1. Introducción
El objetivo de esta investigación es elaborar una propuesta, con fines pedagógicos, a partir de la descripción y el análisis de ciertos sufijos de la lengua quichua de Santiago del Estero, Rep. Argentina, cuyo propósito es mostrar que los mismos pueden cumplir la función de aplicativos, además de sus funciones habituales. Concretamente, se trata de ofrecer una nueva manera de abordar el estudio de los sufijos de persona objeto (denominados también "sufijos transicionales", "sufijos de interacción", etc.), considerándolos como aplicativos al igual que en el caso de -pu (conocido como "benefactivo"), habida cuenta de su utilización en estructuras aplicativas y con determinados verbos, en una operatoria que constituye básicamente un mecanismo de ajuste valencial.
En un trabajo anterior (Albarracín y Gómez Nazar, 2021) hemos hecho referencia a los dos mecanismos con que cuenta esta variedad dialectal quechua de Santiago del Estero, para incrementar la valencia verbal. En dicho artículo habíamos centrado nuestro interés en la descripción de los mecanismos de incremento de valencia verbal mediante aplicativos únicamente para el caso de los verbos intransitivos. En esta segunda parte, extenderemos nuestro análisis a los verbos unitransitivos y ditransitivos considerando verbos de diferente estructura valencial. Cabe señalar que, en los trabajos de lingüística relacionados con esta variedad quechua, conocida como quichua santiagueño o "la quichua", las referencias a los aplicativos son escasas.
Algunos de los ejemplos utilizados han sido proporcionados por nuestros colaboradores a pedido específicamente para esta investigación, y otros provienen de nuestros propios registros ya sistematizados (Albarracín de Alderetes, 2009; 2011; 2016), los cuales han sido contrastados con fuentes de alta confiabilidad (Tebes y Karlovich, 2006; Tebes, 2009).
2. Los aplicativos
De las consideraciones ya formuladas en la primera parte de este trabajo, recordaremos que un aplicativo puede describirse como una operación sintáctica con repercusión morfológica, que, básicamente, consiste en un aumento de valencia que trae a un participante periférico al centro del escenario (en la terminología propuesta por Tesnière, 1969), convirtiéndolo en un objeto directo (OD). Este nuevo OD suele denominarse objeto aplicado. En nuestra investigación, inicialmente habíamos prestado particular atención a aquellos casos en donde la construcción aplicativa es prototípicamente transitivizante, la cual parte de una base verbal intransitiva para obtener otra transitiva, es decir, un tema verbal que exige la presencia de un OD. En una segunda etapa hemos abordado el caso de los verbos que ya tienen un OD, en los cuales o bien el aplicativo da origen a un verbo ditransitivo, o bien el OD "original" deja de expresarse. Dependiendo del tipo de aplicativo y de la base verbal de partida, encontramos que hay situaciones en las cuales el aplicativo ya no puede considerarse como un dispositivo de incremento de valencia, puesto que la base verbal original y la resultante tienen el mismo número de argumentos; más bien, el aplicativo se limita a atribuir un nuevo rol semántico, antes periférico, al objeto directo (Payne, 1997). Para una visión de conjunto sobre este fenómeno en un diverso y numeroso grupo de lenguas, puede consultarse a Mithun (2002) y también Jiménez (2006). Por aspectos más específicos, remitimos a Marantz (1981), Polinsky (2005) y Peterson (2007), ya citados en Albarracín y Gómez Nazar (2021, pp.29-30).
3. Los aplicativos en la quichua de Santiago
La lengua quichua presenta dos tipos de procedimientos para aumentar la valencia verbal: los causativos -en Albarracín de Alderetes (2011) hay una amplia descripción de los mismos- y los aplicativos. En esta lengua, la construcción aplicativa se caracteriza por que el rol semántico más común del objeto aplicado es el benefactivo/malefactivo o de recipiente/destinatario. También es oportuno recordar la diferencia existente entre ambos derivados: el causativo manipula el punto inicial del evento, puesto que agrega un agente a los ya existentes, en tanto que el aplicativo manipula el punto final, ya que agrega un objeto (Martin, 2000).
El propósito de este trabajo es describir y analizar tres sufijos de la lengua quichua de Santiago del Estero, los cuales son -su, -wa y -pu. Los dos primeros pueden cumplir la función de aplicativos, además de sus funciones habituales como marcadores de persona objeto. Se trata de los sufijos de interacción -su (marcador de 2.ª persona objeto), -wa ~ -a (marcador de 1.ª persona objeto), que habitualmente se utilizan con verbos transitivos en el sistema de conjugación históricamente denominado "transiciones" (relaciones sujeto-objeto) o "conjugación transitiva". Este sistema se caracteriza por que, cuando el objeto es un pronombre de 1.ª o de 2.ª persona, (es decir, los dos participantes directos de la comunicación), dicho objeto se incorpora de manera directa al verbo mediante un sufijo.
Por otra parte, el aplicativo -pu, conocido en la literatura quechua como ‘benefactivo/malefactivo’ y al cual Myler (2016, p. 192) considera un aplicativo ‘alto’ en términos de Pylkkänen 1, no forma parte del paradigma de "conjugación transitiva", y su función habitual es indicar que la acción se realiza en beneficio o en perjuicio de algún otro 2, de allí su nombre de ‘benefactivo/malefactivo’. El argumento aplicado puede asociarse a una serie de interpretaciones, incluida la benefactora (Albarracín y Alderetes, 2013).
En el primer informe de nuestra investigación, hemos analizado casos de aplicativos que operan sobre verbos intransitivos de movimiento, existenciales y sensoriales. En este segundo informe, analizaremos bajo qué condiciones se verifican casos en los que los aplicativos no se comportan como un dispositivo de incremento de valencia, sino que producen un reacomodamiento de la estructura argumental o una reespecificación de roles. Dependiendo de las raíces verbales en consideración, veremos que en la quichua hay situaciones en las que dos de los aplicativos mencionados, -su y -wa, se limitan a su función habitual de sufijos de transiciones (Albarracín de Alderetes, 2011), en tanto que el tercero -pu se comporta como un mero orientador actancial (Itier, 1997).
4. Los aplicativos en verbos bivalentes
Con los verbos bivalentes o unitransitivos -es decir, los que ya tienen un OD-, los aplicativos -wa y -su no se comportan como dispositivos de incremento de valencia, pues la base verbal original y la resultante tienen el mismo número de argumentos. Antes bien, dichos sufijos funcionan como especificadores del rol semántico -concretamente, si el paciente es de 1.ª o 2.ª persona y si el objeto es +animado-.
Por ejemplo, el verbo mikuy ‘comer’ tiene valencia 2 -un actante sujeto (el que come) y un actante objeto (la cosa comida) -. Como podemos ver en las oraciones subsiguientes, cuando se incorporan los sufijos -wa y -su, la valencia se mantiene en 2:
Vemos que el actante 2 (marcado con -ta y explicitado entre paréntesis fuera de la morfología del verbo) recibe los efectos de la acción, no inicia ni tiene el control de la misma y corresponde a la función de objeto con rol semántico de paciente que posee el rasgo [+animado].
Todo lo anterior es válido cuando se trata de verbos bivalentes con OD de 1.ª o 2.ª persona, pero la situación es diferente cuando el objeto directo es de 3.ª persona. Según Cerrón-Palomino (1987, p. 274) y Albarracín de Alderetes (2011, pp. 183-184), la lengua quechua no posee una marca específica para la 3.ª persona objeto. Calvo Pérez (1993, p. 354), por su parte, señala lo siguiente: "-pu no indica sin más la tercera persona, sino el lugar deíctico del no-yo (qhawa-pu-ni «yo se lo miro o miro para él-ella», no «yo le/lo miro», que es únicamente qhawa-ni)". Tanto Calvo Pérez (1993) como Queixalós (2003) coinciden en que, si el objeto es de 3.ª persona, nunca se representa; es decir, se interpreta como cero (Ø).
Para ilustrar mejor esta situación, consideremos el verbo maqay ‘aporrear, pegar’:
Como podemos apreciar, tenemos un actante en función semántica de paciente y sintácticamente es un OD de 3.ª persona, sin embargo, no hay ninguna marca que lo identifique. En este caso, la interpretación es que estamos frente a un morfema vacío:
Ahora bien, cabe preguntarse qué ocurre cuando el objeto de 3.ª persona no es directo, sino indirecto. Respecto a los verbos bivalentes -que requieren un actante en función de S y otro en función de OD-, estos necesitan del aplicativo -pu para poder incorporar un tercer participante que esté sintácticamente en función de OI y que semánticamente cumpla el rol de beneficiario/destinatario de la acción. En estos casos, el sufijo -pu se comportará como progresivo, dado que su presencia supone un aumento actancial (Calvo Pérez, 1993). La función de -pu, además del incremento de valencia, es la de un orientador actancial que desvía la dirección de la acción hacia este tercer actante que está explicitado fuera de la morfología del verbo. Por su parte, Estomba (2018: p.278) propone que -pu "en quechua santiagueño es un translocativo que para su interpretación necesita del agregado de un dativo de 1°, 2° o 3° [sic] persona, aunque también puede ser interpretado como 3° [sic] persona y cumplir en ese caso él mismo la función de un dativo".
Consideremos el siguiente ejemplo con el verbo bivalente rantiy ‘comprar’, cuya valencia semántica ya estaría saturada con el primer actante (la 1.ª persona noqa ‘yo’, semánticamente en función de agente y sintácticamente en función de sujeto) y con el segundo actante en función de paciente (wasi ‘casa’, sintácticamente en función de objeto). Se puede agregar un tercer actante (por ejemplo, waay ‘mi hijo’), debido a lo cual la valencia se eleve a 3. Para ello, se requiere incorporar al verbo el aplicativo -pu, con el fin de promover un argumento periférico o función oblicua a la categoría de argumento central, como lo es el objeto indirecto (OI). Como podemos apreciar, la construcción aplicativa es una construcción sintáctica en donde un argumento periférico se convierte en un objeto sintáctico. De este modo, el argumento aplicado waay ‘mi hijo’ se comporta sintácticamente como OI; mientras que, semánticamente, este nuevo argumento se refiere a un beneficiario (eventualmente, también puede ser un receptor).
Consideremos ahora estos otros ejemplos, con el verbo bivalente unanchay ‘comprender, entender’.
Se ve, entonces, que para poder incorporar a gringu como el tercer participante, es necesario recurrir al sufijo -pu para incrementar la valencia verbal a 3.
Nótese que en la oración unanchapuni castellanutá está omitido el objeto directo (imatapas), de modo que la interpretación de la misma es la siguiente: ‘le entiendo (su significado, su sintaxis, etc.) al castellano’.
El aplicativo -pu, que en el interior del verbo está indicando un OI, nos sugiere que fuera de la morfología del verbo hay un tercer actante que puede cumplir uno de dos roles semánticos: el de beneficiario/maleficiario, marcado con el sufijo de caso -paq ‘benefactivo’ si está explícito, o el de destinatario marcado con el sufijo de caso -ta ‘acusativo’, si está explícito. Los siguientes son ejemplos de ambas situaciones.
Consideremos ahora un ejemplo, con el verbo bivalente munay ‘querer, desear’. En (14) -pu indica que hay un tercer actante que cumple el rol semántico de beneficiario, el cual, de haber estado explícito, llevaría la marca -ta: payta (‘a ella’).
En los ejemplos de (15), también con el verbo munay, podemos apreciar cómo el aplicativo establece una diferencia semántica entre la estructura transitiva y la estructura aplicada.
En (15a), se expresa que el primer actante en función de S solo aspira a convertirse en el nuevo propietario del perro (allqon sintácticamente es el OD). En (15b), hay una beneficiaria (ella) del afecto que el primer actante siente por el perro (el cual continúa siendo el OD).
El siguiente es un caso controversial, puesto que la mayoría de nuestros informantes rechaza la presencia de -pu en el verbo. Esto sucede debido a que la 3.ª persona cumple la función semántica de paciente, sintácticamente es un OD de 3.ª persona y, por lo tanto, debería estar representado por un morfema vacío (Ø) dentro de la morfología del verbo. Sin embargo, otros hablantes nos han manifestado que el aplicativo -pu sería necesario para poder incrementar el número de argumentos del verbo e incorporar un tercer actante marcado con el caso instrumental -wan (arriador, en el ejemplo). Pese a compartir el criterio mayoritario, quisimos dejar planteado el caso para posibles futuras discusiones al respecto.
4.1. Casos especiales: eventos y procesos fisiológicos
Un caso interesante es el verbo bivalente atiy, cuyo significado denotativo es ‘poder’; no obstante, cuando se combina con los aplicativos -wa ~ -a y -su (1.ª y 2.ª persona objeto, respectivamente), genera expresiones verbales coloquiales cuyas traducciones no son deducibles a partir de la raíz verbal original.
En ambos ejemplos, el sufijo -wa ~ -a solo señala al actante segundo en función de objeto (representado externamente por el pronombre personal correferente noqa, marcado con el acusativo -ta), pero no incrementa la valencia. En las próximas oraciones proporcionamos ejemplos con el sufijo de 2.ª persona objeto -su.
Quizás cabría considerar la posibilidad de que estas estructuras con atiy ‘poder’ sean en realidad producto de un calco semántico, puesto que una expresión como ‘me puede’, que podría interpretarse como ‘es más fuerte que yo/me vence/me doblega/me conquista’, se constata en regiones donde nunca se habló ni se habla quechua.
Ahora veamos un ejemplo con el aplicativo -pu.
En términos generales, estas expresiones hacen referencia a eventos y procesos fisiológicos. En el ejemplo (17), semánticamente rupay es el agente y pay es el receptor marcado con -ta; sintácticamente, rupay es el sujeto y pay es el OI, en tanto el objeto directo no está especificado. En el ejemplo (18), se podría postular que hay un agente instigador no explicitado, ya que, intuitivamente, sabemos que algo ha provocado el estornudo.
5. Combinación de aplicativos en verbos bivalentes
En determinados casos, la construcción aplicativa exige la presencia de más de un aplicativo. En el siguiente ejemplo, utilizaremos el verbo bivalente mukuy ‘mascar, masticar’ (en el contexto ofrecido, algunos hablantes prefieren usar el verbo mikuy ‘comer’ porque es lo usual en el castellano regional). Advertimos que en la construcción transitiva hay un primer actante en función de agente (‘el que masca’, sintácticamente en función de sujeto) y un segundo actante en función de paciente (‘la cosa mascada’, sintácticamente en función de objeto).
En la construcción aplicada, cuando se incorpora el sufijo -pu, la valencia se incrementa a 3 para promover un argumento periférico o función oblicua a la categoría de argumento central. Sintácticamente, el argumento aplicado qam ‘tú’ se comporta como OI, mientras que, semánticamente, este nuevo argumento se refiere a un receptor (que, eventualmente, también puede ser un beneficiario/ maleficiario).
Es decir, la construcción aplicativa es una construcción sintáctica en donde un argumento periférico como qam ‘tú’ se convierte en un objeto sintáctico; sin embargo, se requiere del apoyo del sufijo -su para poder establecer adecuadamente los roles de cada argumento. En la secuencia de sufijos aplicativos -pusu, solo el que está más próximo a la raíz verbal produce el incremento de valencia, en tanto el otro se limita a precisar que la persona receptora/beneficiaria es la 2.ª cuando el sujeto es la 3.ª o 1.ª (lo que se conoce como transiciones ‘él a ti’ o ‘yo a ti’). La ‘cosa mascada’ sigue siendo sillusniyki ‘tus uñas’ y está marcada con el sufijo de acusativo -ta. A continuación, se muestra otro ejemplo, esta vez con el verbo upyay ‘beber’ y la combinación -pu-wa, secuencia que suele contraerse en -pu-a > -pa.
De manera similar, en la secuencia de sufijos aplicativos -puwa > -pa solo el que está más próximo a la raíz verbal produce el incremento de valencia, mientras que el otro se limita a precisar que la persona receptora/beneficiaria es la 1.ª cuando el sujeto es la 3.ª o 2.ª (lo que se conoce como transiciones ‘él a mí’ o ‘tú a mí’). La ‘cosa bebida’ sigue siendo yakuy ‘mi agua’ y está marcada con el sufijo de acusativo -ta.
Lo antes señalado también es válido para aquellas bases verbales intransitivas, las cuales han sido transitivizadas mediante la utilización de causativos. Consideremos los siguientes ejemplos con el verbo intransitivo chayay ‘llegar’, transitivizado mediante el sufijo causativo -chi.
Como podemos apreciar en la construcción aplicativa, la incorporación del sufijo -pu incrementa la valencia a 3, lo que permite promover un argumento periférico a la categoría de argumento central. En este ejemplo, el argumento aplicado es qam ‘tú’, que sintácticamente se comporta como OI -de estar explícito, llevaría la marca -ta: qamta ‘a ti’- y, semánticamente, se refiere a un destinatario. En (21a)/(21b), el sufijo -su no aparece de manera explícita, ya que, por lo general, el hablante prefiere la forma -sqayki para la transición ‘yo a ti’ en tiempo futuro6. Utilizando el mismo verbo, veamos ahora el siguiente caso.
La situación es la misma que en el ejemplo anterior (con incremento valencial), solo que el argumento aplicado es noqa ‘yo’, que sintácticamente se comporta como OI -de estar explícito llevaría la marca -ta: noqata ‘a mí’) - , semánticamente, se refiere a un destinatario. La particularidad de este ejemplo es la secuencia -pu-wa, que se contrae en -pu-a > -pa.
6. Los aplicativos con verbos trivalentes
En el caso de los verbos trivalentes (llamados también ditransitivos o bitransitivos), nuevamente tendremos que hacer una distinción entre los aplicativos -wa y -su (1.ª y 2.ª persona objeto, respectivamente) y el aplicativo -pu (benefactivo y, ocasionalmente, 3.ª persona objeto). Para analizar estas situaciones, vamos a tomar un verbo prototípico como es el verbo mañay ‘pedir’.
Como podemos apreciar en el cuadro, este verbo de valencia semántica 3 puede realizarse con tres tipos de valencia. En primer lugar, con valencia sintáctica 1: mañani ‘yo pido (algo) (a alguien)’, al omitir ambos objetos (directo e indirecto). En segundo lugar, con valencia sintáctica 2: qollqeta mañani ‘yo pido dinero’, omitiendo el objeto indirecto. En tercer lugar, con valencia sintáctica 3: qamta qollqeta mañasuni ‘yo te pido dinero’, en donde el aplicativo -su permite incorporar un argumento con el rol de destinatario marcado con -ta, pero no incrementa la valencia.
Es decir, en este caso, el aplicativo -su no tiene la función de incremento valencial -puesto que el tercer actante ya forma parte de los argumentos centrales del verbo -, sino la de indicar que dicho actante (en su rol semántico de destinatario) se refiere a la 2.ª persona.
La misma situación se verifica con el aplicativo -wa, el cual indica que el tercer actante, siempre en el rol semántico de destinatario, se refiere a la 1.ª persona, como se muestra en el siguiente ejemplo.
Los ejemplos anteriores permiten ver lo que ocurre cuando se trata de verbos trivalentes cuyo OD es de 1.ª o 2.ª persona. No obstante, la situación es diferente cuando el objeto es de 3.ª persona, puesto que, como ya dijimos, la lengua quichua no posee una marca específica para la misma. Cuando la marca no está lexicalizada, suele indicarse con cero (Ø):
Si el objeto es plural o múltiple, debe incluirse el sufijo pluralizador -ku7.
En el caso de los verbos trivalentes, el tercer actante que cumple la función de destinatario ya forma parte de los argumentos centrales del verbo y está especificado por el sufijo de caso acusativo -ta. Si estuviera explícito un beneficiario, como en el siguiente ejemplo, este estaría marcado con el sufijo de caso benefactivo -paq, por lo que resulta innecesaria la presencia de un aplicativo para promover un argumento periférico a la categoría de argumento central.
Es decir, una expresión como la siguiente, con el aplicativo -pu (que cambia a -po por el contacto con el sufijo de tiempo pasado) no sería considerada válida (indicado por *).
* noqa panaypaq tatayta qollqeta qoporani
Si en el ejemplo (28) cambiamos el verbo "dar" por "pedir", la situación sigue siendo la misma.
Por consiguiente, una expresión con el aplicativo -pu no sería considerada válida (indicado por *):
* noqa panaypaq tatayta qollqeta mañaporani
Vemos, entonces que, que -pu no puede sufijarse en las raíces verbales trivalentes a menos que vaya acompañado de un sufijo de persona objeto (los llamados sufijos transicionales -wa y -su, y sus variantes), situación que ya habíamos descripto en Albarracín y Alderetes (2013). Si se produce alguna de estas combinaciones -ya sea -pu-wa o -pu-su-, la función de -pu ya no sería la de un aplicativo (no agregaría un actante), sino la de un benefactivo puro8. No hay, en consecuencia, incremento de la valencia verbal; en estos casos, la función de -pu es adicionar, al sentido de destinatario, el de beneficiario o de perjudicado por la acción verbal, como en los siguientes ejemplos.
7. Conclusiones
Completando un artículo anterior, en el cual habíamos descripto los mecanismos de incremento de valencia verbal mediante aplicativos para el caso de los verbos intransitivos, ahora hemos ampliado nuestro análisis para considerar verbos unitransitivos y ditransitivos. Nuestra investigación nos ha permitido postular que, para el quichua santiagueño, los sufijos -su y -wa se comportan como aplicativos cuando operan con verbos intransitivos (con incremento de valencia) y como sufijos transicionales (marcadores de 1.ª y 2.ª persona objeto, respectivamente) con verbos de valencia mayor que 1, sin incrementar la valencia. Por otra parte, nuestro análisis muestra que el sufijo -pu funciona como un aplicativo con verbos intransitivos y unitransitivos (con incremento de valencia), pero no puede combinarse con verbos que tienen valencias mayores que 2. También hemos descripto casos de combinaciones entre aplicativos, sus restricciones y la interpretación de la secuencia resultante.
Las estructuras analizadas han sido siempre de dificultosa comprensión por parte de nuestros estudiantes de cursos universitarios en las provincias de Tucumán y Santiago del Estero, situación que se ve agravada por la carencia de bibliografía específica sobre esta temática en relación con la lengua quichua. Particularmente, el uso del sufijo -pu planteaba dudas incluso a los hablantes nativos de la lengua, por lo que consideramos conveniente buscar otras formas de acercamiento a estas cuestiones teóricas. Explicar su funcionamiento, desde la perspectiva de un mecanismo de ajuste valencial, permite no solo estudiarlo conjuntamente con los causativos, sino también afianzar en el estudiante el concepto de que -pu no pertenece al paradigma de la conjugación transitiva (Albarracín y Alderetes, 2013). Generalmente, en las asignaturas correspondientes, -pu se estudia solo como un benefactivo y con posterioridad a las llamadas "transiciones", lo cual, en cierto modo, restringe la posibilidad de utilizar tempranamente en clase textos orales y escritos en donde aparezca. De hecho, en las gramáticas de otras variedades quechuas, también se advierte que -pu solo es considerado en uno o dos párrafos, lo cual no se condice con el grado de complejidad de las estructuras en donde interviene (especialmente las descriptas en Albarracín y Gómez Nazar, 2021).
Hay, por tanto, razones pedagógicas que han motivado esta investigación. Esperamos que, en las futuras interacciones con los estudiantes, podamos trasladar esta propuesta a nuestras prácticas en el aula y evaluar los resultados.