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Interacciones

versão impressa ISSN 2411-5940versão On-line ISSN 2413-4465

Interacciones vol.7  Lima  2021

http://dx.doi.org/10.24016/2021.v7.228 

Artículos originales

Recursos psicológicos como predictores de problemas emocionales y conductuales en jóvenes universitarios

Psychological resources as predictors of emotional and behavioral issues in young University students

María Elena Rivera Heredia1 
http://orcid.org/0000-0002-5835-0789

Irma María Niebla Guzmán2 
http://orcid.org/0000-0001-7749-6639

Xolyanetzin Montero Pardo2* 
http://orcid.org/0000-0003-3656-0942

1 Facultad de Psicología , Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo , Michoacán, México

2 Unidad Académica de Psicología Mazatlán , Universidad Autónoma de Sinaloa , Sinaloa, México

RESUMEN

Introducción:

la prevención de conductas problema en los estudiantes universitarios requiere la identificación de sus causas y los factores de protección.

Objetivo:

identificar los recursos psicológicos que predicen los problemas emocionales y conductuales en jóvenes.

Método:

se utilizaron cuatro instrumentos para evaluar a una muestra no probabilística de 320 estudiantes universitarios: escala de problemas emocionales y conductuales, de relaciones intrafamiliares, de recursos psicológicos afectivos y sociales. Participaron 146 hombres y 173 mujeres con un rango de edad de 18 a 24 años, con una media de 20.04 años y una desviación estándar 1.62.

Resultados:

Los principales hallazgos muestran correlaciones estadísticamente significativas con dirección negativa entre las conductas problema y los recursos afectivos, sociales y familiares. Respecto a las diferencias dependiendo del sexo de los participantes las mujeres presentaron mayores medias en depresión y problemas somáticos, mientras que los hombres en consumo de alcohol y de tabaco. Los resultados de las regresiones paso a paso indicaron que la depresión fue la conducta problema con mayor porcentaje de varianza explicada (47%), predicha mediante las dificultades en el manejo de la tristeza, el autocontrol en el manejo del enojo, la expresión de emociones y las dificultades en el manejo del enojo.

Conclusión:

es fundamental fortalecer los recursos psicológicos e incluirlos en el diseño de programas de intervención universal y selectiva para promover el desarrollo positivo y la prevención de problemas emocionales y conductuales en estudiantes universitarios.

Palabras clave: Recursos psicológicos; problemas emocionales y conductuales; relaciones intrafamiliares; jóvenes universitarios.

ABSTRACT

Introduction:

Preventing problem behaviors in university students requires the identification of its causes and possible protective factors.

Objective:

To identify the psychological resources that can predict emotional and behavioral issues in young people.

Method:

Four different scales were used to evaluate a non-probabilistic sample of 320 university students: the emotional and behavioral issues scales, the intra-family relationships scale, and the social resources scale and affective resources scale. The sample included 146 men and 173 women between the ages of 18 to 24 (mean: 20.04, standard deviation: 1.62).

Results:

The main findings show significant statistical negative correlations between the problem behaviors and the affective, social, and family resources. Regarding the differences between participants, women showed higher mean scores of depressions and somatic problems, while men showed higher scores of alcohols and tobacco consumption. The step-by-step regression results revealed depression to be the problem behavior with the highest explained variance (47%), predicted by difficulties in managing sadness, lack of self-control regarding anger, the expression of emotions, and problems with anger management.

Conclusion:

Strengthening psychological resources and incorporating them in the design of universal and selective intervention programs is fundamental to prevent emotional and behavioral problems in university students to promote their positive development.

Keywords: Psychological resources; emotional and behavioral issues; intra-family relationships; university students.

INTRODUCCIÓN

Los trastornos mentales, se caracterizan por una combinación de alteraciones del pensamiento, la percepción, las emociones, la conducta y las relaciones con los demás (Organización Mundial de la Salud, 2021). La depresión es un trastorno mental frecuente y una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo, por lo que afecta a más de 264 millones de personas, con mayor prevalencia en las mujeres que en los hombres (Organización Mundial de la Salud, 2019).

La frecuencia de los trastornos mentales continúa aumentando en todo el mundo y esto ha causado afectaciones considerables en la salud, graves consecuencias a nivel socioeconómico y un impacto en los derechos humanos. La respuesta a la prevalencia de trastornos mentales de los sistemas de salud ha sido insuficiente, pues en los países de ingresos bajos y medios alrededor del 76% y el 85% de las personas que presentan trastornos mentales graves no reciben tratamiento, mientras que en los países con ingresos altos del 35% al 50% de la población afectada no recibe un tratamiento adecuado (Organización Mundial de la Salud, 2019).

De acuerdo con Benjet et al. (2009), el 24.7% de los jóvenes se encuentran afectados por uno o más problemas de salud mental; los que se presentaron en edades de inicio más tempranas fueron los trastornos de ansiedad, seguidos por los de impulsividad y trastornos del estado de ánimo y en edades más tardías se presentaron con mayor frecuencia los trastornos por abuso de sustancias.

Los jóvenes se consideran un sector social que muestra mayor probabilidad de manifestar conductas de alto riesgo, por los cambios que viven en el ciclo vital, el costo emocional, económico y social que generan las dificultades para el ingreso y permanencia en la vida universitaria, así como el periodo crítico para la adquisición y mantenimiento de patrones de comportamientos saludables, el logro de la identidad, la autonomía y el éxito personal, dichas demandas pudieran experimentarse como estresantes, puesto que requieren que asuman patrones de respuesta eficaces para adaptarse (Eckberg et al., 2017; Andrade & Betancourt, 2008; Díaz-Cárdenas et al., 2017; Morales & Rivera, 2012).

En este sentido, el interés por la detección de problemas emocionales y del comportamiento en la población infanto-juvenil se ha incrementado en las últimas dos décadas, con el fin de identificar los posibles marcadores de riesgo, factores de protección y estrategias de intervención temprana (Fonseca-Pedrero et al., 2013; Ortuño-Sierra et al., 2015).

En cuanto a la evidencia sobre los factores que se asocian a la presencia de problemas emocionales y de conducta, la literatura indica que estos se pueden agrupar en individuales, sociales y familiares (Andrade & Betancourt, 2008). Específicamente, la depresión se ha asociado a problemas familiares (Arrieta-Vergara et al., 2013; Arrieta-Vergara et al., 2014; Eckberg et al., 2017; Hermosillo de la Torre et al., 2015; Mastrotheodoros et al. 2020; Zhang & Wang, 2020).

Diversos estudios han reportado que las mujeres presentan puntajes más altos en problemas emocionales o internalizantes, respecto a las dimensiones de depresión (Gallegos-Santos et al., 2018; Hermosillo de la Torre et al., 2020; Jiménez et al., 2015) problemas somáticos y lesiones autoinfligidas en comparación con los hombres, mientras que estos últimos reportan más problemas de conducta, relacionadas con el uso de sustancias, conductas desafiantes, impulsividad y agresividad (Alarcón & Bárrig, 2015; Baeza et al., 2011; Navor et al., 2017; Zavala & López, 2012).

Sin embargo, los resultados no son concluyentes, pues en esta misma línea autores como Mayorga et al. (2016), Betancourt & Andrade (2011) encontraron que no hay diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres respecto a los problemas conductuales, así mismo, se reporta en los últimos años que este tipo de conductas empiezan a ser más comunes entre las mujeres.

Por lo descrito, ocurre que ante la presencia de problemas emocionales y conductuales es relevante que los jóvenes desarrollen factores de protección denominados recursos psicológicos, estos son propiedades que se poseen y que pueden fortalecerse o intercambiarse; dependen de cada persona y del contexto en el que se encuentre el individuo (Rivera-Heredia & Andrade, 2006). Los recursos psicológicos en específico son mediadores entre los estresores psicosociales y su evaluación cognitiva, cuya resultante es una respuesta de afrontamiento ante el estrés con diferentes grados de adaptación y efectividad. A mayor cantidad de recursos, mejor manejo del estrés y afrontamiento, considerándose como un factor protector o apoyo de salud mental y calidad de vida. Tienen sus antecedentes en la teoría de los recursos de Hobfoll (1989), esta reconoce la existencia de distintos tipos de recursos que pueden incluir objetos materiales, situaciones de vida o características de los individuos, por lo que los recursos son elementos tangibles o intangibles que utilizan las personas ante una situación estresante (Rivera-Heredia & Pérez-Padilla, 2012).

Los recursos psicológicos pueden clasificarse como afectivos, cognitivos, instrumentales, materiales, familiares y sociales (Rivera-Heredia & Andrade, 2006; Rivera-Heredia et al. (2006; Rivera-Heredia & Pérez-Padilla, 2012). A continuación, se describen los que serán abordados en este estudio.

Los recursos afectivos tienen que ver con el manejo que hacen las personas de sus emociones, específicamente del autocontrol que es la capacidad de modular la expresión de emociones para contener los impulsos; manejo de la tristeza, las reacciones de la persona ante sus sentimientos asociados con las pérdidas, así como respecto a sus sentimientos de soledad, añoranza o nostalgia y manejo del enojo, la forma en la que la persona manifiesta emociones de frustración, inconformidad o desagrado; para así lograr la recuperación del equilibrio, que es la capacidad de los individuos de regresar a un estado de tranquilidad después de haber perdido el control, ya sea por emociones de tristeza, enojo o de exaltación.

Los recursos sociales, que se refieren a la percepción que tienen los individuos de que cuentan con personas de confianza en quien apoyarse; específicamente, la red de apoyo que se refiere a la posibilidad de contar en el medio circundante con personas de confianza en quienes se pueda buscar refugio o consuelo cuando se enfrentan a situaciones problemáticas y la incapacidad para buscar apoyo que es la dificultad para solicitar ayuda a las personas de confianza que se encuentran alrededor.

Los recursos familiares, los cuales tienen que ver con las relaciones intrafamiliares y el estilo de la familia para afrontar problemas y permitir la expresión de las emociones, así como con la percepción de unión y apoyo y la adaptabilidad al cambio. Si los recursos son suficientes, los individuos se considerarán capaces de resolver la situación estresante fácilmente. Si éstos son escasos, o si se han visto deteriorados, entonces, la percepción de dicha situación podrá verse como crítica.

La sintomatología depresiva está asociada con dificultades con los recursos afectivos en el manejo de la tristeza y el enojo, en los recursos sociales tales como la incapacidad de buscar apoyo y con dificultades con la red social (Hermosillo de la Torre et al., 2015; Hermosillo de la Torre & Rivera-Heredia, 2019; Rivera-Heredia et al., 2013; Rivera-Heredia & Andrade, 2006).

Otros estudios han asociado la presencia de dificultades con la regulación emocional, con trastornos de ansiedad, de depresión y límite de personalidad, así mismo con lesiones autoinfligidas y conducta agresiva (Mestre et al., 2012; Klonsky, 2012; Ruiz & Carranza, 2018).

March-Llanes et al. (2017), Mastrotheodoros et al. (2020) y Canário et al. (2020) reportaron que los participantes que no percibían un apoyo social consistente por parte de su entorno, como de su familia, tendían a mostrar conductas antisociales, en comparación de un grupo de jóvenes que percibían mayores niveles de apoyo.

En esta misma línea, Morales & Rivera (2012), encontraron que los jóvenes tenían dificultades en la forma de manejar los problemas y mantener los canales abiertos de comunicación, así como dificultad en el autocontrol y manejo de afectos, en lo que respecta a los recursos familiares porque los recursos proporcionados por parte de la familia de origen a los jóvenes les son insuficientes, pues se presentan bajos niveles de apoyo y altos niveles de dificultades. Esto se ha confirmado en diversos estudios que han encontrado que la comunicación familiar influye en la aparición de problemas de conducta en adolescentes y jóvenes (Milburn et al., 2019; Molleda et al., 2017; Stone et al., 2020).

En este sentido Ruiz & Carranza (2018) encontraron diferencias de género en habilidades sociales, donde las mujeres presentaron puntuaciones más altas en empatía, y una correlación directa entre el clima familiar y el desarrollo emocional.

Son pocas investigaciones que retoman el estudio de los recursos individuales, familiares y sociales en torno a las conductas problema en población de jóvenes universitarios, ya que la mayoría se ha centrado con mujeres, adolescentes y migrantes, en este sentido, es importante evaluar a esta población en el marco de la prevención, ya que tal y como lo mencionan Ortuño-Sierra et al. (2015) y Timmons & Margolin (2015) la identificación precoz y el tratamiento de jóvenes de alto riesgo, podría retrasar o incluso prevenir la aparición del cuadro clínico y trastornos mentales severos, así mismo, el fortalecimiento de los recursos representan un factor protector en el joven a nivel psicosocial.

Por ello, en el presente estudio se analizó la asociación entre los recursos afectivos, sociales y familiares con los problemas emocionales y conductuales en los jóvenes universitarios, contrastando las diferencias entre hombres y mujeres, para evaluar en qué medida los recursos explican la varianza de las conductas problema.

MÉTODO

Participantes

Se seleccionó una muestra no probabilística de tipo intencional de 320 estudiantes de una universidad pública de la ciudad de Morelia, Michoacán, en México. El 46% (146) fueron hombres y el 54% (173) mujeres, con un rango de edad de 18 a 24 años, con una media de 20.3 años y una desviación estándar de 9 meses.

Instrumentos

Se utilizó la Escala de problemas emocionales y conductuales (Andrade et al., 2010) que consta de 38 reactivos con respuesta tipo Likert con cuatro opciones que van de nunca a siempre. Evalúa siete dimensiones que son depresión (α = .88); problemas somáticos (α = .83); problemas de pensamiento (α = .83); lesiones autoinfligidas (α = .73), conducta agresiva (α = .85); consumo de alcohol y tabaco (α = .71) y rompimiento de reglas (α =.86).

Para evaluar los recursos afectivos se utilizó la escala de Recursos Afectivos de Rivera-Heredia et al. (2006) y (Rivera-Heredia & Pérez-Padilla (2012), la componen 18 reactivos con respuesta tipo Likert con cuatro opciones que van de casi siempre, algunas veces, rara vez y casi nunca, pero, para fines de este estudio se retomaron las subdimensiones de autocontrol en el manejo del enojo (α = .77), dificultades en el manejo de la tristeza (α = 75) y dificultades en el manejo del enojo (α = .67).

La Escala de Recursos Sociales, diseñada por Rivera-Heredia et al. (2006), por Rivera-Heredia & Pérez-Padilla, (2012) cuenta 15 reactivos con respuesta tipo Likert con cuatro opciones que van de casi siempre a casi nunca y se compone de las dimensiones de 4 dimensiones: red de apoyo (α = .75) dificultades para pedir ayuda (α = 80) iniciativa para brindar ayuda (α = .78) y disposición para ayudar (α = .62). Adicionalmente, se aplicó la Escala para la Evaluación de las Relaciones Intrafamiliares de Rivera-Heredia & Andrade (2010), esta cuenta con 12 reactivos con respuesta tipo Likert con cinco opciones que van de totalmente de acuerdo con totalmente en desacuerdo. Cuenta con tres dimensiones que miden expresión de emociones (α = .81), unión y apoyo (α = .88) y percepción de dificultades o conflictos (α = .78).

Procedimiento

La participación de los estudiantes fue voluntaria, previa lectura de la carta de consentimiento informado, misma que firmaron, en la que se explicó el objetivo de la investigación y la confidencialidad con la que se guardaría la información recabada, así como su derecho a suspender su participación si así lo desearan. La recolección de la información fue previa a la pandemia de Covid-19. Se solicitó el apoyo de los directores de 8 diferentes programas de estudio: psicología, contabilidad y administración, arquitectura, biología, medicina, veterinaria, química e ingeniería, para facilitar el acceso a las instalaciones, tanto en turno matutino como vespertino, además del apoyo de los docentes para que un grupo de estudiantes y egresados de la Facultad de Psicología, previamente entrenados en el uso de pruebas psicológicas, mismas que fueron de lápiz y papel y auto aplicables. A cada grupo de estudiantes dentro de su salón de clase se les explicaron en voz alta las instrucciones y se dio respuesta a cada una de las preguntas que surgieron durante la aplicación, cuidando de no influir en sus respuestas.

Análisis de datos

Para identificar las correlaciones entre las variables propuestas, se realizó un análisis de correlación bivariado de Pearson. Así mismo, se realizó una comparación de medias a través de una prueba t de Student para muestras independientes, para determinar las diferencias en torno al sexo de los participantes, para medir el tamaño del efecto se utilizó la prueba d de Cohen (Cohen, 1992; Domínguez-Lara, 2018). Para identificar las variables que predicen los problemas emocionales y conductuales en los jóvenes universitarios se realizó un análisis de regresión lineal múltiple por pasos, teniendo como variable dependiente los problemas emocionales y conductuales y como predictores los recursos psicológicos afectivos, familiares y sociales. Previamente se verificaron los supuestos del modelo (linealidad, independencia, homocedasticidad, normalidad y no colinealidad) tal como lo proponen Vilà-Baños et al. (2019). La información recabada se capturó y analizó en el paquete estadístico para las ciencias sociales SPSS versión 21.

Aspectos éticos

Dado que todos los participantes fueron mayores de 18 años, se les invitó a leer y a firmar una carta de consentimiento informado. El proyecto fue revisado por la comisión de ética de la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana. La información generada por este proyecto se resguardó de manera física y electrónica.

RESULTADOS

Para determinar la relación entre los problemas emocionales y conductuales con los recursos psicológicos se realizó un análisis de correlación de Pearson retomando correlaciones iguales o mayores a .25. En la Tabla 1 se observa que se encontraron correlaciones estadísticamente significativas con dirección negativa entre las conductas problema y los recursos afectivos, sociales y familiares, específicamente en depresión con autocontrol en el manejo del enojo (r=-0.44, p=0.01), dificultades en el manejo de la tristeza (r=-0.60, p= 0.01), dificultades en el manejo del enojo (r=-0.44, p= 0.01), unión y apoyo (r=-0.27, p=0.01) y expresión de emociones (r=-0.33, p=0.01); el rompimiento de reglas con unión y apoyo (r= -0.25, p=0.01) y expresión de emociones (r=-0.26, p=0.00); la conducta agresiva con las dificultades en el manejo de la tristeza (r=-0.25, p=0.01) y las dificultades en el manejo del enojo (r=-0.35, p=0.01); los problemas somáticos con las dificultades en el manejo de la tristeza (r=-0.39, p=0.00) al igual que los problemas de pensamiento (r=-0.27, p=0.01) y finalmente las lesiones autoinfligidas con el autocontrol en el manejo del enojo (r=-.25, p=0.01), la dificultad en el manejo de la tristeza (r=-0.31, p=0.01) y la iniciativa para buscar ayuda (r=0.32, p=0.01).

Tabla 1 Correlaciones entre los problemas emocionales y conductuales con los recursos psicológicos. 

*correlación significativa a nivel 0.05,

**la correlación significativa a nivel 0.01

En la Tabla 2 se observan las dimensiones donde se encontraron diferencias estadísticamente significativas, las cuales son depresión, problemas somáticos y consumo de alcohol y de tabaco, siendo las mujeres las que presentan mayores puntajes en depresión y problemas somáticos, respecto a los hombres y estos últimos presentan mayor puntaje en la dimensión de consumo de alcohol y de tabaco. En los diversos recursos psicológicos se encontraron diferencias estadísticamente significativas en autocontrol en el manejo del enojo, dificultades en el manejo de la tristeza, dificultades en el manejo del enojo, iniciativa para brindar ayuda y red de apoyo, donde los hombres presentan mayor media en autocontrol en el manejo del enojo, dificultades en el manejo de la tristeza y dificultades en el manejo del enojo, respecto a las mujeres y estas en iniciativa para brindar ayuda y red de apoyo. Aunque en todas las subdimensiones, se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres, en la gran mayoría de ellas éstas se encuentran en un nivel considerado pequeño. A excepción de los problemas somáticos y de la depresión, en las que el tamaño del efecto se ubica en un nivel mediano (valores iguales o superiores a .50 y menores a .80, de acuerdo a la propuesta de Cohen en 1992).

Tabla 2 Diferencias significativas entre hombres y mujeres en problemas emocionales, conductuales y recursos psicológicos 

Nota: M = media; DE = desviación estándar; gl = grados de libertad; t = t de studen; p = probabilidad; d Cohen = tamaño del efecto.

En la Tabla 3 se observa que todas las conductas problema analizadas contaron con algún porcentaje de varianza explicada a partir de los recursos psicológicos. Sin embargo, la de mayor porcentaje de explicación fue la depresión. En la Tabla 3 se observa que en el primer paso se encontró dificultades en el manejo de la tristeza como predictor significativo (F = 190,824, p = 0.01), explicando el 38% de la varianza, en el segundo se agregó el autocontrol en el manejo del enojo (F = 124,658, p = 0.01) donde incrementó el valor de la R2 a 0.448, en el tercer paso se adicionó la expresión familiar (F = 89, 266, p = 0.001) y en el último el manejo del enojo (F = 69, 300, p = 0.001), en total las cuatro variables resultaron ser predictoras confiables de la depresión, pues explicaron el 47% de la varianza.

Tabla 3 Modelos de predicción de las conductas problema a partir de los recursos psicológicos afectivos, familiares y sociales de los jóvenes universitarios 

Nota: Las conductas problema de problemas de pensamiento, consumo de alcohol o drogas y lesiones autoinfligidas no cubrieron los supuestos básicos del modelo de linealidad, normalidad y homocedasticidad. Grados de libertad son 305 en todos los análisis.

DISCUSIÓN

En el presente estudio confluyen el análisis de aspectos psicológicos que pueden tener repercusiones en el comportamiento de los jóvenes en el ámbito educativo. Se propuso como objetivo principal predecir las conductas problema de los jóvenes universitarios a partir de los recursos psicológicos afectivos, familiares y sociales. Ello permitió identificar que la depresión fue la conducta que contó con mayor varianza explicada, que alcanzó el 47.2% el cual es considerado como un tamaño del efecto moderado (Domínguez-Lara, 2018). En un segundo lugar se encontraron las conductas agresivas y los problemas somáticos cuyas varianzas explicadas fueron de un 17.1% y 16.5% respectivamente, que corresponden a un tamaño del efecto leve (Domínguez-Lara, 2018).

La aparición de la depresión es explicada a través de las dificultades en el manejo de la tristeza, autocontrol en el manejo del enojo, expresión de emociones y dificultades en el manejo del enojo, siguiendo la tendencia de otros estudios que reportan diferentes subdimensiones de los recursos afectivos asociadas con la depresión (Hermosillo de la Torre et al., 2015; Hermosillo de la Torre & Rivera-Heredia, 2019; Rivera-Heredia et al., 2013). Llama la atención que las variables del entorno familiar no aparecieron en la explicación de esta variable dependiente, tal y como se había encontrado previamente (Rivera-Heredia & Andrade, 2006).

Sin embargo, las variables familiares sí forman parte de los elementos predictores, tanto de los problemas somáticos (unión y apoyo), como de las conductas agresivas y el rompimiento de reglas (expresión de emociones). Llama la atención cómo el poder comunicar los sentimientos y experiencias que tienen los integrantes de una familia entre unos y otros puede estar asociado con la disminución de comportamientos agresivos o de la necesidad de ir “contra corriente” que se refleja en el rompimiento de reglas. Este resultado coincide con lo reportado por Milburn et al., (2019), Molleda et al. (2017) y Stone et al. (2020) quien enfatizan el papel de las dificultades en la comunicación familiar en la aparición de problemas de conducta en jóvenes.

Al explorar las diferencias entre hombres y mujeres, se encontró que son ellas quienes presentan mayores puntajes que los hombres en los problemas emocionales como depresión y problemas somáticos. Además, son ellos quienes presentan más problemas conductuales que se reflejan en altos puntajes respecto al consumo de alcohol y de tabaco, siguiendo la tendencia de otros estudios (Alarcón & Bárring, 2015; Baeza et al., 2011; Cassells et al., 2015; Jiménez et al., 2015; Hermosillo de la Torre et al., 2020; Navor et al., 2017; Zavala & López, 2012;).

En cuanto a los recursos psicológicos, se encontró que las mujeres reportan mayores dificultades que los hombres en los recursos afectivos, específicamente en las dimensiones de autocontrol en el manejo del enojo, dificultades en el manejo del enojo, de la tristeza y son ellos, quienes presentan menor puntaje en los recursos sociales como iniciativa para brindar ayuda y red de apoyo.

La marcada tendencia de los problemas emocionales en las mujeres y los problemas conductuales en los hombres podría ser explicado en torno a las características culturales que moldean comportamientos, actitudes y pensamientos, así como diversas formas de vivenciar los sentimientos y afrontar las dificultades de acuerdo con el sexo que se posea (Castillo-Mayén & Montes-Berges, 2014). En México la masculinidad tradicional se encuentra asociada a la fortaleza física y espiritual, el buen desempeño, la excelencia, la rudeza corporal y gestual, la agresividad, la eficacia, la competencia y el ejercicio del poder, la dirección y definición de reglas, la prepotencia, la valentía y la invulnerabilidad, debido a que los hombres tienen mayores dificultades para solicitar ayuda, por lo tanto los malestares emocionales, aunados a las dificultades para solicitar apoyo y la poca expresión emocional pueden estar encubiertos a través de canalización de éstas a través de conductas externalizantes encubiertas a partir de conductas de riesgo y comportamientos adictivos (Aguilar et al., 2013; García-Cortés et al., 2015; Estévez et al., 2012; Schlauch et al., 2013; Yan-Li et al., 2013).

Mientras que de las mujeres se espera tengan más tendencias a la expresividad emocional, afiliación a su pareja, atenciones a su familia y cuidado del hogar, por lo que se destaca que la salud mental de las mujeres es más vulnerable a ser afectada por distintos factores sociales aunado a los estereotipos antes mencionados se ha encontrado que las mujeres presentan en mayor medida problemas emocionales (Hernández, et al., 2017; Aguilar et al., 2013).

Respecto al segundo objetivo, los resultados obtenidos muestran correlaciones negativas entre las conductas problema y los recursos psicológicos. En este sentido se encontró que la depresión está asociada con dificultades en los recursos afectivos, pues bajos niveles de autocontrol en el manejo del enojo, como dificultades con el manejo del enojo y la tristeza contribuyen en el desarrollo de ésta, así mismo, las dificultades en los recursos familiares, como la baja percepción de unión apoyo familiar, así como la poca expresión en la familia, aumenta la sintomatología depresiva. Los resultados coinciden con lo reportado por Molleda, et al. (2017), Rivera-Heredia et al. (2013), Hermosillo de la Torre et al. (2015), Hermosillo de la Torre & Rivera-Heredia, (2019 )y Rivera-Heredia & Andrade(2006).

Los problemas somáticos y de pensamiento están relacionados con dificultades con el manejo de la tristeza, lo cual sugiere que los jóvenes que tienen más problemas con la regulación de las emociones pueden llegar a reflejarlo de manera corporal, en los estudios realizados por Baeza et al. (2011) y Ruiz & Carranza (2018), se destaca que algunos factores relacionados con las dificultades para identificar, describir y distinguir las emociones contribuyen los trastornos de somatización.

Respecto a las lesiones autoinfligidas, Gallegos-Santos et al. (2018), Klonsky (2012), así como Mestre et al. (2012) y Ruiz & Carranza (2018) reportan que los jóvenes que presentaban este tipo de conductas tenían en común el sentirse abrumados, tristes y frustrados, por lo que esta práctica era sentirse tranquilos, es decir, tenía una función de regulación emocional o en muchos casos de autopunición, lo cual tiene congruencia con los resultados que arrojó este estudio, donde las lesiones autoinfligidas están asociadas con dificultades en los recursos afectivos como el autocontrol en el manejo del enojo y las dificultades en el manejo de la tristeza y en este caso un alto nivel de iniciativa para brindar ayuda, que corresponde a un recurso social, incide en la decisión de practicar este tipo de conducta.

En cuanto a los problemas de conducta, se encontró que está relacionada con dificultades en el manejo del enojo y la tristeza, varios estudios coinciden con este resultado reportando que factores asociados a las dificultades emocionales como la inestabilidad, poco reconocimiento y regulación emocional inciden en la conducta agresiva (Inglés et al., 2014; Mestre et al., 2012; Yan-Li et al., 2020).

Respecto al consumo de alcohol y de tabaco, diversos autores mencionan que estas conductas tienen una relación directa con problemas emocionales, sociales y de comportamiento; es decir, se relacionan con estados de ánimo de tristeza, con sensaciones de incapacidad, así como, pensamientos negativos frente a lo que pueda ocurrir consigo mismo y con los demás (Fergusson et al., 2014; Soloski et al., 2016). Aunado a tener a alguno de sus padres como modelo de consumo de estas sustancias (Finan et al., 2015; Park & Schepp, 2015). No obstante, en este estudio se encontró que esta conducta está asociada con déficit en los recursos familiares como poca percepción de unión y apoyo y expresión; sin embargo, las correlaciones son muy débiles para considerarlas.

Otros estudios han asociado la presencia de dificultades con la regulación emocional, con trastornos de ansiedad, de depresión y límite de personalidad, así mismo con lesiones autoinfligidas y conducta agresiva (Mestre et al., 2012; Klonsky, 2012; Ruiz & Carranza; 2018; Ryan, MacKillop & Carpenter, 2013).

Respecto al rompimiento de reglas, este estudio encontró que esta conducta al igual que la del consumo de alcohol están asociadas con la percepción de unión y apoyo, así como con la expresión en la familia, lo que coincide con la literatura previa (Cassells et al., 2015; Zhang & Wang, 2020).

Finalmente, las variables que predicen los problemas emocionales y conductuales son los recursos afectivos, tanto las dificultades en el manejo de la tristeza, el enojo y el autocontrol en el manejo del enojo, como las dificultades familiares respecto a bajos niveles de unión, apoyo y expresión familiar.

Es fundamental enfatizar en el fortalecimiento de los recursos psicológicos, especialmente en los afectivos y familiares, ya que son las dimensiones que mayor porcentaje de varianza aportaron para la explicación de las conductas problemas en este estudio; y tal como lo reportan diversos estudios previos (Hermosillo de la Torre et al., 2015; Hermosillo de la Torre & Rivera-Heredia, 2019; Timmons & Margolin, 2015; Yan-Li et al., 2020), tanto las dificultades en las relaciones familiares, como los déficits emocionales pueden influir en los problemas de regulación emocional y en la aparición de un trastorno.

Por otro lado, no se encontró relevancia de los recursos sociales en la explicación de las conductas problema, como se ha reportado en la literatura previa, por lo que es necesario continuar explorando esta dimensión en este tipo población (Hermosillo de la Torre et al., 2015; Hermosillo de la Torre & Rivera-Heredia, 2019; Rivera-Heredia & Pérez-Padilla, (2012).

A partir de lo antes descrito, es necesario diseñar programas psicológicos de prevención e intervención de esta problemática, enfocados al desarrollo de los recursos emocionales en los jóvenes para que logren comunicar sus sentimientos a los demás; así como aprender a manejar el estrés ante diversas situaciones y solicitar ayuda a los otros, para disminuir el riesgo de aparición de este tipo de problemas y mejorar su calidad de vida, tal como lo han sugerido diversos autores (Delannays-Hernández et al., 2020; Flouri et al., 2014; Molleda et al., 2017; Zavala & López, 2012).

Respecto a las limitaciones de este estudio, es indispensable enfatizar que la muestra no fue aleatoria, por lo que los resultados podrían estar influenciados por el muestreo de tipo intencional ya que el estudio se desarrolló en una universidad pública con estudiantes de las facultades de psicología, contabilidad y administración, arquitectura, biología, medicina, veterinaria, química e ingeniería. Otra limitación se encuentra en que el diseño es de tipo transversal, que implica tan solo una medición en un momento dado del tiempo; los resultados encontrados se podrían analizar con mayor profundidad y se podría dar cuenta con más precisión del fenómeno de estudio si se pudiera convertir en un estudio longitudinal. Se recomienda a futuro poder tener mayor precisión en el tamaño de la muestra ideal para poder dar cuenta de un nivel de potencia alto en el estudio, que además sea adecuado en función del número de variables que se toman en cuenta en los análisis de regresión lineal.

Por otra parte, en la literatura internacional, el estudio de las conductas problema se ha centrado en su mayoría en adolescentes, por lo que es importante continuar estudiando esta variable en jóvenes universitarios para lograr contrastar con mayor claridad los hallazgos de esta investigación, lo cual constituye una de las aportaciones de éste.

Por todo lo anterior, se confirma la utilidad de incluir la perspectiva del fortalecimiento de los recursos psicológicos de tipo individual, específicamente los afectivos, así como los de tipo familiar y social, para la prevención de problemas emocionales y de conductas en jóvenes universitarios, principalmente la depresión y el comportamiento agresivo. Esto puede ser especialmente útil para los programas universitarios de atención integral al estudiantado, tutorías, asesorías, así como a los de Universidad Saludable.

ORCID

María Elena Rivera Heredia: https://orcid.org/0000-0002-5835-0789

Irma María Niebla Guzmán: https://orcid.org/0000-0001-7749-6639

Xolyanetzin Montero Pardo: https://orcid.org/0000-0003-3656-0942

CONTRIBUCIÓN DE LOS AUTORES

María Elena Rivera Heredia: Conceptualización del estudio, dirección de la Investigación, análisis de los datos, redacción-revisión y edición de la versión final, administración y financiamiento del proyecto.

Irma María Niebla Guzmán: Redacción del borrador original del artículo, análisis de los datos, redacción-revisión y edición de la versión final

Xolyanetzin Montero Pardo: Redacción del borrador original del artículo, análisis de los datos, redacción-revisión y edición de la versión final.

FUENTE DE FINANCIAMIENTO

Este proyecto contó con apoyo de la Coordinación de Investigación Científica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (México).

CONFLICTO DE INTERESES

Las autoras expresan que no existieron conflictos de intereses al recoger los datos, analizar la información ni redactar el manuscrito.

AGRADECIMIENTOS

Al Consorcio de Universidades Mexicanas (CUMEX) que mediante las cátedras en Psicología favoreció el proyecto “Análisis interinstitucional de las necesidades de atención académica, afectiva y social de los estudiantes universitarios mexicanos” del que se deriva la presente publicación. También se agradece a las personas que contribuyeron a la aplicación y captura de los instrumentos: Montserrat Mendoza, Eneyda Rayo Varona, Montserrat Ramírez, Zaira Liliana Rendón y Dulce María López. Asi como a Guadalupe Izquierdo Cázares por la supervisión de la captura y limpieza de la base de datos.

PROCESO DE REVISIÓN

Este estudio ha sido revisado por pares externos en modalidad de doble ciego. El editor encargado fue Anthony Copez-Lonzoy. El proceso de revisión puede encontrarse como material suplementario 1.

DECLARACIÓN DE DISPONIBILIDAD DE DATOS

La base de datos se adjunta en el artículo como material suplementario 2 disponible desde la plataforma de la revista Interacciones.

DESCARGO DE RESPONSABILIDAD

Los autores son responsables de todas las afirmaciones realizadas en este artículo.

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Recibido: 25 de Mayo de 2021; Revisado: 19 de Octubre de 2021; Aprobado: 12 de Noviembre de 2021

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