SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.13 número1El sobreendeudamiento como problema legal y social. Propuesta de reforma del Código de Protección y Defensa del ConsumidorReflexiones sobre las relaciones entre investigación, poder y representación índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Desde el Sur

versão impressa ISSN 2076-2674versão On-line ISSN 2415-0959

Desde el Sur vol.13 no.1 Lima ene./jun 2021

http://dx.doi.org/10.21142/des-1301-2021-0007 

Ensayos

Pandemia global, crisis económica y política

Global pandemic, economic and political crisis

Rafael Félix Mora Ramírez1  1
http://orcid.org/0000-0002-6420-493X

1Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, Perú. rafael.f.mora@hotmail.com.

RESUMEN

En este trabajo se estudia el tema de la pandemia y sus consecuencias sociales, políticas y económicas. Su objetivo es analizar la situación actual y se basa en la recopilación e interpretación de textos filosóficos. El principal aporte del presente ensayo es el de criticar los aspectos más problemáticos del capitalismo que han salido a relucir a raíz de esta crisis. Así, se inicia exponiendo el control bajo el cual se encuentra la vida humana en la actualidad. En este escenario, el autoritarismo se asoma desestabilizando toda posible democracia. Luego, se muestran los errores del capitalismo y, enseguida, se revisa el evidente conflicto entre valores vitales y económicos que se ha producido. Finalmente, se analiza el consumismo de esta sociedad.

PALABRAS CLAVE: Autoritarismo; democracia; capitalismo; sociedad; pandemia

ABSTRACT

This paper studies the issue of the pandemic and its social, political and economic consequences. Its objective is to analyze the current situation, based upon the compilation and interpretation of philosophical texts. The main contribution of this essay is to criticize the most problematic aspects of capitalism that have come to the fore as a result of this crisis. Thus, it begins by exposing the control currently exerted upon human life. In this scenario, authoritarianism looms, destabilizing all possible democracy. Then, the errors of capitalism are demonstrated, followed by an addressing of the evident conflict between vital and economic values that has resulted. Finally, the consumerism of this form of society is analyzed.

KEYWORDS: Authoritarianism; democracy; capitalism; society; pandemic

Introducción

Este trabajo busca analizar un problema crucial, a saber, ¿cuáles son los aspectos más problemáticos de la pandemia a nivel mundial? Sobre la base de esta indagación se podrán dar los principales lineamientos para, al menos teóricamente, proponer la necesidad de una nueva sociedad que no esté en manos de unos pocos hombres poderosos, es decir, una diferente a la actual.

Los antecedentes de esta investigación se pueden ubicar en al menos tres fuentes: Sopa de Wuhan (2020), escrita por Agambem et al.; La fiebre (2020), escrita por Maristella et al.; y Capitalismo y pandemia (2020), escrita por Aguilar et al. Actualmente, el tema está en permanente debate y este trabajo pretende aportar una posición propia al respecto.

Actual estado de cosas

El modelo chino había parecido exitoso al enfrentar la pandemia, aunque se sospecha que ha ocultado importante información a la Organización Mundial de la Salud (AP, 2020). Y como esto se trata de una guerra (contra un virus), en la guerra muere primero la verdad2. Así, en China, al ser toda la prensa controlada por el gobierno central, no se permite el libre flujo de la información (Cancela, 2015). Esto ha sido muy perjudicial para los demás países que aún no logran gestionar bien la crisis3.

China padeció primero esta peste. Luego, Italia y España sufrieron enormes pérdidas. Ahora, en junio de 2020, América es el nuevo epicentro con Chile y Ecuador como penosos referentes. De una epidemia regional se ha pasado a una pandemia global. Por este motivo, los problemas ya no pueden ser vistos como locales o privados, sino que más bien se deben apreciar como globales y comunes. El éxito frente a esta crisis dependerá de la calidad de los servicios públicos y lo oportuno de las medidas tomadas por los gobiernos de turno en conjunto y coordinadamente.

Sin embargo, existe un riesgo aún visible. Los gobiernos que no quieren creer en la ciencia, en la evolución y en el cambio climático (por motivos ideológicos) son peligrosos en estas circunstancias. Los hechos y la ciencia deberían convencer. Pero algunos todavía creen que todo esto es una farsa (Vergara, 2020).

Por ejemplo, Olavo de Carvalho, intelectual muy influyente en el gobierno de Bolsonaro (Della Coleta, 2019), ha manifestado no tomar posición frente a temas como evolución versus fijismo4, heliocentrismo versus geocentrismo y esferismo versus terraplanismo. Él mismo no cree que haya una pandemia real y da a entender que todo es solo una conspiración.

Si bien hay quienes dicen, en tono alarmante, que este virus se hizo en un laboratorio, lo que hasta el momento se sabe es que forma parte de una familia de virus conocida y estudiada. La ciencia, haciendo experimentos y comparando grupos de tratamiento con grupos de control en diferentes países del globo, puede llegar a buenos resultados. Los científicos están gestionando la guerra.

Pero hay otro problema de índole social o político. Los sistemas de salud estatales no están preparados para este tipo de crisis. Aquellos hospitales y centros de atención del Estado están en condiciones lamentables en comparación con las clínicas del sector privado.

Ahora bien, resulta penosamente curioso que en América Latina la clase que difundió el virus haya sido la clase alta, la misma que tiene la posibilidad de viajar al extranjero con suma facilidad (Seibt, 2020). Sin embargo, el costo de la crisis lo terminan pagando las clases menos adineradas (DW, 2020) (Buheji et. al., 2020). Así pues, debe quedar claro que no se trata de una enfermedad de ricos solamente, pues ha terminado afectando a todos:

Sobre todo en Chile, con un débil -neoliberal- sistema de salud pública y un desigual acceso al sistema privado, [...] dado que los primeros en portar, diseminar el microbio y no respetar las medidas de cuarentena han sido las personas provenientes de las clases más adineradas -indolentes- (Yáñez, 2020, p. 140).

Por ello, es necesario afirmar que este es un precioso momento para buscar una sociedad igualitaria comenzando por el tema de la salud. El asunto es que pocas pruebas se hacen y el tratamiento, además, es caro.

Asimismo, existen muchos pacientes asintomáticos que no saben de su condición y propagan el virus sin saberlo. Por ello, el conteo en general se ha vuelto difícil e inexacto. Este tema se vuelve más complejo si se considera la supuesta ineficiencia de los gobiernos para acceder a las cifras reales. En este sentido, se habla de un subregistro (Morris y Reuben, 2020).

El mundo entero está en una carrera contra el tiempo y lo que la ciencia médica busca con mucha desesperación es un medicamento que alivie los síntomas para que el número de las camas de la unidad de cuidados intensivos se mantengan disponibles. Para lograr ello, es crucial reducir el número de días de convalecencia.

Y mientras la curva de contagios no dé señales de aplanamiento (para llegar a una meseta con rumbo a un descenso), la economía no debería reabrirse y reactivarse totalmente. Así, controlar la pandemia era una condición razonable para reactivar el sector productivo. Por ende, era necesario restringir el contacto mediante la distancia social. La situación de control del contagio permitiría flexibilizar las cuarentenas5.

Ahora bien, es evidente que habrá varias oleadas de contagios en lo que resta del año. Así que es de esperar que la cuarentena vaya y venga. En este contexto la mortalidad será la nueva normalidad. A continuación, evidenciaremos el actual control que los gobiernos desplieguan sobre la población.

El gobierno controla a la población: el caso de los países potencia

Como si se tratase de un viernes negro, la gente ha corrido, pero a resguardarse del virus, aunque no por su propia voluntad. Han tenido que ser obligados por las fuerzas del orden. Sin embargo, algunos consideran que se ha hecho mucho ajetreo por poca cosa:

El verdadero acontecimiento histórico universal no es la pandemia. El verdadero acontecimiento es la aparición por vez primera de un fenómeno de pánico de masas global. O más precisamente: de pánico de masas entre las clases altas y medias globales del capitalismo tardío en marcha forzada a convertirse en capitalismo del desastre. La pregunta es: ¿cómo y por qué pudo generar tanto pánico un virus cuya letalidad no tiene nada de asombroso? (Petruccelli, 2020, p. 120).

La amplitud global de este problema es evidente y el pánico generado entre las clases sociales se ha vuelto notable. En estas circunstancias, hay quienes piensan que el gobierno está buscando la mejor manera de controlar a la población, de mantenerla con miedo para que esté dispuesta a someterse con más facilidad:

La COVID-19 ha legitimado y extendido esas prácticas estatales de biovigilancia y control digital normalizándolas y haciéndolas "necesarias" para mantener una cierta idea de la inmunidad. Sin embargo, los mismos Estados que implementan medidas de vigilancia digital extrema no se plantean todavía prohibir el tráfico y el consumo de animales salvajes ni la producción industrial de aves y mamíferos ni la reducción de las emisiones de CO2. Lo que ha aumentado no es la inmunidad del cuerpo social, sino la tolerancia ciudadana frente al control cibernético estatal y corporativo (Preciado, 2020, p. 178).

De este modo, la población (hasta cierto punto) está proclive a soportar la vigilancia y el control estatales a cambio de mantener su seguridad e integridad. Sin embargo, hay todavía aspectos que se deben considerar para vencer la pandemia, pero que no se están tomando en cuenta.

Lo cierto es que ahora todos se encuentran teletrabajando (los que pueden) desde el rincón de sus casas intentando continuar con el ritmo de la producción, a pesar de las circunstancias:

El domicilio personal se ha convertido ahora en el centro de la economía del teleconsumo y de la teleproducción. El espacio doméstico existe ahora como un punto en un espacio cibervigilado, un lugar identificable en un mapa google, una casilla reconocible por un dron (Preciado, 2020, p. 179).

Sean cuales fueren las sospechas, el confinamiento ha tenido resultados concretos: ha evitado más muertes y todos, de la noche a la mañana, han transformando sus casas en oficinas o centros de trabajo. La economía no puede parar y para ello no se ha dudado en trasladar el espacio laboral a los hogares:

Recordemos ahora las consignas del presidente francés Emmanuel Macron: estamos en guerra, no salgan de casa y teletrabajen. Las medidas biopolíticas de gestión del contagio impuestas frente al coronavirus han hecho que cada uno de nosotros nos transformemos en un trabajador horizontal (Preciado, 2020, p. 182).

La invasión hacia nuestra intimidad (nuestro espacio personal) se ha consumado. Finalmente, el gobierno y el poder nos dictan lo que se debe hacer y no hacer, y esto es algo ante lo cual nadie se espanta. Más bien, obedecer se trata de una forma solidaria de sobrevivir:

El cuerpo, tu cuerpo individual, como espacio vivo y como entramado de poder, como centro de producción y consumo de energía, se ha convertido en el nuevo territorio en el que las agresivas políticas de la frontera que llevamos diseñando y ensayando durante años se expresan ahora en forma de barrera y guerra frente al virus (Preciado, 2020, p. 175).

Los cuidados geopolíticos que se tienen para mantener las fronteras del país a salvo se han convertido ahora en medidas biopolíticas para detener el avance del virus. Incluso, en flagrante analogía con las ratas que dentro de sus jaulas encuentran una gran distracción en sus ruedas para correr hacia ningún lado, se consuela a la población diciéndole que pueden encontrar distracción en sus habitules redes sociales de siempre. Todo, hasta el entretenimiento, se está volviendo virtual:

Justamente hoy, en que la angustia es intensamente reprimida desde el sistema, en que se busca obturar la desazón con la compra de mercancías, en que se llena el vacío estructural con el hastío de actividades cotidianas en los grandes y -mucho peor- los chicos. Y análogamente, se pretende que esta situación de "anormalidad" se vuelva normal: que nadie, por ejemplo, se quede sin su clase de yoga o de funcional. Ahora, desde el confinamiento, ¡se pueden tomar por Instagram! Podemos, en teoría, hacer todo lo que hacemos en la "normalidad". Pero sucede que precisamente en esa "normalidad" es donde radica el problema, porque es donde somos configurados para evitar el displacer. Buscan que todo tenga una solución mercantilizada (Méndez, 2020, p. 249).

"Bienvenidos al "desierto de lo virtual"", diría un fanático de Matrix emulando las palabras de Morfeo. La finalidad es clara: la mudanza hacia lo virtual tiene el objetivo de volver normal una realidad de desigualdad que, en otras circunstancias, sería polémica. Ahora bien, una vez alertados sobre el control gubernamental, el autoritarismo es una posibilidad que debería ser considerada.

El autoritarismo asoma

Ahora que los gobiernos llevan las riendas del poder e instalan a la población en una situación de control supuestamente temporal a raíz de la crisis de la covid-19, se debe plantear la pregunta de si no se podría estar perfilando un nuevo tipo de autoritarismo. ¿Cómo será posible hablar de democracia si, en este especial contexto, se recortan las libertades en nombre de la salud pública?6.

En Asia es más evidente que se ha expandido el control del Estado: "China y Singapur desplegaron su poder de vigilancia personal hasta niveles que eran invasivos y autoritarios" (Harvey, 2020, p. 89). Por ejemplo, se sabe que hay sanciones por salir sin celular en países como China, Corea o Singapur (Masdeu, 2020) y el riesgo está en que cuando el Estado gana prerrogativas no las cede fácilmente7.

El hecho de dejarnos sin libertad es algo muy grave, si esta no es devuelta. Sin embargo, como se ha notado, la población está dispuesta a perder su libertad de tránsito a cambio de mantener su salud a buen resguardo. El detalle es cuando se implica en esta situación a la economía. Aunque no es muy obvio, el cese de la libertad de tránsito (cuarentenas) tiene consecuencias económicas evidentes. Y este punto es fundamental, pues ensancha aún más la brecha social entre ricos y pobres. Así pues, no debería aprovecharse el momento para imponer un estado de cosas que termine beneficiando a una clase en perjuicio de otra:

Otra cosa, no menos inquietante que la anterior y que la epidemia hace aparecer con claridad, es que el estado de excepción, al cual los gobiernos nos han acostumbrado desde hace tiempo, se ha efectivamente convertido en la condición normal. Hubo en el pasado epidemias más graves, pero nadie había pensado en declarar por ello un estado de emergencia como el actual, que nos impide incluso el movernos. Los hombres se han habituado a vivir en tales condiciones de crisis y emergencia permanentes que parecen no darse cuenta de que su propia vida ha sido reducida a una condición puramente biológica y ha perdido cada dimensión no solo social y política, sino también humana y afectiva. Una sociedad que vive en un estado de emergencia permanente no puede ser una sociedad libre. Nosotros en realidad vivimos en una sociedad que ha sacrificado la libertad por unos supuestos "motivos de seguridad" y se ha condenado por ello a vivir en un estado permanente de miedo y de inseguridad (Méndez, 2020, p. 255).

Es necesario que los recortes a la libertad sean justificados y respaldados por la población, pues de lo contrario una forma difundida y conocida de democracia estaría caducando. Este posible nuevo autoritarismo consistiría en buscar la sinrazón para crear zozobra en la población, al provocar enfrentamientos sociales y luego instalar un orden militar y policial suficiente como para mantener nuestra intimidad y privacidad invadidas por tiempo indefinido:

Hemos sido invadidos en nuestra cotidianidad, porque debemos, quienes tenemos ese privilegio en los países con Estados subsidiarios, permanecer en casa. Una degeneración de las relaciones entre los seres humanos, diría Agamben, ya que el estado de excepción biopolítico instala la restricción de libertades, y peor aún, produce apatía y miedo al otro/a, ya que cualquiera es un potencial portador del virus. Un daño, irreparable en el peor de los casos, a nuestra capacidad afectiva hacia el prójimo (Yáñez, 2020, p. 141).

Hay que pensar que la tentación del gobernante de volverse autoritario es enorme y, sin embargo, ni siquiera ello garantiza que gestione mejor la pandemia. Se sabe que la democracia, hoy por hoy, es condición para una forma de gobierno capaz de autocorregirse dentro de ciertos límites mediante el voto (Popper, 2017), pues si la población no aprueba cierto régimen, esta lo puede sancionar eligiendo otra propuesta que más se ajuste a sus necesidades. De este modo, los vaivenes de la democracia (hasta cierto punto) son reflejo de cierto saludable dinamismo político.

La permisión de autoritarismos no deja buenos precedentes, aunque esos regímenes sean más efectivos, pues las libertades económica y de expresión no deberían abandonarse si lo que se busca es desarrollar todas las potencialidades humanas. De ahí que haya la necesidad de defender una nueva idea de democracia que contemple la posibilidad de que el gobierno no use estrategias de conflicto social para mantener las riendas del poder de modo ilimitado:

Los países que mejor han gestionado la pandemia no han sacrificado su democracia. Por ejemplo, Nueva Zelanda, Islandia o Corea del Sur. Debemos prestar mucha atención a la hora de decir que hace falta un liderazgo autoritario para gestionar la crisis. China, por ejemplo, escondió información sobre la propagación de la epidemia y no podemos fiarnos de Pekín. Muchos líderes autoritarios han sido lentos en la gestión de la crisis y han escondido información. En China, en Estados Unidos, en Israel con Netanyahu, Orbán en Hungría, Bolsonaro en Brasil, Duterte en Filipinas, Modi en India: todos han utilizado la crisis para reforzar sus poderes, pero no hay ninguna prueba de que lo estén gestionando mejor. Es más, es al contrario, lo están gestionando peor (Klein, 2020, pp. 117-118).

Hace tiempo, Amartya Sen (1999) planteó que no hay hambrunas en regímenes democráticos. Para el economista indio, las democracias, a diferencia de las colonias alejadas de la metrópoli o los regímenes autoritarios, pueden lidian mejor con las crisis.

Esto se debe a que el libre flujo de información puede generar presión a la gente en el poder para que se sensibilicen ante el sufrimiento del pueblo. Y esta sensibilidad es más que necesaria toda vez que se avecina un gran conflicto después de esta etapa de crisis: "el fin de la pandemia será el comienzo de duros enfrentamientos de clases" (Lazzarato, 2020, p. 111). Entonces, lo que corresponde es revisar seriamente el capitalismo al que hemos arribado.

Límites del capitalismo

El modelo económico vigente es el principal problema a combatir. Esto ocurre pues la misma situación dramática está aconteciendo en distintos lugares al mismo tiempo en un mundo globalizado política y económicamente:

si lo que me pasa a mí, le pasa a otros [...], si el sistema sanitario de mi país está saturado desde hace décadas por la desinversión, y lo mismo sucede en otros países a cada lado de los océanos, entonces el problema no somos nosotros, el problema no es la idiosincrasia local, ni las condiciones fácticas, ni el tipo de producción, ni la política interna, ni ninguna de las variables con las que nos vienen convenciendo. El problema son las recetas, el problema está afuera de nuestros cuerpos: es el modelo (Pasquinelli, 2020, p. 174).

Hay que patentarlo de forma explícita. Simple y llanamente este modelo no está interesado en cuidar la vida en general, sino que solamente procura obtener rentas y ganancias a corto plazo mediante la explotación de todos los recursos disponibles.

Exigirle a un modelo de este tipo que sea más considerado es iluso y utópico. Así es el capitalismo en su aspecto más esencial:

El capitalismo contemporáneo generaliza la guerra contra los vivientes, pero lo hace desde el principio de su historia porque son objeto de su explotación y para explotarlos debe someterlos. La vida de los humanos [...] debe someterse a la lógica contable que organiza la salud pública y decide quién vive y quién muere. La vida de los no humanos está en las mismas condiciones porque la acumulación de capital es infinita y si lo viviente, con su finitud, constituye un límite a su expansión, el capital se enfrenta a él como todos los demás límites que encuentra, superándolos. Esta superación implica necesariamente la extinción de todas las especies. [...] A los oligopolios les importa un bledo [...] todas las conferencias sobre el cambio climático, la ecología, Gaia, el clima, el planeta. El mundo solo existe a corto plazo, el tiempo para hacer que el capital invertido dé frutos. Cualquier otra concepción del tiempo es completamente ajena a ellos (Lazzarato, 2020, p. 104).

Toda la vida está subordinada a los vaivenes del capital. En estas circunstancias de crisis cabe preguntarse de modo enfático si vale la pena colocar lo económico por encima de lo vital. Pero es mejor recordar los hechos de la historia.

Las tres grandes pandemias del siglo XX (la gripe española de 1918, la gripe asiática de 1957 y la gripe de Hong Kong de 1968 [Ministerio de Salud, 2009, p. 2]) se han originado en traspasos de enfermedades de animales a seres humanos.

El hombre, al desforestar y destruir el planeta, al expandir la industria y la ciudad, ha provocado que los animales salvajes entren en contacto con él y esto ha desembocado en riesgo de zoonosis8. Así pues, lo mismo que produce cambio climático también produce pandemias (Martins, 2020). Por ello, ya es hora de que se deje de lado lo meramente económico.

No todo es dinero. No solo se trata de medir el progreso de un país por su cantidad de riqueza producida. Hay que tener una visión integral. Ya es momento de considerar que hay otros aspectos del ser humano y de la vida, en general, que también son valiosos y esenciales. La historia, la tradición y la manera de relacionarnos con el otro constituye parte de la riqueza de la humanidad:

La riqueza de una sociedad no es solo su materialidad económica, los bienes transables, lo que puede mencionarse en un acta testamentaria o ser sujeto a las leyes de la propiedad. También hay otra riqueza: el lenguaje compartido, la ciencia, el saber, el arte, la construcción de enunciados y modos de actuar en relación con otros. Si expurgamos de eso a las naciones [...] ellas serían meros enclaves económicos y hechos criminales: guerras de fronteras y valorización mercantil de los territorios. Pero son algo más, y en ese algo más nos reconocemos: heredamos y preservamos (López, 2020, p. 72).

Si fuera solo por el capitalismo, las naciones tendrían que verse mutuamente como enemigos y jamás confiar enteramente en los demás. Así, es notable que el capitalismo se ha vuelto el centro de todas las críticas. Ni siquiera su política económica se ha salvado. A tal punto que, según Scott Shapiro (en un tuit del 6 de marzo de 2020), no hay libertarios en una pandemia. Es decir, a la hora de la verdad, cuando las papas queman, todos se vuelven keynesianos y tienden a aceptar cierta intervención del Estado en asuntos comerciales y económicos.

Y no hay que caer en la mentira de creer que se trata de un "comunavirus", término usado por el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil Ernesto Araújo (Nejamkis, 2020). Lo que sucede es que todo lo que no gusta a un grupo conservador puede parecerle "comunismo" a sus ojos.

Esta estrategia tipo "hombre de paja" o "espantapájaros" es bien conocida. Así fue con el matrimonio interracial e inclusive con el sistema métrico decimal (Basu, 2015). Es que cuando uno está en la extrema derecha todo le puede parecer que se ubica a su izquierda.

Frente a esto, no cabe desear volver a la normalidad, sino más bien rehacer una nueva sociedad que no se concentre única y exclusivamente en la producción:

No volvamos a la normalidad porque la normalidad es el problema, es una frase que invita a pensar el lugar de cada uno de nosotros en esa cotidianeidad que funciona como velo, que opaca. Justamente porque el mandato del sistema es que en la producción se encuentra la ganancia (Méndez, 2020, p. 250).

La sociedad del futuro debería ser una que prometa una vida digna libre de individualismo, codicia y explotación. Finalmente, es necesario indicar una cuestión económica adicional e importante. Como se ha planteado, los Estados han tenido que intervenir en la economía dando bonos y estímulos económicos para evitar el impacto negativo de la cuarentena, pues el riesgo de una profunda aunque corta recesión es patente.

Y como "ya no se trata de salvar a los bancos, sino de salvar a las empresas" (Lazzarato, 2020, p. 102), en el foco de atención se han ubicado a las empresas y sus inversiones. Aunque, por otro lado, está la población de trabajadores que al quedarse sin empleo preferirá salir a obtener dinero en alguna forma, pues no recibe el suficiente apoyo del gobierno.

En este punto hay un dilema algo complejo. Si el Estado interviene, ¿a quién debe priorizar? ¿A los empresarios y dueños de grandes negocios o a la vulnerable y desempleada población? El asunto está en que el Estado debe intervenir para ayudar a quien pueda producir riqueza para agilizar la economía. Pero falta definir (o decidir) quién es el responsable de producir esa riqueza esencial. En lo que sigue, discutiremos la relación entre valores económicos y valores vitales.

Valores económicos versus valores vitales

Cuando un país incrementa su número de infectados, su gobierno tiene que tomar una decisión con respecto a la libre circulación de personas. Pero más restricciones y limitaciones de libertades implicarán mayor costo económico a corto plazo y si la economía colapsa tampoco se podrán salvar vidas.

Sin embargo, menos restricciones implicarán más muertes y eso será peor a largo plazo, porque no habrá personas con las cuales poder trabajar a fin de que el país se recupere económicamente. Por ende, no es una opción evidente el que se deba sacrificar vidas para salvar la economía.

Pero los gobiernos, que siempre buscan el voto del pueblo con promesas tales como una vida más digna para todos, parecen preocuparse más por la economía que por la salud de la gente:

A los ancianos se les está dejando ahogarse en casa para que no entren en las estadísticas del ministerio u obstaculicen en los hospitales, sin duda. Pero dejar que una gran compañía muera les provoca un nudo en la garganta. Corren a sus cabeceras. Ciertamente, la gente perece en todas partes por problemas de insuficiencia respiratoria, pero no hay que dejar que la economía se quede sin oxígeno (anónimo, 2020, p. 32).

El conflicto vida-economía es evidente. Creer que los muertos justifican el crecimiento económico representa un cinismo inhumano. Es incorrecto pensar que está bien que un abuelo se muera, si con ello la economía crece.

Así, hay varios indicios de que se busca beneficiar a la economía en desmedro de estrategias para ayudar a la gente a vivir dignamente. Toda decisión política apunta a mantener la circulación económica y, al mismo tiempo, restringir las libertades más elementales de la población:

¿Cómo es que las mascarillas, las ambulancias, las camas, los cuidadores, las pruebas y los remedios sean tan escasos? ¿Por qué estas medidas tan tardías y estos repentinos cambios de doctrina? ¿Por qué estos mandatos tan contradictorios: confinarse, pero ir a trabajar, cerrar mercados, pero no grandes comercios, parar la circulación del virus, pero no las mercancías que lo transportan? ¿Por qué obstruir tan grotescamente la administración de pruebas masivas o de un medicamento que es obviamente efectivo y barato? ¿Por qué la elección del confinamiento general en lugar de la detección de sujetos enfermos? La respuesta es simple y uniforme: it's the economy, stupid! (anónimo, 2020, p. 33).

Si se sigue con estas medidas, la vuelta a la normalidad nos preparará para aceptar un capitalismo salvaje que abuse sin límites de la clase trabajadora. Es decir, si se resuelve todo este problema, se arribará a una nueva forma de capitalismo en la que la clase dominante estará en una posición de ventaja para negociar con la próxima clase dominada.

Esto solo alimentará el antagonismo y hará posible que una nueva sociedad pueda surgir, lo cual ocasionará que colapse todo el actual sistema vigente:

Así que aquí estamos en la encrucijada: o salvamos la economía, o nos salvamos a nosotros mismos; o salimos de la economía, o nos dejamos alistar en el "gran ejército de la sombra" de los presacrificados; la misma retórica de la época de 1914-1918 no deja absolutamente ninguna duda sobre este punto. Es la economía o la vida. Y como estamos tratando con una religión, estamos tratando con un cisma. Los estados de emergencia decretados en todas partes, la extensión infinita de medidas policiales y de control de la población ya en vigor, la eliminación de todos los límites de la explotación, la decisión soberana de a quién se deja vivir y a quién se deja morir, la apología desinhibida de la gubernamentalidad china, no apuntan ahora a "la salvación del pueblo", sino a preparar el terreno para una sangrienta "vuelta a la normalidad", o más bien a la instauración de una normalidad aún más anómica que la que prevalecía en el mundo anterior (Anónimo, 2020, p. 35).

El gobierno de la muerte, la necropolítica, es la que está asomando tras toda la estadística vigilante de nuestro entorno. Si bien el discurso público de los políticos se basa en que se trata de considerar la vida como un valor irremplazable, sin embargo, otras podrían ser las motivaciones que nos ocultan:

La realidad previa a esta crisis no se retirará mansamente por una microscópica partícula que coloniza las células de otros organismos para reproducirse, aunque los muertos se cuenten por cientos de miles. El mejor ejemplo de esto son las declaraciones de Dan Patrick, vicegobernador de Texas, quien declaró que había que "sacrificar vidas para salvar la economía" [...]. Lo ilustrativo de estas declaraciones de Dan Patrick es que muestran brutalmente de qué se trata en el fondo y en esencia un proyecto político profundo como el capitalismo. [...] Para contestar y derrotar a ese proyecto no bastará esgrimir liberalismos sacralizadores de derechos individuales, no alcanzará con ínfimas regulaciones socialdemócratas o apelaciones románticas a la solidaridad de los ricos. Para que esto cambie y podamos superar la crisis sanitaria como transición a una mejor sociedad son necesarias reformas cabales para articular otro proyecto político. Uno que subordine el capital a fines humanos, organizando a la comunidad en una discursividad que dé un significado a la vida, diferente al del mercado y, por lo tanto, dé un sentido distinto también a la muerte (Seleme, 2020, p. 85).

Sin embargo, ni la biopolítica ni la necropolítica parecen los más evidentes criterios considerados para aplicar las medidas tomadas. En realidad, se sigue la misma lógica de la producción de mercancías:

Los sectores de la "salud" no se rigen por la lógica biopolítica de "cuidar a la población" ni por la igualmente genérica "necropolítica". Son comandados por precisos, meticulosos, omnipresentes, racionales en su locura, violentos en su ejecución, dispositivos de producción de beneficios y rentas (Lazzarato, 2020, p. 99).

Esta es una cuestión relevante. Si bien se intenta salvar a la gente del coronavirus, ¿por qué no se hace lo propio con otras enfermedades que son, sin embargo, curables con la medicina actual? Tal vez porque son enfermedades de pobres y no de todo el conjunto social.

Esto hace pensar que, en realidad, hay un doble discurso de parte de los gobernantes que dicen cuidar la salud, pero al mismo tiempo encubren la patente indiferencia del gobierno ante esa misma salud de un sector sin mayor respaldo económico:

Pero la mayoría de los gobiernos se escindieron entre los que minimizaron el asunto [...] y los que entraron literalmente en pánico. Aunque no mecánicamente, estas actitudes tendieron a corresponder con el perfil ideológico dentro del capitalismo. Conservadores y neoliberales, que son los duros entre los duros dentro de nuestros amos, en general no perdieron la calma: ¡qué les va a asustar a ellos unos miles de muertos! Los socialdemócratas y los progresistas, como siempre, tuvieron menos temple; y la excusa perfecta: "nosotros defendemos la salud pública, no como esos neoliberales a los que solo les importan las ganancias". Pero esta mirada puramente ideológica es falsa: ¿por qué no hay alarma social, movilización de todos los recursos del Estado para acabar con enfermedades mucho más mortales que el COVID-19 y para las que ya tenemos la vacuna o su equivalente? El dengue, el sarampión, la diarrea [...], incluso la gripe [...] causan más muertos en nuestro país que los que podría llegar a causar el COVID-19 [...] ante la impavidez de quienes ahora se rasgan las vestiduras en defensa de la salud pública. [...] La malaria se cobra un millón de muertes al año; la diarrea, casi dos millones; la tuberculosis, al menos un millón y medio. Son todas enfermedades curables, incluso fácilmente curables. Y sus víctimas son mayoritariamente niños y niñas. ¿Por qué no se movilizan todos los recursos sociales contra ellas? Todos los años mueren más de seis millones de menores de 15 años, la mayor parte por afecciones vinculadas a la desnutrición. Con estas cifras sobre la mesa: ¿cómo quedan los menos de 50 000 decesos producidos hasta ahora por el COVID-19? [...] El mapa de las enfermedades más mortales a escala planetaria muestra una monótona regularidad: las víctimas son abrumadores niños, niñas y jóvenes de clase baja de países periféricos. El COVID-19, extrañamente, ha seguido otra pauta, que se revertirá con toda probabilidad en unos meses, cuando esté disponible la vacuna para quienes la puedan pagar (Petruccelli, 2020, pp. 126-127).

La frialdad con la que se trata a las personas, sobre todo a los ancianos, es muy lamentable. Esto sucede toda vez que solo se aprecia como mero recurso a las personas en vez de verlas como las vidas únicas que son. La aplicación de una eugenesia encubierta y velada parece más que evidente:

Leemos con naturalidad noticias que dicen que en Italia a falta de insumos los médicos optan por dejar morir a los viejos frente a pacientes más jóvenes. En Bélgica recomiendan a las familias que ante síntomas de coronavirus en ancianos no los lleven a las clínicas y que mueran en sus casas; lo mismo recomiendan a los familiares de pacientes psiquiátricos. En Francia reconocieron que, en los cientos de miles de residencias de todo el país, los ancianos no reciben atención y no están siendo contabilizadas sus muertes. Eugenesia pura y dura, aberrante, inadmisible (Pasquinelli, 2020, p. 180).

Lo cierto es que, como señala Piketty, este es un buen momento para cambiar la situación de la salud a nivel planetario, a fin de reducir la desigualdad social en el mundo contemporáneo:

Esta crisis también es una oportunidad para considerar una provisión mínima de salud pública y educación para todos los habitantes del mundo, financiada como un derecho universal para todos los países con una parte de los ingresos fiscales pagados por los actores económicos más ricos del mundo: las principales empresas y hogares con altos ingresos y riqueza personal. Después de todo, esta riqueza se basa en un sistema económico mundial (y, por cierto, en varios siglos de explotación despiadada de los recursos humanos y naturales del planeta). Por lo tanto, exige una regulación a nivel mundial para garantizar su sostenibilidad social y ecológica (Piketty, 2020, párr. 8).

Es importante recalcar que la covid-19 no es una enfermedad de ricos, pues los pobres sufren más las consecuencias de esta pandemia al no tener recursos suficientes. Para hacerle frente a esta crisis haría falta una cobertura universal de salud, pero la mayoría de países han abandonado el sector salud en manos de la empresa privada.

Esto significa que quienes deseen tener una buena atención médica deberán pagar para acceder a ella. Es decir, se ha naturalizado la desigualdad en el ámbito sanitario. Habrá que esperar para ver si el cambio del que habla Piketty no solo se da en la salud, sino también en otros aspectos más fundamentales de la vida en la actualidad. Enseguida, consideramos la cuestión del consumo en la situación de pandemia. Es menester, pues, criticar este imperativo consumista, si se quiere una nueva y mejor sociedad.

Riesgos del consumismo

Hay que reconocer que el modelo que incentiva el consumo está haciendo añicos una saludable tabla de valores. La natural preferencia por la vida se ha visto eclipsada por el ansia de obtener únicamente ganancias:

Las grandes farmacéuticas [Big Pharma] corporativistas tienen poco o ningún interés en investigaciones sin ánimo de lucro en enfermedades infecciosas [...]. Las grandes farmacéuticas rara vez invierten en prevención. Tienen poco interés en invertir a fin de estar preparados para una crisis de salud pública. Les encanta proyectar curas. Cuanto más enfermos estemos, más dinero ganan. La prevención no contribuye al valor para los accionistas. El modelo de negocio aplicado a la provisión de salud pública eliminaba el superávit que se ocupaba de las capacidades que harían falta en una emergencia. La prevención ni siquiera era un área de trabajo lo bastante tentadora para justificar formas de asociación público-privado. [...] Si quisiera ponerme antropomórfico y metafórico en esto, yo concluiría que el COVID-19 constituye una venganza de la naturaleza por más de 40 años de grosero y abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado extractivismo neoliberal (Harvey, 2020, pp. 87-88).

Cuando en el campo de la salud el lucro se toma como prioridad, la deshumanización se hace evidente. Así, la economía centrada en el consumo tendrá que ser sustituida por una economía centrada en la supervivencia. Y esta, en parte, podría ser estimulada desde el Estado mediante constantes subsidios de productos vitales para el consumo de la población.

Así, la salida más viable a la crisis del consumismo es una política socialista que, aplicada a los consumidores, incentive el flujo de bienes y servicios en el circuito de la economía.

Buena parte del modelo innovador de consumismo capitalista resulta inservible en las actuales condiciones. [...] Pero las economías capitalistas están movidas por el consumismo en un 70% o incluso un 80%. [...] Esta fuente de energía económica no se ha visto sometida a desenfrenadas fluctuaciones [...]. Pero el COVID-19 no está respaldando una desenfrenada fluctuación sino un todopoderoso derrumbe en el corazón de la forma de consumismo que domina en los países más opulentos. La forma en espiral de infinita acumulación de capital está desmoronándose hacia dentro de una parte del mundo a cualquier otra. La única cosa que puede salvarlo es un consumismo masivo financiado e inducido por los gobiernos conjurado de la nada. Esto exigirá la socialización del conjunto de la economía de los Estados Unidos, por ejemplo, pero sin llamarlo socialismo (Harvey, 2020, pp. 91-92).

El consumo ha pasado de ser un estímulo a ser una atadura condicional y limitante en la economía vigente. El consumo no solo estimula la producción, sino que, en este contexto, también la limita y la condiciona e incluso la imposibilita (si se asume una posición extrema). De ahí que para mantener el consumo se tenga que socializar varios aspectos de la vida humana.

Sin embargo, no solo hay una crisis económica. También hay una crisis en el ámbito de la justicia, pues la gente está en la situación de verse obligada a trabajar para sobrevivir, pero arriesgándose a contraer el indeseable virus que lo puede matar:

el avance del COVID-19 exhibe todas las características de una pandemia de clase, género y raza. Si bien los esfuerzos de mitigación se encubren con la retórica de que "estamos todos juntos en esto", la práctica, sobre todo de los gobiernos nacionales, sugiere motivaciones más siniestras. La clase trabajadora contemporánea en los Estados Unidos [...] se enfrenta al desagradable dilema de contaminarse en nombre de los cuidados y mantener los puntos claves de abastecimiento [...] abiertos o el desempleo sin prestaciones (Harvey, 2020, p. 93).

El siguiente es un ejemplo trágicamente común. Una empleada del hogar que atiende en una casa de una familia pudiente (en la que podría haber asintomáticos) se verá arriesgada a contaminarse con el virus y posiblemente morirá en un hospital estatal, mientras que su empleadora, debido a sus posibilidades económicas, podrá salvarse en caso de entrar en una situación de gravedad, pues puede pagar una costosa clínica.

Esto es injusto, ya que la empleada, por un lado, depende de ese trabajo para poder consumir y, a la vez, debe pensar en cuidar su salud, porque el seguro social al que puede acceder está ya saturado de gente enferma y la misma calle está llena de asintomáticos.

Un detalle ecologista. Es innegable que, al dejar de lado por un momento el consumismo, quien ha salido ganando es la naturaleza. Es posible pensar que la humanidad, al darse cuenta de cómo sin su presencia el medioambiente mejora, reflexione sobre lo que implica la vida, los animales, el aire y todo el bienestar ecológico:

En la medida en que el consumismo contemporáneo se estaba volviendo excesivo, estaba bordeando lo que describía Marx como "sobreconsumo y consumo demencial, lo que significa, a su vez, [bordear] lo monstruoso y lo estrambótico, la ruina" de todo el sistema. Lo temerario de este sobreconsumo ha desempeñado un papel de primera importancia en la degradación ambiental. La cancelación de vuelos de líneas aéreas y las radicales restricciones al transporte y el movimiento han tenido consecuencias positivas en relación [con] las emisiones de gases de invernadero [...]. En la medida en que se frene ese gusto por esos excesos consumistas temerarios e insensatos, podría haber algunos beneficios a largo plazo (Harvey, 2020, pp. 94-95).

La naturaleza, que siempre es sabia, ha tomado su lugar en cuanto el hombre ha tenido que ponerse a buen recaudo. Quizá esta sea una de las pocas cosas positivas de esta crisis.

Sin embargo, una última reflexión asoma: ¿cómo ha sido posible que la economía haya tambaleado en el momento en el que la población se ha visto empujada a consumir lo única y estrictamente necesario para vivir? ¿Será que la actual economía de nuestra sociedad es principalmente motivada por un consumo de lo superfluo?

Comprendiendo esta situación

Resumiremos lo anterior. Mediante sus instituciones el gobierno controla nuestra actividad cotidiana, desde salir a comprar hasta sacar a pasear a la mascota. Nuestra vida se ha vuelto parte de un plan superior y generalizado para salvaguardar la salud de todos. Al menos eso se dice como justificación.

En ese sentido, el autoritarismo está ahí como posibilidad de cualquier gobierno que busque conseguir resultados concretos. Si ya se cuenta con el apoyo militar y, además, el miedo de la población es patente, el gobernante podría asumir una posición de mando mucho más impositiva. Este asunto todavía es una cuestión sin resolver.

En esta crisis, el capitalismo ha lucido sus peores cartas de presentación. La economía basada en la producción que busca aumentar ganancias no parece ser la mejor opción en términos sociales. El capitalismo ha descuidado su aspecto sanitario. Se ha notado que no tiene una clara agenda cuando se trata de mantener viva (y en condiciones dignas) a la humanidad.

La idea está en cuestionar la economía basada en el consumidor. Se debe virar la economía hacia las necesidades vitales y dejar de lado las que son irrelevantes. Esto significa que nuestra economía siempre estuvo dirigida hacia el consumo de bienes y servicios innecesarios y superfluos. Es por ello que ahora ante el consumo de solo lo necesario la economía está colapsando.

En este momento, se trata de dejar de lado el consumismo para considerar la vida como un valor más relevante y decisivo. Lo que se busca es no dejar de lado a ningún ser humano que haya impactado positivamente al mundo. Es más, se debería estar agradecido con los que se han sacrificado:

La pandemia nos recuerda a diario la contribución al bien común de unos trabajadores que reciben un sueldo modesto pero que, en cambio, realizan tareas esenciales, a menudo a riesgo de su propia salud. No estoy pensando solo en los médicos y las enfermeras que reciben los bien merecidos aplausos, sino también en los empleados y los cajeros de los supermercados, los repartidores, los camioneros, los almacenistas, los policías y los bomberos, los agricultores y los cuidadores a domicilio (Sandel, 2020, párr. 7).

La misma idea la expresa Marx cuando afirmaba que "[l]a desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas" (1980, p. 105). Aplicada a la actualidad, podría significar que esas mismas condiciones que hacen posible que la gente valore más un smarphone también posibilitan que no se aprecie con la misma intensidad a los trabajadores más necesarios en nuestro entorno.

Finalmente, expresaremos nuestra propia posición. Nosotros, toda la humanidad, debemos asumir globalmente la responsabilidad por una tragedia que pudo haberse evitado. Tanto los que soportaron décadas de abuso de los grupos de poder a cambio de las migajas a las que llaman sueldo, como aquellos que han querido dirigir a la sociedad por el sendero de una utópica producción ilimitada; todos ellos son los responsables. Pero no se trata de buscar culpables. Se trata de aprender de nuestros errores. El desastre de la pandemia era una posibilidad remota. Nadie se la esperaba. Esa podría ser nuestra excusa. Pero una vez pasada la tormenta del comienzo de la tragedia, ¿hemos cambiado? ¿Se ha aprendido a ser una mejor humanidad?

El hallazgo de una vacuna podría reposicionar al ser humano de nuevo en el mundo. Pero la carrera por ver qué país la halla primero parece reflejar ese mismo interés particular que nos llevó al desastre. Es muy decepcionante que los países no trabajen en conjunto para resolver el tema de la vacuna (Lomonaco, 2020).

Lo que queda es luchar por recuperar nuestras libertades básicas. Para ello debemos ser precavidos con esta enfermedad y tomar medidas al respecto. Sin embargo, también es importante no permitir que los autoritarismos se enquisten en el poder y, además, exigir a los gobiernos que inviertan más en educación y ciencia. No es justo que tengamos que poner una balanza, por un lado, las libertades civiles y, por otro lado, la efectividad sistemática. Las libertades son innegociables y el rendimiento económico solo era efectivo mientras no se supiera de crisis tales como las pandemias. Hay que buscar la integridad humana hasta donde sea posible.

Hay que dejar de pensar en que el crecimiento económico solo implica movimientos macroeconómicos a gran escala. Es tiempo de que la economía esté en armonía con la salud, la educación y el crecimiento humanos. Recordemos el planteamiento de Marx (1980). El trabajo, en tanto esencia del hombre, le debería reportar beneplácito y satisfacción. Sin embargo, la enajenación por la cual el hombre en el trabajo no se siente dueño ni de sí mismo ni de lo que produce lo ha perjudicado tanto que la exigencia de un nuevo orden de cosas debe ser la actual bandera. Solo así surgirá una nueva sociedad libre de codicia, esa misma codicia que hizo que unos pocos accedieran a una cama UCI, a un servicio de salud digno y a una banca privilegiada. Basta de especular con la medicina y, en general, con cualquier producto de primera necesidad. Ya es momento de cambiar de verdad. Nuestra meta deberá llevarnos a un mundo en el que el consumismo inhumano y desquiciante ya no exista jamás.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Agamben, G., Žižek, S., Nancy, J., Berardi, F., López, S., Butler, J., y Preciado, P. (2020). Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. Buenos Aires: Aspo. [ Links ]

Agencia AP. (3 de mayo de 2020). Informe: China ocultó gravedad de virus para acaparar equipo. Gestión. Recuperado de https://gestion.pe/mundo/internacional/informe-china-oculto-gravedad-de-virus-para-acapararequipo-noticia/. [ Links ]

Aguilar, Y., Riechmann, J., Coccia, E., Berardi, F. Bolton, R. Roy, A., y Klein, N. (2020). Capitalismo y pandemia. Recuperado de https://bit.ly/3fOsJTU. [ Links ]

Anónimo. (2020). La economía o la vida. En Y. Aguilar et al., Capitalismo y pandemia (pp. 32-37). Recuperado de https://bit.ly/3fOsJTU. [ Links ]

Basu, M. (3 de agosto de 2015). ¿Por qué se opone Estados Unidos al sistema métrico? CNN. Recuperado de https://cnnespanol.cnn.com/2015/08/03/por-que-se-opone-estados-unidos-al-sistema-metrico/. [ Links ]

Buheji, M., Cunha, K., Beka, G., Mavrić, B., de Souza, Y., Silva, S., Hanafi, M., Yein, T. (2020). The extent of COVID-19 pandemic socio-economic impact on global poverty. A global integrative multidisciplinary review. American Journal of Economics, 10(4), pp. 213-224 [ Links ]

Cancela, D. (20 de abril de 2015). ¿Por qué China tiene tanto miedo a la prensa libre? ABC. Recuperado de https://www.abc.es/internacional/20150418/abcp-china-teme-prensa-20150417.html. [ Links ]

Della Coleta, R. (7 de enero de 2019). Olavo de Carvalho, el 'filósofo' de Bolsonaro. El País. Recuperado de https://elpais.com/internacional/2019/01/07/actualidad/1546859460_629172.html. [ Links ]

DW. (8 de junio de 2020). El COVID-19 golpea más fuerte según la clase social y el grupo étnico al que pertenezcas [archivo de video]. Recuperado de https://www.dw.com/es/el-covid-19-golpea-m%C3%A1s-fuerteseg%C3%BAn-la-clase-social-y-el-grupo-%C3%A9tnico-al-que-pertenezcas/av-53737545. [ Links ]

Han, B. Ch. (22 de marzo de 2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. El País . Recuperado de https://bit.ly/34gSjwa. [ Links ]

Harvey, D. (2020). Política anticapitalista en tiempo de COVID-19. En G. Agamben et al., Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 79-96). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Klein, N. (2020). La crisis del coronavirus es una oportunidad para construir otro modelo económico. En Y. Aguilar et al., Capitalismo y pandemia (pp. 113-118). Recuperado de https://bit.ly/3fOsJTU. [ Links ]

Lazzarato, M. (2020). ¡Es el capitalismo, estúpido! En Y. Aguilar et al., Capitalismo y pandemia (pp. 91-112). Recuperado de https://bit.ly/3fOsJTU. [ Links ]

Lomonaco, A. (20 de agosto de 2020). Covid, Oms: Debemos prevenir el nacionalismo de la vacuna. Vaticannews. Recuperado de https://www.vaticannews.va/es/mundo/news/2020-08/coronavirus-oms-solidaridahumanidad-audiencia-general.html. [ Links ]

López, M. (2020). La vida en cuestión. En M. Svampa et al., La fiebre. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 69-78). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Maristella, S., Cragnolini, M., Ribeiro, S., Aizen, M., López, M., Rodriguez, E., y Agamben, G. (2020). La fiebre. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias . Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Martins, A. (21 de julio del 2020). El mundo está tratando los síntomas de la pandemia de covid-19, pero no las causas. BBC. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-53435056Links ]

Marx, K. (1980). Manuscritos. Economía y filosofía. Madrid: Alianza Editorial. [ Links ]

Masdeu, J. (27 de marzo de 2020). Rastreados por el móvil para frenar al coronavirus. La Vanguardia. Recuperado de https://bit.ly/2UP70Dd. [ Links ]

Méndez, L. (2020). No volvamos a la normalidad porque en la normalidad está el problema. En M. Svampa et al., La fiebre. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 243-252). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Ministerio de Salud. (2009). Plan nacional de respuesta frente a la pandemia de influenza. Lima: Sinco Editores. [ Links ]

Morris, C., y Reuben, A. (25 de abril de 2020). Coronavirus: ¿por qué son difíciles las comparaciones de datos entre países? BBC . Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-52406152. [ Links ]

Nejamkis, G. (2020). Coronavirus en Brasil: el canciller denuncia el uso del virus para implantar el comunismo. Clarín. Recuperado de https://bit.ly/2YR2zbY. [ Links ]

Pasquinelli, L. (2020). Lo local es político. En M. Svampa et al., La fiebre. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 169-186). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Petruccelli, A. (2020). La política del terror. En M. Svampa et al.., La fiebre. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 119-130). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Piketty, T. (14 de abril de 2020). Avoiding the worst. [Mensaje en un blog]. Recuperado de https://bit.ly/31ar3jl. [ Links ]

Popper, K. (2017). La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidós. [ Links ]

Preciado, P. (2020). Aprendiendo del virus. En G. Agamben et al., Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 163-185). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Sandel, M. (4 de mayo de 2020). Hacia una política del bien común. El País . Recuperado de https://bit.ly/37E365f. [ Links ]

Seibt, S. (9 de abril de 2020). Cómo el coronavirus se convirtió en un asunto de clases en América Latina. France24. Recuperado de https://www.france24.com/es/20200408-coronavirus-latinoamerica-lucha-clases-desigualdad-cuarentena. [ Links ]

Seleme, F. (2020). Combatiendo al virus y al capital. En Y. Aguilar et al., Capitalismo y pandemia (pp. 83-86). Recuperado de https://bit.ly/3fOsJTU. [ Links ]

Sen, A. (1999). Ningún país democrático permite el hambre. El País . Recuperado de https://bit.ly/2YNPjov. [ Links ]

Shapiro, S. [@scottjshapiro] (6 de marzo de 2020). There are no libertarians in a pandemic. [Tweet] Twitter. Recuperado de https://bit.ly/3eeGDOB. [ Links ]

Vergara, A. (8 de junio del 2020). Los líderes del pensamiento mágico. The New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2020/06/08/espanol/opinion/trump-bolsonaro-antirracionalismo.html. [ Links ]

Yáñez, G. (2020). Fragilidad y tiranía (humana) en tiempos de pandemia. En G. Agamben et al., Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 139-144). Buenos Aires: Aspo . [ Links ]

Fuente de financiamiento: Autofinanciado.

Citar como: Mora, R. (2021). Pandemia global, crisis económica y política. Desde el Sur, 13(1), e0007.

1Rafael Félix Mora Ramirez es doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tiene especial interés en el área de la cultura, la lógica, la epistemología y la filosofía analítica. Es autor de los libros El valor de la lógica. Ensayo apologético (2019), Quechua: problema y posibilidad (2020) y Para comprender a las falacias (2020).

2La herramienta más poderosa en una guerra es el manejo de la información. Quien pueda controlar la información podrá adelantarse al enemigo para poder así ganarle. Ahora bien, lo particular de esta guerra contra la covid-19 es que se trata de enfrentar, al mismo tiempo, al virus, a los otros países que podrían aprovechar la situación de vulnerabilidad y a la opinión pública (sobre todo a la oposición) frente a la cual el gobierno siempre buscará mostrarse triunfante y efectivo. Así pues, para alejar a posibles enemigos externos oportunistas y desacreditar a oposiciones locales indeseables, el gobierno buscará controlar los medios de información (la verdad) para forjarse una imagen de fortaleza y éxito.

3Se podría hacer una distinción entre el control de los medios que se puede ejercer desde el gobierno del que pueden ejercer los monopolios corporativos. Pero si bien tanto los actores políticos como las motivaciones específicas son distintos, la víctima es la misma: la opinión pública. Y aunque tuviesen agendas diferentes, tanto uno como otro, buscan manipular al ciudadano para mantener cautivo su pensamiento crítico.

4El fijismo es una doctrina que considera que los seres vivos comenzaron a existir por un acto de creación divina y, por ende, no han cambiado corporalmente y se mantienen fijos desde que fueron creados.

5Sin embargo, no siempre las políticas de los gobiernos han buscado proteger la vida de todos los miembros de la sociedad. Así pues, los hechos muestran que la economía sí podría mejorar si se piensa en dejar de lado la seguridad sanitaria. Por supuesto que esto prueba que la desigualdad en el terreno social proviene del poder político de los que cuentan con mayor concentración de la riqueza.

6Si bien es cierto que el pánico inicial de algunos países europeos ha descendido drásticamente y la población ha vuelto a sus actividades dentro de la llamada "nueva normalidad", el grito de "pandemia a la vista" podría ser una estrategia futura de parte de los grupos de poder para anclar políticas que limiten el libre ejercicio de la ciudadanía. Hay que estar atentos y vigilantes.

7Resulta interesante notar la existencia de posibles "democracias autoritarias" en Asia. Dejando de lado casos como China, Vietnam y Singapur, Japón y Corea del Sur, han asumido posiciones autoritarias sin que ello signifique que hayan dejado de ser considerados países democráticos. Han (2020) considera que esto se podría explicar por el confucianismo adoptado por esos gobiernos en sus sistemas educativos. El confucianismo implica un respeto enorme hacia el Estado y sus leyes jurídicas, lo cual podría explicar cierta tolerancia hacia los autoritarismos por parte de la población.

8La zoonosis es aquella enfermedad que ha pasado de animales a seres humanos.

Recibido: 01 de Diciembre de 2020; Aprobado: 26 de Abril de 2021

Contribución de autoría:

Rafael Félix Mora Ramirez ha participado en la elaboración, la compilación de datos, la redacción y el consentimiento de la versión final del presente artículo.

Potenciales conflictos de interés:

Ninguno.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons