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Revista Peruana de Biología

versión On-line ISSN 1727-9933

Rev. peru biol. v.15  supl.1 Lima nov. 2008

 

TRABAJOS ORIGINALES

 

Nombres amerindios de las palmas (Palmae) de Colombia

Amerindian names of Colombian palms (Palmae)

 

Diana Marmolejo1 ; María Emilia Montes1 ; Rodrigo Bernal2

1 Departamento de Lingüística, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. Email: dmarmolejo@unal.edu.co, memontesr@unal.edu.co
2 Instituto de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de Colombia, Apartado 7495, Bogotá, Colombia. Email: rgbernalg@unal.edu.co

Trabajo presentado al Simposio Internacional “Las palmeras en el marco de la investigación para el desarrollo en América del Sur”, del 07 al 09 de Noviembre 2007, Museo de Historia Natural, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú.

 


Resumen

Se presenta un glosario de 1276 nombres o variantes de nombres indígenas de palmas, correspondientes a por lo menos 121 especies, en 64 lenguas aborígenes de Colombia. Las especies con nombres en mayor número de lenguas son Bactris gasipaes, Oenocarpus bataua, Mauritia flexuosa, Euterpe precatoria y Astrocaryum chambira, cinco de las palmas más utilizadas en Suramérica. Las lenguas con mayor número de especies designadas son uitoto (48), tikuna (47), muinane (43), siona (34), sikuani (31) y miraña (30). Estas cifras reflejan los estudios detallados que se han hecho con estas etnias, además de la diversidad de palmas en sus territorios o su conocimiento de ellas. Los nombres se presentan ordenados de tres maneras diferentes: por especie, por lengua y una lista global de nombres, que incluye las referencias de cada registro.

Palabras clave: Colombia, fitónimos, lenguas amerindias, nombres amerindios, Arecaceae.

 


Abstract

A glossary of 1276 Amerindian names or name variants of palms is presented, representing at least 121 species in 64 aboriginal languages of Colombia. The species with documented names in the largest number of languages are Bactris gasipaes, Oenocarpus bataua, Mauritia flexuosa, Euterpe precatoria, and Astrocaryum chambira, which are five of the most used palms in South America. The languages with the largest number of named species are uitoto (48), tikuna (47), muinane (43), siona (34), sikuani (31) and miraña (30). These figures reflect the detailed studies carried out with these ethnic groups, besides the palm diversity of their territories and their knowledge about it. The names are presented in three separate lists –arranged by species, by language, and a global list of names that includes references for each individual record.

Keywords: Colombia, phytonyms, Amerindian languages, Amerindian names, Arecaceae.

 


Introducción

El estudio de los nombres comunes de las plantas es una poderosa herramienta para ayudar a entender las migraciones de los pueblos y de las especies vegetales asociadas (Al Azharia Jahn, 2005); para descubrir los usos antiguos de los ecosistemas y los procesos de domesticación de las especies (Bernal et al., 2007, Clement et al., en imprenta); e incluso para acercarse a la psicología cognitiva de los pueblos (Scarlat, 2004; Montes, 1983) y a la evolución misma de las lenguas (Montes, 1978). Pero a pesar de esta importancia, el estudio de los fitónimos ha recibido relativamente poca atención, y apenas si existen algunos trabajos de fitonimias comparadas entre lenguas (v. gr. Balée & Moore, 1991).

Las palmas son un grupo ideal para el estudio de fitonimias comparadas, pues son quizás las plantas más importantes para muchos de los pueblos indígenas americanos (Henderson et al., 1995), una importancia que viene, en muchos casos, desde hace más de 9000 años (Morcote & Bernal, 2001). Debido a su uso, muchas de las especies son bien conocidas en las regiones donde crecen, y reciben nombres comunes que a menudo son únicos y precisos.

Sin embargo, el estudio lingüístico-botánico de estos nombres se ha visto obstaculizado hasta ahora por la falta de una adecuada recopilación de la información, que se encuentra dispersa en la literatura botánica, etnográfica, histórica y lingüística, lo mismo que en los especímenes botánicos que se conservan en los herbarios. Los nombres de estas fuentes tienen dos grandes debilidades: por una parte, los que han sido tomados por botánicos, en general no transcriben de manera muy precisa la fonética de los vocablos, lo que a veces hace casi irreconocible el nombre documentado, dificultando su comparación; por otra parte, los nombres que han sido tomados por lingüistas, a menudo no están asociados a un nombre científico que permita establecer de manera inequívoca la identidad de la planta.

En Colombia se encuentran 230 especies de palmas (Bernal & Galeano 2006; Bernal & Galeano, datos inéditos) y entre 64 y 81 lenguas indígenas (Rodríguez de Montes, 1993; SIL International, 2008), dependiendo del criterio que se siga. Aunque algunas etnias, como los wayuu de la Guajira, habitan en zonas pobres en palmas, otras, como las de la costa del Pacífico y el piedemonte amazónico, habitan en unos de los ecosistemas más ricos en palmas en todo el planeta. En general, la mayoría de los pueblos indígenas de Colombia habita en áreas ricas en palmas. Así pues, la fitonimia indígena de las palmas colombianas es extensa.

El presente trabajo recopila los nombres indígenas de las palmas nativas de Colombia documentados en la literatura y en otras fuentes. Incluye, además, numerosos nombres tomados directamente por nosotros mediante entrevistas con hablantes de varias lenguas; en muchos casos, estos nombres, tomados simultáneamente con criterio lingüístico y botánico, han servido de base para interpretar algunos de los fitónimos encontrados en las fuentes consultadas.

Este artículo hace parte de una investigación a largo plazo sobre los nombres indígenas de las palmas en América, en el que hemos trabajado desde 2003 (Marmolejo et al., 2004). En la actualidad, nuestra base de datos cuenta con 5151 registros, que comprenden nombres en 215 lenguas y designan 292 especies, es decir, casi la mitad de las palmas que se conocen en América. La región mejor documentada hasta ahora en nuestra base de datos es Colombia, y por esa razón presentamos ahora esta lista.

Materiales y métodos

Se tomaron los nombres citados de floras y monografías botánicas, trabajos etnográficos y antropológicos, y gramáticas y diccionarios de lenguas indígenas colombianas. Así mismo, se incluyeron los nombres conservados en el Centro Colombiano para el Estudio de las Lenguas Aborígenes, CCELA, de la Universidad de Los Andes (la mayoría de ellos en listados inéditos) y en los especímenes del Herbario Nacional Colombiano (COL). Para el caso de etnias binacionales, se tomaron los nombres documentados en países vecinos, para etnias que también habitan en Colombia. Adicionalmente se obtuvieron nombres directamente mediante entrevistas, casi siempre en el campo, con hablantes de las lenguas cubeo, curripaco, desano, embera, kakua, piapoco, piratapuyo, puinave, sikuani, tariano, tikuna, tukano, tuyuca, wanano, waunana y yukuna.

La identificación de los nombres citados en las fuentes, cuando no había especímenes u otros elementos, se basó, cuando fue posible, en el nombre asociado en español, cuando éste estaba presente y se trataba de un nombre de aplicación inequívoca; en algunos casos recurrimos a otros registros de la misma lengua para corroborar las identificaciones.

Los nombres de las fuentes en algunos casos debieron ser reescritos por nosotros a partir de una ortografía ad hoc: una versión simplificada de una escritura mixta de tipo fonético y ortográfico. Otra opción habría sido conservar los datos como estaban en las fuentes y agregar cada vez notas explicativas; pero éstas habrían sido excesivas y el resultado no hubiese tenido los mismos efectos de comparabilidad. En los casos en los que hemos reescrito los nombres, conservamos también en nuestra base de datos la forma original que aparecía en la fuente, pero esas transcripciones originales no se presentan aquí, salvo en algunos pocos casos, en aras de la simplicidad. En vez de esto se da, para cada nombre, la referencia a la fuente de donde se tomó.

Dado que varias lenguas indígenas tienen ortografías normalizadas, acudimos a esos grafemas para las vocales y consonantes exclusivas de esas lenguas. Así pues, el material disponible es heterogéneo: escrituras fonéticas o fonológicas de lingüistas; propuestas ortográficas de materiales del ILV (Instituto Lingüístico de Verano/Summer Institute of Linguistics, SIL); y grafías propias de cada investigador biólogo o antropólogo (y por ello con sesgo de las lenguas nativas de los recolectores). Por otra parte, los autores no siempre explican satisfactoriamente sus convenciones. Por esta razón, consultamos en cada caso las obras disponibles para tomar algunas decisiones con base en la fonología de las lenguas, cuando sobre ello hay estudios; en algunos casos se hacen anotaciones sobre la transcripción.

El conocimiento certero de las estructuras y sonidos de todas las lenguas amerindias está lejos de ser un hecho cumplido. Sobre algunas lenguas hay buenos estudios y ortografías acordadas por los hablantes; sobre otras hay conocimientos parciales, debates en curso y propuestas ortográficas fluctuantes; muchas lenguas aún no se escriben.

De todas formas la plena confiabilidad de los datos requeriría una confrontación exhaustiva en todas las lenguas, con equipos en los que haya hablantes nativos, lingüistas y botánicos. Pero hay datos de lenguas recientemente desaparecidas (como el tinigua y el carijona) y datos históricos que no podrán ya ser verificados.

En la transcripción de los nombres, las letras o combinaciones de letras a, b, ch, d, e, f, i, k, l, m, n, ñ, o, p, r, rr, s, t, u, w, y, representan sonidos semejantes a los que representan en español. Para la transcripción de otros sonidos, usamos los siguientes símbolos:

(`) Tono bajo.

(´) Tono alto o acento (Varias lenguas amazónicas, especialmente en las familias Tukano y Makú, y otras lenguas como andoque, bora, miraña, muinane y tikuna, son lenguas tonales –como el chino– con dos o más tonos distintivos; sin embargo pocos transcriptores toman en cuenta esta complejidad prosódica que diferencia significados).

(~) Vocal nasal (puesto encima de la vocal, o a su derecha).

(ä) Vocal abierta, posterior, deslabializada (similar a la vocal de ‘hot’ en inglés); se encuentra en waunana.

(ë), (ö) Vocales abiertas similares a las vocales abiertas del portugués y del francés; se encuentran en kakua, (familia Makú). En piaroa los datos traen los símbolos ‘ä, ö, ü’ para los cuales no logramos establecer un equivalente.

(ï) Vocal central, deslabializada, cerrada (como la segunda vocal en la pronunciación de las palabras inglesas 'oxen' o 'table'); es la sexta vocal de las ortografías de lenguas de la familia Tukano y del uitoto, entre otras.

(ü) Vocal posterior deslabializada cerrada (se pronuncia como una ‘u’, con los labios planos); se postula como la sexta vocal en tikuna, y existe también en miraña, waunana, embera, sikuani y lenguas de la familia Makú. Algunos textos sikuani –y las fuentes aquí consultadas- aparentemente transcriben esta vocal como ‘ë’.

(ə) Vocal central neutra (pronunciación similar a la vocal final en la palabra ‘the’ en inglés); presente en lenguas de la familia Makú, en ika (lengua de familia Chibcha de la Sierra Nevada de Santa Marta) y en carijona (familia Caribe).

(ah, oh, uh…) Vocales post-aspiradas en desano, tukano, tuyuca y wanano (familia Tukano). Aunque se discute sobre el valor fonológico de esta post-aspiración vocálica, algunas grafías la conservan.

(a’, e’, o’…) Vocales interruptas (con final abrupto), como en nukak.

(c) En algunas lenguas los transcriptores usan esta letra para sonidos sin equivalente en español. En muinane parece haberse usado para un sonido retroflejo palatoalveolar oclusivo (un sonido producido reteniendo el paso del aire con la punta de la lengua vuelta hacia atrás, haciendo contacto un poco más atrás del área velar). Las ortografías del ILV para lenguas indígenas a menudo copian desacertadamente la ortografía castellana (ca, co, cu, que, qui) en este punto problemático. Los transcriptores hispanohablantes no lingüistas también recurren con frecuencia a la ortografía castellana en este punto.

(dy) Sonidos cercanos a la pronunciación francesa de ‘g’ en ‘manger’.

(g) Oclusiva velar sonora (como la g en ‘gato’ o la combinación gu en ‘guerra’).

(h) Fricativa glotal sorda (‘j’ del español latinoamericano y ‘h’ del inglés’).

(ll) Salvo en un dato del páez, este sonido no correspondería al sonido español de ‘ll’ (lateral palatal); más bien parece una forma alterna usada por los transcriptores para consonantes sonoras palatales de diverso tipo, como la 'y' inicial o intervocálica del español; o quizá represente otros sonidos del área alveolopalatal (similares a la inicial de 'june' en algunos dialectos del inglés y a la inicial del francés en 'je' o 'jeune'). En muinane y sáliba la hemos conservado como está en la fuente, dada la dificultad de establecer la pronunciación precisa que el transcriptor pretende representar.

(sh) Sonido fricativo sordo igual al del inglés ‘she’ o al del francés ‘chanter’

(ty)o (tj) Representa palatalización; aparece en los datos de muinane, bora y yujup.

(ts) La sucesión, en una sola articulación, de ‘t’ y ‘s’

(v) Labiodental, fricativa (como en inglés o francés) o aproximante (es decir, mucho más suave que una fricativa, acercándose a una pronunciación vocálica); se presenta en koreguaje y cofán

(x) Velar fricativa sorda (como la ‘j’ fuerte de algunos dialectos del español); aparece en guayabero y en kogui

(z) Representa diversos sonidos de tipo alveolar, sonoros o sordos, no siempre bien establecidos. Aparece en cofán, miraña, piapoco, puinave, uitoto y tinigua. En propuestas ortográficas de uno de los dialectos uitotos, ‘z’ representa una consonante interdental sorda como la del español de España en ‘zapato’ o la ‘th’ del inglés en ‘think’; es posible que sea también ése el sonido que representa en cofán. En otras lenguas aparentemente se usa para representar la fricativa sonora, la ‘z’ del francés y del inglés.

(ph, th, kh…) Consonantes post-aspiradas. Se pronuncian como las consonantes oclusivas sordas del inglés, cuando van seguidas de vocal (‘pen’, ‘ten’, ‘car’).

Para el tratamiento de las especies, hemos omitido las categorías infraespecíficas. Para la denominación de las lenguas, al igual que para su circunscripción, seguimos, con leves modificaciones, a Rodríguez de Montes (1993), quien reconoce 64 lenguas aborígenes en Colombia. En esa obra y en Ethnologue (SIL International 2008) se pueden encontrar las otras denominaciones que se han aplicado en el pasado a cada lengua.

Resultados

Se han recopilado en total 1276 nombres o variantes de nombres de palmas en 64 lenguas indígenas colombianas. Estos nombres designan 121 especies, es decir alrededor del 53 % de todas las especies de palmas conocidas hasta ahora en el país. En la tabla 1 se presentan las especies para las cuales se han documentado nombres en más de 10 lenguas. En la tabla 2 se presentan las lenguas que tienen 20 o más especies de palmas identificadas, para las cuales se ha documentado nombre común.

 

 

 

 

En los apéndices 1 a 3 presentamos la información en tres listas separadas: el apéndice 1 presenta una lista alfabética de las especies de palmas, seguida de algunos de los nombres comunes con los que se conoce en español, y presentando a continuación los nombres indígenas que se conocen para esa especie, en orden alfabético de lenguas, y dentro de cada lengua. El apéndice 2 presenta una lista ordenada alfabéticamente por etnias, en la que se da para cada etnia una lista de los nombres documentados, seguido cada uno, entre paréntesis, por el nombre científico de la especie. Finalmente, el apéndice 3 presenta la lista global de todos los nombres, seguido cada uno del nombre científico de la palma, la lengua en la que se aplica y la fuente de donde hemos tomado la información. La presentación de la información en tres apéndices separados permite hacer uso de ella de una manera más fácil que si se presentara solo la lista global de nombres.

Muchas veces hay, en las tres listas, varias entradas diferentes para una misma especie en una misma lengua. Estas entradas corresponden a las diferentes variantes de transcripción que hemos encontrado en las fuentes, y las cuales hemos considerado prematuro unificar.

Para efectos del ordenamiento de los nombres no se han tomado en cuenta los signos diacríticos, como tampoco se han tenido en cuenta las marcas de nazalización, de tono o de acento; así, la letra ñ va intercalada con la n, y las vocales ä, ë, i, ö, ü van intercaladas con a, e, i, o, u; las marcas de aspiración ah, ph, etc., se han considerado como h; la combinación rr, aunque representa por sí sola un sonido, se toma como dos r; la vocal ә va al final del alfabeto, después de la z.

Discusión

Las especies registradas con mayor número de nombres hasta ahora (Tabla 1), son algunas de las palmas más utilizadas en América: el chontaduro (Bactris gasipaes) con nombre en 45 lenguas, el milpesos o seje (Oenocarpus bataua), en 43 lenguas, el moriche o canangucho (Mauritia flexuosa), en 39 lenguas, el asaí (Euterpe precatoria), en 35 lenguas, y el cumare o chambira (Astrocaryum chambira), en 30 lenguas. Las evidencias arqueológicas muestran que algunas de estas especies, como Oenocarpus bataua, Mauritia flexuosa y Astrocaryum chambira, han sido utilizadas por los humanos desde hace más de 9000 años. Por otra parte, la mayoría de las palmas con nombres en muchas lenguas son especies de amplia distribución geográfica en el neotrópico o, si tienen distribución más restringida (v. gr. Mauritia carana), entonces crecen en áreas de alta diversidad lingüística.

Por su parte, las lenguas con mayor cantidad de especies designadas (Tabla 2) son uitoto (48 especies), tikuna (47), muinane (43), siona (34), sikuani (31) y miraña (30). La riqueza de nombres de estas lenguas refleja, por una parte, la gran diversidad de palmas que existe en el territorio que estas etnias ocupan; por otra parte refleja la mejor documentación que existe sobre ellas. En particular, la gran proliferación de nombres en estas lenguas refleja los estudios detallados de Galeano (1991; uitoto, muinane, miraña), Prado (2008; tikuna), Kronik et al. (1999; muinane) Balslev et al. (1997; siona) y Sánchez (1989; sikuani). Para muchas etnias que habitan en territorios ricos en palmas, la información disponible es todavía escasa. En muchos casos se tienen sólo listas de especies que no ha sido posible identificar, por falta de elementos asociados en la fuente original.

Pero incluso para las especies identificadas, en la mayoría de los casos no hay información que permita interpretar los nombres para conocer su significado o saber si se trata de nombres literales. Esta información es fundamental para estudios comparativos, y a menudo permite entender también los procesos de apropiación o transferencia de las especies o de sus nombres.

En varias de las lenguas estudiadas se encuentran clasificadores usados como sufijo, que llevan la connotación de ‘palma’. En algunos casos el uso de estos clasificadores parece ser optativo, en tanto que en otros casos parece ser un componente integral del nombre. Los hemos identificado en tres familias lingüísticas: en la familia Arawak el clasificador es bai o pai en achagua (churúbai, kushíbai, makúpai) , y phi, phe o pi en tariano (eiñaphí, kumaliphé, mapanariphépi, maviphí, etc.); en las lenguas de la gran familia Tukano, como el siona (Tukano Occidental), cubeo (Tukano Central) y las Tukano Oriental (barasana, desano, wanano, piratapuyo, tanimuca, siriano, tatuyo, tuyuca) el clasificador, no obligatorio, toma las formas ño, ñu, ñi (v. gr., põhtáño, boreyabeñu, bahiñi); estas variantes pueden ser diversos alomorfos o simplemente transcripciones diferentes); en la familia Guahibo (cuiba, jitnu, sikuani) el clasificador es bot o boto (v. gr., arákbot, kóchbot, ainawiboto, ataiboto, butsiboto, etc.).

La presente recopilación es sólo un punto de partida de un proyecto ambicioso (Marmolejo et al., 2004), y la exploración de los datos apenas ha comenzado (Bernal et al., 2007; Clement et al., en imprenta). Todavía se requiere de un extenso trabajo de campo de botánicos y lingüistas, antes de que podamos empezar a aprovechar todo el potencial de información de diverso tipo que encierran los nombres amerindios de las palmas.

Agradecimientos

Agradecemos a los numerosos hablantes de las diversas lenguas, que nos han brindado información sobre las palmas y sus nombres. En particular, agradecemos a Carlos Acosta, Zeneida Acosta, Paulina Aguía, Matilde Arango, María Paula Balcázar, Cristóbal Texeira Barbosa, Jhon Batista, Victorino Bautista, Milciades Borrero, Hermana Clarisa (Javareté, Brasil), Zaleth Cordero, Jaidonesama Domicó, Arbino Furia, Luis García, Eliana Garrido, Patricia Gómez, Avelino González, Bernardita González, Emilia González, William González, Francisco Guanga, Graciliano Lima, María Montoya, Domingo Muniz, Víctor Petrucci, Marta Prado, Jorge Eliécer Restrepo, Bernardo Rodríguez, Gaudencio Rodríguez, Norma Nelly Sabana, Luz Mila Santacruz, Gustavo Trinidad, María Noemí Uribe, Azulay Vásquez, José Yepes Matapí y Elí Yukuna; a Daniel Aguirre por permitirnos acceder a los archivos del CCELA y al ILV en Bogotá por brindarnos acceso a su biblioteca lingüística; a Consuelo Vengoechea por algunas precisiones sobre sonidos y ortografías muinane; a Ana María Ospina por algunas precisiones sobre grafías de yuhup; y a Luis Fernando Jaramillo y todo el personal de la CDA en Mitú, por su apoyo en el campo.

 

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