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Desde el Sur

versão impressa ISSN 2076-2674versão On-line ISSN 2415-0959

Desde el Sur vol.14 no.2 Lima maio/ago. 2022  Epub 22-Jul-2022

http://dx.doi.org/10.21142/des-1402-2022-0025 

Artículos

El Perú ante la Primera Guerra Mundial: las exportaciones de La Libertad de 1917 a 1921

Peru and the First World War: La Libertad exports from 1917 to 1921

Miguel Ángel Ccasani Condo1* 
http://orcid.org/0000-0003-3221-6570

* Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. miguelangelccasanicondo@gmail.com.

RESUMEN

Este trabajo busca reconocer que las estrategias tomadas por el Perú durante la Primera Guerra Mundial afectaron la exportación norteña. La Libertad destacó en este proceso, pues su costumbre exportadora la vinculó directamente con el conflicto bélico, y generó particularidades como el auge azucarero y la huelga de Chicama en 1920. Se investiga desde la prensa escrita, reportes oficiales y estudios estadísticos. Se concluye que la Primera Guerra Mundial afectó a las haciendas de La Libertad y mejoró sus relaciones comerciales en el sector azucarero, pero produjo una nociva dependencia regional hacia Norteamérica.

Palabras clave: La Libertad; Primera Guerra Mundial; exportación; hacienda; economía

ABSTRACT

This seeks to recognize how the strategies that Peru took during the First World War affected northern exports. The city of La Libertad stood out because its export custom linked it directly with the war conflict, generating particularities such as the sugar boom and the Chicama Strike in 1920. It is investigated from the written press, official reports and statistical studies. It is concluded that the First World War affected the estates of La Libertad, improving their commercial relations in the sugar sector, but generating a harmful regional dependence on North America.

Keywords: La Libertad; First World War; export; Estate; economy

Introducción

La Primera Guerra Mundial influyó en el desarrollo de Latinoamérica a través de diversos aspectos. Aunque no fueron actores definitivos en la contienda, tuvieron un contexto propicio para reconocerse en el plano internacional y ver los alcances de sus políticas internas. Por ejemplo, Brasil tuvo una reacción vacilante debido a la migración europea en su territorio (entre la integración social y la vigilancia económica), que concluyó con una abierta declaración de guerra contra Alemania (De Oliveira, 2018). Argentina, que también recibió una migración europea notoria, tuvo políticas económicas que variaron entre éxitos y fracasos, y acabaron con bases económicas más frágiles (Belini, 2014). Por otro lado, Cuba tuvo un desarrollo económico artificial mientras se acentuaba su dependencia a Estados Unidos (Calmettes, 2018). Para el caso peruano, uno de los sectores más afectados por la guerra fue el exportador.

El Perú era uno de los exportadores de azúcar más importantes a inicios del siglo XX. La Gran Guerra fue recibida en medio de políticas de reestructuración social y económica, problemas arrastrados desde la Guerra del Pacífico (1879-1884). La estrategia del gobierno peruano ante la guerra incluyó una mayor intervención a los puertos, más protección al comercio exterior y prevención del conflicto militar. Sin embargo, de todos estos aspectos el más determinante fue el económico.

La Libertad fue un departamento que llegó a la Primera Guerra Mundial con latentes conflictos sociales, fruto de las relaciones económicas entre las haciendas norteñas y una población con poca presencia del Estado peruano. Luego del conflicto global, las manifestaciones se acentuaron rápidamente en forma de huelgas y paros en el sector exportador. El fenómeno que vivió La Libertad brinda indicios de una relación más directa frente al conflicto europeo. Pueden verse casos similares en otras regiones de Centroamérica, más dependientes de la economía estadounidense. Desde República Dominicana, quizás la nación exportadora más cauta del grupo, hasta Puerto Rico, con la tradición económica más estadounidense, todas se aferraron al cultivo según los insumos necesitados por Estados Unidos en la guerra. Específicamente para La Libertad, su caso más similar fue el de la exportación azucarera cubana. Cabe mencionar que en todos estos casos hubo protestas sociales por parte de sus trabajadores (Calmettes, 2018).

Las haciendas tuvieron un valor importante en estos lugares alejados del control estatal. Para La Libertad, las haciendas azucareras mantuvieron la economía de la ciudad y promovieron la modernización urbana. Pero autores como Peter Klarén (1976) o Carlos Contreras (2018) señalan que aquella producción exportadora dependió de muchos rezagos coloniales contra el campesino, que resintieron la relación entre el trabajador y el hacendado.

Este trabajo busca reconocer que la Primera Guerra Mundial influenció en el desarrollo de las haciendas azucareras peruanas del norte, incluyendo sus resultados a corto plazo luego de su término.

La Primera Guerra Mundial en el Perú

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue un conflicto europeo de alcance internacional que desgastó a las mayores potencias europeas y dejó una economía internacional en lenta recuperación. Las causas de este enfrentamiento se han analizado desde anteriores alianzas políticas, las constantes crisis, el creciente armamentismo, etc.2 Sin embargo, una de sus consecuencias más claras para Europa fue su reorganización comercial, que se apoyó en economías más liberales como Estados Unidos. Con el ascenso de este país se inició una nueva fase del sistema-mundo capitalista (Wallerstein, 1988).

En este momento del capitalismo histórico, con Inglaterra dejando su cenit y Alemania convaleciendo, los mercados se reestructuraron alrededor del mercado norteamericano. Estados Unidos ofreció en aquellos años una economía liberal, de poca intervención estatal y con mayores incentivos de inversión, necesarios para salir de estancamiento económico europeo (Wallerstein, 2014). Pero mientras el centro financiero cambiaba de nación, la mayoría de los demás países mantuvo sus funciones en el sistema-mundo. En este grupo se encontraron las naciones exportadoras de Latinoamérica que producían materias primas.

Latinoamérica tuvo diversas reacciones ante la Primera Guerra Mundial, aunque sus problemas se relacionaron más con aspectos económicos y menos con una contienda bélica. Estos países ya tenían una larga tradición exportadora desde la Colonia, acostumbrados a encargarse de la agricultura y exportación para las metrópolis. Luego de la declaración de sus independencias, la mayoría conservó aquella explotación de su mano de obra y sus materias primas (Klarén, 1975). Mientras se reintegraban en la economía mundial como nuevas repúblicas, intensificaron su exportación desarrollando los negocios intermedios de este proceso (Wallerstein, 1988). De este modo, emergió una nueva burguesía exportadora y de ambiciones internacionales, maximizando los ingresos posibles.

Sin embargo, mientras se consolidaban estas buenas relaciones con el exterior, aquellas repúblicas pasaban por crisis internas. La mayoría de ellas eran producto de sus primeros años como independientes, e iban desde conflictos políticos y luchas territoriales, hasta rebeliones indígenas y búsqueda de identidad. Parte de las medidas de estos países para direccionar la política pública fue su participación en la economía mundial3. Un caso notorio de este proceso es el Perú.

El país empezó el siglo XX manteniendo las secuelas de la Guerra del Pacífico: un Estado de restringido poder, una economía dependiente de la exportación y con poca capacidad de inserción política. La restauración nacional se basó en reactivar a sus agentes autónomos comerciales, y no tanto en reforzar a los organismos estatales. La revitalización se dio gracias al desarrollo de bancos privados, a mayor capital extranjero y al impulso extractivo agrario (Contreras, 2012).

Fuera de Lima, el control estatal fue muy limitado. Se aceptó el desarrollo de liderazgos locales, lo que volvió a la política regional un asunto de constante negociación de intereses para los gobernantes. Muchas de las instituciones estatales tardaron en consolidarse aún en el siglo XX y permitieron hábitos cuestionados desde el inicio de la república. Ejemplos de esto son la autonomía de las haciendas sureñas, el exclusivismo de Lima para decisiones políticas o el lento desarrollo del proceso electoral. Estos aspectos, sumados a problemas sociales como el racismo o económicos como la crisis tras la Guerra del Pacífico, hizo que el plan para unificar el país tardase en llegar.

Cabe mencionar que el desarrollo de aquellas regiones (como la lenta industrialización o la modernización urbana) dependió de la voluntad de las personas más influyentes del pueblo como los hacendados y los exportadores. Si bien estas personas fueron valoradas en aquellos lugares, provocó un progreso irregular y accidentado (Contreras, 2018).

Cuando las noticias sobre la Primera Guerra Mundial llegaron al país, problemas sociales como las huelgas obreras y los motines indígenas aparecían esporádicamente en el territorio. Según la prensa sindicalista de la época, como El Derecho Obrero, estas revueltas solían ser reprimidas violentamente por el Partido Civilista, el grupo político presente en el poder de 1899 a 1919.

El Partido Civilista fue un grupo autoproclamado representante de la nueva clase media exportadora, en contra de los caudillos militares en el poder y la oligarquía virreinal. Sus gobiernos durante las primeras dos décadas del siglo XX se caracterizaron por ensayos económicos que consolidaron la tendencia política desde la independencia, esto es, planes sin alterar los vínculos sociales y mayor participación en el mercado global. Es decir, era necesario mantener la explotación de la masa trabajadora para la producción al exterior, e intensificarla si se esperaba estar como los países que emulaban. El aprovechamiento rural incluía prácticas precapitalistas para una economía liberal: el enganche, la superioridad gamonal sobre el estatal y la fidelidad de familias a las haciendas.

Con el anuncio de la Primera Guerra Mundial, el Perú rompió sus relaciones diplomáticas con Alemania en 1917. En 1919, el país firmó el Tratado de Versalles, de manera que aceptó apoyar públicamente al bando aliado de Francia, Inglaterra y Estados Unidos contra el Imperio alemán.

La Primera Guerra Mundial significó para el Perú una prueba del sostenimiento económico ensayado hasta entonces (Zegarra, 2014). Como se verá más adelante, con el centralismo presente y las regiones casi independientes el malestar social siguió intensificándose.

De Benavides a Leguía: los ensayos de un país exportador

Los gobiernos desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta 1922 muestran una clara tendencia de dependencia extranjera, interés subsidiario y creciente intervención estatal (Álvarez, 1985).

En el gobierno de Óscar R. Benavides (1914-1915) la noticia de la guerra se sumó a las de los problemas políticos del Perú. Benavides llegó al poder mediante un golpe de Estado debido a los proyectos reformistas de su predecesor, Guillermo Billinghurst4. Aunque la crisis política se mantuvo con el cambio de mando, Benavides pudo terminar su mandato con relativa estabilidad. Ante la Primera Guerra Mundial, el presidente no apoyó a ningún bando. De hecho, hubo una postura general entre las autoridades estatales de esperar la paz sin mayores intervenciones, según el ministro de Relaciones Exteriores Enrique de la Riva-Agüero (Zegarra, 2014). Es de destacar que nunca se publicó un decreto oficial de neutralidad, al igual que en casi todos los países latinoamericanos.

La mayor amenaza de la Primera Guerra Mundial para el país se dio en el campo económico. Benavides tomó medidas urgentes, como la emisión de billetes fiscales para controlar el pánico financiero (Klarén, 2004). También fue inmediata su reacción con la exportación.

La venta al exterior se vio afectada, pues los mercados comunes se alteraron con la guerra. El comercio con Europa se estancó. Los puertos ingleses estaban limitados por el bloqueo naval. Los puertos norteamericanos se volvieron más atractivos. La exportación al Imperio alemán se mantuvo, aunque no era un comercio relevante para el Perú desde el siglo anterior (Novak, 2014). Todo esto limitó a Benavides en su búsqueda de estabilidad económica, que para aquellos años significaba mayor inversión extranjera y evasión del conflicto trasatlántico.

Los puertos fueron importantes, pues eran el nexo práctico entre la producción nacional y la demanda internacional. Mediante la publicación de un decreto, en 1914, se ordenó que las naves recién arribadas revelen su postura ante la guerra. Para 1915, se agregaron buques armados para acompañar a las naves5. Esta protección era brindada mayormente para embarcaciones norteamericanas e inglesas, ya que eran los clientes más comunes y disponibles en los puertos.

Con el gobierno de José Pardo (1915-1919), se hizo más evidente la simpatía por los países aliados. En su mandato se dio el debate que cuestionaba la necesidad de neutralidad frente al comercio de países como Estados Unidos, así como romper las relaciones comerciales con el Imperio alemán (Novak, 2014). Desde el partido opositor, hasta el aún ministro de Relaciones Exteriores Enrique de la Riva-Agüero, todos reconocieron como complicadas las relaciones comerciales del país con el Imperio alemán. Muchos ejemplos de esto se dieron en los puertos: en 1916 el gobierno ordenó custodiar varios buques alemanes en los muelles peruanos, lo que generó quejas y respuestas entre ambas naciones. A fines de ese año, las importaciones desde Alemania cesaron. La neutralidad fue cuestionada, porque se esperaba tener los beneficios de un aliado sin declarar directamente la guerra a Alemania (Novak, 2014). La prensa mostró una creciente admiración a la contienda, y le encontró valores para enfrentar a un enemigo reconocible. Se registra un el periódico sindicalista de aquel año este comentario:

Ahí tenemos un ejemplo, la Europa en Guerra y ya nos hemos dado cuenta, como esos pueblos beligerantes, por encima de sus sectas y partidos, han establecido una unión sagrada; así también nosotros los obreros debemos establecer la unión sagrada de las voluntades (El Derecho Obrero, 28 de julio de 1917).

En 1917, debido al ataque al vapor peruano Lorton, se anunció la incorporación al bando aliado.

Los beneficios de esta medida se podían ver en la exportación, pues productos agropecuarios como el azúcar, el algodón y la lana vivían un repentino aumento comercial. El auge se sintió principalmente con el azúcar, ya que conservaba una buena demanda desde hacía una década. La producción en las haciendas, sobre todo en el norte costero, se incrementó considerablemente. Cuando Pardo aumentó los impuestos para las exportaciones agrícolas y mineras se obtuvo buenos ingresos para estabilizar la economía nacional. Paralelamente, disminuyó la venta para el mercado interior, lo que exacerbó las movilizaciones sociales, como la rebelión de Rumi Maqui.

El levantamiento llamado Rumi Maqui fue una rebelión campesina promovida por indios y militares locales, que desde 1915 agitó Puno contra los terratenientes. Su alcance en el sur del Perú, sus características ideológicas (casi mesiánicas) y la respuesta estatal dio como resultado una de las represiones más violentas vistas hasta entonces. Sin embargo, esta revuelta no fue un suceso aislado, sino un hecho representativo sobre movilizaciones campesinas, que desde inicios de siglo acrecentó el distanciamiento de aquellas regiones con Lima (Klarén, 2004).

El pequeño auge exportador terminó abruptamente a fines de 1919, con el fin oficial de la guerra (ver tabla 1). Mucha mercancía acabó apilada en los puertos, lo que generó despidos y la disolución de muchos negocios (Klarén, 2004). La recuperación de esta economía tambaleante coincidió con el ascenso al poder de Augusto B. Leguía.

Este presidente entró con un respaldo notable para sus proyectos, entre los cuales se contaba el mayor intervencionismo estatal y la inclusión de la nueva clase provincial exportadora. Para la cuestión económica mantuvo la dependencia al comercio exterior, con planes que no afectaran las relaciones sociales clásicas, como los hacendados y los obreros. Así, el mercado estadounidense, creciente durante la guerra, se consolidó como primordial en el país. Las fiestas del centenario de 1921 fueron una oportunidad para Leguía de mostrar al mundo que el Perú eran un país moderno y de economía confiable (Drinot, 2018).

TABLA 1 Exportaciones de 1914 a 1922 

Nota. Armas et al. (2014).

Las haciendas de La Libertad ante la Primera Guerra Mundial

La economía del departamento de La Libertad siempre estuvo ligada a las tierras y su agricultura como una unidad productora del virreinato (Tord, 1977). Luego de la independencia se conservaron por su experiencia con las tierras, por lo que posteriormente fue inevitable el desarrollo del comercio agroindustrial, sobre todo en la costa (Aguado, 2019). Sin embargo, cuando empezó el siglo XX sus haciendas habían desarrollado ciertas características particulares que las condicionaron frente a la Primera Guerra Mundial.

En primer lugar, las haciendas promovieron una modernización selectiva y tardía. Es inevitable relacionar a la hacienda norteña de fines del siglo XIX con la modernización regional, entendida como renovación tecnológica productiva. La Libertad tuvo cambios debido a que las haciendas debían disponer de combustible como carbón, vapor y posteriormente electricidad. También requería de un renovado sistema de aguas para el riego y del mejoramiento de caminos, desde rieles hasta carreteras, para conectarse a mercados disponibles. Finalmente, necesitarían mejores puertos para las finanzas con el comercio exterior (Burga, 1991). Sin embargo, si bien los hacendados estuvieron detrás de estos cambios, los dirigieron casi exclusivamente para su provecho. Por ejemplo, la exportación les permitió abrir pequeños mercados en los puertos, que afectaron a los comerciantes citadinos. También los rivalizó entre ellos mismos por el control de los ríos o las relaciones con las autoridades locales. Aun así, las haciendas mantuvieron buenas relaciones con los municipios, y son formalmente mencionados como modernizadores en ciudades como Trujillo, la capital. Este aspecto, sumado al intercambio mutuo de servicios y algunos hacendados altruistas como Víctor Larco Herrera, hizo que fuesen reconocidos como exitosos empresarios o "barones del azúcar"6. Este último producto llegó al siglo XX como el más importante, con la hacienda Casa Grande, Cartavio, Chiquitoy, Chiclín y Roma, en un vasto oligopolio en el valle de Chicama. Ellos tenían caminos privados, control sobre los ríos y, para la hacienda Casa Grande, el puerto Malabrigo cedido a perpetuidad (Ramos, 1987).

En segundo lugar, las haciendas dirigieron su comercio casi exclusivamente hacia afuera del país. Se valoraron los puertos, pues significaron para La Libertad una venta internacional directa. De este modo, la producción azucarera estuvo dirigida más a Inglaterra y Estados Unidos que a Lima. Las relaciones se afianzaron cuando buscaron préstamos financieros, al acercarse más a los futuros países beligerantes que a las instituciones peruanas. Los gobiernos nacionales toleraron esta actividad, pues promovieron la exportación en diversos ámbitos, gracias al Partido Civilista. Es necesario evidenciar la relación entre el civilismo y las haciendas, pues se suele ver al primero como representante del segundo. El Partido Civilista trabajó evidentemente para los productores exportadores, donde se encontraron desde gamonales sureños hasta antiguos consignatarios. De hecho, dos de los presidentes civilistas fueron empresarios azucareros: López de Romaña (1899-1903) y José Pardo y Barreda (1904-1908 y 1915-1919). Pero los gobiernos civilistas no se caracterizaron por organizarse ordenadamente bajo intereses específicos, sino por sus conflictos políticos frecuentes que mostraban choques de intereses, falta de representación y deslealtades internas. En este panorama, los exportadores como los hacendados fueron parte de las instituciones por negociar.

Finalmente, en tercer lugar, la hacienda mantuvo una estructura social interna obsoleta, con relaciones productivas coloniales. La cosecha de caña de azúcar necesitó de mano de obra constante para el cultivo de caña, fermentación de licor, etc., que eran trabajos tradicionalmente por negros y asiáticos importados (Moore, 2010). Si bien pudo contar con trabajadores independientes y terrenos arrendados, recurrieron especialmente al yanaconaje y enganche. Este último consistió en obtener trabajadores de la sierra cercana (Cajamarca), a los que se adelantó dinero y productos a cambio de un tiempo laboral en la hacienda. La deuda era extendida por los hacendados, lo que, al lado del abuso de los enganchadores provinciales y la colaboración de la policía local, extendió la explotación campesina hasta sus descendientes. Esta dependencia también se vinculó a la figura local del hacendado, que dentro de sus tierras se asemejaba a los viejos señoríos coloniales. Esta jerarquía social también afectaba el reparto económico, pues las casetas para los trabajadores contrastaban con la modernidad de los hacendados. Debido a aquella estructura laboral, la sindicalización fue lenta y reprimida, pero para inicios del siglo XX ya había indicios de organizaciones anarquistas.

TABLA 2 Ingresos del azúcar como exportación nacional de 1914 a 1922 

Nota. Armas et al. (2014).

Considerando aquellas tres características, la Primera Guerra Mundial llegó a La Libertad como una inesperada oportunidad económica. Debido a su dependencia al comercio exterior, las haciendas venían padeciendo una caída global del precio del azúcar, lo que había debilitado la inversión privada para comprar mejores maquinarias. Con el estallido de la guerra empezó un estancamiento comercial generalizado, que tuvo corta duración mientras se estabilizaba la economía. Mientras tanto, el mercado global tuvo se vio afectado por la escasez de algunos productos debido a los bloqueos de la guerra, uno de los cuales fue el azúcar. Cuando la oferta por este producto se hizo latente para los hacendados liberteños, aprovecharon para tener un repentino auge de exportación (Novak, 2014).

El inesperado éxito financiero del azúcar fue constante y ascendente durante la guerra, y dio mayor solvencia a las haciendas Roma y Casa Grande en el valle de Chicama. Ellos aprovecharon los ingresos para intensificar la producción de caña, lo que provocó un aumento de trabajadores y la incorporación de tierras cercanas. Los beneficios se reconocen oficialmente desde 1916, cuando el gobierno aprovechó para subir los aranceles generales de exportación. Cabe mencionar que los productos nacionales exportables beneficiados por la Primera Guerra Mundial, además del azúcar, fueron el petróleo, el cobre y el algodón (Zegarra, 2014). Para 1919, los hacendados lograron duplicar el precio que el azúcar tuvo en 1913 (ver tabla 2).

Aquella subida del arancel fue la mayor intervención del Estado civilista para los azucareros, que afectó a los liberteños. A través de prensa como La Libertad, se mostró preocupación por este intento de obtener beneficios desde el azúcar y afectar así a otros comerciantes. Cabe considerar que la producción interna siguió débil frente a la estabilidad exclusiva de las haciendas. Lejos de estas quejas, la medida estatal no afectó a la venta azucarera a corto plazo. Algunos autores sostienen que esta capacidad productiva se debió a la renovación de sus ingenios desde 1910 (Zegarra, 2014).

La intensificación productiva se mantuvo después de la guerra, hasta su pico más alto en la primera mitad de 1920. Los trabajadores tuvieron un aumento de su salario en un 33 % (Ramos, 1987). Sin embargo, debido a la economía cerrada de las haciendas, el costo de vida interior también se encareció, por lo que el aumentó no mejoró las precarias condiciones laborales de los trabajadores. Esto hizo que las tensiones sociales, las revueltas y las represiones se mantuviesen frente al auge exportador.

Sin embargo, a fines del 1920 el apogeo azucarero, causado por la inflación occidental del azúcar, cesó drásticamente. Las consecuencias más relevantes para las haciendas azucareras ocurrieron desde aquel año, junto a la inesperada intervención estatal por parte del nuevo gobierno de Leguía.

El efecto posguerra: estabilidad económica y malestar social

Para 1921, las consecuencias inmediatas de la Primera Guerra Mundial, como la gran demanda de insumos primarios, estaban terminando. Para la economía nacional esta fecha significó un cambio brusco, pues la exportación azucarera se redujo hasta su tercera parte de un año a otro. Aunque La Libertad pudo mantenerse entre momentos de crisis y estabilidad durante el Oncenio de Leguía, jamás volvió a destacar por grandes ganancias exportadoras (Basadre, 1986).

Las haciendas liberteñas habían cambiado hacia 1920. Con la expansión de tierras desde 1913 casi estaban monopolizando la economía regional. Estaban dirigidos mayormente por extranjeros, quienes desde años anteriores lograron insertarse en la élite regional: los Gildemeister fueron alemanes financistas desde la Guerra del Pacífico, los Larco Herrera eran italianos migrantes terratenientes, la British Sugar Company fueron los ingleses prestamistas más relevantes de aquel año, etc. Cada uno de estos grupos poseía diversas haciendas, divididas entre sí por distintos motivos como herencia, negocios o enemistad. Cabe mencionar que los pueblos cercanos a estas haciendas solían complementar el rubro de agroexportación, desde rentar terrenos hasta ofrecer trabajadores independientes.

Desde 1920, las consecuencias del mercado mundial afectaron en la extensión de aquellas tierras, pues el auge de las haciendas beneficiadas acabó por monopolizar el mercado. Fuera de los grupos hacendatarios exitosos como los Larco, los Gildemeister o la British Sugar Company, el resto acabó anexándoseles o desapareciendo. Incluso las haciendas pequeñas de estos mismos grupos desaparecen del panorama económico. La hacienda Roma de la familia Larco, luego de varias complicaciones, tuvo que cerrar. Su terreno acabó uniéndose a la hacienda Casa Grande de la familia Gildemeister. La hacienda Laredo, de la familia peruana Chopitea, tuvo el mismo destino. Incluso los Aspíllaga, aquella familia influyente para el civilismo, tuvieron que vender sus tierras para recuperarse económicamente. Estos cambios de terrenos generaron conflictos laborales, alteraciones de poder y un aumento de despidos por las haciendas vendidas7.

Pero las situaciones más críticas se concentraron en las ciudades cercanas. La economía regional dependió de las haciendas debido a su intempestivo crecimiento. Por su éxito los productos de primera necesidad elevaron sus costos, por lo que el descenso afectó a los mercados de las urbes. El mercado de La Libertad no se estabilizaría hasta 1930 (Burga, 1991). Hasta entonces la suposición de precios fue un gran problema local que enfrentaba a los vecinos:

Todos sabemos que la Guerra Europea es la causa principal de este estado de cosas, pero también a ello contribuye la especulación que algunos comerciantes y especialmente los asiáticos han puesto en práctica para obtener grandes dificultades en sus negocios a raíz de una situación llena de dificultades para los pobladores (El Derecho Obrero, 25 de agosto de 1917).

Por otra parte, es importante mencionar el aumento de la crisis social en el interior de la hacienda. Una de las medidas para recuperarse del mercado internacional fue eliminar el aumento de 33 % en los salarios de los trabajadores. Como el costo de vida ya estaba encarecido para los obreros, se generaron mayores protestas como la huelga general en Chicama de 19218.

Esta huelga fue el desenlace de años de quejas contenidas en el valle de Chicama, donde se reclamaba por las malas condiciones laborales, la poca seguridad para los obreros y la complicidad del municipio. Sobre aquellas quejas apenas el Estado peruano intervino apenas en 1912, sin mayores consecuencias. Para 1921, la huelga de Chicama fue notoria por su manifiesto en diversas fuentes, muchas veces improvisadas por la reacción. De este modo hubo marchas afuera de las haciendas, paros en zonas urbanas, reuniones en plazas, participación colectiva desde ferrocarrileros hasta estibadores, etc. (Curletti, 1921). Al terminar el año 1921 se veía una mejor organización sindicalista del obrero, pero la represión por parte del hacendado y el municipio aumentó hasta disgregarlo. Aunque se dieron algunos avances como la desaparición del enganche, esta lucha entre la movilización y la represión se extendió complicadamente hasta 1930 (Giesecke, 2010).

Hubo otros problemas para La Libertad, más allá del mercado inestable por la Primera Guerra Mundial. Peter Klarén (1916) lo expone de la siguiente manera:

  • El clima regional para las cosechas fue desfavorable desde 1920 y afectó a la producción de cañas.

  • Hubo un incremento de trabajadores independientes debido a los despidos de las haciendas en quiebra. Esto hizo que en Trujillo aumente la oferta de trabajadores.

  • El Estado civilista seguía poco presente en la región y dejó a los municipios al mismo nivel de poder que los hacendados.

  • El hacendado en general contaba con más libertades para la interpretación de las leyes.

Esto cambió con el comienzo del Oncenio de Augusto B. Leguía, quien empezó su segundo mandato, en 1919, con evidentes planes para intervenir en La Libertad. Según Contreras (2012), los efectos del leguiísmo en las haciendas azucareras liberteñas se ven en estos casos:

  • Mayor incentivo de inversión regional para el algodón. Este producto era más estable que el azúcar y en pocos años sería el de mayor exportación nacional. Su cultivo no solo se centraba en La Libertad, pues se extendió desde Piura hasta la sierra de Cajamarca. De este modo se ayudó a la recuperación regional y se restó poder a los azucareros.

  • Se apoderó del trabajo local campesino con leyes como la conscripción vial, y se alejó de responsabilidades agroindustriales.

  • Con proyectos acuíferos como Olmos, se incentivó la independencia de las municipalidades frente al control de las haciendas.

  • Intervino públicamente en la huelga de Chicama, y ordenó que los hacendados aceptaran los reclamos sindicales. Para fines de 1920, se hizo evidente que el presidente quería cambiar al sector exportador en La Libertad.

Sin embargo, Leguía no dejó de impulsar un negocio azucarero dirigido por un entorno más familiar. Trajo nuevos prestamistas, como algunas firmas estadounidenses, para encargarse de las deudas más notorias (Burga, 1991). Por las intervenciones del Ministerio de Fomento en las huelgas de 1921, se concluye que la dirección azucarera se mantuvo correcta, pero necesitó ayuda de terceros (Curletti, 1921). En general, el cultivo de caña de azúcar, junto a los sectores agrícola y minero, tuvo un inesperado respaldo por el gobierno leguiísta al extender su poder hacia asuntos regionales. Leguía indicó que era importante mantener esta inversión para mantener la capacidad productiva, el volumen de exportación y los ingresos internacionales. De este modo, a pesar de los precios bajos para la venta, las exportaciones mantuvieron una tendencia creciente (Zegarra, 2014).

Es común la idea de que en esta década la bonanza económica fue una extensión del auge azucarero tras la Primera Guerra Mundial; sin embargo, hay que considerar la inusual inversión de Leguía para sostener estos proyectos. Obtuvo préstamos financieros desde Norteamérica, quienes, con el fin de la Primera Guerra Mundial, tenían capitales activos en espera de mercados disponibles. Como el mercado latinoamericano le era el más solícito, se volvieron sus principales prestamistas estatales. Este capital sirvió para muchos proyectos leguiístas, como la multiplicación de funcionarios públicos o la recuperación de negocios privados como las haciendas. Sin embargo, el Oncenio significó para los hacendados azucareros años de tensa negociación y desconfianza.

Para 1922, La Libertad llegó con dos características notables: siguió siendo una ciudad próspera de exportación azucarera en el país y, a la vez, un lugar de intensa represión contra los sindicatos. Esto se prolongaría hasta el fin del Oncenio de Leguía. La relación entre la hacienda y el Estado no pudo mejorarse hasta por lo menos 1930.

Conclusiones

En primer lugar, la Primera Guerra Mundial fue un suceso que reveló a los países latinoamericanos como el Perú una prueba para sus políticas económicas. Al igual que países como Cuba o la República Dominicana, su participación afianzó su integración en un sistema-mundo capitalista. Es decir, se prefirió la dependencia a Norteamérica (nueva dominante) y se mantuvo al sector exportador como única vía de progreso.

En segundo lugar, el desarrollo de la guerra cambió la demanda de productos primarios como el azúcar, lo que dio un inesperado auge comercial a exportadores latinos como las haciendas de La Libertad. Si bien ellas modernizaron sus métodos de cultivo, multiplicaron sus relaciones comerciales y participaron del mercado extranjero, no dejaron de mantener relaciones laborales internas casi coloniales. Aspectos políticos como la desconfianza con el Imperio alemán, o las medidas de los presidentes civilistas, no afectaron este comercio.

En tercer lugar, luego de la guerra la prosperidad exportadora azucarera se extendió hasta terminar drásticamente en 1920. La crisis económica, las rebeliones obreras y la dependencia regional a la exportación dejaron a La Libertad en constante inestabilidad.

Finalmente, el gobierno de Leguía mantuvo la ayuda a la exportación norteña del país, pero alteró la dirección azucarera y se enfocó en otros insumos como el algodón. Con esta tensa relación entre el leguiísmo y los hacendados azucareros, La Libertad no volvió a recuperar aquel auge económico de la Primera Guerra Mundial.

FUENTES PERIODÍSTICAS

El Comercio (1921)

El Derecho Obrero (1917 y 1920)

La Libertad (1918 y1919)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Fuente de financiamiento: Autofinanciado.

Citar como: Ccasani Condo, M. (2022). El Perú ante la Primera Guerra Mundial: las exportaciones de La Libertad de 1917 a 1921. Desde el Sur, 14(2), e0025.

1Licenciado en Historia y estudiante de magíster en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro del Grupo de Investigación "Historia y Ciudadanía Activa". Ha publicado artículos históricos sobre los inicios del siglo XX, enfocados en el aspecto social y cultural.

2Las razones para la Primera Guerra Mundial aún se mantienen en debate en la actualidad. Sin embargo, en los últimos años se ha rescatado el valor de las alianzas políticas y las rencillas entre dirigentes. Para mayor información, ver Pacheco (2014).

3Para mayor información sobre la estructura del sistema-mundo para las economías dependientes, revisar Wallerstein (2014).

4El cambio de Billinghurst a Benavides significó un retorno a una política proteccionista y poco inclusiva. Para mayor información, ver Klarén (2004).

5Cabe mencionar que estas medidas se dieron por la hostilidad del conflicto en el lado marítimo, que generaba rumores referidos, por ejemplo, a que había naves alemanes vigilantes en la costa. Para mayor información, ver Novak (2014).

6La expresión "barón de azúcar" es posterior en una década. Hacía referencia al orden señorial que conservaron estos terratenientes, de manera paralela al liberalismo extranjero. Para mayor información ver Burga y Flores Galindo (1991).

7Cabe mencionar que los hacendados preferían contratar nuevo personal en vez de mantener a los antiguos. Esta práctica los acerca a la élite peruana, quienes evitaban responsabilizarse de cuestiones nacionales. Para comprender mejor este tipo de élite, ver Irurozqui (1994).

8Es quizás este evento el de mayor interés para el Oncenio. Durante fines de 1920 e inicios del 1921, la prensa como El Comercio mostró cómo las autoridades estatales se interesaron notoriamente en el conflicto. Aquello era referenciado por otro antecedente en 1912, durante el primer gobierno de Leguía.

Recibido: 26 de Agosto de 2021; Aprobado: 07 de Junio de 2022

Contribución de autoría:

Miguel Ángel Ccasani Condo fue el único autor.

Potenciales conflictos de interés:

Ninguno.

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