De monstruos y cyborgs, de ^{Margarita Saona}, es un ensayo-testimonio breve e intenso, con pequeñas imágenes al interior que ambientan el texto y potencian la reflexión sobre la hibridez y mimetismo que puede generar un trasplante de órgano en el ser humano. La autora, en este libro, no solo narra su experiencia de cómo cambió su vida luego de realizarse dos trasplantes: uno de válvula porcina (xenotrasplante) y otro de corazón humano (alotrasplante), sino también reflexiona acerca de los trasplantes en general y todo lo que implica someterse a uno: uso de aparatos tecnológicos, empleo y reconocimiento de la inteligencia artificial, consumo de medicamentos inmunosupresores, cuestionamientos sobre la "unicidad" del yo, entre otros aspectos. Saona se apoya en las reflexiones y afirmaciones de diversos autores. Por mencionar algunos, cita a Joan Corominas, H. G. Wells, Christiaan Barnard, Sara Wasson, Mary Shelly, José Donoso, Jordan Peele, Kazuo Ishiguro, Donna Haraway, Gill Haddow, Maurice Merleau-Ponty, Laura Riesco, Carmen Boullosa, entre otros teóricos, médicos, filósofos, antropólogos, cineastas y novelistas para reflexionar sobre los avances de la ciencia vinculados a la tecnología que "nos horrorizan y nos vislumbran al mismo tiempo" (p. 9).

De monstruos y cyborgs es un texto híbrido. Su combinación de testimonio, imágenes y recursos académicos nos permite ir más allá de la experiencia personal que Saona narra. Esa hibridez textual es precisamente lo que enriquece el libro y lleva al lector a cuestionarse sobre el yo, la vida, la enfermedad y la muerte; de cómo el yo pierde su autenticidad al someterse a un trasplante de órgano animal o humano; de cómo el uso de aparatos tecnológicos por mucho tiempo, como el chaleco defibrilador, para seguir viviendo repercuten en la identidad del sujeto hasta el punto de sentirse un cyborg. Afirmaciones que pensábamos definidas, como la unicidad y la autenticidad del yo por siempre, en este libro son cuestionadas y desestabilizadas.

El libro se deja leer con facilidad porque la prosa es fluida y la autora no emplea muchos términos médicos, y si lo hace los explica con claridad. Con la prolijidad de su prosa, Saona reflexiona sobre el yo una vez que el cuerpo ha sido sometido a un trasplante. "¿Cómo puede una seguir siendo ‘yo’ si le van reemplazando una tras otras las distintas partes del cuerpo?" (p. 27), es la pregunta que se formula la autora para terminar aceptando que es un ser híbrido, "un portento" (p. 34), "un monstruo y un cyborg, soy una humana con otras partes, abierta a virus y a infecciones; soy una persona que no sabe qué quiere decir ‘yo’.

De nada serviría negarlo" (p. 63). Así finaliza el texto, con la afirmación (resignación) de la autora sobre su yo híbrido que nos lleva a más preguntas que respuestas.

De monstruos y cyborgs plantea varias líneas filosóficas. Una de ellas es aprender a vivir "el embrollo simbiótico que es el Antropoceno" (p. 60). Es decir, se debe contribuir con la vida (la existencia en comunidad) resistiendo y aceptando, sin arrogancia, lo maravilloso que a veces suele ser la vida con sus respectivos cambios.

Sus autores proponen que nuestra supervivencia depende de que aprendamos a vivir y a morir en ese enredo que es, a ratos, una amenaza y, a ratos, fuente de vida. Hay que dejar de pensarnos seres individuales, con cuerpos, genomas e intereses diversos y reconocer que todos los organismos dependemos de distintas formas de simbiosis. (p. 60)

Esta reflexión de Saona, sobre la base del Antropoceno, nos lleva a reconsiderar acerca de nuestra existencia y de lo vulnerable que somos, de la arrogancia al pensarnos por siempre como un yo único e incólume.

En conclusión, De monstruos y cyborgs de Margarita Saona nos invita a reflexionar, desde su testimonio, sobre lo vulnerables que somos frente a las enfermedades, y de cómo estas pueden cambiar nuestro ser tanto física, psicológica y ontológicamente. Este ensayo-testimonio nos dice implícitamente, también, que debemos estar preparados para afrontar ese cambio en el yo que consideramos invulnerable e impenetrable. Asimismo, cuestiona las biopolíticas "que facilitan la supervivencia de aquellas vidas que valora más" (p. 25; énfasis agregado) y el trato inadecuado que algunos médicos ejercen sobre sus pacientes.

La ciencia médica, en particular al reparar cosas como un corazón que no funciona, suele tratarnos como carrocería. He escuchado a más de un cardiólogo decir que lo suyo es una cuestión de plomerías atascadas. Incluso he escuchado la tan peruana expresión: "salió reencauchada". (p. 27)

Estas dos últimas citas nos muestran lo excluyentes e insensibles que pueden ser las biopolíticas y el sistema médico frente a los cuerpos enfermos.