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La enfermedad por coronavirus 2019 (COVID- 19), cuyo agente etiológico es el virus del síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS- CoV-2), fue descubierto en Wuhan, China, en diciembre del 2019 1. La infección es muy variada, la persona contagiada puede ser asintomática, presentar síntomas leves -similares a una gripe- o críticos que van desde el síndrome de dificultad respiratoria, miocarditis, daño renal agudo, o incluso, desencadenar la muerte. Entre las manifestaciones clínicas más frecuentes encontramos la tos seca, fiebre alta y prolongada, fatiga, mialgias, cefaleas y disgeusia.
La relevancia del COVID-19 radica en su elevada morbilidad, debido a su rápida y fácil difusión por medio del contacto directo por gotículas respiratorias; debido a esto, se expandió rápidamente en todo el mundo. El 30 de enero del 2020 la OMS declaró Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII); esta situación epidemiológica focalizó las directrices gubernamentales en la búsqueda de pruebas diagnósticas y terapéuticas 2,3. Está demostrado que el virus del COVID-19 tiene una forma de ingreso a través de las células receptoras de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), presentes en la glándula salival, lengua y el tracto respiratorio.
Para las pruebas diagnósticas se utilizaron muestra de saliva y de hisopado nasofaríngeo, prueba de reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (RT-PCR), pruebas de detección de antígenos o pruebas de detección de anticuerpos (IgG, IgM).
La variedad de los componentes de la saliva le atribuyen una versatilidad en la detección de COVID-19; asimismo, se plantean diversos métodos y técnicas para su recolección. Ésta puede ser obtenida en el piso de boca, por salivación pasiva, estimulada por citrato, a través de un hisopado a la mucosa o por gotículas respiratorias mediante una tos forzada (4, 5).
Por lo tanto, la composición dinámica de la saliva brinda alternativas variadas de toma de muestra, caracterizadas por ser métodos no invasivos ni dolorosos. El uso de la saliva como prueba diagnóstica de COVID-19 sería una propuesta atrayente y provechosa debido a la simplicidad. Además, se plantea la posible auto recolección salival del paciente, guiada por instrucciones de un profesional médico, disminuyendo el riesgo de contagio. No existe una técnica de recolección específica, por lo que se recomienda realizar más investigaciones para establecer una toma de muestra estandarizada para la detección del COVID-19, así como, la incorporación de protocolos.