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Desde el Sur

Print version ISSN 2076-2674On-line version ISSN 2415-0959

Desde el Sur vol.15 no.2 Lima Apr./June 2023  Epub Apr 25, 2023

http://dx.doi.org/10.21142/e0020 

Tecnopolíticas contemporáneas

Sin necesidad de nadie (excepto del algoritmo)

Without the need for anyone (except for the algorithm)

Mayra Eréndira Nava Becerra1* 
http://orcid.org/0000-0002-9030-5603

Víctor Manuel Alvarado García2* 
http://orcid.org/0000-0002-9170-7540

* Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México. México.

RESUMEN

Ante las condiciones de complejidad actuales, consideramos fundamental preguntarnos cómo comprender aquello que se pone en marcha bajo la idea de "nueva normalidad", en la formulación de la cotidianidad que supone su campo de instauración. Reconocemos que esa vida cotidiana ha sido expropiada a sus actores, mediante la operación tecnológica más invasiva y homogeneizante que haya operado planetariamente hasta hoy y que condensamos en ese "personaje conceptual" conocido como "algoritmo". La tesis del presente ensayo sostiene que la vida cotidiana en la llamada nueva normalidad es mediada globalmente por el manejo del algoritmo, y en sus efectos constituye la instauración de un proyecto totalitario y altericida de carácter planetario. En este sentido, este escrito tuvo como objetivo reflexionar acerca de la forma en que dicho proyecto altericida subyace a la instauración de una vida encauzada por "el algoritmo" y su pretensión de racionalidad. Se concluye que la actual gobernanza algorítimica y su digitalización consolidan el despojo de la agencialidad humana, lo que coloca la urgencia de indagar en las formas efectivas de intervenir al respecto.

Palabras clave: Algoritmo; gobernanza de Internet; vida cotidiana; digitalización; cibernética

ABSTRACT

Given the current conditions of complexity, we consider it fundamental to question how to understand what is being implemented under the idea of the "new normal" in the formulation of daily life which implies its establishment. We recognize that this daily life has been expropriated from its actors through the most invasive and homogenizing technological operation that has operated globally until today, condensed in the conceptual character known as the "algorithm". The thesis of this essay argues that daily life in the so-called new normal is globally mediated by algorithm management and, in its effects, constitutes the establishment of a totalitarian and altericidal project of planetary character. In this sense, the purpose of this writing was to reflect on how this altericidal project underlies the establishment of a life channeled by "the algorithm" and its pretension of rationality. It is concluded that the current algorithmic governance and its digitalization consolidate the deprivation of human agency, which sets the urgency of looking for effective ways to intervene in this regard.

Keywords: Algorithm; internet governance; daily life; digitalization; cybernetics

La confianza es buena, pero el control es mejor

Lenin

Nada humano saldrá con vida del futuro

Nick Land

Introducción

En virtud de las implicaciones de corto y largo plazo que trae consigo, ahondar en el debate respecto de lo que desde los grandes poderes que gobiernan al planeta se ha llamado "nueva normalidad" resulta, hoy por hoy, una tarea imprescindible tanto social como políticamente. Aunque, de forma paradójica, ese terreno de confrontación de posturas está envuelto en una especie de vacío de atención3. Quizá esa falta de discusión reflexiva y controversial sea ya uno de los "productos" de esa nueva normalidad que se ha ido diseñando desde décadas atrás y sus fundamentos pueden rastrearse hasta el siglo XVII inclusive4. No obstante todo, para quienes nos situamos desde la inconformidad con el curso planetario que distingue a dicha normalidad "novedosa" y sus efectos de verdad y realidad, es indispensable y urgente hacer frente, por los medios al alcance, a aquello que detona la inconformidad que vivimos y sus repercusiones, muy probablemente como millones de personas en todos los lugares del planeta viven esa nueva formulación de "normalidad". Consideramos a la normalidad como esa imposición y mantenimiento del orden social que vivimos de manera naturalizada e incuestionable en nuestra cotidianidad y que responde a determinadas coordenadas hegemónicas, las cuales se van actualizando. Desde nuestra perspectiva, estas coordenadas desde las que se establecen las formas normalizadas de existir en la contemporaneidad responden a lógicas biopolíticas y noopolíticas, es decir, que por una parte se establece una administración de la cotidianidad que privilegia la productividad, eficiencia, funcionalidad capitalista y protección inmunitaria de la vida a través de técnicas normalizadoras del cuerpo-población5 y, por otra, se establece un control a través de la implantación de las tecnologías actuales, donde ya no solo se tiene en la mira la gestión de la vida orgánica, sino ese intersticio entre las existencias orgánicas y todo aquello que ha sido producido desde la tecnociencia6. Esta normalidad y sus mecanismos para hacerla efectiva llevan por lo menos 30 años en desarrollo, pero es a partir de la pandemia declarada en 2019 y su transición a pospandemia que esa normalidad se intensifica y se actualiza, con pretexto de recuperar ese periodo de (presunta) interrupción de actividades económicas. La nueva normalidad, así llamada desde los organismos de gobierno mundial (Organización Mundial de la Salud [OMS], Organización de las Naciones Unidas [ONU], Banco Mundial, etc.), responde, como lo señala Maria Savona (2020), "a una transformación estructural de los modos de producción y consumo, con el apoyo de las tecnologías digitales, que ha sido impuesta por los gobiernos para contener el virus" (2020, p. 210). Ante esta situación es que nos cuestionamos acerca de cómo la llamada nueva normalidad es mediada y gestionada a través del algoritmo para terminar de instaurar un proyecto global autoritario, el cual no es percibido en su alcance por el modo en que se filtra en la cotidianidad. Este ensayo reflexionará y problematizará al respecto, tratando de proponer a grandes trazos, al final del trabajo, algunas rutas que permitan pensar cómo podemos actuar al respecto.

Un proceso que invade imperceptiblemente

Partimos de enfocar la vida cotidiana del común de la gente, como la que vivimos quienes esto escriben, para desplegar nuestra reflexión y, con ello, abonar al debate. A esa vida la reconocemos como anclaje comprensivo y empírico de lo que hemos de tratar en el cuerpo de este escrito, para articularla a otras cotidianidades que tienen lugar cuando acontece el vivir de la mayor parte de la población en el mundo y que, posiblemente, en ella pasan desapercibidas. Asumimos la complejidad del abordaje del tránsito de ciertas condiciones de vida a otras que se están implantando planetariamente.

En sí misma, la cotidianidad como práctica social es una cuestión compleja y, por ello, de un abordaje necesariamente distante del manejo simplista que, en general, corre por los acercamientos más dominantes. Entendemos que la vida cotidiana, más que ser lo que sucede diariamente, es aquello que sucede con continuidad en la realización común y corriente de la vida social (Heller, 1979) y que adquiere la forma de patrones, posiciones sociales, y códigos distintivos (Sotolongo y Delgado, 2006).

¿Cómo comprender aquello que se pone en marcha bajo la idea de "nueva normalidad", en la formulación de la cotidianidad que supone su campo de instauración? Para abordar esa cuestión, es preciso establecer un punto de referencia que permita atender la articulación referida. Por ello, también partimos de reconocer que esa vida cotidiana ha sido expropiada a sus actores, mediante la operación tecnológica más invasiva y homogeneizante que haya operado planetariamente hasta hoy y que, por razones prácticas, condensamos en ese "personaje conceptual" conocido como "el algoritmo". Entendemos a este como la reducción de la existencia a una solución matemática y automatizada que permite la administración de la vida a un ritmo más acelerado. Siguiendo a Franco Berardi,

En la medida en que los algoritmos se vuelven cruciales en la formación del cuerpo social, la construcción del poder social se desplaza del nivel político de la conciencia y la voluntad, al nivel técnico de los automatismos localizados en el proceso de generación de intercambio lingüístico y en la formación psíquica y orgánica de los cuerpos (Berardi, 2017, p. 34).

Nueva normalidad, vida cotidiana y algoritmo nos permiten configurar una triangulación que consideramos abre la posibilidad de exponer la manera en que ahí se ubica la instauración de un proyecto totalitario y altericida de carácter planetario. De tal suerte, este escrito busca establecer, a grandes trazos, la forma en que dicho proyecto altericida subyace a la instauración de una vida enmarcada y encauzada por el algoritmo y su pretensión de racionalidad.

Muchas discusiones han tenido lugar respecto de la manera correcta de nombrar la época que se vive hoy en día. Las formulaciones nos ubican frente a una disyuntiva fundamental en torno a si: 1) la caracterización de neoliberal es correcta aún (con todos los matices y adjetivos que se le puedan agregar, como una especie de (neo)liberalismo+), o bien 2) esa categoría resulta limitada para lo que se vive y habrá que virar el punto de mira. Aquí nos colocamos bajo la consideración respecto de que la "hipótesis (neo)liberal" resulta insatisfactoria, si la colocamos con relación a ciertas características de la actualidad, que más bien nos hacen girar la atención hacia la prevalencia de la hipótesis cibernética. Dicha hipótesis articula dos ejes de configuración en la vida cotidiana que hoy es propulsada desde la idea de nueva normalidad. Por una parte, una lógica de gobernanza racionalizada y, por otra, una cotidianidad mediada por la racionalidad algorítmica, en la pretensión de anular o contener la irracionalidad humana contenida en la libre elección.

En términos muy generales, podemos entender la hipótesis cibernética como "una tecnología de poder, para la cual gobernar significa "coordinar racionalmente" los flujos de informaciones y decisiones que se producen "espontáneamente" en el cuerpo social" (Tiqqun, 2015, p. 9). Esta hipótesis subyace en el fondo de las operaciones de gobernanza que en la superficie de la vida político-social pudieran considerarse neoliberales en lo político, lo económico y lo social. Hemos de agregar que dicha hipótesis tiene una matriz militar insoslayable. Derivado de la lectura que efectúa de los planteamientos contenidos -en tanto postura ante el flujo de realidad- en la obra de Philip K. Dick, para David Lapoujade (2022) no estamos frente a la actualización de una forma de hacer la realidad sino ante su remplazo por otra fórmula. Según este planteamiento, consideramos que lo que significa el término "nueva normalidad" sintetiza, para la vida de la población común y corriente, dicho remplazo.

Mauro F. Guillén (2022) sostiene que cuatro grandes tendencias han de ser consideradas fundamentales (entre otras más) para comprender lo que está por venir en el curso de la vida de la población mundial, particularmente en el corto plazo. Derivado de la pandemia recientemente vivida, tales tendencias consolidan lo que desde las dos últimas décadas del siglo pasado ya estaba presente y ahora se "aceleran procesos" que a dichas tendencias subyacen y que bien pueden incluirse en el remplazo referido y que se conjugan para otorgar condicionantes a lo por venir: envejecimiento de la población mundial, profundización de la desigualdad, la emergencia de mercados diversos, el reordenamiento geopolítico y la adopción de la tecnología como imprescindible mediación para acceder a la dinámica de la vida social.

De acuerdo con lo señalado, centramos la atención en la tendencia relacionada con la adopción tecnológica. Pero atender la cuestión tecnológica no implica aislarla de otras tendencias; antes, al contrario. Para Éric Sadin, durante las dos últimas décadas del siglo pasado, tuvo lugar la aparición de una formulación distinta de las formas de acceder a la socialidad que rompen con el mundo en marcha y sus maneras, ruptura que puede vincularse a la aparición de novedosas posibilidades tecnológicas. El principio de la pasada década de 1980 es un escenario en que se colocan dos figuras que anuncian contundentemente, aunque aún de manera incierta, el tránsito de un régimen político-social-económico a otro. En otras palabras, anuncian el reemplazo del que habla Lapoujade. La Dama de Hierro, Margaret Thatcher, indica con contundencia que la sociedad no existe; el vaquero presidente Reagan sigue la tendencia de la dama. Así, esta expresión sintetiza un proceso que las élites mundiales pusieron en marcha desde la aparición de la cibernética moderna, bajo la idea de la inacabable "modernización" y el papel otorgado en ello a la lógica tecnocientífica7.

El fin del siglo pasado y el inicio del actual han sido escenarios para la efectuación inicial de ese remplazo en el paradigma social dominante. Le aparición de Facebook, Google, los dispositivos móviles, en su versión smart, principalmente, colocaron la dinámica social en una nueva vía. Con ello, se lograba una implantación sin precedente de la hipótesis cibernética8, esa forma de gobernanza que pasa desapercibida en la medida en que, en sus formas de instrumentación, producen una individuación particular, en la cual parece que la vida mediada por las tecnologías "inteligentes" se empodera, se vuelve más confortable y manejable. Luego de la emergencia de la "primer cibernética" en la década de 1940, en que muchas de sus operaciones eran más bien de laboratorio, en los años 70 se reformula, lo que da lugar a la "segunda cibernética", que se vuelve más bien una experimentación social, una antropotecnia.

En marcha está, entonces, una alteración del mundo de la vida, en la que las "nuevas tecnologías" condensadas en el algoritmo no son únicamente la mediación fundamental, sino la vía de la veridicción privilegiada (la matriz para sancionar lo verdadero)9, la fuente de "coordinación racional". Para Lapoujade, la alteración de mundos tiene que ver con un tipo de invasión:

Invasión significa: somos la nueva realidad que reemplaza a la vieja y desde entonces vivirán en este mundo [...] Este nuevo mundo despliega una propaganda permanente que le permite captar, formar, estandarizar los deseos y las creencias, en resumen, volverse deseable (Lapoujade, 2022, p. 93).

Esta captación, si seguimos las ideas de Nick Land, tiene que ver con la propia efectuación cibernética en la llamada civilización moderna frente a los problemas prácticos que le son inherentes: "la explosión controlada, también conocida como gobernanza o regulación" (Land, 2021, p. 28). Lo que abre la posibilidad de señalar que ese personaje conceptual es el aparente operador de una gobernanza, que inclusive es más potente que la que pueda gestar un gobierno formalmente constituido.

Pero esta regulación o gobernanza ha sido instrumentada por la vía ligth, o más bien smart10, si así queremos referirla. La invasión de la vida por nuevas tecnologías y sus apps, que "facilitan" no solo las decisiones comportamentales11 sino los fundamentos concretos de las prácticas sociales, nos ha colocado en una enajenación de nuestra capacidad agencial -individual y colectiva- que se nos aparece como libertaria. Desde principios del actual siglo asistimos a una metamorfosis que hoy, si seguimos los planteamientos referidos de Mauro Guillén, han sido acelerados. De acuerdo con Sadin, en referencia a los primeros años de la centuria, "Asistimos, en general desconcertados, a la metamorfosis solapada de los modos de comportarnos, de pensar, de expresarnos, sin poder determinar cuál era su tenor" (Sadin, 2022, p. 14). Esta metamorfosis, mediada por las nuevas tecnologías, inicialmente se apareció como un camino a la emancipación de la población en general respecto de los viejos poderes políticos y económicos. Surgieron "movimientos sociales" a los que se les atribuyó posibilidad revolucionaria por la potencia libertaria que estaba contenida en el uso de tecnología novedosa. Apareció el mundo de "las primaveras" y, con él, una esperanza renaciente.

Los jóvenes, principalmente, encontraron instrumentos que les ofrecían desprendimiento del mundo común que les oprimía. No se tomaba nota, acaso porque era imposible en ese momento, que lo que estaba en marcha era la desactivación del mundo social común como territorio de consolidación existencial, a través de la sensación de poder encauzar la vida a nuestro antojo que produce tener al alcance de un clic la realización de "nuestras" elecciones. Aparecía en cada cual una "súbita sensación de suficiencia" y, con ello, la emergencia de la postura individual como una especie de ethos privilegiado (Sadin, 2022).

Pero todo ello, lo que hoy vivimos planetariamente, se fue gestando de forma parsimoniosa durante décadas. Quizá uno de los primeros escenarios que contenía el aviso práctico del curso de los acontecimientos es la creación de la moderna ciudad de Los Ángeles, California, a partir de lo que fuera Hollywood Land (Fernández-Galiano, 2019) enmarcada en el "nacimiento" de la sociedad del esparcimiento. Como lo consignan Sadin (2022) y Lapoujade (2022), Disneyworld es especialmente ilustrativa en el carácter del mundo por venir, en el que millones comprometen sus ingresos con tal de vivir esa "experiencia". Lo que aparece en este territorio es la configuración de una vida diseñada para ofrecer experiencias, en la ilusión de que uno mismo decide.

Hoy, más que antes, la lógica del juego del trampero, esa imagen que utiliza Shirmacher (2015) para ilustrar el giro matemático que en los años 70 adquiría el mundo del conocimiento y del control, incluso con la incorporación de físicos a Wall Street, parece invadir las vidas y, al mismo tiempo, procurar que cada cual considere que produce con sus likes o sus "elecciones" efectos de mundo. Lo que esto significa, entre otras cuestiones, es que mientras nosotros elegimos mediante las aplicaciones a disposición entretenimiento, productos, rutas, "experiencias", nos convertimos en "paquetes de información" para el trampero, ese que sabe más de nosotros que nosotros mismos mediante los rastros que dejamos al elegir: "una vez que usted me haya elegido, ya no tendrá elección", dice uno de los personajes con inteligencia artificial (IA) de Dick (Lapoujade, 2022, p. 102).

Este juego de trampero en el que quedamos envueltos ha generado una doble creencia que hoy nos oscurece el entendimiento, anula la vida común y produce una pérdida de agencialidad disfrazada de libertad: 1) poseemos la capacidad de elegir continuamente y 2) la centralidad social ha de ubicarse en el sí mismo que busca expresión continua, es decir, se genera la ilusión de la autonomía y de la suficiencia del sí mismo. Esta ilusión de voluntad soberana del individuo que opera en nosotros no es una simple intensificación de la forma Sujeto de la modernidad occidental, es la configuración de una relación contradictoria con esa misma figura. Es decir, mientras se fortalece la importancia de esa ficción de un sí mismo que está operando al decidir la mejor opción presentada por el algoritmo, este queda oculto y al mismo tiempo se va haciendo imposible el imperativo de la conformación del Sujeto moderno, sin llegar a desaparecer. Podríamos decir incluso que ese imperativo aún era parte central de la hipótesis neoliberal, pero no así para la actual hipótesis cibernética en curso.

Mediante la aparente invisibilidad del algoritmo, la era digital nos conduce a una condición tecnolibertaria (Sadin, 2018a), que, mediante las operaciones matemáticas del control racional del comportamiento, se genera un encuadre para encauzar la acción humana, para "controlar las explosiones" que ella puede generar. Es decir, es una manera de deshumanizar la acción humana. El animal hace lo que tiende a hacer, el trampero lo sabe y lo encauza a la trampa. No queremos que con este señalamiento se entienda que nuestro planteamiento se coloca dentro del marco de una reivindicación humanista; es más bien una descripción, un apunte necesario en relación con la transformación civilizatoria y del orden mundial que estamos experimentando y que, como señalamos al inicio de este escrito, está articulado con la actual imposición global de la nueva normalidad.

Claudio Celis (2020), siguiendo los planteamientos de Foucault respecto de la transformación del poder disciplinario y su paso a la gubernamentalidad, indica que, dentro de esta última, "la figura del sujeto como dispositivo de poder estaría cediendo terreno a otras formas y a otras lógicas de poder" (Celis, 2020, p. 161). De esta manera y de acuerdo con Antoinette Rouvroy y Thomas Bern, nos encontramos actualmente frente a la "gubernamentalidad algorítmica", la cual "sería aquella racionalidad política que produce datos, los analiza y luego actúa en base a dichos análisis, todo ello posibilitado por las tecnologías de la información contemporáneas" (Rouvroy y Bern, en Celis, 2020, p. 161). Podemos decir, entonces, que la gobernanza pone en práctica una gubernamentalidad algorítimica, que fragmenta mucho de lo que hasta ahora hemos entendido como prácticas de control, poder y dominio, en tanto esos mecanismos ya no se dirigen al sujeto ni al individuo como objetivo, sino que pasan por él. Celis refiere al respecto que:

En la gubernamentalidad algorítmica el poder no funciona a través del sujeto individual sino a través de relaciones que son pre- y supraindividuales. La comprensión de este fenómeno político, por ende, exigirá una nueva comprensión ontológica que realce el carácter de ser de la relación (Celis, 2020, p. 165).

La gobernanza actual, como hemos referido hasta aquí, ya no se sostiene en la idea de un gobierno que opera a través de un Estado-nación - aunque esta figura tampoco termina de diluirse-, ya que opera a través de una matriz de algoritmos que van decidiendo el modo en que debe organizarse funcionalmente el mundo; es, como señala Franco Berardi, el orden social producido por máquinas sintácticas (Berardi, 2017). En ese sentido, el mecanismo de control actual ya no sería solo biopolítico, sino, como sostiene Maurizio Lazzarato, noopolítico, el cual "no tiene como objeto principal la vida orgánica del cuerpo y la población sino una vida a-orgánica cuya traducción sociológica son los públicos" (Sacchi, s. f., pp. 3-4); es decir, ese aglomerado en que queda reducida lo que llamamos población y que no tiene que ver únicamente con la vida orgánica. Lazzarato, coloca énfasis en el uso y control de la memoria, algo que actualmente no puede ser atribuido únicamente a lo vivo y que en el marco del capitalismo financiero aprehende la "cooperación entre cerebros". Al respecto, Emiliano Sacchi indica que esa memoria: "No se trata ya de una memoria orgánica, ni de la memoria estadística de la población, sino de la memoria también a-orgánica de las máquinas informáticas. Es esta memoria, compuesta de lenguajes, códigos, algoritmos, mensajes, la que define para la episteme contemporánea la propiedad de lo vivo" (Sacchi, s. f., p. 4).

Sin necesidad de nadie: una perversa ilusión

La hipótesis cibernética que no solo concibe sino que hace de la vida una red informática interconectada por diversos nodos y dispositivos, donde nuestros cuerpos están conectados a una gran matrix de datos, hace efectiva la servidumbre o esclavitud maquínica de la que ya hablaban Deleuze y Guattari, esa en la que los elementos humanos son parte constitutiva de la máquina, la cual, como indica Claudio Celis, "no debe comprenderse simplemente como máquina técnica, sino como "un conjunto comunicante" de elementos humanos y elementos no humanos, tales como elementos mecánicos, elementos energéticos, elementos informáticos, animales, cosas" (Celis, 2014, p. 167). De esta manera, el proceso de enajenación o alienación respecto de la técnica y el algoritmo no es lineal, en tanto la sujeción social no se cumple por completo, pues lo humano ya no es un elemento que esté por fuera de la máquina, sino que está integrado, desdibujado. Esa es la deshumanización que referimos líneas atrás. Usamos esa categoría no en un sentido moral, sino descriptivo, es decir, lo que hacemos es ubicar esta inflexión poshumanista de la que habla Rosi Braidotti (2015), donde el marco humanista del proyecto occidental está agotado, pero no derrotado del todo.

Coincidimos con Sadin cuando sostiene que cierto sensacionalismo transhumanista no logra dar cuenta de nuestra inmersión en el flujo de información, de algoritmos. Pues no es necesariamente esa fantasía de hombre-máquina al estilo Robocop en la que estamos inmersos, ya que esa tecnología cyborg no está necesariamente al alcance de todos, como sí lo está la hipótesis cibernética y el modo en que ya estamos integrados ahí:

La hibridación propia de nuestro siglo XXI se corresponde con la hibridación impalpable que mezcla cuerpos y códigos digitales. Una "alta antigüedad antropomaquínica" determina, en la actualidad, nuestra condición, y ya no está reducida a sus propios límites cognitivos, sino aumentada en sus facultades de juicio y de decisión, señalando la instauración perenne y universal de nuestra realidad antrobológica (Sadin, 2018b, pp.151-152).

Dicha condición antrobológica hace de la humanidad una humanidad aumentada en tanto sus funcionalidades están interconectadas al gran flujo de información cibernético, pero desprovista de su capacidad agencial. Parece que la crítica que realiza Sadin, aunque acertada, apunta a esa contradicción del lugar del sujeto moderno en el marco de la tecnificación de la existencia, y contiene la nostalgia de apelar a una defensa de la autonomía de ese sujeto. Habría que preguntarnos si eso es todo lo que hay que defender, si ante el despojo de esa humanidad, que no parece ser más que la forma ideal del sujeto moderno no queda otra cosa que anhelemos recuperar. Ahí se abre una grieta de posibilidades, pues la apropiación de la subjetividad parece estar hecha, y el esfuerzo por propiciar una nueva, una mejor, una disidente, parece dar vueltas alrededor de lo mismo de siempre, cuando lo que sucede es que nos enfrentamos a una ruptura epistémica, ontológica y antropológica de la matriz occidental, matriz que puede considerarse, siguiendo las ideas de Agamben (2007), una máquina antropológica, es decir, una serie de elementos articulados en cierto dispositivo para construir y constituir lo humano. A propósito de esto, Suely Rolnik (2019) hace una puntualización importante, al sostener que no podemos reducir la subjetividad a la experiencia del Sujeto, pues esto fortalece la captura de nuestra condición vital. Si, como referimos anteriormente, la gobernanza y su gubernamentalidad actúan a nivel pre y supraindividual, son las relaciones, o más bien el medio, en donde hay que intervenir, entendiendo ese espacio como el conjunto de disposiciones que favorece o no una serie de acciones, de prácticas; "el medio como apertura de posibilidades es lo que lleva a las cosas a su "realización", ciertamente transitoria, pero también real" (Despret, 2021, p. 49).

La condición pandémica, el despliegue de la vigilancia a partir de diversos dispositivos tecnológicos, el fortalecimiento de la gobernanza y su gubernamentalidad algorítmica se han articulado de tal forma que, actualmente, en plena instauración de la nueva normalidad experimentamos ese gestionamiento a través de una resignación parecida a la docilidad. Josué García y Lorena Sánchez (2022) recopilaron una serie de iniciativas tecnológicas digitales que se consolidaron globalmente con la justificación de controlar la pandemia: rastreo, detección de infecciones, seguimiento de contactos, aislamiento y gestión clínica, fueron los diversos momentos que los autores ubican como los más sobresalientes en la activación del control digital con el uso de códigos QR, cámaras de vigilancia con sensores térmicos conectadas a circuitos cerrados, reconocimiento facial, drones, apps de seguimiento, geolocalización, etc. Toda esta serie de gubernamentalidad algorítmica parece hoy incuestionable, insertada de tal manera en nuestra forma de experimentar el mundo que es difícil distinguir qué traemos de ella, qué códigos digitales tenemos insertados en nuestra piel y en nuestros afectos.

Parece que dar la batalla, inconformarse efectivamente, en estas condiciones, es restaurar nuestro papel dentro del juego vital contra el trampero y sus apps, que hoy se nos presenta como un juego de ilusiones, en que se nos quiere hacer creer que somos lo más importante para él y su algoritmo. En ese sentido, habrá que desilusionarse antes que nada. La ilusión que se nos ha hecho adoptar es que podemos potenciar nuestra capacidad individual para encauzar la vida sin necesidad de nadie, sólo usando adecuadamente el algoritmo que nos facilita dicho encauzamiento. Habrá que romper con esa ilusión.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Fuente de financiamiento: Autofinanciado.

Citar como: Nava Becerra, M. E. y Alvarado García, V. M. (2023). Sin necesidad de nadie (excepto del algoritmo). Desde el Sur, 15(2), e0020.

1Profesora de Psicología Social en Complejidad y Transdisciplina en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México (FESI-UNAM). Maestra y candidata a doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Investigadora en procesos de resistencia, subjetividad, memoria, biopolítica, nuevas guerras, feminismos, tecnología. Integrante del Proyecto Universidad, Sociedad y Acción Comunitaria (USAC) y del Colabora-torio Deshumanizante Etskuni. mayra.nava@iztacala.unam.mx.

2Profesor asociado C de tiempo completo en la carrera de Psicología Social en Complejidad y Transdisciplina en la FESI-UNAM. Estudios de posgrado en Sociología por la UNAM. Maestro y actualmente doctorando en Pensamiento y Cultura en América Latina por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Investigador en procesos de resistencia, subjetividad, memoria, biopolítica, corporalidad, arte, nuevas guerras y tecnología. Corresponsable del proyecto Universidad, Sociedad y Acción Comunitaria (USAC) e integrante del Colaboratorio Deshumanizante Etskuni. vag10@hotmail.com.

3Acaso aquí tenga sentido referir lo que, considerando el debate que el aceleracionismo implicaría, Nick Land señala: "Hace falta que se instale la sospecha de que si el debate público sobre la aceleración está por comenzar, lo hará justo a tiempo para llegar tarde" (Land, 2021, p. 22). En buena medida, lo que sostenemos en este escrito supone que hay un proceso en marcha desde hace años que ha demandado siempre una reflexión crítica y un debate que no ha sucedido con la frecuencia e intensidad que el mismo proceso demanda y, por ello, hoy podría parecer tardío hacerlo.

4 Éric Sadin (2022) sostiene que hay un vínculo claro entre los planteamientos del liberalismo del siglo XVII y lo que hay tenemos como formulación del actual "individuo tirano".

5Generalmente a través de mecanismos medicalizadores y judicializadores.

6Más adelante regresaremos a estas definiciones.

7Nos recuerda Sadin el discurso de John F. Kennedy de 1960, en el que habla del trazado de una "nueva frontera", con base en la articulación de "avances económicos, científicos, técnicos y sociales para lograr la anhelada paz universal (Sadin, 2022, p. 57).

8De hecho, Tiqqun define a la "sociedad contemporánea al laboratorio donde se experimenta la hipótesis cibernética" (2015, p. 84).

9"De ahora en adelante ciertos sistemas computacionales están dotados -nosotros los hemos dotado- de una singular y perturbadora vocación: la de enunciar la verdad" (Sadin, 2020, p. 17). Siguiendo esta idea de Lapoujade, ante lo que estamos desde hace décadas es un proceso de invasión de la vida cotidiana por fórmulas técnocientíficas que tienden a reemplazar el papel de los actores sociales por un proceso informático.

10 Byung Chul-Han (2014) nombra al poder contemporáneo como un poder smart, un poder inteligente, que opera de una manera suave, a diferencia del poder disciplinario señalado por Michel Foucault.

11La gestión y producción del comportamiento (es decir, la biopolítica) se despliega a través del algoritmo, donde la administración de la vida es experimentada como una decisión individual facilitada por el algoritmo. Psicopolítica y biopolítica terminan articuladas a través de la tecnobiopolítica.

Recibido: 30 de Diciembre de 2021; Aprobado: 27 de Marzo de 2023

Contribución de autoría:

Mayra Eréndira Nava Becerra y Víctor Manuel Alvarado García se encargaron de la totalidad de las tareas de la investigación.

Potenciales conflictos de interés:

Ninguno.

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