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Letras (Lima)

versión impresa ISSN 0378-4878versión On-line ISSN 2071-5072

Letras vol.93 no.137 Lima ene./jun. 2022  Epub 30-Jun-2022

http://dx.doi.org/10.30920/letras.93.137.13 

Estudios

Hacia una deontología crítica peruana: la reflexión de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez sobre el trabajo de la crítica literaria en el Perú

Towards a Peruvian Critical Deontology: The Reflection of Antonio Cornejo Polar and Raúl Bueno Chávez on the Work of Literary Criticism in Peru

Carlos Torres-Astocóndor1 
http://orcid.org/0000-0001-8676-5802

1 Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Lima, Perú. pchuctor@upc.edu.pe

RESUMEN

El presente trabajo busca indagar y sostener que en la crítica literaria peruana existe una tradición de reflexión sobre su función. Para ello, se analizará la obra crítica de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez a partir de la “deontología crítica”, categoría que busca rastrear los deberes y principios que los críticos literarios sostienen que son necesarios cuando ejercen su función. Por ello, este trabajo intenta revisar la crítica literaria peruana, y en particular las obras de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez, a partir de una valorización deontológica. Se proponen tres elementos comunes en la propuesta de ambos autores: primero, considerar la situación social como elemento imprescindible en la actividad crítica, pues el Perú presenta una realidad multicultural y multilingüe; segundo, dominar disciplinas cercanas a la literatura, como la sociología, historia, antropología, filosofía, lingüística, etc., con la finalidad de ampliar la dimensión interpretativa y abarcar aspectos que dialogan, implícita o explícitamente, con el producto literario; por último, los autores reconocen que la actividad crítica es, también, una acción política e ideológica que se configura a través de dimensiones que escapan de su experiencia personal, pues se incluye la formación y las relaciones profesionales que delimitan los espacios de investigaciones futuras.

Palabras clave: Crítica literaria latinoamericana; Deontología crítica literaria; Antonio Cornejo Polar; Raúl Bueno Chávez

ABSTRACT

This paper aims to explore and argue that in Peruvian literary criticism there is a tradition of reflection on its function. To this end, the critical work of Antonio Cornejo Polar and Raúl Bueno Chávez will be analyzed on the basis of “critical deontology”, a category that tracks the duties and principles that literary critics maintain are necessary when performing their function. Therefore, this paper reviews Peruvian literary criticism, and in particular the works of Antonio Cornejo Polar and Raúl Bueno Chávez, from a deontological valuation. There are three commonalities between the authors proposals: first, to consider the social situation as an essential element in the critical activity, since Peru presents a multicultural and multilingual reality; second, to dominate disciplines close to literature, such as sociology, history, anthropology, philosophy, linguistics, etc., in order to broaden the interpretative dimension of literary criticism. Finally, the authors recognize that critical activity is also a political and ideological action that takes shape through dimensions that go beyond their personal experience, since it includes training and professional relationships that delimit the spaces for future research.

Keywords: Latin American Literary Criticism; Literary Critical Deontology; Antonio Cornejo Polar; Raúl Bueno Chávez

1. Introducción

Georges Steiner afirma que la crítica literaria debe surgir de una deuda de amor: el lector debe tanto al autor que este le retribuye, a través de reflexiones, los aciertos y errores que ha encontrado en su lectura (2002, p. 13). Sin embargo, la crítica actual no admite desborde de pasiones en su ejercicio. La razón, la ciencia y la sistematización se erigen como características necesarias para reconocer una crítica válida: objetivar la pasión o sistematizar la intuición son recomendaciones que uno recibe cuando cursa el pregrado.

El presente artículo busca demostrar que en la tradición literaria peruana existe un lugar común en la ensayística que persiste en señalar caminos y pasos concretos para el buen ejercicio crítico. En efecto, la reflexión de la función del crítico literario en el Perú puede rastrearse desde la colonia. El primer texto crítico que lo aborda es el Apologético en favor de Luis de Góngora de Juan Espinosa Medrano, quien expone dos tipos de crítica: la censora y la comentarista. Esta preocupación afecta diferentes dimensiones como la cultura, la sociedad, la academia, las relaciones interpersonales y la política (Torres Astocóndor, 2014).

La investigación que se presenta busca releer los trabajos académicos de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez sobre la base de una valorización deontológica. Es decir, indaga, en el discurso crítico literario peruano de estos autores, propuestas o aproximaciones sobre qué funciones debe cumplir el crítico literario. Para lograrlo, es necesario investigar y revisar ensayos o libros que aborden, implícita o explícitamente, la existencia de lo que denomino “deontología crítica”, la cual juzga y recomienda formas del ejercicio crítico. Asimismo, pretendo aportar una nueva modalidad de lectura de los discursos críticos literarios al considerar el factor deontológico como punto de rastreo en la crítica literaria peruana. Este enfoque deontológico también se puede percibir en otros géneros literarios como la novela, el cuento, el poema o el teatro. De igual forma, se propone a los investigadores literarios indagar sobre este factor deontológico en discursos críticos de otros críticos literarios distintos a los considerados en este artículo.

Una muestra de indagación deontológica se encuentra en el libro Novela española y boom hispanoamericano. Hacia la construcción de una deontología crítica de Adrián Curiel Rivera (2006). Allí, el crítico mexicano analiza el comportamiento de la crítica literaria española ante la llegada de la nueva novela hispanoamericana (1962-1975). Su propuesta se enfoca en cómo la crítica va “adaptándose” a las nuevas propuestas narrativas del denominado boom hispanoamericano (Curiel, 2006, pp. 334-335). Además, se centra en la reflexión de los narradores hispanoamericanos sobre la propuesta literaria que iba constituyéndose a partir de sus publicaciones. Lejos de dejar el campo literario abierto a los críticos literarios, los escritores produjeron una crítica que intentaba explicar su narrativa, sus indagaciones estéticas y sus conflictos literarios a través de libros, entrevistas, reseñas o columnas de opinión en los diarios. Su relevancia, por tanto, se concentra en mostrar cómo la práctica de la crítica literaria se relaciona con el referente literario y modifica sus funciones, ejercicios y quehaceres a partir de una metarreflexión que mantiene un diálogo fluido con esta nueva narrativa: lejos de mantenerse anclados en sus principios estéticos, y ante la llegada de una nueva narrativa, la crítica española negocia su tránsito hacia una nueva deontología que busca entender esta nueva escritura.

En el mismo libro, se discute el uso de la categoría “deontología” en los estudios literarios. Esta no indica cómo se ejerce la crítica, cómo se debe escribir una novela o un relato, sino que prescribe seguir determinados caminos para su formulación debido a que obedece a una norma ética superior que no necesariamente considera las consecuencias prácticas de la realización (Curiel, 2006, p. 362). Como afirma Curiel Rivera, a diferencia de la teleología, que afirma su ética mediante las consecuencias prácticas de determinados actos, la deontología la determina a partir de una ley moral absoluta (2006, p. 363). Sin embargo, esta norma se ha construido previamente a partir de procesos dialogantes. En otras palabras, para determinar un imperativo en la crítica ha ocurrido un estadio en el cual el modelo anterior fue puesto en duda ante la llegada de una nueva manifestación literaria. Ello permite afirmar que las propuestas deontológicas de los críticos literarios peruanos no son estáticas ni perennes. Por el contrario, a medida que van descubriendo nuevas manifestaciones literarias que, por ejemplo, cuestionan la rigidez de los géneros literarios, los críticos responden ante la novedad mediante la reconfiguración de sus propuestas, la limitación de aplicar categorías foráneas a realidades únicas y singulares, la importancia de los medios de elaboración y distribución de los nuevos materiales literarios, entre otros. Por lo tanto, este trabajo recopila qué formas de considerar cómo debe o no debe ejercerse la crítica se han esbozado en los textos de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez.

2. Antecedentes

Por supuesto, no soy el primero en realizar una revisión crítica de la obra de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez. Eduardo Hopkins Rodríguez, en el libro Perfil y entraña de Antonio Cornejo Polar. Homenaje (1998), a partir de su experiencia como estudiante y mediante el estudio de la obra académica de Cornejo Polar, realiza algunas notas sobre la metodología crítica del docente sanmarquino. En este texto afirma, por ejemplo, el cambio metodológico desde una posición analítica hacia una ideológica en su trabajo crítico. Es decir, Hopkins Rodríguez encuentra una variación desde la búsqueda de sentidos en el texto, sin dejar de considerar el contexto, hacia una preocupación del carácter ideológico de las obras literarias (1998, pp. 98-99).

En un trabajo de mayor amplitud, Patricia D’Allemand revisa el trabajo crítico de autores como José Carlos Mariátegui, Ángel Rama, Alejandro Losada, Beatriz Sarlo y, por supuesto, Antonio Cornejo Polar. De este último resalta el trabajo colectivo realizado con otros críticos literarios latinoamericanos en la tarea de concebir categorías de análisis para interpretar la producción literaria latinoamericana. Del mismo modo, D’Allemand anota el quiebre que Cornejo Polar realiza acerca de la realidad armónica hacia una fracturada, lo cual demuestra la recuperación de la dimensión social e histórica en la crítica literaria (2001, pp. 127-129). Finalmente, también resalta la reflexión sobre los sistemas literarios y el rescate de las culturas populares para el ejercicio crítico. Esta propuesta busca replantear el corpus literario latinoamericano, así como romper con visiones hegemónicas que mutilan la rica manifestación cultural de nuestra realidad (2001, pp. 139-141).

Con relación al trabajo de Raúl Bueno Chávez, en el año 2014, José Antonio Mazzotti compiló y editó el libro Argos Arequipensis. Libro de homenaje a Rául Bueno Chávez. En él se revisa la labor académica y cultural de Bueno Chávez, así como su producción literaria. En este libro resaltan particularmente, debido a que analizan la obra crítica, los trabajos de Mirian Pino y Dorian Espezúa Salmón. La primera autora destaca el trabajo de revaloración del conocimiento alterno o los saberes locales por parte de Bueno Chávez. Desde su lectura, y mediante una reflexión ética, la posición que se observa en su obra crítica “implica asumir que la historia de la Teoría Literaria fue la negación de nuestros saberes, ocultos tras la semiosis colonial” (Pino, 2014, p. 23). Espezúa Salmón, por su parte, rescata la categoría del ajíaco para preguntarse por el proceso mediante el cual se “cocina” nuestro propio aparato teórico-crítico. Mediante un repaso cronológico sobre las obras más representativas de Bueno Chávez, analiza las diferentes instancias, cuestionamientos y posiciones sobre el trabajo de la crítica literaria. Así, encuentra que en un primer momento el trabajo crítico del autor estudiado mostró un interés claramente cientificista al emplear la semiótica como método de análisis. De hecho, para Espezúa Salmón, “se aplica con mucha rigurosidad el instrumental teórico y metodológico de un estructuralismo heterodoxo (en el que se combinan postulados de la semiótica, la estilística, la retórica, el formalismo ruso, el círculo de Praga y la lingüística)” (2014, p. 51). Este método heterodoxo es propio de la primera etapa de Raúl Bueno Chávez. Además de lo anterior, Espezúa Salmón también resalta la preocupación constante en su trabajo crítico, vale decir, la pregunta central sobre el desarrollo de una teoría literaria latinoamericana. En este aspecto, encuentra que la postura del crítico que estudiamos es que deben combinarse las teorías literarias foráneas y locales en la búsqueda de categorías propias que expliquen la literatura latinoamericana. En palabras de Espezúa Salmón,

[...] no se trata, sin embargo, de cerrarse a los aportes eurocéntricos, sino más bien de integrarlos en la construcción de herramientas teóricas y críticas que den cuenta de las particularidades de los discursos latinoamericanos de modo que salgamos de una incómoda posición subordinada. (2014, p. 53)

Ello, por supuesto, no acorta la posibilidad de universalizar categorías latinoamericanas para ayudar a interpretar la literatura de otras realidades.

A partir de lo observado, podemos resumir que el trabajo crítico de Antonio Cornejo Polar ha sufrido cambios en los tópicos de interés con relación a la función del crítico. En un primer momento existía un interés en reflexionar sobre el trabajo analítico del material de estudio, que luego transita hacia una preocupación ideológica. Es en este último aspecto donde resalta la dimensión social e histórica en el proceso crítico, así como la conformación de sistemas literarios según el entorno en el que se producen, distribuyen y consumen los materiales literarios. Para el caso de Bueno Chávez, se resalta su preocupación por el conocimiento local en el ejercicio crítico. Del mismo modo que Cornejo Polar, también se puede observar un cambio en el interés crítico desde la estilística hacia la dimensión social.

Pasemos ahora a revisar el trabajo crítico de Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez con la finalidad de centrarnos en lo que ellos proponen acerca de la labor que debe ejercer el crítico literario.

3. Antonio Cornejo Polar

Las lecturas de los críticos literarios latinoamericanos sobre la crítica literaria tuvieron como prioritario medio de expresión y reflexión el formato del ensayo antes que la totalidad de un libro. A partir de los años setenta, las revistas de crítica literaria latinoamericana aportaron significativamente al debate deontológico. Incluso, se elaboraron ediciones especiales para analizar la crítica literaria latinoamericana. Hispamérica, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Revista Iberoamericana, Escritura, Texto Crítico, Dispositio, Lexis, Ideologies and Literatures son algunos ejemplos de dicha preocupación1.

El libro de Guillermo Mariaca Iturri (2007), El poder de la palabra. Ensayos sobre la modernidad de la crítica literaria hispanoamericana, nos acerca al proceso de transformación que experimentó la crítica literaria en nuestro continente, desde los fundadores (Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y José Carlos Mariátegui), hasta quienes la consolidaron (Ángel Rama, Octavio Paz y Roberto Fernández Retamar). Cada uno de los citados no solo redefinió el carácter de la crítica literaria, sino también reelaboró la idea de cultura y entabló lazos para su verdadera comprensión. La idea de reorganizar, releer la realidad e ir en contra de lo establecido es, probablemente, el punto en común de los seis críticos.

El trabajo de Antonio Cornejo Polar se inserta en una discusión mayor, donde varios críticos latinoamericanos reflexionaron sobre el papel de la crítica literaria. De entre ellos, destacan los trabajos de Roberto Fernández Retamar, Antonio Cândido, Nelson Osorio Tejeda, Carlos Rincón, entre otros. Revisemos brevemente sus intereses sobre la función de la crítica para situar la preocupación de Cornejo Polar en este ámbito.

Fernández Retamar, por ejemplo, encuentra que la crítica literaria estuvo cargada de elementos teóricos obtenidos a partir de otras literaturas. Estas teorías “empuja[n] en primer plano sus búsquedas formales, y oscurece[n] sus verdaderas funciones” (1995, p. 88). Se lee la literatura hispanoamericana desde tales ópticas precisamente por una ausencia de lentes propios y el desinterés de formarlos. Dentro de esta reflexión, Fernández Retamar divide la crítica en dos tipos: la crítica colonizada, a quien denuncia de peligrosa al calificarla de incapaz y dañina; y la crítica descolonizada, única capaz de hacer juicio de nuestras obras. El autor cuestiona, al respecto de la colonizada, el simple traslado de la cáscara teórica en una literatura distinta e híbrida (Fernández, 1995, p. 127). Los análisis de las estructuras de la novela por el solo hecho de alarde se suma a esta crítica de la crítica, pues no existe una justificación valorativa, sino simplemente se queda en el plano analítico.

En el mismo sentido, Antonio Cândido reconoce el poder de la Academia de enaltecer por generaciones una obra de pésima calidad y ocultar otras de verdadero valor a través de la indiferencia. La crítica tiene un poder innegable, pues su autoridad reside en su voz y en la concesión:

[...] o el hecho de que obras secundarias sean acogidas por la mejor opinión crítica y puedan substituir por más de una generación, cuando unas y otras deberían haber sido desde luego colocadas en su debido puesto, como cosa de menor valor o manifestación de supervivencia sin efecto. (Cândido, 1972, p. 343)

La dependencia latinoamericana con respecto a la metrópoli española generó una alienación cultural, aunque luego se cambió de referente (principalmente con Francia). Se pensó erróneamente de una liberación cultural, pero lo que realmente ocurrió fue una transferencia de dependencia (Cândido, 1972, p. 344). Sin embargo, el crítico brasileño reconoce la “influencia inevitable” (que es el vínculo placentario con las literaturas europeas), pues es un acto normalizado de admiración. Frente a ello, queda devolver perfeccionado los instrumentos imitados, pues resulta un “influencia justa” para expresar mejor los temas y sentimientos nuevos y distintos en Latinoamérica.

Para Nelson Osorio Tejeda, la crítica debe poseer un método y una ideología que proyecten lo que la obra nos quiere decir o mostrar, ya que “no puede haber método científico si no se ‘halla orientando unitariamente por un núcleo ideológico, de concepción del mundo’” (1977, p. 21). Así, toda lectura debe tener un respaldo ideológico en donde “se pone en relación una conciencia (la del crítico) con un determinado producto de la actividad humana (la obra literaria)” (Osorio, 1977, p. 22). El resultado es que toda crítica es un acto ideológico, un juicio de premisas entre el crítico y la obra.

Asimismo, continuando con Nelson Osorio, la crítica literaria, como parte de los estudios literarios, debe ser “una disciplina de conocimiento, de producción de conocimientos nuevos, y colocar estos conocimientos al servicio de un proceso de identificación y de formación de una conciencia integradora” (1989, p. 294). El papel que le otorga a la crítica literaria no se queda en el mero análisis, o en el detalle de observar y explicar tanto la evolución estético-literaria como la representación de la realidad y los cambios en este. Osorio exige que la crítica literaria conlleve la reflexión de la conciencia, la producción de conocimientos y la identificación de Latinoamérica, y a su integración.

Finalmente, según Carlos Rincón se pueden definir dos tipos de ejercicios críticos fundamentales: el primero implica un filtro y selección de obras que ayuden a configurar “criterios estético-políticos y una comprensión ideológica de sus necesidades estético-literarias y, lo que es más importante todavía, del proceso literario de su satisfacción” (1977, p. 40); el segundo ejercicio responde en nombre de los lectores, lo que convierte a los críticos en voceros del público ideal pensado por el lector. Así, el crítico era “mediador y cómplice, confidente e intermediario entre las dos partes” (Rincón, 1977, p. 41).

Rincón concluye que “toda crítica literaria implicaba una toma de posición ideológica-política frente a la realidad social” (1977, p. 41), y genera una posición, conciencia e identidad en el crítico literario. Él se vuelve un organizador y formador de los lectores. En tal sentido, el autor desprecia a la crítica que se preocupa solo de la historicidad de la producción literaria, pues considera también importante analizar los efectos en la recepción, ya que es esta acción la que determina si el producto es o no literario. Asimismo, cuestiona a los críticos que reducen las obras a una “serie autónoma”, ajena a la sociedad.

En esta discusión sobre el quehacer de la crítica literaria y su ejercicio en Latinoamérica ingresa la propuesta de Cornejo Polar, quien dialoga con sus pares con la finalidad de encontrar una teoría literaria propiamente latinoamericana. En este proceso, fue inevitable reflexionar sobre el papel del crítico en los estudios literarios, así como su rol como mediador entre la literatura y la lectoría. El autor sanmarquino posee la virtud de haber escrito no solo ensayos acerca de la función de la crítica, sino también publicó en Caracas, a través de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, el libro titulado Sobre literatura y crítica latinoamericanas (1982). Como bien se apunta en la introducción, el libro se divide en dos partes: la primera atañe reflexiones sobre los problemas de la crítica literaria en Latinoamérica, mientras que la segunda se centra en aplicar lecturas sobre procesos literarios concretos. Queda claro que nuestra lectura se enfoca en la primera parte del libro y en artículos posteriores que reflexionan, una vez más, en el quehacer crítico literario.

El primer artículo del libro se titula “Problemas y perspectivas de la crítica literaria latinoamericana” (Cornejo, 1982, pp. 9-12), el cual fue presentado en 1974 en una mesa redonda organizada por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En él se repasan las principales disyuntivas críticas y la afectación de teorías contemporáneas (principalmente la inmanentista) en perjuicio de la reflexión del fenómeno literario. Desde el inicio, se observa el desdén hacia dichas corrientes:

[...] las tesis inmanentistas son obviamente correlativas a una poética que a su vez, ahora con respecto a la obra misma, señala la radical autonomía del fenómeno literario, su enclaustramiento dentro del ámbito de un lenguaje que se dice a sí mismo. (Cornejo, 1982, p. 10)

Precisamente, este mirar hacia dentro borra, como nos dice más adelante, “el contenido humanístico al servicio de un conocimiento cada vez más formalizado, sin duda, pero también cada vez más inútil” (Cornejo, 1982, p. 10). A través de la metodología teórica que imponen las tesis contemporáneas, se pierden elementos vitales del análisis literario, sobre todo el contexto sociocultural, todo ello en aras de cumplir con la agenda que la teoría exige para ser validado por el rigor científico. Este interés en la preocupación sobre la crítica inmanentista se aúna a otras reflexiones. Por ejemplo, para Rincón, suprimir relevancia histórico-social genera un inmanentismo deshistorizador normativo y conservador (1977, pp. 57-58). Por ello, anota reflexionar sobre la noción de literatura como parte inicial para la conexión de los sentidos y dejar de lado las reflexiones inmanentistas o lingüísticas que se despreocupan de las condiciones de la creación y se centran en la estructura del texto literario:

Tanto el proceso de recepción como el de aplicación de esas concepciones intentó cumplírselo a nivel inmanente, sin reparar en el proceso histórico y en las luchas ideológicas del que formaban parte lo mismo la nueva producción literaria latinoamericana que esos esfuerzos críticos. (Rincón, 1978, p. 130)

Frente a lo expuesto, para Cornejo Polar, ¿en qué debe preocuparse la crítica literaria? El autor sostiene que el trabajo crítico se convierte en una labor antropológica en el sentido de buscar rastros humanos en medio del lenguaje literario; vale decir, debe revelar una imagen del universo y una conciencia social a través de la iluminación de la índole, filiación y significado que la imagen del texto literario muestra. Por ello, sorprende que al final del ensayo se torne más afable con el inmanentismo, pues nos dice que puede aportar en el esclarecimiento de los sentidos culturales y sociales si estos son bien encaminados por el crítico en su búsqueda del sentido de la obra. La virtud que destaca de ellos transcurre por el ordenamiento y la precisión de su metodología en la descripción de la obra literaria (Cornejo, 1982, pp. 11-12).

Casi al finalizar el ensayo, enfatiza la labor de la enseñanza universitaria en la reflexión crítica. Comenta que la crítica, de ser posible y para aspirar a una “crítica total”, debe ser “una empresa múltiple, de verdad colectiva, sistemática, sin duda gradual y lenta” (Cornejo, 1982, p. 12). En otras palabras, exhorta a que las universidades constituyan equipos de trabajo con la finalidad de investigar en profundidad sistemas literarios que, debido a su vastedad, podrían representar un reto exhaustivo si se realizase de forma individual. Así, contrario a la dinámica literaria universitaria, que promueve radicalmente la investigación individual, Cornejo Polar estimula los trabajos colectivos que apunten a una empresa común, donde la contribución de los integrantes busque develar aspectos múltiples propios de la realidad.

Esta idea colaborativa es rescatada por Espezúa, quien afirma la importancia de realizar trabajos colectivos que denoten una preocupación por comprender y estudiar el vasto campo cultural del material literario. En tal sentido, observa positivamente los trabajos interdisciplinarios, la implementación de categorías y conceptos desde otras ramas de la ciencia, sobre todo “si sabemos que ahora [...] no son propiedad de ninguna disciplina. Por eso hablamos de categorías y conceptos nómadas que pueden ser utilizados por otras disciplinas para permitir la mirada de un mismo fenómeno desde diferentes y variadas perspectivas” (Espezúa, 2002, p. 112); sin embargo, esto no debe desarrollarse de forma mecanicista ni acríticamente: el crítico interlocutor se caracteriza por desarrollar un discurso predecible y domesticado que reproduce los saberes hegemónicos.

Otro ensayo que aborda la resolución sobre el deber de la crítica literaria es “Problemas de la crítica, hoy”, el cual apareció en México en 1977 (cfr. Cornejo, 1982, pp. 67-85). En él, se inicia, ahora de forma contundente, una crítica al inmanentismo por las siguientes razones: posee una arbitraria limitación del hecho literario, pues somete el objeto literario a las posibilidades de su método; se enfoca en aspectos textuales poco interesantes y elude los factores que determinan el fenómeno literario; olvida categorías como el hombre, la sociedad y la historia, además de relegar la idea de que la literatura es producción social, lo que conlleva a obviar su referente, lo ideológico y lo axiomático. Queda expuesto, para Cornejo Polar, la sinrazón inmanentista al proponer el enclaustramiento literario, lo cual genera obviar su relación directa con los procesos históricos en el que se encuentra inmerso.

Más adelante, el autor reclama que el crítico no debe usar lo literario como comprobación de tesis ya establecidas. En tal sentido, la crítica posee un carácter transitivo y debe evitar “sociologizar el conocimiento de la literatura” (Cornejo, 1982, p. 14). Frente a ello, Cornejo Polar insta al crítico a esclarecer los términos históricos en los que se ubica la obra, los modos de producción que permitieron su concepción y el sistema de comunicación en el que está inscrito. Exige que “sepamos cómo funciona socialmente la literatura latinoamericana” (Cornejo, 1982, p. 15) para comprender su desarrollo y manifestación histórica.

Esta reflexión sobre la influencia de lo extraliterario en el objeto de estudio ha sido revisada por varios críticos literarios latinoamericanos. Para Osorio Tejeda, por ejemplo, resulta importante ubicar la evolución literaria, marcar las influencias internas y externas, corroborar las superaciones estilísticas, en suma, poseer una tradición literaria y ver el pulso actual a partir de lo elegido; de lo contrario, el resultado puede percibirse como una “prótesis” dentro del corpus literario. Entonces, la literatura “no surge espontáneamente o por la acción de voluntades individuales y esclarecidas sino como producto de un proceso acumulativo y creciente que se remonta a muchos decenios atrás” (Osorio, 1977, p. 14). De esta manera, “el crítico literario no puede limitarse al conocimiento de los contextos extraliterarios [...] necesita imprescindiblemente un examen detenido de la realidad histórico-literaria desde donde surge la respuesta a las demandas externas” (Osorio, 1977, p. 14). Del mismo modo, para Rincón, el crítico no determina, sino que se encuentra determinado bajo las condiciones histórico-literarias, y estas a su vez en el desarrollo ideológico y social. Para él, tanto la literatura como la crítica se encuentran inmersas en estructuras superiores, como son la política y la cultura, y su ejercicio es la consecuencia de la objetivación y representación de estas. Por ello, la crítica es el resultado

[...] de la evaluación social de la oferta literaria en general, de donde surgen los criterios y normas estética, válidas ya para la publicación de los más próximos nuevos textos, y respecto a esas normas y esas expectativas que la crítica tiende a articular, se orientan el escritor y el propio público. (Rincón, 1977, p. 42)

El crítico reclama realizar una historicidad crítico-literaria, así como una historia de la literatura, que observe “los códigos críticos, de sus transformaciones a lo largo de los diversos periodos literarios” (Rincón, 1977, p. 42).

Regresando a Cornejo Polar, este autor denuncia el olvido de la literatura “emergente”, aquella que da cuenta de otros contextos sociales peruanos, por la literatura “culta”, la cual entabla más relación con términos que corresponden a otros contextos. Justamente el concepto de “novela de lenguaje”, el cual exige eliminar elementos “accesorios” como el testimonio, la denuncia social, lo popular o mítico para alcanzar la “pureza” de la novela, muestra qué tan mal los críticos han leído la literatura latinoamericana desde metodologías que no se articulaban con la realidad heterogénea, sino con signos europeos o norteamericanos. Finalmente, Cornejo Polar enfatiza el papel de la crítica literaria “como parte integrante del proceso de liberación de nuestros pueblos, no sólo porque de alguna manera es también crítica ideológica y esclarecimiento de realidad [...], sino, también, [...] una importante tarea de descolonización” (Cornejo, 1982, p. 17).

La responsabilidad crítica que exige el autor va más allá de los límites teórico-literarios y apuntan hacia una influencia y conciencia con relación a las situaciones sociales y culturales del país. Este compromiso implica desprenderse de la condición inmanentista e ir en busca de una crítica que no solo tome en consideración los aspectos histórico-sociales de la obra, sino que también las articule con una propuesta que desborde la crítica formal en aras de un compromiso político. Como expresó claramente la cita anterior, la crítica literaria no es solo el análisis de una obra, sino también un proceso ideológico que busca develar las condiciones sociales. Esta valoración puede percibirse en otros críticos contemporáneos. Por ejemplo, para Cândido el valor literario se encuentra íntimamente ligado a su función social, pues una obra debe afectar al lector hasta el punto de hacerlo reflexionar sobre realidad y, si es posible, cambiar su conciencia. Así, para el autor, una obra “interesa más, por haber sido un precursor de la conciencia de subdesarrollo” (Cândido, 1972, p. 351). Del mismo modo, Rincón afirma que “toda crítica literaria implicaba una toma de posición ideológica-política frente a la realidad social” (1977, p. 41), y genera una posición, conciencia e identidad en el crítico literario. Él se vuelve un organizador y formador de los lectores. En tal sentido, el autor desprecia a la crítica que se preocupa solo de la historicidad de la producción literaria, pues considera también importante analizar los efectos en la recepción, ya que es esta acción la que determina si el producto es o no literario.

Otro de los ensayos en donde nuestro autor aborda la reflexión crítica se titula “Para una agenda problemática de la crítica literaria latinoamericana: diseño preliminar”, publicado originalmente en la revista Casa de las Américas en 1981. Escrito cuatro años después de los anteriores, este texto inicia con la ya conocida división de la “crítica ideológica” y la “crítica científica”, y se propone una perspectiva crítica donde converjan ambas (cfr. Cornejo, 2013, pp. 143-153). La crítica de conciencia científica presenta como particularidad que “supera y convierte en tradición legítima los valores y el saber logrados históricamente por otras clases” (Cornejo, 2013, p. 144). De esta forma, el autor apunta el conocimiento de diferenciación de clases como elemento significante en la ciencia que pretende dar cuenta de la literatura. Sobre esta lectura, Cornejo Polar reclama un correcto recogimiento bibliográfico sistemático o procesamiento filológico de obras fundamentales de nuestra literatura latinoamericana, pues “no parece posible comprender la literatura al margen del proceso social del que emerge y sobre el cual revierte” (Cornejo, 2013, p. 145).

En el primer acápite del ensayo se destaca la importancia de la historia en el quehacer crítico literario. En efecto, para Cornejo Polar una “sociología sin historia se parece demasiado a la metafísica” (2013, p. 146). El crítico peruano considera esencial no solo el seguimiento del contexto histórico que permite entender su relación con el texto estudiado, sino también la historia literaria de este, vale decir, las condiciones estrictamente literarias con las que dialoga y se corresponde. De tal manera, la historia como contexto y la historia de la literatura como complemento del texto resultan elementos fundamentales en cualquier estudio literario, ya que la ausencia del segundo “a veces queda reducido a la condición de instancia comprobatoria del análisis sociológico” (Cornejo, 2013, p. 146).

En el segundo acápite, se insta al crítico a dejar el engañoso principio de “unidad” que homogeniza objetos y excluye las obras que no se uniformizan al principio homogenizador. Esta operación minimiza los trabajos literarios populares, o en lenguaje nativo que no sea el español, y promueven una doble negación: “ni tienen valor literario ni portan representatividad social” (Cornejo, 2013, p. 148). Así, a través de una operación ideológica, se empequeñece estos trabajos y se los considera elementos de folclore o producciones que culminaron en la Conquista. En tal sentido, el mestizaje, concepto empleado por la crítica para referir a la armonía de dos elementos étnicos diferentes, queda develado y se insta al crítico a trabajar elementos internamente contradictorios. A partir de lo expuesto en este punto, Cornejo Polar solicita lo siguiente:

La necesidad de reformular sustancialmente el corpus de las literaturas nacionales y de la literatura latinoamericana como conjunto, pues debería ser evidente la imposibilidad científica y la legitimidad ideológica de seguir concediendo el monopolio de la literatura a uno de los sistemas y marginando a los otros sin razón ni justicia. (2013, p. 150)

El crítico peruano es consciente de quiénes son los productores del canon e insta a que este sea más democrático a partir de una reformulación que considere, de una vez por todas, la literatura marginada.

En el tercer acápite, se aborda el carácter plural y heteróclito de la literatura latinoamericana, pues en él convergen al menos dos formaciones sociales o sistemas de cultura. Justamente en esta singularidad latinoamericana, Cornejo Polar encuentra una posibilidad metodológica por parte de la crítica. Para ello, es importante comprender el proceso de producción de la obra y cómo se resemantizan e insertan elementos populares dentro de lo literario, allí donde la literatura culta no los aborda. Para el autor, estos procesos cambiantes, al ser develados

[...] no sólo indican el sesgo ideológico de las perspectivas de origen, sino, sobre todo, reproducen la desmembrada constitución de nuestras sociedades, la heterogeneidad de su producción simbólica y -al mismo tiempo- su configuración inestable y fluida dentro de lo que se ha denominado totalidades conflictivas. (Cornejo, 2013, p. 152)

En efecto, revelar esta singularidad literaria permite entender una experiencia histórica específica dentro de la sociedad nacional.

La introducción al libro Escribir en el aire: ensayo sobre la heterogeneidad sociocultural en las literaturas andinas (1994) resulta un texto harto interesante por las premisas que se abordan en relación con la preocupación de la crítica literaria. Al respecto, uno de los primeros aspectos que anota el crítico es “el momento de la acelerada y algo caótica modernización de su arsenal teórico-metodológico” (Cornejo, 2013, p. 76). Sin embargo, pese a la proliferación de categorías de distintas disciplinas, y a pesar del cuidado que solicita el crítico al respecto, reconoce que, por ejemplo, el posestructuralismo ha proporcionado herramientas teóricas que iluminan la obra literaria. En efecto, Cornejo Polar encuentra relación entre la poliforme pluralidad de la literatura latinoamericana y las categorías posestructuralistas y del pensamiento posmoderno (2013, p. 80).

Debemos anotar que en este ensayo se realiza una suerte de balance crítico con relación a los aportes que el pensamiento latinoamericano ha realizado sobre la cultura. A diferencia de los ensayos anteriores del mismo autor, que advertían o reflexionaban sobre los peligros de incluir disciplinas ajenas a lo literario en el análisis de la literatura latinoamericana, en este se muestra de acuerdo con lo siguiente:

[...] el actual debate sobre la proliferante dispersión de nuestra literatura y de la índole ríspida de constitución, como que es hechura de desencuentros, quiebres y contradicción [...] es consecuencia del progresivo y orgánico ejercicio del pensamiento crítico latinoamericano y de su fluida relación con la literatura que le es propia. (Cornejo, 2013, pp. 79-80)

Se reconoce un avance, a partir de las reflexiones críticas, sobre la heterogénea sociedad latinoamericana. No obstante, el autor sospecha de “desasosegado lamento o a la inquieta celebración de nuestra configuración diversa y múltiplemente conflictiva” (Cornejo, 2013, p. 78). Así, el autor intenta estudiar “la red de relaciones que se teje entre esa diversidad [de subsistemas]” (Cornejo, 2013, p. 82) en las obras literarias andinas, en el caso de su libro, que funcionan en el borde de sistemas culturales disonantes. Para ello, pretende estudiar “los procesos de producción de las literaturas en las que se intersectan conflictivamente dos o más universos socioculturales” (Cornejo, 2013, p. 83) y la estructura de tales procesos; es decir, busca entender cómo en el emisor, el texto, el referente y el receptor se relacionan y cómo la heterogeneidad se infiltra en cada una de estas instancias, lo cual tensiona la correspondencia entre ellos.

De esta manera, Cornejo Polar deja de lado las “enunciaciones monologantes” y apuesta por una lectura dialógica que “puede fragmentar la dicción y generar un dialogismo” (2013, p. 84). El autor lee los textos como espacios lingüísticos en donde se disputan numerosos discursos por el predominio semántico; más aún, en él pugnan tiempos y ritmos sociales diversos que exceden la representación histórica y remite a otras temporalidades. En tal sentido, el autor exige estudiar la sincronía del texto o, en sus propias palabras, historiar la sincronía, pues esta puede resultar engañosa al proponer una temporalidad estancada o fija. Extendiendo su argumento, sostiene que busca escapar del legado romántico de la unidad y armonía: más bien, propone la disidencia y anomalía como elementos a estudiar en los sujetos y las realidades sociales latinoamericanas (Cornejo, 2013, p. 87). Así, no debemos asumir la propuesta de un “nosotros” totalmente integrado, que borra las singularidades de cada sujeto, sino debemos entender su identidad como un “nosotros” tensionado y contradictorio, compuesto de diversas identidades que se interpolan e interpelan dentro de uno mismo. Es más, el deseo de un “nosotros” compacto es una estrategia del poder que busca entender cómodamente al sujeto mediante el ocultamiento de las diferencias constitutivas que reforman la identidad (Cornejo, 2013, p. 90). El ensayo culmina insistiendo en la humanidad de la obra literaria, en la desmitificación de la unidad armónica del sujeto y la sociedad, e insta considerar la heterogeneidad propia del sujeto latinoamericano, lo cual permite concebir distintas alternativas de identidad.

El último ensayo escrito antes de su muerte, “Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas. Apuntes”, fue publicado en el número 180 de la Revista Iberoamericana en 1997. Este inicia alertando los peligros de los préstamos metafóricos de disciplinas externas a lo literario. Para Cornejo Polar, muchos términos se encuentran afectos de acepciones ideologizantes que impiden explayar su definición y uso categórico de manera precisa. Sin embargo, el autor considera que “detrás de ellos se desplaza una densa capa de significación que engloba y justifica cada concepción de las cosas” (Cornejo, 2013, p. 152). Para muestra expone su preocupación por el término “mestizaje”, el cual falsifica la condición de la sociedad al mostrar, mediante imágenes armónicas, una realidad desunida. Por ello, el autor sostiene que “ninguna categoría crítica devela la totalidad de la materia que estudia y -sobre todo- que corresponde a un orden de distinta índole con relación a esa materia” (Cornejo, 2013, p. 157). Solicita no solo el empleo de disciplinas de estudio que se enmarquen en el estudio formal de las obras, sino también en el estudio antropológico que dé cuenta “de ciertas dimensiones de la conciencia de los pueblos americanos que explicarían la índole de algunas de sus manifestaciones discursivas más complejas” (Cornejo, 2013, p. 157). Así, el autor exige a los críticos, además de las herramientas teóricas literarias, conocer disciplinas extraliterarias para adentrarse en el conocimiento cultural de las sociedades que sirven de referentes de las obras.

Por otra lado, Cornejo Polar advierte el excesivo nivel de producción de crítica literaria escrita en inglés que tiene como objeto de estudio obras latinoamericanas2. El autor enumera las razones y las consecuencias de desnivel de elaboración crítica: intensa predilección por la teoría posmoderna, ingreso tardío de aportes anglosajones a la tradición crítica latinoamericana, génesis de una extraña crítica diglósica y falsa universalización de la literatura. Frente a lo expuesto, el crítico cierra el ensayo y expresa, dentro de la crítica literaria, la ausencia de “toda capacidad autocrítica y en el cual se iba imponiendo una permisividad sin duda preocupante” (Cornejo, 2013, p. 161).

4. Raúl Bueno Chávez

Seguidor de las ideas de Antonio Cornejo Polar3, Raúl Bueno Chávez desarrolla los postulados del anterior crítico a través de libros y ensayos. El primero de ellos, “Sobre la nueva novela y la nueva crítica latinoamericanas” (1983), fue publicado en el número 18 de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. El inicio del ensayo aborda la relación entre el desarrollo creativo y crítico de la literatura. Para Bueno Chávez, existe una relación bidireccional entre ambas formas de tratar lo literario:

[...] una literatura debe mucho de su integralidad y coherencia al ejercicio de la crítica, y que, inversamente, una crítica adeuda gran parte de su consistencia y sus logros al rango y los alcances de la literatura a la que sirve y para la que fue concebida. (1983, p. 81)

El ejercicio crítico permite entonces el ordenamiento y la estructura de la literatura, pues precisa diversos elementos con el que se construye. Además, la crítica debe estar a la altura del objeto de estudio que analiza. Esto último resulta interesante, ya que Bueno Chávez considera que la crítica literaria posee una calidad que merece ser alcanzada. En efecto, para lograrlo, esta debe servirse de categorías y modelos teóricos que otorga la teoría literaria.

Sin embargo, también sostiene que esta crítica anhelada necesita ir a la par con el desarrollo estético literario, del cual debe dar cuenta. Por ello, este autor resalta la ausencia de categorías que analicen, en términos propios, nuestra realidad. Al respecto sostiene que los críticos literarios latinoamericanos importaban “enteros paradigmas teóricos-críticos de otras latitudes, en especial de Europa, para servirse de ellos directamente, a veces a modo mecánico y sin ninguna aclimatación previa” (Bueno, 1983, p. 82). La presencia avasallante de teorías literarias ajenas en las lecturas de nuestra literatura decantaba en distorsiones críticas, lo cual impedía el desarrollo sistemático de una reflexión propiamente latinoamericana. Reflexiones como las de Mario Benedetti y Roberto Fernández Retamar acerca de la búsqueda de un enfoque crítico y metodológico propio, a inicios de 1970, genera un entusiasmo en Bueno Chávez sobre producciones conceptuales ajustadas desde y para América. Ello es posible, anota el autor, gracias al surgimiento de la nueva novelística latinoamericana, como ya lo había mencionado Nelson Osorio Tejeda4.

Como bien lo indica Fernández Retamar (1995 [1973]) en su texto fundacional, “Para una teoría de la literatura hispanoamericana”, en primer lugar, la crítica debe anclar sus reflexiones en dos dinámicas convenientemente marcadas: la primera aborda pensar en el hecho literario y la segunda en el proceso histórico social en el que se inscribe. En segundo lugar, como ya había indicado Cornejo Polar, lo literario “puede contribuir al conocimiento y la definición de la realidad que tal hecho de algún modo simboliza, al mismo tiempo que ocupa un lugar en ella” (Bueno, 1983, p. 83). Esta función bidireccional es clarísima cuando Cornejo Polar sostiene, en su conocidísimo ensayo “La literatura peruana: totalidad contradictoria”, leído en 1982, que “la producción literaria, sin perder su especificidad en cuanto plasmadora de símbolos verbales, es parte y funciona dentro de la totalidad social, fuera de la cual -por consiguiente- resulta incomprensible” (1989, p. 199). Así, se incide una vez más, el crítico debe dar cuenta del contexto de producción con el que el objeto literario dialoga y cómo este último es recibido y asimilado en el imaginario social de su época o posterior. En tercer lugar, Bueno Chávez afirma un compromiso político que se expande más allá de lo meramente literario:

[...] esta crítica y su base teórica se sienten en el compromiso histórico de contribuir al desarrollo de América Latina, por medio de destacar los proyectos sociales de -entre otros- liberación y justicia social que emanan directa o indirectamente de los hechos literarios que estudia. (1983, p. 84)

De esta forma, el crítico peruano se suma a la lista de críticos literarios que consideran que la crítica es, además de un juicio estético, un ejercicio político que conversa intensamente con el contexto de producción de la obra revisada. La finalidad del escrutinio literario no debe limitarse a un análisis inmanente de la obra, sino que este debe repercutir en el campo social a través de la búsqueda de mecanismos que la liberan de cualquier opresión.

El ensayo finaliza resaltando el interés en los proyectos ideológicos y los sistemas referenciales que la novela o la obra literaria condensa. Asimismo, saluda el constante cuestionamiento de categorías o modelos foráneos cuando son aplicados en la realidad latinoamericana; de hecho, recuerda cómo anteriormente categorías extranjeras eran aceptadas y aplicadas mecánicamente sin ninguna actitud crítica que diera cuenta del disenso frente a la aparente universalidad teórica que se importaba.

El segundo de los ensayos estudiados se titula “Planteamientos de (y sobre) la actual Crítica Literaria Latinoamericana” (1986), el cual fue publicado en el número 90 de la revista Letras. El inicio del estudio expone un cambio radical en la función de la crítica literaria a inicios de los años ochenta. En efecto, Bueno Chávez señala que ahora existe una preocupación sobre la finalidad de la disciplina, el conocimiento y desarrollo de la sociedad latinoamericana, por lo cual

[...] ha debido variar de manera sensible sus concepciones instrumentales sobre la literatura, la crítica literaria, la realidad latinoamericana, las funciones sociales de la literatura y la crítica y, aun, sus maneras de agenciamiento y producción de métodos para la realización de su tarea. (1986, p. 5)

Así, el autor promete analizar en su ensayo las nociones que alientan la toma de conciencia sobre el ejercicio crítico literario. Por un lado, Bueno Chávez sostiene la importancia de tomar nota del referente externo de la literatura durante el análisis de las obras literarias, todo ello con la finalidad de, a manera de compromiso, desentrañar conocimientos que sirvan para la mejora de las realidades que enmarcan lo estudiado. El autor desarrolla los conceptos de realidad (constructo cultural) y lo real (base material del constructo cultural) para entender las dinámicas y disputas en las que lo literario, como producto cultural humano, se inserta. En tal sentido, el crítico debe develar qué concepciones de la realidad se erigen en las narrativas que se analizan, pues le corresponde esclarecer las líneas ideológicas, las proyecciones sociales y las interpretaciones históricas que una obra expone, consciente o inconscientemente, en su narración. En ese camino encuentra en los trabajos de José Antonio Portuondo, Antonio Cândido y Nelson Osorio una preocupación por la relación entre subdesarrollo y dependencia (el primero es generado y promueve al segundo) y por la liberación de Latinoamérica de su opresión cultural:

Contribuir al conocimiento de la realidad latinoamericana para favorecer su independencia total no es, pues, una función adicional de la crítica que consideramos correcta, sino el resultado de su ejercicio pleno, puesto que analizar y explicar el sistema de relaciones existentes entre obra y el contexto histórico-social es parte fundamental de su objeto de estudio. (Bueno, 1986, p. 8)

Por otro lado, el autor también resalta la importancia de ampliar los apartamientos de las literaturas nacionales y las extiende en una reflexión crítica más vasta, pues la realidad latinoamericana posee determinaciones genéricas que impiden observar lo literario de forma aldeana o provincial. Ejemplo de ello es el uso de una lengua mayoritaria (español, portugués, francés), la religión, la raza, la historia, la cultura, etc. Así, en el camino de Nelson Osorio55, debe trascenderse los límites nacionales hacia la búsqueda de un continente amplio e integral, aunque sin negar las contradicciones o pluralidades internas.

Dentro de esta extensión territorial y referencial de lo literario, Bueno Chávez se aúna a las propuestas de Noé Jitrik y apoya el cambio del término “literatura” por “producción literaria”. En efecto, sostiene que “cuando observa [el crítico] que el lastre ideológico es indeleble, lo que hace al término [literatura] inoperable, entonces cambia de expresión y habla de ‘producción literaria’, con lo que vincula el trabajo de escritura a los demás trabajos sociales” (Bueno, 1986, p. 11). De tal forma considera que las obras literarias, como productos materiales y sociales, están en la capacidad de alterar su referente. Además, la ampliación al término “producción literaria” permite incluir otras producciones más diversas que la literatura culta restringe, lo que conlleva a entender que existen varias literaturas latinoamericanas. Por ello, toma nota de que “la producción discursivo-imaginaria de cada uno de esos pueblos y grupos constituye su posibilidad literaria y artística” singular (Bueno, 1986, p. 11), lo cual quiebra la visión homogénea y elitista de lo literario. El crítico comprometido toma nota de las condiciones de los criterios de selección de lo artísticamente aceptable y vela por la reivindicación, liberación y desarrollo de las literaturas marginadas o excluidas.

En el mismo camino, Bueno Chávez encuentra que en Latinoamérica todavía se encasilla la producción literaria en los tres grandes géneros literarios propuestos por Europa: narrativa, poesía y teatro. A través de las reflexiones de Fernández Retamar, encuentra que el “carácter instrumental y de reflexión” es muestra de la singularidad latinoamericana, la cual escapa de la perspectiva eurocéntrica que busca clasificarla. En tal sentido, y siguiendo a Nelson Osorio, el crítico peruano solicita revalorar nuestra literatura latinoamericana “a partir de categorías históricas, culturales y sociales de Latinoamérica” (1986, p. 13) antes de forzar la producción literaria a configuraciones extranjeras.

Pues bien, ante dicha representatividad latinoamericana, la labor de la crítica debe superar el juicio valorativo y más bien abogar por una producción que genere discernimiento. Noé Jitrik, a quien Bueno Chávez cita, elabora el concepto de “trabajo crítico”, el cual define como el proceso que el crítico realiza a partir de un objeto, de donde obtiene un “conocimiento estructurado”. Así, en el trabajo crítico que produce conocimiento se deja de lado la “simple paráfrasis recreativa del texto, o de una escritura parásita que pretenda vivir de los valores de la obra literaria” (Bueno, 1986, p. 13). Para alcanzar dicho objetivo, el crítico se encarga de desmenuzar términos que aparentemente son sinónimos del ejercicio crítico, pero que en realidad reflejan una labor gradual.

En primer lugar, la descripción asienta la percepción formal de la estructura del texto y busca entender el sentido textual. Para lograrlo, es necesario contar con una competencia profesional en la lengua en la que fue escrito el texto, además de herramientas lingüísticas como la semiótica o el análisis del discurso. En segundo lugar, la interpretación intenta dar cuenta de la estructura del sentido total de la producción literaria. Para ello, el carácter ideológico, que procede de la cultura o la visión particular del mundo, invade dichas estructuras e intenta invertirlas. En tercer lugar, la explicación se realiza cuando “su todo estructural lo insertamos dentro del proceso histórico-social en que ella se da” (Bueno, 1986, p. 15). La labor del crítico es dilucidar las conexiones entre la producción literaria y su referente, pues ya existe la conciencia de que toda producción refracta la realidad, incluso si no se busca realizar dicha acción. En cuarto lugar, la valoración pretende sustentar el mérito de una obra a partir del desarrollo ideológico. Por supuesto, el valorar una obra literaria no obedece a criterios inmutables, sino a la perspectiva ideológica del momento de la valoración, la cual cambia con el transcurso del tiempo. Es posible, cuenta Bueno Chávez, que una obra represente poco realce estético, pero que en la historia social haya desempeñado un papel trascendental, o incluso en la historia de la literatura de un sistema literario determinado. En tal sentido, la valoración de una obra se convierte en una actividad que se sostiene en distintas características valorativas que, a su vez, cambian a través de la historia. Por ello, la valoración literaria se realiza en la crítica “pero casi siempre de modo implícito y desde una perspectiva histórico-ideológica concreta que la explicación, tal como está aquí entendida, se encarga de esclarecer” (Bueno, 1986, p. 18).

Sin desligarse de lo anterior, el crítico peruano diferencia la “crítica informativa” de la “crítica académica”. Como lo anterior expresado en su ensayo profundiza la labor de la crítica académica, se centra en describir el quehacer de la crítica informativa. De ella sostiene que su función social se centra en producir un conocimiento marcadamente valorativo, además de persuadir al lector sobre qué libro o producción literaria adquirir. Debido a esta función comercial, Bueno Chávez se preocupa de las responsabilidades que posee esta crítica periodística y la falta de conciencia de las corrientes ideológicas que median su juicio valorativo. Por ello, el crítico recomienda “una cierta preparación teórica sobre el hecho literario (que incluya los modos de inserción de la obra en la realidad) y ‘una estable concepción del mundo’” (1986, p. 18). Para este tipo de crítica, igual que para la académica, es necesario que el crítico reconozca los factores ideológicos que dirigen, consciente o inconscientemente, la producción de conocimientos, así como en la producción literaria que se reseña.

El ensayo finaliza recordando que las teorías literarias extranjeras no deben desdeñarse para su aplicación latinoamericana por el solo hecho de su origen, sino que estas pueden implementarse en la interpretación, aunque sin olvidar que pertenecen a otra realidad literaria. En tal sentido, Bueno Chávez manifiesta que

[...] podemos y debemos servirnos de lo foráneo -en materia de instrumental crítico- para la cabal realización de nuestra tarea, pero a condición de perder la índole latinoamericana de los discursos literarios que nos ocupan y de la tarea que realizamos. (1986, p. 20)

Asimismo, recuerda la relación literatura-sociedad, pues enfatiza la posición de la obra literaria como producto social por la relevancia de las condiciones histórico-sociales que la constituyeron. Por supuesto, no olvida que dicho producto refracta parcialmente la realidad, ya que en ella se seleccionan o eligen algunos aspectos de su referente: es el producto de una mediación del contexto cultural.

El libro Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y culturales en América Latina fue publicado por la Universidad Ricardo Palma el año 2010. En él se reúne una serie de trece ensayos escritos a lo largo de los años noventa y durante la primera década del nuevo siglo. Por supuesto, abordaremos solo aquellos textos en donde se evidencie una preocupación deontológica de la crítica literaria. Ejemplo de ello es el artículo “Hacia una teoría inductiva de la literatura latinoamericana”, el cual fue publicado originalmente en los números 92/93 de la revista sanmarquina Letras (Bueno, 2010, pp. 23-28). El texto, que se inicia abordando la discusión acerca del fracaso de las teorías de las literaturas latinoamericanas, permite al autor ubicarse en el bando de quienes proponen que estas teorías sí existen, aunque dichos proyectos hayan quedado estancados.

Para iniciar su argumento sostiene que las “teorías de la literatura no se ‘inventan’. [...] no son el producto de una racionalidad operando en el vacío” (Bueno, 2010, p. 24). Por ello, está de acuerdo en demostrar que la teoría literaria es un producto de la inducción, una reflexión que se obtiene a partir del análisis y descripción de un objeto particular, pero que no necesariamente pretende ser universal. Para sostener su idea, expone los procesos realizados por Aristóteles y Vladimir Propp, los cuales no inventaron la teoría, sino que a partir de la reflexión sobre rasgos distintivos y la descripción de las formas básicas -del teatro griego o el relato ruso- construyeron una teoría de la literatura que expresaba el armazón común de tales producciones literarias. De igual forma, Bueno Chávez considera que cada sistema literario posee su propia teoría literaria y que cada crítico literario está en el deber de inducir dicha teoría, de develarla. La ausencia de la teoría de las literaturas latinoamericanas muestra el vacío por parte de la crítica de hacerlo explícito:

Nuestra tarea de estudiosos de la literatura consiste en hacer visibles los sistemas teóricos del conjunto llamado literatura latinoamericana. Consiste en extraer de los fenómenos y sistemas literarios latinoamericanos los dispositivos conceptuales y modelos que mejor los representan, describen y explican. En esta tarea, como luego veremos, caben representaciones de distinta generalidad y nivel. (Bueno, 2010, p. 25)

La labor de los críticos literarios consiste en dialogar y examinar constantemente los procesos que construyen dichas teorías; en tal sentido, la teoría literaria “es un campo de reflexiones relativamente definido, sostenido por una base epistemológica más o menos cambiante” (Bueno, 2010, p. 26). La acumulación, reflexión y discusión de dichos aspectos es una actividad constante en el ejercicio crítico, pues no existe la teoría acabada o finalizada, sino un conjunto de actividades reflexivas que apuntan a desentrañar el cambiante objeto de estudio. Por ello, Bueno Chávez reconoce “la presencia de una polifonía conceptual que, por acuerdo o simple coincidencia, de pronto produce sus acordes” (2010, p. 27). La actividad de distintos críticos literarios que intentan expresar la particularidad latinoamericana genera la construcción de categorías que buscan describir su objeto de estudio.

El ensayo culmina cuestionando el proyecto teórico de Roberto Fernández Retamar, el cual, en palabras del autor, no busca “una teoría de la literatura latinoamericana, sino una discusión epistemológica por constituirla” (Bueno, 2010, p. 28). De esta manera, si el objetivo era generar una conciencia que discuta la situación de marasmo intelectual y la subordinación poscolonial, ha logrado concretarlo.

El ensayo “Teoría y práctica de lo complejo (y una crítica al modelo rizoma del mundo)”, presentado en 1995, reflexiona acerca de la ética del trabajo de los estudios literarios latinoamericanos (Bueno, 2010, pp. 50-69). Antes de ello, expone la realidad latinoamericana, la cual califica de compleja, diversa, tensionada y conflictiva. En efecto, la presencia de distintas culturas que pugnan por el control hegemónico genera que la realidad latinoamericana esté inmersa “en procesos de dominación o resistencia, en movimientos de asimilación o rechazo, produciendo y renovando incesantemente la heterogeneidad esencial que ellas constituyen” (Bueno, 2010, p. 62). Por ello, nuestro autor rechaza la propuesta rizomática que propone Gilles Deleuze y Félix Guattari, la cual busca explicar la complejidad del mundo occidental, pero que en realidad expresa una relativa homogeneidad escondida en la diversidad. En lugar de ello, y para ilustrar el caso latinoamericano, propone tomar en cuenta la selva, más precisamente la jungla, como metáfora en

[...] un afán puramente descriptivo -representativo diríamos mejor- de la complejidad fenoménica de un determinado mundo, sus condiciones materiales (con sus contradicciones de clase y raza) y espirituales (con sus diferencias y contradicciones culturales, discursivas, textuales, etcétera), y toda la dinámica que de esas condiciones y esa complejidad desprende. (Bueno, 2010, p. 64)

Dicha expresión busca revelar la complejísima red de relaciones culturales en las que las literaturas latinoamericanas se nutren y se inscriben.

Bajo la premisa de la complejidad de la realidad latinoamericana, Bueno Chávez insiste en un modelo de crítica “enmarañado”, el cual no alude a la falta de maestría crítica, sino a una comprensión teórica producto del “enredado” entorno latinoamericano. El crítico latinoamericano debe ser consciente de “ensanchar un campo todavía no bien delimitado, para ser fieles a la compleja fenomenología literaria latinoamericana, y que deben diversificar las herramientas cognoscitivas y sus grados, para proponer distintos niveles de comprensión teórica de esa fenomenología” (Bueno, 2010, p. 67). Entonces, el compromiso de la crítica considera ampliar las observaciones sobre el fenómeno literario, sin olvidar el complejo referente al que alude. Para lograrlo, el crítico peruano exige dos cualidades. Primero, la conciencia “del bosque como un hábitat semiótico, en que el sentido fluye en múltiples aunque previsibles direcciones [...]. Segundo, la conciencia del papel del teórico como un decodificador-beneficiario del bosque, dispuesto a conservar el hábitat en su dinámica esencial” (Bueno, 2010, p. 68). Ambas dinámicas actúan en la labor crítica y condicionan su reflexión sobre el objeto que pretende analizar.

No obstante, vale la pena resaltar dos posturas con relación a la dinámica entre lo literario y lo social. La primera se centra en la producción literaria, una “sustentación estético-ideológica”, en palabras de Bueno Chávez, que alcanza la extrañificación brechtiana mediante lo familiar. La segunda se enfoca en la producción de conocimiento crítico, una “sustentación teórico-metodológica” que realiza el proceso inverso al anterior: estudia la extrañificación constituida en la obra literaria para volverla familiar, donde “el investigador se sienta cómodo ante los objetos de estudio, ni distante ni sorprendido de lo que describe, sino atento y afable” (Bueno, 2010, p. 69).

5. Conclusiones

A partir de lo revisado en el trabajo académico de los críticos literarios Antonio Cornejo Polar y Raúl Bueno Chávez podemos extraer algunas conclusiones sobre lo que ellos proponen acerca de cómo debe ser el ejercicio de la crítica literaria. En líneas generales, mediante lo desarrollado en este ensayo, se puede afirmar que dentro de la tradición crítica literaria peruana existe explícitamente una deontología crítica literaria, pues ambos autores estudiados han abordado cuál es la labor de la crítica y han particularizado su reflexión a partir de la situación peruana. Asimismo, esta se inserta en una tradición latinoamericana, la cual aboga por reflexionar críticamente las teorías literarias occidentales y desarrollar aspectos locales con la finalidad de no traspasar mecánicamente las herramientas ajenas.

En primer lugar, en ambos autores existe una preocupación unánime por considerar la situación social como elemento imprescindible en la actividad crítica. Por un lado, la presencia pluricultural y multilingüe de la realidad peruana desarrolla diversos sistemas literarios en donde actúan formas singulares de producir, valorar y juzgar las producciones. En sintonía con ello, se exigen críticos literarios que consideren estos aspectos extraliterarios con la finalidad de no sobreinterpretar los textos ni cerrar sus sentidos. De igual forma, y en consecuencia con la inclusión de lo cultural en el producto literario, se demanda ampliar la definición de lo literario hacia materiales que, según el canon, quedarían fuera de ello por carecer de escritura o situarse en dimensiones borrosas. Esta consideración de la situación social también permite afirmar la necesidad de despertar una conciencia crítica que influya en la revisión de las herramientas teóricas foráneas. En otras palabras, a causa de la realidad social diversa y multicultural, las reflexiones sobre otros espacios que buscan constituirse como universales deben repensarse y analizarse antes de ser aplicados en nuestra literatura.

En segundo lugar, los críticos literarios peruanos estudiados encuentran que la crítica literaria debe, además de analizar y catalogar la obra literaria dentro de los aspectos estéticos y textuales, esclarecer sentidos sociales y culturales, pues en medio del lenguaje se ocultan rasgos humanos que exigen ser interpretados. Ello se aúna a la función de la literatura como parte y todo del tejido social. Es decir, existe una relación bidireccional entre literatura y sociedad, ya que ambas dimensiones se afectan mutuamente, lo que produce diversas manifestaciones literarias. Ante esto, resulta necesario dominar disciplinas cercanas a la literatura, como la sociología, historia, antropología, filosofía, lingüística, etc., con la finalidad de ampliar la dimensión interpretativa y abarcar aspectos que dialoguen, implícita o explícitamente, con el producto literario. Sin embargo, también existe una desconfianza en ambos críticos sobre la falta de dominio de estas disciplinas extraliterarias y la facilidad con lo que se puede mal interpretar un discurso.

Esta perspectiva resulta de vital importancia debido a que determina la postura crítica: si se piensa que la literatura solo reproduce la realidad y dialoga con otros textos literarios, el crítico creerá descubrir una verdad única, invariable y oculta en la obra analizada. Por el contrario, si el crítico sostiene que la literatura esboza la estructura social, su interpretación no sesga otras lecturas ni impone la suya, sino que apertura diversas formas de entender lo literario y sus sentidos. De esta manera, los autores reconocen que la actividad crítica es, también, una acción política e ideológica. Las herramientas, pensamientos o saberes que guían los juicios valorativos, así como el corpus elegido, dirigen y evidencian la opción ideológica que ocupa al autor.

En tal sentido, estos aspectos afiliativos (como los ha denominado Edward Said6) otorgan identidad al crítico y le permiten conformar comunidades en las que se desarrolla un aspecto afín de los miembros: a partir del género literario, de la elección del autor o un conjunto de autores, según el movimiento literario, la época o la teoría literaria. Todo ello conjunta a diversos investigadores y crea redes o grupos de trabajo para centrar sus esfuerzos en temas particulares. La identidad del crítico, entonces, se configura a través de dimensiones que escapan de su experiencia personal, pues se incluye la formación y las relaciones profesionales que delimitan los espacios de investigaciones futuras.

Esta reflexión deontológica se encuentra en constante renovación y se alimenta de los debates acerca de las posturas decoloniales y las epistemologías del sur, saberes que pugnan por cuestionar lo “dado por sentado” del saber occidental. A modo de ejemplo, Carlos García-Bedoya denuncia la diferenciación de la producción intelectual según el lugar desde donde se construye. Para ello, se busca dejar de lado “la persistencia de un occidentocentrismo exclusivista y excluyente” (García-Bedoya, 2012a, p. 26) en favor de un diálogo entre las diversas manifestaciones teóricas sin establecer jerarquías. Esto se realza con lo que el crítico sanmarquino denomina, según el término de Françoise Pérus, “reflexión autocentrada”, es decir, pensar las diversas manifestaciones y situaciones latinoamericanas desde las propias tradiciones intelectuales, pero sin menoscabar las diversas perspectivas al respecto. En otras palabras, García-Bedoya insta a los críticos a considerar la historia y el desarrollo intelectual oriundo sobre las diversas problemáticas latinoamericanas en lugar de asentir herramientas ajenas para dar lecturas avezadas o aventureras que no consideran las reflexiones previas o, peor aún, trasladar de forma automatizada elaboraciones de otros espacios culturales para la “comprensión” del propio.

De esta forma, el autor desarrolla una alternativa de relación intelectual entre las diversas tradiciones desde distintos territorios globales, la cual busca desbaratar la jerarquización de ideas y conceptos, y abriga por una comunicación de saberes que rompa con el monólogo teórico desde Occidente (García-Bedoya, 2012b). Dicha opción se denomina “epistemología dialógica intercultural”, la cual promueve en la crítica una forma de producción que se aboque a repasar las tradiciones intelectuales y culturales propias, y en relación con aproximaciones diversas, con la finalidad de entablar un diálogo que permita abordar los fenómenos culturales desde distintas perspectivas. Más allá de descartar las posibilidades de lectura que variadas disciplinas o enfoques puedan aportar, la propuesta de García-Bedoya insiste en la convergencia o disyuntiva que se desarrolla en el diálogo o comparación, pues encuentra que la amalgama de lecturas vislumbra nuevas visiones sobre lo que se está estudiando.

Referencias bibliográficas

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Notas

1El texto de Roxana Patiño (2006) aborda el papel de las revistas de crítica literaria latinoamericana publicadas desde 1975 a 1985, las cuales fueron un gran aporte en la elaboración del proyecto crítico que buscaba comprender y explicar el avance literario latinoamericano de los años setenta y ochenta.

2Carlos García-Bedoya (2012b) resalta esta preocupación idiomática y concluye que ello impide desarrollar un sincero diálogo intercultural.

3Raúl Bueno Chávez, en el año 2004, publicó el libro Antonio Cornejo Polar y los avatares de la cultura latinoamericana a través del Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En este libro se recopilan artículos que analizan el desarrollo teórico y conceptual de quien fue su maestro en las aulas de la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, así como la relación de sus conceptos en el debate latinoamericano. Esta recopilación ayuda a explicar los puntos en común de la reflexión deontológica entre ambos críticos peruanos.

4Con relación a la exigencia del desarrollo de la crítica literaria sobre las nuevas manifestaciones narrativas latinoamericanas durante la década de los setenta, revisar el ensayo de Nelson Osorio (1977).

5Para un mayor detalle, se recomienda revisar el artículo de Nelson Osorio (1977).

6Para un mayor detalle, se recomienda revisar el libro de Said (2004).

Recibido: 23 de Marzo de 2021; Revisado: 27 de Septiembre de 2021; Aprobado: 07 de Noviembre de 2021

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