INTRODUCCIÓN
La leche es un elemento básico para la seguridad alimentaria, siendo de 120 L/año el consumo per cápita recomendado por la FAO, pero en Perú el consumo no se supera los 87 L/persona/año. (MIDAGRI, 2020). La producción lechera en el país ha ido incrementándose con el transcurso de los años; sin embargo, aún se tienen problemas reproductivos como los abortos durante el primer tercio de la gestación, lo que implica pérdidas económicas para el productor y determina la posible salida de la vaca de la explotación (Sartori, 2004).
Uno de los problemas reproductivos más frecuentes es la mortalidad embrionaria (ME) que ocurre durante los primeros 45 días de gestación (Radostits et al., 2002; Santos et al., 2004). La mortalidad embrionaria es un serio inconveniente para el rendimiento reproductivo de las vacas; no obstante, estas vacas también pueden presentar alteraciones en la función ovárica que conducen a un retraso en la presentación del celo y en las posibilidades de volver a ser inseminadas (Remnant et al., 2015). De otra parte, los problemas de fertilidad y muerte embrionaria pueden deberse, en parte, a una respuesta a los tratamientos hormonales de inducción y sincronización del celo (Giordano et al., 2015).
La ME es uno de los problemas más difíciles de diagnosticar y corregir en reproducción bovina y puede presentarse debido a factores como el mal manejo, estrés, problemas de salud animal, entre otros (Diskin y Morris, 2008). La ME afecta el intervalo entre partos y la tasa de parición, así como una ralentización del progreso genético y pérdidas económicas en la producción lechera y de carne (Sartori, 2004). Se reportan pérdidas embrionarias durante los primeros 14 días del 30% de las concepciones sin que sean clínicamente detectadas (Dunne et al., 2000), siendo la mayoría (80%) antes del octavo día, y de 5-10% entre los 14 y 19 días de la concepción (BonDurant, 2007; Diskin y Morris, 2008).
La muerte de embriones antes del reconocimiento materno de la gestación es considerada como ME temprana, la que ocurre entre el reconocimiento materno de la gestación y el momento que se ha completado la organogénesis se denomina ME tardía, y la pérdida de la gestación posterior se llama muerte fetal (Lonergan et al., 2016). Estudios que evaluaron la ME en bovinos con auxilio de la ecografía transrectal reportan resultados muy distintos, que en general se encuentran asociados a la raza, edad y lactación, entre otros (Vasconcelos et al., 1997).
En el Perú, en la zona de la costa se realizó un trabajo de ME determinándose que la mayor mortalidad ocurría en el día 28 del servicio (66.7%) (Hernández, 2016). Sin embargo, estos estudios no han sido realizados en explotaciones altoandinas, de ahí que el objetivo del presente estudio fue determinar mediante exámenes ecográficos la tasa de ME tardía en animales diagnosticados como gestantes a partir de los 28 días posinseminación en vacas lecheras de altura, y su posible relación con la producción lechera y el número de partos.
MATERIALES Y MÉTODOS
El trabajo se realizó en establos de las provincias de Concepción y Jauja, situadas en el valle altoandino del Mantaro, sierra Central del Perú. La zona se encuentra a una altitud de 3300 msnm. Los establos fueron seleccionados por conveniencia, con similares características de crianza, manejo y empleo de inseminación artificial (IA).
Los animales fueron seleccionados con base a un historial reproductivo promedio para la zona y cuyo último parto fue sin alteraciones clínicas, y se les recabó la información de su producción lechera desde el parto hasta el día 42 pos-IA. Se trabajó con 203 vacas, siendo 103 Brown Swiss. 54 Holstein y 46 cruzadas. Todos los animales se encontraban bajo un sistema de crianza semi-intensiva, con instalaciones adecuadas de una crianza de la sierra peruana (Valle del Mantaro) y con alimentación a base de pastos cultivados, forraje y ensilado. En todos los casos se empleó la IA como método reproductivo. Los animales fueron clasificados según el número de partos (0, 1, 2, 3, 4, e»5).
La IA se realizó a la presentación del primer celo, superado el periodo de espera voluntario de 60 días posparto. El diagnóstico de gestación para detectar la posible presencia del embrión se realizó a los 28, 35 y 42 días del servicio mediante ecografía por el mismo profesional. Se utilizó un ecógrafo portátil Handscan V8 (Sunway Medical, China) con transductor rectal lineal a una frecuencia de 7.5 MHz.
Los datos de ME agrupados por número de partos y grupo racial son presentados como frecuencias. La asociación entre el número de partos y la presentación de ME se realizó mediante el análisis de correlación de Pearson (r) al nivel de p<0.05. La producción láctea (promedio ± DE) a los 60 y 90 días de la lactación entre animales con y sin ME fueron comparados con la prueba de Tstudent al nivel de p<0.05 y la asociación entre estos parámetros se determinó igualmente mediante la correlación de Pearson. Todos los análisis se hicieron con el software GraphPad Prism 6.0.
RESULTADOS
La frecuencia de mortalidad embrionaria según el número de parto y el grupo racial de las vacas se presenta en la Figura 1. Se encontró una asociación fuerte (r = 0.8) entre el número de partos y la presentación de ME en el ganado lechero altoandino (Figura 1D). De manera similar, los ocho y seis casos de mortalidad embrionaria observados a los 35 y 42 días del servicio, con relación a las gestaciones confirmadas a los 28 días del servicio indicaron una correlación significativa (r = 0.9) con una mayor producción de leche a los 60 y 90 días de lactación en animales que presentaron ME (Figura 2D).
DISCUSIÓN
La crianza altoandina de ganado lechero está muy extendida a pesar de observarse diversos efectos negativos; así, el bovino Holstein es más susceptible al mal de altura que el Brown Swiss (Ayón et al., 1989), así como en la respuesta productiva por el tipo de alimentación y manejo que puede derivar a alteraciones relacionadas a la hipoxia de altura (Cueva et al., 1989; Lira et al., 2007). Sin embargo, en la actualidad se ha podido reducir significativamente la morbilidad y mortalidad causada por la altitud, haciendo de la ganadería lechera altoandina una actividad sostenible y rentable (Aubron y Cochet, 2009).
Si bien la concepción puede llegar al 85% en la mayoría de los casos, si es que la IA se realiza correctamente, una proporción significativa de los embriones resultantes no llega a término (Diskin y Morris, 2008; Wiltbank et al., 2016; Vanroose et al., 2000). De otra parte, la crianza de ganado lechero en altura así como en nivel de mar tienen los mismos problemas en el área reproductiva como la ME, aunque las presentaciones e incidencias podrían ser distintas. Los resultados del presente estudio indican una frecuencia de 7, 6 y 9% en las vacas raza Brown Swiss, Holstein y cruzados, respectivamente, con un promedio global de 7% (14/203). Silke et al. (2002) cuantificaron la ME tardía a partir del día 28 de gestación en 1046 vacas lecheras y 162 novillas al pastoreo lecheras manejadas en sistemas de producción de leche basados en pasturas, encontrando tasas de pérdida embrionaria/fetal de 7.2 y 6.1%, respectivamente, entre los 28 y 84 días del servicio, aunque no encontraron una relación con la producción de leche. En forma similar, Horan et al. (2004) registraron una tasa de ME tardía de 7.5% en vacas lecheras al pastoreo. Cabe resaltar que la ME tardía en sistemas al pastoreo es menor que la reportada en vacas de explotaciones intensivas (Vasconcelos et al., 1997; Santos et al., 2004).
Se encontró una asociación significativa entre la presentación de ME y los niveles de producción de leche para las vacas Holstein y Brown Swiss, pero no para las vacas cruzadas. Las vacas con ME produjeron más leche que aquellas que no perdieron el embrión (r = 0.9; Figura 2).
La fuerte asociación (r = 0.8) entre el número de partos y la presentación de ME en ganado lechero altoandino tiene una estrecha relación con la edad de los animales. Según Vanroose et al. (2000), los animales más viejos tienen menor actividad folicular y menor calidad de ovocitos, lo que resulta en una disminución de la capacidad de desarrollo de los embriones. Además, la calidad del medio ambiente donde se desarrolla el embrión disminuye con la edad de la madre (Shorten et al., 2015).
Varios estudios han podido demostrar que la ME tardía podría estar relacionado a la actividad hormonal del tracto reproductivo de las vacas. En este sentido, Grimard et al. (2006) determinaron 25% de incidencia de ME tardía en 1285 vacas y que esta se encontraba asociada con la estacionalidad de la IA, el nivel de producción de leche y la condición corporal, pero no con el valor genético. Cunha et al. (2008) registraron 6.8% de ME en vacas con altas concentraciones de progesterona y 14.3% de ME en vacas con baja concentración de progesterona. Asimismo, otros estudios han registrado mayores tasas de pérdida de preñez en vacas lecheras anovulatorias en comparación con las cíclicas (Santos et al., 2004; Sterry et al., 2006; Stevenson et al., 2006), lo cual indicaría que concentraciones elevadas de progesterona en el ciclo previo a la IA tienen un efecto positivo en el mantenimiento de la gestación, incluso mucho después de la implantación.
Los cambios fisiológicos y metabólicos asociados con una alta producción de leche como la disminución (glucosa, insulina, IGF-I) o el aumento (ácidos grasos no esterificados y cuerpos cetónicos) de metabolitos circulantes durante la distribución de nutrientes asociados con el balance energético negativo se han relacionado con una pobre eficiencia reproductiva (Walsh et al., 2011). También se ha propuesto que la alta producción lechera; es decir, los altos requerimientos energéticos, podría afectar la calidad de los ovocitos debido a un microambiente folicular deficiente, un entorno del tracto reproductivo subóptimo para el embrión y por una comunicación embrionaria inadecuada (Lonergan et al., 2016).