Diríase que quiere olvidarse que la ilustración (Aufklärung) de muchos puntos importantes no hay que agradecérsela más que a la contradicción; y de que los hombres no se habrían puesto de acuerdo aún en nada en este mundo si no hubiesen disputado Lessing, G.E., La Ilustración y la Muerte. Dos tratados1
1. Consideración preliminar: ¿“Ilustración” o “Ilustraciones”?
La palabra “desafío” apunta en el título del presente trabajo a una doble tarea: por una parte, al reto de la reconstrucción historiográfica de un conjunto de ideas del pasado; por otra, a la posibilidad de que algunas de esas ideas puedan convertirse en inspiración para nuestro presente. El reto de la reconstrucción historiográfica hace necesarias ciertas acotaciones preliminares. La historiografía, tal como la entendemos aquí, se caracteriza por la atención a un conjunto, lo más amplio posible, de datos históricos precisos2. Desde este punto de vista, que hace hincapié en el detalle, no parece factible tratar acerca de la “Ilustración” en general en el reducido marco de un artículo. Es necesario tener en cuenta, además, la inflexión que ha tenido lugar en el contexto de la investigación sobre la Ilustración, claramente perceptible a partir de los años 50’ del pasado siglo XX. Si antes de la Segunda Guerra Mundial, los grandes estudios de Ernst Cassirer (1932) o Paul Hazard (1946) nos presentaban la Ilustración como un bloque homogéneo, las investigaciones realizadas posteriormente, cada vez más profusas y detalladas, han ido poniendo el acento con intensidad paulatina en las diferencias nacionales, así como en la diversidad de las tendencias y corrientes3, sin que se haya renunciado, por ello, al gran reto de presentar el panóptico de la Ilustración en general4. Llama la atención asimismo que los grandes críticos, desenmascaradores, o simplemente detractores de la Ilustración, rara vez han prestado atención al avance de la investigación historiográfica. Es el caso, por ejemplo, de la famosísima obra Dialektik der Aufklärung, de Horkheimer y Adorno, que desde su publicación en 1944 no ha dejado de ejercer influencia y de condicionar la aproximación contemporánea a la Ilustración5.
Tal como se declara en el título, la intención del presente trabajo es esclarecer algunos aspectos de la Ilustración en Alemania (deutsche Aufklärung) con una indagación somera acerca de las principales diferencias en relación con los países europeos en los que este movimiento se manifiesta con mayor intensidad. Se trata, por tanto, de una de las concreciones sociohistóricas del gran movimiento de la Ilustración, que presenta rasgos específicos y se puede distinguir muy bien de otros procesos como the Enlightenment, en Inglaterra, o les Lumières, en Francia. Coincide, a grandes rasgos, con la etapa que discurre entre Leibniz y Kant y se ha caracterizado como “filosofía escolar” (Schulphilosophie)6. Si bien la acotación es útil, ello no significa que nos encontremos ante un panorama de pensamiento homogéneo, sino más bien ante un conjunto de corrientes y autores, con frecuencia enfrentados entre sí, y un rico e intenso debate de ideas que, como ya ha sido advertido en alguna ocasión, casi desde el mismo momento de su origen corren el riesgo de convertirse en eslóganes ideológicos o, como ha indicado Hinske, en “moneda corriente” o “calderilla” del pensamiento7.
A continuación, presentaré tres brevísimos bocetos historiográficos que deberían contribuir con sus trazos a perfilar una imagen suficientemente nítida de la época. El primero corresponde a una somera caracterización de la especificidad de la Ilustración alemana frente a la inglesa y a la francesa; el segundo contiene un mapa cronológico de sus hitos (autores, etapas y corrientes); por último, se esboza aquí un recordatorio de la tipología de las grandes ideas de la deutsche Aufklärung elaborada por Norbert Hinske y que constituye todavía a día de hoy un útil balance de la época8. Una vez obtenida esta retrospectiva estaremos en condiciones de examinar en qué ideas, autores y textos se encuentran las claves que nos permiten considerar algún aspecto de la Ilustración alemana como un desafío o como una inspiración para nuestro presente.
2. La especificidad de la Ilustración alemana y sus etapas.
En relación con Inglaterra y Francia, Alemania llega a la Ilustración con retraso. Como sabemos, no se trata de un país, sino de un conjunto de países que comparten una misma lengua y que han sufrido gravemente las consecuencias de la Guerra de los Treinta Años a raíz de la Reforma Protestante. Si Inglaterra inaugura la Ilustración con la implementación de la primera monarquía constitucional y Francia rompe abruptamente con el antiguo régimen a través de la Revolución, los países alemanes se van a caracterizar por su conservadurismo: el modelo político de la nueva época es el despotismo ilustrado encarnado en la figura emblemática de Federico el Grande de Prusia. Si en Inglaterra y Francia la Ilustración se gesta en una sociedad en pleno proceso de cambio, con una burguesía cada vez más poderosa, a través de movimientos políticos o de grandes proyectos como el de la Enciclopedia, en Alemania el foco de irradiación lo constituye en gran medida una institución casi por principio conservadora como es la universidad, en una sociedad anclada todavía en el feudalismo. Si desde Inglaterra Newton proyecta el triunfo de la ciencia moderna y Francia acoge con optimismo el espíritu científico ligado a la herencia cartesiana, Alemania toma distancia y admite, junto a los logros de la nueva ciencia, la pervivencia de viejas disciplinas como la lógica o la metafísica. Por lo que respecta a la religión, la posición de la Ilustración alemana es mucho menos hostil que la que encontramos en Francia o en Inglaterra. Ciertamente una de las características de la Ilustración en Alemania es la permanente tensión entre esta corriente y el cristianismo, en particular con la religiosidad pietista, que en ocasiones ha sido vista como la disputa entre Ilustración y antiilustración, pero que, en realidad, ha dado lugar a una rica influencia mutua que explica parte de las peculiaridades de la deutsche Aufklärung9. En general, en comparación con Inglaterra y Francia, la Ilustración se presenta en Alemania retardada en el tiempo y conservadora en las tendencias, pero por esto mismo, va a dar lugar a un gran epígono, a una gran síntesis que hará que sea precisamente un pensador alemán, Immanuel Kant, el que pueda aparecer como culminación de toda una época, esta vez, sí, de la Ilustración en general.
Con respecto a la tabla cronológica de etapas y autores, se suele distinguir entre Früh, Hoch y Spätaufklärung, es decir, entre Ilustración temprana, alta y tardía10. El honor de ser considerado el padre de la Ilustración alemana le corresponde a Christian Thomasius (1655-1728), profesor en Leipzig y Halle, que toma la decisión de abandonar el latín en favor del alemán en sus clases y proclama el final de la imitación de lo francés, a la vez que realiza aportaciones tan significativas como la propuesta de separación entre el derecho y la moral, la exploración y el combate de los prejuicios en sus lecciones y manuales de lógica y la fundación de la primera revista en alemán, los Monatsgespräche o conversaciones mensuales, como herramienta de lucha contra el oscurantismo y la superstición. El representante principal de la Hochaufklärung es Christian Wolff (1679-1745), cuya magna obra en alemán y en latín sienta las bases de la futura gran filosofía alemana. En esta obra se encarna de manera genuina la confianza en la razón y la defensa de la filosofía como su principal expresión. La filosofía es para Wolff Weltweisheit o “sabiduría mundana”, por oposición a la Gottesweisheit o “sabiduría sobre Dios”, que viene a ser el nuevo nombre -alemán- de la teología. La filosofía en tanto que ejercicio correcto de la razón se define al mismo tiempo como ciencia (scientia, Wissenschaft), entendida como “la disposición del entendimiento a demostrar todo lo que se afirma a partir de fundamentos inconcusos”11. Bajo estos parámetros Wolff se convierte en el artífice de la rehabilitación de la ontología o metaphysica generalis, que, junto a la metaphysica specialis, compone el esquema que será sometido por Kant a la crítica. Pero la importancia de Wolff y la categoría que le corresponde como representante del momento de plenitud de la Ilustración alemana solo se comprende si se toma medida de la amplísima difusión de su pensamiento en las aulas universitarias a través de la pléyade de autores wolffianos que constituyeron, por primera vez en Alemania, una escuela de pensamiento12. Con Wolff la Ilustración alemana se convierte decididamente en Schulphilosophie, o “filosofía escolar”, evitando, en esta denominación, cualquier connotación peyorativa. No olvidemos que el propio Kant fue íntegramente un Schuphilosoph o un cultivador, como él mismo dirá, de la filosofía nach dem Schulbegriff (según el concepto escolar), aunque haya proclamado a la vez un interés superior y universal de la filosofía nach dem Weltbegriff, es decir, según el concepto mundano, cósmico o cosmopolita13. La tercera etapa, la de la Spätaufklärung o Ilustración tardía viene representada, según Hinske, por las actividades de la sociedad secreta conocida como Berliner Mittwochsgesellschaft (Sociedad Berlinesa de los Miércoles) y de la revista promovida por la misma, la Berlinische Monatsschrift (Revista Mensual Berlinesa) que abrió en 1783 el famoso debate acerca de la cuestión “¿Qué es ilustración?” Hinske ha caracterizado a la Ilustración temprana como voluntarista, a la alta Ilustración como intelectualista y a la Ilustración tardía como autocrítica14. Esta aproximación historiográfica nos permite vislumbrar un primer rasgo general, muy relevante, para una confrontación con nuestro tiempo presente. La Ilustración se revela como un proyecto consciente y autorreflexivo y no como un simple cúmulo de hechos históricos15. La Ilustración se produce en la medida en que es inducida por sus compromisarios y, aunque se haya concretado de maneras muy diferentes a través de los distintos autores y momentos, conserva una unidad que difícilmente podría lograr si no estuviese presente este elemento intencional. La primera interrogación a nuestro presente es si en la actualidad contamos con algo semejante, es decir, si nuestro devenir histórico forma parte de algún proyecto y, en caso de una respuesta afirmativa, que parece poco probable, cabría añadir la pregunta acerca de si nuestro proyecto difiere, para bien o para mal, del que fue concebido durante la ilustración16.
3. Las “ideas maestras” de la Ilustración en Alemania
Sin embargo, para poder ahondar en esta reflexión conviene aproximarse a los contenidos que definieron en su momento este proyecto y para ello se toma como referencia aquí la tipología elaborada por Norbert Hinske de las “ideas maestras” de la Ilustración alemana. Se trata, como señala Hinske, de las ideas comunes a toda una época, sobre las cuales se construyen las controversias. Son ideas genuinamente filosóficas, es decir, son producto del pensamiento y no de un ethos transmitido de generación en generación. Algunas de ellas remiten a los orígenes de la época moderna y todas, en general, se caracterizan por estar sometidas a un proceso de continuo cambio debido, en gran medida, al dinamismo de la reflexión y del debate filosófico propio del momento. Hinske distingue entre ideas programáticas (Programmideen), que representan los fines de la ilustración; ideas polémicas (Kampfideen), que representan las tomas de posición de cara a la confrontación; y, finalmente, ideas de base (Basisideen), que representan el fundamento antropológico o la autocomprensión del ser humano desde la cual se proyecta el movimiento de la ilustración. Esta tipología con tres ramas refleja por sí sola el dinamismo interno de la Ilustración: su punto de partida (una determinada comprensión del ser humano representada por las ideas de base), su tarea (el conjunto de sus fines, concordantes con estas ideas de base) y sus obstáculos (las ideas que entran en polémica con los fines de la Ilustración y que, en lugar de promover la comprensión del ser humano de la que se parte, más bien impiden su realización). Entre las ideas programáticas se encuentra, en primer lugar, la propia idea de Ilustración: Aufklärung, expresada como sustantivo, pero también, con frecuencia, como verbo: auflkären (aclarar, esclarecer), seguida de otras como Eklektik (eclecticismo) y Mündigkeit (mayoría de edad). Esta tríada se sintetiza en la idea fundamental del pensamiento autónomo (Selbstdenken). Las ideas programáticas se completan con la de perfectibilidad (Perfektibilität). Las ideas polémicas son: el oscurantismo (Obskurantismus) propiciado por las nociones oscuras y confusas (dunkele und verworrene Vorstellungen), la superstición (Aberglaube), los prejuicios (Vorurteile) y el fanatismo (Schwärmerei). Finalmente, como ideas de base Hinske aduce la destinación del ser humano (Bestimmung des Menschen) y la razón humana universal (allgemeine Menschenvernunft).
Dado que no es posible abarcar un análisis detallado de todas estas ideas en el limitado marco de un artículo, se seleccionan aquí las denominadas ideas de base, sobre las que se sostienen todas las demás. Como conclusión de este apartado se dejan en el aire, no obstante, unas cuantas interrogantes, así como breves comentarios que pueden hacer patente el interés del contraste entre la Ilustración alemana y la actualidad, para mejor comprensión del pasado y para mejor orientación en el presente. En la era de internet y de las redes sociales, con el mayor volumen de información y de opinión que jamás ha estado disponible para el individuo, ¿se verifica la idea programática del aufklären, es decir, del “esclarecimiento”? O, lo que es lo mismo, ¿se piensa y se opina sobre la base de ideas claras y distintas? ¿En la era de las fakenews, hay cabida para la divisa del eclecticismo, que reza como sigue: “examínalo todo y quédate con lo bueno”?17 Bajo el acoso de una publicidad cada vez más sutilmente dirigida a nuestros intereses personales que no dudamos en confesar públicamente, sin apenas reservas, a través de likes y otros golpes de tecla entregados a ciegas, ¿podemos considerarnos mayores de edad, es decir, libres de tutores, en nuestras decisiones y opiniones? ¿Cómo se relacionan, en general, las nuevas tecnologías de información y comunicación con la idea programática del pensamiento autónomo? En una globalización marcada por el imperio urbi et orbe de la sociedad de consumo, con nuestras energías materiales y espirituales concentradas en hacer sitio en nuestras vidas para todo lo sugestivamente nuevo que el mercado nos pueda ofrecer, ¿qué podemos entender por perfectibilidad? ¿Y qué decir de las ideas polémicas? ¿Nos hemos librado de las ideas oscuras y confusas, de supersticiones, prejuicios y fanatismos? ¿Somos al menos conscientes de que el pensamiento autónomo tiene en estos fenómenos un conjunto de enemigos permanentemente acechantes?
Las ideas de base son las que, según la interpretación de Hinske, condicionan la autocomprensión del ser humano en el contexto de la Ilustración alemana y las que han propiciado la génesis de todas las demás. Se trata, como se ha dicho, de la idea de la razón humana universal (allgemeine Menschenvernunft) y de la destinación del ser humano (Bestimmung des Menschen). Existe una diferencia entre ambas que conviene constatar. En el caso de la destinación del ser humano, la idea aparece acompañada de una rica historia conceptual, es decir, existen en la época un sinnúmero de publicaciones en las que se constata la aparición explícita del concepto de “destinación del ser humano” (Bestimmung des Menschen), mientras que en el caso de la razón humana universal se puede decir que la idea está presente, pero el concepto realmente solo lo emplea Kant18 19.
3.1. Pluralidad y participación: la idea de base de la razón humana universal (allgemeine Menschenvernunft)
La expresión “razón humana universal” (allgemeine Menschenvernunft) es empleada por Kant en muy contados pasajes de la Crítica de la razón pura y de los Prolegómenos, sin que el autor haya considerado necesario explicitar su significado. El pasaje más expresivo se encuentra en la Disciplina de la razón pura con respecto a su uso dogmático20, en el contexto de una vehemente defensa realizada por Kant de la libertad de prensa, tan cara a la Ilustración y que Hinske presenta como una idea derivada o un corolario necesario de la idea de base que estamos analizando21. Kant habla de la libertad: “de exponer al juicio público, sin ser por eso acusado de ser un ciudadano revoltoso y peligroso, los propios pensamientos, [y] las propias dudas que uno no puede resolver por sí mismo. Esto reside ya en el derecho originario de la razón humana, la cual no reconoce otro juez que la misma razón humana universal, en la cual cada uno tiene su voz y como de ésta debe provenir toda mejora de la que nuestro estado sea capaz, ese derecho es sagrado y no debe ser restringido”22.
La “razón humana universal”, es, en definitiva, aquella “en la cual cada uno tiene su voz”23. Se trata, por tanto, de una acepción de la razón o de la racionalidad de carácter pluralista, arraigada en los individuos concretos que detentan esta capacidad y la ejercen. Tal como nos recuerda Hinske, esta razón es “humana” (“Menschen”-Vernunft) en el sentido de que se encuentra en “cada” ser humano, y es a la vez “universal” (allgemeine), es decir, pertenece al conjunto de la humanidad y no puede ser privatizada por ningún individuo concreto24. La universalidad, que no equivale en absoluto a unanimidad, representa un horizonte correctivo en el que se pone de manifiesto el carácter finito y parcial de la razón que cada individuo particular exhibe: la finitud, en definitiva, de la razón humana. Esta modalidad de la razón, de carácter simultáneamente individual y colectivo, solo puede realizarse en su universalidad a través de la participación de todos y cada uno de los individuos en un concierto universal de voces.
En el legado póstumo (Lecciones y Reflexiones)25 encontramos hermosos pasajes en los que Kant señala la inclinación “participativa” (teilnehmende) y por ende comunicativa (mitteilende) de la razón humana universal. Según la Refl. 2566: “La inclinación comunicativa de la razón es equitativa sólo bajo la condición de que esté vinculada a la vez a la participativa. Los otros no son aprendices, tampoco son jueces, sino colegas en el gran consejo de la razón humana...”26. Necesitamos comunicar nuestros pensamientos, según Kant, no para adoctrinar o para acallar otras voces, sino porque somos, con los demás, copartícipes en la búsqueda de la verdad. Solo si nos exponemos o bien a la refutación o bien a la aprobación de los demás tendremos una prueba de toque acerca de si nuestro pensar va por el buen camino. Así en la Refl. 2565: “Dado que consideramos como necesario informar a los demás acerca de nuestros juicios, entonces no tenemos que ser únicamente comunicativos, sino también participativos. La propensión a la comunicación que guía nuestro entendimiento se encuentra en nosotros tan solo porque debemos verificar nuestros propios juicios a través de otros…”27. La idea de base de la razón humana universal resulta complementaria de la idea programática del pensamiento autónomo: “pensar por sí mismo” no equivale en absoluto a pensar en solitario28. Esta idea queda reflejada de manera lapidaria en uno de los textos conservados de apuntes de las lecciones de lógica de Kant: “El polo diferenciador de la verdad es el entendimiento universal y no solo y únicamente el mío”29. La Refl. 2213 vuelve sobre esta idea poéticamente. El fragmento nos habla de una unión a través de nuestras disputas en el seno de la verdad como “amigos”. El texto alemán emplea la palabra Freunde, y añade entre paréntesis “Man und Frau”. Habida cuenta de una de las acepciones en alemán de palabras como Freund y Freundin, el paréntesis me hace pensar que este fragmento nos habla de “amigos” en el sentido de “novios” o “enamorados”, como se dice en el Perú: “Toda nuestra disputa acerca de la verdad tiene un interés común, como entre amigos (hombre y mujer) [mejor: “como entre novios, entre enamorados”], debe ser por tanto participativa, no excluyente, no egoísta. Tengo que empezar por darme cuenta de en qué tiene razón el otro”30. Kant convierte en este pasaje a los copartícipes en controversias filosóficas, que tienen por objeto la verdad, en “novios” y “novias”, en “enamorados” que disputan con fiereza, pero sin ninguna intención real de separarse uno del otro. Bajo la óptica de la razón humana universal, la unión de los adversarios está sellada por el compromiso común con la verdad. Muchas son las consecuencias que se pueden extraer de estas apreciaciones de Kant, tan profundamente antidogmáticas. Si la posición del pensamiento autónomo de cada uno es comparable a la de un novio o novia bien entendidos, eso significa que, por muy autónomo y propio que sea el pensamiento, ha de saberse ante todo parte de algo, representado, en este caso, por el pensamiento del otro, sin que nadie pueda arrogarse la razón definitiva, anulando la de los demás. Tanto para los adversarios intelectuales, como para los enamorados, la recomendación de Kant: “tengo que empezar por darme cuenta en qué tiene razón el otro” parece la varita mágica que puede convertir en verdaderamente fructíferas todas las disputas. Los materiales del legado póstumo, Lecciones y Reflexiones, especialmente los del corpus de lógica y antropología, son mucho más ricos en consideraciones acerca de la razón humana universal que la obra publicada. Solo allí podemos encontrar doctrinas como la del criterium externum veritatis, la imposibilidad del error absoluto o la contraposición entre egoísmo y pluralismo lógico, que forman parte de la concepción kantiana de la razón humana universal31. También las denominadas máximas “del común entendimiento humano” enunciadas en el §40 de la Crítica del Juicio, pueden ser consideradas como un exponente de la razón humana universal: “1. Pensar por sí mismo; 2. Pensar en el lugar de cada uno de los otros: 3. Pensar siempre acorde consigo mismo. La primera es la máxima del pensar desprejuiciado, la segunda lo es del amplio y la tercera del consecuente”32 33.
A la luz de estas máximas, el momento presente no puede por menos que aparecer ante nuestros ojos como lleno de dificultades, como un cúmulo de innumerables tensiones, derivadas en su mayoría de la convivencia de la humanidad en ámbitos de comunicación cada vez más estrechos. Modos de vida alejados geográfica y culturalmente entran en contacto bajo el impulso aparentemente imparable de relaciones económicas escasamente reguladas, que conllevan relaciones comerciales, financieras y laborales a escala internacional. El contacto entre las sociedades humanas se ve propiciado tanto por los movimientos migratorios, que nos interpelan existencialmente, como por la mera intromisión, casi siempre desvergonzada, consumista y a veces casi depredadora, del turismo de masas. Las nuevas tecnologías distribuyen información y mercancías a escala planetaria. En este momento, en que la humanidad parece haberse aproximado a sí misma, al menos en el sentido puramente material (físico, social y económico), todo parece indicar que el reconocimiento mutuo dista mucho de producirse a través de la kantiana e ilustrada coparticipación en la razón: el miedo, la desconfianza mutua, el escepticismo y en no pocas ocasiones directamente la violencia, parecen ocupar su lugar. Este ideal de coparticipación racional universal merece ser rescatado y alentado, aunque sea desde la modesta esfera de la retrospectiva filosófica.
3.2. “Qué somos? ¿Para qué tipo de vida hemos nacido?”: la idea de base de la destinación del ser humano (Die Bestimmung des Menschen)
El título elegido para este epígrafe se corresponde con un verso del poeta latino Persius: “Quid sumus? Et quidnam victuri gignimur?”34. Este verso latino fue empleado como lema introductorio en su obra principal por el autor responsable del lanzamiento de la cuestión acerca de la destinación del ser humano al centro de las deliberaciones de la Ilustración alemana35. Me estoy refiriendo a Johann Joachim Spalding (1714-1804) y a su obra Betrachtung über die Bestimmung des Menschen (Consideración acerca de la destinación del ser humano) de 1748. El concepto de una “destinación del ser humano” surge en el ámbito de la teología protestante y está documentado por primera vez en 1735 y en la obra del teólogo August Friedrich Wilhelm Sack, amigo personal y guía espiritual de Spalding37. Más allá del concepto, el problema de la destinación del ser humano cobra fuerza a partir de la obra citada de Spalding, que contiene un intento de renovación apologética del cristianismo37. El cristianismo, que en aquel momento se encontraba a merced de los ataques de deístas y ateos, solo puede encontrar justificación, según Spalding, en la medida en que sus efectos transformadores del corazón humano sean perceptibles. Los argumentos de tipo intelectual generalmente empleados en las controversias teológicas de la época resultan estériles. Spalding vuelve su mirada en este punto hacia la Ilustración inglesa y toma de Shaftesbury la noción de “sentimiento moral” (moral sense) entendido como una capacidad humana natural para distinguir de manera inmediata lo verdadero y lo bueno. Sobre la base del sentimiento moral y mediante un proceso reflexivo en sucesivas etapas claramente diferenciadas por Spalding, es posible alcanzar el tipo de vida que más se adecua a la destinación humana y que consiste, en última instancia, en reconocer el orden de la naturaleza fundado en los designios divinos y aceptar este orden, poniendo la mirada en una existencia trascendente en el mundo futuro38 39. La destinación humana se corresponde, según Spalding, con el reconocimiento de la verdadera naturaleza humana que el cristianismo habría sabido interpretar de la manera más acertada. Sin embargo, a diferencia de los teólogos ortodoxos y en confrontación con ellos40, Spalding no parte del cristianismo como religión revelada, sino de un análisis de lo que, según él, constituye el núcleo de la naturaleza humana. Los estudiosos especialistas hablan por ello de un anclaje existencial del cristianismo, capaz de darle a este un nuevo empuje en plena Aufklärung41. El recorrido del concepto de la destinación del ser humano se inicia así en el campo teológico, para pasar luego al de la filosofía moral y ulteriormente al de la filosofía de la historia. El giro hacia el ámbito de la filosofía moral se produce en los años 60’, especialmente entre 1764 y 1766, cuando autores como Abbt o Mendelsohn plantean el debate acerca de la posibilidad de conocer realmente la destinación humana incluso en el plano de la eternidad (tal como pretendía Spalding). La posición determinante para el futuro del concepto será la de Abbt, seguida por el joven Schiller o Herder, y consiste en que, dada la imposibilidad de conocer la destinación humana ultraterrena, es preciso concentrarse en el desarrollo de una vida moral en la tierra. El concepto se amplía de la destinación del ser humano entendida en sentido individual, a la destinación colectiva de todo el género humano, lo que da pie a su reinterpretación bajo la óptica de la filosofía de la historia en el caso de Kant. El destino del ser humano se cifra ahora en la consecución de un orden moral en la tierra, cuyo paso preliminar y decisivo es el establecimiento del estado de derecho como garante de la libertad individual y con una orientación cosmopolita42.
Pese a todos estos cambios de perspectiva, la pregunta por la destinación del ser humano se mantiene vigente desde las etapas iniciales de la Ilustración en Alemania hasta su culminación43 y se considera como parte esencial del proceso de renovación del pensamiento que caracteriza a la época. Es una renovación que se produce inicialmente en el plano religioso y posteriormente en el moral, antropológico y político, y que pertenece, por tanto, a un orden muy diferente del de la mera renovación del panorama del conocimiento, del triunfo de la ciencia y de los logros de la epistemología que tantas veces han sido vistos como el alpha et omega de la Ilustración en general y de la Ilustración alemana en particular. Hasta qué punto la obra crítica llevada a cabo por Kant puede ser vista en su conjunto como deudora de la pregunta formulada por Spalding acerca de la verdadera destinación del ser humano es un asunto que tal vez se pueda discutir en otra ocasión44. Tal como demuestra el poema de Persius, la inquietud acerca de la destinación del ser humano no es exclusiva del momento histórico que estamos analizando. La cuestión es si su actualización puede contribuir, en el momento presente, a reconciliar a la humanidad consigo misma.