dando lugar a dudas y confusiones.

El libro de Carmen Silva es un excelente complemento a la lectura del Ensayo sobre el entendimiento humano, por lo que es recomendable para estudiantes de grado y posgrado, para profesores de filosofía y para todos aquellos interesados en el pensamiento de John Locke y la filosofía moderna. Sin duda, el libro de Silva se convertirá en un referente en habla hispana en los años venideros.

Referencias

Dewhurst, K., (1963) John Locke (1632-1704), Physician and Philosopher: A Medical Biography with an Edition of the Medical Notes in his Journals, Londres: Wellcome Historical Medical Library. [ Links ]

Lamb, J., (2007) “Locke’s Wild Fancies: Empiricism, Personhood, and Fictionality”, en: The Eighteenth Century, v. XLVII, 3, pp. 187-204. https://doi.org/10.1353/ecy.2008.0002 [ Links ]

Laudan, L., (1981) “John Locke on Hypotheses: Placing the Essay in the ‘Scientific Tradition’”, en: Science and Hypothesis. Historical Essays on Scientific Methodology, Dordrecht: Springer,.https://doi.org/10.1007/978-94-015-7288-0_5 [ Links ]

Silva, C., (2021) De la filosofía natural a la psicología de la moral en el Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke, Ciudad de México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México-Universidad Autónoma de Aguascalientes. [ Links ]

Storrie, S., (2019) “William King’s Influence on Locke’s Second Edition Change of Mind about Human Action and Freedom”, en: International Journal of Philosophical Studies, v. XXVII, 5, pp. 668-684.https://doi.org/10.1080/09672559.2019.1671476 [ Links ]

Yeo, R., (2014) “John Locke, Master Note-taker”, en: Notebooks, English Virtuosi, and Early Modern Science, Chicago: University of Chicago Press. https://doi.org/10.7208/chicago/9780226106731.001.0001 [ Links ]

1Cf. Storrie, S., “William King’s Influence on Locke’s Second Edition Change of Mind about Human Action and Freedom”, en: International Journal of Philosophical Studies, v. XXVII, 5 (2019), pp. 668-684.

2Cf. Yeo, R., “John Locke, Master Note-taker”, en: Notebooks, English Virtuosi, and Early Modern Science. Chicago: University of Chicago Press, 2014; cf. Lamb, J., “Locke’s Wild Fancies: Empiricism, Personhood, and Fictionality”, en: The Eighteenth Century, v. XLVII, 3 (2007), pp. 187-204; cf. Laudan, L., “John Locke on Hypotheses: Placing the Essay in the ‘Scientific Tradition’”, en: Science and Hypothesis. Historical Essays on Scientific Methodology. Dordrecht: Springer, 1981.

3Por ejemplo, Locke poseía una copia de la edición de 1652 del Ortus medicinae, que son las obras completas de van Helmont, publicadas en 1658 por su hijo Franciscus Mercurius van Helmont. Cf. Dewhurst, K., John Locke (1632-1704), Physician and Philosopher: A Medical Biography with an Edition of the Medical Notes in his Journals. London: Wellcome Historical Medical Library, 1963.

Recibido: 19 de Abril de 2022; Aprobado: 12 de Octubre de 2022

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