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Desde el Sur

Print version ISSN 2076-2674On-line version ISSN 2415-0959

Desde el Sur vol.13 no.3 Lima Sept./Dec 2021  Epub Dec 31, 2021

http://dx.doi.org/10.21142/des-1303-2021-0036 

Reseñas

Validez científica del materialismo histórico de Carlos Tovar Samanez

Richard Antonio Orozco Contreras1* 
http://orcid.org/0000-0001-9655-1322

* Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, Perú. richard.orozco@unmsm.edu.pe.

Carlos Tovar es un reconocido caricaturista político que poco a poco se está ganando también el reconocimiento como un especialista en el marxismo. Sus entregas anteriores fueron Habla el viejo. Conversaciones con el fantasma de Carlos Marx (2011), Manifiesto del siglo XXI (2006) y El socialismo en cuatro horas (2014). Tal especialización es sumamente contracorriente en un país que no ha logrado distinguir bien entre terrorismo y marxismo, o también entre tanta gente que se atreve a evaluar el marxismo sin haber leído siquiera alguna página del insigne pensador alemán. En ese contexto, es todo un desafío pretender defender el marxismo. Mas el desafío es aún mayor, pues las objeciones al marxismo, y ya no hablo de las ligerezas de la prensa o de los políticos, sino de reconocidos representantes de la cultura occidental, han argumentado, con datos empíricos en mano, que el marxismo ha sido falseado. Desde las críticas de Popper (1972) hasta la célebre defensa de Fukuyama sobre El fin de la historia y el último hombre (1992), el marxismo, y, más específicamente, su centro científico, es decir, el materialismo histórico, ha sido puesto en entredicho. En ese ambiente un poco hostil a la recepción de Marx, aparece este libro que aquí reseño con la audaz intención de querer defender la cientificidad de ese tan discutido materialismo histórico.

Tengo la impresión de que, en los ambientes de epistemología, hay poco interés en participar en una discusión sobre la cientificidad del materialismo histórico. Eso de ninguna manera significa que el marxismo o el materialismo histórico no sean valiosos. Salvo para la ignorancia supina de algunos políticos y periodistas, el marxismo es indiscutiblemente una filosofía sugerente y enriquecedora, capaz de provocar proyectos de investigación muy fructíferos o capaz de promover reconstrucciones finas de la realidad. Son numerosos los filósofos que sobre las herramientas conceptuales del marxismo han logrado desarrollar ideas muy esclarecedoras y fecundas. Entre ellos contamos a Sartre, Althusser, Marcuse, Gramsci, Laclau, Morin, Habermas, etc. Y en esa fecundidad del marxismo, se debe tomar en cuenta a la dialéctica, al materialismo histórico y a sus ideas económicas. Como dice el libro de Carlos Tovar,

Si, como pretende Marx, podemos desentrañar las regularidades y los mecanismos que anidan en los acontecimientos sociales, de la misma manera en que conocemos los comportamientos del fuego, del agua, etc., entonces seremos igualmente capaces de convertirnos en dueños de la historia humana, es decir, de nuestra propia historia. Dejaremos de ser objetos movidos por causas desconocidas y seremos, por primera vez, sujetos de nuestro destino. En otras palabras, habremos conquistado nuestra libertad (p. 78).

El valor del marxismo como filosofía no me parece en discusión. En la medida en que este promueve una mayor consciencia sobre los determinantes de nuestra vida social, el marxismo, en tanto filosofía, es liberador. No obstante, la pretensión de reclamar un carácter científico para el materialismo histórico sí puede ser discutible; o, por lo menos, puede reclamar poco interés entre los epistemólogos en el presente. La razón de mis dudas es que yo creo que el problema de fondo es que el denominado problema de la demarcación es un problema que ha perdido interés en la epistemología actual. El libro de Tovar reconoce que dicho problema sí era un problema central de la epistemología a comienzos del siglo XX. Popper lo consideró el primer problema desde el cual comenzó a desarrollar toda su filosofía de la ciencia. Para aclarar, el problema de la demarcación es la necesidad de los epistemólogos por encontrar un criterio que permita diferenciar tajantemente qué es ciencia y qué no lo es. La mayor preocupación de los epistemólogos en el siglo XIX era diferenciar la ciencia de la metafísica, así que el problema de la demarcación nació en medio de ese proyecto que, como se puede entender, tenía dos bases emocionales que la impulsaban: por un lado, un cientificismo, es decir, una sobredimensión de la ciencia; y, por otro lado, un desprecio hacia la metafísica. Y me refiero a bases emocionales o actitudinales, pues algo de eso se refleja en las mismas preocupaciones y discusiones en las que incursionaron. Eran épocas en que reinaba un espíritu positivista en la cultura; y el materialismo y el determinismo eran muy bien vistos. La metafísica era repudiada como "castillos en el aire", al igual que la religión. Las disciplinas se cuidaban de ser reconocidas como ciencia y salvarse así del calificativo (el insulto) de ser considerada una metafísica. En esas circunstancias nació el problema de la demarcación.

El texto de Tovar, siguiendo una diferenciación que hace Stegmüller, distingue a los epistemólogos en dos grupos. Entre 1) los defensores de la filosofía de la ciencia corriente, y 2) los críticos al método lógico que asumen más bien un carácter histórico y dinámico de las teorías (p. 14). Lo cierto, y que no lo dice Tovar, es que tal distinción es casi una distinción histórica. Es decir, hasta la década de 1970 había un dominio manifiesto de los llamados defensores de la filosofía de la ciencia corriente, pero, a partir de los años 80, estos han disminuido en número y más bien es mayor la presencia de los segundos (los críticos con tendencia historicista). Por esa razón, Mario Bunge afirma que la epistemología, a partir de Thomas Kuhn, ha venido a menos hasta convertirse en una epistemología artificial (Bunge, 1981). Lo que Bunge estaba reconociendo con su afirmación era que la filosofía de la ciencia tradicional estaba siendo desplazada por esta nueva forma de epistemología (que era ajena a la perspectiva del propio Bunge). Pues bien, el problema demarcatorio fue un problema significativo entre esos epistemólogos de la filosofía de la ciencia corriente, los que justamente hoy han disminuido considerablemente. Y entonces, como conclusión, mi afirmación de que posiblemente hay poco interés en discutir la cientificidad del materialismo histórico se vuelve casi un dato empírico. Esa filosofía de la ciencia corriente, entre los que se encuentran esos tres autores comentados en el libro de Tovar; es decir, Popper, Lákatos y Bunge, sí desarrollaron una cruzada casi religiosa por liberar a la ciencia de la pseudociencia. Dicha tarea los llevó a enfrentarse al psicoanálisis, a la astrología, a la psicología individualista, a las ciencias sociales y al materialismo histórico.

La pregunta interesante es si hoy todavía es importante ese tipo de proyectos como el demarcatorio. Pues yo diría que en parte sí y en parte no. ¿Por qué es importante hoy? Porque debemos cuidarnos que estudios pseudocientíficos que pueden ser más perjudiciales que valiosos se incorporen a la vida social y pretendan algún tipo de igualdad respecto de los estudios científicos. Pócimas que se reparten como tratamientos avalados por investigaciones pseudocientíficas pueden ser realmente perniciosas para nuestra vida en sociedad. En temas de medicina o en temas en que los proyectos de investigación tienen una consecuencia directa para la vida en sociedad debemos aún cuidarnos de los vendehúmos. Pero la cuestión es meramente práctica. Ya no se trata de salvaguardar el calificativo de "ciencia", se trata de salvaguardar la vida en sociedad. El proyecto demarcatorio debe ayudarnos a diferenciar una buena investigación científica de otra que no lo sea; o debe ayudarnos a entender conceptualmente lo que es la ciencia. En ese sentido es que todavía el proyecto demarcatorio puede gozar de alguna actualidad y valor.

¿Por qué en cambio me parece que ya no es importante un proyecto así? La respuesta es que hoy podemos reconocer que las dos premisas emocionales que sostenían el proyecto en el siglo XIX, es decir, la sobredimensión de la ciencia y el desprecio hacia la metafísica, han disminuido en intensidad. No quiero decir que no existan, pero creo que hay muchas razones para pensar que dichas valoraciones han perdido significatividad a razón de un mayor sentido práctico de la cultura. La ciencia se concibe hoy, específicamente en la interpretación de esa filosofía de la ciencia más historicista que menciona el libro de Tovar, en una dimensión mucho más realista, reconociendo sus posibilidades y limitaciones; y es valorada en función de sus logros hacia la sociedad. La preocupación ya no es meramente conceptual -qué es ciencia y qué no lo es-; la preocupación es qué investigaciones aportan hacia una vida más asequible. Si el psicoanálisis aporta hacia ese fin, es bienvenido en nuestra cultura; si el materialismo histórico también aporta, entonces es también bienvenido. ¿Cambia en algo el hecho de que sea reconocido como ciencia? Por otro lado, la metafísica se concibe asimismo como un espacio necesario en la cultura. Se ha reconocido su valor, su espacio y la necesidad de su desarrollo en el camino de la autocomprensión. La idea es, como diría Wittgenstein, saber encontrar sus juegos de lenguaje y mantener a cada uno en su lugar.

La pregunta importante, entonces, para enfrentar el texto de Tovar, es si el materialismo histórico es realmente útil en esa finalidad última de nuestros esfuerzos académicos. Esa es una pregunta que no se hace el texto. Más bien, el objetivo que se plantea es entrar a la discusión con esos filósofos de la ciencia corriente y, frente a sus cuestionamientos, defender la cientificidad del materialismo histórico. Ningún esfuerzo académico debe ser menospreciado, pero creo que es demasiado audaz y contracorriente pretender actualizar dicha discusión y más aún considerando los hechos históricos de finales del siglo XX.

Según Popper, el problema de los marxistas es que no aceptan los datos falseadores, sino que más bien reacomodan ad hoc sus afirmaciones para evitar que la teoría sea falseada. "Siempre es posible seguir tal procedimiento, pero este rescata la teoría de la refutación solo al precio de destruir o, al menos, rebajar su status científico" (Popper, 1972, p. 61). Popper denominaría a esta estratagema como la "estratagema convencionalista". En la defensa que hace Tovar del materialismo histórico, lo defiende sobre la base de afirmar que la supuesta refutación de los hechos es falsa. Los críticos han afirmado que las predicciones del materialismo no han sucedido y, por tanto, el materialismo histórico ha sido falsado. Más específicamente; el materialismo histórico predijo que el socialismo llegaría en sociedades que hayan alcanzado un desarrollo pleno de las fuerzas de producción. Eso no ha ocurrido así, pues los datos históricos nos han mostrado que las revoluciones socialistas han ocurrido en sociedades más bien mayoritariamente campesinas (URSS, Cuba, China, etc.). Además, la otra predicción marxista fue que nunca ocurriría dicha revolución de manera aislada, sino que acoplaría inmediatamente a las sociedades aledañas a su nueva política socialista. Esa predicción tampoco habría ocurrido. Por tanto, la historia de las revoluciones socialistas serían datos falseadores del materialismo histórico. Frente a esto, Tovar responde diciendo que "la predicción marxista de que la revolución socialista se produciría en un país capitalista desarrollado no se ha cumplido... todavía" (el resaltado es propio) (Tovar, 2021, p. 46).

Quiero llamar la atención sobre la estrategia que está utilizando Tovar para salvar al materialismo histórico frente a los datos falseadores, y me pregunto si no está cayendo en esa estratagema convencionalista que Popper acusaba. Los hechos son contundentes y demuestran que las predicciones no se cumplieron. En respuesta, se alega que esas predicciones "todavía" no se han cumplido. ¿Qué tipo de predicción sería aquella que puede estirarse en el tiempo y que se salva de todo intento de refutación? Mi impresión es que la respuesta puede sonar un poco acomodaticia, pues es sumamente convencionalista. Finalmente, termina siendo irrefutable, pues siempre puedo estirar ese "todavía" y mantener así el carácter científico de la predicción.

Quizá la estrategia de Tovar debió ser el reconocimiento de los valores del marxismo en tanto marco teórico esclarecedor de los trasfondos de poder en la vida social, pero la lucha por la cientificidad del materialismo histórico no parece ser una lucha urgente y tampoco parece llegar a buenos resultados. Frente a ello, el texto de Tovar sí muestra con creces diferentes aspectos valiosos del marxismo en tanto desmitificador del capitalismo.

El capitalismo ha creado las fuerzas productivas de la abundancia, pero, al mismo tiempo, necesita de la escasez para sobrevivir. La abundancia, paradójicamente, lo amenaza, porque hace más difícil evitar que la riqueza se desborde y se transforme en propiedad común [...] el derrotero de dicha solución fue trazado por Marx (p. 136).

Si la habilidad del marxismo es justamente revelar esas grandes fuerzas o tendencias sociales que subyacen a nuestra ingenua mirada, y si al lograr tal revelación nos permite un estado más elevado del autoconocimiento o nos permite lograr una vida mejor para nuestros nietos, yo creo que el marxismo ha hecho todo lo que se espera de un buen proyecto de investigación.

Respeto y admiro la tenacidad de Tovar para luchar por devolver ese prestigio científico al materialismo histórico, aun a costa de ir a contracorriente de las valoraciones contextuales. Pero más que entusiasmo, se requiere salvar al materialismo histórico de algunas otras cargas que la alejan de la ciencia contemporánea. Entre ellas, el mismo texto de Tovar reconoce que uno de los grandes problemas que deberá encarar es la posibilidad misma del determinismo, pues el materialismo histórico ha sido justamente acusado de determinista. El determinismo podía ser aceptado y bien visto en el siglo XIX, pero es difícil sostenerlo en el siglo XXI. La principal razón es que el determinismo es contradictorio con nuestra suposición del ser humano como un ser que goza del libre arbitrio.

Este tema es abordado en el capítulo tercero, titulado "Ciencias sociales, determinismo y materialismo histórico". La idea que defiende el texto es que el materialismo histórico "es un cierto tipo de determinismo que no anula el margen de movimiento de los individuos y rescata un concepto superior de libertad" (p. 62). Este tipo de determinismo, según Tovar, se encuentra en un justo medio entre el individualismo metodológico y el determinismo mecánico. Tovar, además, se cuida de indicar que dicho determinismo histórico del materialismo solo se fija en regularidades, no en supuestas intenciones últimas de la naturaleza. Así pues, en el fondo, el supuesto determinismo histórico que el materialismo conlleva solo sería externo; es decir, dicho determinismo no se enfrenta a la posibilidad de un ser humano libre. Para mostrar cómo es ese determinismo externo, Tovar usa el ejemplo de la decisión de abrir la puerta. Dice el autor: "la libertad de decidir si se abre la puerta es una cosa distinta de la conciencia [...] [es cosa] de las determinaciones y las consecuencias de la acción que se decida realizar" (p. 73). Pues, a mi entender, habría que cuidarnos de la palabra determinismo, pues esta puede tener una carga semántica mucho más fuerte que lo que se quiere indicar. El determinismo propiamente hablando es la consideración de que todo en este universo está determinado por causa-efecto. Aun a pesar de que solo nos fijemos en determinantes externos o en regularidades, la propuesta determinista deja a la conciencia como un mero producto de las causas y efectos. En algún sentido, todos los materialismos se han visto tentados hacia tal principio.

El determinismo es otra variante del sueño de una teoría total del universo, pero la conciencia humana siempre ha sido un campo inatrapable. Se puede llegar a determinar con un superescáner cuál es la intensidad del dolor de muelas que sufre Juan Pérez, pero jamás podríamos reconocer, en tercera persona, cómo siente su dolor de muela. Ese es un conocimiento que solo se puede lograr en primera persona. Esa es la conciencia y allí parece que todos nuestros esquemas epistemológicos sucumben. Los materialistas suelen pensar que solo es falta de conocimiento, que, en algún momento del futuro, cuando nuestras técnicas del conocimiento se perfeccionen, llegaremos a conocer exactamente cómo funciona la conciencia humana y entonces la teoría total del universo será una realidad. Honestamente creo que eso no sucederá. Lo que creo es que tendremos que cambiar nuestros esquemas epistemológicos para aproximarnos a una mayor comprensión de la conciencia, pero no creo que se logre algo así como la comprensión exacta de la conciencia. Hay muchas limitaciones a nuestros esquemas epistemológicos de las cuales cada vez somos más conscientes y esta es una de ellas.

Si el materialismo histórico no cae en ese vicio y, tal como Tovar lo presenta, el tipo de determinismo histórico que el materialismo presenta es más una racionalización de las fuerzas de la historia, las que al tomarlas en consideración nos hace más libres; entonces habría que cuidarnos más bien de ese concepto -determinismo-, porque la carga semántica que hoy lleva es distinta a la que llevaba en el siglo XIX. Si el materialismo histórico busca reconocer las tendencias históricas que pueden racionalizarse, eso es solo un proyecto de investigación que puede realmente ser fructífero si sugiere, si aclara, si anticipa y si se cumple. Que el mayor conocimiento nos hace más conscientes y así más libres, es un principio básico de nuestra era, pero del cual también hay que cuidarnos, no del conocimiento sino de lo que los griegos llamaron hybris. Esta palabra se traduce como la desmesura del orgullo y la arrogancia. En términos más simples, significa que no olvidemos nuestras limitaciones. Todos nuestros razonamientos y nuestras teorías serán buenas y valiosas, pero somos en definitiva una minúscula porción del universo tratando de entender el todo. Como nos lo dijo Popper, todos nuestros intentos teóricos solo son conjeturas que nunca pierden su carácter hipotético; todos nuestros proyectos de investigación, incluyendo el materialismo histórico, caen en esa descripción.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bunge, M. (1981). Qué es y para qué sirve la epistemología. En Epistemología (pp. 21-34). Siglo XXI Editores. [ Links ]

Fukuyama, F. (1992). The end of History and the last man. The Free Press. [ Links ]

Popper, K. (1972). Conjeturas y refutaciones. Paidós. [ Links ]

Tovar, C. (2014). El socialismo en cuatro horas. Del autor. [ Links ]

Tovar, C. (2011). Habla el viejo. Conversaciones con el fantasma de Carlos Marx. Caballo Rojo. [ Links ]

Tovar, C. (2006). Manifiesto del siglo XXI. Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. [ Links ]

Citar como: Orozco, R. (2021). Validez científica del materialismo histórico de Carlos Tovar Samanez. Desde el Sur, 13(3), e0036.

1Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es docente asociado del Departamento de Filosofía y coordinador del Doctorado de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Asimismo, es coordinador del Grupo de Investigación EPISTEME, especialista en temas de epistemología e investigador Concytec.

Recibido: 22 de Septiembre de 2021; Aprobado: 07 de Noviembre de 2021

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