1. Introducción
El filósofo moderno George Berkeley (1685-1753) fundó un sistema filosófico al que denominó “inmaterialismo”1, porque niega lo que la doctrina contraria, el materialismo, afirma, a saber: la materia o sustancia material en el sentido filosófico de un sustrato no pensante que subsiste con independencia de toda mente2. Además del nombre “inmaterialismo”, que es negativo en el sentido de que solo hace referencia a lo que niega, mas no a lo que afirma, el autor del presente artículo propone denominar al sistema filosófico de Berkeley como “perceptualismo” -en vez de la equívoca expresión “idealismo”, que ha tenido significados muy diversos en la historia de la filosofía y Berkeley nunca llamó a su filosofía como tal- para así referir directamente a la tesis central que afirma, a saber: ser es ser percibido o percibir (esse est percipi aut percipere), es decir, el ser de todo objeto (i. e., lo que Berkeley llama “idea”) es ser percibido y el ser de todo sujeto (en sus términos, “espíritu” o “mente”) es percibir. Así, el perceptualismo de Berkeley sostiene una correlación necesaria entre ambos seres, puesto que son ontológicamente inseparables de la percepción, en la medida en que los espíritus no pueden ser sin percibir ideas (que son sus correlatos) y estas no pueden ser sin ser percibidas por un espíritu.
La primera parte de aquella tesis central3, es decir, el principio esse est percipi, que dicta que el ser de todo objeto es ser percibido por un sujeto en general, tiene su fundamento lógico en un argumento conocido como el “argumento maestro”4, según el cual resulta una evidente contradicción (o, como también dice Berkeley, “repugnancia” e “inconsistencia”) concebir o pensar (i. e., percibir) la existencia de objetos no concebidos o no pensados (i. e., no percibidos) por ninguna mente, por lo cual es imposible que los objetos tengan una existencia independiente de ser percibidos por la mente en general, de modo que su ser o existir (esse) es ser percibidos (percipi) por al menos una mente.
El argumento maestro es de suma importancia porque constituye el fundamento último del sistema filosófico de Berkeley en su conjunto, pues a partir de él es concluido el principio esse est percipi y de este, a su vez, se siguen otros pilares de su filosofía que guardan estrecha relación entre sí, como el principio de distinción, el principio de la semejanza y la doctrina de la noción:
En primer lugar, dado que esse es percipi o percipere, Berkeley sostiene su principio de distinción5, según el cual todo lo que es o existe se reduce a dos tipos enteramente distintos de cosas o seres por su actividad o su pasividad en la percepción. Los primeros son los espíritus o sujetos perceptores, que son los seres activos cuyo ser es percibir objetos o, lo que es lo mismo, tener ideas6. Los segundos son las ideas u objetos percibidos, que son los seres pasivos cuyo ser es ser percibidos por el sujeto en general y, al ser inactivos, no pueden percibir. Dada esta reducción, entonces, no es posible que existan objetos no percibidos por ningún sujeto -así como tampoco es posible que existan sujetos que no perciban ningún objeto7-.
En segundo lugar, dado que las ideas y los espíritus son seres enteramente distintos, Berkeley sostiene el principio de la semejanza8, según el cual una entidad solo puede ser semejante a otra de su mismo tipo de ser, y en virtud de que solo las ideas son entes cuyo tipo de ser es enteramente pasivo, las ideas solo pueden tener semejanza o representación entre sí, de modo que una idea o ser pasivo no puede asemejarse o representar a un espíritu o ser activo, lo cual significa que es imposible tener ideas del (o percibir al) espíritu en sí mismo9.
Y, en tercer lugar, si bien el espíritu no puede ser percibido en sí mismo como si fuera una idea o semejante a una, esta imposibilidad de una percepción directa del espíritu no quita la posibilidad de conocerlo de otra forma, prescindiendo de las ideas u objetos del conocimiento perceptual, por lo que Berkeley sostiene su doctrina de la noción10, según la cual el espíritu se conoce por un conocimiento distinto al de las ideas, a saber: un conocimiento no perceptual (i. e., no intencional u objetivante), sino nocional, al que llama “noción” o “reflexión” y se trata, en términos propios, de un acto reflexivo e intuitivo de “presentación mental” (no representacional, sino transparente) del propio espíritu en sí mismo (como sujeto en su actividad misma, sin objetivarse), y en el cual simultáneamente se aprehende a sí mismo como imagen (en el sentido amplio de semejante) de los otros espíritus11.
Asimismo, son consecuencias del argumento maestro posturas cruciales como el teísmo y el realismo directo, anti-representacionalista y anti-escéptico, que caracterizan a la filosofía de Berkeley. En efecto, si el ser de todo objeto es ser percibido, entonces:
Se sigue que es necesario que la existencia de todos los objetos dependa de al menos una mente. Pero es evidente que no depende de nuestras mentes finitas y limitadas, porque, en contraste con las quimeras o productos de nuestra imaginación, no está en nuestro poder crear y aniquilar los objetos reales (sensibles) que percibimos inmediatamente por nuestros sentidos, sino que otra causa nos afecta involuntariamente con sus impresiones, de modo que no dependen de la voluntad de ningún espíritu finito, y dado que solo los espíritus en cuanto seres activos son capaces de producir ideas, se infiere que es necesario que exista un espíritu infinito y omniperceptor (Dios), Cuya Voluntad sea su causa12. Por tanto, se sigue que es necesario que el ser de todo objeto sea ser percibido por Dios13.
También se sigue del mismo principio que no se puede distinguir entre un objeto y la percepción del mismo (en el sentido de su ser percibido), o entre un objeto sensible (cosa real) y la percepción inmediata del mismo (en el sentido de su ser percibido inmediatamente) -p. ej., el árbol real no se distingue del árbol percibido inmediatamente-, sino que el objeto y la idea percibida son la misma cosa, por lo que no puede ser abstraído el uno de la otra. En efecto, el argumento maestro supera la separación representacionalista y escéptica entre la cosa real (como si fuera incognoscible en sí misma) y la idea sensible (como si fuera una mera imagen mental de la cosa real tal como es percibida), ya que, por el contrario, identifica a las cosas percibidas (ideas) con las cosas mismas14, porque las cosas sensibles no pueden tener una realidad “en sí” en el sentido de independiente de ser percibida, sino que su realidad misma es percibida inmediatamente en nuestra percepción sensible de ellas, de modo que las conocemos tal como son realmente15.
Desde el punto de vista del autor de este artículo, se podría decir que las ideas subjetivas que cada uno percibe inmediatamente son las cosas reales en el sentido de aspectos o modos de ser de las mismas, las cuales pueden ser percibidas de maneras distintas debido a las distintas circunstancias de su percepción inmediata (como, por ejemplo, la distancia desde la cual son percibidas), así como puede haber diferencias entre la misma cosa real percibida inmediatamente por una mente finita y por otra -mientras que la mente infinita (Dios) conoce la totalidad de sus aspectos o modos de ser-, lo cual no significa que sean percibidos objetos distintos, sino aspectos o sentidos distintos del mismo, todos los cuales son las cosas reales mismas. En efecto, si el ser de las cosas reales es ser percibidas inmediatamente, entonces todos sus modos de ser percibidas inmediatamente son sus propios modos de ser, por lo que, al ser percibido inmediatamente uno cualquiera de estos modos de ser, es percibida la cosa real misma. En ese sentido, en la filosofía de Berkeley la realidad de una cosa es entendida como el conjunto de todas sus cualidades sensibles en todos y cada uno de sus aspectos o modos de ser percibidas inmediatamente según las distintas circunstancias de su percepción inmediata16.
Ahora bien, a pesar de la fuerza que Berkeley atribuyó a su argumento maestro, este ha recibido críticas mixtas, tanto positivas como negativas, por parte de los especialistas, y por esta razón hasta ahora no se ha llegado a un consenso definitivo sobre su validez o invalidez. Por un lado, algunos comentaristas defienden al argumento ante las críticas negativas, basándose en sus propias formulaciones del mismo, como lo hacen Kenneth P. Winkler, Eric Saidel y el autor del presente artículo. Y, por el otro, hay quienes ni siquiera lo consideran merecedor de una profundización y rápidamente lo rechazan como obviamente equivocado y falaz, como es el caso de J. O. Urmson, quien simplemente afirma que el argumento es “surely fallacious” antes de pasar a otro tema17. Empero, también hay otros intérpretes que se toman más tiempo para desarrollar sus objeciones al argumento maestro, alegando que el error cometido por Berkeley en él es sutil y no tan fácil de advertir prima facie. Tales son los casos de las objeciones de Bertrand Russell, George Pitcher e Ian C. Tipton, que son aquellas en las que este artículo se centrará, denominándolas como “objeción de la confusión entre el acto perceptivo y el objeto percibido”, “objeción de la confusión entre el concepto del objeto y el objeto mismo” y “objeción del solipsismo del presente” respectivamente, todas las cuales serán refutadas a partir de la aclaración de los conceptos de idea y percepción en la filosofía de Berkeley, así como de una lectura original del argumento maestro que explicita dos presupuestos implícitos en él, a saber: la intencionalidad de la percepción y la distinción entre los dos niveles de intencionalidad en la percepción mediata. Pero, para ello, conviene comenzar con una exposición del argumento maestro tal como Berkeley lo presenta en sus obras.
2. El argumento maestro
El argumento maestro, tal como es presentado por Berkeley, cuenta con dos versiones similares. La primera aparece en el parágrafo 23 de la Parte I del Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y la segunda en el Diálogo I de los Tres diálogos entre Hilas y Filonús (1713), tratándose en ambos casos de una invitación al lector para que participe en un experimento mental que hace evidente la naturaleza contradictoria de la creencia de que los objetos pueden existir independientemente de ser percibidos por la mente en general. Ambas versiones del argumento maestro son citadas a continuación:
But say you, surely there is nothing easier than to imagine Trees, for instance, in a Park, or Books existing in a Closet, and no Body by to perceive them. I answer, you may so, there is no difficulty in it: But what is all this, I beseech you, more than framing in your Mind certain Ideas which you call Books and Trees, and the same time omitting to frame the Idea of any one that may perceive them? But do not you your self perceive or think of them all the while? This therefore is nothing to the purpose: It only shews you have the Power of imagining or forming Ideas in your Mind; but it doth not shew that you can conceive it possible, the Objects of your Thought may exist without the Mind: To make out this, it is necessary that you conceive them existing unconceived or unthought of, which is a manifest Repugnancy [i. e., contradicción]. When we do our utmost to conceive the Existence of external Bodies [externos a la mente en el sentido no literal sino técnico de no percibidos y así no soportados por la sustancia espiritual], we are all the while only contemplating our own Ideas. But the Mind taking no notice of it self, is deluded to think it can and doth conceive Bodies existing unthought of or without the Mind; though at the same time they are apprehended by or exist in it self18. Hyl: By that test, the point will soon be decided. What is easier than to conceive a tree or house existing by itself, independently of and unperceived by any mind whatsoever? I conceive them existing in that way right now. Phil: Tell me, Hylas, can you see a thing which is at the same time unseen? Hyl: No, that would be a contradiction. Phil: Is it not as great a contradiction to talk of conceiving a thing which is unconceived? Hyl: It is. Phil: The tree or house therefore which you think of is conceived by you. Hyl: How could it be otherwise? Phil: And what is conceived is surely in the mind. Hyl: Without question, what is conceived is in the mind. Phil: Then what led you to say that you conceived a house or tree existing independently and out of all minds whatsoever [fuera de toda mente en el sentido de no percibidos por ninguna mente]? Hyl: That was an oversight, I admit; but give me a moment to think about what led me into it. It was-I now realize, after reflection-an amusing mistake. As I was thinking of a tree in a solitary place with nobody there to see it, I thought that was conceiving a tree as existing unperceived or unthought of, overlooking the fact I myself conceived it all the while. But now I plainly see that all I can do is to form ideas in my own mind. I can conceive in my own thoughts the idea of a tree, or a house, or a mountain, but that is all. And this is far from proving that I can conceive them existing out of the minds of all spirits. Phil: You agree, then, that you can’t conceive how any corporeal sensible thing should exist otherwise than in a mind [en el sentido de percibida y así soportada por una mente]. Hyl: I do19.
Así pues, como señala Lisa Downing: “The argument seems intended to establish that we cannot actually conceive of mind-independent objects, that is, objects existing unperceived and unthought of. Why not? Simply because in order to conceive of any such things, we must ourselves be conceiving, i.e., thinking, of them”20. En efecto, la existencia de objetos independientes de toda mente resulta lógicamente imposible porque el concepto de estos implica una imposibilidad lógica, a saber: la contradicción de concebirlos como no concebidos por ninguna mente, esto es, como existentes independientemente de ser percibidos por al menos una mente. Y, en virtud del principio del tercio excluido -según el cual si una proposición afirma algo y una segunda lo contradice, no es posible una tercera y es necesario que una de las dos sea la verdadera-, y dada la imposibilidad lógica que la afirmación contraria implica, necesariamente es verdadera la negación de la independencia mental de los objetos, que, en cambio, no implica contradicción alguna, de modo que el principio esse est percipi de Berkeley es verdadero. De esta manera, el argumento maestro es a priori21 y se basa en principios lógicos como los de no-contradicción y tercio excluido, que, para el obispo irlandés, constituyen leyes del pensamiento de toda mente que ni siquiera Dios puede contradecir, porque Su omnipotencia y Su omnisciencia significan que Él puede hacer y conocer todo lo que sea lógicamente posible de hacer y conocer -i. e., todo lo cognoscible, como dice Filonús: “To know everything knowable is certainly a perfection…”22, mas no, en cambio, lo que es lógicamente imposible o absurdo, como concebir un objeto no concebido por ninguna mente, lo cual no es conciliable con la perfección de Dios: “As though it were not impossible even for an infinite Mind to reconcile Contradictions. Or as if any thing absurd and repugnant could have a necessary Connexion with Truth, or flow from it”23.
Por ello, es importante enfatizar que Berkeley no niega la existencia de un objeto independiente de toda mente debido a una mera incapacidad nuestra para concebirlo como tal, sino debido a que tal objeto es contradictorio, imposible e inconcebible en sí mismo, de modo que es inexistente en absoluto -tanto sin existencia real (sensible) como sin existencia irreal o quimérica, es decir, ni siquiera es una quimera, ya que las quimeras son objetos de la imaginación posibles de concebir, sino que no es nada en absoluto-, por lo que no poder percibir de ninguna forma la existencia de algo inexistente en absoluto no es ningún defecto de nuestras facultades perceptivas. De ahí que el argumento maestro no trate sobre la limitación o el alcance de nuestra capacidad para concebir objetos ni de nuestras facultades perceptivas en general24, sino sobre la contradicción e imposibilidad lógica inherente al concepto o percepción de un objeto independiente de ser concebido o percibido por la mente en general, como advierte Berkeley: “Phil: …I don’t deny the existence of material substance merely because I have no notion of it, but because the notion of it is inconsistent-to have a notion of it would involve a self-contradiction. For all I know to the contrary, there may exist many things of which none of us has or can have any idea or notion whatsoever [por incapacidad nuestra, de las mentes finitas]. But such things must be possible, i.e. nothing inconsistent must be included in their definition. …The notion or definition of material substance [como subsistente con independencia de toda mente] includes an obvious inconsistency…”25.
3. Tres objeciones al argumento maestro y sus refutaciones
Ahora bien, pese a la solidez que tiene para Berkeley, su argumento maestro no ha quedado exento de objeciones que niegan su validez por una u otra razón. En las siguientes páginas, serán analizadas y refutadas tres objeciones principales, las de Russell, Pitcher y Tipton, bajo un nombre particular cada una.
3.1. “Objeción de la confusión entre el acto perceptivo y el objeto percibido”
En el capítulo sobre el idealismo en su obra The Problems of Philosophy26, Bertrand Russell reduce el argumento maestro de Berkeley a una de dos cosas, a saber: o bien una confusión conceptual o bien una mera tautología. Por un lado, señala que encuentra ambiguo el significado de ‘idea’ según Berkeley y afirma que esta ambigüedad es lo que conduce al filósofo irlandés a cometer la “máxima falacia” de confundir el objeto aprehendido con el acto de aprehensión, al supuestamente referirse a ambas cosas con el mismo término, ‘idea’27. Russell indica que es evidente que el acto de aprehensión está en la mente, pero que esto no significa que cualquier cosa que la mente pueda aprehender también esté en ella: “Berkeley’s view… seems to depend for its plausibility upon confusing the thing apprehended with the act of apprehension. …probably either would have been called an idea by Berkeley. The act is undoubtedly in the mind; hence, when we are thinking of the act, we readily assent to the view that ideas must be in the mind. Then, forgetting that this was only true when ideas were taken as acts of apprehension, we transfer the proposition that ‘ideas are in the mind’ to ideas in the other sense, i.e. to the things apprehended by our acts of apprehension. Thus, by an unconscious equivocation, we arrive at the conclusion that whatever we can apprehend must be in our minds. This seems to be the true analysis of Berkeley’s argument, and the ultimate fallacy upon which it rests”28.
Por otro lado, Russell afirma que el argumento maestro se reduce a una tautología si lo que se entiende por un objeto que “está en la mente” es lo mismo que “ser aprehendido por la mente”, y que, de ser este el caso, el objeto no tiene por qué ser mental, pues podría no serlo. Así, él cree haber demostrado que el argumento de Berkeley es erróneo tanto en el fondo como en la forma: “We are uttering a mere tautology if we mean by ‘inthe mind’ the same as by ‘beforethe mind’, i.e. if we mean merely being apprehended by the mind. But if we mean this, we shall have to admit that what,in this sense, is in the mind, may nevertheless be not mental. Thus when we realize the nature of knowledge, Berkeley’s argument is seen to be wrong in substance as well as in form, and his grounds for supposing that ‘ideas’-i.e. the objects apprehended-must be mental, are found to have no validity whatever”29.
Ahora bien, cabe hacer muchas críticas a la objeción de Russell por malinterpretar profundamente la filosofía de Berkeley y, por ende, fracasar en su intento de refutar el argumento maestro. Una primera crítica es que el argumento maestro no incurre en una mera tautología, porque Berkeley no sostiene meramente que los objetos percibidos son percibidos por una mente, lo cual efectivamente sería trivial y tautológico, sino que todo objeto necesariamente es percibido por al menos una mente. Una segunda crítica a Russell es que su objeción de que Berkeley confunde el objeto aprehendido con el acto de aprehensión pone en evidencia su falta de comprensión del concepto berkeleyano de idea, que significa una cosa percibida y enteramente pasiva en el sentido de que su ser es ser percibida y no percibe ni produce. Así pues, la idea o ser pasivo es enteramente distinta al espíritu o ser activo, cuyo ser es percibir y producir, esto es, actuar, de modo que los actos de percepción constituyen el ser del espíritu y, por ello, no son lo mismo que las ideas u objetos percibidos; de lo contrario, las ideas y los espíritus se reducirían a un mismo tipo de ser, lo cual contradiría el principio de distinción y, así, la filosofía de Berkeley en su conjunto. En consecuencia, es evidente que el argumento de Berkeley no incurre en la supuesta confusión entre el acto perceptivo y el objeto percibido, sino que los distingue claramente: “All the unthinking Objects of the Mind… are intirely passive, and their Existence consists only in being perceived: Whereas a Soul or Spirit is an active Being, whose Existence consists not in being perceived, but in perceiving Ideas and Thinking”30. En ese sentido, Russell comete el error, al igual que otros autores como S. A. Grave, Colin M. Turbayne31 y Pitcher32, de ignorar el principio de distinción entre las ideas y los espíritus como seres enteramente distintos, siendo las primeras los objetos percibidos por los actos de percepción, mientras que los segundos son esencialmente su actividad perceptiva, sus actos de percepción.
Por ello, otra crítica a la objeción de Russell es que las ideas no deben ser entendidas como “mentales” en el sentido de que su naturaleza se reduzca a cualidades espirituales ni en el sentido de que sean propiedades, modos o atributos del espíritu -lo cual es negado por Berkeley en el parágrafo 49 de la Parte I de los Principios, ya que implicaría el absurdo de que la mente es extensa, al ser la extensión una idea soportada por ella; no obstante, es evidente que la mente no adquiere el carácter de las ideas que percibe-, sino solo en el sentido de que son los correlatos enteramente distintos de, y soportados por (i. e., percibidos por), la esencia del espíritu (la cual es su actividad perceptiva, que no se da sin sus respectivos objetos percibidos).
Asimismo, tampoco debe entenderse de manera literal la expresión berkeleyana de que las ideas “existen en la mente”, como si significara el absurdo de que las cosas o ideas materiales pudieran estar físicamente dentro de la mente (la cual es inmaterial) como dentro de una caja, lo cual contradiría la distinción entre quimeras y cosas reales como internas33 y externas a la mente finita respectivamente34, sino simplemente en el sentido de que son percibidas por la mente y, así, su existencia es soportada por la sustancia espiritual: “Phil: Come on, Hylas! When I speak of objects as existing ‘in’ the mind or ‘imprinted’ on the senses, I don’t mean these in the crude literal sense, as when bodies are said to exist ‘in’ a place or a seal to make an ‘impression’ on wax. I mean only that the mind comprehends or perceives them; and that it is affected from outside, or by some being other than itself”35.
Lógicamente, puesto que las ideas existen en calidad de que son percibidas, su existir en la mente no significa otra cosa que ser percibidas por la mente. Por esto, la expresión berkeleyana de que las cosas “existen en la mente” debe entenderse como sinónima de que “son percibidas por la mente” (esto es, la mente en general y la mente divina en particular): “This perceiving, active Being is what I call Mind, Spirit, Soul or my Self. By which Words I do not denote any one of my Ideas, but a thing intirely distinct from them, wherein they exist, or, which is the same thing, whereby they are perceived; for the Existence of an Idea consists in being perceived”36.
3.2. “Objeción de la confusión entre el concepto del objeto y el objeto mismo”
Por su parte, en su libro Berkeley, George Pitcher objeta al argumento maestro que este confunde el concepto del objeto (esto es, la representación mental con la cual se representa) con el objeto del concepto (esto es, lo representado por el concepto). Una vez aclarada esta distinción, sostiene él, se puede notar que el argumento maestro falla en su propósito, pues, si bien es necesario que el concepto o representación mental sea percibido, de esto no se sigue que el objeto representado lo sea. De esta manera, según Pitcher, el argumento maestro solo prueba que el concepto del objeto es percibido, mas no prueba lo mismo con respecto al objeto del concepto, el cual podría existir sin ser percibido a pesar de que percibamos nuestro concepto del mismo. Así, por ejemplo, cuando imaginamos un árbol solo en un bosque, si bien estamos percibiendo nuestra representación mental de dicho árbol, es posible que tal árbol exista sin ser percibido por nadie. En palabras de Scott Stapleford, la objeción de Pitcher es la siguiente: “Berkeley conflates (1) conceiving the representation existing unconceived, with (2) conceiving the represented existing unconceived”37.
A modo de ilustración, Pitcher hace una analogía entre la confusión en la que, según él, incurre el argumento maestro de Berkeley y la siguiente confusión: afirmar que no es posible que un actor de teatro interprete o represente al personaje Robinson Crusoe en calidad de un hombre solitario en una isla desierta, debido a que el personaje no estaría solo, sino frente a la audiencia de espectadores de la obra teatral38. Esta afirmación, señala Pitcher, es “obviously absurd”39, porque la presencia de la audiencia en el teatro no afecta la soledad del personaje representado por el actor, ya que los espectadores observan al actor que lo representa, mas no al personaje representado (Robinson Crusoe). Así, del mismo modo que fracasa este ejemplo de argumento contra la posibilidad de actuar en una obra teatral como un personaje solo en una isla, por aplicarse solo al actor que lo representa y no al personaje representado, fracasaría el argumento maestro de Berkeley contra la posibilidad de que exista un objeto no percibido, por aplicarse solo a su concepto o representación mental, mas no al objeto representado. En síntesis, el hecho de estar presente como espectador de la actuación de un actor que interpreta a un hombre solitario en una isla desierta no hace que sea imposible que el personaje interpretado, Robinson Crusoe, esté solo, a pesar de que el actor que lo interpreta no esté solo, porque el actor o intérprete del personaje es distinto al personaje mismo, y quien es observado por el público es el actor, mas no el personaje; asimismo, el concepto del objeto es distinto al objeto mismo, siendo el concepto lo que necesariamente es percibido y no, en cambio, el objeto, el cual podría existir sin ser percibido por nadie.
Ahora bien, en respuesta a esta objeción, el autor de este artículo va a proponer una formulación original del argumento maestro tal como considera que debería ser entendido, pero, para llegar a esta, es necesario partir de la comprensión del concepto berkeleyano de percepción como actividad intencional, como se explica a continuación.
Cuando Berkeley afirma que el ser de los objetos es ser percibidos no se refiere en particular a una única forma de aprehenderlos, sino en general a cualquier forma en que la mente se pueda dirigir a ellos como sus objetos intencionales, por lo que está implícito que su concepto de percepción es polisémico y se caracteriza por su intencionalidad, esto es, su dirección hacia objetos (las ideas). En efecto, el significado de ‘percepción’ en el contexto conceptual de la filosofía de Berkeley se refiere a toda actividad del espíritu por la que este tiene ideas, ya que “tener ideas” es lo mismo que “percibir”40, de modo que no se reduce a la percepción sensible, pues, por ejemplo, el acto de concebir una idea es una forma de percepción racional o conceptual. Así, son ejemplos de actos de percepción los actos de pensamiento, sensación, volición, deseo41, memoria, amor, odio42 y otras operaciones de la mente como las relaciones que ella hace entre las ideas percibidas43. Lo que caracteriza a todos estos actos en común para considerarlos actos de percepción es, precisamente, su intencionalidad o dirección intencional hacia objetos intencionales; como señala Winkler, son “acts that are, inevitably, directed towards objects”44. En este sentido, la actividad perceptiva del espíritu es intencional por dirigirse a sus ideas como correlatos de la conciencia (mas no viceversa, ya que las ideas son pasivas).
En consecuencia, no es lícito distinguir, como lo hace Pitcher, entre el concepto del objeto y el objeto mismo como percibido y no percibido respectivamente, porque, si se entiende la percepción como una actividad intencional dirigida a objetos intencionales, entonces ambas cosas, tanto el concepto del objeto como el objeto mismo, son percibidas. En efecto, en la filosofía de Berkeley se distingue entre 1) la “percepción inmediata” (de una idea por sí misma) y 2) la “percepción mediata” (de una idea por medio de otra, es decir, la percepción de un objeto mediada por otro objeto intermediario, como lo es un concepto o representación mental): “Phil: …Whatever we perceive is perceived either immediately by sense, or mediately by reason and reflection”45. Así pues, la percepción inmediata es la percepción sensible46, y la percepción mediata incluye a los actos de razonamiento y representación (como la concepción, la imaginación y la memoria). En la percepción inmediata (sensible) el objeto sensible es percibido inmediatamente por los sentidos -y también puede ser percibido mediatamente como una “sugerencia” de estos47-. Ahora bien, la percepción inmediata o sensible no es la única forma de percibir un objeto sensible, pues este también puede ser percibido mediatamente en la percepción mediata, por medio de un concepto o representación mental. Como escribe Winkler en respuesta a la objeción de Pitcher de que en el acto de concepción o representación solo es percibido el concepto o representación mental, mas no la cosa representada: “…it might be objected, perhaps real things are perceived in another manner. Perhaps we perceive them mediately or indirectly, in virtue of perceiving the ideas that represent them”48. Como evidencia de esto, en el parágrafo 140 de la Parte I de los Principios y en el Diálogo III de los Diálogos, Berkeley deja en claro que el objeto representado también es concebido (por medio de la representación mental del mismo): “Moreover, as we conceive the Ideas that are in the Minds of other Spirits by means of our own, which we suppose to be Resemblances of them…”49; “Phil: …You don’t perceive matter by mentally representing it, as you do an inactive being or idea… You don’t understand it indirectly, through a resemblance between it and either your ideas or yourself…”50.
Así pues, el objeto sensible o cosa real es el objeto inmediato de la percepción inmediata (sensible) -o un objeto mediato en cuanto “sugerido” por los sentidos- y, cuando es representado, es el objeto mediato de la percepción mediata, cuyo objeto inmediato es el concepto o representación mental del anterior. De esta manera, mientras la percepción inmediata (sensible) está dirigida inmediatamente al objeto sensible mismo, la percepción mediata está dirigida inmediatamente al concepto o representación mental del objeto sensible, y por medio de dicho concepto está dirigida mediatamente al objeto sensible representado por él; es decir, el concepto es el medio percibido inmediatamente en la percepción mediata del objeto sensible, el cual es el fin percibido mediatamente a través del medio. En otras palabras, en el acto de concebir o representar un objeto por medio de un concepto o representación mental, la mente se dirige intencionalmente de manera inmediata al concepto o representación mental como su medio, y se dirige intencionalmente de manera mediata al objeto representado como su fin. Para ilustrar estas diferencias entre la percepción inmediata (sensible) y la percepción mediata representacional en relación con sus objetos intencionales, véanse las siguientes tablas -siendo la sugerencia de los sentidos un caso aparte de percepción mediata por ser sensible-:
En ese sentido, se pueden distinguir dos niveles de dirección intencional de la percepción mediata representacional51, a saber: en el primer nivel se dirige inmediatamente al concepto o representación mental que representa un objeto, y en el segundo nivel se dirige mediatamente al objeto representado por medio del concepto o representación mental. De esta manera, se puede contraargumentar la objeción de Pitcher, según la cual el argumento maestro solo prueba que es percibido el concepto del objeto y no, en cambio, el objeto mismo al que el concepto representa, pues, dada la doble dirección intencional de la percepción mediata, el objeto representado es el objeto intencional mediato al que la percepción mediata se dirige por medio del concepto como su objeto intencional inmediato, de modo que se dirige intencionalmente (i. e., percibe) tanto al concepto como al objeto.
De lo contrario, si lo representado no fuese percibido de esa manera (mediata), entonces la mente no se podría dirigir o referir a nada representado, ya que sería contradictorio dirigirse o referirse a lo representado como un objeto no intencional o no referido. Precisamente, la objeción de Pitcher se reduce al absurdo de considerar que el acto de representación no se refiere al objeto que es referido como lo “representado”, sino solo al concepto con el cual este es representado, a pesar de la manifiesta contradicción o “repugnancia”, como diría Berkeley, de referirse al objeto representado como si no fuera referido por nadie. Al contrario de lo que la objeción de Pitcher supone, la contradicción demostrada por el argumento maestro no se aplica solo al concepto percibido, sino también al objeto mismo, el cual es percibido como objeto intencional mediato de la percepción mediata. En consecuencia, es imposible concebir o percibir el concepto de un objeto como no concebido o no percibido, porque tanto el concepto como el objeto son concebidos o percibidos como objetos intencionales. Por lo tanto, el argumento maestro mantiene su validez en contra de dicha objeción.
En efecto, no es posible dirigirse o referirse a un objeto con independencia de su relación intencional con la mente; es decir, es imposible que la mente se relacione intencionalmente con un objeto no relacionado intencionalmente con ninguna mente. Visto así, se nota claramente que es imposible percibir un objeto independiente de ser percibido por la mente, porque esto significaría dirigirse intencionalmente a un objeto como si este no fuera un objeto intencional de la mente. En ese sentido, el argumento maestro de Berkeley, observado a la luz del carácter intencional de la percepción, establece que todo objeto es intencional, es decir, que todo objeto es el objeto intencional (ya sea inmediato o mediato) al que se dirige la mente en general -a esto se refería Berkeley al denominar a todo objeto como “idea” (i. e., “cosa percibida”)-, lo cual convierte a este filósofo moderno en un precursor avant la lettre del concepto filosófico contemporáneo de la intencionalidad o correlación entre conciencia (actos) y mundo (objetos).
Además, es necesario considerar que la representación es, como lo indica Berkeley, una cuestión de semejanza. Retómese el principio de la semejanza, según el cual una entidad solo puede asemejarse a otra de su mismo ser, y dado que solo las ideas son entes cuyo ser es ser percibidos, una idea solo puede asemejarse o representar a otra idea -así, las ideas de la memoria y la imaginación representan o se asemejan a las ideas de los sentidos-; por consiguiente, una idea o ser percibido, como lo es una representación mental, no puede representar a un supuesto objeto independiente de ser percibido, que no sería una idea. En consecuencia, si se distinguiera entre el concepto o representación mental como idea (cosa cuyo ser es ser percibida) y el objeto representado como cosa independiente de ser percibida, entonces no habría ninguna semejanza o representación entre sí, al ser ontológicamente opuestos. Como observa Winkler: “…if things are assumed to have an existence ‘without the mind’, there is nothing that can make ideas their representatives”52, pues un objeto que “existe en la mente” (en el sentido de ser percibido y, así, soportado por ella) no puede representar o asemejarse a otro cuya existencia sea independiente de ella.
Es más, el solo hecho de hacer la distinción entre el concepto del objeto y el objeto mismo involucra una referencia a este último, una referencia que es una dirección intencional de la mente hacia el objeto mismo, por lo que hacer dicha distinción no refuta el argumento de Berkeley, sino que paradójicamente lo refuerza sin advertirlo. Ciertamente, todo objeto al que nos refiramos, para ser referido, necesariamente es un objeto intencional al que nuestra mente se dirige. Por consiguiente, no es posible separar el ser de un objeto de su ser percibido como objeto intencional de la mente. De lo contrario, se afirmaría el absurdo de que es posible referirse a un objeto no referido por nadie. Así, si todo lo referido, para ser referido, necesita ser algo y ser conocido en alguna medida (pues la nada y lo nada conocido no son nada que pueda ser referido), es evidente que es lógicamente imposible demostrar la existencia de objetos no referidos por ninguna mente.
Si se objetara que el objeto puede ser referido verbalmente sin que se conozca nada del mismo, Berkeley contestaría que se estarían empleando las palabras sin ninguna significación53 y, por ende, sin referir a nada en absoluto, pues aquella cosa desconocida, completamente abstracta e indeterminada, -siguiendo su crítica nominalista a las ideas generales abstractas- viene a ser lo mismo que nada, y las palabras usadas para referirlo resultan ser vacías de significado. Como se puede observar en el parágrafo 99 de la Parte I de los Principios, hay una conexión entre el argumento maestro de Berkeley y su negación nominalista de la posibilidad de las ideas generales abstractas (i. e., conceptos indeterminados que sean todas y, a la vez, ninguna de las ideas particulares de su mismo género), las cuales son reducidas a meras palabras sin significado: “So likewise, when we attempt to abstract Extension and Motion from all other Qualities, and consider them by themselves, we presently lose sight of them, and run into great Extravagancies. All which depend on a two-fold Abstraction: First, it is supposed that Extension, for Example, may be abstracted from all other sensible Qualities; and Secondly, that the Entity of Extension may be abstracted from its being perceived”54.
Así como es imposible concebir la idea general abstracta de un objeto extenso sin una extensión determinada (sin figura ni tamaño particulares) y sin que su color ni sus demás cualidades sensibles sean concebidos, es igualmente imposible concebir la idea general abstracta de un objeto absolutamente indeterminado sin cualidades concebidas o, en otras palabras, concebir un objeto sin que el conjunto de las propiedades que lo definen sea concebido, ya que se trataría de una abstracción completamente vacía que se reduciría a nada en absoluto, como lo observa Gallois con el ejemplo de una mesa imaginada sin sus cualidades imaginadas: “…if I image the following, a table perceived by me, is there any feature of the object of my state of imaging which I can delete so that I am left with an image of a table but not an image of a table perceived by me? It is fairly clear that there is no such feature”55. Siguiendo esta línea, Saidel plantea la siguiente formulación del argumento maestro:
(1) The abstraction of any quality from a sensible object so as to leave an unperceivable object is not possible.
(2) Hence, the abstraction of perceivability from a sensible object, which by definition leaves an unperceivable object, is not possible.
(3) To attempt to conceive of a sensible object as unperceived is to attempt to conceive of an object which is impossible to perceive (i.e., it is impossible to perceive an unperceived object).
(4) And hence, we cannot conceive of a sensible object as being unperceived56.
De ahí que todo objeto sea el conjunto de sus propiedades perceptibles, así como los objetos sensibles son el conjunto de sus cualidades sensibles, sin las cuales estos se reducirían a nada57. Más aun, como advierte Berkeley: “Phil: And what is perceivable but an idea? And can an idea exist without being actually perceived?”58. En este pasaje de los Diálogos, el objetor (Hilas) del personaje que representa a Berkeley (Filonús) pensaba que es posible que exista un objeto perceptible y no percibido, pero para probarlo y para que sus palabras tengan sentido era necesario que pudiera tener el concepto de un objeto perceptible que no sea el concepto de un objeto percibido, lo cual resulta imposible porque la concepción o percepción de un objeto perceptible hace que este sea percibido, por lo que no hay diferencia sino equivalencia entre lo perceptible y lo percibido: todo lo perceptible es percibido y todo lo percibido es perceptible; por consiguiente, no existen objetos perceptibles y no percibidos, sino que todo objeto perceptible es percibido por al menos una mente. De ahí que no se siga del argumento maestro que el ser de todo objeto es su perceptibilidad, esto es, su posibilidad de ser percibido, sino el hecho de ser actualmente percibido por al menos una mente; por esto el principio berkeleyano es esse est percipi (“ser es ser percibido”) y no esse est posse percipi (“ser es poder ser percibido”).
Además, concebir un objeto significa concebir el conjunto de propiedades incluidas en la descripción del mismo, pero solo es posible describirlo si se perciben dichas propiedades, pues una descripción indefinida de una cosa, sin ninguna propiedad descrita, se reduce a nada. En efecto, es imposible tener el concepto de algo completamente indefinido o, como diría Berkeley, de un “no-se-sabe-qué”59, pues esto sería lo mismo que tener un concepto de absolutamente nada, es decir, ningún concepto en absoluto. Por esto, cuando Hilas formula un sentido abstracto e indefinido de la sustancia material, Filonús le responde que no se puede demostrar nada sobre algo en cuya definición no se encuentra comprendida ninguna idea o noción60, por lo que dicho sentido indefinido de la materia es lo mismo que ningún sentido en absoluto61. Asimismo, tampoco viene al caso una descripción completamente negativa del objeto, según la cual este no sea ninguna de las cosas de las cuales se puede dar una descripción positiva, pues esto significaría que es lo mismo que la nada62; e identificar el objeto no percibido con nada o ningún objeto es darle la razón a Berkeley sobre la inexistencia de un objeto no percibido. De ahí que el objeto no percibido sea inconcebible en sí mismo (y no por culpa de nuestra facultad para concebir objetos), al ser contradictorio y lógicamente imposible63, por lo que no tiene ningún sentido afirmarlo: “Phil: …and to assert something that is inconceivable is to talk nonsense, isn’t it?”64.
Ahora bien, es importante resaltar que Berkeley, al sostener que el objeto representado no puede ser sin ser percibido porque el concepto de este como siendo sin ser percibido es imposible, no está confundiendo el objeto con el concepto (al contrario de lo que afirma Pitcher), sino que está sosteniendo que es imposible que un objeto exista si el concepto del mismo es lógicamente imposible; es decir, la imposibilidad del concepto es lo que hace imposible la existencia del objeto. Y, dado que el concepto de un objeto no percibido es imposible, se sigue que dicho objeto no percibido también es imposible y, por tanto, inexistente. En otras palabras, el razonamiento de Berkeley es el siguiente: si lo contradictorio es imposible y lo imposible es inexistente, entonces, al ser contradictorio de suyo el concepto de un objeto independiente de su relación intencional con toda mente, es imposible que dicho objeto exista: “Phil: …I know that nothing inconsistent [i. e., contradictorio] can exist, and that the existence of matter implies an inconsistency [i. e., contradicción]”65. Como se puede constatar en este pasaje de los Diálogos, la razón por la que Berkeley niega la materia, en el sentido filosófico de una sustancia material que existe independientemente de ser concebida por al menos una mente, es que su concepto mismo comporta una contradicción, y lo contradictorio es lógicamente imposible, y lo lógicamente imposible es inexistente. Y, de acuerdo con el principio del tercio excluido, Berkeley sabe que solo hay dos opciones contradictorias entre sí y una de estas es la única verdadera: o bien existen objetos independientes de la mente o bien no existen. Habiendo demostrado que la primera opción es contradictoria e imposible en sí misma, necesariamente resulta verdadera la segunda, a saber: no existen objetos independientes de la mente. Esta es precisamente la conclusión de su argumento maestro, la única opción entre dos opciones contradictorias entre sí que es posible y no contradictoria en sí misma, y dado que lo que contradice lo imposible es necesario, resulta necesaria. Por esto, y no en vano, Berkeley creía que su argumento maestro era tan fuerte y lo apostó todo por el mismo: “I say, the bare possibility of your Opinion’s being true, shall pass for an Argument that it is so”66.
Formulado en palabras de autoría personal, el argumento maestro por el cual Berkeley demuestra su principio esse est percipi es el siguiente.
Si lo contradictorio (al mismo tiempo y en el mismo sentido) es lógicamente imposible y lo lógicamente imposible es inexistente (en todo sentido, tanto sin existencia real como sin existencia irreal, es decir, no existe como objeto real ni como objeto quimérico de la imaginación), entonces lo contradictorio es inexistente.
Si lo contradictorio es inexistente, entonces es imposible que exista algo cuyo concepto sea contradictorio -p. ej., el concepto de un objeto que sea cuadrado y no cuadrado al mismo tiempo y en el mismo sentido es contradictorio, por lo que es imposible que exista tal objeto-. Ahora bien, el concepto o representación mental (i. e., el objeto intencional inmediato de la percepción mediata, por medio del cual es percibido su objeto intencional mediato) de un objeto representado (i. e., el objeto intencional mediato de la percepción mediata, que es percibido por medio de su objeto intencional inmediato) como no concebido o no representado (i. e., no percibido o no intencional, como si no fuera el objeto intencional mediato de la percepción mediata) por ninguna mente es contradictorio (porque tal objeto sería percibido como no percibido o referido como no referido). Si el concepto de un objeto no percibido por ninguna mente es contradictorio, entonces es imposible que existan objetos no percibidos por ninguna mente. Si esto es imposible, entonces es necesario que todo objeto sea percibido por al menos una mente. Y, si esto es necesario, entonces el ser de todo objeto es ser percibido (esse est percipi)67.
En síntesis, el argumento maestro sostiene que el concepto representativo (objeto intencional inmediato por medio del cual es percibido el objeto intencional mediato) de un objeto representado (objeto intencional mediato percibido por medio del objeto intencional inmediato) como no percibido (como si no fuera un objeto intencional) por ninguna mente es contradictorio, y si es imposible que exista algo cuyo concepto es contradictorio, entonces es imposible que existan objetos no percibidos (o no intencionales) por ninguna mente, por lo que es necesario que todo objeto sea percibido por al menos una mente. De esta manera, se observa que Berkeley no confunde el objeto con su concepto, sino que hace depender la posibilidad del objeto de la posibilidad de su concepto, es decir, si el concepto de un objeto es imposible, entonces dicho objeto también lo es y, por ende, no existe.
En lugar de objetar una supuesta confusión entre el concepto y el objeto, para refutar satisfactoriamente el argumento maestro de Berkeley habría que demostrar que sí es posible que exista un objeto cuyo concepto sea contradictorio, pues su argumento se basa, como se vio, en la premisa de que lo contradictorio es imposible y lo imposible es inexistente. Pero cabe preguntarse: ¿acaso es posible demostrar la posibilidad de la existencia de un objeto cuyo concepto sea imposible? Si la respuesta es negativa, entonces se debe admitir que el argumento maestro tiene una base irrefutable.
3.3. “Objeción del solipsismo del presente”
De otro lado, Ian C. Tipton también objeta, como Pitcher, que el argumento maestro confunde la idea, que es pensada, con el contenido de la misma, que no necesariamente es pensado68, lo cual ya se ha refutado, porque dicho contenido también es pensado como objeto intencional mediato. Pero la objeción de Tipton va más allá, porque añade a la objeción anterior la implicancia de un supuesto solipsismo con un elemento temporal: tras objetar, al igual que Pitcher, que uno mismo puede concebir un objeto no pensado ahora por uno mismo, aunque para hacerlo deba emplear una representación mental que es concebida ahora por uno mismo, Tipton arguye que, si Berkeley negara que uno mismo puede concebir un objeto no pensado ahora por uno mismo, su argumento inevitablemente daría como resultado un solipsismo del presente, esto es, la postura, que no es propia de Berkeley, de que el ser de todo objeto es ser percibido por uno mismo y en el presente momento69.
Evidentemente, ningún tipo de solipsismo es atribuible a Berkeley, debido a la amplia evidencia textual de sus obras acerca del conocimiento, tanto nocional como inferencial, de los otros espíritus70, así como su rotunda negación de una constante creación y aniquilación de las cosas reales a cada instante que uno mismo las percibe o las deja de percibir respectivamente, dada la conservación de su existencia por parte del espíritu infinito71. Sin embargo, la objeción de Tipton no plantea que Berkeley sea un solipsista, sino que no puede negar que uno mismo pueda concebir un objeto no pensado ahora por uno mismo, porque, de lo contrario, se volvería un solipsista del presente, cosa que obviamente no es ni pretende serlo, de modo que se contradiría a sí mismo. Así, dicha objeción obligaría a Berkeley a aceptar que uno mismo puede concebir un objeto no pensado ahora por uno mismo. Y, si todos los espíritus pueden hacer lo mismo al mismo tiempo, se seguiría que el objeto puede existir sin ser pensado por ningún espíritu, lo cual es precisamente lo contrario de lo que el argumento maestro pretende demostrar.
Ahora bien, para responder esta objeción, cabe retomar la tesis defendida en este artículo de que el objeto del concepto es pensado o concebido como objeto intencional mediato del acto de concepción, por medio del concepto mismo como objeto intencional inmediato. De esto se sigue que, definitivamente, no es posible concebir un objeto no pensado ahora por uno mismo, ya que la propia mente se dirige intencionalmente tanto al concepto como al objeto; no obstante, al contrario de lo que asegura Tipton, aceptar esto no conllevaría inexorablemente a un solipsismo del presente, como se argumenta en seguida:
Si bien es cierto que es imposible tener el concepto de un objeto no percibido ahora por uno mismo, sí es posible concebirlo como percibido ahora también por otra mente, por lo que se puede concebir que otra mente lo seguiría percibiendo si uno mismo lo dejara de percibir: “Hyl: Supposing you were annihilated, can’t you conceive it to be possible that things perceivable by sense might still exist [sin ser percibidas por ti]? Phil: I can; but then it must be in another mind”72. Así pues, es posible concebir un objeto como actualmente percibido y así soportado también por otra mente, de tal modo que no dependa particularmente de nuestra percepción presente, sino de su percepción actual por otra mente en general, lo cual descarta el peligro de caer en un supuesto solipsismo del presente. Más bien, lo que no es posible es concebir un objeto como no percibido ahora por ninguna mente; de ahí la necesidad, derivada del argumento maestro, de una mente infinita que perciba todo objeto en todo momento.
La posibilidad de concebir un objeto como percibido ahora también por otra mente se explica gracias a nuestro conocimiento nocional de otras mentes, el cual es una auto-aprehensión de la actividad perceptiva del propio espíritu (nuestro percibir y producir ideas) como imagen (en el sentido amplio de semejante) de la actividad perceptiva de los otros espíritus (quienes perciben y producen sus propias ideas, las cuales pueden existir sin ser percibidas por uno mismo). Esta noción del propio espíritu como imagen de los otros espíritus nos permite conocer que ellos tienen sus propias ideas, semejantes a las nuestras y no necesariamente percibidas por uno mismo, lo cual, a su vez, nos permite conocer que es posible que existan objetos no percibidos ahora por uno mismo (a pesar de no poder concebirlos como tales en el presente momento), como indica Winkler: “We can now see that I do it [conozco que existen objetos no percibidos por mí en el presente momento] by conceiving of another mind. As Philonous explains in the Third Dialogue, I can, with the help of my mind and its ideas, ‘mediately apprehend the possibility of other finite spiritsand ideas’ (p. 232, emphasis mine)”73.
La cita de los Diálogos a la que Winkler hace referencia es la que sigue: “Phil: …I immediately know my own mind and my own ideas; and these give me, in an indirect way, a grasp of the possibility that other spirits and ideas exist”74. Aquí se explica que, a través del conocimiento nocional (inmediato y directo) de la propia mente como el sujeto perceptor de las propias ideas, simultáneamente se tiene noción de una imagen o semejanza (indirecta) de las otras mentes finitas como seres activos que perciben ideas de manera semejante a cómo uno mismo lo hace, lo cual, paralelamente75, posibilita a uno mismo representar o percibir mediatamente, por medio de una representación mental, al mismo objeto sensible que otra mente percibe inmediatamente por sus sentidos o mediatamente por su propia representación mental. En otras palabras, gracias a la noción de la propia mente como semejante a otras mentes, es posible representar con nuestras propias ideas a las ideas que tiene otra mente: “Moreover, as we conceive the Ideas that are in the Minds of other Spirits by means of our own, which we suppose to be Resemblances of them…”76; así, por ejemplo, se puede concebir la semejanza “that Blueness or Heat by me perceived has to those Ideas perceived by another”77. De esta manera, la propia mente puede representar o percibir mediatamente al mismo objeto que perciben otras mentes, así como estas pueden percibir mediatamente al mismo objeto que la propia mente percibe y pueden seguir haciéndolo mientras la propia mente no lo haga, por lo cual dicho objeto puede seguir existiendo sin que uno mismo lo perciba en el tiempo presente.
En adición, cabe observar que cuando Filonús le exige a Hilas responder por qué razón cree en la existencia de sustancias corpóreas no percibidas por ninguna mente, no solo le interroga por una experiencia sensible o un argumento racional, sino que, además, le pregunta qué otro medio puede ser usado para creer que existen tales cosas, pero resulta evidente que no hay ningún medio posible para establecer dicha creencia: “But you have excluded sense; so please show me what reason you have to believe in their existence, or what means you can possibly adopt to prove, to my understanding or your own, that they exist”78. Y, más adelante, en el Diálogo III de los Diálogos, Berkeley menciona, entre otras cosas, a uno mismo y sus nociones (de sí mismo y de la imagen de otros espíritus) como ejemplos de medios por los que se podría inferir otras cosas, pero que, al igual que las demás cosas que menciona, no sirven para inferir la supuesta existencia de la sustancia material: “Phil: …You don’t understand it [la sustancia material] indirectly, through a resemblance between it and either your ideas or yourself…”79; “Phil: …I have no immediate intuition of it; and I can’t infer it-rigorously or even by probable inference-from my sensations, ideas, notions, actions or passions”80. Estas citas corroboran que es válido utilizar a la noción de uno mismo como imagen de otras mentes como un medio para inferir que es posible que existan objetos no percibidos ahora por uno mismo, siempre y cuando sean percibidos por otra mente.
Conclusión
Hasta este punto, ha sido demostrado que la validez del argumento maestro de Berkeley puede ser defendida frente a las objeciones vistas a lo largo del artículo, si el contexto conceptual de su sistema filosófico es aclarado y se hace explícita la relación de intencionalidad implícita en sus conceptos de idea como objeto intencional y de percepción como actividad intencional, así como los dos niveles de dirección intencional de la percepción mediata.
En la sección 3.1 del artículo, se hizo evidente que el argumento maestro no incurre en la confusión objetada por Russell entre el acto perceptivo, propio de la mente, y el objeto percibido, el cual, según la objeción, no depende de ella. Como fue observado, esta objeción es consecuencia de una malinterpretación del concepto berkeleyano de idea y de la expresión de que esta “existe en la mente”, sin tomar en cuenta el importante principio de distinción entre los espíritus (seres activos que perciben) y las ideas (seres pasivos que son percibidos) como seres enteramente distintos.
En la sección 3.2, se demostró que el argumento maestro tampoco incurre en la confusión objetada por Pitcher entre el concepto del objeto (o la representación mental) y el objeto mismo (o lo representado), según la cual es concebido solo el primero y no el segundo. Como se observó, el presupuesto del argumento maestro que necesita ser explicitado para que sea entendido apropiadamente es el significado del concepto berkeleyano de percepción como actividad intencional dirigida a las ideas como sus objetos intencionales, así como la distinción entre dos niveles de dirección intencional de la percepción mediata (de una idea por medio de otra), a saber: uno dirigido a la representación mental como su objeto intencional inmediato (o medio) y el otro al objeto representado como su objeto intencional mediato (o fin), de modo que ambas cosas son percibidas como objetos intencionales y, así, dicha objeción es refutada. Adicionalmente, se argumentó, con base en el principio de la semejanza, que es imposible que una representación mental, en cuanto idea cuyo ser o existir es ser percibida, represente o se asemeje a un supuesto objeto que exista sin ser percibido, al contrario de lo que asume la objeción, y se concluyó que el supuesto objeto no percibido se reduce a una idea general abstracta sin significado, que es lo mismo que nada en absoluto. Y, en este punto del artículo, el autor del mismo propuso su propia lectura del argumento maestro, defendiendo que este no confunde el objeto con su concepto, sino que hace depender la imposibilidad del objeto de la imposibilidad de su concepto: si lo contradictorio es lógicamente imposible y esto es inexistente, entonces es imposible que exista un objeto cuyo concepto sea contradictorio y, dada la doble dirección intencional de la percepción mediata, resulta que es contradictorio el concepto (por medio del cual es percibido el objeto) de un objeto (el cual es percibido por medio del concepto) como no percibido por ninguna mente (es decir, como si dicho objeto no fuera percibido como el objeto intencional mediato de la percepción mediata); por tanto, es imposible que existan objetos no percibidos por ninguna mente (es decir, objetos no intencionales), de modo que el ser de todo objeto es ser percibido como objeto intencional de la mente en general.
Y, en la sección 3.3, se refutó la objeción de Tipton de que el argumento maestro conlleva a un solipsismo del presente, debido a que es posible concebir que el objeto percibido ahora por uno mismo también sea percibido ahora por otra mente, gracias a la noción de la actividad perceptiva de la propia mente como imagen de (o semejante a) la actividad perceptiva de las otras mentes, que, paralelamente, hace posible representar o percibir mediatamente al mismo objeto percibido por las otras mentes y estas, a su vez, también pueden representar o percibir mediatamente al mismo objeto percibido por uno mismo y pueden seguir haciéndolo mientras la propia mente no lo haga, por lo cual dicho objeto puede seguir existiendo sin ser percibido ahora por uno mismo.
Así pues, por todas las razones expuestas en el artículo, se concluye que el argumento maestro de Berkeley es válido en el contexto de su trasfondo filosófico y sus presupuestos, los cuales no deben ser ignorados para comprender el verdadero sentido del razonamiento del filósofo irlandés.