Historia de la psicología como especialidad: Historiografía, fundamentos y problemas

La historia de la psicología es una disciplina que está íntimamente ligada con la filosofía y, en ese sentido, los primeros textos de historia de la psicología tocaron más temas filosóficos que psicológicos, sobre todo aquellos que aparecieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Mientras que otros textos de historia de la filosofía comprenden muchos temas psicológicos. Así, por ejemplo, el texto Historia de la filosofía de Wilhelm Dilthey (1833-1911) menciona a Hyppolite Taine, Herbert Spencer, Wilhelm Wundt y a William James, entre muchos otros autores que han hecho importantes aportes a la psicología (^{Dilthey, 1949/2018}); en cambio el texto de Max Dessoir (1867- 1947), Bosquejo de historia de la psicología, ni siquiera menciona a Wundt (^{Dessoir (1912}). En ese sentido, ^{Hilgard et al. (1991}) han señalado que hacia 1988 se han publicado aproximadamente 180 libros sobre historia de la psicología.

Pero entre los primeros textos de historia de la psicología y los que fueron escritos en la segunda mitad del siglo XX, existen diferencias notables que reflejan una cada vez mayor «consciencia histórica» y la creciente necesidad de introducir los aportes de la filosofía y la sociología para una mejor comprensión de los fenómenos históricos. Dentro de los primeros autores que escribieron textos de historia de la psicología, figuran psicólogos de talla mundial como Granville Stanley Hall (1846-1924), James Mark Baldwin (1861-1924) y Robert Woodworth (1869-1962); pero mientras Hall aplicó el método biográfico (^{Hall, 1912}), Woodworth se centró en las escuelas psicológicas (^{Woodworth, 1931/1964}) y Baldwin escribió en dos tomos de consecutiva aparición, un texto más consistente con los enfoques historiográficos actuales, que a diferencia de los mencionados se aleja de un discurso meramente narrativo (^{Baldwin, 1913}a, ¹⁹¹³b). Por ello, dice ^{García (2014}) que, el de Baldwin, es un texto adelantado para su época, pues, aunque su contenido es bastante limitado y no explora a fondo las escuelas psicológicas, ni la obra de Wundt; el enfoque epistemológico que emplea para exponer las corrientes de pensamiento que dan forma a la psicología es bastante notable.

Asimismo, si comparamos el texto de Baldwin con el de Otto ^{Klemm (1914}) o el de Max ^{Dessoir (1912}) que se publicaron originalmente en Europa en 1911, o el de George Brett, cuyo tercer volumen se publicó en 1921 (^{Brett, 1963}), o el de Walter ^{Pillsbury que se publicó ocho años después (Pillsbury, 1929}), o el de Gardner Murphy publicado originalmente en 1933 (^{Murphy, 1933/1964}), notamos claramente una orientación más externalista y reflexiva. Mientras que los otros autores aludidos plantean, implícitamente, explicaciones internalistas. Estos rasgos propios de las primeras producciones historiográficas de la primera mitad del siglo XX, develan una aproximación mecanicista de la historia. Y es que, la misma«historia» es un constructo polisémico (^{Rosa, 1993}), con implicancias filosóficas, físicas, metafísicas, socioculturales, científicas y las propiamente históricas; que han cambiado a lo largo del tiempo, pasando desde una concepción aristotélica de estudio a un relato cronológico de hechos y, de ahí, a un proceso de construcción de significados (^{Sáiz & Sáiz, 2008}). En otras palabras, la historia ha dejado de ser una erudición enciclopédica para convertirse en un objeto epistemológico de la ciencia, donde las biografías, las cronologías y las narraciones históricas son medios para el estudio histórico, mas no sus fines.

Visto así, el estudio de la historia de la psicología apunta hacia un horizonte epistémico, en el que mientras la historia es una elaboración del pasado, la historiografía amalgama sus fundamentos teórico- metodológicos que nos ofrecen una construcción histórica que requiere de una narración coherente y fundamentada en hechos y evidencias históricas (^{Rosa, 1993}). La historia de la psicología no es pues una mera descripción de hechos, sino que busca, como ciencia que es, una explicación de la realidad (^{Hempel, 2005}). Esta explicación es correspondiente con la comprensión de los fenómenos estudiados, y he ahí el germen epistemológico de la historia, pero como tal, supone la narración de un discurso en el que entran a tallar las fuentes historiográficas y las concepciones del historiador, que sirven de base para la interpretación de los datos y la construcción de una versión histórica.

Esta contraposición entre la epistemología y la doxografía, implica que el historiador escoge una serie de sucesos y personajes que considera relevantes para hacer su construcción histórica, pero que responden a un canon que se ha venido configurando en cada época, nutriéndose de los aportes precedentes y de los desarrollos presentes (^{Rorty, 1990}). Como tal, el solo hecho de seleccionar ciertas fuentes de carácter historiográfico, supone ya un problema epistemológico para la investigación histórica, porque dependiendo de estas elecciones documentales, se puede derivar en una visión fragmentada de la realidad, o peor aún, en una versión distorsionada de la historia. En ese sentido, no puede olvidarse que lo más específico de la ciencia es su valor de verdad (^{Loredo et al., 2007}), por ello, también habría que distinguir entre una historiografía universalista que se mueve hacia la búsqueda de la verdad (^{Ricœur, 1955/2015}), y que se afina con algunos criterios de Karl ^{Popper (1959/2003)}, en tanto realismo crítico; de una historia relativista en la que los paradigmas que orientan la labor investigativa determinan la realidad que exploran los historiadores (^{Hergenhahn, 2011}), como la que propone Thomas Kuhn (1962/2006).

Otro problema importante para la historia de la psicología deviene de la amplitud de las narraciones históricas, pues dado que la psicología tiene un origen intemporal y un origen formal (^{Robinson, 1980}), algunos historiadores han abarcado los aportes filosóficos de la antigüedad, mientras que otros se han focalizado en una historia de la psicología moderna, desde la fundación de la psicología como ciencia (^{Hergenhahn, 2011}). Estas construcciones históricas mantienen una orientación positivista en la que la psicología debe liberarse de la filosofía, por tanto, se omite su «largo pasado» (^{Ebbinghaus, 1908}), y deriva en ciertas ocasiones, en una historia de las escuelas psicológicas. Son varios los textos de historia de la psicología que han desarrollado una sistematología de la psicología (^{Fierro, 2016}d), ya sea que abarquen explícitamente la historia de varias escuelas o sistemas psicológicos como el de (^{Woodworth, 1931/1964}, el de Edna ^{Heidbreder (1933/1961)}, el de Benjamín ^{Wolman (1968}), el de James ^{Brennan (1999}), el de ^{Jones y Elock (2001}); que lo hagan de forma implícita (^{Goodwin, 2010}; ^{Greenwood, 2011}; ^{Hergenhahn, 2011}; ^{Leahey, 2006}; ^{Yarochevsky, 1990}), o que se concentren en ciertos sistemas psicológicos como el conductismo (^{Mills, 1998}), la psicología cognitiva (^{Gardner, 2000}) o la psicología neotomista (^{Misiak & Standt, 1955}). Pero como dice ^{Caparros (1980}), la práctica de la historia de la psicología no se libera de las descripciones narrativas por concentrarse en las escuelas psicológicas o la sistematología de la historia de la psicología, ya que la meta de la historiografía es alcanzar un nivel explicativo auténticamente histórico, y no solamente comparar unas escuelas con otras. De modo que mientras la historia de la psicología no se ubique en un nivel explicativo, más allá de sus especificaciones teóricas y documentales, solo cumpliría una labor propedéutica o informativa.

Por otro lado, es muy importante tener presente que la historia y la psicología son disciplinas con objetos de estudio diferentes, pero que en tanto son ciencias, ambas comparten una serie de criterios epistémico-metodológicos que confluyen en el conocimiento de la realidad. Esto supone entender que las relaciones entre la historia y la psicología pueden ser bilaterales e inter-influyentes. En un primer caso, tenemos que cuando se aplican los métodos de la psicología al estudio de la historia, se habla de psicohistoria que, como disciplina, inicia con las obras de Freud, Erikson, Hall y hasta Wundt, entre otros; y se institucionaliza con Lloyd de Mause, quien funda en 1972 el Instituto de Psicohistoria, la Asociación Psicohistórica Internacional y edita el Journal of Psychohistory en 1976 (^{Ardila, 1992}). En el segundo caso, se aplican los métodos de la historia para estudiar la psicología, que es de lo que se trata la historia de la psicología, cuyo proceso de institucionalización veremos un poco más adelante.

Podemos decir entonces que, hasta cierto punto, dentro del marco de acción de la historia de la psicología, la psicología estaría supeditada a la episteme disciplinar de la historia. Pero la historia misma ha alcanzado su propia madurez a través de un proceso de tecnificación y especialización muy particular. Además, la historia persigue fines un tanto diferentes de la historia de la ciencia, pues mientras aquella profundiza en el pasado de un contexto sociohistórico determinado para explicar el presente (^{Cardoso, 1981}), la historia de la ciencia se vale de dicho marco para comprender el tránsito de una racionalidad establecida a otra en el curso de su desarrollo (^{Tortosa & Vera, 1998}). También habría que diferenciar dentro de la historia, una historia universal, también conocida como historia de la cultura (^{Weber, 1935/1969}) de una historia de las naciones; y en el campo de la historia de la ciencia, habría que diferenciar entre una historia de las ciencias naturales y una historia de las ciencias sociales (^{Rorty, 1990}). Esto es importante porque las historias generalistas de la psicología se basan en la periodización de la historia de la cultura, mientras que las historias locales o regionales (que suelen focalizarse en países o regiones específicas de estos) se basan en la periodización de las historias nacionales. Pero la historia de la psicología se ubica dentro del marco de la historia de la ciencia, y esta a su vez se ubica dentro de la historia; con sus correspondientes niveles sistematológicos, epistemológicos y metodológicos, respectivamente. Por tanto, la historia aporta los métodos y los eventos históricos que sirven de marco a las construcciones históricas de la psicología, pero la historia de la ciencia aporta los modelos explicativos que trascienden al desarrollo de la historia de la psicología.

En consecuencia, la historia y la historia de la psicología no operan con la misma lógica, pero están sujetas a los mismos riesgos. En ese sentido, las primeras producciones históricas estaban impregnadas de sesgos culturales, prejuicios biologicistas e interpretaciones presentistas que, en el caso de la historia del Perú, han generado discursos errados de los hechos históricos, que han llegado hasta nuestros días como construcciones míticas o falaces. Por ejemplo, se piensa que el Imperio incaico era un Estado armonioso, y que la llegada de los españoles destruyó su glorioso apogeo, pero lo cierto es que los incas sometieron a diversas culturas prehispánicas motivando en estos pueblos divisiones y resentimientos, de modo que cuando llegan los españoles en 1532, muchos de ellos pelearon del lado de los conquistadores, aunque los resultados tampoco les fueron favorables cuando se implantó el régimen virreinal en 1542 (^{Pease, 2007}). También se considera que le debemos la emancipación del Perú a José de San Martín, quien proclamó la declaración de independencia el 28 de julio de 1881, pero lo cierto es que San Martín estuvo en el país entre 1820 y 1822, y que cuando Riva Agüero estuvo a cargo las huestes realistas se fortalecen, lo que se ve facilitado por el hecho de que algunos sectores de la población no estaban a favor de la independencia y porque en este contexto, Riva Agüero inició negociaciones con el virrey La Serna en 1823 para restablecer el gobierno monárquico, pues los realistas retomaron la ciudad de Lima y el puerto del Callao. Tuvo que llegar Simón Bolívar con un ejército de soldados colombianos y reorganizar las tropas peruanas para poder hacer frente a los españoles, quienes finalmente fueron derrotados el 9 de diciembre de 1824, pero incluso hasta 1826 un grupo de soldados realistas se mantuvieron atrincherados en la fortaleza de Real Felipe (^{Contreras & Cueto, 2018}). Cabe preguntarse entonces si la independencia del Perú se le debe a San Martín o a Bolívar, sin dejar de lado que el primero dio inicio formal al proceso emancipatorio, Bolívar fue quien tuvo un proyecto militar y político para la independencia y conformación de estados confederados en toda América Latina. Además, San Martín fue atraído al Perú por una minoría de criollos que le describen las ansias de emancipación del pueblo peruano, pero que en realidad estaba dividido por sus intereses de clase. Asimismo, San Martín planteaba la independencia de España pero bajo un régimen monárquico, ya que incluso vio la posibilidad de traer un príncipe europeo que tome las riendas de la nación (^{Arrambide et al., 2021}); mientras que Bolívar con el proyecto en mente de formar estados confederados en América Latina y más consciente de la realidad en nuestro país aplica mano dura y se muestra intransigente con los tibios partidarios de la independencia, y quizá por ello es menos apreciado en el Perú que el libertador argentino (^{Contreras & Glave, 2015}).

En ese sentido, las historias tradicionales han tenido un sentido celebratorio, en la medida que la historia de las naciones pretende legitimar un discurso histórico que sustente una identidad nacional, por ello, se resaltan los logros de ciertos personajes que refuerzan dicha identidad, y se opacan aquellos que no cumplen ese fin. Por ello, como dice Alberto ^{Rosa (1993}) es necesario distinguir entre un discurso historiográfíco dirigido a historiadores profesionales que se basa en el criterio de verdad, de los «cuentos históricos» que están dirigidos a los legos. Solo un análisis historiográfico profundo, epistemológicamente crítico y metodológicamente riguroso, permite develar estas producciones míticas, que no son ajenas a la psicología (^{Klappenbach, 2006}; ^{Leary, 1987}). Si consideramos que la historia de la psicología es un ingrediente clave para la formación de la identidad profesional del psicólogo (^{Harrsch, 1998}), se puede evidenciar que las primeras producciones historiográficas de la psicología, de forma más notoria en Estados Unidos, tenían como meta establecer una identidad científica de la psicología; por ello, se toma como hito demarcatorio la fundación del primer laboratorio de psicología experimental en la Universidad de Leipzig por obra de Wilhelm Wundt (1832-1920), con el cual la psicología se separa de la filosofía e inicia su curso como disciplina independiente. Pero en realidad, los primeros cultores de la psicología en Alemania, como Friedrich Herbart, Hermann Lotze, Wilhelm Wundt, Franz Brentano, Carl Stumpf, Georg Ellias Müller, Oswald Külpe y muchos otros, nunca dejaron de lado su interés por la filosofía, y no pensaron que por ello, sus propuestas psicológicas serían menos científicas (^{Caparros, 1980}). De hecho, algunos historiadores de la psicología (^{Loredo et al., 2007}) señalan que, dado que Wundt mantenía una perspectiva mentalista más metafísica que científica, el laboratorio de psicología en Leipzig marca la fundación institucional de la psicología, pero la «verdadera» fundación científica se le debe a John Watson (1878-1958).

Un texto que se ubica en el centro de esta polémica es el clásico A history of experimental psychology de Edwin Boring (1886-1968) que se publicó originalmente en 1929. Boring fue un discípulo de Edward Titchener (1867-1927) y por él se orientó hacia la experimentación psicológica, pero cuando asume la docencia en la Universidad de Harvard, encuentra un escenario académico marcado por la influencia de William James (1842-1910) que se hacía notar en la orientación filosófica que tenía la carrera de Psicología. Es por ello que decide escribir su libro sobre la historia de la psicología experimental, con la finalidad de demostrar que la psicología está divorciada de la filosofía, señalando que, desde la aplicación del método experimental al estudio de los fenómenos psicológicos, la psicología es una ciencia independiente (^{Caycho et al., 2015}). El texto de Boring recibió diversas críticas por su enfoque celebratorio, y porque en su afán de deslindar toda vinculación de la psicología con la filosofía, obvió diversos pasajes de relevancia histórica como el psicoanálisis. Todo ello motivó que editara una segunda edición ampliada en 1950, introduciendo el enfoque conocido como Zeitgeist en reemplazo de su visión de los «Grandes Hombres» (^{Boring, 1978}).

El enfoque de los «Grandes Hombres» plantea que es por la influencia de hombres prominentes con cualidades excepcionales y una producción original y notable, que se generan los cambios en la historia y se enriquecen sus trayectorias. Se considera que fue Thomas Carlyle (1795-1881) quien introduce este enfoque en los estudios históricos en la primera mitad del siglo XIX (^{Carlyle, 1841}), mientras que vemos en Wilhelm Von Humboldt (1767-1835) un antecedente preclaro del Zeitgeist, cuando señala que el elemento en el que se mueve la historia es el sentido de realidad, y que el historiador debe cuidarse de elaborar ficciones en lugar de verdaderas historias, por lo que es necesario hacer una caracterización de la época en que se vive (^{Von Humboldt, 1997}). El Zeitgeist o

«espíritu de la época» se refiere al contexto intelectual y moral, en que tienen lugar los eventos históricos (^{Zusne, 1984}). Desde este enfoque, no son los hombres, sino los condicionantes socioculturales, los responsables de los dinamismos propios de la historia.

Cuando Boring intenta introducir este enfoque en la segunda edición de su historia de la psicología experimental, lo hace de forma ambivalente, pues señala que los grandes hombres son producto del Zeitgeist, por lo tanto, no renuncia a sus concepciones primigenias (^{Fierro & Klappenbach, 2015}). Pero lo más grave del asunto es que con esta obra de Boring, se mantienen y difunden las distorsiones teóricas de Titchener sobre la psicología experimental de Wundt a través de su visión estructuralista (^{Tortosa et al., 1995}). Ocurre que mientras Wundt desarrolló una psicología voluntarista en la que los fenómenos psicológicos elementales (sensaciones, percepciones y sentimientos) son objeto de estudio experimental, y mientras que los fenómenos psicológicos complejos (lenguaje, memoria, pensamiento, etc.) solo pueden ser abordados a través de la psicología social (^{Wundt, 1931}); Titchener, obvió el segundo aspecto de la psicología wundtiana y solo se concentró en la psicología experimentalista de su maestro, a la que denominó estructuralismo (^{Titchener, 1902}). No es que la psicología de Wundt no tenga este aspecto estructuralista en sus planteamientos, sino que también tiene un enfoque metafísico y culturalista, que al ser evitado por Titchener, nos presenta una visión incompleta de la obra de Wundt que no es consecuente con sus postulados originales (^{Blumenthal, 1975}). En ese sentido, el texto de Boring no contribuyó en aclarar estos dilemas históricos, sino que reforzó las distorsiones dadas por su maestro con expresiones como la siguiente: «Titchener era aún menos filósofo que Wundt y nunca se opuso a su maestro en ningún asunto crucial» (^{Boring, 1978, p. 430}). Estas distorsiones son responsables de que hoy en día, la mayoría de los psicólogos relacionen a Wundt con el estructuralismo de Titchener y desconozcan, porque tampoco han leído a Wundt, los planteamientos originales del fundador de la psicología.

Puede decirse que los errores de Boring fueron metodológicos, porque no tuvo formación como historiador, pero también debe tenerse presente que su exagerada fe en el positivismo le lleva a elaborar un discurso sesgado de la historia de la psicología que, si bien le permite confirmar sus supuestos, le hace incurrir en distorsiones históricas. Ambos aspectos están relacionados, ya que, como dice ^{Caparros (1980}), «el operacionismo y el positivismo lógico no ayudan en absoluto a que el científico vea la importancia de la historia para su método» (^{Caparros (1980}, p. 403). Un texto que marcó un antes y un después en el desarrollo disciplinar de la historia de la psicología, porque permitió reflexionar sobre el estatus científico de la psicología y analizar las implicancias metodológicas de la historiografía psicológica, fue La estructura de las revoluciones científicas que se publicó originalmente en 1962. En este texto, que fue la versión de libro de la tesis doctoral de Thomas Kuhn (1922-1996), se plantea que la ciencia es desarrollada por investigadores que comparten un paradigma que permite explicar diversos fenómenos que son su objeto de estudio, pero cuando se presentan anomalías que no pueden ser comprendidas dentro de su marco explicativo, es necesaria la emergencia de un nuevo paradigma que lo desplace (^{Kuhn, 1962/2006}). Kuhn expone que, en el desarrollo de la ciencia, la etapa precientífica se caracteriza por la coexistencia de múltiples paradigmas, y que solo cuando se llega a una etapa científica se impone un paradigma dominante.

Estas declaraciones de Kuhn generaron gran desconcierto en la psicología, pues esta es una disciplina multiparadigmática, lo que supone que aún no ha alcanzado su estatus de ciencia (^{Caparros, 1978}). Desde el ámbito de la historia de la ciencia, se cuestionó que el modelo kuhniano del desarrollo de la ciencia aplica para las ciencias naturales como la física, pero no para las ciencias sociales (^{Brauns, 1996}; ^{López, 1986}). Ello también puso de manifiesto una serie de interrogantes sobre la ubicación de la psicología como ciencia natural, pues antes de Wundt la psicología formaba parte de las ciencias del espíritu o ciencias sociales (^{Dilthey, 1883/2015}) y, con su propuesta, la psicología fue arrancada de esta categoría y ubicada como ciencia natural, pues lo que hizo Wundt fue aplicar los métodos de la fisiología al estudio de problemas que eran abordados por los filósofos. Desde entonces, casi todas las escuelas psicológicas han asumido que la psicología es una ciencia natural, ya sea dentro del marco del positivismo, el evolucionismo, el materialismo, el fisicalismo o el operacionalismo. Lo cierto es que como dice Leahey (^{Mateu et al., 1987}), este no es un asunto resuelto, pues una diversa variedad de aspectos que estudia la psicología no son abordables ni teórica ni metodológicamente desde una aproximación naturalista, o bien no cuentan con respaldo científico, pero aun así son trabajadas por los psicólogos.

A raíz de estos complejos cuestionamientos, surgieron diversos modelos explicativos de la historia de la ciencia como el de Imre Lakatos (1922-1974), Stephen Toulmin (1922-2009) y Larry Laudan, entre otros autores y filósofos de la ciencia; que sirvieron de base para analizar el estatus científico de la psicología y su desarrollo histórico, pero muchos de ellos carecían de la flexibilidad necesaria para adaptarse a la psicología (^{Pérez, 1990}). Uno de los modelos que ha sido asequible con los principios ontológicos, los métodos y el curso histórico de la psicología, es el propuesto por Lakatos, quien señala que más que paradigmas, en la ciencia existen programas de investigación que configuran sus contenidos en un cuerpo teórico sistemático susceptible de variar en el tiempo (^{Lakatos, 1989}). De este modo, se explican las construcciones racionales de la ciencia a través de sus líneas de investigación que, aunque pueden responder a determinados paradigmas, no están supeditados a estos (^{Lakatos, 2011}). En ese sentido, aunque la crítica de Kuhn expuso una crisis epistémica para la psicología, puso énfasis en el carácter colectivo de la ciencia y facilitó la inserción de criterios filosóficos y epistemológicos como instrumentos valiosos para el análisis histórico de la psicología (^{Cerezo, 1987}). Todo ello permitió quebrar los sesgos positivistas de la interpretación histórica de la psicología y fomentar un acercamiento hacia la filosofía de la ciencia con un sentido crítico (^{Sanmartín, 1984}), lo cual allanó el camino para la institucionalización de la historia de la psicología.

Este proceso recae en la obra de Robert Irving Watson (1909-1980), quien en 1960 analizó los artículos publicados en The American Journal of Psychology, el Journal of General Psychology y Psychological Bulletin, encontrando que solo el 1.4% versan sobre historia de la psicología; por ello, se cuestiona si la historia de la psicología es una área negada o rechazada (^{Watson, 1960}). A partir de este artículo, Robert Watson, David Bakan, John Burnham y Dale Dick convocaron a una reunión para que los interesados en historia de la psicología se pudieran encontrar en la convención de la American Psychological Association (APA) en 1960, formando «The History of Psychology Group» (^{Sáiz & Sáiz, 2001}). En 1961 el grupo edita el Newsletter for the History of the Behavioral Sciences y para 1962 cuenta con nuevos miembros y plantea a la APA la creación de la división en historia de la psicología. Una fecha decisiva sería el año de 1965, que se considera el hito fundacional de la historia de la psicología como especialidad, porque el grupo de Watson publica la primera revista especializada en historia de la psicología con el nombre de Journal of the History of the Behavioral Sciences, y a raíz de ello se crea la división 26 de la APA que agrupa a los psicólogos interesados en historia de la psicología, y que para 1966 ya contaba con 274 miembros (^{Fierro, 2016}b). Además, en el año de 1965 se crea el «Archivo de Historia de la Psicología Americana» en la Universidad de Akron, que fue creciendo gracias a las donaciones de material historiográfico por parte de autores como Boring, Piaget, Hilgard, Hebb, Tolman, Brožek, etc. (^{Tur et al. 1997}).

El Journal of the History of the Behavioral Sciences permitió que se pudiera difundir y profundizar el análisis histórico de la psicología y ciencias afines, a través de los trabajos de diferentes autores como Michael Wertheimer, Mary Henle, David Leary, Kurt Danziger y Thomas Leahey, entre muchos otros (^{Pedraja et al., 1996}); pero pronto, Robert Watson se dio cuenta de que era necesario un programa de especialización en historia de la psicología (^{Watson, 1967}), debido a que muchos de los cultores de este campo no habían recibido adiestramiento formal en ello. La producción historiográfica precedente estaba, precisamente por esta razón, salpicada de distorsiones y sesgos tradicionalistas que se caracterizaban por ser internalistas, celebratorias y presentistas; y que derivaban en versiones superficiales y simplistas de la historia de la psicología (^{Young, 1966}).

Es así que, en junio de 1968 se inicia en la Universidad de New Hampshire y con patrocinio de la National Science Fundation, un curso de verano para profesores universitarios en historia de la psicología, conocido como Summer Institute, en el que Robert Watson, Josef Brožek, Henry Guerlac, Julian Jaynes, David Krantz, Robert MacLeod, George Mora, Gardner Murphy, Joseph Agassi, Robert Sears, y otros, dictaron cursos de forma crítica e interactiva; que sirvieron para la formación de la primera generación de historiadores de la psicología entre quienes figuran Elizabeth Scarborough, Michael Sokal, William Woodward, Barbara Ross, etc. (^{Fierro, 2016}b). El Summer Institute tuvo una segunda versión en 1971 en la Universidad de Lehigh bajo la dirección de Josef Brožek, pero el primero decantó en la creación de la International Society for the History of the Behavioral and Social Sciences (CHEIRON), que sería en 1969, la primera sociedad internacional sobre historia de la psicología (^{Tur et al., 1997}).

Por todo ello, puede decirse con justa razón que Robert Watson es el institucionalizador de la historia de la psicología (^{Brožek & León, 1983}), porque siempre se preocupó por su desarrollo como especialidad (^{Watson, 1975}), y publicó una gran diversidad de artículos y libros de carácter historiográfico, enfatizando la importancia de la historia de la psicología en la formación del psicólogo; además de proponer 18 categorías duales (prescripciones) para el análisis epistemológico de las escuelas y teorías psicológicas (^{Watson, 1967}). Cabe hacer notar que estos desarrollos disciplinares coincidieron con los despliegues académicos en torno a la obra de Kuhn y con la inserción de la sociología de la ciencia al estudio de la historia de la psicología (^{Buss, 1979}), con lo que se promovieron los enfoques externalistas, sociológicos e historicistas de la historiografía psicológica (Polanco & ^{Fierro, 2015}). Asimismo, autores como Sokal plantearon ante la History of Science Society la necesidad de introducer metodologías de la sociología de la ciencia para una mejor contextualización de la investigación histórica en psicología, mientras que Woodward y Ash establecieron los Cambridge Studies in the History of Psychology con un fuerte acento en la historia social, por lo que se fueron adelantando al surgimiento del movimiento conocido como «nueva historia» de la psicología (^{Fierro, 2016}b).

La nueva historia o historia crítica de la psicología, se nutre de los aportes de la escuela de York liderada por Kurt Danziger, la escuela del marxismo sociocrítico y la escuela valenciana que incorporan elementos teóricos y metodológicos al estudio historiográfico de la psicología (Polanco & ^{Fierro, 2015}). ^{Danziger (1984)}, por ejemplo, influido por autores como Mannheim o Foucault, y en sintonía con la crítica de Robert Young, señala que es importante desarrollar un marco crítico libre de sesgos que fomentan un discurso alineado con tradiciones whiggistas que fortalecen el establishment historiográfico; por lo que es necesario entender que existen ciertas motivaciones políticas que naturalizan algunos productos históricos en desmedro de otros, generando distorsiones. Comprender estos procesos implica deconstruir ciertos mensajes ocultos que responden a los intereses de subjetividades colectivas, reconociendo sus verdaderas intenciones, sean deliberadas o no. En consecuencia, la historia crítica de la psicología va más allá del estudio del contexto social, ubicando al hombre como un protagonista sujeto a las influencias sociales, de modo que los objetos de estudio psicológicos son más construcciones sociales que actividades intelectuales individuales, por lo que reproducen determinados contenidos según sus intereses de grupo (^{Danziger,1990}).

Por otro lado, la escuela marxista y más específicamente la escuela de Frankfurt (^{Habermas, 1996}; ^{Horckeimer, 1969}), ha enfatizado las categorías del análisis socioeconómico de la producción científica, denunciando las incongruencias entre el valor epistémico y el valor instrumental del conocimiento, donde pesa más lo que vende que lo que realmente favorece el conocimiento verdadero. En tal sentido, la ciencia es una actividad estratégica con fines socio- políticos y comerciales. En el terreno de la historia de la psicología, desde este enfoque, autores como Alberto ^{Merani (1976}a, ¹⁹⁷⁶b) se han centrado en las relaciones entre la ideología y la psicología, criticando el carácter fragmentado del discurso histórico con poca atención al debate ideológico y epistemológico, mientras que Mikhail ^{Yarochevsky (1990}) ha remarcado la interdisciplinariedad en la producción científica del conocimiento, y ha incluido los factores sociales como el motor del desarrollo intelectual de su historiografía, que además desarrolla temas poco conocidos de la psicología italiana, rusa y española, que por lo general son ignorados en los diversos manuales de historia de la psicología.

En ese sentido, tomando en cuenta la predominancia que tiene la psicología estadounidense a nivel global, la mayoría de estudios historiográficos han tenido como principales protagonistas a los psicólogos norteamericanos, opacando los aportes de otros contextos culturales, como la India, Malasia, Australia, Sudáfrica, Filipinas, Japón, Egipto, Holanda, o a los países de la región latinoamericana (^{Pickren, 2012}); por lo que es necesaria una visión más global para la comprensión del desarrollo histórico de la psicología, que integre cosmovisiones diversas desde aproximaciones culturales variadas (^{Brožek, 1983}). En España, por ejemplo, ha surgido la escuela valenciana liderada por Helio Carpintero, principal promotor de la creación de la Sociedad Española de Historia de la Psicología en 1987 y fundador de la Revista de Historia de la Psicología en 1980, que en 1989 se convirtió en el órgano oficial de la sociedad (^{Bandrés, 2019}). Si bien la revista surge con la finalidad de explorar la historia de la psicología española, rápidamente alcanzó la escala internacional, además mucho ha servido para el ordenamiento de las funciones de la sociedad, la organización de los symposia anuales de historia de la psicología, que inician en 1986 (^{Mestre et al., 2006}). La historia de la psicología en España, ha conseguido integrar la práctica académica y profesional de la historiografía psicológica a través de un desarrollo sistemático (^{Vera & González, 2006}), explorando sus implicancias formativas en pregrado (^{Anguera et al., 1991}; ^{Gabucio et al., 1992}; ^{Sáiz, & Sáiz, 2008}), su despliegue en el ámbito profesional (^{Civera & Espejo, 1992}), sus abordajes metodológicos (^{Blanco et al., 1992}) y estableciendo líneas de investigación historiográfica en los programas de postgrado con una orientación bibliométrica (^{López-LaTorre, 1991}), que ha sido calificada por ^{Brožek, 1983}como una «historia de la psicología a la valenciana».

De este modo, la bibliometría ha sido, por muchos años, el rasgo más distintivo de la historiografía española centrándose en la estructura social de la producción científica a través del análisis cuantitativo de diversas revistas psicológicas de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, en base a la productividad de los autores, las instituciones, los países, los grupos de investigación, las características metodológicas y sus influencias teóricas (^{Carpintero & Peiró, 1983}). Para ello se han valido de criterios metodológicos (^{Sanmartín & Alonso, 1994}) y herramientas informáticas variadas (^{Valero et al., 1992}), estableciendo la existencia de«colegios invisibles» o grupos de colaboración activa y permanente entre diversos países e instituciones (^{Mora & Porras, 2004}; ^{Peñaranda & Quiñones, 2004}); y enfatizando la necesidad de una valoración objetiva de la producción psicológica global para arribar a una panorámica historiográfica libre de sesgos y subjetividades. De ahí que se ha promovido una conciencia histórica que conecta la psicología con la filosofía, la sociología y la antropología (^{Quintana, 1992}). En consecuencia, la producción historiográfica de la psicología en España está distribuida en diversos artículos y libros con una alta calidad académica y una orientación crítica (^{Carpintero, 1994}, ²⁰⁰⁶; ^{Lafuente et al., 2017}; ^{Sáiz, 2009}; ^{Santamaría, 2010}; ^{Tortosa, 1998}; ^{Tortosa & Civera, 2006}).

En ese sentido, volviendo al desarrollo de la historia crítica, desde este enfoque la historia de la psicología es concebida como una historia social del pasado (^{Watson, 1979}), que se nutre de la sociología de la ciencia, la historia de la ciencia y la filosofía de la ciencia como recursos epistémicos, que posicionan la labor del investigador como una actividad interpretativa, pendulando entre el realismo y el relativismo; pero, ubicándose de forma diametralmente opuesta al enfoque clásico en el que han predominado extensas doxografías y hagiografías personalistas, más que el análisis contextualizado de las ideas que animan los desarrollos teóricos de la psicología (^{Fierro, 2015}b). Así se tiene que, en varias ocasiones, las historias clásicas han legitimado mitos de origen (^{Samelson, 1974}), siendo el de Boring el caso más representativo. Esta forma de hacer historia, fue muy común durante la primera mitad del siglo XX, pero para la década de 1980; luego de la institucionalización de la historia de la psicología y con motivo del centenario de la fundación del primer laboratorio de psicología en Alemania, se produjeron diversas reexaminaciones de las obras historiográficas clásicas a la luz de nuevas ideas alentadas por Kuhn y los filósofos de la ciencia. Es en este contexto que la historia crítica hizo su emergencia, desplazando al positivismo ingenuo, que se agota en explicaciones naturalistas, reduccionistas, justificacionistas y superficiales. Por ello, la nueva historia tiende a ser más crítica que celebratoria, más contextual que personalista (^{Furomoto, 1989}), más historicista que presentista (^{Grünwald, 1984}), más externalista que internalista (^{Quintana, 1985}), más objetiva que subjetiva (^{Ash, 1992}), y más archivística que anecdótica (^{Gondra, 1985}).

Ello supone poner énfasis en datos objetivos, por ello los métodos cienciométricos, la investigación archivística y la búsqueda de fuentes primarias cobran un valor sumamente relevante en la nueva historia. En tal sentido, diversos trabajos historiográficos se han centrado en el análisis epistolar (^{Benjamin, 2006}) y la difusión de textos clásicos de valor historiográfico (^{Dennis, 1948}; ^{Sahakian, 1970/1996}). Pero ello no los torna necesariamente en trabajos críticos, si no asumen una posición historicista, sociocultural, contextualizada e ideológicamente decolonialista con respecto a los discursos hegemónicos. En el lado opuesto, se tiene al modelo de los Grandes Hombres, que ha privilegiado implícita o explícitamente, las biografías y las autobiografías (^{Hall, 1912}; ^{Hothersall, 1997}; ^{Rand, 1912}; ^{Murchinson, 1932}), aunque como en el caso anterior, no por ello, dejan de ser críticas, siempre que no caigan en discursos celebratorios y subjetivos (^{Métraux, 1984}). En consecuencia, debe comprenderse que aun cuando se reconocen tres modelos básicos de la historia de la psicología: el de los Grandes Hombres, el culturalista o del Zeitgeist y el del desarrollo histórico, ya sea a nivel conceptual, sociopsicológico o institucional (^{Grünwald, 1984}); casi nunca se presentan en su versión pura o de manera independiente unos de otros, pues en la mayoría de los casos se desarrollan de forma combinada, según la aproximación que adopte el historiador (^{Hergenhahn,2011}).

Ahora bien, entre los temas que se han investigado desde una historiografía crítica, se tienen los mitos en torno a la psicología de Wundt, las distorsiones historiográficas en la obra de Boring, la enseñanza de la historia de la psicología y su importancia formativa, la historia de diversas instituciones vinculadas con la psicología y las contribuciones a la psicología por parte de grupos minoritarios, como los psicólogos de raza negra y las mujeres (^{Furomoto, 1989}). Asimismo, en su abordaje y asunción como enfoque, la nueva psicología le debe mucho a autores como Kurt Danziger, Arthur Buss, Josef Brožek, Arthur Blumenthal, David Leary, Robert Young, Barbara Ross, Elizabeth Scarborough, Franz Samelson y Laurel Furomoto, entre otros; quienes han realizado problematizaciones epistemológicas relevantes para la psicología sobre los contextos socioculturales que sirven de marco explicativo de la historia (^{Robinson, 1980}), sobre el carácter reformista de los métodos psicológicos (^{Blas, 1982}), sobre el mito de las revoluciones paradigmáticas (^{Leahey, 1992}), sobre las diferencias entre una historia disciplinar y profesional de la psicología (^{Vezzetti, 2007}), etc.

Historiografía de la psicología en América Latina: desarrollo y difusión

La historiografía de la psicología en América Latina es más reciente que lo comentado en el apartado anterior, pero está íntimamente conectada con el desarrollo de la psicología en los países de la región, según su estatus disciplinar. En ese sentido, Argentina ha sido el país en el que tempranamente se introdujo una aproximación positivista que facilitó el desarrollo e institucionalización de la psicología a través de la fundación de los primeros laboratorios de psicología experimental, con Víctor Mercante (1870-1934) en 1891 y con Horacio Piñero (1869- 1919) en 1898 (^{Papini, 1985}). Asimismo, la primera sociedad psicológica y la primera revista de psicología también surgen en este país gracias a José Ingenieros (1877-1925), quien en 1908 funda la Sociedad Argentina de Psicología que editó la revista Anales de Psicología entre 1909 y 1913 (^{Ostrovsky, 2008}). No sería extraño, por tanto, que uno de los primeros autores que se interesó por la historia de la psicología en Latinoamérica fuera el educador y político argentino Ítalo Américo Foradori (1905-1968), quien entre 1935 y 1954 publicó 13 trabajos de corte historiográfico (^{Gallegos, 2018}), siendo su obra más conocida La psicología en América (^{Foradori, 1954}). También habría que mencionar entre los primeros cultores de la historia de la psicología en América Latina a Lourenço Filho (1897-1970) y a Honorio Delgado (1892-1969), ya que, mientras el primero escribió sobre la historia de la psicología en Brasil y Argentina (^{León, 1982}b), el segundo publicó diversas notas necrológicas y artículos sobre la vida y obra de varios personajes importantes para la psicología y la psiquiatría (^{Mori, 2012}).

Asimismo, por aquellos años, se publicaron en la revista Psychological Bulletin dos reportes sobre los primeros desarrollos de la psicología en Sudamérica, que fueron escritos por John ^{Beebe-Center y Ross McFarland (1941}), y por Margaret ^{Hall (1946}) en los que se analiza la incipiente institucionalización de la psicología en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela; destacando la falta de independencia profesional de la psicología y la escasa productividad investigativa. Ambos trabajos serían los primeros informes de talla internacional que se publicaron sobre la psicología latinoamericana, a los que les seguirían otros como el de Carl ^{Hereford (Hereford, 1966}), y los artículos y textos publicados por Rubén ^{Ardila (Ardila, 1968}, ¹⁹⁶⁹, ¹⁹⁷⁰a, ¹⁹⁷⁰b; ^{Rezk, & Ardila,1979}); quien es uno de los principales cultores de la historia de la psicología en América Latina, y uno de los psicólogos hispanoparlantes más destacados a nivel mundial (^{Arias, 2011}).

Hay que señalar también que la publicación de algunas revistas latinoamericanas de psicología, como los Arquivos Brasileiros da Psicologia desde 1949, el Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina desde 1954, la Revista Interamericana de Psicología desde 1967 y la Revista Latinoamericana de Psicología desde 1969; fueron espacios en los que aparecieron con cierta regularidad trabajos historiográficos, lo cual favoreció la difusión de la historia de la psicología. Otro autor que a mediados de 1960 comienza con una producción historiográfica y epistemológica relevante es Alberto Merani (1918-1984), quien publica libros como La dialéctica en psicología (^{Merani, 1968}), Historia crítica de la psicología (^{Merani, 1976}a), Crítica de los fundamentos de la psicología (^{Merani, 1976b}), y Diccionario de psicología (^{Merani, 1979}), entre otros textos biográficos sobre Iván Pavlov y Henri Wallon (^{León, 1982}b). Los primeros trabajos historiográficos de psicología en el Perú, también podemos ubicarlos en esta década, gracias a los aportes de Reynaldo (^{Alarcón, 1961}, ¹⁹⁶⁸), pero sobre ello nos extenderemos en los siguientes acápites.

En los años de 1970 entra en escena Antonio Gomes Penna (1917-2010), que trabajó en la Universidad Federal de Río de Janeiro y publicó algunos textos sobre historia de la psicología y epistemología, siendo su trabajo más conocido Historia de la psicología en Río de Janeiro (^{Penna, 1992}). En esta década surgen también nuevas organizaciones psicológicas en Latinoamérica, como la Asociación Latinoamericana de Análisis y Modificación del Comportamiento (ALAMOC) y la Asociación Latinoamericana de Psicología Social (ALAPSO), ambas creadas en 1975, cuya producción tuvo en parte una orientación histórica. Un evento trascendente para la historia de la psicología en América Latina fue la inserción de la psicología de la liberación por el jesuita Ignacio Martin Baró (1942-1989), que proponía el desarrollo de una psicología latinoamericana con identidad propia y con desarrollos teóricos independientes de las corrientes psicológicas foráneas. Esta corriente de pensamiento, de inspiración marxista y vinculada con la teología de la liberación, estimuló mucho el desarrollo de la psicología social, y desde allí incorporó diversas categorías del marxismo, planteando que para que la psicología latinoamericana alcance un nivel de originalidad teórica y práctica, debe partir de un conocimiento de la realidad (^{Martín Baró, 1992}), lo cual indudablemente estimuló el análisis histórico de la psicología en América Latina.

La década de 1980 ha sido designada por ^{Gallegos (2018}), como de la «profesionalización del campo histórico de la psicología en América Latina», ya que aparecen nuevos autores interesados en temas históricos como Ramón León, Emilio Ribes, Víctor Colotla, Edgar Galindo, Guido Aguilar, Maritza Montero; y aumentan los artículos dedicados a la historia de la psicología que encuentran nuevos espacios de diffusion en revistas de psicología de Latinoamérica, de Estados Unidos y de Europa, siendo las figuras más productivas Rubén ^{Ardila y Ramón León. Pero, además en 1986}, Ardila publicaría el libro La psicología en América Latina: pasado, presente y futuro. En este expone los antecedentes y los diversos condicionantes históricos de la psicología latinoamericana, con una visión de conjunto; aunque también analiza la profesionalización y el despliegue académico de la psicología en varios países de la región (^{Ardila, 1986 )}. Esta obra es relevante no solo por su contenido, sino porque fue escrita por un psicólogo, ya que Foradori no lo era. Asimismo, entra en escena Ramón León, quien tuvo formación historiográfica en Alemania con Ludwig Pongratz y Josef Brožek, publicando varios trabajos sobre historia de la psicología en Europa y América Latina (^{León, 1981}, ¹⁹⁸²a, ^1982b, ^1983a, ^1983b, ^1989a, ^1989b; ^{León & Brožek, 1980}); y haciendo notar que se carece de estudios biográficos de personalidades que han influido en la psicología latinoamericana, así como de historias nacionales de la psicología, con excepción de Colombia, donde Rubén Ardila ya había publicado algunos trabajos al respecto (^{León, 1982}b).

Puede decirse que Ramón León es uno de los primeros psicólogos latinoamericanos con cierta formación en historia de la psicología, y que se contactó con diversos psicólogos europeos con interés en la historiografía de la psicología como Josef Brožek, Ludwig Pongratz, Jürgen Kagelman, Edgar Heiniken, Uwe Peters, Helmut Lück, Jirí Hoskovec, Ulfried Geuter, Lothar y Helga Sprung, y Hannes Stubbe. Sería con este último con quien funda en 1988 la primera revista especializada en historia de la psicología en América Latina, bajo el nombre de Archivo Latinoamericano de Historia de la Psicología y Ciencias Afines; que, aunque solo se editaron dos números, muchos de los trabajos publicados se centraban en la psicología latinoamericana (^{Galindo, 1989}; ^{León, 1989b}), en Tailandia, Zambia, Vietnam, Egipto y otros países de Europa oriental y Asia, etc. Este fue un paso importante para la institucionalización de la historia de la psicología en América Latina, que se vio fuertemente influenciado por una mayor presencia de temas historiográficos en los congresos de psicología que se llevaban a cabo en los países de la región (^{Gallegos, 2018}).

Otra figura que comenzó a emerger en América Latina a finales de los 80 con trabajos historiográficos fue Alberto Vilanova (1942-2003), académico de la Universidad Nacional de Mar de Plata que tuvo a su cargo los cursos de «Historia social de la psicología» y «Sistemas psicológicos contemporáneos», dirigió el Grupo de Investigación Historia, Enseñanza y Profesionalización de la Psicología en el Cono Sur de América, y fue miembro del comité editorial de dos revistas de historia de la psicología surgidas en Argentina en 1995: Cuadernos Argentinos de Historia de la Psicología dirigida por Ricardo Ruíz y la revista Thesis-Revista de Historia de la Psicología dirigida por Hugo Klappenbach (^{Di Doménico, 2003}). En ese sentido, a nuestro modesto parecer, 1990 sería la década de la institucionalización de la historia de la psicología en Latinoamérica, ya que se aprecia una mayor organización de los interesados por la historia de la psicología en países como Argentina y Brasil, con una notable producción historiográfica que triplica la de los años precedentes (^{Gallegos, 2018}). Pero también se inicia con la formación de redes de colaboración más amplias de carácter internacional. Una de ellas sería el Grupo de Trabajo de Historia de la Psicología (GT-HP) de la Sociedad Interamericana de Psicología, que se crea en el año 1995, dentro del marco del XXV Congreso Interamericano de Psicología en Puerto Rico (^{Gallegos, 2012}). En ese sentido, la SIP ha promovido mucho la comunicación de información historiográfica, tanto a través de sus congresos como de las publicaciones que edita. Es así que, desde la SIP, se publicaron algunas obras con información histórica relevante para la psicología como Psicología en las Américas (^{Alonso & Eagly, 1999}) y Problemas centrales para la formación académica y el entrenamiento profesional del psicólogo en las Américas (^{Toro & Villegas, 2001}). En ambas producciones participaron psicólogos de América Latina que expusieron datos historiográficos de nuestra disciplina en sus respectivos países. Sin embargo, cabe señalar que ya en 1978 Rubén ^{Ardila publicó el libro La profesión del psicólogo (Ardila, 1978}); en la que se revisa el nivel de profesionalización de la psicología en distintos países de América Latina, y al igual que en los textos mencionados, participaron colegas de diferentes países aportando información historiográfica. Más recientemente, y ya desde el GT-HP de la SIP, Hugo Klappenbach y Ramón León editaron el libro Historia de la Psicología Iberoamericana en Autobiografías, que contiene las autobiografías de 10 psicólogos que han sido actores esenciales del desarrollo de la psicología en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España y Perú (^{Klappenbach, & León, 2012}).

Además, en los 90 se integran nuevos historiadores de la psicología como Hugo Klappenbach y Ana María Jacó-Vilela, quienes han sido sumamente productivos en temas de enseñanza y profesionalización de la psicología, métodos de investigación historiográfica, psicología en Argentina y Brasil, y la historiografía crítica de la psicología (^{Degani-Carneiro & Jacó-Vilela, 2012}; ^{De Campos et al., 2010}; ^{Jacó-Vilela, 2014}; ^{Jacó-Vilela et al., 2016}; ^{Klappenbach, 2006}, ²⁰¹⁴; ^{Klappenbach & Pavesi, 1994}; ^{Klappenbach, & León, 2012}; ^{Piñeda & Jacó-Vilela, 2014}). Es precisamente a fines de los 80 y principios de los 90 que se empiezan a incorporar en América Latina, los enfoques de la historiografía crítica, pero sobre todo en Argentina y Brasil (^{Fierro, 2018}). Con ello se dan firmes pasos hacia la organización de eventos que favorecerían la institucionalización de la historia de la psicología en estos países. Tal es así, que desde 1998 se inician en Río de Janeiro los Encuentros de Clío Psyché sobre historia de la psicología y desde 1999 se organizan anualmente los Encuentros Argentinos de Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis que tienen su sede en diferentes regiones del país gaucho. Todo ello, es un claro indicador de la madurez de la historia de la psicología como disciplina en América Latina, que se fortalecería aún más en el siglo XXI.

En este siglo, otra notable iniciativa fue la creación de la Rede Iberoamericana de Pesquisadores em História da Psicologia (RIPeHP) que se constituyó el 16 de noviembre de 2010 en el marco del IX Encuentro Clío-Psyché, bajo el liderazgo de Ana María Jacó-Vilela, psicóloga brasileña que labora en la Universidad Estatal de Río de Janeiro y que ha desplegado un importante trabajo académico en psicología social e historia de la psicología. Esta red académica mantiene vínculos con la SIP y la Sociedad Española de Historia de la Psicología, y tiene aproximadamente 150 miembros de los cuales el 64% provienen de Argentina y Brasil, quienes son, además, los autores más productivos. Perú cuenta con 6 miembros integrantes de la red, que corresponde al 4% de todos los psicólogos participantes (^{Facchinetti et al., 2017}). Asimismo, la mayoría de los integrantes de la RIPeHP pertenecen al GT-HP de la SIP, de modo que a través de los congresos interamericanos de psicología, sus miembros se reúnen para coordinar diversas actividades académicas y profesionales en el campo de la historia de la psicología, lo cual ha servido enormemente para articular esfuerzos y metas comunes en diferentes países, con la finalidad de institucionalizar la historia de la psicología, sobre todo en los países que tienen mayor desarrollo y avances disciplinares en este campo.

Un aspecto esencial para estos fines tiene que ver con que, en el presente siglo, se incorporan nuevas generaciones de historiadores de la psicología, tanto a la SIP como a la RIPeHP, que dinamizaron su producción académica. Entre los historiadores de la psicología que pertenecen a RIPeHP podemos mencionar a Miguel Gallegos, Fernando Ferrari, Hernán Scholten, Fernando Polanco, Alejandro Dagfal, Luciano García, Magaly Jardón, Patricia Scherman, María Andrea Piñeda, Catriel Fierro, Gonzalo Salas, Mario Laborda, Vanetza Quezada, Mariano Ruphertuz, José Emilio García, y muchos otros, quienes se suman a los historiadores de una trayectoria ¯para entonces¯, más reconocida en el estudio de la historiografía psicológica como Reynaldo Alarcón, Lucía Rossi, Cristina Di Doménico, Elisa Ostrovsky, Marina Massimi, Florencia Macchioli, Ana María Talak, Hugo Vezzetti, Mariano Plotkin y María Inés Winkler, por mencionar solo a algunos. Aquí es necesario señalar que la obra historiográfica y la labor docente de estos investigadores ha valido para fomentar el interés por esta rama y formar a las nuevas generaciones de historiadores de la psicología en Latinoamérica. Además, este volumen de autores ha llevado a una variada producción histórica de la psicología latinoamericana, con diversos métodos, enfoques y formatos de publicación, dentro de la que se tienen historias institucionales de la psicología (^{Jacó-Vilela, 2011}), historias regionales de la psicología (^{Mardones, 2016}), enseñanza de la historia de la psicología (^{Fierro, 2016}c), historia del psicoanálisis (^{Plotkin & Ruperthuz, 2017}), historias de la profesionalización de la psicología (^{Dagfal, 2009}), trabajos biográficos (^{García, 2017}) y autobiográficos (^{Klappenbach & León, 2012}), y artículos metodológicos (^{Jacó-Vilela et al., 2016}; ^{Klappenbach, 2014}).

De este modo, la historia de la psicología cuenta con varios exponentes en América Latina, que se concentran sobre todo en países como Argentina, Brasil, Chile y Perú. De hecho, es en estos países que la historia de la psicología consiguió instituirse primero a través de redes nacionales que dieron paso a la fundación de sociedades especializadas. En el año 2012 se crea la Sociedad Peruana de Historia de la Psicología que tuvo su personería jurídica en el año 2016, mientras que en el año 2013 se funda la Sociedad Brasileña de Historia de la Psicología que surgió a partir del Grupo de Trabajo de Historia de la Psicología creado en el año 1996 vinculado a la Asociación Nacional de Investigación y Postgrado en Psicología (^{Jacó-Vilela et al., 2016}). En el 2014 se crea la Sociedad Chilena de Historia de la Psicología, que funcionó primero como la Red Chilena de Historia de la Psicología desde el 2011, año en que organizó las Jornadas Chilenas de Historia de la Psicología, con una amplia convocatoria de autores procedentes de España y América Latina. En el caso de Argentina, a pesar de ser un país pionero en este campo, recién en el año 2018 se funda la Sociedad Argentina de Historia de la Psicología y en el 2020 legaliza sus estatutos; pero con avances notables durante la década de los 90, pues además de la edición de dos revistas especializadas, en el año 1990 se crea el primer museo de psicología experimental en la Universidad de Buenos Aires que exhibe el material instrumental utilizado por Horacio Piñero en el laboratorio de psicología experimental que funda en 1898 en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en 1901 se traslada a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (^{Lores et al., 1997}). Asimismo, en el año 2013 se crea el Museo de Historia de la Psicología en la Universidad Nacional de San Luis y un año después se crea el Archivo y Centro de Documentación de Historia de la Psicología «Dr. Plácido Horas» en la misma universidad. En el año 2015 se crea también el «Archivo Ángel Garma» con más de 3205 folios digitalizados que comprenden notas, artículos, cartas y manuscritos del famoso psicoanalista español que fundó en 1942 la Asociación Psicoanalítica Argentina (^{Fernández et al., 2016}).

Cabe señalar también que tanto los museos como los laboratorios y los archivos de historia de la psicología tienen un gran valor para nuestra disciplina, pues permiten el registro, conservación y sistematización de datos y fuentes historiográficas que reflejan una mayor conciencia histórica en los países de la región (^{Pulido et al., 2014}). Estas actividades, sumadas a la organización de congresos, seminarios y jornadas académicas, o a la fundación de las redes, grupos de trabajo y sociedades de historia de la psicología que inician en la década de los 90 son un claro indicador del desarrollo que tiene esta rama en Latinoamérica. En ese sentido, como ha sido expuesto, la producción historiográfica ha ido creciendo de forma paulatina en las últimas décadas, no solo a través de libros que ya registran las historias nacionales de la psicología en países como Brasil (^{Penna, 1992}), Perú (^{Alarcón, 2000}), Argentina (^{Dagfal, 2009}), Colombia (^{Ardila, 2013}) y Chile (^{Salas & Lizama, 2013}); sino a través de revistas de psicología que en la segunda década del nuevo milenio han dedicado números monográficos a la historiografía psicológica como la Revista Interamericana de Psicología el 2012, la revista Universitas Psychologica el 2014, la Revista de Psicología de Arequipa el 2015, la Revista de Psicología de la Universidad Católica San Pablo el 2015, la revista Tesis Psicológica el 2016, la Revista Guillermo de Ockham el 2017, la Revista Argentina de Ciencias del Comportamiento el 2018; y muchas otras más. Todas estas iniciativas han sido posibles gracias a las actividades coordinadas y planificadas por los miembros del GT-HT de la SIP y de la RIPeHP; pero, además, existen también nuevas revistas especializadas en historia de la psicología que se publican en América Latina, como la revista Memorandum de Brasil, la revista Culturas Psi de Chile, la Revista de Historia de la Psicología Argentina y la Revista Peruana de Historia de la Psicología. No podemos olvidar proyectos editoriales ya concretados en los últimos años como el libro Historias de la Psicología en América del Sur (^{Salas, 2014}), el libro Estudios de Historia de la Psicología en Hispanoamérica (^{Caycho et al., 2018}), el libro International Association of Applied Psychology. A centennial history 1920-2020 (^{Carpintero et al., 2020}), o el libro History of Psychology in Latin America (^{Ossa et al., 2021}), que se han publicado con la participación de diferentes historiadores de la psicología en Latinoamérica y Europa. Pero, además, hay otros proyectos editoriales en curso como la Enciclopedia Biográfica de la Psicología Latinoamericana editado por Ana María Jacó-Vilela, Hugo Klappenbach y Rubén Ardila; y el libro Professional training of psychologist in Latin America: Historical elements, conceptual notes and current indicators editado por Ana Jacó-Vilela, Jean Nikola Cudina y Julio César Ossa.

Todas estas son muestras de los notables avances que ha registrado el desarrollo de la historia de la psicología en Latinoamérica, y que de alguna manera, son reflejo de los procesos de institucionalización de la historia de la psicología en Estados Unidos y Europa, y de su paso de enfoques clásicos a enfoques críticos; pero con sus propias particularidades a partir del contexto sociocultural de nuestros países y las limitaciones políticas y tecnológicas que se tienen que enfrentar en América Latina. Cabe preguntarnos, según el fin del presente trabajo, ¿cómo ha sido el desarrollo de la historiografía psicológica en el Perú? y ¿cuál es el aporte de Reynaldo Alarcón al desarrollo de la historia de la psicología en nuestro país? Ambos aspectos serán abordados en el siguiente acápite, con la finalidad de generar un análisis crítico del estado actual de esta especialidad psicológica en el Perú, en comparación con los avances registrados en América Latina y Estados Unidos.

Historiografía psicológica en el Perú: producción e institucionalización

La historiografía de la psicología en el Perú tiene en Reynaldo Alarcón a su máximo representante, porque es quien inicia con la producción histórica de la psicología peruana, con el texto Panorama de la Psicopedagogía en el Perú (^{Alarcón, 1961}), que fue publicado por el Instituto Psicopedagógico Nacional (IPN) como parte de la Serie de Estudios Psicopedagógicos. Este instituto se forma en 1941 bajo el liderazgo de Julio Chiriboga (1896-1956), quien convoca a varios académicos precursores de la profesionalización de la psicología peruana como Walter Blumenfeld, Luis Aquiles, Carlos Cueto, Luis Felipe Alarco y Maurice Simon, entre otros; y que tuvo una activa, aunque corta vida institucional (^{Arias, 2020}a). En Panorama de la psicopedagogía…, Alarcón se centra en los desarrollos de la psicopedagogía, pero en relación con los aportes de la investigación psicológica, que fue alentada en gran medida por el IPN, tema que sería objeto de otra publicación historiográfica más reciente bajo el título de Historia de la psicología educativa en el Perú (^{Meza & Lazarte, 2010}).

Sin embargo, debe señalarse que, entre 1950 y 1970, algunos autores peruanos, principalmente filósofos, publicaron textos con datos de interés para la historiografía psicológica, dada la cercanía entre ambas disciplinas. Tal es así que Pedro Zulen (1889- 1925), filósofo peruano, director de la biblioteca de la UNMSM y autor de diversos documentos, fue uno de los primeros autores en hablar sobre el conductismo y la psicología Gestalt durante las primeras décadas del siglo XX (^{Caycho, 2015}). Además, Zulen hace un Bosquejo histórico de la psicología, exponiendo las ideas del asociacionismo, el racionalismo, la psicofísica, las leyes psicológicas de Wundt, el funcionalismo de James con base en el evolucionismo de Darwin y algunas ramas de la psicología (^{Zulen, 2015}); mientras que Augusto Salazar Bondy (1925-1974), otro filósofo peruano destacado, escribió en 1954 Filosofía en el Perú. Panorama histórico, en el que resalta la obra de varios autores foráneos y nacionales que lideraron. las principales corrientes filosóficas en el Perú, pero que animaron el pensamiento psicológico de la primera mitad del siglo XX (^{Salazar Bondy, 1954 )}. Otro texto de Salazar Bondy que es más exhaustivo en estas temáticas es Historia de las ideas en el Perú contemporáneo que se publicó originalmente en 1965 (Salazar ^{Bondy, 2013}). Como su contraparte, tenemos a César Augusto Guardia Mayorga (1906-1983), filósofo, abogado e historiador de orientación marxista que ejerció la docencia en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, la Universidad Nacional de Huamanga en Ayacucho, la Universidad San Luis Gonzaga de Ica y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima. Guardia publicó algunos artículos y libros de psicología, siendo su obra seminal Sicología del hombre concreto, que se publicó en 1967. Este texto es de suma relevancia para la historiografía de la psicología en el Perú porque tiene todo un capítulo dedicado a la historia de la psicología en el que analiza los principales supuestos de las corrientes psicológicas más representativas, como el voluntarismo de Wundt, la escuela de Wüzburgo, la psicología Gestalt, el funcionalismo de James y el conductismo de Watson, así como los objetos y métodos de estudio de la psicología (^{Guardia, 1967}). En este texto se nota la influencia de historiadores de la psicología como Otto Klemm, Ferdinand Lucien Mueller, Edna Heidbreder y Maurice Reuchlin, a quienes coloca entre sus referencias; pero, además, hace una brillante exposición de las ideas de diversos autores soviéticos, francófonos, alemanes, ingleses, estadounidenses, y de Europa Oriental, Escandinavia y América Latina.

Un año después de la publicación de Sicología del hombre concreto, Reynaldo Alarcón publica Panorama de la Psicología en el Perú (^{Alarcón, 1968}) que, a pesar de su brevedad, puede considerarse como el primer trabajo sobre la historiografía de la psicología peruana (^{Caycho & Gallegos, 2015}). En él se comentan las orientaciones espiritualistas encabezadas por Honorio Delgado, la psicología experimental de Walter Blumenfeld y la medicina psicosomática de Carlos Alberto Seguín, así como las aplicaciones de la psicología en la psicopedagogía, la orientación vocacional, la psicología de los niños anormales, la psicología clínica, la psiquiatría social y la etnopsicología; en un contexto en el que solo existía la carrera de psicología en dos universidades de Lima y dos de provincia. Entre 1970 y 1980, Alarcón se dedica a la investigación psicométrica y a la psicología educacional, pero con motivo de la creación del Colegio de Psicólogos del Perú en 1980, la Revista Latinoamericana de Psicología edita un número monográfico sobre la psicología peruana con la activa colaboración del Dr. Alarcón, quien fungió como editor invitado. De este modo, aparecen aquí, dos trabajos historiográficos de su autoría: un extenso artículo sobre el desarrollo histórico de la psicología en el Perú (^{Alarcón, 1980}a) y una nota necrológica sobre Walter Blumenfeld (^{Alarcón, 1980}b).

En la década de los 80 entra en escena Ramón León Donayre quien, junto con Alarcón, ha liderado la investigación historiográfica peruana, a través de una exhaustiva búsqueda de fuentes de gran relevancia y la respectiva publicación de artículos y libros sobre el tema. León venía de estudiar entre 1979 y 1983 un postgrado en psicología social en Alemania, tomando contacto con Pongratz y Brožek, lo que le permitió orientarse por la historia de la psicología. Mientras estuvo en Europa publicó algunos trabajos en la Revista Latinoamericana de Psicología (^{León, 1981}, ^1982a, ^1983b), la Revista de Historia de la Psicología (^{León, 1982}b; ^{Brožek & León, 1983}) y la Revista de Psicología de la Pontifica Universidad Católica del Perú (PUCP), en la que fueron frecuentes sus aportes con reseñas de libros y sus artículos históricos sobre Honorio Delgado (^{León, 1983}a, ¹⁹⁸⁵, ^1989a) y Walter Blumenfeld (^{León, 1993a}). En 1984 trabajó como jefe del Servicio de Psicología del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi (^{Mariátegui, 1988}), cargo que ocupó hasta 1995 sin descuidar su producción historiográfica. En 1989, mientras estaba en Europa, edita junto con Hannes Stubbe el Archivo Latinoamericano de Historia de la Psicología y Ciencias Afines, que, como ya se dijo, fue la primera revista especializada en historia de la psicología en América Latina, aunque solo se editaron dos números.

En la década de 1990, Alarcón y León publican una diversidad de artículos y libros sobre historia de la psicología, pero principalmente sobre Honorio Delgado y Walter Blumenfeld, temas que han estado presentes de forma permanente en la historiografía psicológica peruana (^{Alarcón, 1994}; ^{Arias, 2015}, ^2019b; ^{León, 1993a}, ^1993b, ²⁰⁰⁴, ²⁰¹⁷, ²⁰¹⁹; ^{León & Zambrano, 1992}; ^{Orbegoso, 2015}b, ²⁰¹⁹). Pero mientras Alarcón se ha focalizado en Walter Blumenfeld e Hipólito Unanue (1755-1833), precursor de medicina y la psicología peruana (^{Alarcón, 1992}, ¹⁹⁹³), León ha escrito profusamente sobre Delgado, Blumenfeld y diversas figuras de gran relevancia para la psicología peruana como Arnaldo Cano (^{León, 1998}), Américo Bibolini (^{León, 2008}), José Joaquín de Mora (^{Ibarz & León, 2009}) y muchos otros. Asimismo, ambos han trabajado temas relativos a la psicología latinoamericana (^{Alarcón, 1996}, ¹⁹⁹⁷, ^1998b, ¹⁹⁹⁹; ^{León, 1997}, ²⁰¹⁰, ²⁰¹², ^2014c; ^{León & Rivadeneira, 1989}). En este periodo son dignos de mencionarse los libros Psychologie in Peru (^{León & Kagelmann, 1993}) y Contribuciones para una historia de la psicología en el Perú de Ramón León (^{León, 1993b}) y el libro El pensamiento psicológico de Walter Blumenfeld (^{Alarcón, 1994}); el primero publicado en Alemania y los dos últimos publicados en Perú y financiados por el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC). La primera mitad de 1990 inicia su producción historiográfica Aníbal Meza, con artículos de corte bibliométrico y sociométrico sobre la Revista de Psicología de la PUCP (^{Meza et al., 1993}; ^{Vargas & Meza, 1996}) y la Revista Latinoamericana de Psicología (^{Meza, 2001}). En ese sentido, fue Ramón León el primer autor peruano que publicó un estudio bibliométrico en 1982 sobre los psicoanalistas latinoamericanos y la difusión de sus trabajos en la Revista Internacional de Psicoanálisis (^{León, 1982}a). Le han seguido otros trabajos de su autoría (^{León, 2000}; ^{León & Rivadeneira, 1989}; ^{León & Zambrano, 2003}), pero también han sido otros autores peruanos quienes han publicado análisis bibliométricos sobre la producción académica a nivel de tesis de pregrado y postgrado (^{Livia, 2008}; ^{Quintana, 2006}).

En la década de los 90 comienzan a publicarse algunos trabajos sobre la historia de las instituciones en el Perú, específicamente sobre la Sociedad Peruana de Psicología (^{Lerner, 1991}; ^{Ponce, 1997}) y el Colegio de Psicólogos del Perú (^{Ponce, 1998}, ²⁰⁰⁸, ²⁰¹⁰), instituciones íntimamente vinculadas. Esto debido a que la primera, creada en 1954, da origen a la segunda en 1980, con lo cual se legaliza el ejercicio profesional de los psicólogos peruanos. Carlos Ponce ha sido el autor que más se ha dedicado a estas temáticas, pero sus intereses académicos, si bien comprenden la historia de la psicología, han sido bastante variados, pues ha publicado artículos sobre psicometría, psicología educativa y más recientemente sobre psicología del tránsito.

En el año 2000 aparece la obra historiográfica seminal de Reynaldo Alarcón: Historia de la Psicología en el Perú. De la Colonia a la República (^{Alarcón, 2000}), que ha sido reeditada en el año 2017. En esta obra, Alarcón analiza con detalle y de forma contextualizada el desarrollo de la psicología peruana a través de sus instituciones, sus precursores, sus personalidades más distinguidas, sus publicaciones, la producción investigativa y la profesionalización de la psicología en sus diferentes ramas. Sin embargo, esta obra se focaliza principalmente en los desarrollos de la psicología capitalina, no solo porque en provincias la psicología académica había tenido avances limitados hasta ese momento, sino porque no existía una fluida comunicación entre los académicos de Lima y otras ciudades del país. Este libro de Alarcón, bastante bien articulado, se concentra en la revisión de la obra de Honorio Delgado y Walter Blumenfeld, quienes indudablemente han tenido una producción académica notable en el país durante el siglo XX (^{Blumenfeld, 1966}, ¹⁹⁶⁷; ^{Delgado, 1953}, ¹⁹⁶², ¹⁹⁶⁶, ¹⁹⁶⁷; ^{Delgado, & Iberico, 1953}); pero se descuidan los aportes de otros personajes como Carlos ^{Cueto (Cueto, 1965}, ²⁰¹¹), César Augusto ^{Guardia Mayorga (1951}, 1967) y Carlos Alberto ^{Seguín (1947}, ¹⁹⁶⁰, ¹⁹⁶², ¹⁹⁶³, ¹⁹⁷⁹), entre muchos otros, que no son abordados con la misma profundidad. Además, presenta una visión celebratoria y con poca atención a elementos sociológicos y de la historia de la ciencia; de modo que podría decirse que legitima un discurso sesgado o incompleto de la historia de la psicología peruana (^{Orbegoso, 2016}a).

Ahora bien, para la primera década del nuevo milenio aparecen nuevas publicaciones historiográficas en el país, como el libro Estudios de psicología latinoamericana de ^{Alarcón (Alarcón, 2002}) y el Diccionario biográfico de psicología contemporánea de Hugo ^{Sánchez y Carlos Reyes (Sánchez & Reyes, 2002}), ambos publicados en el año 2002. También se publica un texto sobre las biografías de 15 psicólogos (y/o psiquiatras) de relevancia global (^{Arias, 2005}). En esta década, la historiografía de la psicología peruana sigue siendo desarrollada por Reynaldo Alarcón y Ramón ^{León, tanto sobre aspectos de la psicología peruana como latinoamericana (Alarcón, 2004}, ²⁰⁰⁶; ^{León, 2004}, ²⁰⁰⁸, ²⁰¹⁰), pero ya se hacen notar los trabajos de Carlos Ponce y Arturo Orbegoso, siendo este último discípulo de Ramón León, y cultor de una orientación crítica y sociológica, muy similar a la de su maestro (^{Orbegoso, 2002}). Pero para la segunda década del presente siglo, inicia el despegue de la historiografía psicológica en provincias, particularmente en Arequipa y Trujillo. Tal es así que en Arequipa, Walter Arias publica algunos trabajos sobre la historia de la psicología arequipeña (^{Arias, 2016a}), y sus figuras representativas como Honorio Delgado (^{Arias, 2015}), Juan Gualberto Deán Valdivia (^{Arias, 2018}a) y Belén Salvatierra (^{Arias, 2019a}); mientras que Lucio Portugal publica un libro sobre la historia de la psicología en la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) (^{Portugal, 2014}), y Nicolás Paredes (1941-2020) publica varios artículos sobre la historia de la psicología en la Universidad Católica de Santa María (^{Paredes, 2012}), los congresos de psicología en Arequipa (^{Paredes, 2016}), la formación de psicólogos en la UNSA (^{Paredes, 2014}; ^{Paredes & Arias, 2018}) y publica el libro Historia de la psicología en Arequipa, obra de gran relevancia para la historiografía regional (^{Paredes, 2019}).

Por otro lado, en Trujillo, Orbegoso publica diversos artículos sobre la psicología experimental en la Universidad Nacional de Trujillo (^{Orbegoso, 2011}, ²⁰¹⁴, ²⁰²⁰) y diversos aspectos sociales del desarrollo de la psicología peruana (^{Orbegoso, 2012a}, ^2012b, ²⁰¹⁷), así como dos libros con esa misma orientación: Psicología peruana. Los prejuicios detrás de la ciencia (^{Orbegoso, 2016a}) y Orígenes sociales de la psicología y la psiquiatría en el Perú (1850-1930) (^{Orbegoso, 2018b}). Así también, en Lima, Tomás Caycho, publica diversos artículos sobre Reynaldo Alarcón, Walter Blumenfeld (^{Caycho, 2013}a, ^2013b, ^2013c) e Hipólito Unanue (^{Caycho, 2016}), siendo editor del libro Estudios de historia de la psicología en Hispanoamérica (^{Caycho et al., 2018}). Un rasgo característico de este periodo es una mayor atención a diversos actores en la psicología peruana que han hecho contribuciones relevantes, pero que no han sido revisados a profundidad dentro de una visión más tradicional, tales como Hans Hahn (^{Orbegoso, 2011}), Federico ^{León (Caycho, 2012}), Pedro ^{Zulen, (Caycho, 2015}), Joseph MacKnight (^{Orbegoso, 2016b}), Ernesto Pollitt (^{Arias, 2016}b), Deán Valdivia (^{Arias, 2018}a), Belén Salvatierra (Arias, 2019), Carlos Cueto (^{Arias, 2020a}), César Augusto Guardia Mayorga (^{Arias, 2021a )} y Carlos Alberto Seguín (^{Arias et al., 2021}). Además, se hace una mayor difusión de hechos históricos que han sido obviados en la versión historiográfica de Alarcón, como los primeros laboratorios de psicología en el Perú (^{Orbegoso, 2015a}, ^2018b) y los avances de la psicología en otras regiones del país (^{Arias, 2014}; ^{Paredes, 2019}; ^{Orbegoso, 2020}).

En esta década, son también importantes los estudios bibliométricos que, a diferencia de décadas pasadas, toman en cuenta revistas de psicología publicadas en el interior del país, y no solo de la capital o el extranjero (^{Arias et al., 2017}; ^{Barboza-Palomino et al., 2017}; ^{Caycho et al., 2017}), esto como consecuencia de la aparición de nuevas revistas de psicología en regiones como Arequipa y Trujillo, que se fueron consolidando con el paso del tiempo. Asimismo, se publican diversos trabajos sobre los intercambios epistolares de Walter Blumenfeld con varias personalidades de la psicología académica, como Edwin Boring (^{Caycho et al., 2015}), Francisco Romero, Enrique Mouchet (^{León, 2014}a), Franziska Baumgarten-Tramer (^{León, 2014b}), Emilio Mira y López (^{León & Kagelmann, 2015}), Rodolfo Mondolfo (^{León, 2016}) y Betteina Katzenstein (^{León & Jacó- Vilela, 2018}). Esta labor ha sido desarrollada por Ramón León quien publica en este periodo La literatura psicológica del siglo XX (^{León, 2011}) en el que reúne 174 reseñas publicadas desde 1979 y el libro Cartas desde el exilio (^{León, 2016}), texto en el que acopia 148 cartas entre Blumenfeld y Rodolfo Mondolfo. Por su parte, Reynaldo ^{Alarcón publica en el 2017}La psicología de los peruanos en el tiempo y la historia (^{Alarcón, 2017}) y en el 2019 Introducción al saber psicológico (^{Alarcón, 2019}), textos de gran valor historiográfico porque el primero hace un abordaje histórico de la psicología del peruano, mientras que el segundo reúne diversos artículos que publica en periódicos capitalinos desde los años 70.

Un hecho trascendente para la institucionalización de la historia de la psicología en el Perú es la creación de la Sociedad Peruana de Historia de la Psicología (SPHP) en el 2012, dos años después se aprueban sus estatutos y en el 2016 se obtiene la personería jurídica. Los fundadores de la SPHP fueron Reynaldo Alarcón, Walter Arias, Iván Montes, David Jáuregui, Nicolás Paredes, Lucio Portugal y Tomás Caycho; con una junta directiva que comprende la presidencia, la secretaría ejecutiva, la dirección de publicaciones y la dirección de eventos académicos. Desde el 2013 se han organizado los Seminarios de Historia de la Psicología en el Perú y Latinoamérica con una periodicidad anual hasta el 2020, con excepción del 2015, año que en que no fue posible su realización. En el año 2015, sin embargo, se comienza con la edición de la Revista Peruana de Historia de la Psicología que se publica anualmente hasta la fecha, y también se inicia con la Colección de Historia de la Psicología Peruana y Latinoamericana, que ha publicado cuatro libros: Correspondencia entre Walter Blumenfeld y Edwin G. Boring (1956-1958) (^{Caycho et al., 2015}), Enseñanza de historia de la psicología y formación de psicólogos. Desarrollos y debates actuales en Argentina y el mundo (^{Fierro, 2016}c), Los estudios frenológicos de Juan Gualberto «Deán» Valdivia en la Arequipa del siglo XIX (^{Arias, 2018}a) y Orígenes sociales de la psicología y la psiquiatría en el Perú (1850-1930) (^{Orbegoso, 2018}b).

Asimismo, debe mencionarse que desde un enfoque conductual se han escrito algunos trabajos que suman la producción historiográfica de la psicología peruana, en temas relativos al desarrollo del conductismo en el Perú (^{Anicama, 1979}; ^{Benites, 2006}), el análisis epistémico del conductismo (^{Bueno, 2005}, ²⁰¹⁰, ²⁰¹¹; ^{Bueno & Araujo, 2017}; ^{Montgomery, 2007}, ²⁰¹⁴), estudios bibliométricos sobre la producción científica del análisis conductual en el Perú (^{Mejía-Velarde, & Salazar-Alvarez, 2018}) y el análisis histórico sobre algunos fenómenos psicológicos desde un abordaje conductual (^{Anicama, 1999}; ^{Montgomery, 2017}, ²⁰²⁰). Con todo ello, puede decirse que la historiografía de la psicología en el Perú no es tan escasa, pero reposa esencialmente en la producción historiográfica de Reynaldo Alarcón y Ramón León, pues, aunque hay otros autores que han publicado trabajos historiográficos, su aproximación en estos temas no ha sido sistemática ni metodológicamente crítica. Además, solo recientemente, con la aparición de nuevas generaciones de investigadores interesados en historia de la psicología, se han diversificado las temáticas de investigación historiográfica, y gracias al contacto con el GT-HP de la SIP y la RIPeHP ha sido posible la institucionalización de esta rama en el Perú, ya que ello ha permitido llevar adelante proyectos académicos a nivel latinoamericano como la publicación de la Revista Peruana de Historia de la Psicología, la organización de los seminarios y la edición de la Colección de Historia de la Psicología Peruana y Latinoamericana. Sin embargo, debe reconocerse que la historia de la psicología en el Perú es una rama todavía en proceso de maduración, debido a que son pocos los interesados en la materia y es limitada su difusión y relevancia percibida en el país (^{Arias, 2018}b). Esto se refleja, además, en la escasa recepción de los enfoques críticos de la historiografía psicológica, tema que será motivo del siguiente análisis.

¿Es la obra historiográfica de Reynaldo Alarcón clásica o crítica?

Reynaldo Alarcón es uno de los psicólogos más importantes del Perú, ya que ha sido distinguido con el Premio Nacional de Psicología en 1992, el Premio por Investigación Psicológica en 1998, la distinción de Psicólogo del Milenio el 2000, la Condecoración Universidad Peruana el 2006 y el Premio Rubén Ardila el 2015. Nació el 16 de julio de 1924 en la provincia de Supe y se formó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, obteniendo su grado académico de Bachiller en 1955, su Doctorado en Filosofía y Psicología en 1956 y el título profesional de Psicólogo en 1974; bajo las enseñanzas de Augusto Salazar Bondy, Francisco Miró Quesada, Carlos Cueto Fernandini, Luis Felipe Alarco, Julio Chiriboga y Walter Blumenfeld, quien le introdujo en la investigación experimental y el análisis psicométrico (^{Arias, 2020}b). Su carrera profesional estuvo ligada a importantes instituciones como el Consejo Nacional de la Universidad Peruana, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo de la Educación y el Departamento de Psicología de la UNMSM, de la cual se retira en 1977 como Profesor Emérito (^{Caycho, 2013}a). En ese sentido, ha ejercido la docencia en la UNMSM, la Universidad Femenina del Sagrado Corazón, la Universidad Peruana Cayetano Heredia y la Universidad Ricardo Palma, además de otras universidades al interior del país a nivel de postgrado También ha sido un investigador muy productivo en temas como psicometría, psicología educativa, psicología social, historia de la psicología, psicología positiva y etnopsicología (^{Arias, 2012}; ^{Cornejo, 2020}; ^{Jáuregui, 2012}; ^{León, 2009}); con una destacable cantidad de publicaciones entre las que figuran 180 artículos y 12 libros, siendo los más conocidos Panorama de la Psicología en el Perú (^{Alarcón, 1968}), La Investigación Psicológica en el Perú (^{Alarcón et al., 1976}), Psicología pobreza y subdesarrollo (^{Alarcón, 1986}), El pensamiento psicológico de Walter Blumenfeld (^{Alarcón, 1994}), Orientaciones teóricas de la psicología en América Latina (Alarcón, 1997), Historia de la psicología en el Perú (^{Alarcón, 2000}), ^{Alarcón (Alarcón, 2002}), Métodos y diseños de investigación del comportamiento (^{Alarcón, 2008 )}, Psicología de la felicidad (2009), Psicología de los peruanos en el tiempo y la historia (^{Alarcón, 2000}) y La psicología de los peruanos en el tiempo y la historia (^{Alarcón, 2017}) e Introducción al saber psicológico (^{Alarcón, 2019}). Asimismo, Reynaldo Alarcón ha sido iniciador de diversos campos de investigación psicológica en el Perú como historia de la psicología, etnopsicología y psicología positiva (^{Arias, 2012}).

En el campo de la historia de la psicología, ha publicado diversos trabajos sobre Walter Blumenfeld (^{Alarcón, 1980}b, 1994, 2006), Hipólito Unanue (^{Alarcón, 1992}, ¹⁹⁹³), historia de la psicología peruana (^{Alarcón, 1961}, ¹⁹⁶⁸, ¹⁹⁸⁰a, ²⁰⁰⁰), psicología latinoamericana (^{Alarcón, 1996}, ¹⁹⁹⁷, ^1998b, ¹⁹⁹⁹, ²⁰⁰², ²⁰⁰⁴); y aunque no ha escrito artículos bibliométricos propiamente dichos, en varios de sus trabajos ha difundido datos sobre las publicaciones peruanas y la producción psicológica en revistas y eventos académicos nacionales (^{Alarcón et al., 1976}; Alarcón, ¹⁹⁹⁸a, ²⁰⁰⁰). Además de ello, Alarcón fue miembro fundador de la Sociedad Peruana de Historia de la Psicología, de la cual ha sido presidente honorario hasta el día de su fallecimiento el 30 de mayo de 2020. Su aporte a la historia de la psicología peruana es, por tanto, académico e institucional, traspasando fronteras, pues fue también miembro del GT-HP de la SIP y la RIPeHP, de las que fue un activo participante; reconocido siempre como uno de los principales promotores de la psicología peruana y latinoamericana.

En cuanto a su producción historiográfica, puede decirse que su obra ha sido más generalista, tanto a nivel de Perú como de Latinoamérica, siendo característica la búsqueda de datos de archivo y el uso de fuentes primarias. También ha desarrollado una orientación más internalista y celebratoria, aunque no por ello ha dejado de ser objetiva. Surge entonces la inquietud de analizar la obra historiográfica de Alarcón según los métodos y enfoques de la historia crítica, para lo cual tomamos parcialmente como modelo, el trabajo de ^{Fierro (2018}), en el cual intenta evaluar la obra de Alberto Vilanova en base a ciertos criterios propios de la historiografía crítica a través de la revisión de documentos científicos. Entre estos criterios se tienen criterios cuantitativos y cualitativos del contenido como la presencia de referencias de autores reconocidos como sociólogos del conocimiento, mención de historiadores con pretensiones epistemológicas, revisión de programas de investigación histórica crítica y la atención al contexto sociológico.

Cabe señalar que mientras en diversos países de Latinoamérica se han publicado diversos trabajos sobre la historiografía crítica, como en Argentina (^{Fierro, 2015}a, ^2015b, ^2016a, (²⁰¹⁸; ^{Gallegos, 2014}; ^{Klappenbach, 2006}, ²⁰¹⁴; ^{Talak et al., 2004}), Brasil (^{Jacó-Vilela et al., 2016}), Chile (^{Kaulino, 2015}) y Colombia (^{Jaraba-Barrios, & Mora-Gómez, 2010}); en Perú, la historia crítica de la psicología ha tenido una recepción muy limitada. Si bien, tanto Ramón León como Arturo Orbegoso han publicado artículos y libros con un enfoque externalista y sociológico, no se hace referencia a autores cuyo trabajo se enmarca en la sociología del conocimiento y no se hace alusión a una visión crítica de la psicología. De hecho, este podría ser el primer trabajo que hace mención explícita a la historiografía crítica en el Perú, por tanto, al analizar la obra histórica de Reynaldo Alarcón debemos tener presente el contexto nacional en el que ha tenido lugar su producción historiográfica.

Tabla 1 Publicaciones de Reynaldo Alarcón sobre historia de la psicología 

En la Tabla 1 se tienen todos los trabajos publicados por Reynaldo Alarcón en materia de historia de la psicología, que suman en total 21, de los cuales 8 son libros, 11 artículos, una necrología y un capítulo de libro. Si nos basamos en la cantidad, su obra está muy por debajo de la producción de otros autores peruanos y latinoamericanos. Esta cifra se explica empero, por la variada producción académica de Alarcón, pues no solo ha publicado temas historiográficos, sino también en psicometría, psicología educativa, psicología social, etnopsicología y psicología positiva. Podría decirse que, de la totalidad de su producción académica, solo el 10.93% se avoca a la historia de la psicología, una cifra baja en comparación con otras áreas como la psicometría. Por otro lado, si se le compara con la producción historiográfica de otros autores peruanos, se ubica por encima de la mayoría de ellos, pero no debe olvidarse que independientemente de su producción, un aspecto esencial es el haber iniciado con la investigación historiográfica en el Perú.

Ahora bien, tomando en cuenta los criterios de ^{Fierro (2018}), podemos ver que, aunque Alarcón se basa en fuentes primarias para realizar sus trabajos historiográficos, no cita o referencia a autores que sean cultores de la historia crítica de la psicología, de la sociología del conocimiento, de la historia de la ciencia o de la epistemología, salvo a Mario Bunge. Y cita más bien a historiadores de la psicología que han hecho aportes sustanciales desde un enfoque clásico como Otto Klemm. Es decir que, basándonos en los criterios dados por Fierro, la obra de Alarcón se ubicaría dentro de historia clásica, por ello, hemos añadido un criterio más en el presente análisis, que es la «opinión de terceros expertos», con la finalidad de darle mayor objetividad a este análisis. Para ello comentamos los resultados de un estudio previo (^{Arias, 2021}b), en el que se distribuyó entre diversos autores de artículos y libros de historia de la psicología en Iberoamérica (miembros de la RIPeHP), una encuesta breve en formato Power Point en la que se recogen datos sobre el grado académico de los encuestados, si conocieron personalmente a Reynaldo Alarcón, el número de obras que han leído de su autoría y la obra más importante de Alarcón. También comprende una escala de diferencial semántico (^{Osgood, 1969}) de siete niveles de respuesta en base a la dicotomía entre los enfoques clásico y crítico que valora el internalismo vs. el externalismo, el personalismo vs. el contextualismo, el presentismo vs. el historicismo, el método anecdótico vs. el método archivístico, el enfoque subjetivo vs. el enfoque objetivo, la historiografía generalista vs. las microhistorias, y el uso de fuentes secundarias vs. el uso de fuentes primarias.

De las 50 encuestas enviadas por correo electrónico, solo fueron devueltos 10 archivos, de los cuales, solo un respondiente era de nacionalidad española, cuatro latinoamericanos y cinco peruanos. Sus respuestas revelan que todos han conocido personalmente a Reynaldo Alarcón y que su trabajo más importante es Historia de la Psicología en el Perú (n = 6), seguido de Métodos y diseños de investigación del comportamiento ( n = 2), Psicología, pobreza y subdesarrollo (n = 1) y Psicología de los peruanos en el tiempo y la historia (n = 1). Asimismo, el número de documentos leídos de autoría de Alarcón varía desde 2 a 20 con una media de 11.6 y una desviación estándar de 7.47. Por otro lado, las medias de las dicotomías historiográficas evaluadas son: internalismo- externalismo = 4, personalismo-contextualismo = 3.9, presentismo-historicismo = 5.7, anecdótico- archivístico = 5.4, subjetivo-objetivo = 5.3, generalista- microhistoria = 3.6 y fuentes secundarias-primarias = 5.3. De ello, se colige que la obra historiográfica de Alarcón es considerada entre el internalismo y el externalismo, entre el personalismo y el contextualismo, y más archivística, objetiva, generalista y basada en fuentes primarias. Asimismo, la media de las respuestas tiene un valor de 4.68 con una desviación estándar de .53, lo que ubica a Alarcón en una tendencia hacia el enfoque historiográfico crítico, pero de forma muy débil.

Todas estas valoraciones, reafirman lo que hemos expuesto en líneas anteriores al calificar la obra de Alarcón en términos similares. Además, el cruce de datos en función del grado de instrucción de los encuestados, quienes fueron tres magísteres y siete doctores, se tiene que quienes tienen grado de Doctor le evalúan más como contextualista que como personalista, alcanzando la significancia estadística mediante la prueba Chi cuadrado (χ2 = 6.190; gl = 2; p = .045). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en las respuestas de los autores encuestados en función del número de obras leídas, su nacionalidad o la identificación de la obra más relevante de Alarcón. En resumen, en base a esta experiencia previa (^{Arias, 2021}), puede decirse que la obra de Alarcón es percibida como crítica, a pesar de que no hace referencia a autores alineados con este enfoque historiográfico. Su obra más importante, según la opinión de expertos, sería Historia de la Psicología en el Perú, texto que, como dijimos, ha favorecido la difusión de una visión «tradicional» de la historia de la psicología en nuestro país, reproduciendo algunos mitos sobre su desarrollo como ha ocurrido en Argentina con respecto al psicoanálisis (^{Klappenbach, 2006}), ya que si bien se vincula el surgimiento de la psicología científica con la obra de Walter Blumenfeld, se minimizan los aportes de otros precursores de la psicología peruana. En ese sentido, ^{Orbegoso (2016}a) ha señalado que la psicología en el Perú estuvo cargada desde sus inicios, de una serie de prejuicios raciales, elitistas y sociales; que fueron justificados por el positivismo y las teorías evolucionistas que dieron pie a la psicología científica en nuestro país. Estos aspectos socioculturales no han sido tomados en cuenta de forma crítica en la Historia de la psicología en el Perú de Alarcón, por lo que se podría colegir que ha manejado un discurso whiggista. Sin embargo, vista en su conjunto, la obra del Dr. Alarcón, ha marcado hitos de gran relevancia para el desarrollo de la psicología peruana como ciencia y profesión.

En ese sentido, los trabajos historiográficos de Alarcón han servido como referentes para profundizar en diversos aspectos de la historia de la psicología peruana, por parte de las nuevas generaciones de interesados en el tema, complementando y analizando de forma más crítica y específica, algunos aspectos que no han sido atendidos por él. Y es que la historia de la psicología, como cualquier otra disciplina académica, está sujeta a una creciente complejidad y una paulatina generación de nueva información, que permite reestructurar y sistematizar los datos conocidos en base a los hallazgos más recientes, así como corregir errores o ampliar las temáticas de estudio. Vista así, la obra de Alarcón no está exenta de ciertas limitaciones, como su falta de alcance nacional, pues se ha centrado sobre todo en la capital, debido al centralismo académico que por muchos años ha opacado los desarrollos de la psicología en otras ciudades, donde cada vez con mayor asiduidad, se vienen notando líneas de trabajo sistemático en aspectos históricos de la psicología. Evidentemente, esta situación no tiene por qué pesar en los hombros del Dr. Alarcón, pues es parte de la realidad fragmentada de la sociedad peruana. No obstante, es muy importante que se profundice en la historia de la psicología en otras regiones del país, que ya muestran un mayor grado de madurez de nuestra disciplina, para lo cual, es necesario un análisis crítico del estado actual de la psicología en las provincias donde se exhibe cierto nivel de desarrollo institucional y académico.

Asimismo, como ya se ha señalado, la inserción de la historia crítica de la psicología en el Perú ha sido muy incipiente, pues la mayoría de los autores peruanos que han publicado trabajos historiográficos, lo han hecho de forma celebratoria, internalista y anecdótica (^{Arias, 2005}; ^{Paredes, 2019}; ^{Ponce, 2008}; ^{Sánchez & Reyes, 2002}). Esto es producto de una pobre formación en filosofía, epistemología y sociología del conocimiento, tanto a nivel de pregrado como de postgrado. Aunque la formación del psicólogo en el Perú es muy deficiente en general, el caso de la formación en historia de la psicología lo es todavía más, porque no se cuenta con profesores capacitados en esta rama, ya que no existen en el país, diplomados, especializaciones, maestrías o doctorados en historia de la psicología. A ello se suma que tanto profesionales como estudiantes ponen poco interés en esta rama, debido a su énfasis en la teoría más que en sus aplicaciones (^{Arias, 2018}b). Esta situación está íntimamente vinculada con el desarrollo de una historia de la psicología más clásica que crítica, y en el caso puntual de Reynaldo Alarcón, se puede tener en cuenta que tampoco recibió formación especializada en historia ni en historia de la psicología, como la mayoría de los autores dedicados a ella en el Perú, con la excepción de Ramón León. Curiosamente, otro de los autores que posee diversos trabajos historiográficos con un enfoque implícitamente crítico es Arturo Orbegoso, quien fuera discípulo del Dr. León.

Ahora bien, no le restamos mérito a la obra de Reynaldo Alarcón, pero enfatizamos que es fundamental que se asuma un enfoque crítico en la enseñanza de la historia de la psicología, pues como ha señalado ^{Fierro (2014}, ²⁰¹⁶c), la sociología del conocimiento, la historia de la ciencia y la epistemología psicológica, permiten desmitificar la psicología científica y formar un pensamiento crítico necesario para el ejercicio científico de nuestra profesión, que requiere un cuerpo teórico basado en evidencias cercanas a nuestra realidad sociocultural. Por otro lado, también debe tenerse en cuenta que la dicotomía entre la historia clásica y la historia crítica no es muy clara, pues ambos enfoques se presentan en la mayoría de la producción historiográfica de forma combinada (^{Hergenhahn, 2011}). Lo más importante, independientemente del enfoque que se elija, es no descuidar la objetividad, el uso de fuentes primarias y la contextualización del discurso historiográfico; aspectos que son característicos de la obra de Reynaldo Alarcón. Además, como ha ocurrido en Estados Unidos o España, la inserción de la historia crítica de la psicología obedece a un proceso propio de madurez disciplinar, que en el Perú está tomando forma en los últimos años, hecho que se refleja en su organización institucional y una producción historiográfica más diversificada. Con este trabajo, hemos querido mostrar el recorrido histórico de la historiografía de la psicología global, latinoamericana y nacional; analizando los logros y limitaciones del caso peruano, tomando como ejemplo la obra de Reynaldo Alarcón.

Conflicto de intereses

Los investigadores no presentan conflicto de interés.

Responsabilidad ética

Los autores no han violado ningún principio ético en la realización del presente artículo.

Contribución de autoría

Los autores participaron en todo el desarrollo del artículo.