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 número73González Montes, A. (2022). Dos escritores hispanoamericanos: Gioconda Belli (Nicaragua, 1947) y Óscar Hahn (Chile, 1938). Ensayos de crítica literaria. Lima: Academia Peruana de la Lengua, 201 páginas. ISBN 978-612-4159-90-9.Belevan, H. (2022). Textos. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Ricardo Palma, 597 páginas (Tomo I), 528 páginas (Tomo II). ISBN 978-612-331-027-1. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Boletín de la Academia Peruana de la Lengua

versão impressa ISSN 0567-6002versão On-line ISSN 2708-2644

Bol. Acad. peru. leng.  no.73 Lima jan./jun. 2023  Epub 30-Jun-2023

http://dx.doi.org/10.46744/bapl.202301.013 

Reseñas

Fernández Cozman, C. Hacia una nueva lectura de Los heraldos negros. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2022. 143 páginas. ISBN 978-9972-45-590-2.

Henrry Ibáñez Mogrovejo1 
http://orcid.org/0000-0003-0125-913X

1Stony Brook University, New York, Estados Unidos hibanez@pucp.edu.pe / henrry.ibaezmogrovejo@stonybrook.edu

Santiago de Chuco recibió hace poco más de 131 años a quien sería considerado, casi sin excepción, el poeta más representativo de nuestra historia literaria, César Vallejo. Además del aniversario de su natalicio, el año pasado (2022) -vallejiano- resultó doblemente celebratorio, dado que se conmemoró también el centenario de la publicación del poemario que se consolidó como el hito más importante de la poética peruana contemporánea: Trilce, publicado en 1922. En este marco, la atención crítica y editorial ha enfatizado recientemente en la obra del poeta santiaguino. Camilo Fernández Cozman hizo lo propio al publicar Hacia una nueva lectura de Los heraldos negros, bajo el sello del Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

Ante todo, cabe prestar atención al título; es interesante notar en él la presencia de una metáfora orientacional (aquel tipo de metáforas explicado y empleado por Fernández Cozman para el análisis de Los heraldos negros). La palabra hacia construye un espacio referencial (un «aquí» y un «allá») y nos presenta una direccionalidad entre ambos puntos. Es decir, se plantea un momento actual -en este caso, espaciotemporal- de producción o valoración investigativa («aquí») y un «allá» cuyo alcance sería procurado a través de lo planteado en el texto. De esta manera, el título del libro postula su propio objetivo: encaminarse a una «nueva lectura». En este sentido, cabría preguntarse en qué consiste o consistiría esta, y, por tanto, en qué radicaría su novedad.

En el estado de la cuestión, el autor recoge las principales líneas de investigación sobre Los heraldos negros, entre las que incluye la «sustentada en la Retórica General Textual y [que] tiene como exponente a Camilo Fernández Cozman, quien analiza el papel de la argumentación en Los heraldos negros y el funcionamiento del sujeto migrante y de la simbología andina» (p. 17). En la página siguiente, presentando la propuesta del libro en cuestión, el autor señala:

no existe un estudio riguroso de dicho poemario a partir de la lingüística cognitiva de George Lakoff y Mark Johnson, y de la Retórica General Textual de Giovanni Bottiroli. Trataré de realizar una aproximación a la poesía de Vallejo sobre la base del marco teórico antes mencionado. (p. 18)

Y a manera de aclaración, agrega inmediatamente lo siguiente: «Es cierto que en mis libros anteriores intenté avanzar en esa dirección, pero ahora abordaré el primer poemario de Vallejo con mayor detenimiento y minuciosidad» (p. 18). Sobre esto último, es llamativa la presencia, una vez más, de una metáfora orientacional («intenté avanzar en esa dirección»). A partir de lo señalado, la novedad no radicaría propiamente en una «nueva lectura», sino en el foco de análisis (Los heraldos negros, ahora de forma exclusiva).

Fernández Cozman, como hace también en Las técnicas argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo (2014), reseña panorámicamente la producción investigativa previa. En Hacia una nueva lectura de Los heraldos negros, reconoce el texto de Antenor Orrego de 1919 como el «fundador de la crítica vallejiana» (p. 12) e incluye una dedicatoria al filósofo cajamarquino en el primer capítulo. Junto a Orrego, coloca a José Carlos Mariátegui y a Estuardo Núñez como los primeros críticos que valoran la originalidad de la obra vallejiana. A partir de aquí, el académico revisa la producción bibliográfica sobre Los heraldos negros década por década. Teniendo en cuenta que los trabajos de Mariátegui y Núñez son de 1928 y 1938, respectivamente, es curioso notar que no se alude a investigaciones publicadas durante la década del cuarenta. Sobre los trabajos publicados en los cincuenta, Fernández Cozman destaca dos líneas: por un lado, las investigaciones de Luis Monguió y Antenor Samaniego, quienes vinculan la vida y la obra de Vallejo, y, por otro lado, la de André Coyné, quien se centra en la evolución poética del autor. Sobre los años sesenta, se señalan los trabajos de Giovanni Meo Zilio y Xavier Abril, quienes realizaron un análisis estilístico a partir de la propuesta de Leo Spitzer y un análisis de las posibles fuentes empleadas por Vallejo, respectivamente. Además, se menciona a Juan Espejo Asturrizaga, quien narra su experiencia biográfica con Vallejo.

Asimismo, el crítico sanmarquino considera importante mencionar tres posturas teóricas representativas de los setenta en función de Los heraldos negros: la intertextual (Julio Ortega y Jean Franco); la de carácter fenomenológico y estilístico (Alberto Escobar); y la filosófica de perfil metafísico (Américo Ferrari). Aquí observamos algunos antecedentes e influencias para la propuesta de Fernández Cozman -quien también advierte en el primer poemario de Vallejo un intento por transgredir los límites del modernismo literario-: «Alberto Escobar coincide con Ortega y señala que el poeta luchó, en Los heraldos negros, para superar la retórica modernista» (p. 14). Sobre la discusión de este poemario vallejiano durante los ochenta, el investigador establece dos tendencias: la primera, de Roberto Paoli, estudia el carácter impresionista de la poesía vallejiana en relación con el indigenismo; mientras que la segunda, de José Pascual Buxó, examina la evolución poética de Vallejo y sostiene que algunos recursos vanguardistas de Trilce ya se hallaban presentes en su primer poemario, idea que resuena en el trabajo de Fernández Cozman.

Sobre los años noventa, se mencionan cuatro líneas de investigación. Primero, Ricardo González Vigil presenta un trabajo de corte filológico al publicar las versiones iniciales de los poemas de Los heraldos negros. Segundo, Kishimoto Yoshimura analiza la influencia del contexto biográfico de Vallejo, particularmente, de la bohemia de Trujillo, de la que formó parte -esto será desarrollado por Fernández Cozman en el primer capítulo-. Tercero, David Sobrevilla realiza un balance de la crítica de la obra poética de Vallejo. Finalmente, André Coyné resalta el nivel de innovación en el poemario estudiado, ya que encuentra una lucha entre el estilo modernista y uno de vanguardia o novedad artística -como se verá, Fernández Cozman refuerza esta hipótesis-. Como última sección, agrupa todos los estudios publicados durante lo que va del siglo; entre ellos, menciona la óptica hermenéutica (Pedro Granados, Alain Sicard y Enrique Foffani), la estructural (González Vigil), la lectura temática (Julio Ortega y Marco Martos), la sustentada en la Retórica General Textual (desarrollada por él mismo), la de índole psicoanalítica (Víctor Vich), la relacionada a la semiótica tensiva (Óscar Quezada), la biográfica (Stephen Hart y Miguel Pachas Almeyda) y, finalmente, la que toma como base la lingüística andina (Rodolfo Cerrón Palomino). Esta composición metacrítica permite observar los cambios en los acercamientos al poemario y constituye un estado de la cuestión que acerca al lector a las diversas lecturas sobre Los heraldos negros. A pesar de que esto abarca la mayor parte de la introducción, he decidido referirla aquí, pues también permite prestar atención a los antecedentes del estudio de Fernández Cozman. Como él admite finalmente: «Queramos o no, formamos parte de una larga tradición» (p. 18).

En el libro en cuestión, el autor propone como tesis central la presencia de diferentes estilos, en relaciones frecuentemente conflictivas, en el primer poemario de Vallejo. Según el crítico literario, en Los heraldos negros se entremezclan en disputa creativa el estilo romántico, el estilo modernista (heredado de Rubén Darío) y el «estilo netamente vallejiano» -el cual puede ser reconocido con mayor facilidad en Trilce, pero que ya se encuentra en su primer poemario-. Es decir, a partir de las observaciones de críticos como Giovanni Bottiroli, Fernández Cozman plantea la existencia de una suerte de polifonía estilística en Los heraldos negros. Además, se sirve del análisis de las metáforas orientacionales y los tipos de personajes para evidenciar dicha pugna.

En el primer capítulo, explica el contexto en que se gesta Los heraldos negros. Así, postula como antecedentes del poemario vallejiano al yaraví de Mariano Melgar, con el que comparte «su aproximación al mundo andino; pero también asimila el tono de protesta» (p. 24); la obra de Manuel González Prada, que emplea diferentes formas estróficas y tipos de verso, pero que igualmente encarna «la conciencia crítica del poeta moderno» (p. 25); y la poesía de Abraham Valdelomar, en cuya obra aparece la cotidianeidad familiar y el hogar provinciano. A su vez, el académico se refiere a la tesis de bachillerato de Vallejo, la misma que estudia la influencia del Romanticismo en la poesía castellana, y menciona que «lamentablemente, la crítica literaria especializada ha soslayado, en muchos casos, el estudio riguroso de la mencionada tesis» (p. 23)1. La importancia de la tesis de bachillerato de Vallejo, para Fernández Cozman, radicaría en que su tema (el Romanticismo) supone el conocimiento previo de Vallejo de los poetas románticos y, por tanto, se condice con la asimilación consciente de dichos recursos en su obra poética.

A continuación, refiere la relación entre la poesía de Vallejo y el modernismo. El autor señala sintéticamente las particularidades de este para hallarlas en la obra de Vallejo: «El isocronismo, la especialización del escritor, el cosmopolitismo y la perspectiva exotista» (p. 36). En este punto, luego de haber explicado la relación de Vallejo con el Romanticismo y el modernismo, trae a colación la tesis del libro: la lucha entre los estilos romántico, modernista y «vallejiano». Para ejemplificarlo de manera concreta, el crítico encuentra en el poema «Los heraldos negros» estos rasgos; por ejemplo, detecta el exotismo modernista en la alusión a Atila, rey de los hunos; el estilo romántico provendría de las resonancias bíblicas en «las caídas hondas de los Cristos del alma»; y el estilo vallejiano estaría presente en la inclusión de frases absolutamente coloquiales como «algún pan que en la puerta del horno se nos quema». Tras un rápido recorrido por las seis secciones que constituyen el poemario -lo que desarrolla con mayor profundidad en los capítulos tres y cuatro-, Fernández Cozman demuestra la pugna de estilos y llega a un balance general de la obra en cuestión:

Puedo afirmar que en las tres primeras secciones de Los heraldos negros vencen los estilos romántico y modernista; pero, en la última, triunfa el estilo vallejiano, aspecto que avizora una revolución poética sin precedentes en la lengua castellana: Trilce, un verdadero terremoto verbal que liquida el modernismo como propuesta estética. (p. 41)

Para cerrar el capítulo, analiza la presencia de Vallejo con relación a la bohemia trujillana, específicamente, con el Grupo Norte. La inclusión de dicha sección en este punto no es arbitraria, ya que muestra a dicha generación intelectual como grupo de vanguardia, y a Vallejo como el líder de su orientación estética. Así, a partir de la presencia de la bohemia frente al conservadurismo, se explica la incorporación de nuevos procedimientos textuales y, por tanto, el encuentro de varios estilos en cierta disonancia. Además, Fernández Cozman resalta que, de hecho, el Grupo Norte habría sido el iniciador de la investigación sobre la obra de Vallejo en nuestro país.

El segundo capítulo contiene el marco teórico. Por un lado, se encuentran las metáforas propuestas por Lakoff y Johnson: estructurales, ontológicas y orientacionales. Sobre ello, Fernández Cozman observa que en la obra poética de Vallejo serían estas últimas las que predominan2. Para el crítico, la presencia de este tipo de metáforas sería un rasgo fundamental de la lírica vallejiana. Por otro lado, se basa en la tipología del personaje, desarrollada por Bottiroli, y sostiene que pueden reconocerse cuatro tipos: metafóricos, metonímicos, sinecdóquicos y antitéticos. Por último, para analizar rigurosamente los estilos presentes en el poemario, toma la clasificación de Bottiroli, para quien existe el estilo separativo, aquel «que es rígido y disminuye la ambigüedad entre significante y significado» (p. 57); el distintivo, que supone la contradicción u oposición de términos (por tanto, la representación de la dialéctica); y el confusivo, que «implica el triunfo del caos sobre el orden y el funcionamiento, en muchos casos, de un tiempo cíclico, además de incentivar una analogía de términos casi interminable» (p. 58). Esa conceptualización permitirá al autor demostrar con mayor rigurosidad la lucha de estilos en Los heraldos negros.

La aplicación de los conceptos se realiza en los capítulos tres y cuatro: se atienden las metáforas orientacionales, los personajes y los estilos de pensamiento en las tres primeras secciones del poemario («Plafones ágiles», «Buzos» y «De la tierra») en el capítulo tres, y las tres restantes («Nostalgias imperiales», «Truenos» y «Canciones de hogar») en el capítulo cuatro. El autor considera tanto el estilo romántico como el modernista en el régimen separativo, en contraste con el estilo distintivo que vendría a ser el vallejiano, pues implica la presencia de la pareja de opuestos -de ahí la importancia de las metáforas orientacionales-. En la primera mitad del poemario, el crítico encuentra que el uso coloquial del lenguaje y la cotidianeidad del hogar están «absolutamente subordinados tanto a la lógica romántica como a la modernista. Por eso, podría afirmar que se observa el triunfo del estilo separativo sobre el distintivo» (p. 64). Pero, acertadamente, repara que ya en algunos de estos poemas aparece el estilo distintivo vallejiano. En este capítulo, analiza «El avestruz» y «El palco estrecho». Respecto de las tres últimas secciones del poemario (lo desarrollado en el capítulo cuatro), Fernández Cozman encuentra en «Nostalgias imperiales» la lucha entre el estilo separativo indianista y el distintivo indigenista. En cambio, para las secciones «Truenos» y «Canciones de hogar», advierte una mayor preeminencia del estilo confusivo en «Ágape», «La cena miserable», «Los dados eternos», «Enereida» y «A mi hermano Miguel». En este apartado, se realiza la exégesis de los poemas «El pan nuestro» y «Los pasos lejanos». Como no se pueden generalizar estas ideas, quizá lo mejor sea adoptar la observación del propio autor:

quisiera subrayar que los tres estilos de pensamiento están presentes en la poesía de Vallejo. No existe un solo régimen de sentido en Los heraldos negros, sino que el estilo separativo, el distintivo y el confusivo bregan entre sí. Hay, pues, una heterogeneidad estilística que anticipa algunos rasgos de Trilce y Poemas humanos. (p. 89)

Finalmente, Fernández Cozman confronta Los heraldos negros con los poemarios La canción de las figuras, de José María Eguren, y Alma América, de José Santos Chocano, así como con los textos poéticos de Abraham Valdelomar, en los capítulos cinco, seis y siete, respectivamente. En torno a Eguren, se discute la escritura del suicidio y la especialización del poeta en la modernidad; ambos temas están relacionados con la constitución del poeta en la división del trabajo propia del capitalismo. Así, se convierten en especialistas del manejo del lenguaje y se observa la escritura del suicidio en sus obras, porque, «como señala Paz, la modernidad “se examina y se destruye para renacer de nuevo”» (p. 101).

Con respecto a Alma América, de José Santos Chocano, se encuentra una oposición fundamental. Chocano se identifica con personajes aristocráticos como el virrey o, cuando se acerca al mundo prehispánico, con el inca; mientras que «Vallejo valora los aportes de las comunidades andinas y cuestiona el sistema feudal de la hacienda donde se explotaba a los indígenas» (p. 119). En el mismo sentido, en Alma América predomina la representación de la naturaleza deshabitada; en Los heraldos negros, en cambio, esta se presenta habitada, e incluso humanizada (como sucede en «Fiestas aldeanas»). Fernández Cozman, además, menciona la diferencia en la representación de personajes femeninos: Chocano habla de la reina revelando nuevamente una valoración de lo aristocrático y reproduciendo «el imaginario del sujeto colonial colonizador que sitúa al conquistador como un adulto (representado por la reina europea y España) que guía metafóricamente al niño (que representa al indígena)» (p. 119). Vallejo, por su lado, resalta la humanidad y la humildad de Rita, quien llora, realiza un trabajo cotidiano, «mira las nubes del cielo y lanza una interjección inesperada» (p. 119).

En el último capítulo, Fernández Cozman compara algunos textos de la obra poética de Abraham Valdelomar con otros de Los heraldos negros. En un primer apartado, contrapone «El hermano ausente en la cena de Pascua», de Valdelomar, con «La cena miserable», de Vallejo. En ambos poemas, el crítico detecta la presencia de referencias bíblicas; sin embargo, mientras que, en la obra de Valdelomar, estas solo son empleadas para representar un cuadro familiar, en el caso de «La cena miserable», Vallejo propone una apuesta política toda vez que se critica una sociedad estamental y, por tanto, se enarbola como urgente la defensa del sujeto marginal. En el segundo apartado de este capítulo, se compara el «Nocturno» de Valdelomar con el poema homónimo de Vallejo, donde se desataca la propuesta del poeta de Santiago de Chuco, quien «avanza hacia una radiografía de la ciudad moderna, mientras que el último [Valdelomar] únicamente se solaza con la sinestesia de cuño simbolista» (p. 130).

Por lo expuesto, el trabajo de Camilo Fernández Cozman constituye no solo un intento preciso de aplicación de la lingüística cognitiva de George Lakoff y Mark Johnson, y de la Retórica General Textual de Giovanni Bottiroli a Los heraldos negros, de Vallejo, sino que también supone un ejercicio pedagógico en el que el lector puede acercarse con seguridad a los planteamientos teóricos y conceptuales señalados anteriormente. La idea de la polifonía estilística -como vimos, señalada mas no desarrollada desde este marco teórico anteriormente- estimula el advenimiento de nuevas observaciones.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fernández Cozman, C. (2014). Las técnicas argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo. Universidad Ricardo Palma; Cátedra Vallejo. [ Links ]

Flores Heredia, G. (2017). La tesis de César Vallejo: El Romanticismo en la poesía castellana (1915). Algunas reflexiones. Boletín de la Academia Peruana de la Lengua, (62), 221-252. https://doi.org/10.46744/bapl.201701.011 [ Links ]

Flores Heredia, G. (2018). La tesis de César Vallejo: El Romanticismo en la poesía castellana (1915). Propuesta de edición crítica [Tesis doctoral, Universidad Nacional Mayor de San Marcos]. Cybertesis - Repositorio de Tesis Digitales. [ Links ]

1Hubiera sido importante considerar la propuesta de edición crítica de la tesis vallejiana que Gladys Flores Heredia (2018) presentó para obtener su grado doctoral por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y cuyos avances fueron publicados en el presente boletín (Flores Heredia, 2017).

2Las metáforas orientacionales construyen espacios y toman en cuenta oposiciones como alto-bajo, centro-periferia, izquierda-derecha, adentro-afuera, aquí-allí, etc.

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