Sr. Editor
La enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) apareció por primera vez en diciembre del 2019 en China; y no fue sino hasta el 6 de marzo del 2020 que las autoridades dieron la noticia sobre el primer caso en nuestro país1. Los medios del mundo han dado a conocer ampliamente el impacto de esta pandemia en la sociedad, dando incluso especial atención al personal sanitario; sin embargo, otro grupo de la población también se ha visto afectado, los estudiantes de medicina2.
En la mayoría de países, la educación médica de pregrado se divide en dos periodos bien diferenciados: el preclínico, donde los alumnos reciben clases en salones, laboratorios y auditorios; y el clínico, donde el escenario se traslada a los centros de salud para una interacción directa con los pacientes2. Esta educación clínica se caracteriza idealmente por la enseñanza basada en problemas, en donde un grupo de estudiantes adquiere habilidades, como el correcto examen físico, todo esto de la mano de un médico tutor3.
La pandemia por COVID-19 ha representado un problema para los alumnos, pues su presencia en los centros de salud es un riesgo de contagio, no solo para los pacientes, sino también para ellos mismos; es así como el distanciamiento social, incluido el cese de las actividades presenciales, ha impedido que los alumnos vuelvan a tener la experiencia hospitalaria necesaria para su formación4. Una de las principales respuestas de las facultades de medicina ha sido potenciar la educación virtual a través de videoconferencias y otras herramientas multimedia como videos o lecturas que ya se venían utilizando como complemento a la educación tradicional5.
Si bien las medidas implementadas han ayudado a que la educación de pregrado continúe, también evidencian una serie de falencias, entre las cuales destacan la limitación de computadoras y acceso a internet de muchos alumnos y profesores, perdiéndose así una educación igualitaria(5). Por otra parte, muchos médicos se preguntan cómo serán estas nuevas generaciones de doctores; algunos se muestran optimistas y confían en que es la oportunidad perfecta para una renovación en la educación médica; sin embargo, otros creen con certeza que, aspecto como los conocimientos, actitudes y prácticas, se verán afectados5.
Pese a que muchos opinan que la educación médica sufrirá un retraso, salen a relucir oportunidades que quizá sin la coyuntura actual, no podrían presentarse. Ahora se hace necesario reconsiderar lo importante y descartar o modificar aquellas cosas que no lo son; por ejemplo, la interacción virtual entre docente y alumno, puede servir como preludio para el futuro inevitable de la telemedicina3. La situación actual también puede servir para empoderar al alumnado en su propia formación; por ejemplo, a través de las distintas sociedades de estudiantes de medicina. Estas organizaciones tienen la capacidad de convocar a diferentes profesionales y organismos de distintas partes, para crear o modificar planes de estudios que de haber sido otros tiempos sería imposible.
No hay duda de que la educación sufrirá una serie de cambios, y que la generación de los nuevos médicos “post COVID-19” desarrollará otras formas en el abordaje del paciente; sin embargo, aún es temprano para sacar conclusiones calificativas que determinen si, las circunstancias actuales y próximas, resultaron en una oportunidad o en un retraso para la educación médica de pregrado.