1. Introducción
El área del Titicaca durante muchos años fue considerada dentro de los reinos aimaras y por tanto de habla aimara, desplazando a otros grupos idiomáticos como el uro o el puquina. Esto ha generado concebir que en el altiplano solo se habla aimara e incluso atribuyéndole un origen boliviano. Así, muchos de los topónimos admitieron una interpretación a partir del aimara o en algunos casos del quechua, que originaron significaciones arbitrarias. No obstante, se destacan las recientes investigaciones científicas llevadas a cabo por lingüistas como Cerron-Palomino (2013) y Torero (2005); así como por los arqueólogos Chávez (1992) y Bauer y Stanish (2001); por último, por los antropólogos y los etnohistoriadores como Bouysse-Cassagne (2010), quienes revelaron la imposición del viejo paradigma (incacentrismos, boliviacentrismos, etc.), que, incluso, en la actualidad permanece en algunas escuelas.
Existen diferentes modos de proporcionar el significado al nombre Titicaca: por ejemplo, se difunde la interpretación que sugiere que el lago tiene forma de puma o un puma cazando una liebre, en sentido geomorfológico y geográfico. Sin embargo, las explicaciones son arbitrarias. El lago Titicaca es un gran espejo de agua que alberga diversas islas, pero en simultáneo originó la vida a diferentes culturas puquinahablantes, motivo por el cual fue considerado como una Paqarina mayor desde tiempos preincaicos.
La investigación se realiza con la finalidad de conocer el significado de la palabra Titicaca desde la perspectiva lingüística, ya que sus marcos referenciales presentan temas aislados, incluso manipulados, pues no se corresponden con la metodología adecuada ni con el contexto, así como con la representación simbólica de los pueblos. A partir de ello, el propósito del estudio es explicar el origen del nombre Titiqaqa e indagar en cómo el nombre de una divinidad se trasladó a una isla y posteriormente hacia un lago.
El artículo presenta, a continuación, un marco teórico, una metodología, un análisis, y para finalizar, las conclusiones.
2. Marco teórico-conceptual
2.1. Toponimia
Es el tratado del principio y significación de las designaciones de lugar, que se encarga de estudiar el morfema léxico desde la perspectiva lingüística, cuyo uso destaca en el ámbito histórico-social por las distintas disciplinas científicas como la historia y la geografía (Escobar, 2021).
Así, los topónimos son aquellos nombres de lugares que adquieren un sentido cultural y lingüísticamente singular. Sin embargo, la mayoría de estas palabras perdieron su significado original, debido a cuestiones temporales y cambios culturales, así como por la suma de influencias e imposición de nuevos conceptos. Al respecto, Rodríguez (2015) afirma lo siguiente:
La Toponimia no es solo la historia de los nombres propios más en un idioma, pues encierra, además, un singular interés como documento de las lenguas primitivas, a veces los únicos restos que algunas de ellas nos quedan. Los nombres de lugar son viva voz de aquellos pueblos desaparecidos, transmitida de generación en generación, de labio en labio, y que por tradición interrumpida llega hasta nuestros oídos en la pronunciación de los que hoy continúan habitando el mismo lugar, adheridos al mismo terruño de sus remotos antepasados; la necesidad diaria de nombrar ese terruño une a través de los milenios la pronunciación de los habitantes de hoy con una pronunciación de los primitivos (p. 5).
2.2. Clasificación de topónimos
Escobar (2021) sostiene que la toponimia describe, analiza y explica nombres de los lugares, como se muestra a continuación:
Orónimos: Son nombres propios que se relacionan con elementos del relieve de la superficie terrestre, como las montañas, cordilleras, etc. Ecónimos: estudia nombres de poblaciones tanto de tipo urbano como rural. Hidrónimos: encargada de estudiar nombres de lugares que contienen una masa de agua natural o artificial. Como nombres de ríos, lagos, arroyos, mares, pantanos, estanques, etc (p. 361).
2.3. Estudios previos
Los nombres toponímicos del área del Titicaca han interesado desde que llegaron los españoles, motivo por el cual existen manuscritos que pretenden explicar el significado de algunos lugares. Cabe señalar que la mayoría de los cronistas dominaban idiomas nativos del Titicaca como el aimara y el quechua, especialmente los padres jesuitas; no obstante, surgieron dificultades en el proceso de aprendizaje del puquina y más aún del uro (Bouysse-Cassagne, 2010).
Parker (1963) y Torero (1964) realizaron investigaciones científicas sobre los idiomas altiplánicos como el quechua, el aimara, el puquina y el uro a partir de mediados del siglo XX. Al respecto, Torero (1965) denominó uruquilla al último. Posteriormente, Cerrón-Palomino (2000) muestra interés en estos idiomas y como docente de la UNA-Puno empezó a estudiar y dictar clases de aimara en la maestría de Lingüística Andina y Educación. Pero su interés se orientaba por un cuarto idioma: el uro, marginado y olvidado (Cerrón-Palomino, 2016).
Por otro lado, se destacan los estudios de gramática y lexicografía del puquina realizados por De la Grasserie (1984) y Torero (2005) con respecto a 26 textos pastorales escritos por De Ore.
A partir de los estudios previos, Cerrón-Palomino (2016) realiza publicaciones sobre estas lenguas, especialmente, sobre el puquina y el uro. Logrando determinar que el uro y el puquina pertenecen a distintos grupos idiomáticos. A su vez, el autor descifró un gran número de vocablos de origen puquina y del cual, para la investigación, se extrae una de las palabras; mientras que lingüistas como Huayhua (2018), Faucett (2014) y Alvares (2021) desarrollaron estudios toponímicos relacionados al área del altiplano.
Por otro lado, cabe precisar que, existen trabajos arqueológicos realizados en el altiplano, enfocados en las culturas pucará o tiawanako (Chavez y Chavez, 1970), quienes lograron determinar filiaciones culturales, temporal y espacialmente. Gracias a ellos, se sabe que estos grupos culturales fueron teocráticos.
En otro orden, la periodización en el altiplano es muy peculiar, ya que se diferencia de las nomenclaturas en el valle de Ica, según Rowe (1967), en correspondencia con los planteamientos de Lumbreras (1969). Además, arqueólogos como Bauer y Stanish (2001) exponen la dinámica poblacional que suscitaba en torno a la isla del sol y su importancia en el periodo Inca, del cual se indaga para justificar el movimiento del nombre Titicaca hacia el lago.
3. Metodología
El estudio es cualitativo de nivel explicativo, ya que se busca analizar la trascendencia en cuanto a la descripción de la palabra Titicaca, considerando que "una investigación de este tipo responde preguntas causadas por eventos sociales" (Hernández et al., 2014, p. 95). Al respecto, la investigación se enfoca en explicar, ¿por qué el nombre Titicaca presenta una etimología aparentemente desconocida?, ¿en qué condiciones se manifiesta? y ¿qué relación se establece con el lago, la divinidad o con una isla? Para ello, el estudio se sustenta sobre la base de fuentes lingüísticas, filológicas, etnográficas y arqueológicas; es decir, se desglosa la palabra titicaca y se analiza cada segmento para finalmente relacionar los datos extraídos y proporcionar una explicación objetiva. Entre las referencias destacadas se encuentran los estudios y los procedimientos de decodificación de topónimos de Cerrón-Palomino (2013, 2020, 2021), que orientan la explicación, donde anuncia hallazgos trascendentales para el topónimo estudiado.
Cabe recalcar que, el estudio emplea aportes de otras disciplinas como la etnohistoria, la arqueología o la etnografía. Respecto a los esfuerzos de localizar a los puquinahablantes es necesario mencionar a Boussye-Cassagne (2010), pues brindó aportes sobre la situación de los puquinas del Titicaca en la colonia, quienes se encontraban, únicamente, en los distritos de Capachica, Huata, Coata y las islas Amantani y Taquile, así como en la isla del sol y Copacabana.
4. Análisis
4.1. Breve reseña histórica en torno al lago Titicaca
4.1.1. Pre cerámico
Dos grupos fueron los primeros en llegar al área del Titicaca. El primero conforma al grupo étnico uro o uruquilla, asentados en el sur y el norte del lago Titicaca (Torero, 2005), quienes fueron cazadores, recolectores y pescadores en el área lacustre. Posteriormente, llegó el segundo grupo étnico, que también eran nómades dedicados a la caza, recolección y pesca (Aldenderfer y Flores, 2011) y su idioma era el protopuquina. Los primeros grupos presentaban, posiblemente, procedencia selvática, en tanto que ascendieron por la vertiente oriental de los Andes y por esa razón su idioma presenta alguna relación con el arahuaca.
4.1.2. Formativo
Los arqueólogos Chávez (1992) y Stanish (2001) lo dividen en periodo temprano, medio y tardío. Durante el periodo formativo temprano, los grupos puquinas modifican radicalmente sus hábitos y empiezan a devenir sedentarios, debido a la domesticación de los camélidos y la domesticación de la papa (Ochoa, 1999). Por otro lado, aparecen los primeros templos dedicados al sol, cerámica incipiente y la metalurgia (Aldenderfer et al., 2008). En cambio, el grupo uro se asentó en toda la rivera del lago Titicaca, dedicándose más a la pesca, caza de aves y recolección de productos, estableciendo una interrelación directa y constante con las sociedades de habla puquina.
El periodo formativo medio representa en la parte norte del lago Titicaca a la cultura qaluyo. Durante este periodo, aumenta la construcción de templos y, por ende, la importancia del sol, el rayo y la lluvia. Empiezan a construirse andenes agrícolas y waruwarus (Erickson, 1996). Su etapa tardía se encuentra representada por la tradición religiosa yaya-mama, con cuatro características fundamentales: templos hundidos, parafernalia ritual, esculturas pétreas e iconografía sobrenatural (Chávez, 2004). Aquí, los templos se distribuyen en todo el lago Titicaca y la importancia del sol en ellas era aún más notoria.
Al periodo formativo tardío, pertenece la cultura pucara y, en cierto modo, la cultura tiawanaco. En este periodo la presencia de estelas y templos es igual o más que su antecesora yaya-Mama. En la parte norte, el templo mayor era el de kalasaya. En el ocaso de esta cultura hubo, al menos dos movimientos poblacionales: uno al sur, evidenciado por la parte faltante de la estela de Arapa (Chávez, 1982), que fue trasladada hasta Tiawanaco; mientras que la segunda ocurrió hacia el norte, evidenciado en los monolitos y la cerámica halladas en Chumbivilcas con datación tardía (Chávez, 1988), pero con la misma semejanza estilística pucara. En este periodo surge Tiahuanaco y la importancia de la divinidad solar se acentuaba, así como sus movimientos fueron observados cuidadosamente al igual que de los otros astros, incluidos fenómenos como el rayo.
4.1.3. Horizonte Medio
Los grupos puquinas se aglutinan en la cultura tiawanaco, que fue una sociedad teocrática con templos principales como Kalasasaya o Pumapuncu. El área del Titicaca es problemático por las nomenclaturas realizadas a partir del valle de Ica (Rowe y Menzel, 1967; Lumbreras, 1969), pues el horizonte medio se encuentra representado, básicamente, por la cultura huari para la región central andina. La cultura tiawanaco será la última en reunir pueblos de habla puquina, ya que para su ocaso se presenta el aimara por primera vez, avanzando por el sur; en consecuencia, se condice con el estudio de Manzanilla y Woodard (1990) en que los aimaras ayudaron en la destrucción de los templos de Kalasasaya y Pumapunku. La migración poblacional aimara ocurre por la costa atravesando Moquegua, subiendo por Tacna y Arica hasta llegar al sur de Tiawanaco; como sustento se presenta el movimiento de la obsidiana (Burger et al., 2000). Los sacerdotes de Tiawanaco perdieron credibilidad para controlar la lluvia y muchos de ellos fueron perseguidos y sacrificados.
4.1.4. Periodo intermedio Tardío
Este periodo se caracteriza por ser violento (Arkush, 2009). El apogeo desde el sur y norte de los aimaras es notoria, logrando arrinconar a los últimos grupos de habla puquina; es decir, todo el territorio ocupado por los collas, quienes son los últimos puquina parlantes (Bouysse-Cassagne, 2010). En este periodo es usual la presencia de pucaras amuralladas.
4.1.5. Horizonte Tardío
El anexo de los collas a los incas no fue del todo pacifico, sino más bien violento. Después de la rebelión de algunos curacas collas, la población puquina disminuyó aún más, quedando solo los distritos de Capachica y todos los Umasuyo hasta Copacabana. En simultáneo, durante el periodo Inca, los puquinas de Capachica se caracterizaban por ser los mejores tejedores; en consecuencia, presentaban algunos privilegios como llevar el anda del inca o tejer su ropa (Bouysse-Cassagne, 2010). Como se puede observar, la mayoría de los grupos fueron de habla aimara a excepción de los collas.
4.1.6. Traducciones comunes dados al étimo Titicaca
Se inicia con la denominación popular de "peñón de puma", usada, incluso, por algunos guías turísticos. La traducción carece de sustento científico, más aún cuando manifiestan que el lago Titicaca presenta la forma de un puma cazando su presa (Figura 1), como si sus habitantes habrían presenciado una vista completa sobre el lago desde el aire. Hay quienes todavía traducen la palabra titi como puma, pero ambas palabras refieren a diferentes significantes. Titi refiere al felino leopardus jacobitus (Figura 4) y puma es otro felino de mayor tamaño.
Nota. Adaptado de El Lago Titicaca, origen de su nombre, del blog Lago Titicaca, 2012. http://el-lago-titicaca.blogspot.com/2012/08/lago-titicaca-origen-de-su-nombre.html
La imaginación más sobresaliente surge cuando relacionan la forma del lago con la del puma, provocada por la formación académica inca centrista, donde supuestamente, los tres dioses principales son el cóndor, el puma y la serpiente, categorizados por investigadores indigenistas (y sus discípulos).
Las investigaciones recientes (Estermann, 2006) exponen que no son los únicos animales sagrados en la cosmovisión de pueblos prehispánicos. Pues se encuentra el mismo gato cerval (Figura 4), el búho, el águila, entre otros animales, que se presentan en la iconografía pucara o tiahuanaco, evidenciando que fueron divinidades importantes (Chávez, 2002) . En cuanto a la forma de la cuenca del titicaca, se observa que carece una configuración de puma; por tanto, este tipo de aseveraciones resultan ser arbitrarias y manipuladas con el propósito de satisfacer egocentrismos absurdos que atentan contra la información científica.
Distintas traducciones a partir del quechua generan desconcierto, prueba de ello es lo realizado por el cronista Ramos ([1621] 1988), quien traduce el nombre como "peñón del cobre" o "cobrizo". La oscuridad semántica de la palabra titicaca produjo que los cronistas la tradujeran a partir del quechua sin éxito. La confusión de calco también lo experimentaron algunos historiadores y arqueólogos, pues se vieron limitados de llegar a su significado original, apenas relacionando la palabra titi con el color plomo.
Por el lado aimara, se llega a decir "peñón del gato montés", como es el caso también, nuevamente, de Ramos ([1621] 1988), quien afirma "la peña donde anduvo el gato".
4.2. Análisis formal y sintáctico
Cerrón-Palomino (2013), al ocuparse de la palabra compuesta Contiti /con-titi/, afirma que la palabra "titi" es el núcleo que presenta como modificador apocopado a "con", que vendría del quechua sureño /q´uñi/; a su vez, se deriva del étimo puquina /q’utñi/ que significa caliente.
De acuerdo con el análisis, se extrae el segundo compuesto como integrante de la palabra titicaca. A partir de ello, se postula que titicaca es una palabra compuesta de dos entradas: /titi/ y /qaqa/, donde las dos bases léxicas se unieron formando una sola palabra. De este modo, la lengua muestra que es productiva en la formación de palabras compuestas (Lovón, 2019, 2021).
La entrada /titi/ presenta variantes: la primera es /tiri/, donde la consonante /t/ se suaviza hacia /r/, el cual es una característica del puquina; la segunda es la variante /tili/ a partir de /tiri/, fenómeno de probable influencia aimara (Cerrón-Palomino, 2013). De lo anterior, es comprensible la presencia de la diversidad de toponimias con el uso de /titi/ y sus variantes en los territorios ocupados por las culturas Tiawanaco y Pucara.
En cuanto a /qaqa/, segundo elemento del compuesto que conforma el núcleo, las dos /q/ se simplifican a favor de /k/ por adaptación posterior al español. Así, el quechua y el aimara comparten esta palabra.
4.3. Significado y filiación genética de Titicaca
Respecto a la filiación idiomática de /titi qaqa/, la segunda palabra no presenta dificultades de traducción como "peñón" o roca, entendidas en el aimara y el quechua. Los problemas de filiación y significado se muestran en el primer componente. Cerrón-Palomino (2013) afirma que /titi/ es puquina, descartando así, su filiación quechua o aimara. Estas exclusiones las realiza en virtud de que historiadores antiguos y modernos postularan la relación entre las palabras titi y tici derivadas a partir de la raíz quechua ticci que significa ‘base, fundamento o principio’. Ellos manifestaban que titi o tici constituían derivaciones erróneas de escritura y que debía escribirse correctamente como ticci. Sin embargo, titi conforma otra filiación lingüística diferente a ticci o tici; no obstante, tici es una derivación de ticci. A partir de ello, Cerrón-Palomino (2013) atribuye el término titi como puquina, palabra que incluso, se relacionaría con el idioma arahuaco, aunque la afirmación es muy difícil de sostener.
Así pues, la investigación concuerda con la filiación puquina del compuesto /titi/ y sus variantes, identificado por Cerrón-Palomino (2013), debido a la variedad de toponimias en territorios de las culturas extintas (pucara o tiawanaco) que hablaban el puquina, hasta el periodo Inca y comienzos de la Colonia. Al respecto, se puede sostener que las poblaciones de habla puquina designaban sus nombres a sus lugares en su idioma natal puquina; de este modo, no habría sustento para que recurran a otros idiomas ajenos al contexto altiplánico, excepto al uro, el cual se encontraba en poblaciones nómades que muy difícilmente pudieron designar nombres a lugares lacustres. Como se expuso anteriormente, el aimara y el quechua lacustre designan como titi al gato montés; sin embargo, no significa que el felino difiera del significado esencial del término titi.
La labor de encontrar un significado al término titi es muy difícil, motivo por el que, Cerrón Palomino (2013) recurrió a un manuscrito que le permitió evidenciar la variante /tili/, cuyo significado es "señor de tierra y mar". Cronistas como Ramos ([1621] 1988) narran una historia en la que el sol desapareció repentinamente en las inmediaciones de la isla del sol. Después de un periodo de oscuridad la divinidad principal volvió a salir en la misma isla. La repentina desaparición, probablemente se debió a un eclipse solar, o tal vez a causa de las fuertes lluvias en las que el sol no era visible.
Ramos ([1621] 1988), autor de Nuestra Señora de Copacabana, refiere que los indios del área lacustre hace mucho tiempo observaron un gato con gran resplandor en la isla del sol y empezaron a nombrarlo como peña; lugar donde el Sol tenía sus palacios. Nótese aquí la relación directa entre el felino y el sol, que incluyen atributos como el resplandor o la brillantes emanada entre ambos. Esta sabiduría habría transcurrido por generaciones hasta los habitantes actuales de la cuenca del Titicaca, cuestión que se explica en los siguientes párrafos. De acuerdo con ello, se puede afirmar que, el templo de la isla del sol estaba dedicado precisamente a la divinidad solar; sin embargo, aparece el gato, que se refiere al gato montés conocido como titi.
Las fuentes etnográficas indican que, actualmente, los pobladores del área titicaca presentan como divinidad suprema al gato montés, que lleva el nombre del sol en puquina. El animal participa en ceremonias rituales ganaderas y agrícolas por sus atributos de abundancia. En algunas comunidades, incluso, poseen una pirwa del felino como divinidad protectora de los hogares.
Por otro lado, Cieza de León ([1553] 1946) afirma que existen diferentes tipos de danzas entre los indios, y una de ellas era una danza portando pellejos de animales. Algunos de estos eran, precisamente, los del gato montés. En comunidades actuales del norte del lago Titicaca aún existen estas danzas denominadas negritos o kuriyumayu, donde hay un personaje portando pellejos del titi, que es el dios principal y suele decir -a manera de broma- al público la expresión reduplicada "kaimin yusniy kaimin yusniy". De acuerdo con ello, se afirma que el felino es la divinidad principal en referencia a otros animales, ya que representa a la divinidad solar.
La explicación de la relación "sol-gato montés" se encuentra en la filosofía andina (Estermann, 2006), en donde cada divinidad adquiere una representación animal, por ejemplo, el águila representa las montañas tutelares, la rana representa el alma del lago, etc. Entonces, se postula que el gato montés es el representante del sol con base en sustentos etnográficos nominalizado como "titi", del astro sol (Quispe, 2022). Además, en la lengua de algunas poblaciones lacustres existe el verbo titiyay, cuyo significado es cegarse por acción y efecto de una mirada directa al sol y su núcleo es /titi/.
4.4. Nombres primigenios del lago y evolución de la designación toponímica de Titicaca
Al respecto, para el análisis de las figuras se recurren a la arqueología, la cual expone que las culturas pre pucara, pucara y tiawanaco presentaban como divinidad principal al sol, que era personificado mediante la imagen "sobrenatural" serpentiforme, cuyo ícono principal es la cabeza de titi (Figura 2 y 3) identificado por Quispe (2022); además, se encuentran tallados en monolitos y estelas ubicados en los templos de periodos preincaicos (Chavez y Chavez, 1970). Un monolito con características similares de la Figura 3 (con iconografía que representaba al sol) se habría hallado en la isla del sol, el cual fue destruido por los extirpadores de idolatrías con la llegada de los españoles, en favor de la construcción de la iglesia de Copacabana, generando un cambio de ídolos.
El nombre primigenio del lago no fue Titicaca, ya que pudieron ser tres los posibles nombres: el lago de puquina, el lago de Chucuito o el lago de los collao.
El cronista Cobo ([1653] 1964) lo designa como la gran laguna de chucuito, dentro del cual se encuentra la isla del sol en alusión a Chucuito, principal pueblo cabecera aimara; que en su en su momento de apogeo colonial conformó las cajas reales. Este debió ser el nombre previo a denominarse, definitivamente, como Titicaca.
Otro posible nombre es "laguna de los collao", que fueron citados por algunos cronistas. La razón es que en el incanato todo el hemisferio sur se denominaba collasuyo o el suyo de los collao y en ella se encontraba este lago; motivo por el cual, fue usual nombrarla como "laguna de los del collao" hasta la actualidad.
Al respecto, Poma de Ayala ([1615] 1936) lo denomina como "laguna de puquina", que pudo ser el nombre original del lago. Su justificación se basa en datos proporcionados por la arqueología. Según esta disciplina, los primeros habitantes asentados en el altiplano compartían diferentes hábitos y crearon diferentes culturas. En un inicio fueron cazadores recolectores, probablemente, de la selva oriental; luego, se volvieron sedentarios y devinieron en sociedades complejas religiosas, proceso en el que se edifican los primeros templos del formativo temprano extendiéndose hasta el intermedio tardío. Algunas de estas culturas son qaluyo, la tradición religiosa yaya-mama (Chávez, 2004), pucara, tiahuanaco y collas, que presentaban como rasgo común el puquina, el cual se inició como proto puquina en sus periodos iniciales. Por esta razón, el lago fue nombrado como "laguna de los de habla puquina" y sería el nombre más antiguo; aunque se postule como hipótesis.
Por tanto, el nombre /titiqaqa/ refiere en un primer momento a la divinidad solar del templo de la isla del sol. Luego fue denominada igualmente a la isla que la acogía y, más tarde, adquirió el nombre del lago que se encontraba en su interior, cuyo cambio afectó a la isla y a la divinidad (Bauer y Stanish, 2001). Cabe señalar que, durante el periodo inca el templo de la isla sol fue un centro adoratorio mucho más importante que los templos Qoricancha en Cusco o Pachacamac en Lima. A pesar de los intentos fallidos por los soberanos incas de engrandecer la divinidad del templo Qoricancha, la isla del sol continuó como la más suprema en el peregrinaje; situación que obligó al inca a enviar a sus sacerdotes hacia la isla del sol (Stanish, 2001).
5. Conclusiones
La trayectoria etimológica realizada en la investigación ha permitido aproximarse al significado de la palabra Titicaca. Al respecto, el estudio sobre la toponimia y los aportes como los del lingüista Cerron-Palomino (2013) contribuyen al propósito de explicar el origen del nombre Titiqaqa, y cómo el nombre de una divinidad se trasladó entre las islas hacia un lago, lo cual permitió esbozar algunos nombres primordiales del lago extraídos de fuentes cronísticas.
Específicamente, en relación con la filiación, el término "titi" se corresponde con la lengua puquina, puesto que, en las demás lenguas originarias se desconocen las informaciones sobre un acercamiento real, incluso por la posible imposición de incaísmo. Con respecto al término "qaqa" que conforma el segundo componente, no presenta problemas porque en nuestras lenguas originarias muestran un significado similar. De acuerdo con ello, el estudio postula que el compuesto /titiqaqa/ significa la roca del sol; es decir, una escultura lítica o monolito con iconografía sobrenatural dedicado a la divinidad solar en la isla del sol.
En cuanto al significante y el significado primordial, el nombre /titiqaqa/ refería a la divinidad solar del templo de la isla del sol. Luego, se denominó titiqaqa a la isla que la albergaba y, posteriormente, el nombre se desplazó al lago que alojaba en su interior. Durante el periodo inca, el templo de la isla del sol fue un adoratorio de primer orden cuya importancia superó a los templos Pachacamac en Lima o Qoricancha en Cusco. Por otro lado, se postula como hipótesis que el origen de los grupos puquinas asentados en el altiplano pudo denominarse "lago de los puquinas", en vista de que los habitantes fueron de habla puquina. Posteriormente, el pueblo de Chucuito, cabecera aimara, adquirió mayor importancia; en consecuencia, el lago se denominó "laguna de Chucuito" sin dejar de nombrarlo también como "laguna de los collao".
Al respecto, cabe precisar que, el estudio sobre la palabra titicaca es apenas un minúsculo aporte al conjunto de toponimias en el ámbito de lo semántico y la filiación idiomática. De igual manera, se recomienda cuestionarnos sobre los nombres y significados de los lugares, que generalmente se encuentran denominadas a partir del quechua y del aimara. Asimismo, es importante desistir de concentrarse en los paradigmas tradicionales, pues contribuyen al egocentrismo, lo cual perjudica la objetividad de la investigación científica.