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Discursos del sur

Print version ISSN 2617-2283On-line version ISSN 2617-2291

Discursos del sur  no.11 Lima Jan./Jun. 2023  Epub July 31, 2023

http://dx.doi.org/10.15381/dds.n11.25858 

Dossier

Utilizando una arqueología contemporánea para frenar el capitalismo acelerado

Using an archaeology of the contemporary to slow down fast capitalism

1Universidad de Binghamton, Estados Unidos

RESUMEN

El gran mito intelectual de finales del siglo XX es que el siglo XXI iba a despertar en un mundo de fenómenos “pos”: posindustrial, poscolonial y, el más importante, poscapitalista. El sociólogo Ben Agger ha argumentado que no vivimos en un mundo poscapitalista, sino más bien en un mundo de capitalismo exagerado o capitalismo acelerado. Más recientemente, el economista Thomas Piketty ha redirigido la investigación económica hacia el estudio de la riqueza y el capital. Su trabajo sostiene la observación fundamental de Karl Marx de que los procesos del capitalismo tienden a aumentar las desigualdades en la riqueza. En este artículo, me baso en argumentos que desarrollado previamente a favor de una praxis de la arqueología que desafíe el statu quo y frene el capitalismo acelerado. Aunque me siento escéptico acerca de los grandes planes para cambiar el mundo, sugiero que podemos ralentizar en algo al capitalismo rápido. Podemos hacer esto tanto en la práctica de la arqueología como en el mundo en general. Las contradicciones del capitalismo acelerado dan forma a la práctica de la arqueología tanto en la gestión de los recursos culturales como en la academia. Asimismo, también podemos utilizar la arqueología para confrontar las falacias ideológicas que apoyan, naturalizan y justifican las crecientes desigualdades en la riqueza. Este artículo demuestra cómo la arqueología puede revelar tales falacias en el estudio de los derechos de los trabajadores y la frontera entre Estados Unidos y México.

PALABRAS CLAVE: Capitalismo acelerado; Praxis; arqueología de lo contemporáneo; fuerza laboral; fronteras

ABSTRACT

The great intellectual myth of the late 20th century was that the 21st century dawned in a world of "posts"; post industrial, post colonial and, most importantly, post capitalist. Sociologist Ben Agger has argued that we do not live in a post-capitalist world, but rather in a world of exaggerated capitalism or fast capitalism. More recently, the economist Thomas Piketty has redirected economic research toward the study of wealth and capital. His work supports Karl Marx's fundamental observation that the processes of capitalism tend to increase inequalities in wealth. In this paper, I build on my earlier arguments for a praxis of archaeology to challenge the status quo and stop fast capitalism. I am pessimistic of grand plans to change the world, but I suggest that we can slow the rush of fast capitalism a bit. We can do this both in the practice of archaeology and in the world at large. The contradictions of fast capitalism shape the practice of archaeology in both CRM and academia. We can also use archaeology to challenge the ideological lies that support, naturalize, and justify growing inequalities in wealth. The paper demonstrates how archaeology can reveal these lies in the study of workers' rights and the US-Mexico border.

KEYWORDS: Fast capitalism; praxis; archaeology of the contemporary; labor; borders

El gran mito intelectual de finales del siglo XX es que el siglo XXI iba a despertar en un mundo de fenómenos “pos”; post-industrial, post-colonial y, el más importante, poscapitalista. Sin embargo, el sociólogo Ben Agger (1989, 1997, 2004) sostiene que no vivimos en un mundo poscapitalista sino en un mundo de capitalismo exagerado o capitalismo acelerado. Más recientemente, el monumental trabajo del economista Thomas Piketty (2014), El Capital en el Siglo XXI, ha redirigido la investigación económica al estudio de la riqueza y el capital. Su trabajo sustenta la observación fundamental de Karl Marx de que los procesos del capitalismo tienden a aumentar las desigualdades en la riqueza y la propuesta de Agger sobre que los procesos del capitalismo poco han cambiado en el siglo XXI. Sobre la base de mis trabajos previos, en este artículo propongo una praxis de la arqueología que desafíe al statu quo y ralentice el capitalismo acelerado (McGuire 2008). Mi reflexión tiene dudas sobre los grandes esquemas que esperan cambiar el mundo, pero sugiere que podemos impedir en algo el proceso del capitalismo acelerado. Podemos hacer lo anterior tanto en la práctica arqueológica como en el mundo en general. Las contradicciones del capitalismo acelerado dan forma a la práctica de la arqueología pero, también, podemos usar la arqueología para desafiar las falacias ideológicas que sustentan, naturalizan y justifican las crecientes desigualdades en la riqueza.

Desigualdad y Capitalismo Acelerado

El Capital en el Siglo XXI” repasa la evolución de la desigualdad en Occidente desde el siglo XVIII hasta el comienzo de la revolución industrial. Piketty (2014) argumenta que los altos niveles de desigualdad caracterizaron a la sociedad europea occidental de los siglos XVIII y XIX. La riqueza privada concentrada en manos de las familias ricas reducía el ingreso nacional y sustentaba una rígida estructura de clases. La industrialización aumentó paulatinamente los salarios de los trabajadores, aunque no cambió significativamente las relaciones de clase fundamentales ni los niveles de desigualdad. Se necesitó el caos de la I y II Guerra Mundial y la Depresión para interrumpir este patrón. De 1918 a 1945, los altos impuestos, la inflación, las bancarrotas y el crecimiento de los estados de bienestar en expansión hicieron que la riqueza se redujera drásticamente y dieran paso a un período en el que tanto los ingresos como la riqueza se distribuyeran de manera más igualitaria. Sin embargo, las crisis de principios del siglo XX (que se había iniciado en la década de 1970) comenzó a desvanecerse y la desigualdad económica se reafirmó. Piketty sostiene que en el siglo XXI las economías modernas han retornado prácticamente a los mismos altos niveles de riqueza y desigualdad de ingresos que analizó Karl Marx en la segunda mitad del siglo XIX.

Estas observaciones encajan muy bien con el argumento de Agger (1989, 1997, 2004) sobre que el capitalismo acelerado domina el mundo en el que vivimos. Un mundo en el que los procesos económicos están basados en la propiedad privada y el trabajo asalariado. El capitalismo moderno, sin embargo, es un capitalismo acelerado y exagerado que tiene una influencia muy profunda sobre los pueblos de la tierra como nunca antes. El mundo es, de hecho, más capitalista en la actualidad que cuando Marx redactaba sus escritos a mediados del siglo XIX. En ese momento, la propiedad privada y el trabajo asalariado solo dominaban en Europa. Durante la mayor parte de su existencia, el capitalismo se expandió incorporando regiones no capitalistas del mundo. En la actualidad, prácticamente ningún rincón del mundo se encuentra fuera del control del capitalismo. El capitalismo ahora se expande acelerando sus procesos y penetrando todos los aspectos de la vida social.

La globalización del mundo moderno no es nueva ni única. El capitalismo comenzó como un fenómeno global (Wallerstein 2000; Lee 2012). Lo que ha cambiado es la velocidad del capitalismo global. La rápida expansión de las tecnologías de la información (incluidas las computadoras, el software, los satélites, la fibra óptica e internet) ha transformado el panorama económico mundial. Estas expansiones aceleran el capitalismo tanto en términos de velocidad como de alcance. Los avances en el transporte, como los buques portacontenedores, permiten que se produzcan bienes en cualquier lugar del mundo donde los salarios sean más bajos. Las nuevas tecnologías de la información permiten que los servicios técnicos, administrativos e, incluso, profesionales busquen también el salario más bajo. Para obtener ganancias, las empresas deben reducir los salarios y los gastos generales. Los trabajadores que no aceptan menos dinero pierden sus trabajos a medida que industrias enteras cruzan el mundo entero. Las presiones para entregar todos los bienes y servicios al menor costo posible crean hipercompetitividad. Este proceso erosiona los derechos y beneficios de los trabajadores y proletariza los trabajos profesionales, incluidos la arqueología.

El capitalismo acelerado se expande al infiltrarse en todos los rincones y grietas de la sociedad para crear nuevas necesidades. Los poderosos capitalistas en los negocios, la educación y el gobierno abrazan la hipercompetencia para hacer de los principios del mercado la ética dominante para todas las relaciones sociales. Ellos evalúan todas las relaciones sociales en términos de costos y beneficios y por el resultado final de la ganancia. Su éxito corroe los marcos morales y los programas políticos orientados a la sociedad (Holmes 2000). El capitalismo acelerado ataca los valores y las relaciones sociales que crearon y sustentaron la arqueología. Así, la hipercompetencia deja poco espacio para la vida intelectual que no produce ganancias (Siegel 2006). La camaradería y el interés compartido del trabajo de campo arqueológico no generan ganancias. El capitalismo acelerado socava las relaciones de aprendizaje y perfeccionamiento y aplasta a la comunidad de investigadores de la arqueología a la cual nos hemos sentido atraídos la mayoría de nosotros. La búsqueda de ganancias de los capitalistas transforma el conocimiento arqueológico y la educación en mercancías que se producen al costo más bajo y se venden en un mercado competitivo. No es de extrañar que los arqueólogos se sientan confundidos y alienados.

La arqueología como disciplina sirve a los intereses de clase y, como profesión u ocupación, tiene su propia estructura de clase (McGuire y Walker 1999). La arqueología ha sido tradicionalmente una práctica de la clase media que sirvió a las necesidades de la clase media. Por clase media no me refiero a ingresos medios, sino a una posición de clase que existe entre la clase propietaria y la clase trabajadora. Esta clase media está conformada por profesionales, gerentes, administradores y educadores que trabajan para los propietarios y el estado. A su vez, supervisan, dirigen, organizan, educan, administran, contratan y despiden a la clase trabajadora.

La corrosión del capitalismo acelerado ha alcanzado tanto a la academia como a la arqueología de contrato. El reducido financiamiento público para la educación universitaria y la hipercompetencia entre empresas de arqueología de contrato socavan el oficio de la arqueología y lo reemplazan con principios de mercado de flexibilidad, competencia y ganancia. De manera creciente, la disciplina arqueológica depende de un proletariado de asistentes de profesores, auxiliares y técnicos de campo que las universidades y las empresas de contrato explotan cada vez más (McGuire y Walker 1999, Schott 2006).

No obstante, nosotros podemos frenar el capitalismo acelerado a través de la praxis (McGuire 2008). La praxis se refiere a la capacidad distintivamente humana de construir y cambiar consciente y creativamente tanto al mundo como a nosotros mismos. La definición mínima de praxis es la acción teóricamente informada. Para comprometerse con la praxis, las personas deben aceptar los conceptos de posibilidad y cambio. La praxis se vuelve emancipadora cuando promueve los intereses de los marginados y oprimidos en contra de los intereses de los dominantes. La praxis implica un proceso de obtención de conocimiento del mundo, generación de crítica de este y acciones para cambiarlo. La praxis implica una compleja dialéctica entre sus tres partes. La acción sin conocimiento corre el riesgo de cometer errores, fracasos, insensateces y consecuencias perniciosas. Sin embargo, las personas crean conocimiento en contextos sociales, culturales y políticos que impactan y afectan su creación y, evidentemente, no podemos conocer el mundo fuera de ese contexto. A través de la autorreflexión o la crítica, las personas pueden evaluar qué conocimiento vale la pena crear, el ajuste del conocimiento a nuestras observaciones sobre el mundo y los efectos de las fuerzas sociales, culturales y políticas en la creación de ese conocimiento. La acción fluye desde el conocimiento y la crítica, y la acción transforma el mundo, por lo tanto, requiere de una continua creación y crítica del conocimiento.

¿Qué Podemos Hacer? Dos ejemplos de Arqueología Contemporánea: Fuerza Laboral y Fronteras

El capitalismo acelerado implica una experiencia material y sensorial en el tiempo. El oficio de la arqueología está involucrado tradicionalmente con lo material, lo sensorial y lo temporal (Shanks y McGuire 1996). Por lo tanto, podemos usar métodos arqueológicos para estudiar, comprender y frenar el capitalismo acelerado. La arqueología del capitalismo acelerado forma parte de una creciente discusión arqueológica sobre el mundo contemporáneo (Harrison y Schofield 2010; McAtackney y Penrose. 2016). La arqueología de lo contemporáneo nació en la década de 1970 y ha emergido como una práctica de investigación distintiva en el siglo XXI. Esta arqueología se centra en la dinámica de la materialidad y la experiencia sensorial del mundo moderno. La actividad de la excavación arqueológica hace visible lo invisible. La excavación también entrena al arqueólogo para ser escéptico ante la apariencia superficial de las cosas, a observar cuidadosamente detrás de la fachada y a brindar una perspectiva diacrónica a los eventos contemporáneos. En ese sentido, el estudio de los artefactos antiguos y mudos ha obligado a los arqueólogos a desarrollar técnicas para comprender la condición humana sin evidencia discursiva. Estas técnicas, cuando se integran con la historia y la etnografía, brindan una perspectiva particular sobre el capitalismo acelerado.

Una arqueología de lo contemporáneo estudia el paisaje moderno como proceso material. Las técnicas arqueológicas nos permiten encontrar detalles en el aparente caos del mundo material actual. Esa mirada detallada revela la compleja relación que lo material comparte con las relaciones sociales, el significado y la agencia. La experiencia vivida del proceso material implica una dialéctica entre el mundo material y la agencia humana. Los humanos crean cosas, pero una vez creadas, las cosas a su vez afectan a los humanos, restringiendo y permitiendo una posible agencia. Así, la materialidad es a la vez transformada por la agencia humana como transformadora de ella. Mi propio trabajo ha aplicado una arqueología contemporánea del capitalismo acelerado a la fuerza laboral y a las fronteras.

Fuerza Laboral

El capitalismo acelerado ha erosionado y reducido los derechos de los trabajadores de los Estados Unidos, como se muestra en las estadísticas del Departamento de Trabajo. La mayoría de los trabajadores ahora laboran principalmente menos de 40 horas a la semana (son a tiempo parcial), trabajan sustancialmente más (horas extras forzadas) o, lo que es peor, trabajan en múltiples trabajos a tiempo parcial con un total de más de 40 horas a la semana. El porcentaje de trabajadores que reciben seguro médico auspiciado por el empleador comenzó a disminuir en la década de 1980 y continúa disminuyendo en la actualidad. En los últimos 30 años se ha disminuido el número de trabajadores que reciben vacaciones pagadas y el número de días que reciben esas vacaciones. Además, los trabajadores se toman cada vez menos días de vacaciones de los que les ofrecen. Lo único que ha mejorado para los trabajadores en los últimos 30 años ha sido su seguridad, ya que las lesiones y muertes en el lugar de trabajo han disminuido. Sin embargo, esto únicamente puede reflejar el declive masivo de la industria pesada en el mismo período. Como lo demuestran los desastres mineros en la Mina Sago en 2006 y en la Mina Upper Big Branch en 2010, las empresas siguen sometiendo a los trabajadores a riesgos innecesarios con el objetivo de aumentar las ganancias. Los sindicatos se interponen en el camino del capitalismo Acelerado. Así, a partir de 2022, solo el 10,3 % de los trabajadores pertenecían a sindicatos, una reducción de más del 50 % desde 1973, cuando el 24 % de los trabajadores estadounidenses pertenecían a sindicatos (US Bureau of Labor Statistics). Entonces, no es una coincidencia que entre 1973 y 2015 los salarios reales de la clase trabajadora en los EE. UU. decayeran un 31 %.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que aquellos que defienden el capitalismo acelerado y que se benefician de este deseen acabar con los sindicatos. Justifican su oposición con una gran falacia. Ellos sostienen que los sindicatos son un anacronismo y que los trabajadores ya no los necesitan porque las empresas brindan beneficios y el gobierno protege a los trabajadores de la explotación. Invocan esta falacia para justificar la legislación federal aprobada en la última década, la cual obstaculiza seriamente la capacidad de los sindicatos para organizar a los trabajadores. Los gobiernos estatales en muchos estados, incluidos Wisconsin, Iowa, Indiana y Ohio, utilizaron esta mentira para justificar el despojo a los trabajadores públicos del derecho a la negociación colectiva.

La arqueología contemporánea puede revelar la duplicidad de esta mentira y hacer tangibles las luchas históricas de las familias trabajadoras. La arqueología revela que los derechos de los trabajadores se ganaron con sangre (McGuire 2014). La arqueología también ofrece un campo muy productivo para que los arqueólogos examinen las relaciones entre la conciencia social, la experiencia vivida y las condiciones materiales en la lucha de clases. Los investigadores a menudo tienen dificultades para encontrar datos detallados y sistemáticos sobre las realidades de la vida cotidiana en el hogar y la experiencia laboral de las familias trabajadoras. El arqueólogo puede integrar documentos y cultura material para capturar tanto la conciencia como las condiciones materiales que formaron la experiencia vivida de las familias trabajadoras. En los documentos, las personas nos hablan de sus conciencias, intereses y luchas, pero no todas las personas lo hacen con la misma fuerza o presencia. Además, rara vez hablan en detalle sobre su vida cotidiana. Las personas, sin embargo, crean el registro arqueológico a partir de la acumulación de las pequeñas acciones que componen su experiencia vivida. Por lo tanto, el registro arqueológico se compone principalmente de los restos de la vida mundana de las personas, y todas las personas dejan huellas en este registro material.

Durante la mayor parte de la historia de los Estados Unidos, las familias trabajadoras se levantaron para luchar por los derechos laborales, se desangraron y murieron en huelgas, bloquearon fábricas y realizaron mítines sindicales y marchas de protesta. Las huelgas y otras acciones de lucha laboral rara vez se prestan al análisis arqueológico porque tienden a dejar pocos restos materiales. Sin embargo, los arqueólogos que trabajan en Ludlow, Colorado, han encontrado oportunidades únicas para estudiar algunos de los principales incidentes de la lucha de clases en la historia de los EE. UU. (Larkin y McGuire 2009; Montoya y Larkin 2022). Nuestro trabajo surge de la comprensión de que los ataques contra los trabajadores se han intensificado a raíz del capitalismo acelerado y responde al renovado interés del movimiento obrero en estos eventos históricos. Más que cualquier otro trabajo arqueológico, nosotros revelamos la gigantesca mentira de que el capital les dio derechos de forma libre a los trabajadores.

Mis propias contribuciones a la arqueología y a la lucha laboral han sido realizadas con el Colectivo Ludlow y con el estudio arqueológico de la Guerra de la Mina de Carbón de Colorado de 1913-1914 (Saitta 2007; Larkin y McGuire 2009: Montoya y Larkin 2022). En abril de 1914, miembros de la Guardia Nacional de Colorado abrieron fuego con ametralladoras y rifles contra un campamento de huelguistas de United Mine Workers of America (UMWA) repleto de mujeres y niños. Los huelguistas se defendieron y la batalla campal se alargó todo un día hasta que la tropa de la Guardia Nacional arrasó el campamento saqueando y quemándolo hasta los cimientos. Cuando el humo se disipó a la mañana siguiente, se hizo evidente que 21 personas habían muerto. Entre los muertos habían dos mujeres y diez niños que murieron asfixiados dentro de un pozo excavado debajo de una de las tiendas quemadas por los soldados. Un niño de 11 años murió a causa de una bala de la Guardia Nacional que le atravesó el cráneo. Tras la masacre de Ludlow, los huelguistas enfurecidos atacaron y quemaron los asentamientos de la empresa y mataron a sus empleados. Ellos asediaron a la Guardia Nacional de Colorado mediante dos campamentos. El conflicto se prolongó durante diez días hasta que las tropas federales restauraron el orden.

El sitio de la Masacre de Ludlow ofrece una oportunidad única para utilizar la arqueología en la investigación de la lucha laboral (Larkin y McGuire 2009). En muchos sentidos, es el sitio arqueológico perfecto: una ocupación a corto plazo destruida por el fuego y solo ligeramente perturbada posteriormente. Realizamos excavaciones en los restos del campamento de los huelguistas incendiado y en el asentamiento de la empresa de Berwind, donde vivían muchos de los huelguistas antes de llegar al campo de Ludlow. En Berwind, excavamos en depósitos que databan de tiempos previos y posteriores a la huelga. Al examinar la vida cotidiana previa a la huelga, conocimos de mejor manera por qué la gente se declaró en huelga. Una mirada a esta experiencia en los campamentos de la UMWA nos da una idea de cómo era la vida durante la huelga, y una mirada a los objetos utilizados diariamente después de la huelga revela cómo esa experiencia cambió como resultado de las reformas que siguieron a la huelga.

Las familias mineras en huelga en los yacimientos de carbón del sur de Colorado lucharon por obtener algunos de los derechos que ahora esperamos para los trabajadores. Buscaron una compensación justa y equitativa por su trabajo. Exigieron un salario razonable, que las empresas no les exijan hacer trabajos sin remuneración y que las empresas midan su esfuerzo laboral de manera precisa. Estos trabajadores exigieron que las empresas cumplieran con las leyes laborales de Colorado que protegían su seguridad en las minas, exigían que las empresas les paguen con dinero y no con letras o crédito y que no se les exija trabajar más de 8 horas diarias. Querían que las empresas dejaran de interferir en sus vidas fuera del lugar de trabajo para que pudieran elegir dónde comprar, en qué clubes o asociaciones participar, qué literatura o entretenimiento disfrutar y con quién reunirse en su tiempo libre. Lo que es más importante, buscaron el derecho a afiliarse a sindicatos y participar en negociaciones colectivas.

El sitio de la Masacre de Ludlow es tierra sagrada para el UMWA. Nosotros trabajamos de cerca en colaboración con el sindicato para revelar que las familias sindicales ganaron sus derechos con sangre. Ofrecimos una conferencia durante la ceremonia conmemorativa anual de Ludlow y creamos una exhibición itinerante que fue a varios locales sindicales de los EE. UU. Creamos una maleta pedagógica que se usó en las escuelas públicas de Colorado y en varios otros estados. Finalmente, desarrollamos señalización interpretativa para el sitio de la masacre (que es propiedad del UMWA).

Figura 1 En el sitio de la Masacre de Ludlow, Cecil Roberts, presidente de United Mine Workers of America, habla sobre nuestras excavaciones. (Foto: Randall McGuire).  

Fronteras

Una arqueología de lo contemporáneo también puede exponer y revelar las desigualdades y contradicciones del capital en el siglo XXI. Por ejemplo, los estados capitalistas contemporáneos están construyendo murallas a un ritmo vertiginoso (McAtackney y McGuire 2020). Los estados han levantado barricadas de alambre de púas, acero, ladrillo y concreto para brindar seguridad y fortalecerse contra terroristas, contrabandistas y migrantes indocumentados. Paradójicamente, la construcción de muros se está expandiendo en un mundo del siglo XXI que pretende derribar barreras y romper diferencias esenciales para nuestra comprensión del mundo moderno. En primera instancia, en una economía capitalista globalizada, el creciente poder de las corporaciones internacionales, la creciente flexibilidad de los flujos de capital y el crecimiento de los medios de información globales ha estimulado el movimiento de ideas, objetos, riqueza, personas y conocimientos culturales compartidos. Sin embargo, estos movimientos también han generado inseguridades, incluido el miedo a la violencia y el temor nacionalista/chovinista hacia los “otros”, que han llevado a la construcción de barreras en todos los niveles de la sociedad. En segundo lugar, los muros revelan cómo las personas negocian procesos globales a nivel local y en su contexto particular. Las personas construyen muros para restringir la agencia de los demás, aunque pueden generar mejores relaciones a través de los sentimientos de seguridad que tales muros materializan. A la vez, los muros facilitan las (re)acciones específicas con el sitio y los cambios provocados por el paso del tiempo y el consenso político que los constructores no podrían haber imaginado ni deseado.

Un análisis arqueológico del muro fronterizo entre Estados Unidos y México, en la localidad de Nogales, ilustra tales puntos (McGuire 2013, 2015, 2017, 2018, 2020). Durante la mayor parte del siglo XX, las ciudades fronterizas de Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora) formaron una única comunidad transnacional denominada Ambos Nogales. En la actualidad, los habitantes de Ambos Nogales recuerdan con nostalgia esta frontera como un cerco de madera entre vecinos. En 1994, la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos instigó oficialmente la política de control de inmigración conocida como “Prevención Mediante Disuasión”. Esta política buscó forzar a los inmigrantes a salir de las ciudades e internarse en el desierto. Estados Unidos militarizó la frontera para lograr este objetivo. Esta militarización ha resultado en miles de muertos, pero no ha detenido el flujo de inmigrantes indocumentados.

Como parte de esta militarización, en Ambos Nogales, Estados Unidos derribó la valla de madera y levantó un muro con elementos de acero para cerrar la frontera y evitar la migración indocumentada y el contrabando de drogas. El gobierno de EE. UU. construyó un muro de 3 a 5 m de altura construido con esteras de aterrizaje procedente de excedentes militares y rematado con una protección anticaída de acero en ángulo. Esta política de “disuasión” utilizaba el entorno natural para poner en peligro a los indeseados inmigrantes (De León 2015). El muro obligó a los inmigrantes a internarse en el desierto, donde corrían el riesgo de deshidratarse y morir, y donde eran más fáciles de ser capturados que en contextos urbanos repletos de personas.

Con varios cientos de migrantes muriendo cada año a consecuencia de la militarización, EE. UU. aún buscaba fortalecer más la barrera para detener a las miles de personas que cruzaban su frontera. En 2011, Seguridad Nacional erigió un nuevo y más alto muro de postes valorizado en $11,6 millones a lo largo de Nogales. Este muro más reciente de 7,5 a 10 m de altura está rematado con láminas de metal que alcanzan los 1,6 m de altura con el objetivo de desalentar a los escaladores, y está colocado sobre una base de hormigón de 2 a 3 m de profundidad para obstruir los túneles. El muro en sí está construido con tubos de acero rellenados de concreto (bolardos), colocados a 10 cm de distancia entre sí para que los agentes en los EE. UU. puedan ver posibles cruces o escaladores del lado mexicano.

En el año 2018, una caravana de inmigrantes de varios miles de personas salió de Guatemala. Donald Trump usó la caravana como excusa para aumentar la xenofobia contra los latinoamericanos y activar su base para las elecciones de mitad del período de 2018. El día de las elecciones en noviembre, Trump ordenó al Ejército de los EE. UU. que cerrara la frontera y colgara rollos de alambre de púas en el muro de bolardos. Las fronteras fueron reabiertas pero el alambre de concertina aún cuelga de la pared pero ha sido cortada en muchos lugares por los inmigrantes indocumentados.

No todas las personas muertas por el muro perecen en el desierto. El muro de bolardos permite a los agentes estadounidenses ver en el lado mexicano y disparar sus armas hacia los inmigrantes. En octubre de 2012, un agente de la patrulla fronteriza en el lado estadounidense del muro de bolardos disparó y mató a un adolescente mexicano, José Antonio Elena Rodríguez, en el lado mexicano. La Patrulla Fronteriza afirma que José les tiraba piedras.

Figura 2 Muro de bolardos en Nogales, Sonora, a través del cual un agente de la Patrulla Fronteriza disparó para matar a José Antonio. El graffiti se traduce como “Justicia para José Antonio”. (Foto: Randall McGuire). 

El espacio de la frontera en Nogales comprime el tiempo dentro de historias materiales. Esta compresión refleja las rupturas, dislocaciones y destrucción que resultan de relaciones y conflictos históricamente situados. Tanto Estados Unidos como México intentan simplificar las relaciones a lo largo de la frontera y construirla como si se tratase de una línea sólida que define espacios nacionales homogéneos; sin embargo a lo largo de la frontera sobreviven espacios heterogéneos. Las historias oficiales enfatizan el poder creciente del estado para controlar la frontera, mientras que las historias locales fronterizas resaltan los límites de ese poder (Hämäläinen y Truett 2011: 348, 360). Las personas que viven a lo largo de las fronteras enfatizan constantemente el cruce de la frontera y la transgresión de los esquemas simplistas de los estados nacionales (Radu 2010: 414, 430). La reelaboración política de la materialidad fronteriza transforma el espacio fronterizo, pero esta reelaboración también obliga a las personas a rehacer sus vidas.

El muro es el instrumento más visible de la militarización de la frontera por parte de Estados Unidos, pero el muro no asegura la frontera. Estados Unidos construyó el muro para limitar la agencia de los que cruzan. El muro, sin embargo, permite una agencia que los constructores no imaginaban ni deseaban, y los que cruzan continuamente crean nuevas formas de transgredir la barrera. La frontera material facilita y restringe la agencia de la gente de Ambos Nogales, y rematerializa la frontera en formas que contravienen los intereses de los estados nacionales. Esto, a su vez, lleva al estado nación a rematerializar la frontera para contrarrestar esta transgresión.

Para finalizar, como he señalado al comienzo, sigo siendo escéptico con relación a los grandes esquemas para cambiar el mundo, pero sugiero que los arqueólogos contemporáneos pueden impedir en algo el proceso del capitalismo acelerado. Podemos hacer esto tanto en la práctica de la arqueología como en el mundo en general. Las contradicciones del capitalismo Acelerado dan forma a nuestra práctica tanto en la arqueología por contrato como en la academia. También podemos usar la arqueología para confrontar las falacias ideológicas que sustentan, naturalizan y justifican las crecientes desigualdades en la riqueza que Piketty nos revela.

REFERENCIAS CITADAS

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Recibido: 18 de Marzo de 2023; Aprobado: 22 de Mayo de 2023

Correspondencia: rmcguire@binghamton.edu

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