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Acta Médica Peruana

On-line version ISSN 1728-5917

Acta méd. peruana vol.24 no.3 Lima Sept./dic. 2007

 

Artículo histórico

Daniel A. Carrión: heroísmo y controversia

Daniel A. Carrión: heroism and conroversy

 

Alejandro Graña Aramburú1.

1 Médico Cirujano. Ginecólogo-Oncólogo, Miembro Asociación para la Historia de la Medicina Peruana

 


 

 

Es conocido el sacrificio humanitario y heroico de Daniel A. Carrión, estudiante del sexto año de Medicina de la Facultad de Medicina de San Fernando, quién el 27 de agosto de 1885 se hizo inocular voluntariamente los contenidos de una lesión verrucosa, tomada de un enfermo en remisión del Hospital Dos de Mayo de Lima, experimento que concluyó en su muerte semanas más tarde1-4,7.

Carrión era un estudiante mestizo de condición modesta y provinciano de Cerro de Pasco, área minera de la sierra, quién desarrolló un ardiente interés por el tema médico en boga que era la verruga peruana, e incurrió en la decisión imparable de investigar la enfermedad en su persona. No obstante, llama la atención, al menos a primera vista, que tal experimento no se hubiera planteado estratégicamente, o sea con planeamiento realmente científico. Carrión apareció el 27 de agosto en la sala de Las Mercedes del Hospital Dos de Mayo, entonces bajo la jefatura del Dr. Leonardo Villar, insistiendo en inocularse los raspados de una lesión cutánea del enfermo Carmen Paredes, quién ya se encontraba en proceso de recuperación de la entidad llamada entonces verruga. Al no poder hacerlo sólo, fue ayudado por el Dr. Evaristo Chávez, médico asistente voluntario al servicio, quién lo inoculó en ambos brazos, aunque es verdad, no sin antes aludir con seriedad a los peligros de dicha acción y trató de disuadir al joven de hacerlo, lo mismo que hizo Julián Arce, su querido compañero de estudios e interno del servicio7.

El hecho fue una acción ciertamente desproporcionada para un estudioso de la Verruga y un minucioso recopilador de historias clínicas, como lo era Carrión, concentrado en el tema desde tres años antes, evidenciado por sus “Apuntes sobre la Verruga Peruana”2,7-9; inclusive escribe: “que de antemano he previsto los accidentes graves que ella puede traerme”. ¿Cuáles previsiones? Y luego: “pero ¿no es cierto, también, que la ciencia, sobre todo la Medicina, debe, en gran parte su adelanto a experimentadores arriesgados?”

Es posible reflexionar sobre los aspectos de abnegación, curiosidad científica y heroísmo, que no pueden ser negados en este singular acto, pero las motivaciones y la interpretación del mismo han dado lugar a abundante controversia aun no enteramente dilucidada3,4,7.

¿Qué estaba buscando en verdad Carrión? ¿Acaso un conocimiento más profundo y también subjetivo de la sintomatología de la verruga peruana, tal como su pródromos y evolución? ¿Sabía de seguro que podría costarle la vida? “Suceda lo que sucediere, no importa, quiero inocularme”. Esas fueron sus palabras el día del experimento, según testigos y amigos2. Habría que preguntarse al respecto si el investigador se encontraba plenamente en sus cabales. Sería difícil pensar que sufriera de un estado depresivo, puesto que seguramente eso hubiera orientado el hecho más hacia un suicidio, sin el interés de llevar un diario estricto de la evolución de su enfermedad, como en verdad sucedió3,7,9. Que se sepa, Carrión no padecía alteraciones mentales ni tenemos noticias verdaderas de que sufriera unextremo complejo social de resentimiento que hubiera influido en una decisión menos lúcida que aquella de llevar un registro exacto del curso de la enfermedad que adquirió, algo que se hubiera tornado más en una especie de protesta. De otro lado, es cierto que era provinciano, mestizo, y corto de dineros2-4,7, algo con verdadera significación social en la época, aunque no diferente seguramente de la condición de otros varios estudiantes de medicina de entonces. Cabe pensar, también, que su estado de salud no era perfecto, como lo sugieren algunas menciones del parte policial y de la autopsia que posteriormente se realizó2, y que eso hubiera mermado su inmunidad natural y torcido el experimento hacia el curso dramático que tomó.

¿Pero por qué no se tomaron precauciones al respecto si lo que se pretendía era un esclarecimiento concluyente sobre la enfermedad?

En este sentido, es bueno considerar algunos hechos de importancia para la época y el momento.

La Academia Libre de Medicina era un organismo prestigioso y recientemente formado, constituido por los profesores renunciantes a la Facultad de Medicina debido a un agravio contra su Decano, Dr. Manuel Odriozola, de parte del gobierno de Iglesias, por haber protestado contra la imposición en el nombramiento del Dr. J.E Corpancho como titular de la Cátedra de Clínica Obstétrica sin la tramitación regular. El hecho es que la Academia había llamado a un concurso sobre la Etiología, Anatomía Patológica y distribución Geográfica de la Verruga, prometiendo un reconocimiento honorífico y distinguido al ganador y una publicación científica del trabajo2,7,10-12. Aparentemente el concurso no tuvo éxito, tal vez por no ser factible que alguien quisiera aventurarse por esas regiones de endemia verrucosa, bloqueadas entonces por las tropas rebeldes de Cáceres y consideradas altamente peligrosas. O, es probable, que fuera virtualmente imposible tal empresa al médico o estudiante común debido a la carencia de infraestructura pertinente7, en especial después del desastre de la ocupación chilena de Lima, o a lo oneroso de la misma empresa, algo muy real en el momento. Y existían dificultades seguramente para las experiencias en animales, entre otras por el hecho de tratarse de una enfermedad sufrida fundamentalmente por humanos y difícil de reproducir en animales de laboratorio3,9. ¿Sería por esto entonces que Carrión persistió en su empeño para demostrar más bien la parte clínica de la enfermedad y escogió su propia persona para ello, considerando innecesarios otros elementos en el experimento?

Se han postulado diferentes opiniones al respecto, algunas criticando la validez científica del experimento mismo3,7, aunque más incisiva es la idea sugestiva de una cierta complicidad de parte de la Academia Libre de Medicina7.

Es decir, indirectamente, al no dejar en los lineamientos del concurso otra salida que la que ocurrió y obstar con bases irrealizables la investigación misma relacionada al concurso7. Se ha llegado a concebir que la Academia requería de un triunfo, más bien político3,7, por asídecirlo, en contra de la Facultad de profesores nombrados por el gobierno de Iglesias, el mismo que había suscitado la renuncia en masa del cuerpo docente precedente y de su Decano, Manuel Odriozola, y que ahora se integraba en las brillantes aulas de la Academia12. El éxito de un concurso tal podría significar la continuación del manejo de la Facultad de Medicina por los profesores depuestos, aunque fuera en el rango académico.

Es necesario hacer un alto aquí para considerar también algunos factores sociales de época que pudieron tener ascendencia significativa en los acontecimientos relacionados al experimento. Hay que recordar que los finales del siglo XIX estuvieron fuertemente influenciados por el Romanticismo francés, cargado de emociones extremas y del deseo valioso de imitar al héroe medieval y sus proezas5; del Victorianismo, cuyos ideales implicaban también una concepción heroica de la vida, plena de abnegación y de la idea obsesiva del triunfo y la notoriedad5,7; de la teoría de la Evolución de Darwin, el evento del siglo de mayor importancia para la ciencia, implicando que la sobre vivencia y el progreso biológico se daban por la ley de la selección natural o del empuje del mejor dotado6; y por último, del Darwinismo Social de Spencer, que destacaba filosóficamente la superioridad decidida de algunos grupos sociales sobre otros6, como podría ejemplificarse muy bien en el Perú en la época de Carrión4. Todo esto, por supuesto, formaba un marco de poderoso influjo en los jóvenes científicos del momento, ávidos de luchar por la ciencia y por descubrir nuevos senderos hacia el futuro, de alcanzar notoriedad y de revestirse de halos heroicos coronados por el triunfo, algo que seguramente no dejaba de tocar a Carrión. Por otro lado, es innegable el influjo de la corriente del Positivismo en el pensamiento de la época6, entendido como un desarraigo de lo divino y una creencia en la verdad científica como única verdad, al punto de alcanzar el nivel de una religión. Además, los positivistas creían profundamente, siguiendo a Compte, que sus derechos naturales eran absolutos y que sólo requerían de su propia voluntad y autoridad para ejercer sus privilegios, algo que entonces se manifestaba muy marcadamente en las elites y aristocracias dominantes como únicas poseedoras de la verdad. Es decir, el triunfo era un tema cultural de elite. En especial, el filósofo John Stuart Mill (1806-73) pensaba que los eventos sociales se daban en forma recurrente siguiendo un patrón de comportamiento establecido, lo que los hacía estables y predecibles, y de cierta manera incambiables. Es importante recordar con respecto al momento de Carrión, que Mill enunciaba su principio de libertad diciendo que el individuo era libre de actuar como quisiera, siempre y cuando en su accionar no dañara a los demás, aún cuando se dañara a sí mismo, sin que la sociedad tuviera que intervenir para nada al respecto.

Pruebas de estos influjos las podríamos encontrar en los varios ejemplos europeos de investigadores que se auto-inocularon en esa época con microbios de reconocida virulencia y que en algunos casos causaron el deceso del investigador. Así, Follín relata la inoculación de líquido de una pústula maligna por un alumno del profesor Rayer, y también el caso del médico Ollivier, que hizo lo mismo con respecto a la podredumbre de los hospitales2,7. Algo semejante realizó el Dr. Carré al inocularse con secreciones provenientes de enfermos con osteomielitis; y el Dr. Strauss, asistente del célebre Koch, se hizo administrar endovenosamente sangre de un enfermo colérico en Egipto, que le causó la muerte7,10. Mientras, el Dr. Bochefountain ingirió cápsulas de materia fecal procedente de coléricos durante una epidemia en París2,7,10.

¿Era una respuesta científica la que se buscaba en todos estos casos, incluyendo el de Carrión, o más bien un triunfo de notoriedad o una entrega social extrema por medio del heroísmo?

Quizás no sea posible encontrar una respuesta cabal a la pregunta, pero sí debemos admitir que el sacrificio de Carrión tuvo que ver decididamente con un anhelo compulsivo que lo obsesionó con la idea emperrada de realizar el experimento en su persona2,3,4,7, fuera esta de tenor científico o de búsqueda apasionada de surgimiento social y científico. Si además influyó su condición de provinciano modesto o de ¨cholito¨ como sugiere Uriel García3,4, para lograr tal vez un triunfo que lo catapultara al éxito y la notoriedad y lograr reconocimiento de los grupos dominantes de la medicina, no es posible demostrarlo, pero si fuera el caso no estaría del todo en desuso en la época, sin por eso el hacerlo fuera menos heroico. De otro lado, la búsqueda heroica y abnegada se trasmitió largamente, inclusive al siglo XX. Tal como cita el propio Uriel García3, existen ejemplos claros de auto-experimentación de acción valerosa extrema en este siglo, como lo son el caso de Carroll y Lazear en 1900, en Egipto, dejándose picar por mosquitos infectados por fiebre amarilla, sucumbiendo Lazear; y el caso de Zagury al inocularse el genoma del HIV, en 1987 nada menos, en busca de la vacuna correspondiente.

Las implicancias de que la Academia Libre de Medicina representaba a aquellos facultativos de alto rango social provenientes de las filas de la aristocracia es sugestiva de la época, pero en todo caso, una disposición tal estaría acorde con la composición fuera de balance de las sociedades de aquellos tiempos con diferencias marcadas entre los grupos de estratos disímiles, resultantes del valimiento contagioso del Victorianismo y del Positivismo decimonónicos. Se ha llegado a decir que el sacrificio de Carrión trató de capitalizarse por estos grupos de elite, tocados en su ego por la actitud agraviante del gobierno de Iglesias, y que más tarde trataron de europeizar la imagen misma de Carrión7, dándose a entender que convirtiéndolo en ¨blanco¨ su sacrificio estaría en correspondencia con los ideales que sólo los grupos de elite podrían tener entonces.

Al respecto, puede mencionarse el hecho de que la Academia Libre de Medicina aprobó una moción para que el nombre de Carrión fuera mencionado como “presente” al pasar lista en cada sesión, así como la formación de una comisión encargada de la erección de un busto para perennizar su imagen12. Es más, el Dr. Villar, prominente miembro de la Academia Libre de Medicina y jefe de la sala de las Mercedes del Hospital Dos de Mayo, durante su interrogatorio judicial con respecto a la muerte de Carrión arguye en favor del aspecto científico y abnegado, en boga entonces, recordando el ejemplo de los sacrificados investigadores europeos que arriesgaron su vida en pro de la ciencia y la humanidad como un dechado encomiable2,7,10

Por último, cualquiera haya sido la intención de Carrión en su sacrificio o las influencias en derredor suyo, es innegable que alcanzó una posición máxima de heroísmo entre el contexto histórico de los médicos peruanos, al mismo tiempo que descorrió un especial interés en el estudio de la verruga, algo todavía no completado, aún si su imagen fue posteriormente mitificada hasta un punto de conveniencia para algunos grupos y existió cierta irrealidad en el hecho mismo de interpretar el sacrificio9. Pero también comprobó Carrión que la entidad de la verruga era transmisible por inoculación al ser humano2,3, algo dudoso en la época, al mismo tiempo que demostró, intencionalmente o no, la misma etiología entre dicha entidad y la llamada Fiebre de la Oroya2,4, afección grave que padecieron muchos obreros que trabajaban en la construcción del ferrocarril de la Oroya, en 1870, en las áreas de Chosica, Matucana y Cocachacra. Y este último fue el proceso que realmente padeció en su experimento, a pesar de haberse inoculado con raspados de verruga, entidad más bien benigna y sin mayor peligro. El curso de la enfermedad provocada fue más incisivo y mórbido que lo esperado, hasta llevarlo a la muerte. Quizás esto pudo tener relación a un disminuido estado de inmunidad o de salud. O tal vez, simplemente deba decirse que las dos formas clínicas, que hasta entonces se pensaba que eran entidades diferentes, resultaron ser en realidad dos fases de un mismo proceso: una verrucosa y más bien cutánea y de benigna evolución, y otra anemizante y muy severa, con posibles trastornos de inmunidad1,11,13 y alta incidencia de mortalidad, postulándose que ocurrió tal vez en el caso de Carrión porque éste conllevaba un estado inmunológico comprometido.

Siguen siendo desconocidas las razones por las cuales no se administró a Carrión una transfusión para subvenir la severa anemia del proceso, aunque al parecer, sí se hicieron preparativos al respecto2,7, cuando fue trasladado finalmente, aunque tarde, a la Maison de Santé para su tratamiento, el 4 de octubre, falleciendo al siguiente día.

El estudio de la verruga ha generado desde entonces una extensa investigación y ha dado lugar a abundante material en la literatura médica. Fue notorio el interés despertado en los médicos europeos y norteamericanos después de la experiencia de Carrión, como lo ejemplifica la llegada del profesor de Harvard, Dr. Richard Strong, a Lima, que al parecer trató de reproducir la enfermedad en humanos3, aunque disintió de la unificación de la enfermedad que había ya hecho Odriozola en 1914 basado en hechos etiológicos, clínicos y anatomopatológicos, y sostuvo dos etiologías diferentes para la Verruga y la Fiebre de la Oroya9. Pero el interés mundial en la verruga fue impulsado por los trabajos de pioneros peruanos como el del Dr. Ernesto Odriozola, autor de la obra ¨La Maladie de Carrión ou la Verruga Péruviénne¨, publicada en París en 18988; o los trabajos de Alberto Barton, quién en 1905 describió al agente etiológico o Bartonella Baciliformis9; así como otras muchas investigaciones ulteriores por parte de Monge, Rebagliati, Hercelles, Valdizán y muchos otros9 tanto sobre la propia entidad, patogenia y cuadro clínico, y las investigaciones sobre el agente vector, un díptero hemófago, la Lutzomyia Verrucatum o Phlebotomus Verrucarum, o ¨Titira¨, como se le conoce en Perú1,9,11.

No ha concluido todavía el estudio de la Verruga, enfermedad conocida desde épocas prehispánicas en el Perú y a la cual hacen referencia varios cronistas españoles durante la conquista9, en especial a la famosa epidemia sufrida en el pueblo de Coaque(actual Ecuador) por los soldados de Pizarro, aunque Arce9 sostiene que no fue esa la forma conocida por Carrión, sino otra modalidad de “berrugas”. Y es también necesario encontrar los diferentes elementos de inmunidad implicados en el proceso mórbido que hacen que el cuadro sea diferente en cada paciente1,9,11,13, así como el estado nutricional, estudiado tanto por el Dr. Kuczynski9, entre otros. Es importante también conocer las características especiales de la Bartonella, agente microbiano causal de la enfermedad, a la vez que determinar los factores que hacen que la verruga peruana tenga una forma clínica anemizante y más severa que aquella de las otras varias formas que se conocen en el mundo1,11,13, entre las que destacan la B. Henselae y la B. Quintana, relacionadas al arañazo del gato, a los inmunodeprimidos y a los alcohólicos vagabundos1,13.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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2. Daniel Alcides Carrión: mártir de la  medicina peruana, héroe nacional, ley 25342 / Delgado Matallana, Gustavo.— Lima : UNMSM, Fondo Editorial; Asociación de Historia de la  Medicina Peruana y Parques Conmemorativos,   2001. 581 p.

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8. Odriozola, Ernesto. La Maladie de Carrión ou “la Verruga péruviénne¨. Georges Carré et C. Naud, París, 1898.

9.Rebagliati R. Verruga Peruana (Enfermedad de Carrión). Ediciones UNMSM, Lima, 1940 .

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12.Ulloa, C. Barrios, M.C. Pérez Roca, A. Boletín de la Academia Libre de Medicina de Lima. Primer año, Tomo I, Lima, 1886.

13.Vásquez, P. García, P Chanqueo, L et al. Angiomatosis Bacilar por Bartonella quintana en paciente con infección por virus de Inmunodeficiencia Humana. Rev. Chil. Infectol. 2007; 24(2).

 

CORRESPONDENCIA

Alejandro Graña Aramburú
agrana1940@yahoo.com