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Anales de la Facultad de Medicina

versión impresa ISSN 1025-5583

An. Fac. med. vol.79 no.3 Lima jul./set. 2018

http://dx.doi.org/10.15381/anales.v79i3.15310 

EDITORIAL

 

¿Por qué está la corrupción tan extendida en el carácter y la conducta de tantos peruanos?

Why is corruption so widespread in the character and conduct of so many Peruvians?

 

Alberto Perales1

1 Instituto de Ética en Salud, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, Perú.

 


Cuando en las décadas del 80 y 90, publiqué varios artículos que identificaban los tres problemas principales de salud mental en el Perú: la pobreza y el subdesarrollo1, la corrupción generalizada2 y la violencia3, no imaginé la profundidad con la que la segunda de ellas, la corrupción, carcomía la estructura institucional del Estado, el sistema democrático y el tejido social de nuestro país. Al respecto, no necesito aportar evidencias porque fluyen sin freno por todos los niveles observables de nuestra sociedad, desde los más altos hasta los más humildes, como si los peruanos, por primera vez, hubiéramos logrado ponernos de acuerdo en algo, en decirle a Manuel Gonzales Prada que tenía razón: "En el Perú, donde pones el dedo salta el pus".

Más allá de lo anecdótico, preocupa que el problema señalado muestre indicadores de elevada prevalencia. Estudios epidemiológicos realizados en el 2012 por Javier Saavedra y col. evidenciaron altas tendencias psicopáticas en 1490 adolescentes encuestados de Lima Metropolitana, mayor en varones (38,9%), y aún más preocupante que lo sea también en mujeres (32%)4 .

Problema como el descrito, que no sólo muestra alta penetrancia al haber infiltrado organismos del Estado obligados a vigilar que ello no ocurra, sino que viene logrando creciente aceptación cultural como estilo exitoso de vida, exige que la corrupción sea científicamente estudiada para comprender su dinámica, sus raíces causales y sus negativas consecuencias.

¿Será que el carácter de los peruanos y de nuestro país son proclives a la conducta corrupta como dejaba entrever Gonzales Prada?

Heráclito de Éfeso, filósofo presocrático, vivió alrededor de los años 544-540 a 484-480 a.C. en la ciudad de Éfeso, en la costa jónica de Asia Menor, actual Turquía. Su filosofía, muy respetada en tal época, ha quedado resumida en una frase célebre: "todo fluye, somos y no somos". Es decir, que en el mundo todo deviene y se transforma constantemente, en proceso continuo de nacimiento y destrucción, que afecta todo lo existente en la tierra, animado o inanimado. Nada ni nadie escapa a tal destino, perspectiva en la cual debe comprenderse su pensamiento: porque todo fluye y cambia permanentemente "no se puede entrar dos veces en el mismo río".

Heráclito adjudicaba el origen universal de tales hechos a la acción de un principio causal eterno que identificaba como el fuego -que ahora podríamos llamar energía. Y señalaba que el fundamento de todo, del cambio incesante, dependía de la tensión o lucha entre principios contradictorios subordinados rigurosamente a la ley (logos) de la naturaleza misma.

Desde esta óptica y tal como remarca la vigente filósofa española Adela Cortina, el hombre también se encuentra en permanente cambio5 -aunque más preciso sería decir en permanente evolución- cuyo resultado puede orientarse hacia lo constructivo, el orden, el bien (neguentropía) o lo destructivo, el desorden, el caos, el mal (entropía). Imagino que si Heráclito existiera en nuestra época y pudiéramos preguntarle si tal resultado habrá de depender también de la voluntad del hombre, probablemente contestaría esgrimiendo su famosa paremia: "El carácter es el destino del hombre" (Ethos Antrophos Daimon). Vale decir, el carácter de un hombre -que ahora podríamos llamar personalidad-, de un pueblo, de una nación, determinará su destino influyendo en su conducta.

En la teoría de la evolución el Homo sapiens ocupa el nivel más diferenciado. De todas las características que lo distinguen de las demás especies -en mi concepto- resalta una en particular: su desarrollo moral, su músculo ético.

Y esa característica fundamental no nace con él, será estimulada y desarrollada de acuerdo a sus circunstancias existenciales. El Homo sapiens, luego de nacer habrá de transcurrir por un largo proceso de moralización según los códigos valorativos de su sociedad. En su implementación su familia habrá de jugar rol central, particularmente, el vínculo intersubjetivo que establecerá con su figura materna o con quien la represente. Serán esta relación y los estímulos de amor y de valores humanos que reciba, los que irán creando en él la capacidad de responder, también, con conductas morales (tanto mejor si su cerebro ha tenido, merced a positivos factores biológicos y nutricionales, un desarrollo normal). Posterior a este proceso básico, a la edad debida ingresará al sistema educativo, para ser sometido –esta vez planificada pedagógicamente-a nuevos estímulos que debieran prepararlo -intelectual y moralmente- a conducirse como buen ciudadano. Es decir, el Homo sapiens será gradualmente moralizado. Las infinitas vicisitudes que biográficamente habrán de suscitarse en el proceso de moralización de cada nuevo Homo sapiens, determinarán desarrollos morales diferentes. De la misma manera que cada individuo adquiere una talla corporal de acuerdo a múltiples factores biológicos, nutricionales y otros; así, también, cada Homo sapiens habrá de adquirir una talla moral de acuerdo a múltiples factores biológicos, psicológicos, sociales y espirituales.

Y aceptando que toda sociedad –si se me permite la expresión con fines de intención explicativa- es, en esencia, una "fábrica de Homo sapiens moralizados", podemos colegir que los elementos que conforman tal proceso en nuestro país -y probablemente no sólo en el nuestro- viene fracasando o se viene agotando en su dinámica para cubrir las necesidades humanas de las nuevas eras. Es decir, nuestra sociedad viene produciendo una población con grados de moralización muy desiguales. Más aún, la propia sociedad no muestra –a juzgar por lo que estamos viviendo en el Perú de hoy- una estructura moral sólida.

Por ello, Ortiz define la ética como la ciencia social que estudia los procesos de transformación de la humanidad en sociedad estructurada moralmente; en tanto que la educación, corresponde a la ciencia social que estudia los procesos de transformación del individuo (Homo sapiens) en una personalidad, que debiera ser íntegramente moral6.

El problema, más que psiquiátrico es de salud mental; por ende, complejo, multisectorial y multidimensional.

La responsabilidad de su control y manejo, para ayudar a nuestra sociedad en riesgo, recae, no sólo en el Estado y el gobierno de turno sino en todos y cada uno de nosotros, aunque con distinto grado de compromiso. A los profesionales de la salud, que basan su fortaleza y quehacer en evidencias, nos corresponde aportar conocimiento válido investigando científicamente el fenómeno y planteando sobre los resultados las conclusiones y sugerencias correspondientes a las autoridades competentes.

En esta óptica, debiéramos caminar por la senda trazada por Pedro Ortiz, enfatizando el fundamental rol de la educación, no como exclusiva tecnología instructiva sino, esencialmente, como estrategia de moralización social aplicada a cada individuo orientada a transformar la sociedad actual corrupta, egoísta y cortoplacista en otra realmente solidaria, libre y justa6. Sobre esta base debiéramos conceptualizar la obligación del Estado como el generador de medidas y recursos que aseguren a todo niño ingresante al sistema educativo, la formación y el desarrollo de su conciencia a plenitud, para que de este modo, cada uno de ellos llegue a ser una personalidad realmente digna, autónoma e íntegra, dimensiones que habrán de convertirlo en miembro útil del modelo de sociedad moral al cual aspiramos. Es decir, muy lejos de los peruanos corruptos que a diario se descubren.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Perales A. Salud Mental y Desarrollo. Anales de Salud Mental. 1988; 4(1-2):125-134.         [ Links ]

2. Perales A. Concepto de Salud Mental: La Experiencia Peruana. Anales de Salud Mental. 1989; 5(1-2): 103-110.         [ Links ]

3. Perales A. Salud Mental: Variables socio-económicas, políticas y culturales. Anales de Salud Mental. 1993; 9(1-2): 83-107.         [ Links ]

4. Saavedra J. et al. Estudio Epidemiológico de Salud Mental en Lima Metropolitana y Callao - Replicación 2012. Informe General. Anales de Salud Mental. 2013; 29(S1):204.         [ Links ]

5. Cortina A. ¿Para qué sirve realmente la ética?. Eikasia Revista de Filosofía. 2015;66: 865-871.         [ Links ]

6. Ortiz P. Educación y formación de la personalidad. Lima: Asociación Civil Universidad de Ciencias y Humanidades, Fondo Editorial. 2008.         [ Links ] An Fac med. 2018;79(3):198-9.

 

Correspondencia:

Alberto Perales
Instituto de Ética en Salud, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Av. Grau 755. Lima 01, Perú.
perales.alberto@gmail.com

 

Recibido: 3 de setiembre 2018
Aprobado: 5 de setiembre 2018
Conflictos de interés: Ninguno.

 

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