Sr. Editor
El Perú cuenta con 4 millones de personas pertenecientes a pueblos indígenas u originarios1; en donde la salud, entendida como un derecho fundamental que debe ser garantizado para todos y de manera integral, aún presenta obstáculos para ser otorgada de manera equitativa e intercultural. La situación mental, fundamento primordial de la salud, está definida como un estado de bienestar en el que la persona es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad2. Cabe resaltar que este concepto va a estar influenciado por diferentes determinantes biológicos y sociales, en especial por la cultura, los indicadores de pobreza y el bajo nivel educativo2.
Acerca de los pueblos indígenas de Australia, Canadá, Nueva Zelanda y los Estados Unidos de América, algunas investigaciones y encuestas epidemiológicas revelan que en estas poblaciones se percibe una mayor carga de discapacidad y mortalidad por trastornos mentales y abuso de sustancias que en otros grupos étnicos. Esto es probable que se deba a un tratamiento inadecuado, necesidades en salud insatisfechas y barreras para recibir atención médica mental adecuada y eficaz; es decir, experimentan una salud mental (SM) desigual en comparación con sus contrapartes no indígenas3.
En Latinoamérica, las comunidades tienen variedad de prácticas culturales y múltiples barreras lingüísticas, lo que las hace vulnerables a un acceso limitado a los servicios de SM. Además de la falta de interculturalidad en salud, lo que genera el desconocimiento de los programas locales de promoción, prevención y atención ya que desde la perspectiva de los pueblos estos se encuentran descontextualizados culturalmente, son inoportunos, e incluso nocivos en la preservación de valores, conocimientos y prácticas ancestrales4.
Sin embargo, en nuestro país la SM durante los últimos años ha adquirido cierta relevancia. Es así que la reforma del sistema de atención de SM con enfoque comunitario ha permitido la implementación de establecimientos de atención de SM como Centros de Salud Mental Comunitarios y Hogares Protegidos. Estos, de acuerdo al Banco Mundial y la Organización Panamericana de la Salud (OPS)5, muestran ser más eficientes y eficaces en el acercamiento de la población a los servicios de SM porque distribuyen equitativamente la oferta de servicios e involucran a las comunidades y su cultura en el cuidado de esta. Estos centros han logrado atender hasta el año 2018, 48 mil personas; mientras que años anteriores solo se lograba acoger a 46 mil. Si bien hay un aumento en las atenciones, esto sigue siendo insuficiente para los millones de peruanos que necesitan de estos servicios6.
En conclusión, en las comunidades indígenas u originarias del Perú la SM ha cobrado importancia gracias al empleo de la interculturalidad como instrumento y aliado para acercarse a la población. Sin embargo, esta debe recibir mayor promoción de tal manera que se puedan tomar acciones de salud pública que impacten mucho más en estas poblaciones y que sea una conducta habitual dentro de los programas nacionales.