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Letras (Lima)

versión impresa ISSN 0378-4878versión On-line ISSN 2071-5072

Letras vol.94 no.139 Lima ene./jun. 2023  Epub 29-Mayo-2023

http://dx.doi.org/10.30920/letras.94.139.8 

Estudios

Provincianos de este mundo: las políticas culturales de Arguedas y Cortázar en la literatura mundial

Parochials of this World: Arguedas’s and Cortázar’s Cultural Politics in World Literature

José Carlos Diaz Zanelli1 
http://orcid.org/0000-0003-3715-7434

1 Trinity College, Hartford, Connecticut, Estados Unidos de América. josecarlos.diaz@trincoll.edu

RESUMEN

El creciente debate de la literatura mundial ha generado una serie de discusiones en torno al rol de las literaturas poscoloniales, lo que promete rediseñar el entendimiento, la circulación y la enseñanza de determinados campos culturales. En ese entramado, la literatura latinoamericana ocupa una posición particularmente problemática que este artículo explora a través del análisis de la polémica y las políticas culturales de dos escritores emblemáticos: el peruano José María Arguedas y el argentino Julio Cortázar. Examinando el impasse sostenido por ambos escritores, así como sus formulaciones sobre la necesidad de universalizar/globalizar a la literatura latinoamericana, este trabajo explora cómo estos autores anticipan algunos términos claves sobre discusiones actuales en la esfera de la literatura mundial aplicada a la literatura latinoamericana. A través del análisis de sus escritos públicos como cartas, artículos periodísticos, entrevistas y discursos, conceptos como universalidad y cosmopolitismo son explorados en sus dimensiones ideológicas dentro de un marco analítico que abarca a la crítica decolonial y la teoría de sistema-mundo. De ese modo, se contrasta el constructo universalizante y cosmopolitizante que corre a través de los argumentos formulados por estos dos reconocidos autores cuyas etapas productivas ocurrieron en paralelo con el asimétrico proceso de globalización cultural en América Latina.

Palabras clave: Literatura latinoamericana; Literatura mundial; José María Arguedas; Julio Cortázar

ABSTRACT

The World Literature debate has spawned a set of discussions on the role of postcolonial literature, which prompts a redesigning of the current understanding, circulation, and teaching of certain cultural fields. In this context, Latin American literature has a particularly problematic position, mainly due to is (post)colonial condition, which this article explores through the analysis of the polemics and cultural politics of two emblematic intellectuals: the Peruvian writer and anthropologist José María Arguedas and the Argentine writer Julio Cortázar. By examining the impasse held by these two public intellectuals, as well as their formulations on the need to universalize/globalize Latin American literature, this paper explores how these authors anticipate some key terms about current discussions in the sphere of World Literature as applied to Latin American literature. Through analyzing their public writings such as letters, journalistic articles, interviews, and speeches, concepts such as universality, worldliness, and cosmopolitism are explored in their ideological dimensions within an analytical framework that embraces decolonial critique and world-system theory. In this way, this work contrasts the universalizing and cosmopolitizing construct that runs through the arguments formulated by these two well-known authors whose most productive periods occurred in parallel with the beginning of the asymmetrical process of cultural globalization in Latin America.

Keywords: Latin American Literature; World Literature; Jose María Arguedas; Julio Cortazar

1. Introducción

La revitalización del debate sobre la literatura mundial1 permite revisitar sus variados ámbitos de discusión como la traducción y circulación de textos, la tematización y canonización de determinados corpus, y las tensiones ideológicas que definen las políticas culturales de sus escritores e intelectuales más emblemáticos frente a nociones globales de cultura. Sobre este último ámbito, el presente trabajo considera necesario repensar el involucramiento de la literatura de América Latina con estudios culturales globales no solo a la luz de la circulación de textos o las opiniones de sus propios escritores, sino de la mano de las lecturas que ofrecen las perspectivas teóricas decoloniales y de sistema-mundo en un marco de discusión que permite reevaluar términos cruciales en la literatura mundial aplicados al campo cultural latinoamericano. Así, a través del estudio de la polémica y de las políticas culturales de dos escritores emblemáticos como José María Arguedas y Julio Cortázar, este trabajo actualiza los términos de dicha discusión en el extremo que corresponde a la identidad literaria latinoamericana frente a unidades de análisis cruciales para la literatura mundial como son la mundialidad y la universalidad, dos nociones que describen la divergencia teleológica que atraviesa a estos escritores.

En primer término, este trabajo desarrolla una perspectiva sobre el involucramiento de la literatura latinoamericana en el debate de la literatura mundial que concibe a las obras como constituyentes de mundos (Chea, 2016), como la canalización discursiva de un deseo modernizante y globalizante (Siskind, 2016 [2014]), o que figura a este subcampo de los estudios literarios como un espacio simbólico independiente de las dinámicas políticas y económicas (Casanova, 2004 [1999]) o, por el contrario, derivado de las mismas en un marco de entendimiento sistema-mundo (Moretti, 2000 y 2005; WREC, 2015). Establecida una perspectiva sobre el espacio literario de América Latina en esta heterogénea conversación, se presenta la polémica protagonizada por Arguedas y Cortázar entre 1967 y 1969 para explorarla como una instancia que nos permite dilucidar con claridad la divergencia entre dos posturas ideológicas que confrontan no solo el contenido de sus obras, sino las políticas culturales con que instalan a la literatura latinoamericana en el escenario cultural global a través de las distintas intervenciones mediáticas y literarias que constituyen esta controversia.

Luego se examinan por separadas las opiniones de ambos escritores sobre el carácter mundial/ universal de la literatura latinoamericana para revelar cómo sus posturas anticipan de distintas formas ciertas ansiedades sobre la funcionalidad de los elementos culturales y políticos de América Latina frente a la globalización cultural, entendida como un proyecto colonial/capitalista homogeneizador. En tal sentido, este trabajo sostiene que, en su última etapa, Arguedas, lejos de ser un escritor del tercer mundo obsesionado con narrar alegorías nacionales2, que es como lo constriñen quienes ven en él solo a un intelectual indigenista regionalista, encarna una resistencia a la colonialidad cultural al reclamar la universalidad de las culturas indígenas y sus mundos en el diseño global poscolonial. Para Aníbal Quijano (1998), la colonialidad en el ámbito cultural constituye el asimétrico escenario de reorganización derivado de la devastación cultural provocada por el colonialismo que instaló al eurocentrismo como la episteme dominante frente a las identidades y culturas no europeas. Quijano (2000) describe a este proceso como el aprendizaje forzoso de la cultura hegemónica para moldear los imaginarios y subjetividades colonizadas, un escenario con el que Arguedas y Cortázar lidian desde su posición de productores culturales periféricos, aunque con distintas aproximaciones.

Por otra parte, se examina la maduración del pensamiento cosmopolitizante de Cortázar a través del estudio de sus ideas expuestas tanto en el ensayo titulado "Literatura en la revolución y revolución en la literatura: algunos malentendidos a liquidar" (1970)3 con el que respondió a algunas ideas planteadas por el escritor colombiano Óscar Collazos sobre los aspectos formales de la literatura latinoamericana y su compromiso revolucionario, así como, con mayor claridad, las conclusiones presentadas en un discurso dado en Barnard College con el título "La literatura latinoamericana a la luz de la historia contemporánea" (1979). Este corpus específico permite iluminar cómo, a través de una forma particular de subjetividad latinoamericana, el escritor argentino proclama la mundialidad cultural -en forma y contenido- de América Latina y reclama así, oximorónicamente, la independencia política de sus literaturas respecto de las agendas regionales o nacionales.

De esta manera, se echa luz sobre la ubicación simbólica que el escritor argentino le da a cierta literatura latinoamericana desde el debate sobre la literatura mundial como un espacio prolífico, en la medida en que sus formas y contenidos abracen una tendencia cosmopolitizante que, paradójicamente, invisiviliza la universalidad de las culturas originarias. Así, se sostiene que Cortázar promueve la cosmopolitización de la literatura latinoamericana a través de su inserción en el territorio simbólico de la cultura europea como una provincia cultural atraída por la fuerza centrípeta de lo que Pascale Casanova (2004 [1999]) llama la "república mundial de las letras". Esto último se manifiesta en su sostenido discurso cosmopolita y su atracción geo-cultural hacia la centralidad europea, una dialéctica que podríamos interpretar como una contradicción diacrónica respecto de las perspectivas poscoloniales que provincializan (Chakrabarty, 2007 [2000]) o los decoloniales que (des)centran (Mignolo, 2002) la autoridad cultural europea en el estudio de las sociedades subalternizadas y sus respectivas producciones culturales al instrumentalizar a París y otros símbolos geo-culturales occidentales como significantes de la mundialidad que Cortázar aspira y decreta para la literatura latinoamericana. De esta manera, revelaremos cómo en las políticas culturales de Cortázar la idea de mundo no preexiste a la producción literaria, sino que el mundo por el que este aboga es, pese a su tendencia eurocéntrica, una derivación ideológica cosmopolita que él valora en la circulación y la estructura formal de la literatura latinoamericana.

2. La literatura latinoamericana en el mundo

Podemos ingresar a este debate de varias maneras, pero elijo dos que han generado especial discusión sobre el tema en el ámbito académico en las últimas dos décadas. Por un lado, la tesis de Casavona sobre la existencia de una "república mundial de las letras", la cual se constituye como un espacio simbólico que, con cierto grado de independencia respecto de las dinámicas económicas y políticas que regulan los espacios geográficos, está compuesto por las obras literarias como un capital simbólico cuya jerarquización es definida por la valoración que le dan las instituciones culturales ubicadas en y alrededor del meridiano de Greenwich literario4 y sus actores: escritores, lectores, editores, traductores y críticos. Esta línea geográfica longitudinal, decididamente eurocéntrica, se convierte en el centro definidor de las jerarquías culturales cuando es traducida, como hace Casanova, como un espacio metafórico que consagra a las obras a través de sus instituciones. Para ella, esta república fomenta la competencia literaria y permite a las obras de las periferias ser consagradas a través de su ingreso al espacio simbólico de este meridiano, cuyo núcleo sería París, por medio del reconocimiento que dan las autoridades europeas a través de sus academias, editoriales, traducciones y audiencias. Por otro lado, tenemos la vía de ingreso que ofrece Franco Moretti (2000) quien, privilegiando a la novela como el principal dispositivo de difusión literaria, sostiene que la literatura mundial es un sistema no uniforme que se encuentra presionado por el afán homogeneizador del centro anglo-francés pero que, pese a ello, está supeditado a diferencias marcadas por realidades específicas. En última instancia, Moretti afirma que

[...] in cultures that belong to the periphery of the literary system (which means: almost all cultures, inside and outside Europe), the modern novel first arises not as an autonomous development but as a compromise between a western formal influence (usually French or English) and local materials. (2000, p. 58)

La tendencia eurocéntrica que regula el debate de la literatura mundial no es lo único problemático de estas perspectivas, sino también la tendencia a esencializar a las literaturas periféricas para definir con mayor facilidad la centralidad de las culturas hegemónicas globales en este campo.

Desde la crítica literaria latinoamericana es predecible sospechar que estas perspectivas tendrían una recepción problemática al momento de analizar el papel de nuestras literaturas. Efraín Krystal (2002), por ejemplo, critica la tesis de Moretti, señalando que confiere una excesiva gravitación a las novelas, omitiendo que desde el siglo XIX la poesía ya buscaba la emancipación de América Latina respecto de las formas literarias de Europa, puntualmente desde el Modernismo5. Por su parte, Graciela Montaldo (2006) señala que Casanova y Moretti

[...] no plantean con qué idea de la literatura trabajar, qué otras cosas -además de la literatura europea- alimentan las máquinas de escribir de los escritores en cualquier lugar del mundo, dado que los escritores no solo leen novelas y la literatura no es la única práctica que los "influye". (p. 259)

Este señalamiento es especialmente interesante si pensamos qué lugar ocupa la literatura latinoamericana en este debate y, más específicamente, qué insumos intervienen en la creación literaria más allá de los textos canonizados dentro de la "república mundial de las letras". Después de todo, Arguedas escribía fuertemente influido por su contacto personal, afectivo y etnográfico con la cultura indígena de los Andes, una variable que no parece estar presente en las deliberaciones de Moretti y Casanova, cuyas lecturas corresponden más al caso de Cortázar, un profesor de literatura europea y traductor del inglés y francés asentado en París, lo que lo acercó aún más a los clásicos literarios de estas lenguas. Sobre el rol de las influencias para la definición de una literatura mundial, Montaldo añade que "puede ser más engañoso de lo que a primera vista se presenta, especialmente cuando se ve al ‘mundo’ como un espacio de fuerzas que opera solo sobre un eje" (2006, p. 259), una indirecta alusión a Casanova. El determinismo claramente eurocéntrico de Casanova será uno de los principales objetos de crítica al momento de pensar en la valoración que se puede dar a los textos latinoamericanos a través de su esquema teórico.

Ahora, ¿cómo pensar el involucramiento de las literaturas de América Latina en este debate? Moretti utiliza la tesis del sistema-mundo -prestada directamente de Immanuel Wallerstein- para esencializar geohistóricamente a la literatura en centro, semiperiferias y periferias, lo que le ayuda a rastrear la circulación de las influencias formales europeas y a través de ello explicar la historia de la literatura. En el caso de Moretti, la cultura europea ejerce una fuerza centrífuga, a diferencia de Casanova en quien esta fuerza es centrípeta. Desde una perspectiva decolonial, independientemente de la dirección que apunten, estas fuerzas constituyen a la colonialidad de la cultura y son, para el caso latinoamericano, una consecuencia directa de la experiencia colonial que determinó las dinámicas económicas, raciales, políticas y culturales de la región. Arguedas y Cortázar son dos escritores de la periferia, para mayor coincidencia socialistas, que escriben sometidos bajo el paraguas de la colonialidad cultural y, sin embargo, sus literaturas recorren distintas trayectorias basadas principalmente en el divergente compromiso ideológico que postulan sus políticas culturales reflejadas en sus intervenciones públicas y el contenido de sus obras.

Si gran parte de la literatura latinoamericana es un entramado de expresiones culturales periféricas, influidas formalmente por la cultura europea en la mayoría de procesos nacionales de formación cultural, es importante añadir en este debate la precisión que hacen Aníbal Quijano y Wallerstein (1992) respecto de las implicancias del proceso de "periferialización" de América que contrajo la destrucción masiva de la población y las instituciones indígenas, de la mano de la importación de la fuerza laboral (esclavos de África), con matizadas excepciones en los Andes y Mesoamérica, donde estas instituciones no fueron del todo destruidas, aunque sí sometidas a un modelo epistemológico que instaló la hegemonía de su cultura. Desde el inicio de la colonización, América es periferializada sin que este sea un proceso homogéneo. En esta diversidad geohistórica radican las divergencias sobre el influjo cultural europeo en las literaturas latinoamericanas que enfrentan las perspectivas de Arguedas y Cortázar, como se profundizará más adelante, y que obligan a interpretar a este campo desde una multiplicidad de locus de enunciación.

Quijano y Wallerstein añaden que en América "the mode of cultural resistance to oppressive conditions was less in the claims of historicity than in the flight forward to ‘modernity’" (1992, p. 549). Que la modernidad se instale como un horizonte, deseado o no, para las culturas de América Latina no es una novedad, pero sí podemos sospechar a partir de esto que las maneras de encarar dicho horizonte determinan las geopolíticas de los escritores latinoamericanos y anticipan algunos términos e ideologías que estructuran el debate de la literatura mundial en el campo latinoamericano. En la "república mundial de las letras", Cortázar y Arguedas son escritores a priori indocumentados, distintamente periféricos. No obstante, mientras Cortázar atraviesa el proceso de ciudadanización que ofrece la validación de las autoridades culturales europeas con la ayuda de una ideología cosmopolitizante, Arguedas busca incorporar en su respectivo proceso a la cultura indígena dominada por la modernizante y homogeneizadora cultura occidental; es decir, se resiste a la colonialidad cultural al reclamar la universalidad de la cultura indígena, perdiendo el derecho a la consagración en la "república mundial de las letras". En otras palabras, mientras Cortázar camina hacia un cosmopolitismo monocultural que condensa dentro del significante mundo, Arguedas aboga por universalizar a los actores sociales indígenas a través de la literatura. Este proceso atrapa a Arguedas en un intersticio cultural, razón por la que Ángel Rama (1982) lo define como un escritor transculturador, lo que nos revela los componentes de las políticas culturales con las que el escritor peruano define a su visión cultural de América Latina.

De esta manera podemos indagar en los distintos determinantes que definen a los lugares de la literatura latinoamericana en función de sus experiencias particulares. Tan distintos como Arguedas y Cortázar, nos resultarían hoy en día el poeta mapuche bilingüe Elicura Chihuailaf y la novelista afrocaribeña Mayra Santos-Febres quienes, pese a ser latinoamericanos, escriben mediados por distintos referentes culturales e históricos. Regresando a la crítica de Montaldo sobre cuáles son los insumos que influyen en las literaturas latinoamericanas, cierro este apartado del análisis apuntando a las referencias geohistóricas como insumos inmateriales que determinan a las políticas culturales de América Latina en sus escritores, artistas, intelectuales e instituciones. Es desde esta perspectiva, decididamente diversificadora, que examinaré la emblemática polémica protagonizada entre Arguedas y Cortázar con el interés de actualizar los términos en disputa. Después de todo, como se puede colegir de esta reflexión sobre el involucramiento de la literatura latinoamericana en el marco temático de la literatura mundial, si la modernidad es el común denominador de las experiencias coloniales y poscoloniales en esta región, las referencias geohistóricas de los escritores y sus distintas unidades de análisis resultan ser las variables diferenciales sobre las que se sustentan las divergencias entre estas políticas culturales.

3. Términos en disputa

El telurismo como lo entiende entre ustedes un Samuel Feijóo, por ejemplo, me es profundamente ajeno por estrecho, parroquial y hasta diría aldeano; puedo comprenderlo y admirarlo en quienes no alcanzan, por razones múltiples, una visión totalizadora de la cultura y de la historia, y concentran todo su talento en una labor "de zona", pero me parece un preámbulo a los peores avances del nacionalismo negativo cuando se convierte en el credo de escritores que, casi siempre por falencias culturales, se obstinan en exaltar los valores del terruño contra los valores a secas: el país contra el mundo, la raza (porque en eso se acaba) contra las demás razas. [Este proceso] puede derivar en una exaltación tal de lo propio que, por contragolpe lógico, la vía del desprecio más insensato se abra hacia todo lo demás. Y entonces ya sabemos lo que pasa, lo que pasó hasta 1945, o que puede volver a pasar. (Cortázar, 1994 [1967], p. 35)

[...] No somos diferentes en los que estaba pensando al hablar de "provincianos". Todos somos provincianos, don Julio [Cortázar]. Provincianos de las naciones y provincianos de lo supranacional que es, también, una esfera, un estrato bien cerrado, el del "valor en sí", como usted con mucha felicidad señala. Y cuando desde San Miguel de Obrajillo contemplamos los mundos celestes, entre los cuales giran y brillan, como yo lo vi, las estrellas fabricadas por el hombre, hasta podemos hablar, poéticamente, de ser provincianos de este mundo. (Arguedas 1988 [1971], p. 28)

La primera cita corresponde a la carta que envió Cortázar al escritor cubano Roberto Fernández Retamar en mayo de 1967 y que fuera publicada en la revista Casa de las Américas. A pedido de Fernández Retamar, Cortázar realizó una reflexión sobre la condición del intelectual latinoamericano que, en su caso particular, es mediada por la influencia que ejercía su residencia parisina en el desarrollo de su propia literatura. El escritor argentino exalta la necesidad de interpretar a la cultura latinoamericana desde una visión cosmopolita, totalizante y posnacional, que por defecto denosta de las agendas nacionales o provinciales, a las que califica como estrechas, parroquiales y aldeanas. En lo que define como una visión ética de la cultura latinoamericana que, admite, "nace de una perspectiva más europea que latinoamericana", Cortázar advierte en los escritores latinoamericanos "provinciales" a la semilla cultural del nacional-socialismo europeo al que alude directamente en la última parte del fragmento arriba citado. Claramente, para Cortázar el único resultante del nacionalismo son los fascismos europeos de los que derivaron las guerras y dictaduras en dicho continente. Para Mabel Moraña (2010), la trivialidad con que el argentino aborda variables como lo local y la raza "es reveladora de su propio condicionamiento cultural como ciudadano de uno de los países más europeizados y pretendidamente ‘blancos’ de América Latina" (p. 147). En efecto, Cortázar no solo parece constreñido por su presente europeo, sino también por las referencias geohistóricas europeas desde las cuales define sus políticas culturales y su homogeneizadora visión de la literatura latinoamericana.

La segunda cita es la respuesta a Cortázar formulada por Arguedas en un artículo del número 6 de la revista Amaru, publicado en 1968, y que sería introducida en los apartados epistolares de su libro El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971). El escritor peruano defiende al provincialismo como un lugar constituyente de lo supranacional; en última instancia, los Andes forman parte de la esfera totalizante señalada por Cortázar, como lo hace notar su metafórico comentario sobre el pueblo andino San Miguel de Obrajillo. No obstante, Arguedas se encuentra influido por un proceso de modernización periférica que se desarrolla con variables distintas respecto de la modernidad francesa que rodea al escritor argentino. Para Cortázar, Arguedas escribe desde el pasado, mientras que él lo hace desde el presente; es decir, el argentino entiende a la modernidad como una categoría cualitativa y temporal, un lugar de enunciación positivista que está moldeado por su experiencia vital y el respeto a la autoridad cultural europea.

En el desarrollo de la polémica, cada uno defiende y define su lugar de enunciación con el perspectivismo ideológico desde el cual estructuran sus políticas culturales sobre la literatura latinoamericana: la cosmopolitización cultural de América Latina en Cortázar y la universalización de las culturas indígenas en Arguedas. En abril de 1969, Cortázar responde en la edición en castellano de la revista Life6, acusando a Arguedas de preferir "el resentimiento a la inteligencia" y añadiendo:

[...] menuda diferencia entre ser un provinciano como Lezama Lima, que precisamente sabe más de Ulises que la misma Penélope, y los provincianos de obediencia folklórica para quienes las músicas de este mundo empiezan y terminan en las cinco notas de una quena. (En Guibert, 2015 [1974], p. 235)

Cortázar ampara su cosmopolitismo en la familiaridad con una obra clásica de la literatura occidental que, en su argumento, aparece como un insumo que alimenta al cosmopolitismo cultural que él aspira para la literatura latinoamericana. En el marco temático de la literatura mundial, podemos sospechar que Cortázar percibe a este campo, citando a Siskind (2016 [2014]), "como la articulación discursiva de un deseo de mundo que apunta a la modernización de América Latina desde una perspectiva cosmopolita" (p. 152). Ese deseo que articula las políticas culturales de Cortázar lo lleva a subestimar los enfoques culturales no cosmopolitas o que no privilegian a los insumos culturales occidentales. Podemos intuir que los subestima porque, usando sus propias palabras, le son "profundamente ajenos", por tanto, no integran sus referencias geohistóricas. Ello explica que para él los discursos regionalistas latinoamericanos sean una versión protozoaria del fascismo europeo, omitiendo la dimensión universalista que contiene la reivindicación anticolonial de las culturas indígenas.

La polémica termina con la carta de Arguedas consignada en el tercer diario de El zorro y con fecha del 18 de mayo de 1969. Pocos meses después, acosado por un cuadro de depresión, Arguedas acabó con su vida, pero en su última intervención en esta disputa dijo:

Don Julio ha querido atropellarme y ningunearme, irritadísimo, porque digo en el primer diario de este libro, y lo repito ahora, que soy provinciano de este mundo, que he aprendido menos de los libros que en las diferencias que hay, que he sentido y visto, entre un grillo y un alcalde quechua, entre un pescador del mar y un pescador del Titicaca. (1988 [1971], p. 143)

Arguedas responde a Cortázar en dos niveles. En primer lugar, aclara que el mundo para él es un espacio tangible inconmensurable; no un anhelo simbólico ni una unidad de análisis categorial, sino un espacio del cual se siente parte, pero cuya búsqueda no explica teleológicamente a su literatura, pues para Arguedas el mundo preexiste a su literatura. En segundo lugar, nos informa sobre cuáles son sus insumos al referenciar al espacio cultural andino ("que he sentido y visto") como una experiencia vital tangible e inmaterial que nutre a su literatura por sobre "los libros". Esto nos debe recordar la interpelación de Montaldo, así como las tesis de Moretti y Casanova sobre las influencias que definen a la actividad literaria más allá de la propia literatura europea; después de todo, Arguedas está influido por la experiencia vital que le otorga su actividad etnográfica. Por otro lado, la metáfora de los pescadores nos ilumina las geopolíticas literarias de Arguedas, quien se percibiría a sí mismo como un pescador del Titicaca, un lago del altiplano que opera como un significante fundacional en la mitología andina. Circunscrito por la especificidad de su lago (mundo andino), Arguedas describe a Cortázar como un pescador del inconmensurable mar abierto (mundo, en su sentido espacial y simbólico), que en su afán cosmopolitizante subestima los insumos provinciales de un espacio metafóricamente lacustre (vivencias, mitos, leyendas y tradiciones orales quechuas) que la narrativa de Arguedas textualiza y universaliza.

A través de una perspectiva de traducción cultural, Martín Gaspar (2017) resume esta polémica como una asignación de extranjerías tensionada por variables como la cultura, la lengua y la geografía. Gaspar dice: "Lo ajeno para Cortázar es lo local que no debería traducirse por innecesario, estrecho, poco novedoso y carente de interés. Lo cerrado para Arguedas es un universalismo que viene a ser exactamente igual: estrecho, ajeno, poco convocante" (2017, p. 14). Para Moraña (2010), ambos se encuentran atravesados por tensiones dicotómicas. Arguedas está tensionado por el dualismo arcaísmo/modernización de un proyecto nacional periférico, mientras Cortázar por el de territorialidad/forasterismo de un migrante que busca reinserción cultural. Una lectura más abarcadora la ofrece Siskind quien, refiriéndose a las tensiones que habitan la literatura latinoamericana desde el modernismo hasta la novela del boom, describe este panorama como una irresuelta disputa entre el "deseo cosmopolita de pertenencia universal" y "la autorrepresentación de la particularidad marginal que caracteriza a la cultura latinoamericana" (2016 [2014], p. 172). Con cautela, podríamos asignar el primero de los bandos a Cortázar y el segundo a Arguedas, aunque, como veremos más adelante, este también aspira a reconocer la condición universal de las literaturas provinciales. Después de todo, ¿qué sería lo universal en Cortázar? La incorporación de la literatura latinoamericana a las estructuras determinadas por la autoridad cultural europea, una perspectiva que invita a correr el riesgo del monoculturalismo. Por otro lado, ¿cuáles son los límites de la autorrepresentación en Arguedas? Las ansiedades de un transculturador que sospecha como amenaza a su propia cultura hegemónica y que descubre la imposibilidad de la cultura dominada (indígena andina) de escapar de la aplastante modernidad7. En las siguientes dos secciones indago en estas preguntas al examinar por separado a ambos escritores, pero de momento propongo leer estas divergencias como demarcadores de las políticas culturales latinoamericanas que en ambos anticipan dos términos de referencia de la literatura mundial que no necesariamente antagonizan: universalidad y cosmopolitismo.

Aunque suscribo las tensiones arriba reseñadas en el extremo en que terminan siendo también disputas sobre dos locus de enunciación que resaltan las divergencias geoculturales de ambos autores, me resisto a leer la polémica únicamente en clave dicotómica, pues las ideologías de ambos están atravesadas por una serie de variables. Mientras Cortázar aboga por un cosmopolitismo posnacional que omite las líneas divisorias del sistema-mundo moderno (tácitamente abrazando la sintética división centro/ periferia), para Arguedas, estas divisiones internas están intervenidas por múltiples variables (racismo, segregacionismo cultural y tradicionalismo mezclados de distintas formas en los proyectos nacionales internamente colonialistas), lo cual sustenta su interés por universalizar al indígena, no provincializarlo. Ello funciona en Arguedas como una estrategia para contrarrestar las políticas totalizantes de la modernidad y la colonialidad cultural, y re-enfatizar su interés por reconocer la universalidad de los sujetos subalternizados en tanto humanos y productores culturales. Vistas como líneas divisorias dentro del campo cultural latinoamericano, las fronteras internas con las que lidia Arguedas excluyen a determinadas literaturas del proyecto modernizador, mientras que para Cortázar parece solo haber una bisectriz que divide a las literaturas cosmopolitas y modernas, dignas de concursar en el panorama literario mundial como las de Mario Vargas Llosa y José Lezama Lima (centro), de las literaturas provincianas y premodernas que para él conducen a un estado embrionario de nacional-socialismo, donde ubica al poeta cubano Samuel Feijóo8 y al propio Arguedas (periferia).

En un contexto geopolítico global también tensionado -en donde solo parecía haber tres alternativas: el bloque socialista del este, el occidente liberal y la vía descolonizadora de los países asiáticos y africanos congregados bajo el espíritu de Bandung-, la polémica entre Arguedas y Cortázar, dos declarados intelectuales socialistas, nos revela las grietas que definen a las fronteras internas de la colonialidad cultural latinoamericana que, vista como un espacio simbólico, se superpone a las fronteras geopolíticas de la época. Al interior de esa expansiva colonialidad cultural -una expansión radicalizada por la polarizante Guerra Fría-, lo que entra en tensión son distintas geoculturas9, tomando prestada la definición de Wallerstein (2004) de este concepto, es decir, como una serie de estructuras de saberes y reconocimientos sociales que articulan el sistema-mundo moderno a través de dinámicas de inclusión y exclusión en distintas áreas: ideología, cultura, política y economía (pp. 60-75). Geoculturalmente hablando, Cortázar es excluyente en su afán abarcador al reclamar la necesidad de insertar a la literatura latinoamericana en el escenario literario mundial a través de la globalización de sus contenidos, su mundialización teleológica y un discurso programático internacionalista que se condensa en una ideología cosmopolita, mientras Arguedas profundiza el inclusivismo -que es otra forma de excluir- al abrazar al provincialismo como una estrategia para reafirmar su compromiso con salvaguardar a la cultura indígena andina de la inminente alienación que experimentaría una vez modernizada, lo que refleja en el contenido de sus obras (quizá más dramáticamente en Todas las sangres y El zorro) y en su labor como etnógrafo, pero insistiendo en la condición universal de la cultura amenazada. Como veremos en el siguiente apartado, para Arguedas el mundo no es un significante abstracto sino un espacio material, planetario, habitado por múltiples culturas, siendo esta divergencia quizá la más ilustrativa de la falta de consenso entre ambos escritores.

4. Arguedas y su resistencia a la colonialidad cultural

Contagiado para siempre de los cantos y los mitos [...] hablando por vida el quechua, bien incorporado al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, humana, de los opresores. (Arguedas, 1968, s. p.)10

La obra monográfica de Arguedas está principalmente dedicada a sus estudios y análisis antropológicos sobre la cultura nacional peruana y el rol que en ella cumple la sociedad andina. Son pocas las instancias en las que se detiene a reflexionar sobre el papel de su literatura, que parece ocupar un espacio de divulgación de sus hallazgos antropológicos. Sin embargo, me detendré en esos breves pasajes que refieren a la literatura para inferir la posición que tiene Arguedas sobre la literatura latinoamericana en el entramado literario mundial. La cita de arriba corresponde a un fragmento del famoso discurso que dio cuando se le otorgó el premio Inca Garcilaso de la Vega en octubre de 1968 como reconocimiento a su contribución a las letras en el Perú. En el discurso, popularmente conocido como "No soy un aculturado", Arguedas se dedica a justificar sus compromisos culturales con la sociedad andina, lo que intercala con los pasajes de su vida que sustentan su vínculo afectivo y profesional. En este discurso nos revela que, inspirado en los elementos culturales que componen la referencia geohistórica andina a la que estuvo expuesto ("los cantos y los mitos"), se propuso textualizar a través de su literatura el vínculo entre la sociedad andina ("la gran nación cercada") y la hegemónica sociedad occidental de la que se siente parte ("el mundo de los cercadores", "los opresores"), una unión que, como él mismo apunta, es "capaz de universalizarse". Tácitamente, para Arguedas la noción simbólica del mundo como aspiración no opera en tanto su aspiración reside en consolidar una dimensión universal de la cultura indígena a partir del reconocimiento y revaloración de su presencia en el mundo factual y material.

En esa línea, Arguedas describe a la cultura andina como un espacio cultural cercado y, por tanto, vedado de concursar en el escenario de la hegemónica cultura occidental, cuyas convenciones presume como modalidades que cercan la difusión cultural andina, y que articulan la expansión de la colonialidad cultural, un proyecto aspiracionalmente totalizante. Ante este dilema, se ubica a sí mismo, y a su literatura, como un vaso comunicante que puede ayudar a la cultura andina a saltar el cerco que la aísla para avanzar hacia su universalización, que no es lo mismo que su mundialización. En la sección anterior señalé que una de las diferencias entre los locus de enunciación de Cortázar y Arguedas, es que este último percibe en su obra a las líneas divisorias del sistema-mundo moderno que para efectos del campo cultural latinoamericano excluyen a las fuentes culturales dominadas. Estas mismas líneas metafóricas son las que en el discurso de Arguedas componen los muros que cercan a la cultura andina que él se propone universalizar a través de su literatura. Aquello que cerca, que oprime a través de su expansión, es la colonialidad cultural, por tanto, saltar el cerco es resistirse a su hegemonía.

Como lo sustenta la vasta literatura teórica decolonial (Lugones, 2007; Mignolo, 2000; Quijano, 1992), la colonialidad no es exclusividad de las naciones poscoloniales, aunque en estas sea una derivación directa del colonialismo, como es el caso de toda América Latina y el Caribe. En el ámbito social, la colonialidad se refleja en la deshumanización de los sujetos colonizados a través del racismo, la esclavitud y las desigualdades de género. En el ámbito cultural, la colonialidad se plasma en la imposición de las expresiones culturales de las sociedades dominantes que ejercieron una expansión imperial política, económica y cultural sobre las periferias, lo que en el específico campo literario refiere, por ejemplo, a la novela y las estructuras narrativas canonizadas por la "república mundial de las letras", por sobre los contenidos, estructuras y formas literarias locales o premodernos (tradición oral, pictográfica, performativa, entre otras). Señalar que la literatura de Arguedas ofrece instancias decoloniales no es una novedad. Irina Alexandra Feldman (2012) ha sabido apuntarlo en su análisis comparado con la literatura de Frantz Fanon, así como Martín Lienhard (2010) lo ha advertido, aunque sin referir directamente a la decolonialidad, al detectar una suerte de solidaridad transversal entre marginados, como el programa de los ensayos antropológicos tempranos de Arguedas.

Sin embargo, como he venido sosteniendo en este trabajo, la colonialidad cultural es un proyecto expansivo que -visto desde un esquema de análisis sistema-mundo moderno- amenaza con extinguir, alienar o devaluar los productos culturales periféricos. Frente a ello, Arguedas defiende el valor de las literaturas regionales, como la indigenista -pese a que rechaza pertenecer a esta corriente-, en la medida en que contribuyen con revalorizar la condición de humanidad de los sujetos subalternizados, como los indígenas de los Andes. Así lo expresa en un coloquio de escritores en Génova desarrollado en 1965 donde presenta la ponencia titulada "El indigenismo en el Perú"; frente a una audiencia compuesta por reconocidos escritores latinoamericanos como Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Guimaraes Rosa y Miguel Ángel Asturias dice: "La narrativa llamada indigenista alcanza a tener el valor no sólo de documentos acusatorios sino de revelaciones acerca de la integridad de las posibilidades humanas de la población nativa" (Arguedas, 1989, p. 15). Arguedas rescata a la literatura indigenista del parroquialismo que le atribuye Cortázar y le confiere un valor de alcance universal en tanto que resarce a la población indígena su condición de humanidad y, por tanto, de sujeto social concursante en el panorama cultural global. Después de todo, ¿qué es más global que el ser humano? Arguedas añade que el mérito de la literatura indigenista se halla en la reafirmación de los valores humanos indígenas que desencadenarían "las luchas sociales en que el Perú y otros países semejantes de América Latina se encuentran debatiéndose" (1989, p. 15). Arguedas entiende la dimensión supranacional y eminentemente latinoamericana de la literatura indigenista, de la cual él mismo ha sido partícipe, pues ve en ella una herramienta para dotar a los indígenas de una dimensión cultural universal, oponiéndose a la cercadora colonialidad cultural, algo que adquiere mayor significancia simbólica al ser enunciado en un congreso literario europeo. En Arguedas la universalidad reside en la humanidad que contienen las culturas indígenas, por tanto, lo universal es un significante político que define la particularidad de las culturas amerindias de América Latina frente a lo que entiende como una reduccionista visión europea globalizante que elimina los matices culturales latinoamericanos.

Para concluir con el análisis sobre Arguedas, es necesario precisar cómo encajan algunos términos de discusión que definen en la actualidad el debate sobre la literatura mundial. Por un lado, el escritor peruano disocia al universalismo del cosmopolitismo, atribuyendo el primero al reconocimiento integral de la humanidad de los sujetos subalternizados, y desestimando el segundo como única vía de ingreso a la universalidad, a diferencia de lo que propone Cortázar, lo que desarrollo en el siguiente apartado. Para Arguedas, hay otras formas de ser universal que no necesariamente pasan por la globalización del contenido literario, sino por una lectura de la dimensión humana connotada en la producción cultural indígena. Por otro lado, una vez disociados estos conceptos, Arguedas destaca el "provincialismo" de algunas literaturas latinoamericanas -por ejemplo, los textos indigenistas- como un instrumento literario que reestablece la universalidad de las culturas oprimidas por la homogeneizadora modernidad. De esta manera, la percepción de Arguedas sobre un amplio espectro de la literatura latinoamericana trasciende la esencializadora, pero influyente, definición que diera a las literaturas periféricas Frederic Jameson (1986), para quien "all third-world texts are necessarily, [...] allegorical, and in a very specific way: they are to be read as what I call national allegories" (p. 69). En su particular lectura de un corpus de textos literarios periféricos, Arguedas nos revela una interpretación en la que estos constituyen alegorías transnacionales y universalizantes que atienden a la condición de humanidad de los individuos representados en sus obras y que toma muy en consideración a las desigualdades que estructuran al sistema-mundo. En última instancia, la posición de Arguedas frente al debate de la literatura mundial sintonizaría más con las que viene desarrollando el Warwick Research Collective (2015) y su interés de explorar los problemas de la literatura mundial a la luz de las implicancias culturales y literarias de la desigual expansión de las modalidades occidentales del desarrollo hacia las periferias globalesxi, algo a lo que este grupo de trabajo le dedicó especial atención a partir de las literaturas periféricas provenientes de excolonias británicas.

5. El espacio literario cosmopolita de Cortázar

Actualmente un escritor o un crítico puede hablar de nuestra literatura sin preámbulos ni explicaciones, porque tienen la suficiente certidumbre de que será comprendido por sus oyentes. Por eso y sin temor a crear malentendidos puedo afirmar de entrada que la literatura latinoamericana actual más viva y más fecunda es una literatura que ya no necesita la protección o la etiqueta de lo típico, de lo pintoresco, de lo parroquial en cualquiera de sus formas, sino que posee fuerza y experiencia suficientes para mostrar sus inconfundibles orígenes y raíces sin tener que refugiarse en una temática exclusivamente nacional o regional. (Cortazar, 1979, p. 13)

En 1979, Cortázar fue invitado a un ciclo de conferencias sobre su obra organizado por el Barnard College. Como parte de la invitación se le pidió que ofrezca una conferencia en la que reflexionara sobre la literatura latinoamericana frente a una audiencia compuesta por académicos latinoamericanos y latinoamericanistas como Ángel Rama, Hernán Vidal, Jean Franco y James Petras. En su intervención, Cortázar se esforzó en proclamar como consagrada la globalización del contenido y las formas estéticas de la literatura latinoamericana, haciendo especial énfasis en la exoneración de los escritores latinoamericanos de la necesidad de escribir constreñidos por agendas nacionales, locales y provinciales. Como la cita de arriba lo infiere, Cortázar parte del presupuesto de una América Latina globalizada que no precisa de ser explicada a través de su literatura sino acompañada en su proceso histórico, que es el ámbito en el que él defiende el compromiso social de los escritores latinoamericanos. Para él la literatura constituye un vehículo canalizador de los procesos de construcción de una identidad latinoamericana que en lo concerniente al campo cultural se conduce hacia un escenario global y cosmopolita, pues "cada día nos abrimos más a lo que nos rodea" (Cortazar, 1979, p. 15). No obstante, él reconoce que este panorama no tiene un correlato en el terreno político, en una América Latina plagada de dictaduras militares y nacionalistas. Una década después de su polémica con Arguedas, Cortázar se manifiesta convencido de que la globalización ha terminado por confirmar el carácter posnacional y cosmopolita de la literatura latinoamericana, la cual, además, contribuye a la consecución de una identidad cultural continental que, añade, "se siente en ese deseo de escribir nuestro sin caer obligadamente en folklorismos o indigenismos" (1979, p. 16). Con ello no solo proclama la globalidad de la literatura latinoamericana de ese momento, sino que le atribuye una búsqueda de autonomía formal ("escribir nuestro"). La reflexión de Cortázar es especialmente significativa al ser compartida para una audiencia dedicada no solo al estudio, sino a la enseñanza de la literatura latinoamericana, con lo cual aspira a afianzar en futuras generaciones su visión del campo.

Cierto es que años atrás Cortázar ya había adelantado su visión de una literatura latinoamericana globalizada a través de su autonomía formal, específicamente en la polémica que sostuvo con Collazos respecto del compromiso de las formas literarias latinoamericanas con la revolución socialista. En un artículo fechado en diciembre de 1969, Cortázar dice que

[...] lo que sucede en realidad es que ya no hay nada foráneo en las técnicas literarias porque el empequeñecimiento del planeta, las traducciones que siguen casi inmediatamente a las ediciones originales, el contacto entre los escritores, eliminan cada vez más los compartimentos estancos que en antaño se cumplían las diversas literaturas nacionales. (Collazos, Cortazar y Vargas Llosa, 2011 [1970], p. 40)

En esta línea, Cortázar responde a una queja de Collazos quien advertía en las técnicas de la narrativa latinoamericana una especie de alienación formal, a lo que el escritor colombiano le añadió su preocupación de que estas literaturas -para él- formalmente alienadas pierden el compromiso revolucionario de retratar la realidad sociopolítica latinoamericana. La respuesta de Cortázar a esta última idea también es de interés para nuestro análisis:

La auténtica realidad es mucho más que el "contexto sociohistórico y político", la realidad soy yo y setecientos millones de chinos, un dentista peruano y toda la población latinoamericana, Óscar Collazos y Australia, es decir, el hombre y los hombres, cada hombre y todos los hombres [...]; y por eso una literatura que merezca su nombre es aquella que incide en el hombre desde todos los ángulos (y no, por pertenecer al tercer mundo, solamente o principalmente en el ángulo sociopolítico). (Collazos, Cortazar y Vargas Llosa, 2011 [1970], p. 65)

De la respuesta a Collazos y el discurso en el Barnard College se pueden delinear algunas conclusiones de la perspectiva de Cortázar sobre la literatura latinoamericana. Por un lado, su convencimiento de que esta solo puede gozar de un futuro saludable por medio de la cosmopolitización de sus formas y contenidos como una vía para involucrar globalmente a la identidad cultural latinoamericana (ya sea "sin tener que refugiarse en una temática exclusivamente nacional o regional" o, formalmente, porque "ya no hay nada foráneo en las técnicas literarias" debido al "empequeñecimiento del planeta"). En ambos casos, la idea de los posnacional opera en Cortázar del mismo modo en que operaba la idea de mundo en los modernistas, según Siskind (2016), como un significante simbólico útil para interrogar cosmopolitamente a los espacios provincianos de la cultura latinoamericana. Por otro lado, esta reflexión optimista y globalizante de la literatura latinoamericana, y de sus referentes planetarios literarios ("que incide en el hombre desde todos los ángulos"), en un contexto en que varios países de la región se encuentran sometidos a dictaduras militares que en su mayoría imponen regímenes políticos, económicos y sociales nacionalistas, nos revela que Cortázar percibe a la próspera literatura latinoamericana como un espacio simbólico relativamente autónomo, cuyo desarrollo no responde necesariamente a las condiciones materiales que rodean a sus escritores; después de todo, la "auténtica realidad es mucho más que el ‘contexto sociohistórico y político’". En tal sentido, para Cortázar la literatura es, como para Casanova (2005), un espacio cultural cuya extensión y jerarquía se debe medir en términos simbólicos, pues se desenvuelve con relativa independencia del escenario político y social, y que, no obstante, a decir de su intervención en el Barnard College, parece tener un centro definidor: París.

Como ya hemos visto líneas arriba, para Casanova (2004 [1999]) la literatura es un mundo en sí mismo que ella define como la "república mundial de las letras", en donde los textos circulan y son jerarquizados en torno a París, la capital literaria mundial que ella describe como el mercado mundial de los bienes intelectuales dado que "consecration in Paris is indispensable for authors from all dominated literary spaces" (p. 127). A partir de estos espacios literarios dominados -como lo es la literatura latinoamericana- podemos presumir que la dominación es solo una materialización de la colonialidad cultural a la que se resiste la literatura de Arguedas. Por otra parte, para la propia Casanova, Cortázar forma parte del conjunto de escritores periféricos que fueron universalmente reconocidos gracias a las autoridades literarias parisinas y, por tanto, convertidos en ciudadanos de la "república mundial de las letras" junto a los lectores, editores, traductores, críticos y demás escritores consagrados dentro de este sistema. Y, sin embargo, Casanova (2005) insiste en que el espacio literario mundial es un espacio relativamente autónomo de determinismos geográficos y sin vínculo de causa y efecto con las dinámicas políticas y económicas, mencionando a la literatura latinoamericana como prueba de ello.

Recordemos que, en la carta a Fernández Retamar de 1967, Cortázar admite haber descubierto su identidad latinoamericana en París, añadiendo que "de la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como lo imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad". Interesante autodescripción que confirma el carácter simbólico que el escritor argentino le otorga a los textos literarios. Años más tarde, en Barnard, Cortázar (1979) sustentará el cosmopolitismo literario latinoamericano agradeciendo que ya no se le critique por haber "publicado un libro que transcurría principalmente en París en vez de seguir divirtiendo a los lectores norteamericanos con el pintoresco ambiente de Buenos Aires" (p. 11), lo que podemos leer como un guiño a su antigua polémica con Collazos. Marcy E. Schwartz (1999) afirma que Cortázar "uses Paris and its traditional projection in Argentina to problematize cosmopolitan cultural identity in Latin American [and] as a zone for cultural and philosophical confrontation" (pp. 27-28). En Cortázar, París se convierte en un dispositivo neurálgico para definir no solo como latinoamericana a su literatura, sino a las políticas culturales con las que él intenta aterrizar en un panorama cosmopolita a la identidad cultural latinoamericana. En este extremo, los comentarios de Cortázar sobre la literatura latinoamericana refrendan la tesis de Casanova que establece a París como la capital del espacio literario mundial. En otras palabras, París es un significante categorial para las políticas culturales de Cortázar y la experiencia simbólica parisina opera en él del mismo modo en que operan los líquidos fijadores en el revelado fotográfico analógico: disuelve los matices no expuestos a la agenda cultural mundializante -por ejemplo, declarando la obsolescencia del folklorismo a través de su ausencia- para revelar y fijar todo aquello que sí tiene un potencial cosmopolita -por ejemplo, las literaturas de contenido mundializado, como la suya, la de Vargas Llosa, entre otros escritores afines a la agenda literaria cosmopolita-.

¿Es menos latinoamericana la perspectiva literaria de Cortázar al ser mediada por su experiencia vital parisina? En absoluto, Cortázar es un escritor plenamente latinoamericano, aunque su percepción de la literatura sea simbólica y desterritorializada. Él desea que este campo cultural pertenezca al mundo, pero la mundialidad y el cosmopolitismo con que estructura sus políticas culturales aterrizan en un terreno simbólico culturalmente eurocentrado, donde su perspectiva incurre en un paradójico bucle. Además, a diferencia de Arguedas, para Cortázar el mundo como significante categorial no preexiste a la literatura, sino que es un espacio simbólico configurado por la propia producción cultural cuya autoridad mayor está integrada por las instituciones y experiencias parisinas. Esto nos permite señalar que las políticas culturales de Cortázar no solo responden al determinismo nacional europeizante que le tocó vivir, como sugiere Moraña, pues el escritor argentino proclama un posnacionalismo literario donde incluye a Lezama Lima y Vargas Llosa, lo que al mismo tiempo refleja un esfuerzo -quizá inconsciente- por provincializar al campo literario latinoamericano dentro del espectro cultural europeo. El paradójico bucle en que incurre Cortázar es que localiza como un futuro prometedor para la literatura latinoamericana su migración formal y contenidista hacia la cultura moderna, puerta de acceso al mundo como significante simbólico, convirtiendo a la literatura latinoamericana en una provincia de la "república mundial de las letras". Para ello, apalanca su argumento bajo la defensa de los insumos literarios europeos (conocer al Ulises), borra los matices formales de las literaturas regionales (mundializando las técnicas literarias) y exalta el tránsito vital parisino como una suerte de camino de Damasco cosmopolitizante. Una visión que, como este trabajo ha destacado, parece comenzar a forjarse en el Cortázar de la década de 1960, cuando polemizaba con Arguedas, y que a fines de los años setenta se expone con el convencimiento de quien describe una realidad factual.

6. Conclusión

A diferencia de las lecturas previas sobre la polémica entre estos escritores que se concentran en las experiencias nacionales como determinantes de ambas posturas, este trabajo demuestra que las políticas culturales con que Arguedas y Cortázar abordan el rol de la literatura latinoamericana en un contexto globalizador difiere en el interés de universalizarla y mundializarla. Son dos propósitos deliberadamente distintos que marcan la agenda de estos intelectuales y que anticipan algunos de los términos con los que se discute actualmente a la literatura latinoamericana en el entramado de la literatura mundial. Ello explica la falta de consenso y que ambos eligieran distintas unidades analíticas en sus argumentos.

Mientras Arguedas destaca el resarcimiento humanista que ofrecen las literaturas regionales - más específicamente la corriente indigenista-, apelando a la humanidad de los sujetos indígenas y de su representación literaria como un rasgo innato de universalidad, Cortázar fomenta al cosmopolitismo como la ideología con la cual estructurar la producción literaria latinoamericana y hacerla ingresar en el espacio simbólico del mundo. Un trabajo más amplio podría indagar si es que estas políticas culturales tienen un correlato con las distintas etapas que marcan a sus obras literarias, así como el influjo que ejerció en la formación de sus políticas culturales el polarizado panorama geopolítico global que bullía como un telón de fondo intensamente ideologizado. Recordemos que, pese a sus discrepancias, ambos eran intelectuales socialistas comprometidos desde esta perspectiva política con la revitalización cultural de América Latina. Sin embargo, lo que este trabajo buscó iluminar en estos autores emblemáticos de la heterogénea literatura latinoamericana es el uso de términos claves para la actual discusión sobre la literatura mundial como cosmopolitismo, universalidad y mundo de la mano de la perspectiva teórica decolonial y la implementación de las teorías sistema-mundo al análisis cultural latinoamericano.

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Notas

1En lo que sigue, cuando escriba literatura mundial en bastardillas, me estaré refiriendo al específico campo de discusión que en las últimas dos décadas ha crecido en torno a debates sobre los modos de circulación y la recepción de determinados corpus literarios a escala global. Así, literatura mundial alude a un subcampo de los estudios literarios en específico, lo cual este artículo amplía, y no en un sentido convencional que refiera a la totalidad de las literaturas nacionales. Para mayor información sobre esto -la forja de esta particular especificidad analítica en los estudios literarios- recomiendo consultar What is World Literature (2003) de David Damrosch y los ensayos que componen Debating World Literature (2004), un volumen editado por Christopher Prendergast.

2Famosa tesis propuesta por Frederic Jameson (1986) para sintetizar a las "literaturas del tercer mundo", un punto sobre el que volveremos más adelante en este ensayo.

3Para efectos de este artículo, trabajo con la edición que hiciera Siglo XXI Editores en 1970 de una serie de textos publicados por Collazos, Cortázar y Mario Vargas Llosa entre septiembre de 1969 y enero de 1970 en el ya descontinuado semanario Marcha de Uruguay.

4Casanova define como "meridiano de Greenwich literario" al estrecho espacio metafórico que triangula entre Londres, París y Estocolmo que con sus autoridades, premios e industria editorial determinan la consagración de los textos literarios producidos dentro o fuera de esta jurisdicción.

5Para mayor información sobre este particular ámbito de análisis respecto a la literatura latinoamericana en relación con la europea, recomiendo consultar textos como The Spaces of Latin American Literature (2008) de Juan E. de Castro, La sensibilidad amenazada (1994) de Graciela Montaldo y Las máscaras democráticas del modernismo (1985) de Ángel Rama.

6Cito la reproducción de la entrevista de Life hecha por Rita Guibert y reeditada en el libro Siete voces (2015 [1974]).

7Advierto que esta línea de discusión nos llevaría a concentrarnos en el debate sobre la identidad cultural de Arguedas y los límites de la transculturación planteada por Rama (1982), un debate ya señalado por Alberto Moreiras (2001) quien percibe en la transculturación de Arguedas un proceso de implosión identitaria y cultural. No obstante, dicho tópico distraería el objetivo de este trabajo, que es indagar en la ubicación de la literatura latinoamericana como un campo cultural concursante en el panorama de la literatura mundial.

8Feijóo, poeta y narrador cubano que dedica gran parte de su obra a retratar los escenarios rurales y el folklor campesino y afrocubano, fue directamente referido en la carta de Cortázar a Fernández Retamar que diera inicio a esta polémica. En ella, el argentino lo menciona como epítome de lo que él entiende como telurismo provinciano, parroquial y aldeano contra el cual se manifiesta.

9Utilizo acá el término geocultura, sin el guion unificador, para hacer referencia al específico neologismo de Wallerstein y diferenciarlo del uso más convencional que he venido haciendo del término geo-cultura, donde refiere a determinantes culturales geo-localizados como, por ejemplo, las culturas nacionales o regionales.

10Extraído de una fuente electrónica sin número. "No soy un aculturado". Recuperado en LaMula.pe. Fuente: https://redaccion.lamula.pe/2013/01/18/jose-maria-arguedasyo-no-soy-un-aculturado/albertoniquen/.

11En Combined and Uneven Development: Towards a New Theory of World-Literature (2015), los autores de este grupo de investigación se proponen situar el problema de las literaturas periféricas cuestionando las visiones que presumen a la literatura mundial como un campo de juego nivelado en el que todos los textos se interconectan. En contraposición, proponen diversificar el análisis hacia una mirada de "las literaturas del sistema-mundo", tomando en consideración problemas iluminados por la historia y la sociología con lo que, contrariando la visión de Casanova, enfatizan en la dependencia de las literaturas frente a sus esferas políticas y económicas.

Recibido: 21 de Marzo de 2022; Revisado: 31 de Enero de 2023; Aprobado: 24 de Febrero de 2023

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