1. Introducción1
Un número importante de alcaldesas actualmente en funciones en Chile han alcanzado proyección nacional, entre las que se destacan Evelyn Matthei en Providencia y Claudia Pizarro en La Pintana. Estas mujeres son emblemáticas para una generación que pertenece a partidos políticos capaces de ganar reelecciones y consolidarse a nivel local. El protagonismo de las mujeres no es novedad en Chile; la elección de Michelle Bachelet en 2005, la primera mujer presidenta de la República, generó un impacto en la política tradicional al cambiar las reglas de juego político. Durante su primer mandato, el país experimentó un gabinete ministerial paritario y una amplia agenda de políticas públicas enfocadas en los intereses de las mujeres. La elección de mujeres para ocupar la presidencia ha sido un fenómeno latinoamericano (Reyes-Housholder 2019).
Simultáneamente, este continente ha sido pionero en la implementación de medidas de acción afirmativa, como las cuotas de género y el principio de paridad de género, para debilitar las barreras de género en el ascenso a la representación política (Freidenberg y Lajas García 2022). Esto se refleja en un promedio regional del 35.8 % de escaños ocupados por mujeres en las cámaras individuales o inferiores de los parlamentos nacionales en 2023 (Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe [Cepal] 2023). A pesar de esto, Matthei y Pizarro representan más la excepción que la regla. Es posible afirmar que existe una brecha significativa en la representación política de mujeres a nivel subnacional en Chile y América Latina.2 Entre 1992 y 2004, cuando las elecciones para las alcaldías eran indirectas, solo 59 mujeres fueron electas como alcaldesas por algún concejo municipal (Martínez Ossa y Navia 2019). En las elecciones de 2021, fueron electas 61 mujeres, superando en un solo periodo electoral el total de mujeres electas durante los cuatro gobiernos locales elegidos mediante votación indirecta.
La representación es un elemento definitorio en las democracias contemporáneas (Urbinati 2012). En medio del descrédito contemporáneo y la desconfianza de la ciudadanía hacia los partidos políticos, los grupos históricamente subrepresentados han comenzado a exigir el derecho a tener presencia en las instituciones democráticas (Phillips 1995). Estas demandas de representación descriptiva, en las que las personas representantes deben reflejar la diversidad de la población a la que sirven (Pitkin 1967), constituyen una forma de visibilizar a la ciudadanía cuando la política de las ideas no transmite sus intereses.
Debe reconocerse que se han alcanzado avances considerables en la representación de mujeres a nivel nacional; sin embargo, persiste de manera significativa la subrepresentación política de género en la elección de alcaldías (Freidenberg et al. 2018; Martínez y Navia 2017). En consecuencia, el objetivo de este estudio es describir y analizar la representación descriptiva de mujeres en cargos ejecutivos a nivel local, utilizando datos de elecciones entre 2004 y 2021. Se explorarán los factores que influyen en la subrepresentación de mujeres en cargos políticos en los gobiernos municipales. Las hipótesis a indagar se relacionan, en ausencia de acciones afirmativas, con el impacto de la ideología, la ruralidad y la urbanidad en la nominación y la elección de mujeres para las alcaldías.
La estructura del texto se organiza de la siguiente manera. En la segunda sección se presenta una breve historia de la participación de mujeres en la política en Chile. En la tercera sección se ofrecen los datos y un análisis sobre las mujeres nominadas y electas para el cargo de alcaldesa durante las elecciones municipales desde 2004 hasta 2021. Se examina particularmente la influencia de la ideología, seguida de un estudio en profundidad del impacto de la ruralidad en la elección de alcaldesas en las comunas de la Región Metropolitana de Santiago. En la cuarta sección se exponen las conclusiones del estudio.
2. Breve historia de las mujeres en la política chilena
En Chile, el sufragio femenino tiene una historia que no supera los cien años. En el siglo XIX, las mujeres comenzaron a organizarse en pequeños movimientos dentro de clubes y asociaciones pro derechos civiles y políticos (Kirkwood 2010).
No obstante, el sufragio femenino no se concretó a nivel local hasta la década de 1930. Algunos sectores sostenían que la presunta naturaleza más débil de la mujer, en comparación con el hombre, la hacía más propensa a incurrir en malas prácticas electorales. Argumentaban, por ende, que para salvaguardar la alta moral de las mujeres y prevenir la corrupción, era preferible que no participaran en el espacio político (Sanhueza Acuña 2020).
Sin embargo, el desarrollo de los recién adquiridos derechos políticos de las mujeres y su participación en espacios de representación se vio imposibilitado por la instauración de la dictadura en 1973, la cual suspendió la actividad política durante casi dos décadas. Con el retorno a la democracia a finales del siglo XX, Gladys Marín del Partido Comunista, y Sara Larraín, una candidata independiente apoyada por grupos ecologistas, desafiaron los esquemas patriarcales al convertirse en las primeras candidatas a la Presidencia de la República. Aunque no consiguieron la victoria electoral, este acontecimiento marcó un referente en la historia de la participación política de la mujer, ampliando la posibilidad de que en años posteriores surgieran más candidatas con posibilidades reales de llegar a la Presidencia, lo que efectivamente se materializó en 2005 con Michelle Bachelet.
En 2015, el sistema electoral incorporó cuotas de género para las elecciones legislativas nacionales, estableciendo un límite máximo del 60 % de hombres o mujeres en el total de candidaturas del partido en todo el país (Le Foulon y Suárez-Cao 2018). La aplicación de la ley en las elecciones parlamentarias en noviembre de 2017 logró un incremento cercano al 7 % en la representación de mujeres, elevando la participación femenina en la Cámara de Diputadas y Diputados a 22.6 %, mientras que en la Cámara del Senado alcanzó el 23.3 % (Dazarola 2018). En 2021, año en que se consagró la paridad de género para las elecciones de convencionales constituyentes, la representación de mujeres mejoró gracias a la destacada actuación de las fuerzas de izquierda, que obtuvieron más escaños para mujeres que para hombres, llevando el total de la Cámara de Diputadas y Diputados al 35 %, aunque aún distante de niveles paritarios.
A nivel subnacional, el escenario es todavía menos auspicioso, debido principalmente a la ausencia de acciones afirmativas. Al comparar los resultados de las votaciones indirectas y directas en el país, se evidencia que entre 1992 y 2004, solo 59 mujeres fueron electas como alcaldesas por un consejo municipal, lo que representa el 5.6 % de la representación en alcaldías durante tres periodos municipales. Después de la reforma de 2004, se registró un notable incremento en la representación de mujeres en cargos públicos, aumentando aproximadamente en un 5 %. En 2004, 44 mujeres se convirtieron en alcaldesas (12.7 %) y 464 fueron elegidas como concejalas (21.7 %) (Hinojosa y Franceschet 2012). En general, la presencia de mujeres en alcaldías ha sido limitada en Chile; efectivamente, el porcentaje de comunas con alcaldesas nunca ha superado el 13 %. La carencia de normativas de régimen electoral de género a nivel subnacional tiene un impacto negativo en la representación de mujeres en cargos locales.3
La escasa presencia de alcaldesas electas se atribuye principalmente a la reducida cantidad de mujeres candidatas para el cargo.4 En las elecciones de 2016, en 176 comunas, que representan el 51 % del total de distritos locales del país, no hubo ninguna mujer compitiendo para alcaldesa (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [Pnud] 2016). Es posible colegir que en ausencia de instituciones que obliguen a los partidos a nominar mujeres, estos no promueven motu proprio la participación femenina en la carrera política. De esta forma, las barreras que enfrentan las mujeres para participar en la política local son similares a las que se observan en otros niveles.
3. Datos y métodos
En esta sección se analizan las elecciones desde 2004 hasta 2021 en los 345 municipios chilenos, con el fin de explorar posibles sesgos ideológicos asociados a la nominación de candidatas competitivas y a la elección de alcaldesas. Además, se investigarán patrones geográficos como proxy de modernidad versus valores tradicionales, examinando si las zonas metropolitanas se distinguen de las rurales en la elección de mujeres para cargos ejecutivos municipales.5 Es relevante precisar que las elecciones municipales de 2021 se llevaron a cabo en un periodo único en la historia. Las votaciones fueron pospuestas desde su fecha original en 2020 debido a la pandemia de Covid-19. Simultáneamente, Chile iniciaba el proceso de cambio constitucional, así como la elección inaugural de las gobernaciones regionales. Todo esto se producía en un contexto de hitos significativos en materia de género, como la aprobación de la paridad en las elecciones para la Convención Constitucional (Suárez-Cao 2023).
En el Gráfico 1 se muestra el total de alcaldesas y alcaldes en 2004, 2008, 2012, 2016 y 2021. Es evidente que existe una cantidad menor de alcaldesas electas en comparación con los alcaldes electos. Durante el periodo entre 2004 y 2016, se advierte una leve variación en términos de género, e incluso en el
En el Gráfico 2 se presenta la distribución de alcaldesas electas por región entre 2004 y 2021. Los datos revelan una situación crítica en gran parte de las regiones. En 7 de las 16 regiones, más del 90 % de los escaños son ocupados por hombres, mientras que en otras 8 regiones la cifra supera el 80 %. La notable excepción es la región de Magallanes y la Antártica Chilena, donde alrededor de un 68 % de los alcaldes han sido hombres.
En el Gráfico 3 se reflejan datos que demuestran una brecha entre la cantidad de candidaturas femeninas y masculinas. Durante el primer año de elecciones democráticas a nivel local, se inscribieron 1036 hombres y 207 mujeres, lo que significa que la proporción de candidaturas de hombres a alcaldes supera en cinco veces las candidaturas de alcaldesas. En 2016, se observa una ligera disminución en la brecha, ya que la proporción de candidatos hombres es 4.2 veces mayor que la proporción de candidaturas de mujeres. Este resultado podría explicarse gracias a la elección en dos periodos presidenciales de Michelle Bachelet, que incentivó a más mujeres a postularse para cargos de representación política.
Catalina y Camila (seudónimos), concejalas de una comuna en la Región Metropolitana y otra en el norte respectivamente, comparten que al comienzo de sus carreras políticas dudaron sobre postularse como candidatas a la concejalía debido a distintos motivos, como el temor a la exposición pública y la falta de confianza en sus capacidades. Especialmente, Camila (militante de un partido de izquierda) menciona sentirse más cómoda trabajando ‘detrás’, en lugar de asumir un cargo de representación.6 Ambas recibieron el apoyo de sus familiares y amistades, quienes las impulsaron a seguir adelante. Una vez aceptado el desafío, Catalina (militante de un partido de centro izquierda) destaca las dificultades que enfrentó al organizar su campaña, ya que debía compartir este tiempo con otras responsabilidades como la crianza y tareas del hogar. En contraste, los candidatos hombres se desligan de estas funciones y, por ende, gozan de más tiempo libre.7 Valentina, concejala de derecha en una comuna urbana de la Región Metropolitana, también señala que los hombres disponen de "más tiempo", lo que les permite avanzar con mayor rapidez en el partido.8 Estas declaraciones explicarían por qué hay menos mujeres que se postulan para cargos de representación, fenómeno que posteriormente se refleja en una menor cantidad de autoridades femeninas electas.
En relación con lo anterior, Juan, alcalde independiente de una comuna del norte, precisa que, en el caso de las mujeres, la sociedad siempre les demanda estar preparadas, llevándolas a buscar oportunidades a través de estudios o capacitaciones más extensas que las de los hombres. Mientras tanto, destaca que el liderazgo masculino surge de la socialización, en la que algunos han tenido más ocasiones para desarrollar la autoconfianza y la autoestima. Asimismo, señala que la cultura presenta un sesgo que limita la participación equitativa, y según el ámbito de acción, muchas mujeres masculinizan su estilo9 para poder competir de igual a igual con los hombres.10 Del mismo modo, Camila afirma que a las mujeres les cuesta el doble permanecer y ser reconocidas en la representación política, ya que tienen que estar constantemente demostrando que no solo "podemos hacer el tecito", es decir, que su aporte en la militancia no se limita a atender a sus compañeros hombres, sino que también "pensamos, y sí tomamos decisiones".11 A pesar de todo, Catalina percibe una desconfianza de la ciudadanía hacia las candidatas, ya que aún persiste la idea de que una mujer no puede ser capaz de liderar una concejalía o alcaldía.12
En el Gráfico 3 se aprecia un incremento en la cantidad de candidaturas de hombres y mujeres en las elecciones municipales de 2021. Las candidaturas a alcaldesas pasaron de 231 a 329, mientras que las candidaturas a alcaldes aumentaron de 980 a 1121. Este incremento en las candidaturas femeninas contribuyó a acortar la brecha entre ambos géneros, ya que la cantidad de candidaturas masculinas solo superó en 3.4 a las femeninas. Así, en este periodo la participación femenina experimentó un considerable crecimiento en comparación con periodos electorales anteriores.
De forma general, la subrepresentación de mujeres está vinculada con la escasa promoción de candidaturas competitivas. Además, es probable que la ciudadanía al emitir su voto se comporte con sesgos construidos a lo largo de la historia, tanto a través de instituciones formales e informales (Helmke y Levitsky 2004) como por aspectos relacionados con la cultura, región, temporalidad, entre otros. Lamentablemente, carecemos de evidencia para evaluar esto, pero podemos afirmar que, en caso de existir patrones sexistas en la ciudadanía respecto a sus elecciones electorales, es probable no sean suficientes para explicar la magnitud y la escala de la subrepresentación de mujeres.
En línea con esto, Camila sostiene que efectivamente se requiere una ley que asegure la representación de mujeres en la política, ya que la paridad no se logrará de manera espontánea ni voluntaria. Es poco probable que un hombre renuncie a su candidatura para darle paso a su compañera de partido. En última instancia, sobre la paridad añade que esta debe ser aplicada de manera transversal en todas las instituciones del Estado.13 Relacionándose con lo anterior, el alcalde Juan alude que garantizar la participación de mujeres a través de cuotas es esencial para lograr la paridad, siendo un desafío para todos los sectores políticos, y esto debería reflejarse tanto en el Concejo Comunal como en todos los sectores de representación ciudadana.14
En lo que respecta a la tendencia política o ideología de las alcaldesas electas en distintos periodos, se aprecian ligeras diferencias en el número de militantes de izquierda y de derecha. Aunque esta desigualdad sea diminuta, es relevante considerarla, ya que refleja la estructura orgánica y el comportamiento de los partidos al posicionar candidaturas competitivas. Asimismo, estas cifras proporcionan una visión de las preferencias de las personas votantes en cuanto a la elección de militantes de izquierda o derecha.
A partir de los datos sobre la cantidad de candidaturas femeninas y mujeres electas, se busca indagar si los partidos de derecha impulsan candidaturas femeninas competitivas en Chile. Para efectos de este análisis, se agruparon de manera dicotómica la mayoría de partidos chilenos en las categorías de izquierda y derecha.15
Entre las elecciones de 2004 y las del 2016, se observó una constante en la cantidad de alcaldesas electas por ideología política. No obstante, los datos cambiaron considerablemente en las elecciones de 2021, lo cual podría explicarse por la crisis política que atraviesa Chile, incluyendo el escenario del estallido social y el subsiguiente proceso constituyente. La categoría de ‘independiente’ fue la que mostró mejores resultados, ya que la cantidad de alcaldesas electas aumentó de 12 a 27, seguida por la categoría de partidos con ideología de izquierda, que incrementó de 13 a 21 alcaldesas electas.16 En contraste, los partidos de derecha sufrieron una ligera disminución en la cantidad de sus militantes electas como alcaldesas, pasando de 16 a 13. Además, los resultados del Gráfico 4 confirman que, durante las elecciones de 2004 a 2021, existe una mayor cantidad de alcaldesas afiliadas a partidos de derecha en comparación con aquellas con ideología de izquierda.
Los datos del Gráfico 5 revelan una brecha en la cantidad de candidatas militantes entre los partidos de derecha y los de izquierda. En las elecciones de 2021, los partidos de izquierda presentaron alrededor del doble de candidatas a alcaldesas. No obstante, los resultados más destacados se advierten en las candidaturas independientes, en las que la cantidad aumentó en un 90 % de 2016 a 2021, superando incluso la suma total de candidaturas de derecha e izquierda. Este fenómeno de incremento en las candidaturas independientes a nivel local ha sido documentado en la literatura (Došek 2017; Suárez-Cao y Muñoz 2017; 2020), y en 2021 se acentuó aún más, llegando a casi duplicar las candidaturas de mujeres que buscaban la alcaldía en comparación con 2016.
En este marco, Catalina precisa que, en sus primeros años de militancia, no se observaba una gran cantidad de mujeres involucradas, pero con el tiempo se incorporaron cada vez más. Actualmente, cuentan con una militancia femenina activa en todos los espacios de decisión.17 Del mismo modo, Camila menciona que en su partido proporcionan recursos financieros para brindar capacitación a las mujeres militantes. Estas capacitaciones se llevan a cabo a través de encuentros regionales y nacionales,18 generando un espacio seguro y formativo para las militantes mujeres.19 La experiencia de Valentina difiere, ya que ella señala que "no hay inversión en formación política ni en posicionamiento de mujeres […] se cumple como con el mínimo porque el Servel te pide la cuestión. Sí. Pero en general, […] no hay una voluntad como la de tomar una acción decidida en fortalecer los liderazgos de las mujeres".20
Considerando los datos expuestos, así como los relatos de las concejalas entrevistadas, parece que, aunque los partidos de izquierda posicionan una mayor cantidad de candidatas al cargo de alcaldesas, son electas en menor medida en comparación con sus contrapartes de derecha.21 Investigaciones futuras deberían buscar dilucidar por qué ocurre este fenómeno, en especial para determinar si los partidos de izquierda postulan mujeres en comunas poco competitivas para ellos o si las nominan en condiciones menos favorables que a sus candidatos hombres. Si este fuera el caso, esto sería indicador de un compromiso reducido con la igualdad de género, a pesar del elevado número de mujeres nominadas.
Un último factor para analizar, con la expectativa de que esté relacionado con la representación de mujeres a nivel local, es la condición de ruralidad de las comunas. En este análisis, nos centraremos en la Región Metropolitana de Santiago, compuesta por un total de 52 comunas pertenecientes a seis provincias. Esta región concentra la mayor cantidad de población del país, principalmente en la capital, Santiago. A pesar de los notables avances en tecnología, transporte y urbanización, las comunas circundantes al gran Santiago aún registran un alto índice de ruralidad. En la siguiente imagen se aprecia el nivel de ruralidad de cada comuna, medido por la Secretaría Regional Ministerial de Desarrollo Social y Familia. (Gráfico 6)
En este estudio, se decidió agrupar las cuatro categorías del Índice de Ruralidad Comunal en dos grupos. El primero, denominado "rurales", incluye comunas con alta y media ruralidad, sumando un total de 16 comunas. Por otro lado, las 36 comunas restantes, con baja y muy baja ruralidad, se clasifican como "urbanas". Las comunas rurales no solo se encuentran apartadas de los grandes centros urbanos, sino que también enfrentan dificultades de movilización y tienen menor acceso a servicios públicos e instituciones del Estado. Esta carencia de servicios y redes personales perjudica en mayor medida a las mujeres que habitan en estas zonas. Si bien se reconoce que "las mujeres rurales desempeñan una función clave de apoyo a sus hogares y comunidades para alcanzar la seguridad alimentaria y nutricional, generar ingresos y mejorar los medios de subsistencia y el bienestar general en el medio rural" (Grupo de Acción Interinstitucional sobre la Mujer Rural 2011, 1), las mujeres y niñas rurales enfrentan limitaciones estructurales que les impiden disfrutar plenamente de sus derechos humanos y dificultan sus esfuerzos por mejorar sus vidas y las de quienes las rodean (Grupo de Acción Interinstitucional sobre la Mujer Rural 2011).
El distanciamiento de las mujeres rurales del ejercicio político tiene efectos negativos para el capital social de sus respectivas comunidades. Sin su participación, la comunidad desaprovecha recursos humanos, económicos, culturales y sociales. En contraste, la intervención política de las mujeres en las localidades rurales puede incrementar y diversificar el capital social disponible, contribuyendo así a una mejora generalizada de la calidad de vida (Sánchez-Oro y Morán Morán 2014).
En el Gráfico 7 se muestra de forma simple la cantidad de alcaldesas y alcaldes electos en las diferentes comunas de la región metropolitana durante el periodo electoral de 2004 a 2021. Se advierte que las comunas urbanas muestran una mayor cantidad de mujeres electas, superando en más de 10 puntos a las comunas rurales. Es importante destacar que esta distinción no está relacionada con la ideología, ya que se eligieron 19 alcaldesas de izquierda y 20 de derecha en este periodo en estas comunas. Además, la distribución similar entre comunas urbanas y rurales es más equitativa para las alcaldesas de derecha (12 y 8 respectivamente) que para las de izquierda (15 y 4).
4. Conclusión
Esta investigación tuvo como objetivo examinar los factores asociados a la subrepresentación de mujeres en cargos ejecutivos en los gobiernos locales. En la primera sección, los resultados revelaron que, entre 2004 y 2016, la cifra media de alcaldes fue de 302.7 en comparación con una media de 42.2 alcaldesas. Aunque esta brecha considerable se redujo ligeramente en 2021, con la elección de 61 alcaldesas y 284 alcaldes, los avances del movimiento feminista y la paridad de género en la Convención Constitucional pudieron haber influido positivamente en este panorama, dada la ausencia de mecanismos de acción afirmativa a nivel local.
Los testimonios recabados ilustran los desafíos que enfrentan las mujeres en la representación política. Las entrevistadas destacan diferentes obstáculos superados para acceder al cargo de concejalas y mantenerse trabajando día a día. Por otro lado, los resultados de las elecciones municipales indicaron que en el periodo estudiado se eligieron más mujeres de partidos de derecha que de izquierda, a pesar de que estos últimos presentaron una mayor cantidad de candidatas. Asimismo, se observa que en las comunas rurales la representación política femenina es menor que en las urbanas, según los resultados electorales de la Región Metropolitana.
En suma, se han registrado avances magros en la representación descriptiva de las mujeres en los cargos políticos de los gobiernos locales en Chile. Las instituciones formales no han promovido las candidaturas de mujeres a las alcaldías ni han implementado acciones afirmativas ni la inclusión del principio de paridad como requisito para integrar las candidaturas. Asimismo, las instituciones informales siguen alineadas con el orden patriarcal y la división de trabajos en la sociedad, manteniendo los principales obstáculos que enfrentan las mujeres al intentar participar en la política en general y en puestos de liderazgo en particular. El desafío de la subrepresentación de mujeres en Chile, en particular a nivel subnacional, sigue siendo un importante déficit democrático.