Señor editor:
Con especial atención leí el interesante artículo de Valcazar Montenegro (2019), publicado recientemente en Desde el Sur. Esta investigación tuvo como objetivo comparar los niveles de evaluación de las competencias del docente desde la percepción de los estudiantes de cuatro programas de maestría especializadas. Como resultado, se encontró que existen diferencias significativas al comparar los niveles de evaluación de las competencias de los docentes desde la perspectiva estudiantil. En dicho estudio, las competencias con mayor valoración fueron: la selección de contenidos disciplinares, diseñar la metodología y organizar las actividades, ofrecer información y explicaciones comprensibles, y comunicarse-relacionarse con los alumnos (Valcazar Montenegro, 2019). Considerando lo anterior, esta carta al editor se centra en una de ellas: la comunicación. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es destacar la importancia de la comunicación como herramienta clave para la docencia de posgrado.
Se define como comunicación al proceso mediante el cual un emisor transmite uno o más mensajes acerca de un contenido determinado a uno o varios receptores mediante el uso de un código conocido por la totalidad de los participantes (Martínez Celdrán, 2002). Sabemos que el ser humano es esencialmente personal y comunitario al mismo tiempo. Desde esta mirada, el ser humano satisface su naturaleza cuando establece relaciones de sentido con las otras personas en un marco comunicacional (Castillo, 2010), puesto que, como lo destaca Varela (2000), pertenece a la esencia humana el ser-con-otro, el ser-por-otro y el ser-para-otro. La comunicación efectiva es un aspecto clave en los procesos de enseñanza-aprendizaje en todo nivel educativo y es muy valorada por los alumnos. Zepeda y Herskovic (2013) estudiaron cuáles eran las características ideales que los estudiantes de posgrado (Programa de Título de Especialista en Pediatría) reconocían en sus docentes, y destacaron el hecho de que estos sean buenos comunicadores y propiciadores de un clima que facilite el aprendizaje. Lo anterior concuerda con lo propuesto por Álvarez Lóriga et al. (2008) respecto a que los tutores docentes deben ser guías y amigos de los estudiantes, y que una característica fundamental es que tengan facilidades para la comunicación. En relación con esto último, es importante mencionar que esto no significa en ningún caso perder el rol docente, puesto que el ser guía y amigo del estudiante significa apoyarlo y ayudarlo a que pueda iniciar su propio proceso de descubrimiento, a la vez que se adentra en los nuevos aprendizajes. Significa ser cercano, comprensivo y consejero, significa dar apoyo en los momentos de crisis y ser paciente con los estudiantes, con preocupación por su bienestar (y el de su entorno) y cómo este impacta en su aprendizaje personal. Significa actuar en consecuencia con las necesidades educativas y emocionales que el estudiante expresa en los momentos difíciles.
Respecto a lo anterior, se ha propuesto que un aspecto muy importante en las actividades docentes es la empatía (Arghode, 2012), concepto muy utilizado, pero bastante desconocido. La empatía se entiende como la capacidad que tiene la persona de darse cuenta de lo que a la otra persona le pasa; así, la empatía es la captación o aprehensión de las vivencias de los demás. Captar estas vivencias ajenas es lo propio de la empatía (Bono, 2012). Según la fenomenóloga Edith Stein (1891-1942), citada por Bono (2012), «la empatía es experiencia de la conciencia ajena en general», la empatía es ponerse en el lugar del otro. De esta forma, para comunicarnos y relacionarnos adecuadamente con los estudiantes, debemos tenerlos muy presentes como un otro, ponernos en el lugar de ellos para comprenderlos, ayudarlos y tenderles una mano cercana ante los problemas que se puedan presentar en su proceso formativo.
Durante los momentos de crisis propios de las agitaciones sociales, o de la actual emergencia global que vivimos a causa de la pandemia por la covid-19 (Cortés, 2020a; Cortés, 2020b), es muy relevante mantener una comunicación permanente con los estudiantes a fin de apoyar su proceso formativo en las condiciones de distanciamiento personal o de confinamiento (por ejemplo, durante cuarentenas). El rol comprensivo del docente, en cualquier nivel educativo, es fundamental para guiar a distancia el avance de los estudiantes, al igual que al estar presente, respondiendo las consultas que ellos puedan hacer llegar. Sobre esto último, en el contexto del distanciamiento social y confinamiento, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) cobran especial relevancia en el proceso docente-educativo y la forma en que estas son utilizadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje está cambiando vertiginosamente los paradigmas actuales, pues la flexibilidad y la versatilidad con las que cuentan abren perspectivas muy amplias en el ámbito educativo (Robainas Fiallo et al., 2009). Por ejemplo, en situaciones de crisis las TIC pueden convertirse en un importante medio específicamente en la formación de los estudiantes acerca de estrategias de comunicación académica y científica, al facilitar la participación en las más diversas instancias de divulgación, como seminarios (webinarios), foros, debates y paneles; siempre esto, eso sí, con la necesaria retroalimentación periódica del docente como guía y catalizador del proceso de enseñanza-aprendizaje (Rojas-Mancilla y Cortés, 2017).
Como lo destaca Mora-Olate (2020), la manera de acceder al objeto de estudio de la educación -es decir, al acto de la enseñanza- nos está constantemente desafiando a desarrollar un pensamiento complejo, con mirada interdisciplinaria, alejada de los reduccionismos y de las concepciones anacrónicas. Es importante considerar los procesos relacionales construidos entre la persona que enseña y la persona que aprende; así, este aspecto relacional conlleva también la idea de contexto y la aspiración de lograr la comprensión interpersonal durante el aprendizaje (Mora-Olate, 2020). La docencia en todo nivel educativo debe superar la dicotomía entre la declaración del docente y la práctica del docente, la cual todavía está muy enfocada en un modelo tradicional de enseñanza, de carácter cognitivo, más que en el desarrollo de capacidades asociadas a la enseñanza basada en competencias (Bustamante et al., 2015). En este desarrollo la comunicación efectiva entre profesores y estudiantes es, ciertamente, un aspecto fundamental, razón por la cual debe ser promovida.
Finalmente, es importante considerar que los momentos de crisis, como las agitaciones sociales o la reciente pandemia de la covid-19 (junto con sus diversos impactos socioeducativos), pueden constituir una verdadera oportunidad de cambio a fin de volver a centrarnos en una comunicación efectiva y empática con nuestros estudiantes, no solo de posgrado, sino de todos los niveles educativos.