Sr. Editor
Durante los años de formación médica, de alguna u otra manera, hemos tenido conocimiento y nos hemos preparado de la mejor forma posible para las emergencias y/o desastres naturales. Durante los últimos 25 años se han ejecutado protocolos de acción implementados de manera eficaz frente a hechos endemias, epidemias y pandemias como la Influenza, el Ébola y el Sars1.
Lo que estamos observando en estos 3 últimos meses nos hace reflexionar sobre las reacciones a esta emergencia mundial y los problemas éticos que han surgido a raíz del COVID-19. Nos conmueven y despiertan reacciones diversas que exigen una mirada más allá de lo emocional y de la generosidad inicial2.
Estas circunstancias, pone a prueba a los profesionales y trabajadores de la salud de hacer lo mejor para salvar vidas, tratar los síntomas nocivos o aminorarlos, como proveer medidas de menor sufrimiento para los que están con daños severos o complicaciones irreversibles3.
En esta ocasión hablamos del COVID-19, que ha sobrepasado todo plan de contingencia como el reporte de expertos generado por el Harvard Global Health Institute y London School of Hygiene & Tropical Medicine4. Como lo observado en los servicios sanitarios en Italia y España, donde las acciones de advertencia a la población fueron tardías o ignoradas, provocando la saturación de los hospitales (emergencia, hospitalización y unidades de cuidados intensivos) generando escases de equipos de protección personal (EPP) para el personal médico y ventiladores mecánicos insuficientes5.
Áreas temáticas | Necesidades |
Prevenir brotes de enfermedades graves. | Apoyo de la comunidad internacional para mejorar las capacidades instaladas. |
Respuesta oportuna a brotes de enfermedades serias. | Participación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). |
Área de investigación. | Es necesario producir y compartir datos, conocimiento y tecnología. Trabajo multidisciplinario y normas claras para asegurar el acceso a los beneficios de la investigación. |
Sistema de salud global organizado. | Para la prevención y respuesta ante estos brotes. |
Es en estos momentos donde el valor principal es la utilidad, debido a la limitación extrema de los recursos (costo - utilidad), es decir, ha primado el beneficio social por encima del beneficio individual, con la intención de maximizar el número de vidas que puedan ser salvadas6. Los esfuerzos y atención se han centralizado en pacientes con sintomatología leve, pacientes recuperables y en los pacientes graves recuperables.
Esta situación actual nos hace ver las limitaciones extremas de los recursos logísticos, humanos y materiales, por ello las medidas adoptadas se han extremado en todo sentido. Las camas de los hospitales y clínicas pasan a ser de la comunidad y se ponen a disponibilidad de los pacientes que mas se beneficien de ello, no por la gravedad sino por los años de vida recuperable7.
Estas son medidas drásticas y horrorosas las cuales hemos observado a través de reportes o protocolos como se han venido aplicando en los países de Europa8, donde la curva de contagio ha sido ascendente y solo se frenarán estas medidas cuando la curva empiece a aplanarse y/o descender.
Frente a la rápida propagación global del COVID-19 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha elaborado una Resolución ante la emergencia sanitaria global sin precedentes a nivel mundial. Dirigiendo su mirada a los grupos de vulnerabilidad como las personas mayores, las personas privadas de libertad, las mujeres, los pueblos indígenas, las personas en situación de movilidad humana, los niños, los adolescentes, las personas LGBTI, las personas afrodescendientes y las personas con discapacidad8.
Nuestra mirada de alerta debe estar en esa línea, debido a que en nuestros países, como en la mayoría de Sudamérica, el sistema de salud tiene ciertas carencias y limitaciones. Frente a estos hechos vale sumar esfuerzos y no debemos detenernos en críticas que desvíen nuestra atención. El deber de la medicina de tratar las enfermedades pandémicas, se resume en: solidaridad y vulnerabilidad.