INTRODUCCIÓN
La conducta alimentaria se define como el comportamiento normal relacionado con los hábitos de alimentación, la selección de alimentos que se ingieren, las preparaciones culinarias y las cantidades ingeridas de ellos. En los seres humanos, los modos de alimentarse, preferencias y rechazos hacia determinados alimentos están fuertemente condicionados por el aprendizaje y las experiencias vividas en los primeros cinco años de vida. En general, el niño incorpora la mayoría de los hábitos y prácticas alimentarias de una comunidad antes de esa edad. La madre tiene un rol fundamental en la educación y transmisión de pautas alimentarias al hijo, por lo que debe centrarse, en ella, la entrega de contenidos educativos preventivos que permitan enfrentar precozmente las enfermedades relacionadas con conductas alimentarias alteradas (rechazos alimentarios, obesidad, diabetes, dislipidemias, anorexia nerviosa). Por lo tanto, el presente estudio buscó analizar la posible asociación entre la conducta alimentaria materna, con la composición corporal del adolescente, de una preparatoria de la ciudad de allende, Nuevo León, en México. A continuación, se describe los antecedentes del estudio.
ANTECEDENTES
Concepto
El apetito es el deseo de comer, el proceso de elección y consumo de alimentos, que se relaciona con el área genético-hereditaria, cuyas características se pueden reconocer desde los primeros años de vida, a través de diversos comportamientos (1,2). Cuando se habla de los rasgos del apetito se refiere a una tendencia constante hacia la comida (3). En este mismo sentido, cuando un individuo es susceptible o no controla sus apetitos está en riesgo de entrar al terreno del desarrollo de la obesidad (4-6). Por su parte, gonzález (7) comenta que el apetito es un deseo psicológico de comer, ya que está relacionado con experiencias sensoriales, y la inhibición de comer cuando el sistema digestivo se detiene se considera una sensación de saciedad.
Conducta alimenticia
De acuerdo a osorio (8), la conducta alimentaria es el acto relacionado con hábitos alimentarios, elección de alimentos, preparaciones culinarias y cantidades consumidas. Esto se debe a la interacción de factores como la fisiología del apetito y la saciedad, socioculturales, familiares y trastornos del apetito.
La conducta alimentaria es un comportamiento que realiza una persona con respecto a los hábitos alimenticios (8), la cual puede provocar estilos negativos alimentarios que ponen en riesgo la salud del ser humano (9). Generalmente, estas conductas son provocadas por mantener una figura física delgada ante las exigencias de la sociedad (10).
Actualmente, se considera que la conducta alimentaria constituye un grave problema de salud a nivel mundial y abarca todas las edades. Este problema es más frecuente en las jóvenes (11). Sobre esta idea, se señala que la mayoría de las mujeres, para evitar el rechazo de la sociedad, evitan consumir calorías y así conservar su estado físico (12). Ello les provoca una disminución excesiva de su peso normal que les produce migraña, fatiga e ira, entre otros (13).
El comportamiento alimentario se caracteriza por una ingesta excesiva de alimentos y el uso de productos sustitutivos de las comidas que pueden conducir a la obesidad (14). En un estudio sobre el control de la obesidad, se encontró que el 53,6% de los pacientes tenía problemas de conducta alimentaria (15); en otro estudio, se encontró que, en pacientes con controles de obesidad, el 20,6% mostró conductas alimentarias anómalas (16). Por otro lado, el sobrepeso en la infancia es uno de los factores más relevantes para tener comportamientos alimentarios en edad adulta (17,18). Además, patrones alimentarios problemáticos a edades tempranas están asociados a la conducta alimentaria (19).
Composición corporal del adolescente
De acuerdo a Kaufer-Horwitz (20), el sobrepeso (SP) y la obesidad (OB) representan un problema de salud pública y se ha demostrado que son el resultado de cambios acelerados en la demanda de alimentos, incluidos los cambios en el estilo de vida.
Por su parte, Torres (21) señala que, en la sociedad, las interacciones con las comunidades y los alimentos dan forma a la realidad de cómo será la futura exposición a los alimentos. En otras palabras, las costumbres y tradiciones de los adultos son comportamientos a los que los niños pueden referirse en su vida adulta.
Según De La Cruz, el SP y OB infantil son considerados problemas de salud pública de gran relevancia. A nivel mundial hay 40 millones de niños con estos problemas, una condición de salud crónica multifactorial en la que participan la susceptibilidad genética y los estilos de vida (22).
Shamah-Levy (23) señala que México es el país con más alta prevalencia de SP y OB a nivel mundial, ya que el 34,4% de los niños y el 35% de los adolescentes lo presentan y es existe un 80% de posibilidad que, en su vida adulta, permanezcan obesos o desarrollen algún problema de enfermedad prevenible.
En la actualidad, la Ob y el SP son enfermedades que cada vez más se presentan en la vida de los mexicanos; en el caso de la población adolescente, el 38,5% presenta algún nivel de SP y OB (24).
La OB infantil y adolescente es reconocida como un problema de salud pública mundial, que aumenta el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes tipo 2, la hipertensión y tiene un alto costo social. Para medir y clasificar a los adolescentes con SP, un índice de masa corporal (IMC) (kg/m2) entre 25,0 y 29,9 se considera obeso, si el IMC es igual o superior a 30 (25).
Por eso, se necesita educar en la buena alimentación, lo que significa descubrir y erradicar creencias, mitos y malas conductas. Es importante mejorar o cambiar los hábitos alimentarios de todos los miembros de la comunidad educativa: niños, padres, maestros y gerentes. Es imprescindible entender que la vida y la salud de los niños dependen de lo que comen todos los días (26).
RELACIÓN ENTRE VARIABLES
Conducta alimentaria materna y conducta alimentaria del hijo
Existen algunos factores familiares que actúan como predisponentes e influencias de las conductas alimenticias de los hijos (27). Se encontró que el comportamiento de la familia tiene gran impacto en el comportamiento alimentario de los hijos, ya sea para llevar una vida sana o no (27). En este sentido, campo (28) menciona que hay un vínculo entre los factores ambientales y llevar un estilo de vida saludable.
A este respecto, Krug (29) señala que las predisposiciones a las conductas alimentarias se adquieren durante la infancia. En estudios, se encontró que las actitudes y comportamientos de los padres en cuanto a la comida es un predictor significativo de los problemas alimentarios posteriores de los hijos (29,30).
También, la dependencia del alcohol y otras sustancias en familias se relaciona con pacientes de conductas alimentarias (31). Además, se señala que los comentarios y burlas que puede recibir el individuo sobre su peso y apariencia física en su casa impactan en su imagen corporal y pueden reflejarse en síntomas de comportamientos alimentarios (32).
Conducta alimentaria materna y composición corporal
Las madres adoptan tempranamente sus hábitos de cuidado y alimentación, por lo que su peso parece influir en el de sus hijos (33). Además, los problemas relacionados con el peso, la forma y la alimentación también suelen transmitirse de padres a hijos, especialmente de madre a hija (32). Henderson (34) revela que hay un vínculo claro entre las experiencias de las madres, el peso de los niños y los conflictos a la hora de comer.
Se señala que “las actitudes y comportamientos alimentarios de la madre frente a la comida contribuyen a que los hijos manifiesten sus conflictos psicológicos y emocionales de determinada manera, ya sea mediante conductas propias de la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa o la obesidad (35).
MÉTODO
Población y muestra
La población de estudio fueron los binomios madre-hijo de una escuela preparatoria en allende, Nuevo León, en México, durante mayo 2022. Se realizó un muestreo no probabilístico por conveniencia y se seleccionó a los participantes por grupo y horarios de la clase de deportes. Además, se les informó los beneficios y los datos recaudados serían utilizados para un proyecto final de una materia y, de esta manera, todos podían participar. Para formar parte del estudio, las niñas informan a sus madres sobre el proyecto, comparten un folleto impreso con sus madres, acceden a un formulario de consentimiento informado firmado digitalmente y completan la encuesta AEBQ-ESP electrónicamente. En el estudio, participaron un total de 41 binomios madre-hijo.
Variables e instrumentos
El comportamiento alimentario fue evaluado tanto en las madres como en los hijos. En el caso de las progenitoras, se utilizó el cuestionario de rasgos del apetito (AEBQ-ESP) adaptado al español por Eva Morales (36), el cual está conformado por 30 ítems que mide siete dimensiones; tres de ellas están relacionadas con la proingesta (respuesta frente a los alimentos, disfrute de los alimentos y sobrealimentación emocional) y cuatro a la antingesta (respuesta a la saciedad, subalimentación emocional, actitud remilgosa y lentitud para comer y beber).
Asimismo, para evaluar la conducta alimentaria del adolescente, se utilizó el cuestionario de rasgos del apetito (CEBQ-ESP), el cual está conformado por 35 ítems, con una estructura de ocho dimensiones, de las cuales tres están relacionadas con la proingesta y cinco a la antingesta. En los dos cuestionarios, las categorías de respuesta se encuentran en escala Likert de cinco opciones, donde 1 corresponde a muy en desacuerdo y 5 a muy de acuerdo. Para obtener una estimación de cada dimensión de los cuestionarios, se realiza la suma de los ítems comprendidos y se obtiene el puntaje total de cada uno. Ambos cuestionarios de conducta alimentaria fueron validados y adaptados al idioma español (36). La consistencia interna, mediante el alfa de Cronbach para el AEBQ-ESP, es de 0,86 y para el CEBQ-ESP, de 0,797.
En el caso de los hijos, se evaluó la composición corporal mediante el IMC, el porcentaje de grasa corporal y el porcentaje de grasa visceral. El porcentaje de grasa fue obtenido mediante la báscula de bioimpedancia eléctrica (InBody Dial). Se obtuvo información sociodemográfica tanto del hijo como de la madre, tales como: edad, sexo del hijo, nivel educativo y ocupación de la madre.
Análisis estadísticos
Se realizó el análisis exploratorio de los datos y se obtuvo la estadística descriptiva. Para las variables numéricas, se obtuvo la media aritmética y desviación estándar. Para realizar las pruebas de hipótesis, primero se evaluó la normalidad de los datos mediante la prueba Shapiro Wilk. Al encontrarse que los datos no seguían una distribución normal (p < 0,03), la asociación entre las conductas alimentarias de la madre y la composición corporal fue evaluada mediante la prueba rho de Spearman. El análisis de datos se realizó en el software estadístico Jamovi 2.3.22.
Aspectos éticos
En el desarrollo del proceso investigativo, se realizó un consentimiento informado para salvaguardar la privacidad de todos los participantes en las encuestas realizadas. Todos los soportes y fundamentos de la investigación fueron reconocidos, al igual que los derechos de autor de cada uno de los aportantes. La información que los participantes proporcionaron al estudio fue de carácter estrictamente confidencial y fue utilizada únicamente por el equipo de investigación del proyecto y no está disponible para ningún otro propósito. Todos los participantes fueron codificados con un número y no se utilizó su nombre, de tal manera que no podrán ser identificados; además, no recibieron ningún pago por participar en la investigación y tampoco implicó algún costo para ellos. El estudio se realizó con apego a la declaración de Helsinki, Edimburgo 2000 y La Ley General de Salud vigente en materia de investigación para la salud: en título segundo, capítulo I, artículo 17, se considera que el estudio es de riesgo mínimo, ya que la encuesta no vulnera la salud psicológica.
RESULTADOS
La media aritmética del nivel de conducta alimentaria de las madres fue de 2,6 y la desviación estándar de 0,48 y para el nivel de conducta alimentaria de los adolescentes se obtuvo una media aritmética de 2,8 y una desviación estándar de 0,46. En latabla 1se presentan las medias aritméticas y la desviación estándar de las dimensiones de la variable conductas alimentarias de las madres.
Clave | Dimensiones | M | De |
EF | Disfrute de los alimentos | 4,1 | 0,78 |
FF | Actitud remilgosa | 3,3 | 0,53 |
SE | Lentitud para comer | 2,7 | 0,70 |
SR | Respuestas a la saciedad | 2,4 | 0,88 |
EUE | Sub-alimentación emocional | 2,3 | 0,94 |
FR | Respuesta frente a los alimentos | 2,2 | 1,02 |
EOE | Sobre-alimentación emocional | 2,0 | 0,91 |
En latabla 2, se presentan las medias aritméticas y la desviación estándar de las dimensiones de la variable conductas alimentarias de los adolescentes. De acuerdo con la tabla, la dimensión mejor evaluada fue “disfrute de los alimentos” y la dimensión menos evaluada fue “respuesta frente a los alimentos”.
Clave | Dimensiones | M | De |
FR | Respuesta frente a los alimentos | 2,2 | 1,05 |
EF | Disfrute de los alimentos | 4,3 | 0,72 |
EOE | Sobre-alimentación emocional | 2,3 | 0,88 |
SR | Respuestas a la saciedad | 2,4 | 0,51 |
EUE | Sub-alimentación emocional | 2,9 | 1,07 |
FF | Actitud remilgosa | 3,3 | 0,53 |
SE | Lentitud para comer | 2,7 | 0,70 |
DB | Deseo de beber | 2,3 | 1,06 |
En latabla 3, se presentan el comportamiento de las variables demográficas. De manera general, se observa que los encuestados presentan un índice de masa corporal entre bajo peso y obesidad.
Edad | Estatura | Peso | Composición corporal | % grasa | Clasificación % grasa | Grasa visceral | Clasificación de grasa | |
Media | 15,36 | 163,43 | 64,03 | 23,79 | 30,48 | 2,73 | 9,04 | 2,39 |
Mediana | 15,00 | 162,00 | 59,30 | 23,00 | 31,90 | 3,00 | 9,00 | 2,00 |
Desv. Típ. | 0,736 | 8,52 | 16,41 | 5,27 | 10,97 | 0,54 | 5,10 | 0,58 |
Mínimo | 15,00 | 147,00 | 45,50 | 16,40 | 11,00 | 1,00 | 1,00 | 1,00 |
Máximo | 17,00 | 184,00 | 137,00 | 47,40 | 50,60 | 3,00 | 20,00 | 3,00 |
Prueba de hipótesis
Antes de probar la hipótesis, se aplicó la prueba de normalidad de Shapiro-Wilk para analizar las variables conducta alimentaria de las madres y la composición corporal de los estudiantes. Al aplicar la prueba ese observó que p fue menor a 0,05 (p = 0,04), por lo cual se asume que las variables no se distribuyen en forma normal. La hipótesis del estudio fue la siguiente: existe asociación significativa entre la conducta alimentaria materna y la composición corporal del adolescente, de una preparatoria de la ciudad de Allende, Nuevo León, México. Para la prueba de la hipótesis, se utilizó el coeficiente de correlación de Spearman, a fin de determinar si existe una asociación significativa entre las variables nivel de conducta alimentaria de la madre y la composición corporal del adolescente. Al correr la prueba estadística, se encontró que no existe una correlación significativa (rs= -0,174, p = 0,277) (verfigura 1), entre el nivel de conducta alimentaria de la madre y la composición corporal del adolescente en la población estudiada, por lo cual, se rechaza la hipótesis de investigación.
Otro análisis
Se buscó relación entre la variable rasgos del apetito (RA) de la conducta alimentaria de la madre, el porcentaje de grasa y el peso de los adolescentes. No se encontró ninguna relación significativa por tener un p valor mayor a 0,05.
Se halló una relación significativa positiva entre el nivel de comportamiento alimentario de la madre y el nivel de comportamiento alimentario del adolescente (rs= 0,436, p = 0,004).
Se encontró relación significativa entre el nivel de conducta de la madre y respuesta frente a los alimentos (FR) (rs= 0,347, p = 0,026); también, relación con respuesta a la saciedad (SR) (rs= 0,335, p = 0,032) y a la subalimentación emocional (EUE) (rs= 0,392, p = 0,011). Se halló relación con actitud remilgosa (FF) (r = 0,476, p = 0,002) y una relación media con lentitud para comer (Se) (r = 0,375, p = 0,016). Con las demás dimensiones no se halló relación significativa.
Al buscar diferencias entre el género y la conducta alimentaria de la madre y el hijo, no se encontró diferencia significativa (p = 0,753). Tanto hombres como mujeres tienen el mismo nivel de percepción sobre la conducta alimentaria.
Potencia estadística
Para calcular la potencia estadística de las correlaciones, se utilizó el G*Power (37) que es un programa estadístico gratuito usado para calcular la potencia estadística y del tamaño del efecto. Se hizo un análisis post hoc por haber aplicado los instrumentos de medición. Para calcular la potencia estadística, se utilizó un α = 0,05 y una muestra de 41 binomios. Se obtuvo un coeficiente de determinación de r2de 0,436. Al calcular la potencia estadística, se encontró un valor de 0,83; se puede estar seguro de que, en un 83% (1 - β = 0,83), la decisión estadística de rechazar la hipótesis nula, también en la población, es falsa.
DISCUSIÓN
El propósito del presente estudio fue conocer si el rasgo de conducta alimentaria de las madres tiene una relación significativa con la composición corporal de los adolescentes y madres de una preparatoria de la Ciudad de Allende, Nuevo León, en México. Al correr la prueba estadística, no se encontró una correlación significativa entre el nivel de conducta alimentaria de la madre y la composición corporal del adolescente.
Aunque al correr la prueba estadística de la evaluación entre las variables del instrumento psicométrico de la conducta alimentaria de las madres (AEBQ-ESP) y los adolescentes (CEBQ-ESP), se encontró una correlación significativa entre el nivel de conducta alimentaria de la madre y el nivel de conducta alimentaria del adolescente.
Estos resultados concuerdan con algunos estudios realizados con anterioridad, en los que se señala que las madres adoptan tempranamente sus hábitos de cuidado y alimentación, por lo que el comportamiento alimentario materno parece influir en el peso y la alimentación de sus hijos (33). Además, los problemas relacionados con el índice de masa corporal, la forma y la alimentación también suelen transmitirse de padres a hijos, especialmente de madre a hija (32). Henderson (34) revela un vínculo claro entre las experiencias de las madres, el peso de los niños y los conflictos a la hora de comer.
También se menciona que las actitudes y comportamientos alimentarios de la madre contribuyen a que los hijos manifiesten sus conflictos psicológicos y emocionales de determinada manera, ya sea mediante conductas propias de la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa o la obesidad (35).
CONCLUSIÓN
En la muestra de madres y adolescentes de una preparatoria de la ciudad de Allende, Nuevo León, en México, se encontró que el nivel de conducta alimentaria de la madre no se asocia con la composición corporal del adolescente. Significa que el comportamiento alimentario de la madre no tiene asociación con la composición corporal de sus hijos en la población estudiada. El aumento de la composición corporal de los hijos podría ser ocasionado por otros factores no estudiados en la presente investigación, tales como la ingesta de alimentos de alto contenido calórico. Al medir las variables del instrumento psicométrico que evaluó la conducta alimentaria de las madres (AEBQ-ESP) y los adolescentes (CEBQ-ESP), se halló una asociación significativa. Es importante dilucidar que si llega a tener un peso significativo directo entre rasgos del comportamiento alimentario entre madres e hijos adolescentes, se deduce, en el estudio, que cuando las madres tienen conductas alimentarias de proingesta o antingesta, sus hijos las desarrollarán por igual en su vida adolescente. Como recomendación, es importante dirigir una educación alimentaria hacia las madres para que la transmitan y enseñen a sus hijos en sus primeros años de vida y quede omnipresente en su vida futura.