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Anales de la Facultad de Medicina

versión impresa ISSN 1025-5583

An. Fac. med. v.66 n.1 Lima ene./mar. 2005

 

La ética y la técnica contemporánea: 
Implicaciones en el Área de la Salud

Gladys Santos-Falcón 1, Alacoque Lorenzini-Erdmann 2
1 Magíster en Enfermería, doctoranda de la Universidad Federal de Santa Catarina en el área Filosofía, Salud y Sociedad. 
Docente de la Escuela de Enfermería de la UNMSM. Lima, Perú. 2 Doctora en Filosofía de Enfermería. 
Profesora titular de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil. Investigadora del CNPq. 
 

Resumen 
Este artículo tiene el objetivo de propiciar, a partir de las ideas de algunos autores, una reflexión y discusión en los profesionales de la salud sobre las implicaciones en la práctica cotidiana de los avances de la técnica, así como sobre el papel de la ética como ente regulador de estos avances. También se propone analizar los cambios que se han generado en las relaciones entre los profesionales y las personas/clientes de los servicios de salud, a partir de la biotecnología. Se propone este análisis con la finalidad de incorporar en nuestra práctica cotidiana la ética por la vida, por la libertad de vivir mejor, respetando la naturaleza y la dignidad humana.
Palabras clave: Bioética; ética médica; ética profesional; biotecnología; ingeniería genética; experimentación humana. 

Ethics and the contemporary technique: Implications on health environment 
Abstract

Following the thinking of some authors, this paper has the purpose to stimulate health professionals both reflection and discussion on daily practice implications of technical advances and the role of ethics as regulator of these advances. We also wish to analyse changes in the relations between professionals and health services persons/clients, from the point of view of biotechnology. We propose this analysis in order to incorporate in our daily practice ethics for life, liberty for better living, honoring both nature and human dignity.
Key words: Bioethics; ethics, medical; ethics, professional; biotechnology; genetic engineering; human experimentation.

INTRODUCCIÓN
En los días actuales, las prácticas en salud muestran la importancia de la técnica como forma de garantizar un mayor dominio del proceso de adolecer y curar, así como de superar el sufrimiento humano. La ética está implícita en la conciencia del ser humano en sus posibilidades de transferir, superar y/o dominar la naturaleza del vivir. La técnica, a medida que avanza en el dominio de la vida, debe incorporar los valores por la misma. El cuidado para con la vida implica el rescate de lo humano en la técnica, la conciencia de la responsabilidad con la vida presente y futura, tanto con los seres humanos como con la naturaleza.
Según Galimberti (1), la técnica ya no es un medio; ella se tornó la primera finalidad: aquella a la que nosotros nos dirigimos antes de todo, y a cuya conquista tendemos todos los seres humanos. De esta manera, la técnica se acaba tornando un fin que tiende exclusivamente a aumentar su propio potencial.
La técnica es un producto de la mente humana (1,2); sin embargo, el producto superó al productor. Por ejemplo, todos los usuarios de la computadora son inferiores a ella en el sentido de que no son capaces de manipularla como un instrumento simple. Continuamos pensando en la técnica como un instrumento a disposición de la sociedad; sin embargo, se subordinan las exigencias del ser humano a las exigencias del aparato técnico.
La técnica no es neutra, porque crea un mundo con determinadas características que no podemos evitar habitarlo y que habitándolo, nos lleva a asumir hábitos que nos transforma inevitablemente. Por el hecho de habitar un mundo técnicamente organizado en todas sus partes, la técnica no es más objeto de nuestra elección libre, pero es nuestro ambiente, en el cual fines y medios, objetivos e ideales, conductas, acciones y pasiones, hasta los mismos sueños y deseos son técnicamente articulados y necesitan de la técnica para expresarse (2, pp. 2).
Este mundo técnicamente organizado es orientado por prácticas basadas en principios éticos que tienen diversas implicaciones. Por ello, creemos que es importante que se genere una reflexión y discusión entre los profesionales de la salud sobre las implicaciones de los avances biotecnológicos en nuestra práctica cotidiana, así como, sobre el papel de la ética como ente regulador de estos avances.

LA EVOLUCIÓN DE LA TÉCNICA Y LA ÉTICA EN EL DOMINIO DE LA NATURALEZA HUMANA
La relación hombre-naturaleza fue concebida para nosotros occidentales, por dos visiones de mundo -la griega y la hebraica-, que concuerdan entre sí al excluir a la naturaleza como participante de la esfera pertinente a la ética, cuyo ámbito estaba limitado a la reglamentación de las relaciones entre los seres humanos, sin extensión a los demás entes de la naturaleza (2). En la cosmología griega, la técnica se inserta en el registro de la verdad pensada, no como dominio sobre la naturaleza, sino como su desocultamiento. En la era pretecnológica, el ser humano es previsto como sujeto; y la técnica como instrumento. Sin embargo, en la edad de la técnica la relación se invierte, en el sentido de que el hombre ya no es un sujeto que la producción capitalista aliena y revalora, sino es un producto de la alienación tecnológica que se sitúa a sí mismo como sujeto y sitúa al hombre como su predicado (2).
Concebir a la naturaleza como morada del ser humano a la manera de los antiguos griegos, o como campo de su dominio, según la concepción judaica-cristiana, de la que se ha apropiado la ciencia moderna, significa mantenerse en el horizonte antropocéntrico en el cual la naturaleza acaba siendo definida en la relación con el ser humano. La técnica, pensada de esta manera, aparece únicamente como referente, como algo que puede amenazar la relación ser humano-naturaleza, porque el control de su desenvolvimiento parece no estar más en las manos del ser humano, y el ejercicio de su potencia parece no encontrar más una efectiva resistencia en la naturaleza.
A partir del momento en que el saber se tornó autónomo en relación al ser humano que lo proyectó, extrae de éste el poder, que está íntimamente ligado al saber (2). “La realización de la fórmula baconiana hasta sus últimas consecuencias transformó el escenario: ya no es más el poder del ser humano sobre la naturaleza, sí el poder de la técnica sobre el ser humano y sobre la naturaleza” (3, pp. 9).
Si el ser humano no existe sin que se considere lo que él hace, ¿en qué se torna el ser humano en el horizonte de la experimentación ilimitada y de la manipulación infinita posibilitada por la técnica? Nos preguntamos, al igual que Galimberti (2).
Hoy, la naturaleza humana no puede ser pensada como la misma que se relacionaba con el mundo, que es además el mundo que hasta ahora nos describió la historia: inviolable en sus límites y fundamentalmente inmodificable … La técnica acaba quitando del hombre cualquier posibilidad anticipatoria y, con ella, eliminando aquella responsabilidad y señorío que deriva de la capacidad de prever (2, pp. 11).
Generalmente no se acepta estas cuestiones, porque se sigue pensando que continuamos en la época humanista y se tiene, sí, cierta ansia de la técnica, pero continuamos persuadidos de que el ser humano pueda controlar con la voluntad la propia técnica. Sin embargo, debemos tomar conciencia de que la técnica modifica radicalmente las figuras con que la humanidad se pensó a sí misma. Por ejemplo, el concepto de verdad fue modificado, porque actualmente es verdadero lo que es eficaz, lo que hace efecto, así como el concepto de libertad, porque puede escogerse sólo en cuanto se consigue ser técnicamente competente; si no se consigue ser competente, no se puede escoger.
Gehlen, citado por Bruseke (4), evidencia una visión negativa de la técnica, a la cual la considera como una amenaza para la cultura y la personalidad individual, evocando un futuro de una sociedad masificada y, gracias a la técnica, uniformizada y manipulada. La técnica moderna -según el autor- es resultado de la voluntad de imponerse, y toda la modernidad que es, en su esencia, técnica, hace del hombre un “funcionario de la técnica”. “La esencia de la técnica queda obscurecida, también, por causa de las ciencias modernas que no son capaces de pensar el fundamento de su propio desenvolvimiento” (4).
Parafraseando a Galimberti (2, pp. 8), ningún ser humano y ningún grupo humano, por más especializado que sea, y tal vez en función de su especialización, es capaz de controlar a la técnica en su totalidad. En este contexto, ser reducido a funcionario de la técnica equivale para el ser humano a estar “en otro lugar” con relación a la morada que conoció históricamente; por lo tanto, significa estar lejos de sí.
Concordando con Galimberti, Bruseke (4) nos hace llegar la crítica que formula Heidegger sobre el alejamiento del Ser que produce el desenvolvimiento técnico, y hace referencia a que en la antigüedad, con su expresión en la filosofía griega, aún no existía el concepto subjectum en su significado moderno. Todos los seres eran subjectum, inclusive el ser humano. El fin de la antigüedad está marcado por una ruptura en este entendimiento del subjectum. El ser humano percibe su existencia como privilegiada ante la naturaleza. El concepto subjectum pierde su alcance y vale a partir de entonces solamente para el ser humano. El objectum tiene el status de oposición al subjetivismo y, como dependiente de él, sin autonomía y sin dignidad propia.
El pensamiento judaico-cristiano concibe al hombre como coronación de la creación y lo define como algo destacado, pero subordinado a Dios e integrado con la creación. El ataque de la razón a la religión acabó con esa subordinación y colocó un nuevo sujeto frente a la creación, esta última entendida ahora como naturaleza externa y descubierta por las ciencias modernas como ensemble de objetos prestos a desocultar sus secretos.
La técnica moderna es impensable sin la emancipación del nuevo sujeto hombre, de sus relaciones cosmológicas con todos los entes. La técnica moderna es, también, tanto causa como consecuencia de la formación de las modernas sociedades de masas con su elevado potencial homogenizador … La polarización sujeto-objeto formó la base del ataque (Angriff) del hombre a su propio mundo y contribuye para el alejamiento del Ser del cual el propio hombre forma parte (4, pp. 71).
Para Heidegger, citado por Bruseke (4), el vacío del Ser no significa exclusivamente algo como espacio vacío, sino también, y sobre todo, la falta de parámetros propios y auténticos en la sociedad, moldeada por el desocultamiento técnico. Bruseke señala cómo la crítica de Heidegger supera cualquier interpretación inmanente de la sociedad moderna: “El olvido del Ser ocultado por el hiperactivismo, por el productivismo y por la pura voluntad de imposición es algo característico para todas las formaciones sociales contemporáneas” (4, pp. 78).
Heidegger considera las primeras explosiones nucleares sobre el Japón como anuncios de continuación de los males del olvido del Ser. La mirada científica moderna, preparando y participando en el desocultamiento técnico, muestra consecuentemente todas las características que este autor destacó como esenciales para el olvido del Ser, típico de la ciencia moderna.
Teniendo en consideración los aspectos señalados, nos preguntamos ¿cuál es el papel de la ética frente al desenvolvimiento de la técnica, el cual produce como consecuencia, como nos dice Heidegger, el olvido del Ser? Varios autores, entre ellos Galimberti (2003, 2003, 1999), Jonas (1995), De Souza (1998). Bruseke (2001), se muestran preocupados por esta situación. Galimberti (2) afirma que la ética evidencia su impotencia en el mundo de la técnica regulado por el hacer como pura producción de resultados, en el cual los efectos se suman de modo tal que los éxitos finales ya no son compatibles con las intenciones de los agentes iniciales.
Esto significa que ya no es la ética que elige los fines y que encarga a la técnica de encontrar los medios, sino que es la técnica que, asumiendo como fines los resultados de sus procedimientos, condiciona a la ética, obligándola a tomar posición sobre una realidad no más natural, sino artificial, que la técnica no para de construir y tornar posible, cualquiera que sea la posición asumida por la ética (2, pp. 6).
La vulnerabilidad de la naturaleza ocasionada por la técnica abre un escenario que ni Platón ni Aristóteles habían vislumbrado (2), y por esta razón sus éticas enmudecen por no tener instrumentos para concebir a la naturaleza como responsabilidad humana. El humanismo mantuvo una ética en cuanto se sustentaba que el bien y el mal fuesen una cuestión que tenía que ver con la esfera humana.
Tugendhat (5), al referirse a la moral, afirma que es un sistema de exigencias recíprocas que se expresan en sentencias de deber; ese deber está calcado en los sentimientos de indignación y culpa, y a cada sistema moral pertenece un concepto de persona moralmente buena. “Un sistema normativo semejante, que limita el espacio de libertad de los individuos, precisa ser considerado como justificado para cada uno de esos individuos, tanto cuanto para los otros miembros de la comunidad. Los individuos se integran al sistema solamente porque lo consideran justificado” (5, pp. 27).
Para Savater (6), la ética es la actitud o la intención del hombre frente a sus obligaciones sociales, personales; y la moralidad es siempre una reflexión sobre la propia libertad en el presente. El autor considera tres valores éticos: el primero es la inviolabilidad de la persona humana, según el cual no se debe sacrificar una persona por los objetivos colectivos; tampoco se debe sacrificar una generación de personas por el bienestar de otra generación, ni sacrificar parte de la población por el bienestar de otra parte de la misma población. El segundo valor ético es la autonomía de la persona, es decir, el valor intrínseco que tiene los planes de vida, los objetivos, los ideales, los estilos de utilizar la libertad que posee cada persona. El tercer valor ético sería la dignidad de la persona: se debe tratar a cada persona de acuerdo con sus méritos y con sus acciones concretas a los que están sujetas; y no de acuerdo con sus raza, sexo, ideología religiosa u otros criterios excluyentes de este tipo. La dignidad de las personas no está basada en que son en cuanto a sus raíces o el color de su piel, su etnia, gustos; sólo en lo que son respecto de sus méritos concretos en la sociedad.
Por otro lado, Galimberti (7) distingue tres éticas en la historia de la cultura occidental: la primera es la de la intención, según la cual se es culpable o no, dependiendo de la intención que se tenga al realizar una acción. Indica como segunda la ética laica, que encuentra en Kant su mayor exponente. Kant afirmaba que el hombre debe ser tratado siempre como un fin y nunca como un medio, dejando implícito que todas las otras cosas pueden, por el contrario, ser tratadas como un medio. Una tercera ética considerada por el autor es aquella que fue puesta en circulación por Max Weber (1910), que es la ética de la responsabilidad.
Weber afirma que no se puede mirar la intención de los hombres, sin embargo, es preciso dar atención a los efectos de sus acciones. Luego hace un paréntesis y declara: “cuando los efectos son previsibles». Sabemos que es propio de la técnica producir efectos imprevisibles; por ejemplo, con relación al organismo genéticamente modificado tiene efectos que aún no conocemos. Con todo, la ética biogenética continúa avanzando. De esta forma también la ética de la responsabilidad no funciona. Nos encontramos así en la posición patética de acuerdo con la cual la ética invoca a la técnica de no hacer lo que puede (7). La ética puede decir lo que quiera, en cuanto la técnica avanza y realiza. Al respecto Heidegger, citado por Galimberti (7), nos dice que: “inquietante no es que el mundo se transforme en un único aparato técnico, aún más inquietante es que, de hecho, no estamos preparados para esta transformación radical del mundo”.
Otro autor preocupado por este aspecto crítico de la ética es Jonas (8), quien escribe que el desenvolvimiento de nuestro poder ha modificado la acción humana y, por el hecho de que la ética tiene que ver con las acciones, tendríamos que afirmar que la naturaleza modificada de las acciones humanas exige un cambio en la ética. Debido a la naturaleza cualitativa de varias de nuestras acciones se ha abierto una dimensión totalmente nueva de relevancia ética, no prevista en las perspectivas y cánones de la ética tradicional. Anteriormente, la conducta adecuada tenía criterios inmediatos y una casi inmediata ejecución. Así, la técnica tenía que ver con el aquí y ahora, con las situaciones que se presentan entre los hombres, con las continuas y típicas situaciones de la vida pública y privada.
El autor, debido al avance del obrar colectivo, que impone una nueva ética, que está relacionada con el saber que se requiere para garantizar la moralidad de una acción, propone, coincidiendo con Weber, la ética de la responsabilidad: no se trata del conocimiento del científico y del especialista, sino de un saber tal que resulte evidente para todos los seres humanos de buena voluntad. Kant afirmaba que la razón humana puede llegar en la moral, aun con el más vulgar entendimiento, a una gran exactitud, que no se precisa de ciencia y filosofía alguna para saber lo que se tiene que hacer, para ser bueno, honesto e inclusive sabio y virtuoso. Mientras tanto:
La técnica moderna ha introducido acciones de magnitud tan diferentes, con objetos y consecuencias tan nuevas, que el marco de la ética anterior ya no puede incluirlos … los viejos preceptos de esa ética “próxima”-los preceptos de justicia, caridad, honradez etc.- continúan vigentes en su inmediatez íntima para la esfera diaria, próxima de los efectos humanos recíprocos. Sin embargo, esta esfera queda eclipsada por el creciente avance del obrar colectivo, en el cual el agente, la acción y el efecto no son ya los mismos que en la esfera más próxima y que, por la enormidad de sus fuerzas, impone a la ética una nueva dimensión, nunca antes soñada, de responsabilidad (8, pp. 32).
Jonas coloca como primer y mayor cambio la vulnerabilidad de la naturaleza sometida a la intervención técnica del hombre. Este descubrimiento, cuyo impacto dio lugar a la incipiente ciencia de la investigación medio-ambiental (ecología), modifica el concepto de nosotros mismos como elementos causales de destrucción. En estas circunstancias, el saber se convierte en un saber que trasciende todo lo que anteriormente era reclamado de él: el saber tiene que ser de igual escala que la extensión causal de nuestra acción. El abismo que se abre entre la fuerza del saber previo y la fuerza de las acciones genera un nuevo problema ético.
Para el autor, ninguna ética anterior tuvo que considerar las condiciones globales de la vida humana, ni el futuro remoto, menos aún, la existencia misma de la especie. El hecho de que hoy se aborden esas cuestiones exige una concepción nueva de los derechos y deberes, lo que anteriormente ninguna ética ni metafísica proporcionaba a los principios o doctrinas ya establecidas.
Al respecto, Galimberti se refiere tanto a la ética individual como a la colectiva (política), que están mostrándose impotentes frente a los resultados que promueve la técnica:
Si es verdad que la ética individual, frente a la técnica, celebra su impotencia, también es verdad que la ética colectiva, por tanto la política, no promueve más, siendo impotente, es obligada a seguir los resultados que la técnica promueve por sí misma. El antropocentrismo, de la cual nació la técnica y en la cual se desenvolvió, ya no es el lugar en el cual pueden ser decididos los destinos del ser humano, pues la técnica ya se despidió de este lugar hace tiempo, y con esta despedida, también el ser humano se tornó material de la técnica (7, pp. 8).

IMPLICACIONES DE LA EVOLUCIÓN DE LA ÉTICA Y LA TÉCNICA EN LAS PRÁCTICAS DE SALUD
En el área de la salud el desenvolvimiento técnico tiene repercusiones en varios aspectos, como en la prolongación de la vida, manipulación genética, etc. Las prácticas de salud son influidas por el poder de dominación de la vida por la técnica. Ésta aún no consigue romper con el ciclo de la vida; sin embargo, logró grandes avances en este sentido.
Para Jonas (8), el propio ser humano es incluido entre los objetos de la técnica. El homo faber vuelca su arte sobre sí mismo y se dispone a rehacer al inventor y fabricante de todo. Esta culminación de su poder, esta última intervención del arte en la naturaleza, es un desafío a los máximos esfuerzos del pensamiento ético, que nunca antes tuvo que ver con alternativas frente a la condición humana.
- Prolongación de la vida
Los progresos alcanzados en el campo de la citología señalan la posibilidad de rebatir en la práctica los procesos biológicos de envejecimiento y de ampliar así la duración de la vida humana, mientras, por otro lado, se reduce la tasa de natalidad. Al respecto Jonas hace los siguientes cuestionamientos: ¿hasta qué punto es deseable tal cosa para el individuo y para la especie humana?, ¿quién debería tener acceso a esta supuesta bendición del prolongamiento de la vida? Estos cuestionamientos tienen que ver con el sentido mismo de nuestra finitud, con nuestra actitud frente a la muerte. La muerte no aparece ya como algo necesario a la naturaleza de los seres vivos, sino como una falla orgánica, que puede ser tratada en el inicio y diferida durante un largo periodo, sin considerar la calidad de vida de las personas tratadas.
La consecuencia podría ser una disminución proporcional de la juventud. Otros cuestionamientos son (8): ¿En que medida sería esto bueno o malo para la especie humana?, ¿Es justo o injusto cerrar el camino a la juventud, ocupando el lugar que ella podría tener? La respuesta, según el autor, apunta a la idea del ser humano con la cual nos sentimos comprometidos. Tenemos que volver a reflexionar sobre aquello a la luz de lo que hoy podemos hacer con esa idea o del daño que podemos ocasionar a la especie humana.
- La manipulación genética
La manipulación genética es un ambicioso sueño del homo faber, que quiere tener en las manos su propia evolución, no sólo para la conservación de la especie en su integridad, sino también para el cambio según su propio diseño. Si tenemos derecho a eso, si estamos calificados para ese papel creador, son los cuestionamientos más serios que se puede hacer a los seres humanos que se creen dueños de ese poder que el destino colocó en sus manos (8).
¿Quienes serán los escultores de esa imagen, según qué modelos y sobre la base de qué conocimientos se harán esas imágenes? Se debe abordar, también, como nos dice Jonas, el cuestionamiento del derecho a experimentar con los seres humanos del futuro. Estos cuestionamientos muestran en qué medida nuestro poder de acción desborda los conceptos de la ética anterior.
Hoy en día vivimos en la sombra de un utopismo no deseado, incorporando a nosotros nuevas perspectivas cuya elección positiva requiere de una mayor sabiduría. Es una situación imposible para el hombre en general que no posee esa sabiduría y, particularmente, para el hombre contemporáneo, que niega inclusive la existencia del objeto de esa sabiduría, es decir, la existencia de valores absolutos y de una verdad objetiva. La sabiduría nos es más necesaria precisamente cuando menos creemos en ella (8, pp. 55).
El movimiento del saber humano en forma de ciencia natural coloca a nuestra disposición esas fuerzas cuya utilización tiene que ser reglamentada por normas (8). Es el mismo movimiento que desterró los fundamentos de los cuales podrían derivarse normas y han destruido la propia idea de la norma.
La cuestión es si podemos tener una ética que pueda colocar los frenos a esas capacidades extremas que hoy poseemos y que nos sentimos casi obligados a aumentar y ejercitar… Cuanto mayores sean los poderes de la acción que tiene que regular la ética, el principio regulador tiene que ser proporcional tanto a la magnitud como al carácter de lo que tiene que regular. Por lo tanto, las nuevas capacidades de acción requieren reglas éticas, y, tal vez, inclusive, una nueva ética… tal presión surge de las nuevas capacidades tecnológicas de acción del hombre, cuyo ejercicio es inherente a su existencia (8, pp. 58-59).
Morin (9) critica el papel de la educación para sensibilizar a las personas en relación a la naturaleza y a la especie humana. El autor nos dice que: “El destino planetario del género humano es otra realidad clave hasta ahora ignorada por la educación … Será preciso indicar lo complejo de la crisis planetaria que marca el siglo XX, mostrando que todos los seres humanos confrontan los mismos problemas de vida y de muerte, comparten un destino común” (9, pp. 15-16).
Se entiende así que el papel que cumple la educación en la creación de las virtudes y los valores es fundamental para acompañar los avances de la técnica, cuya acción humana sea de responsabilidad para con la vida y la naturaleza. 
- Innovaciones tecnológicas de mantenimiento de la vida
La innovación tecnológica está evidenciando ser fundamental para la resolución de los problemas de salud, el mantenimiento de la vida de las personas, para los diagnósticos más precisos, para tratamientos menos traumáticos. Los beneficios que ha traído son significativos, aunque no se ignora la exploración de los cuerpos/personas en detrimento del uso de la técnica, como también la asimetría del poder y conocimiento resultante del dominio de la técnica. La tecnologización de la vida o de la salud gana una dimensión de mayor destaque para los profesionales que de ella se apropian.
La biotecnología trae esperanzas, pero también preocupaciones, temores, incertidumbres en relación con el futuro de la humanidad. Esta biotecnología implica cambios en las relaciones entre los profesionales de la salud y las personas/clientes de la salud, cuyos valores éticos pueden estar mediando estas relaciones, incorporando las nociones de valor de la vida y respeto al ser humano.

CONSIDERACIONES FINALES
Autores de concepciones tan diferentes como Heidegger, Horkhemeir y Gehlen, además de otros, encuentran, cuando se trata de la evolución técnica, una preocupación en común. Todos esos autores muestran un tono alarmista sobre las consecuencias que traería para la sociedad humana una evolución técnica separada de la ética y hablan sobre el peligro máximo, como Heidegger, o sobre los riesgos de su desmedida evolución, como Beck. Como una manera de contrastar esos peligros, Jonas nos llama la atención hacia la nueva naturaleza de nuestra acción, que exige una nueva ética de mayor responsabilidad y también nos exige una nueva clase de humildad, relacionada con nuestra capacidad de prever, valorar y juzgar.
De Souza (10) concuerda con Jonas al decir que frente a estos desmedidos poderes que se encuentran en las manos del ser humano gana cada vez más consistencia y credibilidad la idea de sustituir las éticas antiguas de la contemporaneidad y de la inmediatez por una nueva ética de la responsabilidad. Las éticas tradicionales, que continúan siendo válidas en una óptica de proximidad y de delimitación temporal, ya no consiguen responder a los nuevos desafíos de la ciencia y de la técnica de nuestro tiempo.
Assmann (11), al referirse a la responsabilidad moral, sustenta que ésta exige de cada uno de nosotros la responsabilidad de asumir como propia la ley moral que cumplimos, y que no la cumplamos sólo porque el otro nos la impone de fuera. Precisamente por eso es importante debatir la cuestión de la ética que exige de cada uno de nosotros una toma de posición dentro del mundo ante los otros.
El autor citado escribe que diariamente somos empujados a convertirnos a un individualismo cínico: se tiene que sacar ventaja de todo y de todos; de lo contrario somos devorados por la situación. Esta experiencia dramática está a flor de piel no sólo en el campo económico, sino también en la vida cultural, inclusive en la vida escolar y en la convivencia entre los educadores, y entre éstos y los educandos. Los educadores somos empujados hacia la productividad y hacia la competición con los colegas. Actualmente, tenemos mucha dificultad en definirnos teórica y prácticamente acerca de lo que sea bien o mal, acerca de lo que se debe hacer y de lo que se debe evitar en las relaciones sociales:
“En este contexto, la preocupación con la cuestión ética se tornó central para todos nosotros, pues en ella está el propio sentido de la existencia humana, más allá del sentido de aquello que hacemos profesionalmente… la reflexión de cada uno se presenta como tarea moral. Como repetía Foucault, la crítica, que es, en primer lugar, autocrítica, se impone como virtud moral del educador, de cualquier educador” (11, pp. 4-5).
Las razones por las cuales la ética tradicional quedaró atrás, según de Souza (10, pp. 20), son: primero, el hecho de que hace mucho lo natural fue devorado por la esfera de lo artificial; segundo porque las obras del hombre con él y por él mismo hechas dan origen a una “naturaleza” de su propia autoría; y, tercero, en la era actual la posibilidad de que el hombre pasó con sus actos a deteriorar el “todo” ya quedó infelizmente demostrada, con múltiples crímenes ecológicos que ocurren un poco por todo el globo.
Frente a los avances de la técnica en el área de la salud, Jonas insiste en hacernos cuestionamientos, como: ¿Qué derecho moral tenemos de experimentar con seres humanos futuros? Añade que, en este campo no nos podemos embarcar en un viaje rumbo a lo desconocido, sin que tengamos antes las debidas respuestas.
El olvido del Ser al cual nos hace referencia Heidegger, se evidencia, con mayor nitidez, en el área de la salud, debido a que durante la asistencia al cliente se presta mayor atención al equipamiento y a todo el aparato técnico, dejando de lado al Ser que clama por ser atendido y comprendido. Ya Husserl, en su obra La Crítica a las Ciencias Europeas, denunció el alejamiento de la ciencia del “mundo de la vida”. Se evidencia este alejamiento del Ser ocultado por el hiperactivismo, por el productivismo y por la voluntad de imposición. 
La técnica es imprescindible; sin embargo, no debe sobreponerse a los intereses económicos y comerciales, o al poder de dominio de los profesionales que la utilizan, relegando la dimensión humana. El hacer tecnicista sólo tiene sentido cuando es acompañado del hacer humanista y del derecho de elección de la calidad de vida de los ciudadanos/clientes de los servicios de salud. La innovación tecnológica sólo tiene sentido cuando se incorpora la ética por la vida, por la libertad de vivir mejor, considerando la dignidad humana.
Los profesionales de la salud debemos analizar esta situación a fin de que nuestras acciones nos lleven a la búsqueda de un vivir mejor de nuestros clientes, compartiendo virtudes y valores. Debemos estar atentos para que el avance tecnológico sea comprometido con el valor de la vida, la calidad de la misma y el respeto a la naturaleza.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Manuscrito recibido el 15 de enero de 2005 y aceptado para publicación el 15 marzo 2005.

Correspondencia: 
Mg. Gladys Santos
Jr. Santa Domitila 352
Urbanización Santa Emma. Lima 1, Perú
Centro Florianópolis. Santa Catarina
Avenida Hercílio Luz 881/704 - Brasil
Correo-e: glads50@yahoo.com

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