INTRODUCCIÓN
En principio, el suicido es considerado un problema prioritario en la salud pública a nivel mundial (Gómez et al., 2019). Asimismo, se conceptualiza como aquellos causales personales, sociales y familiares que presenta una persona y aumentan la probabilidad de cometer suicidio en un momento determinado (Koppmann, 2020). También, se considera el primer estadio en el proceso suicida, puesto que, generalmente, este se inicia con la ideación (Denis-Rodríguez et al., 2017) que, a su vez, se clasifica en dos modalidades: pasiva, el deseo de morir y de no luchar por la vida, y activa, los pensamientos centrados en los métodos para llevar a cabo el acto (Baños-Chaparro, 2022). Posteriormente, se puede continuar con el intento suicida, la acción de autoperjuicio infligido con intención autodestructiva que puede culminar en un final trágico (Cañón y Carmona, 2018; González-Aristiza bal et al., 2020).
En ese sentido, se encontró que las situaciones adversas, problemas de sa lud o percepción angustiosa de la vida y la capacidad deficiente de afrontamien to hacen más propenso al individuo a considerar el suicidio (Cañón et al., 2012; Choo et al., 2019; Dendup et al., 2020). Adicionalmente, los métodos más utiliza dos por los adultos para morir por suicidio son el envenenamiento por sustancias (Armitage et al., 2015), ahorcamiento o arrollamiento por tren (Naudó-Molist et al., 2017), saltar desde cierta altura (Joo et al., 2016) y el uso de armas de fuego (Baños, 2021).
La prevalencia estimada del riesgo suicida en adultos varía de acuerdo con el contexto. En el Perú, se identificaron 2579 casos de suicidio entre el año 2017 al 2021; sin embargo, se evidenció una mayor cantidad de suicidios por envenenamiento en el año 2021 con un 32.4 % (Contreras-Cordova et al., 2022). Por otro lado, a nivel internacional, Pengpid y Peltzer (2020), mediante un estudio realiza do a 3281 personas de Eswatini, mostraron que el 3.6 % de los participantes intentaron suicidarse y el 10.1 % tuvo ideaciones suicidas; además, asociaron el sexo femenino y el abuso sexual como factores de riesgo del suicidio. Por el contrario, Koda et al. (2022) resaltan que, durante el contexto de la pandemia, en Japón se evidenciaron 29938 casos de muerte por suicidio, siendo más frecuente en mujeres (n=9984) que en hombres (n=1093). De igual manera, las razones más predominantes para cometer suicidio fueron la falta de trabajo, los trastornos mentales, el alcoholismo y la fatiga laboral. No obstante, esta variabilidad en los resultados podría deberse a los factores predisponentes del riesgo suicida, específicamente, las variables psicosociales y los factores sociodemográficos.
En cuanto a las variables psicosociales asociadas al riesgo suicida, de manera directa resaltan el consumo excesivo de sustancias psicoactivas (Asfaw et al., 2020), los trastornos de conducta alimentaria (Baek et al., 2018) y la desregulación emocional (Shahwan et al., 2020). Complementariamente, las psicopatologías graves (trastorno de ansiedad, depresión, cambios en el estado de ánimo y síntomas obsesivos) contribuyen a un deterioro significativo en el individuo que lo predispone al suicidio (Mattisson et al., 2007; García-Haro et al., 2020). Igualmente, el apoyo social se relaciona de manera inversa con el intento suicida, dado que la ausencia o la relación negativa con los miembros de la familia y el poco contacto con los amigos se asocia con la suicidalidad (Otzen et al., 2020; Nguyen et al., 2015). Además, otra variable por considerar es la autoestima, dado que se asocia directamente con un mejor funcionamiento psicológico (Díaz et al., 2018), e inversamente con el intento suicida e ideación suicida (pasiva o activa) (Gómez et al., 2020).
En relación a los factores sociodemográficos asociados con el riesgo suicida, se puede precisar que son variadas las características que pueden manifestar las personas. En efecto, Barroso (2019) indicó que la muerte por suicidio tiene una mayor incidencia en los varones, a diferencia de las mujeres que intentan suicidar
se más a menudo. Análogamente, los pensamientos y las conductas suicidas están vinculadas con un bajo nivel educativo (Lewitzka et al., 2017), y están asociados con la disminución de búsqueda de ayuda de un profesional de la salud mental (Hom et al., 2015). También, se considera el desempleo, el estado civil (soltero y divorciado) (Choi et al., 2022), la orientación sexual (Marcon et al., 2020), la pobreza (Lee et al., 2021), vivir solo (Rahman et al., 2014) y la condición socioeconómica como factores de riesgo (Pan et al., 2013).
Se ha planteado que el estudio del riesgo suicida debe ser de enfoque cognitivo, dado que este aborda los procesos cognitivos (pensamientos); a su vez, las creencias, actitudes y los esquemas cognitivos son considerados como conductas que se aprenden a lo largo de la vida (Vargas-Quesada et al., 2002). Asimismo, la estructura cognitiva se elabora en relación con el entorno y el concepto que tiene de sí mismo, por el cual el individuo identifica, modifica y explora la relación en tre el comportamiento, pensamiento y estado de ánimo (Hetrick et al., 2016). Así, se ha corroborado que las personas que presentan distorsiones cognitivas tienden a centrarse en el pensamiento negativo y estado de ánimo deprimido, considerando al suicidio como la opción más viable (Beck, 1976).
Entre los modelos explicativos del suicidio, destaca la teoría interpersonal propuesta por Joiner (2005), quién argumenta que la conducta suicida surge de la unión del deseo de morir y la capacidad de lograr cumplir ese deseo. Asimismo, hay dos estados psicológicos vinculados con el deseo de morir: la percepción de la carga (la persona siente que es una carga para los demás) y la pertenencia frustrada (falta de conexión social). En cuanto a la capacidad de logro, se refiere a la valentía de cometer el suicidio, debido a los traumas vivenciados (Grimmond et al., 2019; Espinosa-Salido et al., 2021).
Se han realizado algunas revisiones de literatura acerca de los factores pre disponentes del riesgo suicida. En el estudio metaanalítico de Mortier et al. (2018), ejecutado sobre una muestra de 36 artículos, se halló que las mujeres muestran una mayor estimación para los pensamientos y comportamientos suicidas. Por otro lado, en el estudio de Du et al. (2021), sobre una muestra de 12 artículos, se encontró que el apoyo social se relaciona con el riesgo suicida. No obstante, estos estudios solo se centran en poblaciones que involucran algún diagnóstico de tras torno mental. Por lo tanto, en el presente estudio, se pretende analizar estos factores predisponentes, considerando también población general, presumiblemente normal, de adultos.
Este estudio permitirá conocer con mayor precisión las variables psicosociales y los factores sociodemográficos más relevantes asociados al riesgo suicida, sistematizando la evidencia científica acumulada durante la última década. Adicionalmente, esta información facilitará la implementación de una mejor evaluación e intervención, con la finalidad de reducir el riesgo suicida, particularmente en población adulta hispanohablante vulnerable. En ese sentido, este estudio busca identificar los factores predisponentes del riesgo suicida en población adulta, a partir de una sistematización de la evidencia empírica de los 10 últimos años.
MÉTODO
Diseño
Esta investigación es de diseño teórico (García-González y Sánchez-Sánchez, 2020), y más específicamente, es una revisión sistemática, dado que recopila, sintetiza y analiza la información sobre un tema publicada en un periodo determina do: años 2012-2022 (Quispilay et al., 2022).
Selección de artículos
La búsqueda se efectuó en las bases de datos Scopus, Web of Science, PubMed, APA PsycNet y SpringerLink, entre el 28 de septiembre y el 12 de octubre de 2022; asimismo, la última actualización de la investigación se realizó en diciembre de 2022. Como resultado, se registraron 9134 referencias; sin embargo, se descartaron 9037, ya que no cumplían con los criterios de inclusión. Cabe precisar que se incorporaron artículos solo si el estudio se centraba exclusivamente en facto res predisponentes del riesgo suicida en adultos. De igual manera, dos revisores analizaron de forma independiente todos los artículos potenciales. Por otro lado, no se presentaron desacuerdos entre los revisores para realizar la selección de los artículos que cumplían con los criterios de inclusión.
Complementariamente, los criterios de selección fueron los siguientes: a) investigaciones empíricas sobre variables psicosociales y factores sociodemográficos relacionadas con el riesgo suicida en población adulta, b) publicadas entre los años 2012 y 2022, c) con texto completo disponible, y d) publicadas en idioma español e inglés. Finalmente, se obtuvo una muestra de 44 estudios.
Procedimiento
Se utilizaron los siguientes términos de búsqueda en español como “riesgo sui cida”, “ideación suicida”, “suicidalidad”, “comportamiento suicida”, “conducta suicida”, “factores predisponentes”, “variables relacionadas”, “factores de ries go”, “correlatos”, “variables asociadas”, “red nomológica”, “factores relaciona dos”, “relación de variables”, “variables vinculadas”, “asociación de factores”, “variables concomitantes”, “asociación de variables”, “factores concomitantes”, “relación de factores”, “determinantes”, “variables sociodemográficas”, “fac tores psicosociales”, “factores sociodemográficos” y “variables psicosociales”. También, se usaron términos en inglés como: “suicidal risk”, “suicidal ideation”, “suicidality”, “suicidal behavior”, “suicidal conduct”, “predisposing factors”, “related variables”, “risk factors”, “associated factors”, “correlates”, “associated variables”, “nomological network”, “related factors”, “linked factors”, “relation ship of variables”, “linked variables”, “association of factors”, “concomitant variables”, “association of variables”, “concomitant factors”, “relationship of factors”, “determinants”, “sociodemographic variables”, “psychosocial factors”, “sociodemographic factors” y “psychosocial variables”. Asimismo, se agregaron los operadores booleanos “OR” y “AND” para elaborar ecuaciones de búsqueda acerca de estos tópicos.
Adicionalmente, se utilizó la declaración PRISMA, dado que es una guía para la investigación que permite planificar, diseñar y publicar la revisión sistemática; además, mejora la calidad del estudio y resultados (Hutton et al., 2016). También, en esta investigación, se siguió un proceso de selección de artículos compuesto por cuatro fases.
RESULTADOS
En la tabla 1, se evidencia que la mayor parte de los estudios se desarrollaron en Etiopía, continuando con China. Asimismo, las muestras se encontraban constituidas en mayor parte por jóvenes y adultos. En cuanto a los resultados, por un lado, las variables psicosociales que se relacionaron directamente con el riesgo suicida son la depresión, la ansiedad y el consumo de alcohol, e inversamente con el apoyo social; mientras que, por otro lado, entre los factores sociodemográficos, destacaron el sexo, estado civil, vivir solo y contar con antecedentes de enfermedades físicas y mentales.
DISCUSIÓN
El objetivo de esta investigación fue identificar los factores predisponentes del riesgo suicida en adultos, a partir de una sistematización de la evidencia empírica de los últimos 10 años. De este modo, se buscó conocer con mayor precisión las variables psicosociales y los factores sociodemográficos más relevantes asociados al riesgo suicida. La revisión tuvo como muestra 44 estudios, en su mayoría de diseño transversal y realizados en Etiopía y China. De igual manera, la recopilación de esta información facilitará la implementación para una mejor evaluación e intervención en población adulta hispanohablante.
En ese sentido, se encontraron diversas variables psicosociales asociadas al riesgo suicida. De relación directa, la más reiterativa fue la depresión (Kazlaus kiene et al., 2022), debido a que conlleva a un déficit en la percepción y decodificación de los estímulos emocionales y los estados mentales (Khosravi & Hassani, 2022), lo que ocasiona apatía en el individuo y genera inactividad prolongada y conductas suicidas (Xiao et al., 2022). Por tal motivo, se precisa que la depresión hace que las personas se sientan aisladas e ineficientes (Anbesaw et al., 2021), dando apertura a las emociones negativas, lo cual empeora el estado de ánimo y genera un mayor riesgo suicida (Guo et al., 2021).
Seguidamente, se precisa que las personas que presentan ansiedad tienen tres veces más probabilidades de tener ideación suicida que las personas sin el trastorno (Anbesaw et al., 2021). Asimismo, la ansiedad puede surgir del miedo a adaptarse a un nuevo entorno, al estrés psicosocial y las presiones académicas y laborales, y esto puede provocar ideación e intento suicida (Asfaw et al., 2amm020). Por otro lado, específicamente, la ansiedad social presenta una relación significativa con las tendencias suicidas, a causa del aislamiento y desesperanza que muestran las personas por las escasas habilidades sociales, puesto que la persona, al no percibir una conexión social o sentido de pertenencia (pertenencia frustrada), presenta ni veles elevados de riesgo suicida (Seo et al., 2022).
Del mismo modo, los consumidores de alcohol tienen mayores probabilidades de presentar ideación suicida; no obstante, se debe considerar que el alcohol es utilizado por algunas personas como un mecanismo de afrontamiento para el manejo del estrés (Desai et al., 2021). Por otra parte, se señala que la relación del consumo de alcohol con trastornos de adaptación (depresión y ansiedad) aumenta significativamente la suicidalidad (Abdu et al., 2020), puesto que desarrollan una mayor impulsividad, falta de juicio y una propensión a comportamientos peligrosos (Asfaw et al., 2020).
Complementariamente, de manera inversa, el apoyo social percibido es una variable positiva y fue la más frecuente entre los estudios; además, se demostró que funciona como un amortiguador. Así, se encontró que el apoyo social se vincula con un menor riesgo de ideación suicida; por ello, la importancia de contar con re des de apoyo, ya que son valiosas para afrontar la angustia psicológica (Seo et al., 2022). Por otra parte, un apoyo social deficiente predispone a una doble probabi lidad de presentar ideación suicida (Habtamu & Desalegn, 2022) e intento suicida (Asfaw et al., 2020; Desalegn et al., 2020). Estos hallazgos fueron similares con los de Du et al. (2021).
En la misma línea, los niveles altos de autoestima funcionan como un factor protector que puede asumir un papel relevante en la prevención de tendencias suicidas y conductas autolesivas; no obstante, las personas con nivel bajo de auto estima se concentran más en los aspectos desfavorables que en los méritos (Seo et al., 2022). Igualmente, Gómez et al. (2020) mencionan que los individuos que presentan intentos de suicidio tenían un menor nivel de autoestima en comparación con los que no han tenido precedentes de intentos.
Con relación a los factores sociodemográficos del riesgo suicida, se resalta que el sexo femenino mostró una mayor relación con las tendencias suicidas (Ara ya & Gidey, 2020; Nigussie et al., 2021), mientras que los hombres evidenciaron mayor ideación suicida (Abdu et al., 2020; Shi et al., 2021). Del mismo modo, los adultos que presentan enfermedades mentales o antecedentes familiares de tras torno mental presentan mayor probabilidad de tener ideación e intento de suicidio (Tsegay et al., 2020; Desalegn et al., 2020), debido a los sentimientos de culpa por las dolencias y escaso apoyo social (Habtamu & Desalegn., 2022). Además, las enfermedades físicas evidencian una relación significativa con el comportamiento suicida (Liu et al., 2017; Zhang et al., 2020), a causa de que atraviesan un régimen de tratamientos invasivos (Gebremeskel et al., 2022). Adicionalmente, con res pecto al estado civil, se verificó que las personas divorciadas y viudas muestran mayor ideación suicida, debido a un menor nivel de apoyo social y emocional por parte de la pareja (Anbesaw et al., 2021; Habtamu & Desalegn, 2022).
Por otro lado, debe considerarse que los resultados de este estudio tienen que ser interpretados, tomando en cuenta algunas limitaciones. En primera instancia, la naturaleza del autoinforme de los datos también podría agregar un sesgo de deseabilidad social, debido a la sensibilidad y el estigma percibido del suicidio. En segunda instancia, los análisis se basaron en gran medida en datos transversales. Por lo tanto, no se pudieron hacer inferencias causales en el riesgo suicida. Frente a esas limitaciones, se sugiere que los resultados sean interpretados con cautela. Se recomienda el uso futuro de estudios longitudinales para establecer la causalidad y el cuidado en la homogeneidad de las muestras.
CONCLUSIONES
Se encontró que las variables psicosociales más relacionadas con el riesgo suicida, directamente, son la depresión, e inversamente, el apoyo social. Mientras que, entre los factores sociodemográficos, se identificaron el sexo y el estado civil, sobre todo personas viudas y divorciadas. En tal sentido, conviene recalcar que el riesgo suicida es un tópico relevante, ya que abarca una importante problemática de salud pública a nivel mundial. Por eso, se debe continuar con la investigación sobre los factores predisponentes, lo que permitirá utilizar la información recolectada para la implementación de una mejor evaluación, detección temprana e intervención con el propósito de reducir el riesgo suicida en la población adulta.