INTRODUCCIÓN
Los equinos pueden ser afectados por enfermedades neurológicas infecciosas no contagiosas, entre la que se destaca la Mieloencefalitis Protozoaria Equina (sigla en inglés EPM = equine protozoal myeloencephalitis), llegando a producir disfunción neurológica encefálica y de médula espinal (Faria et al., 2017). La enfermedad es causada por los protozoarios Sarcocystis neurona, Neospora caninum y Neospora huguesi, siendo el Sarcocystis el patógeno de mayor diagnóstico en América (Teixeira et al., 2019).
El hospedero definitivo es la zarigüeya (Didelphis virginiana de Norte América y D. albiventris de Sudamérica), que se infecta por la ingestión de tejido muscular que contiene sarcocistos oriundos de un hospedero intermediario (presa) infectado (Mackay et al., 2001). Los equinos son considerados hospederos aberrantes al infectarse accidentalmente al ingerir alimentos contaminados con materia fecal de la zarigüeya, con presencia de esporocistos infectantes. Una vez ingeridos los esporocistos, migran del tracto intestinal para el torrente sanguíneo, ultra-pasan la barrera hematoencefálica y llegan al sistema nervioso central (Dubey et al., 2001).
La aparición de signos clínicos dependerá de la región afectada y del tamaño de la lesión (caracterizado por lesiones multifocales) en el Sistema Nervioso Central, y su evolución puede ser gradual o muy rápida (Teixeira et al., 2017; Moré et al., 2019). Los signos clínicos pueden observarse como un andar arrastrando las pinzas tropezando con el suelo y con incoordinación, paresia y posición de decúbito; así como depresión, flacidez, parálisis de la lengua y ataxia, dependiendo del tejido lesionado (Teixeira et al., 2017); siendo la atrofia muscular y las dificultades en la marcha los signos más relevantes (Moré et al., 2019). Por otro lado, los animales pueden presentar rápida pérdida de peso, manteniendo los parámetros vitales dentro de la normalidad (Dubey et al., 2001), mostrándose alerta y sin afectar su apetito (Moré, 2011). Según lo anterior, es importante incluir EPM como diagnóstico diferencial cuando se evidencie alguno de estos síntomas neurológicos y musculares en equinos situados en zonas endémicas de los hospederos definitivos de esta enfermedad.
Mieloencefalitis protozoaria equina: reporte de caso
Para llegar a un rápido y preciso diagnóstico, es importante contar con un examen neurológico completo, adecuada interpretación de signos clínicos e implementación de exámenes complementarios entre los cuales se incluyen métodos serológicos como inmunoblot y ELISA (Moré, 2011), en tanto que para el diagnóstico post mortem se emplea la histopatología, la inmunohistoquímica (IHQ) y la reacción en cadena de la polimerasa seguida de análisis de fragmentos de restricción (PCR-RFLP) (More et al., 2019).
La mayoría de los reportes han sido hechos en Norteamérica y pocos en Colombia. Los reportes en otros continentes han sido de equinos importados del continente americano (Stelmann y Amorim, 2010). Se han reportado casos en Panamá (Moré, 2011), Colombia (Medina y Oliver, 2003), Brasil (Moré, 2011; Faria et al., 2017) y recientemente en Argentina (Moré et al., 2019). En la mayoría de los casos el diagnóstico fue realizado en la necropsia. Se presenta un caso de EPM causado por S. neurona en un equino en Colombia, el cual sobrevivió debido a la implementación temprana del tratamiento.
CASO CLÍNICO
Un equino castrado, sin raza definida, de 15 años y 312 kg de peso vivo, nacido y criado en un hato ganadero, con alimentación basada en pasto, ubicado en el municipio de Puerto Boyacá (Boyacá, Colombia), presentó depresión, marcha asincrónica progresiva, dismetría e inestabilidad en la marcha y signos de caídas por pérdida del equilibrio, reflejados en laceraciones en ambos lados de la región coxal.
El Médico Veterinario encargado evidenció un cuadro compatible con Mieloencefalitis Protozoaria Equina. Se le tomó una muestra de sangre de la vena yugular para remitirla al laboratorio y se instauró terapia antibiótica con trimetoprim sulfa a dosis de 16 mg/kg vía IM c/12 horas durante 10 días consecutivos. Una semana después de iniciado el tratamiento, el equino evidenció mejoría, por lo que el veterinario recomendó, al finalizar el tratamiento antibiótico, administrar el anticoccidial toltrazuril a dosis de 10 mg/kg vía oral, c/24 horas, durante 10 días, así como evitar trabajos forzosos y permanecer en un potrero visible para los cuidadores y con fácil acceso al alimento.
La prueba "ELISA para toxina sarcociste", fabricada y analizada por la Fundación Colombiana de Estudio de Parásitos - Funcep, Bogotá, indicó la seropositividad del paciente para la toxina producida por el protozoo S. neurona, confirmando el diagnóstico presuntivo emitido por el veterinario.
Se evidenció una evolución positiva del paciente. La reducción del grado de ataxia al finalizar el tratamiento fue considerable. Aproximadamente cinco meses después, el equino volvió a desempeñar sus actividades en el sistema productivo sin secuelas aparentes.
DISCUSIÓN
Este reporte de caso muestra que a pesar de las limitaciones que existen en campo, el rápido diagnóstico de una patología por un profesional idóneo es un elemento de gran importancia para el pronóstico y la recuperación completa del paciente. En el presente caso, el tratamiento para EPM se inició basado en el examen clínico del Médico Veterinario a cargo, antes de tener el resultado del laboratorio, permitiendo que el equino se recuperara de la mieloencefalitis.
La prueba de Western Blot de líquido cefalorraquídeo es la técnica más utilizada para el diagnóstico de EPM (Moço et al., 2008; Moré, 2011); sin embargo, no fue posible realizarla por decisión del propietario. No obstante, la seropositividad mostrada en la prueba de ELISA, que, según Moré (2011), tiene una sensibilidad y especificidad similar a la técnica de inmunoblot (o Western Blot), junto con las manifestaciones clínicas y la respuesta al tratamiento, sugiere que el caso reportado correspondió a un equino con EPM.
La implementación temprana de terapia antibiótica con trimetoprim sulfa y el reposo absoluto se relaciona con la mejoría del paciente. Medina y Oliver (2003) también realizaron el tratamiento de un equino con EPM con el mismo antibiótico, teniendo resultados positivos en el paciente. Así mismo, según Faria et al. (2017), la administración del anticoccidial toltrazuril es actualmente la principal terapéutica utilizada para esta patología.
El conocimiento de la enfermedad por parte de los profesionales en campo es fundamental para que, en el momento de enfrentarse a casuística relacionada con esta sintomatología, y si existe la sospecha de esta patología, instauren un tratamiento lo antes posible, para aumentar las probabilidades de mejora del animal. En este sentido, (Dubey et al., 2001; Stelmann y Amorim, 2010; Moré, 2011) expresan que la respuesta positiva del paciente depende del rápido tratamiento. Además de esto, ha sido descrito que es posible llegar al diagnóstico de EPM basado en la respuesta a la terapia (Stelmann y Amorim, 2010; Moré, 2011; Moré et al., 2019).
CONCLUSIÓN
La Mieloencefalitis Protozoaria Equina (EPM) debe considerarse en el diagnóstico diferencial en Colombia para equinos que se encuentran al pastoreo en zonas endémicas de hospederos definitivos y que presenten síntomas neurológicos y musculares.
El inicio rápido de una terapia antibiótica y anticoccidial son trascendentales para tener éxito en la recuperación del caballo