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Anales de la Facultad de Medicina

Print version ISSN 1025-5583

An. Fac. med. vol.73 no.4 Lima Oct./Dec. 2012

 

CARTAS AL EDITOR

 

Lima, 17 de setiembre de 2012

Señor Doctor
José Pacheco Romero
Director
Anales de la Facultad de Medicina
UNMSM

De mi mayor consideración:

Es grato saludar a usted y felicitarlo por la meritoria labor al frente de la prestigiosa revista Anales de la Facultad de Medicina de San Fernando.

Al cumplir medio siglo de iniciados mis estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos he querido testimoniar mi gratitud y afecto a los maestros que no solo nos enseñaron medicina, nos formaron como médicos y personas de bien. A ellos dedico la nota adjunto que, ruego usted, tenga a bien disponer se publique como Carta al Editor.

Le reitero mi gratitud y personal deferencia y respeto.

Atentamente,

Dr. Nelson Raúl Morales Soto
Profesor Principal

 

Carta a nuestros maestros, medio siglo después

 

Formación médica: ser maestro

Formar, más que trasmitir conocimientos y experiencias (‘enseñar’) o destrezas y habilidades (‘entrenar’), es infundir en el estudiante actitudes ante la vida, la dignidad de las personas, el trabajo, la sociedad, el estudio, la cultura, la ética, esto es el fundamento del comportamiento profesional.

Todo lo que hay que enseñar ya está en los libros o en las redes cibernéticas, las habilidades pueden ser impartidas por técnicos en los laboratorios de destrezas. Sin embargo, las actitudes requieren de una dedicación personal al alumno acorde con la naturaleza de cada estudiante y, al igual que un delicado trabajo de orfebrería, en cada uno habrá que dar o acrecentar la confianza, autoestima, amor por el doliente, apego a su trabajo y, por encima de todo, aptitud para dar antes que afán por recibir. Este es el verdadero trabajo del profesor de medicina; quienes lo logren serán llamados Maestros.

Nadie, sin embargo, puede dar lo que no tiene. Un Maestro requiere, en su ámbito interior, tener paz, tranquilidad, serenidad, e intensa vocación para crear y entregar; y, en lo exterior, confianza en el entorno, sustento social y reconocimiento de la labor que realiza, así como el soporte material para atender con decoro las necesidades de su persona y las de su familia.

Un Maestro va más allá de trasladar su vastedad intelectual; su actuación arrastra su conducta, su personalidad, sus emociones, su integridad. Ejercitándose en reconocerse, partiendo de su consciente mismicidad, podrá injertar lo que sus pupilos esperan. No puede pues albergar sentimientos adversos, porque la obligada transferencia de su pensamiento perpetuará tales afectos, creando distorsiones afectivas, desconfianza, distanciamiento, rivalidad malévola; el antiguo malestar se re-creará, deformará y acrecentará. El pasado es solo eso; el futuro se escribe ahora; solo el perdón nos hará crecer y coronar nuestros más elevados sueños. Es imperativa la resiliencia, porque los jóvenes caminan… observando nuestro ejemplo.

La formación de buenos médicos pasa por la formación de buenos maestros en entornos que garanticen su salud afectiva, social y moral. La mejora continua de la calidad de la formación de los formadores debe recibir la máxima atención de las autoridades universitarias, del Estado y de la sociedad.

¿Cómo convertir en pocos años a un adolescente, a veces casi un niño, ingresante a la Facultad de Medicina, en un adulto pleno de competencias y experiencias positivas, rico en optimismo, paciencia, solidaridad, generosidad y, además, imbuido de vocación hipocrática para dar de sí más allá del cansancio o las limitaciones? Eso es lo que sabe hacer el maestro de medicina quien, en esencia, es una persona que dedica su vida a descubrir, estimular y modelar talentos.

Quienes continuamos en las aulas –el médico nunca deja de estudiar y aprender- solo podemos aspirar a dejar el recuerdo de los buenos ejemplos. Trabajemos con humildad y con ahínco, sin buscar trascendencia que sola llegará. Pidamos más bien, colectivamente, disculpas por lo que pudo salir mal habiendo sido nuestra intención hacerlo bien; con toda seguridad no fue producto de desamor ni de falta de reconocimiento al valor de las personas sino de otras circunstancias que el tiempo esclarecerá o sepultará en el olvido.

Al cumplir cinco décadas de iniciados nuestros estudios en San Fernando, están vivos los recuerdos y añoranzas de juventud, y las simientes que nuestros Maestros alojaron y que cada uno regó a su manera en su ritmo vital. Nuestro reconocimiento a todos los Maestros que abrieron nuestra mente y nuestros afectos a esta hermosa profesión: la Medicina. Ellos quedaron para siempre en nosotros. A todos sin excepción: Muchas gracias.

 

Dr. Nelson Raúl Morales Soto