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Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica

Print version ISSN 1726-4634

Rev. perú. med. exp. salud publica vol.21 no.3 Lima July/set. 2004

 

TEMA DE REVISIÓN

 

Cromomicosis: Clínica y tratamiento; situación epidemiológica en Latinoamérica*

 

Zuño Burstein A 1

1 Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Jefe del Servicio de Dermatología Sanitaria del Instituto de Medicina Tropical «Daniel A. Carrión», UNMSM. Ex jefe del Dpto. de Lepra y Micología Médica del Instituto Nacional de Salud.

* Trabajo presentado en la XXIII Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA 2004) Lima, mayo 2004.

Sinónimos: Cromoblastomicosis, Dermatitis verrucosa, «Figuera», «Formigueiro», «Sundo».

 


 

RESUMEN

Se hace una breve revisión histórica de la cromoblastomicosis o, más propiamente cromomicosis, que es una micosis profunda subcutánea, producida por varias especies de hongos dimórficos negros, del género Hyphomycetos y de la familia Dematiacea, cuyo hábitat en su vida saprofitaria es el suelo, en restos vegetales. En los países latinoamericanos,las especies más frecuentes son: la Fonseca pedrosoi en áreas endémicas de ambiente tropical y subtropical húmedo, y la Cladophialophora carrionii en climas secos de vegetación xerofítica.
Con la información disponible de esta dolencia en Latinoamérica, se revisan aspectos etiológicos, manifestaciones clínicas, referencias de la casuística publicada en los países de esta región y se exponen las diferentes opciones terapéuticas planteadas hasta este momento para esta difícil micosis.

Palabras clave: Cromoblastomicosis / Cromomicosis; Epidemiología; América Latina; Terapia (fuente: BIREME).

 


ABSTRACT

A brief history review of chromomycosis (formerly called chromoblastomycosis) is featured. The disease is a deep subcutaneous mycosis, which is caused by different black dymorphic fungi species from the Hypomycetos gender and Dematiacea family. These organisms live as saprophytes in the soil. In Latin American countries the most frequent species found are Fonseca pedrosoi in tropical endemic and humid subtropical areas; and Clamidophora carrionii in dry climates where xerophytic vegetation predominates.
With the available information in Latin America for these mycoses; etiological features, clinical manifestations and references from reported cases are reviewed from the published literature, as well as the different therapy options available for these difficult-to-manage conditions.

Key words: Chromoblastomycosis / chromomycosis; epidemiology; Latin America; Therapy (source: BIREME).

 


 

DENOMINACIÓN Y DEFINICIÓN

El término cromoblastomicosis fue usado por primera vez por Terra et al. (referenciado por Minotto 1 ) en Brasil en el año 1922, para designar a una micosis profunda de localización subcutánea, predominantemente en miembros inferiores, observada por primera vez en 1911 por Pedroso (ref. por Arellano 2 ) en Brasil. Esta denominación, que persiste por la costumbre, ha sido objetada porque los hongos productores de la afección no producen esporas, ni formación de yemas (blastosporas) en su vida parasitaria; por lo que la designación correcta debería ser cromomicosis.

La cromomicosis es una micosis profunda de localización subcutánea en miembros predominantemente inferiores, de evolución extremadamente crónica, con formación de nódulos y placas verrucosas, que pueden ulcerarse y dar lugar a masas tumorales papilomatosas que presentan un aspecto característico colifloriforme. El agente causal son hongos, clasificados en la familia de los Dematiaceous, denominados por Borelli «cromomicetos», por ser de color negro y que ocasionalmente puede diseminarse por vía linfática o sanguínea, afectando ganglios linfáticos regionales, pulmones y cerebro. 167 1 

Es una enfermedad predominantemente de regiones tropicales y subtropicales, particularmente de América Latina, aunque se han presentado casos aislados en los cinco continentes, dándole un carácter cosmopolita. 

ETIOLOGÍA

La cromoblastomicosis o cromomicosis es causada por varios hongos dimórfico, clasificados en la familia Dematiaceous. La forma esférica en la cual se presentan estos hongos en su vida parasitaria, en las lesiones del huésped permite la distinción con otros mohos negros, los cuales no presentan este dimorfismo y que son agentes causales de las geohifomicosis y de los micetomas eumicéticos.

En su fase parasitaria estos hongos se multiplican en los tejidos por facetación, no producen esporulación ni formación de yemas; siendo éste otro carácter muy importante de diferenciación con otros hongos parasitarios.

Las denominaciones, que han cambiado mucho a través del tiempo y que son aceptadas actualmente, correspondientes a las especies consideradas hasta el momento como agente etiológico de esta dolencia se presentan en la Tabla 1.

 

 

Esbozo histórico (Recopilación: Francisco Arellano Ocampo, México, 1977) 2

1911  Pedroso, en Brasil, observa el primer caso conocido de cromomicosis.
1914 Rudolph publica, en Brasil, un caso clínico micológicamente idéntico al de Pedroso.
1915 Lane publica un caso en Boston, en el que se aísla un nuevo hongo perteneciente al género Phialophora, especie verrucosa.
1921 Mouchett, en Rodesia, describe entre los nativos una enfermedad llamada «sundo», semejante a la cromomicosis. Siete años después, el Prof. E. Nauck, de Hamburgo, comprueba su etiología micótica. 

 

1922 Brumpt establece que el agente causal del primer caso de Pedroso era una especie nueva que denominó Hormodendrum pedrosoi.
1922 Terra F, Torres M, Fonseca Filho, Areo Leao informan sobre un caso en Brasil ocasionado por un hongo que corresponde al género Acrothea. A estos autores se debe la denominación de cromoblastomicosis.
1929  Se descubre el primer caso de cromomicosis en Europa por Tscherniawski, en Leningrado.
1930   Salisbury relata el primer caso costarricense.
1932 Baliña PL, Bosy P, Negroni P, Quiroga, publican el primer caso autóctono de cromoblastomicosis en Argentina.
1933 Carrión, en Puerto Rico, comunica caso de cromoblastomicosis en su país.
1934  Mc Kinnon publica el primer caso de cromoblastomicosis en Uruguay.
1935 Morales publica el primer caso de cromoblastomicosis en Guatemala.
1938  Carrión y Pimentel publican los primeros casos en República Dominicana.
1943 O´Daly publica el primer caso venezolano.
1945 Boggino publica la primera observación paraguaya de dermatitis verrucosa blastomicótica

A partir de ese año las publicaciones se van a suceder continuamente, tanto en los países latinoamericanos como en otras latitudes.

ECOLOGÍA, DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA Y SITUACIÓN EPIDEMIOLÓGICA EN LATINOAMÉRICA

La cromomicosis es generalmente, encontrada en áreas tropicales 3, subtropicales y en poblaciones que no usan rutinariamente zapatos. El agente etiológico ingresa a través de heridas punzantes, predominantemente en miembros inferiores. El contacto con restos vegetales es el mayor factor de riesgo, aunque puede haber una susceptibilidad genética.

La Fonseca pedrosoi y el Cladosporium carrionii son comunes en áreas tropicales, aunque F. pedrosoi es vista en la floresta húmeda y C. carrionii en climas secos. En una serie de 325 casos provenientes de la región húmeda amazónica del Brasil en el año 1998, se obtuvo que de 78 cultivos confirmados 77 fueron causados por F. pedrosoi; siendo la mayoría de pacientes trabajadores agrícolas, 81% de los afectados desarrollaron las lesiones en piernas y pies 4.

Zeppenfeldt et al.5 informan en 1992, que la forma saprofítica del C. carrionii, agente etiológico más frecuente de cromomicosis en Venezuela, ha sido aislada de restos de plantas xerofíticas de la zona semiárida del estado de Falcón, y reporta la presencia de la fase parasitaria (cuerpos escleróticos) en tejido de la planta Cereus sp. (cardón), indistinguible de los aislados en pacientes con cromomicosis y los que se identificaron en cultivos como C. carrionii. La ubicación de la forma parasitaria dentro del tejido vegetal podría, según este autor, explicar la sobrevivencia de este hong, a pesar de las condiciones climáticas extremas reinantes en la zona: vientos sostenidos, evaporaciónmayor que la precipitación, humedad relativa de 50%,temperaturas promedio anuales mayores de 24 ºC e intensa radiación solar.

La cromomicosis era considerada como una enfermedad propia de las zonas tropicales y subtropicales de América. Sin embargo, numerosas comunicaciones publicadas en los últimos lustros han cambiado el panorama epidemiológico del padecimiento, a tal grado que actualmente, se considera como una enfermedad cosmopolita, ya que se han observado casos en los cinco continentes. Pero indudablemente, existe un marcado predominio en el continente americano. Costa Rica ha ocupado, hasta el año 1967 2 el lugar de mayor endemia mundial, pues se observaba un caso por cada 24 000 habitantes. Cuba, Puerto Rico y Brasil siguen en orden de frecuencia. 

En el 18º Congreso de Dermatología realizado en Nueva York, en 1992, Tavera y Tejada 6 refirieron que República Dominicana es uno de los países con más alta incidencia de cromomicosis en el mundo; afirmando que hay más de 500 casos de reciente diagnóstico.

Astorga et al.7, informan en 1981, que en Costa Rica en el año 1928, se notificó el primer caso de cromoblastomicosis por Salisbury; posteriormente, en 1931, 1933 y 1934 aparecen nuevos casos, reuniéndose un total de 53 casos hasta 1953. A esa fecha,Costa Rica ocupaba el tercer lugar en incidencia, por debajo de Brasil y Cuba.

En Cuba, el año 1998, Simon 8 reporta 49 pacientes en un período de 8 años y encuentra con más frecuencia que el agente etiológico fue la F. pedrosoi. Macola et al.9 comunican 35 pacientes de cromomicosis, diagnosticados en Cuba en 5 años, entre 1976 y 1981, predominando la F. pedrosoi y encuentran un caso de F. compactum.

En Brasil, Minotto 1 refiere que los primeros dos casos, autóctonos de Rio Grande do Sul, fueron reportados en 1938 por Pereira en su tesis de la Facultad de Medicina de Porto Alegre; 26 nuevos casos fueron reportados en 1949 y que Clovis Bopp revisó 76 casos en 1959. Refiere también que en 1973, Bopp y Bernard presentan 13 casos y tres años más tarde, Londero y Ramos reportan 35 casos observados en el interior de Rio Grande do Sul, entre 1959 y 1974.

Queiroz-Telles et al.3 informan en el año 2003, que en Brasil se han reportado por año, en el estado de Rio Grande do Sul, un promedio de 2,6 pacientes, en Maranhao 4,3, en Paraná 6,4 y en Pará 5,9. La enfermedad fue más frecuente en hombres que en mujeres, en una proporción de 12:1; la edad media de comienzo fue 41,3 años (rango de 9 a 71 años) y F. pedrosoi fue identificada en 95 % de casos.

Minotto et al.1 publican el año 2001 una revisión de 100 casos estudiados entre 1963 y 1998 en el estado de Rio Grande do Sul, y de los cuales 96 % fueron provocados por F. pedrosoi, y 4 % por Phialophora verrucosa. Los casos eran predominantemente, de la región de las Misiones del Alto Uruguay, seguida de la región alta y baja del noroeste del estado de Rio Grande do Sul. De los 100 casos estudiados, 78% fueron hombres y 22% mujeres; el rango de edades fue de 21 a 82 años. Las lesiones estaban presentes en las extremidades inferiores en 85% de casos y en miembros superiores en 13%. Los tipos de la lesión fueron verrucosas, vegetantes, fistulosas, gomosas, vegetantes. El tiempo más corto detectado para la incubación de la enfermedad fue de dos meses y el más largo 40 años. El promedio de tiempo entre la aparición de las lesiones y el diagnóstico fue de 14 años.

En Venezuela, Aho et al.10 refieren que la cromomicosis tiene una alta prevalencia en la región noroccidental, que comprende las zonas premontañosas y depresiones de Barquisimeto y de Loro, así como la cuenca del lago de Maracaibo. Se han reportado casos esporádicos en todo el país. La F. pedrosoi tiene una alta prevalencia en la región del sur en la cuenca del lago de Maracaibo y en los llanos del lado oriental de los Andes venezolanos, de clima cálido y húmedo.

Yegres et al.11 en 1985, notificaron que el estado de Falcón, en Venezuela, ha sido sindicado como zona endémica para la cromomicosis desde el año 1938. Se estudiaron 64 casos registrados desde 1973 hasta 1984. En los últimos 3 años confirmaron 31 casos con C. carrionii, en el año 1996 señalaron 12 que este hongo es el agente causal más frecuente en Venezuela y refirieron que Borelli, el año 1959, indica la afinidad de este hongo por los climas secos. Refiere, igualmente, que la casuística publicada en Venezuela en las localidades de Lara, Zubia y Falcón sumaban, hasta el año 1996, 850 casos. De los 18 casos registrados durante el año 1984, 14 eran criadores de caprinos en una zona semiárida de vegetación xerófita, en particular cactácea, predominaron las lesiones en extremidades superiores.

Barroetta et al.13, reportaron en Venezuela en el año 1986, 74 nuevos casos diagnosticados en los últimos 20 años en el estado de Lara, predominando el C. carrionii.

Yegres et al.14, comunicaron en el año 1992, que la cromomicosis es la micosis profunda más frecuente en la zona noroccidental de Venezuela. Se diagnostican 244 casos desde 1988 hasta junio de 1992, 12 casos en menores. El agente etiológico fue el C. carrionii, todos del área rural señalada como endémica para la cromomicosis, zona de crianza de caprinos. Se plantea un posible factor hereditario.

Pérez-Blanco et al.15, el año 1998, a propósito de comunicar el primer caso de cromomicosis en Venezuela por Rhinocladiella aguaspersa, refieren que, hasta ese momento, se habían estudiado 370 casos de cromomicosis en el estado de Falcón, detectándose 21 casos en niños, sugiriéndose la existencia de una susceptibilidad a esta micosis desde la niñez.

En Argentina, Biagini et al.16, comunican en 1982 que el primer caso publicado de cromomicosis fue en el año 1929 y, posteriormente, se han reportado casos aislados en Santiago del Estero, Tucumán, Misiones y otras regiones.

Negroni, en comunicación personal el año 2004, refiere que en su servicio en Buenos Aires, se diagnosticaron2 ó 3 casos por año, la mayoría ocasionados por F.pedrosoi. Refiere 2 casos, ambos de Santiago del Estero, producidos por Cladophialophora carrionii. Los casos de F. pedrosoi proceden del Noroeste de la Argentina, especialmente Misiones y El Chaco, unos pocos de Tucumán y Salta, Noroeste de la Argentina y muy reducido número de la provincia de Buenos Aires.

Bonifaz et al.17 comunican el primer caso de cromomicosis producido en México por Phialophora verrucosa, procedente de Puebla. Señalan que casi todos los casos mexicanos son producidos por F. pedrosoi. Saeb M y Arenas 18 informan de 5 casos estudiados en México, del año 1987 a 1997, producidos por F. pedrosoi, procedentes de Oaxaca, Puebla,Tamaulipas y Chiapas.

Arellano 2 señala que la cromomicosis es un padecimiento poco frecuente en México; Lavalle 19 indica que la mayor parte de los casos observados provenían de regiones costeras del golfo de México y del Pacífico y que no se han registrado casos en la meseta, donde el clima es seco y menos caluroso.

En Paraguay, Boggino (ref. por Arellano)2 reportó en 1945, el primer caso en su país con el nombre de dermatitis verrucosa blastomicética, presentado en la 9ª Reunión de la Sociedad Argentina de Patología Regional del Norte.

Del Ecuador no se encuentra mayor información, salvo la proporcionada recientemente en la XXIII Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur, realizada en Lima, Perú, en mayo de 2004, por Manzano 20, de Cuenca, Ecuador, sobre un caso de cromomicosis diseminada en el que se identificó la F. pedrosoi.

En el Perú, Galarza 21 comunica que, del año 1986 a 1995 se registraron, en el Hospital Dos de Mayo de Lima, 4 casos de cromomicosis, representando 4% de todas las micosis profundas diagnosticadas en ese lapso (total 78 casos de micosis profundas).

En el año 1999, Sihuincha et al.22 reportan un caso compatible con cromomicosis en el estudio histopatológico. El paciente era agricultor y procedía de Huacrachuco, departamento de Huánuco.

Recientemente, Cavero y Delgado 23 reportan un caso de cromoblastomicosis con cultivo positivo para Cladosporium sp, procedente de la región selvática de Iquitos.

Esta micosis es sumamente rara en el Perú. En nuestra experiencia personal de 40 años de actividad hospitalaria y práctica privada, sólo hemos visto 3 casos de cromomicosis. Todos los casos peruanos han sido diagnosticados por el examen directo e histopatológico. No se ha reportado identificación de especie.

PATOGENIA Y ASPECTOS CLÍNICOS

Esta micosis profunda, de localización subcutánea, se desarrolla en el sitio de un traumatismo transcutáneo que vehiculiza la fase saprofitaria del hongo causal. La infección avanza lentamente en el transcurso de años, a medida que el agente etiológico supervive y se adapta a la condición del huésped. El hongo adquiere en los tejidos, en su vida parasitaria, estructuras multicelulares de gruesas paredes coloreadas de negro, llamadas células muriformes o cuerpos escleróticos (corpúsculos «fumagoides»), que se dividen por facetación y nunca por gemación. Los hongos pueden estar libres en el tejido o fagocitados por macrófagos. En la dermis, las células muriformes presentes en los microabscesos formados por la reacción celular, a menudo muestran daño en su pared celular, pero los macrófagos no son capaces de destruir las células micóticas fagocitadas, las que siguen desarrollándose en su interior. Las células muriformes de la F. pedrosoi pueden permanecer viables por más de 18 meses, después de que el tejido infectado ha sido recolectado de pacientes, demostrando la resistencia natural de estas estructuras (Rosental et al. citado por Queiroz-Telles)3. Las células muriformes (gránulos compuestos por células micóticas) son expelidas a la superficie de las lesiones por eliminación transepiteleal a través de las fístulas.

La lesión, consistente en absceso con tejido granulomatoso de respuesta, no es contagiosa; el granuloma y el componente supurativo consisten en linfocitos, células plasmáticas, eosinófilos y células de Langhans. Las lesiones que se desarrollan en el sitio de la inoculación, ocasionalmente, pueden propagarse por vía linfática o autoinoculación a sitios remotos, presentan un aspecto polimórfico pudiendo mostrar tipos nodulares, papilomatoso, colifloriforme, verruciforme, hiperqueratósico, cicatricial, en placas o combinaciones (Figuras 1-9).

 

 

 

 

 

 

 

 

En el sitio de la inoculación aparece una pápula o placa que desarrolla en semanas o meses, adquiriendo forma verrucosa. Las lesiones antiguas se aclaran en su parte central y pueden ulcerarse. La mayoría de lesiones son solitarias o pueden estar agrupadas, evolucionan en forma moderada o severa, sin tendencia a curarse espontáneamente y pueden infectarse secundariamente, provocando linfoedema y elefantiasis dando lugar, ocasionalmente, a carcinoma epidermoide. En Brasil se presenta un alto porcentaje, hasta 85% en miembros inferiores y sólo 13% en miembros superiores, siendo lo contrario en Venezuela.

Tiempo de incubación: el más corto es de 2 meses y el más largo de 40 años. El tiempo promedio entre la aparición de las lesiones y el diagnóstico fue de 14 años.

DIAGNÓSTICO DE LABORATORIO

La demostración de cuerpos escleróticos pigmentados en preparados con KOH de las lesiones confirma el diagnóstico (Figura 10).

 

 

Anticuerpos específicos, en particular a antígenos de C. carrionii y F. pedrosoi, han sido correlacionados con la extensión de lesiones en pacientes crónicos. Algunos pacientes han tenido anticuerpos positivos por un año después de la terapia antimicótica. El diagnóstico de infección se puede hacer hasta un año después de terminada la terapia y puede ser detectado usando una prueba cuantitativa de Elisa, como el desarrollado por Esterre et al. (citado por Queiroz-Telles)3 el año 2000.

El diagnóstico es relativamente fácil porque las células muriformes usualmente son observadas por examen directo al microscopio con KOH, haciendo un buen lavado de las lesiones con agua y jabón y limpiando con alcohol antes de tomar las escamas y costras superficiales. La biopsia muestra absceso nutrifílico y granuloma a cuerpo extraño. Los granulomas pueden presentar las estructuras micóticas pigmentadas bajo la forma de células muriformes características (cuerpos fumagoides). Es necesario detectar asociación patológica con leishmaniasis, blastomicosis o carcinoma epidermoide.

TRATAMIENTO

El tratamiento de la cromomicosis ha sido y aún sigue siendo, pese a los modernos antimicóticos sistémicos, un reto para el clínico.

El fracaso de los antiguos tratamientos con base en el yoduro de potasio, timol, bismuto, arsenicales, tiabendazole, sulfonas, corticoides, calciferol, penicilinas y muchos otros, así como el tratamiento tópico con ácido salicílico, crisarobina, fenol, podofilina y procedimientos quirúrgicos con resecciones o aplicación de nieve carbónica han llevado a seleccionar algunos recursos, solos o asociados a los antimicóticos de amplio espectro actuales, para ayudar a los portadores de esta resistente y crónica micosis. 

Yanase et al., en 1978, trataron exitosamente casos de cromomicosis causados por F. pedrosoi aplicando calor local intenso en las lesiones. La F. pedrosoi no desarrolla cuando la temperatura está entre 37 ºC y 40 ºC; la aplicación de calor de aproximadamente 46 ºC ha sido comprobada con éxito por Kimbara, en 1982 (citados por Queiroz-Telles)3 y Tagami 24, en 1984.

La criocirugía con nitrógeno líquido ha sido exitosa en 11 casos reportados por Pimentel (citado por Queiroz-Telles) 3 el año 2001, en pacientes infectados por F. pedrosoi; 5 de ellos con lesiones localizadas fueron completamente curados, 3 con lesiones generalizadas tuvieron una remisión clínica y micológica mantenida por más de 26 meses y 3 con lesiones generalizadas graves fueron significativamente mejorados. Similares resultados han sido reportados antes y después por otros autores. Sin embargo, Castro 25, el año 2003, demuestra que temperaturas tan bajas como –190 ºC, a las que se llega con el nitrógeno líquido, no matan al hongo como se creía y que éstos pueden recuperarse viables de las lesiones tratadas con este procedimiento hasta después de 12 días de terminado el tratamiento con resultados exitosos; planteando que el mecanismo de la cura no se conoce y cabe sospechar en un estímulo inmunológico.

Clovis Bopp 26, ya en el año 1976, publica los resultados en el tratamiento de las micosis profundas de la poliquimioterapia que consiste en una asociación de drogas, tal como se hace en enfermedad neoplásica y que, por primera vez, se hacía en micosis, partiendo del principio que el uso de más de una droga optimiza los resultados; así asocia anfotericina B endovenosa con fluorcitosina obteniendo curación de las lesiones.

Queiroz-Telles F 3 nos dice, el año 2003, que el uso del calor local o criocirugía es ideal para el manejo de las lesiones pequeñas (formas benignas), mientras que los agentes antimicóticos, tales como el itraconazol y la terbinafina, son usados para lesiones grandes (formas moderadas o severas). El fluconazol ha sido usado con éxito en pocos pacientes, tal como lo comunican Yur y Gao 27, el año 1994. La fluorcitosina ha sido usada, también, con resultados variables. Lamentablemente, aún con terapia sistémica, los índices de curación no son muy altos. Bonifaz et al.28,29, en los años 1997 y 2001, describen sus resultados en 51 casos en un período de 17 años, con 31% de cura, 57% de mejoría y 12% de fracaso, tratados con criocirugía, itraconazol o combinación de ambos.

Los éxitos terapéuticos pueden estar relacionados con el agente etiológico (el C. carrionii es más sensible que la F. pedrosoi), con la severidad de la enfermedad (el edema y fibrosis dérmica pueden reducir la llegada de los antimicóticos a los tejidos) y con la elección de la droga antimicótica. No existe, hasta el momento, un consenso ni estandarización para establecer un criterio de cura de esta micosis. Boyler, en Sudáfrica, introduce, hace algunos años, criterios clínicos, micológicos e histopatológicos para la conclusión de la terapia antimicótica en pacientes con cromomicosis. Queiroz Telles et al.30 han hecho uso de estos criterios y creen que ellos pueden ser muy útiles para ayudar a los médicos tratantes.

Para algunos autores, el itraconazol solo o combinado con fluorcitosina o terapia tópica con nitrógeno líquido (crioterapia) parecería ser el mejor tratamiento 31 y Bolzinger (ref. por Queiroz-Telles)3 trata exitosamente, en 1991, cuatro casos de cromomicosis a Fonsecaea Pedrosoii con la asociación de 5-fluorcitosina e itraconazol.

Queiroz-Telles et al.3 refieren que Borelli fue el primero que publicó, el año 1987, una pequeña experiencia con itraconazol y que Restrepo et al., en 1988, reportan éxitos con itraconazol en cromomicosis con pequeñas lesiones, respondiendo más rápidamente que en los más severos. También reportan en 1992, 19 casos por F. pedrosoi, con 42% de curación con itraconazol; este estudio fue ampliado incluyendo en total 30 pacientes. Las conclusiones finales muestran que 8 pacientes (89%) con formas clínicas benignas curaron clínica y micológicamente después de 10,9 meses de tratamiento. Similar respuesta fue observada en los pacientes con formas moderadas. De los pacientes con lesiones severas, 44% respondió clínica y micológicamente después de un promedio de 30 meses; ningún cambio significativo se observó en los valores hematológicos y bioquímicos. En otras series (Bonifaz)29 de 12 pacientes, 11 con cultivos positivos a F. pedrosoi, con lesiones menores de 15 cm, tratados con 300 mg/d, de 4 que recibieron solo itraconazol, 2 fueron curados y 2 mejoraron con cursos de 8 a 14 meses; el otro grupo de 4 pacientes con similares lesiones recibió criocirugía, curando todos; en un tercer grupo con grandes lesiones se usó el itraconazol para reducir el tamaño de las lesiones, las cuales fueron tratadas después con nitrógeno líquido.

La fluorcitosina ha sido usada con éxito en cierto número de pacientes, a menudo con anfotericina B o combinado con itraconazol. Se ha dicho que la terbinafina puede ser la mejor terapia para la cromomicosis. Esterre et al.32, desde el año 2001 vienen publicando series de pacientes tratados con terbinafina, y el año 2003 comunica, en el 12º Congreso de la Academia Europea de Dermatología 33, que 42 pacientes con cultivos positivos a F. pedrosoi o C. carrionii fueron tratados con terbinafina, 500 mg/día por un mínimo de 6 meses y hasta 12 meses. El 78,5% de pacientes fueron curados cuando completaron 12 meses de tratamiento y solo 25,6 % curaron cuando completaron menos de 12 meses. Al fin del estudio, el promedio de cura fue de 57,1 %. Ninguna anormalidad significativa clínica ni de laboratorio fue observada. in embargo, Quiroz-Telles 3 establece reservas acerca de estos resultados porque Esterre no ha sometido sus casos a los criterios establecidos para lograr estas conclusiones. Hay que advertir que la terbinafina hasta el año 2003 no estaba aprobada por el FDA americano para el tratamiento de micosis sistémicas y subcutáneas (esporotricosis, cromomicosis y micetoma).

Negroni, de Argentina (comunicación personal, 2004) nos refiere que hasta el año 1995 el tratamiento de elección para sus casos era la asociación de itraconazol 400 mg/d + 5-fluorocitosina 80 mg/d por 7 a 10 meses. En su país, al interrumpirse la 5- fluorocitosina, se sigue sólo con itraconazol. Los resultados terapéuticos, entonces, fueron inferiores en casos debidos a F. pedrosoi y siguieron siendo buenos en los debidos a C. carrionii. Los últimos 4 años ha tratado a 2 pacientes con posaconazol debidos a F. pedrosoi; los 2 habían sido tratados con itraconazol y terbinafina en dosis plenas y durante el tiempo suficiente sin haber logrado la curación. Recibieron 800 mg/día durante 13 meses uno y 18 meses el otro, remitiendo ambos completamente con cura clínica y micológica.

Quiroz-Telles 3 nos dice que en el futuro, las nuevas drogas antifúngicas en desarrollo pueden desempeñar un papel importante en el tratamiento de la cromomicosis. In vitro, los hongos dematiaceos son muy sensibles a los nuevos triazoles (voriconazol y posaconazol). Los resultados publicados hasta la fecha sugieren que estos nuevos agentes tienen una actividad de gran espectro invitro; su efectividad en el tratamiento de las micosis humanas todavía no ha sido determinada.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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