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Acta Médica Peruana

On-line version ISSN 1728-5917

Acta méd. peruana vol.28 no.3 Lima July/set. 2011

 

Artículo de opinión

El Ser del peruano

Being the Peruvian

 

Saúl Peña Kolenkautsky1,2,3

1 Médico Psiquiatra.

2 Profesor Honorario por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú.

3. Miembro fundador del Royal College of Psychiatrics, Londres, Inglaterra.


RESUMEN

Nuestro Perú, un crisol multicultural, pluriétnico, megadiverso y con una problemática difícil ante la tarea de construir un concepto unificado pero flexible de ser peruano nos reta a contribuir en esta vital tarea de identidad sumamente ardua y compleja, pero impostergable.

Palabras clave: Perú, personalidad, etnología


ABSTRACT

Our Peru, a multicultural pluralism, multi-ethnic, mega-diverse and difficult a problem to the task of building a unified but flexible to be Peruvian challenges us to contribute to this vital task extremely arduous and complex identity, but postponed .

Palabras clave: Peru, personality, etnology


Para adentrarse en la problemática de nuestro país es indispensable intentar comprender el ser del peruano en un abordaje multidisciplinario, desde todas las perspectivas posibles. Mi contribución corresponde a mi identidad psicoanalítica y a mi ideología inconsciente y consciente; lo que significa para mí ser peruano; mi observación y vivencias del desarrollo de nuestra idiosincrasia, historia y cultura.

Es una tarea sumamente difícil por las diferencias que van desde lo ambiental y lo geográfico por un lado, hasta lo racial, lo histórico y lo lingüístico, por otro. Sierra, Costa y Selva traducen experiencias distintas, así como brechas enormes entre las diversas clases socioeconómicas y educacionales, sin desconocer las posibilidades de aspectos comunes.

La pobreza y la miseria, incompatibles con la dignidad humana, conducen a un considerable número de personas a un déficit afectivo, espiritual, psíquico, ético e intelectual y a un evidente riesgo de caer en la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia, el contrabando, el terrorismo, etcétera, y hay quienes no estando en esta situación, lamentablemente, también caen en estas sociopatías.

El peruano proviene fundamentalmente de una dualidad física, psíquica y cultural, de polaridades. Dentro de estas se encuentra el instinto de vida, Eros, frente al instinto de muerte, Tánatos; la creatividad y la destructividad, el amor y el odio, lo autóctono y lo foráneo, la pobreza y la riqueza, la libertad y la esclavitud, procesos de identificación y de contraidentificación.

Siguiendo un modelo médico, psicoanalítico y humano, es necesario reconocer nuestro mestizaje histórico y los hispánicos de nuestra identidad con otras influencias raciales, sociales y culturales, como expresión simbólica e internalizada de dos culturas –principalmente- y de la trascendencia de cada una de ellas; asimismo, de la anfimixis genética y cultural que da como resultado la peruanidad: algo propio que no poseen las culturas que al unirse la concibieron.

Tomando en cuenta a la población menos favorecida, por las investigaciones hechas por el doctor Carlos Alberto Seguín y recogidas en su libro Convivencia. Un estudio de la realidad peruana, se puede llegar a la conclusión de que el peruano (sobre todo el que vive en la capital) proviene de una sociedad sin padre o con un padre abandógeno, marginador, prepotente, autoritario, que utiliza a la mujer para luego maltratarla, dejarla, incluso impregnada. Esta se convierte en una madre desamparada, deprimida y desesperanzada; bajo una compulsión repetitiva, emprende relaciones dependientes con muchos hombres, quedando con hijos de diferentes padres. Esto se ve agravado por la gran cantidad de embarazos de adolescentes y una falta de planificación de la natalidad. La proporción de niños muertos por abortos inducidos es tremendamente alta, así como el índice de mortalidad de las madres. Los déficits arriba mencionados conducen a la promiscuidad, al incesto, al desafecto, a la frialdad y a la estructuración de una personalidad con traumas acumulativos y tremendamente destructivos.

Históricamente puede concebirse que la violación genocida, de rapiña, ejercida por los conquistadores, con una falsedad en sus principios religiosos propició una identificación escindida del peruano con el agresor y con el sometimiento.

Las instituciones y la historia política de los líderes y de los gobernantes posteriores a la conquista, la colonia y el virreinato, con honrosas excepciones, no muestran un interés por el país ni por los otros, sino por su propio beneficio (184 años de corrupción en el Perú, por Héctor Vargas Haya). La patología política es más lesiva que la individual. El peruano está perdiendo la credibilidad y la confianza en las instituciones incluyendo el clero.

Hay una injusticia que tendríamos que restituir; si representamos simbólicamente a la madre como lo indígena y al padre como lo español, percibimos la agresión destructiva, el abandono, la exclusión, la devaluación y aun la descalificación del aspecto materno en relación al idioma, la lengua quechua, que ha sido marginada desde la conquista hasta nuestros días por el país oficial. Garcilaso, Guamán Poma de Ayala, Túpac Amaru y Arguedas, en diferentes momentos, sobresalen en sus intentos de restitución.

Es necesario consolidar nuestra identidad de origen con la identidad universal, dado que los valores de la humanidad, en conjunción con los propios, son los que representan más plenamente al hombre. En vez de una posición chauvinista, endogámica y limitante es importante tender hacia una cópula creativa exogámica y desprejuiciada. Así, reconoceremos el carácter integrador de la educación, la identidad y la cultura.

Es importante destacar como un logro esperado por mucho tiempo el derecho de la mujer a una educación igualitaria. Quizás esta sea la contribución más valiosa a nuestra identidad y cultura, luego de superar prejuicios anacrónicos, sustentados en una envidia destructiva, malsana y de profunda ingratitud. La mujer peruana, gracias a la educación, entre otros factores, está consolidando su independencia y aporte espiritual, sexual, económico y político.

Las clases pudientes y medias pueden tener felizmente una educación, una economía y un conocimiento que les permite una situación muy diferente a la del pobre o desvalido que está expuesto a situaciones deplorables y a sentimientos de venganza y revancha.

Debemos nuestra gratitud permanente a los precursores y héroes de nuestro país, y contamos con paradigmas como José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Jorge Basadre, José María Arguedas, Raúl Porras Barrenechea, Víctor Andrés Belaunde, Julio C. Tello, Blanca Varela y Leopoldo Chiappo que han destacado en el Perú y en el mundo. Y actualmente Francisco Miró Quesada C., Gustavo Gutiérrez, Luis Jaime Cisneros, Mario Vargas Llosa y Javier Pérez de Cuellar, entre otros, personas universales, cuyos alcances son reconocidos mundialmente.

Habría que entender al peruano, con las diferencias que se han anotado antes, en términos de su realidad inconsciente, de su infancia y de su constelación edípica; es decir, de su relación con su madre y su padre, de las relaciones de ellos con él y de la relación que ha percibido entre éstos. Para comprender mejor su identidad es necesario ver las influencias familiares, ambientales, nutritivas, educativas, socioeconómicas, culturales y políticas; su desarrollo psicoafectivo, sexual, emocional, laboral, de realización personal y las expresiones filosóficas, ideológicas, éticas y religiosas; sus defensas primordiales, sus relaciones actuales y la importancia de lo transferencial.

La madre peruana da cariño y da comida, da alimento y amor a pesar de estar abandonada, marginada, explotada. Hay muchos hogares destruidos, que no lo serían aun estando los padres separados si éstos fueran saludables, manteniendo su paternidad o maternidad responsable a favor de sus hijos éstos tendrían prácticamente asegurado su desarrollo, pero otros que tienen padres separados, en que no hay padre o no hay madre, o padres que se insultan, se maltratan, se denigran y usan a los hijos, producen profundos resquebrajamientos de su personalidad y pueden volverlos destructivos, llenos de odio, cólera y rabia contra el mundo.

Como decía Basadre en 1947, en Meditaciones sobre el destino histórico del país, “en el Perú nos encontramos con los podridos, los congelados y los incendiados”. Yo agregaría a las personas que sustentan su existencia en la apariencia, con una interioridad, si no hueca, falsa; pero felizmente tenemos que reconocer y admirar la existencia de peruanos íntegros, sensibles y amantes de la paz y de la vida.

Los podridos, dice el historiador, son los que han prostituido y prostituyen las palabras, conceptos, hechos e instituciones, al servicio exclusivo de sí mismos. Los congelados se han encerrado dentro de ellos mismos y no miran sino a quienes son sus iguales, y nadie más existe. Los incendiados se han quedado sin iluminar y se agitan sin construir. Los primeros han hecho todo lo posible para que este país sea una charca, los congelados lo ven como un páramo y los incendiados quisieran prender explosivos para que surja una gigantesca fogata. “Que el Perú se escape de estas amenazas y que no se pierda por la obra, por la inacción de los peruanos”, dice el maestro.

He considerado indispensable hacer una relectura de las contribuciones más importantes sobre el tema y he elegido para iniciar este análisis inconcluible 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui. Lamentablemente la gran mayoría de nuestro pueblo no conoce esta obra en su integridad ni ha podido aprovechar su contenido.

Su pensamiento era libre, espontáneo y natural. Dedicó su vida a trabajar cognitiva, afectiva y comprometidamente para el pueblo peruano, afirmando las características propias de nuestra realidad. En Peruanicemos al Perú, advirtió de la necesidad de formar, con raíz nacional, la conciencia de los peruanos.

A Mariátegui un imperioso mandato vital le ordenaba poner toda su sangre en sus ideas. Es relevante su especulación política, ideológica y humana. Europa constituyó el sustento de su universalidad, unida a su peruanidad a la que potenció. Comunica su profunda intuición cuando reconoce no ser un crítico imparcial ni objetivo y manifiesta que se nutre de sus ideales, sentimientos y pasiones; es decir, de su subjetividad.

En el primer capítulo sobre la economía colonial, con el mayor respeto y gratitud profunda, me permito discrepar del Amauta. Cuando él dice que la conquista aparece en lo económico más netamente que en cualquier otro campo, yo más bien creo que la conquista aparece más en el terreno humano, dado el sometimiento, la impotencia, la violación, la humillación y el despojo, constituyéndose en el trauma primordial de nuestra historia.

Para Mariátegui, los incas construyeron el imperio con materiales humanos y morales allegados por los siglos: el ayllu, la comunidad fue la célula del imperio. Los huacos, el arte incaico, son los mejores documentos de su civilización.

Creo, igualmente, que en el Incanato no se vivía solo con bienestar material debido a lo laborioso, disciplinado y sencillo, sino con un bienestar psicoespiritual y existencial interno. La organización colectivista regida por los Incas había enervado en los indios el impulso individual y, a mi entender, libidinal de una conciencia social. Los incas construyeron caminos, canales y se extendieron, sometiendo a su autoridad a pueblos vecinos. El trabajo colectivo, el esfuerzo común, se empleaba fructuosamente en fines sociales.

La tierra ha sido siempre la alegría del indio: ha desposado a la tierra; siente que la vida viene de ella y vuelve a ella. González Prada, el precursor de una nueva conciencia social, manifestaba que nada cambia más pronto ni más radicalmente la psicología del hombre que la propiedad. No sé si lo que más, pero considero que es importante y no por razones de la propiedad en sí, sino por lo que ésta significa para la mente y el espíritu.

Las armas y los caballos de los invasores aterrorizaron a la población indígena; le produjeron impresiones supersticiosas. Los conquistadores intentaron destruir la cultura Inca; se distribuyeron el botín de guerra, despojando los templos y los palacios de sus tesoros, repartiéndose los hombres, la tierra y las minas de oro y plata. Fue una empresa militar y eclesiástica más que política y económica. Parecían perseguir el exterminio del indio. A la América española vinieron virreyes, cortesanos, aventureros, clérigos, doctores y soldados, y no se formó en el Perú una verdadera fuerza de colonización. Lima estaba compuesta de una burocracia, conventos, inquisidores, mercaderes, criados y esclavos. Mucha inclinación a la diversión, al espectáculo y a la decoración.

El virreinato estableció un régimen de brutal explotación que diezmó a la población aborigen reducida a un estado de servidumbre y de esclavitud. El padre De las Casas sobresalió humanitaria y civilizadamente en defensa de los indios. No ha habido en la República un defensor tan eficaz y porfiado de la raza aborigen. Para el trabajo de las haciendas se recurrió a la importación de esclavos negros y se mezcló una sociedad feudal con una sociedad esclavista. Posteriormente, llegaron considerables contingentes de inmigrantes chinos para sustituir a los esclavos negros.

Se trataba al peón como una cosa y no como una persona impidiendo la subsistencia y desarrollo de los pueblos. La servidumbre del indio no disminuyó bajo la República, se convirtió en una especulación demagógica y pre-electoral de algunos caudillos. Las revueltas, las tempestades del indio fueron ahogadas en sangre. Hasta hoy persiste el enfrentamiento no solo consciente sino inconsciente entre el espíritu autóctono y el de mentalidad colonial.

Las ideas de la revolución francesa y de la constitución norteamericana fueron difundidas en Sudamérica. La revolución histórica de la independencia sudamericana fue inspirada y movida por los intereses de la población criolla y aun de la española más que de la indígena.

La peruanidad enfrenta dilemas éticos y encubrimientos que es necesario detectar y esclarecer; así como comprender la violencia, la crisis de identidad, los complejos de culpa y mitomanía social, manteniendo las ideas, el diálogo interno y externo, el quehacer del ayer, del hoy y del futuro. Los encuentros y los desencuentros en relación a la trascendencia de la historia peruana, mantienen un ayllu diverso.

La comunidad puede mantenerse con expresiones razonables, éticas, productivas y justas. Así como el pensamiento individualista es válido si no es contrario a la otredad y al sentimiento gregario; pueden existir paralelamente sin perjuicio uno del otro. Va a depender de la esencia del individuo y de la específica comunidad. Es difícil pero la realidad muestra que pueden subsistir creativamente.

En las familias persisten hábitos de cooperación y solidaridad acompañados de lo que se quiere negar, sentimientos de rivalidad, competencia, celo, envidia y agresividad. El criterio de la verdad es un trabajo en armonía con la responsabilidad de cada uno. Lo importante es que fecunde las capacidades y colabore al proceso vital.

La identidad peruana existe, no la idealizada ni la denigrada, sino la real; la que incluye el reconocimiento de lo creativo y de lo destructivo, del amor y del odio, de la proximidad y de la distancia, de la envidia y la gratitud, de la solidaridad y mezquindad, de la cultura y de la ignorancia, de la pobreza y de la riqueza, de la verdad y de la mentira, de la inocencia y la malicia, de la megalomanía y de la modestia, de la ambición y el desprendimiento, de la guerra y la paz, de la dependencia e independencia, del sometimiento y liberación, de la libertad y esclavitud de la vida y de la muerte.

Los residuos de la conquista, de la colonia, del virreinato y de muchos periodos de la república han determinado que el peruano viva espacios de sometimiento, externos e internos.

Existe, en gran medida, y lamentablemente, el peruano que es falso y que trata de aparentar o aparecer como ético y justo. En su vida cotidiana trata de sacar beneficios, con una identidad escindida entre lo que dice y lo que hace. El tipo de defensa que utiliza no solo es la negación sino la inversión, en la que trata de aparecer como algo bueno lo malo que hace. Existen andinos que tratan de mantener y sobrevivir con sus ideales primigenios y ser consecuentes con ellos, pero al encontrarse con un medio ambiente nuevo tratan de hacerle experimentar lo que sienten del ambiente hacia él: la marginación. Pierden sus valores y se convierten en seudo criollos, sin conciencia moral, aquellos que conducen sin importarle a quienes atropellan porque es así como se han sentido ellos mismos. Algunos líderes son expresión hipertrofiada del falso ser, de una corrupción interior y de aspiraciones exacerbadas de sí mismo y de muchos.

No se habla suficientemente de los temas esenciales, trascendentes y sustantivos que vienen perpetuándose por mucho tiempo. Es como si estos problemas desde la conquista se trataran de cubrir y de no enfrentar decisivamente, a favor de una escisión del peruano y en contra de nosotros mismos, como si se negara su existencia, siendo visible y evidente, como el racismo y la pobreza. La herencia de factores negativos coloniales y virreinales tiene que ver con la hipocresía, el encubrimiento y la mentira que ha llegado a ser institucionalizada. Esto no niega la responsabilidad del peruano actual que no puede justificar su comportamiento y conducta adjudicándolos a su historia política o familiar, debe asumir la responsabilidad que le corresponde. Los que dicen la verdad suelen caer muy mal. La mentira está vinculada al autoritarismo, a la carencia de educación y a limitaciones personales, familiares, económicas y éticas. Todo esto genera una falta de autoestima, desde los sectores más deprimidos hasta los más encumbrados. Pero también hay peruanos prósperos, con ética, que no les gusta abusar de los otros; trabajadores, creativos y positivos que no tienen que envidiar a ningún otro ciudadano del mundo.

No es que el peruano no tenga memoria sino que algunos, en su ambivalencia y en su carencia espiritual, tienen un aspecto que quiere salir de ello y un sentimiento de envidia creativa al identificarse con aquel que ve en paz, contento y seguro de sí mismo, pero otro aspecto de él desea ser como el vivo que logró en una forma no ética alcanzar lo que quería; de ahí que se identifica, no por olvido, con el exitoso, así sea ladrón o asesino.

El peruano mira los asuntos del país y cree que solo el Perú tiene problemas particulares. No entiende que todo es parte de los grandes procesos del mundo. No estamos solos. Se debería mirar al exterior y a nuestra región dentro de ese contexto.

El poder no es suficiente; percibimos a personajes con un poder enorme y que sin embargo se sienten amenazados y perseguidos interiormente. Su comunicación es desconfiada, paranoide y tratan de eliminar este temor de adentro por el de afuera inexistente, pero muy en consecuencia con su tendencia ambiciosa compensadora.

El día en que haya amor auténtico, espontáneo, natural entre los que conformamos la peruanidad ésta va a llegar muy lejos, pero superar los prejuicios es muy difícil y reitero, solamente podrá lograrse algo si estos se resuelven gradual, genuina, libre y responsablemente.

Los propios indios dan señales de una nueva conciencia. El problema indígena no puede encontrar su solución sin reconocer la insensibilidad moral de generaciones y de épocas. Ser peruano es reconocer nuestra cultura y ancestro indígena; es imperativo superar nuestra fractura o luxación psíquica y cultural. Mientras no la integremos a lo indígena seguiremos siendo medio peruanos (Riva Agüero y Mariátegui). Se ha articulado con lo mejor del conquistador y también con lo peor, y sin embargo todavía se mantiene marginado, denigrado y despreciado el indio, el quechua y su raza como si fuera inferior, de ahí que elementos indispensables sean superar su miseria y pobreza y educarlo digna, real y verdaderamente.

Creo en una revolución humanista y universalista que logre gradual y laboriosamente llegar a un nosotros, a amar al otro, manteniendo incluso nuestra diferenciación, individuación y separación, con la posibilidad de un connubio o cópula auténtica. Esto sería un predominio del Eros sobre el Tánatos, de la superación del racismo, de la xenofobia; de lo espontáneo sobre lo obligatorio, de lo natural sobre lo artificial, de lo auténtico frente a la falsedad; es decir, podríamos llegar a un nivel medular y esencial del alma que es lo axiológico y afectivo instintivo.

Y esta es la forma en que entiendo el inconsciente de Mariátegui, porque él, más que socialista era un humanista. Yo creo que cualquier reivindicación tiene que integrar el plano filosófico, cultural, ético, espiritual, lingüístico con lo económico y lo político. Es decir, se tiene que resolver el problema del inconsciente, llámese colectivo o cultural.

Son dialécticas revolucionarias distintas pero ambas lo son. Hay que trabajar en contra de un poder exclusivo, agresivo, desafectivo, voraz, excesivamente ambicioso que quiera mantener solo para sí los bienes.

La libertad es como el oxígeno para el espíritu y fundamental para cualquier ser humano que asume con dignidad lo que es. La tiranía oprime la voluntad de un pueblo y sofoca su impulso vital.

Nuestra aspiración más grande, sería la certidumbre de nuestra identidad, nacionalidad y peruanidad, que nos llevaría a integrarnos con todos los países latinoamericanos. Así compartiríamos nuestra idiosincrasia, costumbres ancestrales, danzas, ritos, mitos, folklore, tradición genuina. El patriotismo no solo es recordar nuestro pasado, sino vivir con satisfacción plena el ser peruanos, mirar hacia el futuro con el reconocimiento de nuestro pasado y presente.

Si integramos saludablemente nuestra diversidad no solo tendremos una cópula creativa de nuestra interioridad: pasado, presente y futuro, sino una joie de vivre, una alegría de vivir suficiente y plenamente libres y comprometidos. Es decir, consolidar nuestra historia, pero responsabilizarnos de qué hacemos con ella, sin discriminaciones ni prejuicios sino con experiencias, vivencias y diálogos internos y externos que nos permitan disfrutar de esta peruanidad y tender a una universalidad, que se enriquecen y fortalecen mutuamente. Tender a una armonía, manteniendo nuestras discrepancias humanas, alturadamente. Creo que el énfasis no debe estar exclusivamente puesto en las empresas privadas y no privadas; a buena hora, celebremos sus éxitos esfuerzo y conocimiento. No nos veamos seducidos por el esplendor de los pocos, sino dirijamos nuestro espíritu, nuestra alma a hacer algo, pero algo real por los que no tienen. Que no solamente no carezcan de alimento material y económico, sino que tengan la oportunidad de desarrollarse como seres humanos plenos, con una ética espiritual y psíquica; en mi lenguaje, de una libidinización de la agresión; de una filosofía de vida, de cultura, de creatividad, de integración y de paz. Se puede sustentar una peruanidad desde la realidad interna y tender hacia una integración interior genuina y real.

Gran parte de la clase política ha dado muestras de negligencia y corrupción. La gente está desilusionada y es importante que vuelva a comprometer su pasión en algo que creía perdido. Hay que aprender a mirar los tiempos y no solamente lo externo y el afuera sino lo interno y propio.

Los grandes procesos no se dan en pocos años, tenemos que mirarnos en el mundo y salir de esta visión monolítica y escotomizante. Tenemos que aprender a conocernos y aceptarnos en nuestra realidad con afecto, cariño y tolerancia mutua, y no mirarnos con desprecio que conduce a la pérdida de identidad. Es importante desligarnos de prejuicios ancestrales, atávicos y destructivos.

La identidad y el ser del peruano está en la potencial capacidad que tenemos de integrarnos con la certidumbre, la confianza, el amor, la pasión lúcida y creativa para un “nosotros” que incluya genuina y auténticamente todas las sangres.

 

CORRESPONDENCIA

Saúl Peña Kolenkautsky