Sr Editor:
Se ha mostrado mucho entusiasmo entre la comunidad médica y las sociedades científicas con respecto al uso de la hidroxicloroquina para el manejo del COVID-19. De hecho, muchos hospitales ya están utilizando este tratamiento en pacientes hospitalizados e incluso ambulatorios sobre la base de algunos protocolos hospitalarios, guías preliminares que plantean considerar su posible uso1 y, particularmente, un pequeño estudio no controlado 2 de calidad metodológica cuestionable. Al respecto, quisiera resaltar algunos puntos importantes:
A nivel internacional, las guías de la Surviving Sepsis Campaign3 del Hospital de Peking 4 y una revisión publicada recientemente en la revista JAMA sobre atención de pacientes críticos con COVID-19 5 concluyen que no existe evidencia de que el uso de cloroquina e hidroxicloroquina brinden un beneficio clínico. A nivel nacional, el Instituto de evaluación de tecnologías sanitarias de EsSalud (IETSI) ha revisado los datos existentes hasta el momento, llegando a la misma conclusión y recalcando que en el estudio de Gautret 2 se mostró una disminución de la excreción viral sin evaluar desenlaces clínicos (aunque en el grupo de intervención tres pacientes requirieron cuidado intensivo y uno falleció) y el grupo de controles incluyó niños, restando comparabilidad a los grupos. Aunque ningún estudio o experiencia preliminar publicada en el mundo ha demostrado eficacia clínica, hay múltiples ensayos clínicos en curso evaluando la eficacia de estas y otras drogas antivirales con el SARS-CoV-2. En todos estos documentos que incluyen una revisión extensa de la literatura, se recomienda que la evaluación del uso de cloroquina e hidroxicloroquina deben darse en el contexto de ensayos clínicos a fin de determinar su potencial eficacia 6.
Por otro lado, ni la cloroquina ni la hidroxicloroquina son fármacos exentos de efectos adversos. Tienen el potencial de prolongar el intervalo QT y, aunque infrecuente, este efecto puede potenciarse por la interacción farmacológica -de alto riesgo- con azitromicina (https://reference.medscape.com/drug-interactionchecker), combinación que se está recomendando indiscriminadamente sin reparar en sus peligros potenciales. Más aun, dados los casos de miocarditis, injuria miocárdica aguda y arritmias asociados al virus 7, podría ser que esta combinación sea más dañina que beneficiosa debido al uso no regulado de la droga. Por otro lado, es importante que la comunidad no perciba este tratamiento como una cura definitiva, pues en otros países ya están apareciendo los casos de intoxicación por cloroquina frente al anuncio de su eficacia 8.
En estos casos de emergencia nacional e incertidumbre científica, lo que se puede considerar es el uso fuera de etiqueta, el cual se encuentra normado por la DIGEMID. La decisión personal de cada médico es respetable, pero debe informarse al paciente y/o familiares de que se trata de una terapia experimental y que se debe contar con su consentimiento. Si bien existe la posibilidad -y mucha fe- en que el uso de cloroquina o hidroxicloroquina demuestren ser útiles, también es factible que no los sean e incluso provoquen desenlaces adversos.
Finalmente, es esencial recalcar la necesidad de un proceso estandarizado pero rápido de toma de decisiones que permitan formular recomendaciones en este contexto de emergencia, respetando la institucionalidad correspondiente y desarrollando un liderazgo positivo. Cuando aparezcan terapias promisorias, es importante hacer una valoración crítica de su utilidad, sopesando los posibles beneficios y los riesgos potenciales. Aún en situaciones apremiantes, como la que atravesamos ahora, debemos recordar el primum non nocere (primero no hacer daño). La publicación de recomendaciones de manejo a cargo del Ministerio de Salud con intervención de las sociedades científicas involucradas y con actualizaciones semanales con base en la evidencia acumulada es una prioridad.