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Boletín de la Academia Peruana de la Lengua

versão impressa ISSN 0567-6002versão On-line ISSN 2708-2644

Bol. Acad. peru. leng.  no.74 Lima jul./dic. 2023  Epub 22-Dez-2023

http://dx.doi.org/10.46744/bapl.202302.006 

Artículos

Literaturas regionales en el Perú: una propuesta y una agenda1

Regional literatures in Peru: A proposal and an agenda

Littératures régionales au Pérou : une approche et un agenda

Jorge Adrián Terán Morveli1 
http://orcid.org/0000-0001-7164-4434

1Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú jteranm@unmsm.edu.pe

Resumen:

La presente investigación sistematiza la categoría de literaturas regionales en torno a las dinámicas del caso peruano, sobre la base de las variables literatura y región, en vista de que, hasta el momento, los abordajes sobre dicha categoría han sido, todavía, esporádicos. Para ello, recurrimos a conceptos afines como campo literario, mercado literario, poder, dinámicas centro-periferia, entre otros, con el fin de problematizar la relación centroperiferia que ha marcado los derroteros de la literatura nacional. Esta problematización la entendemos como punto de partida para proponer una agenda pensada en aras de continuar la discusión, la cual se entiende como un programa que formula iniciativas para una literatura nacional que se conforme a razón del diálogo entre las literaturas regionales que la conforman.

Palabras clave: literaturas regionales; literatura peruana; campo literario; mercado literario; literatura nacional

Abstract:

This research studies the category of regional literatures based on the variables “literature” and “region” in relation to the dynamics of the Peruvian case, since, up to the present, the approaches to this category have been, still, sporadic. To this end, we use concepts such as literary field, literary market, power, center-periphery dynamics, among others, in order to problematize the center-periphery relationship that has marked the paths of national literature. We understand this problematization as a starting point to propose an agenda designed to continue the discussion, which is understood as a program that formulates initiatives for a national literature that conforms to the dialogue between the regional literatures that make it up.

Key words: regional literature; national literature; Peruvian literature; literary field; literary market

Résumé :

Sur la base des variables « littérature » et « région », notre recherche systématise la catégorie « littératures régionales » autour des dynamiques du cas péruvien, étant donné que, à ce jour, les approches de cette catégorie ont été sporadiques. Pour ce faire, nous avons eu recours à des concepts connexes tels que champ littéraire, marché littéraire, pouvoir, dynamique centre-périphérie, entre autres, afin de problématiser le rapport centrepériphérie qui a tracé la voie de la littérature nationale. Nous comprenons cette problématisation comme un point de départ pour proposer un agenda destiné à poursuivre la discussion, c’est-à-dire un programme qui formule des initiatives pour une littérature nationale conforme au dialogue entre littératures régionales qui la composent.

Mots clés : littérature régionale; littérature nationale; littérature péruvienne; champ littéraire; marché littéraire

1. Introducción

En los últimos años, las indagaciones alrededor de las literaturas regionales en la agenda sobre la literatura peruana han venido ganando terreno. Los estudios que las literaturas de diversas regiones han abordado, monográficamente, no son producto de una reciente labor. Siguen una línea de reflexión que también se entrecruza, en los últimos años, con los primeros materiales con afán sistematizador2. (Un esfuerzo que, ciertamente, no es exclusivo de nuestro campo académico, sino que recorre experiencias de otras latitudes latinoamericanas)3.

El quehacer literario, grosso modo, se asume como una práctica cultural que acompaña el acontecer histórico de las distintas regiones de nuestro país, e involucra, en principio, el soporte oral y, en seguida, el escritural4. Sobre la base del registro de aquel, o los primeros textos en este, se van reuniendo los materiales para la respectiva lectura crítica, así como para el rastreo de las historias literarias regionales.

De esta manera, la reflexión académica en las regiones es, también, una empresa recurrente, la cual se relaciona con la historia literaria que acabamos de señalar y, asimismo, con la reflexión desde la crítica literaria. Respecto de la zona sur, pensamos, verbigracia, en los estudios de Marcial Molina Richter contenidos en La Fiesta de la Lira. Temas de Literatura (2003), para el caso de la literatura ayacuchana; en las aproximaciones de Jorge Flórez Áybar en La novela puneña en el siglo XX (1998) y 10 años de literatura puneña 1996-2006 (2006), las de Feliciano Padilla en Antología comentada de la literatura puneña (2005) y Contra encantamientos y malos augurios (2009), así como las más recientes de José Luis Velásquez Garambel, Imaginarios distantes (ensayos de cultura y literatura heterogénea) (2018), y la que publica al alimón con Salvador Hancco Aguilar, Literatura puneña para el siglo XXI (2019), para el caso de la literatura puneña; en Ángel Avendaño y su detallada Historia de la literatura del Qosqo (1993), y en los estudios de Enrique Rosas Paravicino contenidos en Elogio de la escritura radical (2011), para el caso de la literatura cusqueña. A su vez, Tito Cáceres ha ofrecido los libros Literatura arequipeña (2003) y Ensayos de literatura arequipeña (2018), y la labor constante de Juan Alberto Osorio ha abordado la literatura de buena parte del sur peruano en La intelectualidad puneña (2013), Sobre literatura en Arequipa (2016), Literatura en Ayacucho (2018) y Literatura cusqueña (2018). Con el mismo afán, el reciente El fuego del placer textual. Glosas sobre las literaturas peruanas (2020), de Niel Palomino Gonzales, aborda también la literatura sureña.

En la zona centro, para el caso de la literatura de Pasco, tenemos la modélica Proceso de la literatura pasqueña (2014-2016), de David Elí Salazar. En cuanto a la literatura de Huánuco, las antologías críticas Antología huanuqueña. Siglo XX (Tomo I: Narrativa), a cargo Andrés Cloud y Mario Malpartida Besada (1989); Antología huanuqueña. Siglo XX (Tomo II: Poesía), de Andrés Cloud; asimismo, los ensayos contenidos en La literatura huanuqueña en debate: nuevos aportes (1989), de Rosa Mendoza de Malpartida, además de los estudios de Luis Hernán Mozombite en Ars Nativa. Apuntes sobre literatura huanuqueña (2009). De similar manera, los estudios de Nicolás Matayoshi en la revista Ciudad Letrada, entre otros, y del referencial Literatura de Junín (1971), de Isabel Córdova, han abierto la ruta en torno a la reflexión de la literatura junina.

En la región norte, entre otros esfuerzos, tenemos, por ejemplo, Literatura ancashina: origen, oralidad, historia y regionalidad (Reflexiones para un derrotero de su historia) (2002), de Marcos Yauri Montero, o el capítulo «La literatura huaracina» (2022, en Enciclopedia de la Provincia de Huaraz), de Alejandro Mautino Guillén, para la región Áncash; los tomos Literatura piurana. Tomo I: La narrativa (2021) y Literatura piurana. Tomo II: La poesía (2021), de Sigifredo Burneo Sánchez, para la región Piura.

Si atendemos a la zona oriental, Abraham Huamán Almirón, Ángel Gómez Landeo y Rocío Noriega Hoyos han estudiado su literatura en Literatura amazónica peruana (2006); Manuel Marticorena Quintanilla en De Shamiros Decidores. Proceso de la literatura amazónica peruana (2009), y el mismo Gómez Landeo en Reflexiones sobre literatura peruana y amazónica (2010). Para el caso específico de Ucayali, Luis Hernán Ramírez ha publicado Letras ucayalinas. Para un derrotero cultural de Pucallpa (2013).

En buena parte de esta labor crítica -si es que no en toda- se ha incidido en definir la literatura local, en principio, a partir de su carácter regional, y en relación adversativa a un campo literario, el limeño, que se proyecta -a partir de su carácter centralista- como la sede asimétricamente legitimadora de las diversas prácticas escriturales de nuestro país. La literatura que pasa por este centro se visibiliza como «la literatura peruana»; sus mecanismos de legitimación se soportan en las instituciones capitalinas, el mercado del libro y los medios de comunicación respectivos, y en los vínculos que desde este espacio se establecen con el marco mayor de lo latinoamericano (y, eventualmente, lo universal).

En ese sentido, si bien el tópico de la literatura regional se discute y se problematiza, la reflexión en torno a ella, en nuestro país, no es del todo sistemática ni orgánica hasta el momento. Más allá de algunos relevantes estudios precursores como Las provincias contraatacan. Regionalismo y anticentralismo en la literatura peruana del siglo XX (2009) y Literatura y cultura en el sur andino Cusco Puno (siglos XX y XXI) (2018), de Ulises Zevallos; Literaturas regionales: narrativa huaracina reciente(2013), de Jorge Terán; Arguedas y las literaturas regionales (2017), de Tito Cáceres, o el aún inédito Las literaturas regionales: problema y posibilidad, de Miguel Ángel Huamán, este campo de estudio se encuentra aún en proceso.

En razón a ello, el presente trabajo se ofrece como una primera sistematización en torno a las variables a las que remiten las así llamadas literaturas regionales. Se piensa como un aporte a afirmar esta ruta de reflexión, a recorrerla más que a finalizarla. En ese sentido, es más una invitación al debate.

Para ello, como se deduce, el problema no se agota en la definición de las variables que conforman el término. No obstante, podemos partir de ellas; dígase, desde la dimensión literaria, por un lado, y la geográfica, por otro, ampliamos la categoría recurriendo a conceptos afines como campo literario, mercado literario, poder, dinámicas centro-periferia, entre otros, con el fin de abordar sus particularidades relacionales. Nuestra reflexión ha de comprenderse en el marco mayor de la proximidad que establece la literatura con la sociedad.

Proponemos, por ello, en principio, una aproximación a las literaturas regionales que dialogue constantemente los elementos implicados en lo literario y regional. En seguida, se hace necesaria, por cuanto las literaturas regionales se relacionan agonística y asimétricamente con el entorno nacional de carácter centralista, una agenda que contribuya a su discusión. Esta agenda, en cuanto involucra aspectos sobre los cuales incidir, puede, a su vez, pensarse como apuntes para un programa que coadyuve a una superación de dicha realidad. Por supuesto, esta iniciativa no se habrá de entender como única y, de hecho, puede intersecarse con otras experiencias en desarrollo.

2. Deslindes previos

No obstante, antes de abordar el objeto de estudio en el orden propuesto, se hace necesario declarar algunos deslindes previos que aclaren el posterior recorrido señalado.

  1. En primer lugar, contra las refutaciones que puedan argumentar que pensar lo regional involucra un enfoque que deslegitima el impacto nacional de la literatura comprendida en dichas coordenadas, sostenemos que pensar lo regional no impide pensar lo nacional. O, en otras palabras, abordar lo regional se entiende como el punto de partida para reflexionar nuestra diversidad, en el marco mayor de lo nacional. (Un autor regional, digamos -aterrizando la idea-, puede ser abordado tanto desde dichos parámetros como desde los nacionales e internacionales, de acuerdo con los alcances del proyecto estético e ideológico que su obra trasunta. A su vez, autores con apego a los movimientos nacionales o universales pueden habitar en una misma literatura, como bien señala Pérez Pinzón [2018] a propósito de la literatura de Santander). Ello permite resaltar la diversidad en la unidad; entenderla al interior tanto de procesos regionales, macrorregionales, nacionales e, incluso, en el estado actual de la cosa, globales. Por tanto, es importante resaltar que las literaturas regionales se insertan, en principio, y canalizan la experiencia de un proceso histórico-cultural de orden local; en tal sentido, es posible apreciar en ellas el problema de la identidad regional, desde la cual las agendas literarias se abren hacia los marcos mayores señalados. De esta manera, estudiar las literaturas desde las regiones no implica atomizar la literatura peruana, sino considerar el principio de mereología: estudiarla en aras de pensar una literatura nacional menos excluyente.

  2. Desde luego, las unidades regionales pueden integrarse en ejes mayores, en macrorregiones, sobre la base de relaciones culturales, literarias, económicas, sociales y políticas. Desde esta perspectiva, podemos considerar las macrorregiones norte, sur, centro y oriente, además de la macrorregión Lima. Este es un campo de reflexión que ha sido trabajado tempranamente por Matayoshi en la macrorregión centro, y, más recientemente, verbigracia, por Torres, Moscoso y Yufra en Paralelo Sur: antología esencial del cuento surperuano(2020), además de Ulises Zevallos en los libros ya mencionados en el acápite anterior. Cabe señalar, sin embargo, que el punto de partida para dicha reflexión lo constituye la región, dado que los procesos de la macrorregión adquieren particularidades en aquella. Nuestro aporte va en esa dirección: partimos del estudio de la literatura regional, la cual se abre hacia la macrorregión. En ese sentido, esperamos que nuestra propuesta sume a los esfuerzos que se han emprendido para el estudio de las literaturas de las macrorregiones.

  3. Existen otros criterios para establecer el estudio de la diversidad literaria peruana -o, en otras entradas, las literaturas peruanas-, como son el lingüístico y el étnico. De ello que se investiguen, por ejemplo, tanto las literaturas escritas en quechua como las literaturas identificadas con la cultura quechua -que no se restringen, necesariamente, al idioma ni al soporte oral o escrito-. Consideramos que dichos criterios pueden exceder lo regional, en cuanto que pueden proyectarse al territorio nacional -e incluso transnacional-, pero, a su vez, también pueden examinarse al interior de lo regional; por ejemplo, la literatura quechua cusqueña, o la literatura escrita en aymara en Puno. A ello, desde luego, se suman otras delimitaciones, como las literaturas andinas, amazónicas, afroperuanas, afroandinas, nikkei, tusan, judío-peruanas, etc. El mismo discernimiento opera para, verbigracia, situar a los escritores, que pueden ubicarse entre más de un criterio, como lo regional y lo andino. A ello, en el caso de los autores, se suman otras posibilidades, como pertenecer a más de una región o asimilarse a una distinta al lugar de nacimiento. Si bien no ha sido centro de atención el abordaje de estas posibilidades, para no dilatar la agenda, queda sentada su posibilidad o, más exactamente, su actualidad. Volvemos sobre ello, brevemente, en los apartados siguientes que lo ameriten.

  4. No obstante, cabe acotar, el rescate de una literatura regional canónica y una no canónica -en vías de canonización o alternativa- escapa de nuestra sistematización, pues la presente investigación no tiene vocación de inventario ni antología, sino que piensa la categoría para replantear los mecanismos de construcción del canon nacional.

  5. Desde luego, en tanto esta reflexión se realiza desde el espacio académico de la universidad peruana, se encuentra atravesada por muchos de los factores que se han señalado más adelante, como son, grosso modo, el de las relaciones a nivel del campo literario y de las relaciones centro-periferia, por mencionar algunas. En esa medida, nuestra propuesta resulta, a su vez, una toma de posición a favor de repensar la literatura nacional desde la reflexión en torno a las agendas regionales.

3. Literaturas regionales: una propuesta

¿Qué es la literatura regional? ¿Qué variables deben tomarse en cuenta para comprenderla? En un trabajo anterior en torno a la narrativa reciente huaracina, Jorge Terán propuso la siguiente definición preliminar:

Entendemos narrativa regional como la narrativa que se produce en una determinada región geográfica y cultural, al interior de un espacio mayor entendido como nacional. Esta puede articularse en torno a cuando menos un foco cultural en el que se desenvuelve un mercado literario. Así, una narrativa regional, a través de su(s) foco(s) cultural(es) y mercado(s) literario(s) establece(n) relacione(s) con el resto del país; para nuestro caso con otras narrativas regionales que conforman el espacio nacional, incluyendo la región Lima -convertida, no sin centralismo, en el foco cultural nacional-. (2013, p. 23)

Como se aprecia, los términos que componen la categoría hacen referencia a un elemento literario y a uno de carácter geográfico; se vincula, directamente, el espacio geográfico con el componente cultural. Esta relación involucra al campo literario, ya sea fuerte o débil como institución literaria, además del mercado literario, esté consolidado, en vías de desarrollo o embrionario. No obstante, existe también una dimensión política, con relación a esa división consuetudinaria entre regiones y capital -una región más-, o, dígase, entre centro y periferia.

A partir de esta primera reflexión ampliada, abordamos nuestro objeto de estudio tomando en cuenta las variables señaladas: regióncultura, literatura (campo literario y mercado) y poder. Desde ellas, se considera una serie de relaciones que se desprenden del vínculo entre las variables mencionadas: la articulación entre espacio y cultura; el carácter de representatividad de la literatura en cuestión a partir del tratamiento de tópicos «regionales»; el soporte institucional, y el circuito de transmisión de los escritos literarios, así como las relaciones centro-periferia.

3.1. Región y cultura

La unidad geocultural, entendida como la relación entre el espacio que se habita y la dimensión cultural -aquello que Augé (2000) definía como el lugar antropológico-, se puede comprender mejor a través de los conceptos de territorio y territorialidad. El investigador brasileño Haesbaert (2007) señala que el primero envuelve una dimensión material y una simbólica. Para quienes se encuentran inmersos en él, esto es, quienes han dominado dicho espacio, existe una identificación positiva con este; se ha producido una apropiación. Dicha acepción, entonces, tiene una connotación de poder, en cuanto que remite a una dominación (material) y una apropiación (simbólica). El territorio se define por este doble proceso; es decir, la dominación material política-económica va de la mano con la apropiación simbólica, subjetiva, de naturaleza cultural. El territorio resulta, entonces, según Haesbaert, socialmente construido; es un espacio concebido, percibido y vivido.

Cabe señalar, no obstante, que la experiencia del territorio no es unívoca, pues el espacio-tiempo vivido resulta múltiple (lo cual puede comprenderse por su contraparte: en el caso del Estado-nación, se pretende un territorio «unifuncional»). Se puede entender que las relaciones sociales en dicho espacio son, en realidad, relaciones de poder, lo que remite a una dimensión política y conlleva al concepto de territorialidad como constructo discursivo de la relación simbólica con el espacio. Se experimenta el mundo y se lo dota de significado; el territorio produce significado.

El abordaje de Haesbaert distingue el territorio como prerrogativa de actores hegemónicos y el territorio como abrigo de actores subalternos (subalternizados). En otras palabras, la experiencia del territorio puede ser diversa en concomitancia con las variables de poder. De esta manera, en un mismo espacio pueden convivir diversas territorialidades, lo que deviene en el reconocimiento de la multiterritorialidad. En esta situación, la particular territorialidad de los sectores hegemónicos puede proponerse como una de mayor prestigio con relación a otros sectores con menor acceso al poder; pero, a su vez, se entiende que estas visiones subalternizadas no desaparecen, sino que proponen sus particulares visiones de territorialidad.

De lo señalado, podemos considerar que las regiones, en cuanto territorio (material-simbólico) en el que conviven diversos sectores socioculturales, presentan una heterogeneidad en la que, sobre la base de relaciones de poder, los sectores hegemónicos y subalternos construyen diversas territorialidades (multiterritorialidad); distintas formas de experimentar el territorio, las cuales se desenvuelven, a su vez, en el tiempo. No obstante, a pesar de la divergencia en la experiencia del territorio, una serie de elementos en común se establecen como aglutinadores de la diversidad: entramos ya al tema de las identidades regionales -el cual no se restringe al campo de lo meramente espacial, pero tiene un fuerte lazo con él-. Estas se complementan con la identidad nacional; pero, en sentido estricto y en buena medida, se enarbolan como diferenciadoras de la que se pueda promover desde el centralismo de la capital de la república, más allá de discursos oficiales integradores, multi o interculturales.

Resumiendo, para fines de nuestra aproximación, la apropiación material y simbólica del espacio geográfico produce una carga cultural diversa (multiterritorialidad); sin embargo, por las relaciones hegemoníasubalternidad, esta carga da paso a una identidad más prestigiosa de alcance regional5, sobre la base de las relaciones asimétricas centro-periferia con la capital, y en el marco mayor de la idea de nación. Verbigracia, en Cusco, Huánuco o Áncash, sus habitantes se identificarán -la mayoría, cuando menos, a pesar de las diferencias de diversa índole que puedan marcar sus relaciones cotidianas, sean estas económicas, sociales, culturales, étnicas, de género- como cusqueños, huanuqueños o ancashinos. A su vez, se identificarán, desde sus pertenencias regionales, y desde sus particularidades identitarias y culturales, como peruanos.

3.2. Literatura y región

Antonio Cornejo Polar (1987), en el marco de la reflexión sobre las particularidades de nuestra literatura latinoamericana y la necesidad de formular categorías para su comprensión, se detiene en las que denomina «nuestras literaturas nacionales y regionales y sobre la literatura latinoamericana» (p. 123). En dicho contexto, los términos dan cuenta de espacios culturales en una gradación que va desde la literatura latinoamericana que -como su nombre lo señala- corresponde a lo que conocemos como Latinoamérica (suprarregión), pasando por las literaturas regionales -que agrupan unidades mayores como la región caribeña, la andina, la amazónica-, hasta llegar a las literaturas nacionales, que equivalen a lo que conocemos como países, grosso modo.

Si bien el término regional hacía alusión a macrorregiones continentales, en las que se incluían las literaturas nacionales -con la posibilidad de que una de estas puede pertenecer a más de una de aquellas-, lo importante es resaltar esta relación de articulación entre dichas literaturas: la latinoamericana, la regional y la nacional. De igual manera, tiene importancia retomar, para nuestra aproximación, el camino hacia la comprensión de las unidades que componen lo nacional. En esa medida, consideramos la existencia de las literaturas regionales asociadas a lo que, en el orden político-jurídico, se considera como región: una circunscripción de orden económico, pero sobre todo cultural. Para el caso peruano, se ha delimitado a razón de 24 regiones, a la que podemos sumar una provincia constitucional.

De esta manera, retenemos de Cornejo Polar su aproximación a las literaturas nacionales en Latinoamérica. Señala el estudioso arequipeño que, si bien la delimitación del mapa político puede resultar arbitraria, cada país, desde su constitución como estado independiente, ha desarrollado una historia que se ha particularizado conforme acontecían los años. Además, el concepto clásico de nación no funciona por cuanto están marcadas por sus contradicciones internas. Finalmente, la experiencia histórica moderna de estas naciones no se desvincula de las experiencias históricas anteriores -anteriores a la conquista en buena parte-, que son a su vez constitutivas de su tradición.

Al interior de estas literaturas nacionales, heterogéneas y marcadas por la totalidad contradictoria6, se sitúan los consabidos sistemas literarios, como lo son el culto, el popular y el indígena -los cuales, de por sí, son también estratificados-. Como señala Cornejo Polar (1989): «Cada sistema representa la actuación de sujetos sociales diferenciados y en contienda, instalados en ámbitos lingüísticos distintos, idiomáticos o dialectales, y forjadores de racionalidades e imaginarios con frecuencia incompatibles» (p. 22)7. Empero, el sistema de la literatura culta suele arrogarse la representatividad de la literatura nacional, debido a su capacidad de «representar la totalidad social, incluyendo a los grupos cuyas literaturas son marginadas» (1987, p. 126). Se trata de una relación hegemónica que se replica, si consideramos la literatura nacional como la sumatoria de las literaturas regionales, sobre estas últimas. Dígase, el sistema literario «culto» que emana de la región Lima se impone a la diversidad de sistemas literarios (culto, popular e indígena) de las macrorregiones norte, sur, centro y oriente.

Detengámonos en este punto. Esta concepción de la literatura nacional como el resultado de las literaturas regionales se basa en un principio mereológico8, en el que estas se comprenden como partes que se relacionan con un todo denominado literatura nacional y que, a su vez, se relacionan entre sí mismas. Estas literaturas regionales se asumen, entonces, como la producida en estas partes del todo, y, como se ha señalado en el acápite anterior, se vinculan con formas de vivir el territorio en el marco simbólico de la multiterritorialidad. Esto explica, también, la heterogeneidad de las manifestaciones literarias -a nivel discursivo, a nivel de diégesis y a nivel de los proyectos que las animan-, las que ingresan al interior de las luchas por la palabra al interior del campo literario.

Cabe señalar, sin embargo, antes de pasar al siguiente acápite, que los sistemas literarios de Cornejo Polar se pueden discutir y problematizar9, dado que nos encontramos en un periodo en el que las relaciones intersistémicas no contemplan solo dinámicas tradicionales y modernas, sino que se asumen en consonancia con una compleja relación con el mundo globalizado y con lo que se puede entender como, probablemente, una literatura inmersa en lo global -en el marco de la llamada literatura posmoderna10-. No obstante, esta dinámica no implica la impertinencia del término regional, sino el cambio de la secuencia progresiva que iba de las literaturas nacionales a las regionales -en el sentido de Cornejo- y (finalmente) a la latinoamericana por otra que, consideramos, acompaña la siguiente secuencia: literaturas regionales -en la acepción que hemos adoptado en este trabajo -, nacional, latinoamericana y global. En ese sentido, en un mundo globalizado, estas literaturas regionales continúan vigentes y se pueden comprender mejor teniendo en cuenta la relación dialéctica entre resistencia, aculturación o transculturación con respecto a las tendencias homogenizadoras globales. En una agenda de homogenización cultural, las diferencias pueden mantenerse, precisamente, como una respuesta identitaria, sin llegar a esencialismos ni sostener fundamentalismos: la figura de lo glocal11 es el elemento central aquí.

3.3. Literatura: campo literario y mercado literario

Como se deduce de lo anterior, el concepto de literaturas regionales se ocupa de la literatura producida en las regiones, con las dinámicas que hemos señalado en los acápites precedentes. Vale señalar, sin embargo, que la literatura en este caso se entiende en su soporte escrito, oral, electrónico, etcétera, y en su diversidad lingüística: quechua, aymara, castellano, ashaninka, entre otras lenguas.

De esta manera, como la literatura señalada se compone de un repertorio de textos que no se restringe a la letra ni a una lengua -el castellano- (en sentido extenso, es más un corpus) y se proyecta hacia un canon12, se hace necesario que exista, cuando menos, un nivel institucional que, en mayor o menor medida, apueste por la constitución de un canon alternativo desde la práctica académica, desde una visión amplia de los estudios literarios y de la propia literatura peruana13. Este canon se comprende como parte del nacional, pero delimitado por las particularidades debidas al proceso histórico-social de la región en cuestión y a la relación periferia-centro con el campo literario de la capital, que se arroga la representatividad de la literatura peruana. En tal medida, en el presente apartado, ampliamos la reflexión en torno a dos elementos que competen a la consolidación o no de una literatura regional: el campo literario y el mercado literario. Cabe señalar que ambas se desenvuelven, de ser el caso, en una ciudad, a nivel regional, que concentra las actividades derivadas de esto dos ámbitos relacionales: anteriormente lo denominamos foco cultural. Este foco es, usualmente, la capital de la región, pero siempre puede haber otras ciudades que disputen o se complementen en similares condiciones con dicho espacio; en el caso de nuestro país, uno de ellos se impone a nivel regional. Si pensamos en la primera posibilidad, tenemos como ejemplos la ciudad de Cusco (Cusco), Trujillo (La Libertad), Huánuco (Huánuco), Cerro de Pasco (Pasco), Huancayo (Junín), entre otras. Y si consideramos las excepciones, pensamos en las ciudades de Huaraz y Chimbote para la región de Áncash, y en Puno y Juliaca para la región Puno como modelos de lo sostenido.

3.3.1. Campo literario

Sobre el campo literario, Bourdieu señala su relación con las dimensiones sociales, económicas y políticas -ampliando estas, puede considerarse, además, la variable cultural- de la actividad artística, afirmada sobre una supuesta autonomía que, no obstante, se define por su participación en otros campos -asociados a los niveles señalados-. De esta manera, sostiene que en la comprensión de un hecho intelectual o artístico deben considerarse tres momentos, relacionados mutuamente:

Primero, un análisis de la posición del campo literario o del campo artístico en el campo del poder; segundo, un análisis de la estructura de las relaciones objetivas entre las posiciones que ocupan en el campo de producción cultural de los individuos o de los grupos colocados en situación de competencia por la legitimidad intelectual o artística; tercero, un análisis de los habitus, sistemas de disposiciones que son el producto de la interiorización de un tipo determinado de condición económica y social y a las que una posición y una trayectoria determinadas dentro de un campo de producción cultural que ocupa una posición determinada en la estructura de las clases dominantes les proporcionan una ocasión más o menos favorables de actualizarse. (2002, p. 20)

Así, en el campo literario -desde las dinámicas señaladas-, se define aquello que ha de considerarse literatura: espacio en que se afirman relaciones entre los sujetos sociales posicionados en su interior, quienes luchan por la legitimación de sus agendas y de su imagen de lo que es literatura -para lo cual cuentan con el prestigio literario, resultado de la acumulación de capital simbólico-. Este campo es, por definición, agonístico, pues los sujetos se encuentran marcados, justamente, por su pertenencia social; además, se agrupan, de forma regular, en este espacio de lucha por la palabra. Dicho espacio involucra tanto instituciones literarias académicas (universidades) como culturales (estatales y privadas), además del circuito mercantil (editoriales, librerías, ferias, etc.), en el que participan agentes como los escritores, gestores culturales, críticos, lectores, entre otros, a través de diversas actividades (cursos, revistas, eventos, por ejemplo).

Así como señalamos que la diversidad de sistemas literarios existentes en el marco mayor de la literatura nacional se replica en las literaturas regionales, las dinámicas que hemos reseñado del campo literario también. Más allá de que, para comenzar, la práctica centralista ha convertido el campo literario de Lima en antonomasia de lo nacional, la literatura de las regiones se comprende, también, bajo las tendencias de sus campos literarios particulares, en los que, ciertamente, el peso de las instituciones, el circuito mercantil y los actores poseen sus propias relaciones y desarrollos.

Consideramos, con especial miramiento, la cuestión de las instituciones académicas, por cuanto en ellas se elabora y reelabora el canon -cuando menos todavía en este tránsito hacia una posmodernidad en la que el mercado gana terreno incluso en las áreas culturales-. Es cierto que para Bourdieu no se puede hablar propiamente de una institucionalización, pues esta presenta un bajo nivel de cohesión y expresa, más bien, una diversidad (justamente) a raíz de su débil marco institucional. A pesar de ello, las instituciones académicas juegan un rol importante como espacios donde se generan las pugnas, el juego de la legitimación de las prácticas literarias; donde se establecen los corpus y se legitiman los cánones -para el caso- regionales. Por lo señalado, nos interesa particularmente la institución académica; en específico, la universitaria. Interesa la imagen de la literatura que se proyecta y la selección de textos que obedece al canon; ambas dialogan, en mayor o menor grado, tensa o fluidamente, con la actividad editorial, comercial, de difusión, etc.

De esta manera, la actividad intelectual del campo literario en las regiones se articula14, en su mayoría, alrededor de las universidades; específicamente, de las facultades de educación, con la salvedad de Arequipa, en la cual existe la Facultad de Filosofía y Humanidades, y la carrera de Literatura y Lingüística. En ese sentido, la institución en la que se formulan las aproximaciones críticas parte, sobre todo, de intelectuales cuya primera formación es Educación; pero es muy regular encontrar que estos han llevado estudios de posgrado (maestría y doctorado) en Literatura y poseen los grados respectivos, si bien es posible hallar profesionales formados en universidades fuera de estas regiones que han seguido la carrera de Literatura pura -para el caso, en Lima, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Nacional Federico Villarreal (aunque esta última retiene contados docentes formados en Literatura, pues abundan los de otras carreras)-. Desde estos espacios que se asumen institucionales, se desenvuelve, con egresados de sus aulas, la actividad literaria regional en su mayoría. Se organizan coloquios de alcance local, nacional e internacional, en los que, se tocan, además de otros tópicos, la creación y reflexión literarias locales. Además de publicarse revistas académicas, sus intelectuales suelen escribir artículos o reseñas; organizar antologías -y otros tipos de publicaciones-; escribir libros no solo de creación, sino también de crítica o de historia literaria regional; propiciar espacios de difusión en los diversos medios, ya sean audiovisuales, electrónicos (el internet ha dinamizado esta área)15, escritos; y también, claro está, impartir cátedras de literatura(s) regional(es). Hay que sumar a ello que, en más de una ocasión, intelectuales asociados a la universidad se vinculan con puestos claves de la labor cultural del Estado. Todas estas actividades -con excepción de la última- coadyuvan a la formulación de los cánones de carácter local, en el sentido de Bloom, inmersos en las dinámicas del campo literario, tal como lo comprende Bourdieu.

Por supuesto, existen otros espacios en los que intelectuales de formación o de carácter autodidacta, que se pueden denominar gestores culturales, desarrollan una labor ya sea alternativa o complementaria a la realizada en el mundo universitario. Estos gestores pueden desenvolverse a través de medios similares: organizando y/o participando en eventos, editando revistas, publicando libros en espacios periodísticos, entre otros. Estas otras manifestaciones suelen ser parte de las relaciones heterogéneas del campo literario que ya hemos anotado. Queda por señalar que existe la posibilidad de que la actividad literaria no sea importante para la universidad de la región y tal labor recaiga (casi) exclusivamente en los gestores culturales, que pueden, por supuesto, ocupar también cargos en la política cultural del país.

3.3.2. Mercado literario

Como se conoce, la libertad creativa de la literatura se erige sobre la base de la autonomía del mercado literario; una autonomía que debemos pensarla con relación a la superación de la censura. Auerbach (1969) fecha su versión moderna, aproximadamente, en el prerrenacimiento italiano. Este sería el inicio de la reconstrucción de un mercado literario (su construcción se remite a la República romana) donde sus propias dinámicas permitirían, positivamente, tratar una diversidad de temas, no sometidos a coerción16. El camino de esta liberación fue progresivo. Bajo esta premisa, en nuestro contexto contemporáneo, se puede comprender el mercado literario actual, al que habrá que sumarle su inclusión en el marco mayor del mercado cultural.

Si bien, en sentido estricto, el mercado literario es parte también del campo literario -y, por ello mismo, las relaciones de poder no se encuentran exentas a sus marchas y contramarchas-, lo abordamos como un ítem aparte en virtud de su importancia en la mediación entre el lector y el libro -para el caso que nos compete- en los espacios regionales. De esta manera, en tanto se nutre, en buena parte, de la actividad escritural de autores de la región de impacto local o nacional, ofrece el insumo principal de la literatura regional, que es la publicación y comercialización, en muchos casos, de textos vinculados con la región.

Así, este circuito de escritores, editores, distribuidores y lectores (considerando a los agentes más evidentes) participan activamente en la producción, circulación y consumo de libros en las regiones. La literatura se difunde a partir de un mercado literario que puede encontrarse en mayor o menor grado de desarrollo, y que, como hemos indicado, se concentra en la(s) ciudad(es) que hace(n) las veces de foco(s) cultural(es). No obstante, cabe señalar, dichos mercados, a razón de la implementación del Plan Lector hacia mediados de los años 2000, se han dinamizado y afianzado17. En dichos espacios se editan los libros de autores locales que se consideran canónicos, emergentes o en vías de serlo, o se distribuyen libros de dichos autores editados en otros lugares. Para editoriales asentadas en las regiones, consideramos los siguientes ejemplos: Río Santa Editores y Killa Editorial, en Áncash; Ediciones Rocinante, Ediciones Condorpasa y Editora Perú, en Huánuco; Editorial Aletheya y Cascahuesos Editores, en Arequipa; Hijos de la Lluvia, en Puno; RCQ Editorial e Inkari Editores, en Cusco; Editorial Cuadernos del Sur, en Tacna; Sietevientos Editores, en Piura; Trazos Editores, en San Martín; Editorial Amartí, en Ayacucho. En cuanto a editoriales asentadas en Lima que tienen un catálogo profuso de libros de autores regionales, tenemos, verbigracia: Editorial San Marcos, Lluvia Editores, Arteidea Editores, Ornitorrinco Editores, Editorial Pasacalle y Pakarina Ediciones.

Esta comercialización permite la difusión de textos y su lectura, cuando menos en principio, en el plano local. (Sin que esto clausure la posibilidad de que se distribuyan a otras regiones y a la capital del país, pero esto último resulta más complicado por la dificultad que implica seguir el circuito de pagos). En ese sentido, es un proceso complementario al realizado por el nivel institucional, por cuanto los textos distribuidos y comercializados provienen de la canonización local -y también, claro, la nacional-. A su vez, la circulación de los libros en el mercado literario abre la posibilidad de su posterior tránsito hacia espacios académicos: el punto de partida para su siguiente inclusión. Además, cabe señalar, considerando las agendas en torno a las literaturas regionales, un mercado literario regional consolidado contribuiría, también, junto a la labor crítica en los espacios académicos, a una reformulación de las correlaciones entre literatura nacional (centralista, como sabemos) y las literaturas que la conforman.

3.4. Literatura regional y relaciones de poder

En esta sección consideramos las relaciones de poder que se establecen en la constitución del Estado-nación moderno en nuestro país, en sus vínculos con las regiones que lo conforman. Este proceso histórico-político marcado por la relación centro-periferia es una fórmula en la que se han desplegado también, en el campo de la literatura, las relaciones entre las literaturas regionales (desplazadas a la periferia) y la literatura gestada en la capital (establecida como centro). Esta última -como hemos señalado- concentra un campo literario que suele ser, con sus respectivos medios de legitimación y con algunas excepciones a lo largo de la historia literaria, el espacio de construcción y disputa de la representatividad de nuestra literatura, en la cual se construye la llamada literatura nacional. Se trata de una dinámica, a todas luces, vertical y subalternizante.

El hecho de que la relacionalidad antedicha tenga más un carácter unidireccional que emana de Lima no implica, por cierto, que los campos literarios regionales la acepten pasivamente. Ulises Zevallos (2009) ha reparado en que, cuando menos desde el siglo xx, «los intelectuales e indígenas de provincias han emprendido una lucha contra el centralismo del Estado-nación peruano» (p. 9)18. El investigador cusqueño señala que las políticas emprendidas por dicho centralismo parten de un sistema marcado por el colonialismo interno, y, en tal sentido, en correspondencia con prácticas racistas y sexistas en las que las provincias (regiones) son «entendidas como un espacio político, social y cultural […], retóricamente construidas como una suerte de espacio negativo o negado a la modernidad, si no interviene un agente blanco externo» (p. 14). (Estos procesos, además, se han complejizado con la globalización [Zevallos, 2018]).

Señala Zevallos que la relación centro-periferia, en la literatura peruana, adolece de las mismas dinámicas que signan las prácticas del Estado-nación en nuestro país, por cuanto el canon literario -centralista, cosmopolita, racista- parte de instituciones culturales y medios masivos que se encuentran en el centro (Lima) y comparten la ideología señalada (colonial, básicamente). (Desde luego este centralismo peruano resulta, a su vez, periférico con relación al centro occidental, o a los sistemas de redes globales en nuestra posmodernidad). Inferimos, entonces, que las literaturas regionales se encuentran subordinadas a una literatura nacional que emana y se modela desde Lima.

Sin embargo, la situación no es infranqueable. Intelectuales de las regiones, sean mestizos o indígenas, migrantes de primera, segunda o tercera generación, han accedido a los espacios de difusión y a las instituciones legitimadoras -un proceso que se inicia en la primera mitad del siglo xx y se afianza hacia el último tercio- en correlato con el reconocimiento de la diversidad cultural peruana. Este acceso amplía, en sentido estricto, el canon nacional, por cuanto se emplazan agendas que reclaman poéticas formuladas en las regiones. Empero, el proceso que lleva al cambio, desde simetrías que superen el par centro-periferia, se presiente arduo. Consideramos, así, que esta «democratización» sigue manteniendo el carácter centralista: por un lado, el mercado literario de Lima devora y adecúa todo aquello (en principio) disonante que, al largo -o corto- plazo, resulte rentable, restándole frecuentemente la carga contestataria que dicha literatura pudiera esgrimir; por otro, la academia se apertura a las voces disidentes, sumándolas (regularmente) en lugar de problematizar los criterios de un canon único, con lo cual resguarda el lugar de la institución en sí. En ese sentido, la salida hacia el cambio no pasa por un mercado literario centralista más inclusivo ni por una academia más predispuesta a escuchar -leer- lo que en el Perú se propone y escribe desde la literatura.

Consideramos que la agenda a seguir debe considerar, en principio, relaciones bidireccionales entre centro y periferia, que tengan como eje el cuestionamiento del campo literario hegemónico y centralista que se arroga la construcción de la imagen de la literatura nacional -la cual asume su representatividad-. Entendemos este intercambio, que se pretende simétrico, como un paso en favor, más bien, de una concepción de la literatura peruana desde una postura mereológica.

Este enfoque mereológico sobre la literatura nacional abre la necesaria revisión de la idea de nación19 que impera en nuestra sociedad. Esta ha partido, más allá de encontrarse aún en formación, desde nuestra historia como país «independiente» de los proyectos sancionados por el Estado acerca de la identidad nacional. Huamán (2019) hace hincapié en la ampliación de dicha imagen a partir de la crisis del Estado oligárquico y el reconocimiento y apertura hacia una pluralidad cultural. En ese sentido, afirma la importancia de las diversas regiones para la constitución de la comunidad imaginada contemporánea, más allá de la aún irresuelta posición de lo regional al interior de lo nacional.

4. Literaturas regionales: una agenda

La agenda que compartimos tiene por objeto pensar los alcances de las literaturas regionales en el marco de una literatura nacional plural en sus propuestas, integradora de las diferencias y democrática en su acceso. La reflexión en torno a la literatura nacional debe pensarse como una propuesta que integre, en sus diversos sistemas literarios y lenguas, las heterogéneas manifestaciones literarias, sean escriturales, orales o multimediales, que se producen en el total de las regiones de nuestro país, atendiendo a su proceso histórico-social-literario, así como a sus particulares procesos regionales, a razón de la problemática relación centro-periferia. Esto involucra tener en cuenta la tradición literaria nacional y las que se han construido -o se están construyendo- en las regiones a partir de la reflexión desde los estudios literarios (crítica literaria, historia literaria y teoría -si debemos formular categorías-); y, desde este reconocimiento, iniciar, mantener e impulsar el diálogo entre los campos literarios regionales en su totalidad.

Para explicitar lo sostenido, consideramos que se hace necesaria problematizar la agenda a razón de un par de preguntas, alrededor de las iniciativas que permitirían el fortalecimiento de la literatura regional y sobre aquello que define -literariamente hablando- a dicha literatura. Para ello, ensayamos respuestas que, como se colige, no cierran la discusión, sino que -esperamos- la abren; una discusión que, además, tiene la vocación de promover iniciativas en diversos terrenos de nuestro campo literario nacional. Por ello, además de agenda, podemos pensar esta sección como programa.

1) ¿Qué iniciativas, en los diversos niveles de los campos literarios, permitirán que la reflexión en torno a las literaturas regionales no sea solo un impulso y se convierta, más bien, en vía para una real democratización de la literatura nacional?

Es necesario acotar que nuestra propuesta no parte de un campo raso, no es adánica, aunque -como hemos señalado-es todavía una agenda apenas visitada sistemáticamente. Cabe, resaltar, en esa línea, que la preocupación en torno a las literaturas peruanas, abordando una serie de autores cuyos proyectos se articulan desde espacios regionales hacia el entorno nacional, ha ido ganando terreno en la academia de Lima, sobre todo, alrededor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en las investigaciones de pregrado y posgrado; pensamos, verbigracia, en investigadores como Gonzalo Espino, Mauro Mamani, Guissela Gonzales, Elías Rengifo, Jorge Terán y Edith Pérez. Asimismo, también ha ido ganando terreno en Arequipa, a través de las indagaciones de Tito Cáceres, Juan Alberto Osorio, Gregorio Torres, Carlos Arturo Caballero, entre otros, al amparo de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Y cabe agregar la reflexión de intelectuales que han desarrollado o desarrollan su labor, habitualmente, desde las universidades de sus respectivas regiones; prueba de ello, entre las muchas que existen, se encuentra la labor de Velásquez Garambel (Universidad Nacional del Altiplano - Puno y Universidad Nacional de Juliaca), Palomino Gonzales (Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco), Salazar Espinoza (Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión y Universidad Nacional Autónoma Altoandina de Tarma, en Pasco y Junín, respectivamente), Molina Richter (Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga en Ayacucho), etc.

De esta manera, es necesario, en primer lugar, promover iniciativas al interior del ámbito académico. Estas transitan por los derroteros de las instituciones universitarias y el establecimiento de líneas de investigación que permitan abordar el problema desde proyectos grupales y no solo esfuerzos individuales. En general, involucra la investigación de las literaturas regionales en el plano teórico, crítico e histórico literario, en diálogo directo y fluido entre las escuelas de Literatura y las escuelas de Educación. Para ello, es importante no perder de vista que muchos estudiantes de Literatura provienen de las distintas regiones del país y, cuando menos en la universidad de San Marcos, manifiestan un vehemente interés por la literatura de su tierra o la de sus padres, quienes son migrantes de primera, segunda o tercera generación. En esa medida, como hemos apuntado, los actores sociales insertos en el ámbito académico han ido ganando terreno, el que debe ampliarse a través de la agenda temática mencionada. (Lo señalado, desde luego, no es impedimento para que investigadores de otras procedencias y orígenes se interesen por el tema). Cabe resaltar que las facultades de Educación y las escuelas respectivas no están exentas de este programa, en diálogo con las escuelas de Literatura, puesto que el vínculo entre literatura y educación, que se ha resentido por la crisis de las humanidades, es una agenda que ha de ser recuperada.

Estamos pensando, con especial énfasis, en la reflexión crítica sobre las tradiciones literarias en función a los procesos sociohistóricos en los que aquella se hace comprensible. Dicho de otro modo, apostamos por el fortalecimiento del estudio de la historia literaria de los procesos literarios regionales en el marco de lo regional, macrorregional y nacional, en el plano diacrónico, y el estudio de la producción contemporánea de sus literaturas, en el plano sincrónico. Para ello, ha sido importante, definitivamente, la labor previa -y continua- realizada en muchas universidades del país a través, en el plano curricular, de los cursos sobre literaturas regionales. Estos cursos, hasta el momento, no se han incluido en las escuelas de Literatura de la capital; posiblemente, por cuanto se asocia el curso al panorama específico de cada región y no hacia la reflexión de la categoría o la comprensión de la literatura nacional desde dichos marcos. En esa medida, un curso de esta naturaleza en las escuelas de Literatura resulta más que necesario o, en su defecto, en tanto sucede lo primero, muy bien puede desarrollarse todavía en cursos monográficos o seminarios sobre literatura peruana. En esa línea, la Escuela de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa ha abierto ruta al implementar recientemente los cursos de Literatura Regional I y II. En este esfuerzo se incluyen, también, las escuelas de Educación que tienen, como hemos señalado, cursos sobre literaturas regionales desde el giro hacia los estudios literarios, por cuanto una parte importante de sus intelectuales poseen una formación pedagógica complementada con maestrías o doctorados en Literatura.

Para esta agenda, los proyectos y productos de investigación resultan no solo relevantes, sino estratégicos. Las antologías son importantes, pero no las de mero acopiar textos, sino las de carácter crítico. A su vez, si bien el levantamiento historiográfico es un punto de partida, son tan importantes o más, en este momento del estado de la cosa, el abordaje teórico y, una vez definido este, el crítico del objeto de estudio señalado, así como el histórico-literario. Ello va de la mano con la publicación de los productos académicos de estas investigaciones en revistas o libros electrónicos -sin dejar de lado la posibilidad de acompañar la divulgación en físico-, o con su circulación por otros medios -repositorios web, por ejemplo-. La digitalización y el acceso libre a ellas contribuye a su difusión y discusión. A ello, desde luego, contribuyen los espacios de discusión, articulados, regularmente, en congresos y coloquios, los cuales deben pensarse no solo en su alcance regional o macrorregional, sino nacional -con la posibilidad de proyectarse internacionalmente-. Los homenajes y reconocimientos han sido importantes para la visibilización de determinados proyectos literarios; pero, del mismo modo que las antologías panorámicas, son el punto de partida, no el de llegada.

En segundo, lugar, de la mano de esta difusión, consideramos el fortalecimiento de la industria editorial en las regiones -metonímicamente, el circuito del mercado literario- con la publicación de textos tanto críticos como ficcionales20. (Debemos tener cuidado, empero, con la mercantilización, y considerar que estamos ante un producto cultural que se comercializa y no ante un bien exclusivamente económico). Este mercado literario se encuentra en crecimiento en muchas regiones; pensamos, verbigracia, en Huánuco, las mencionadas Editora Perú, Ediciones Condorpasa y Ediciones Rocinante; en Ayacucho, la Editorial Amartí; en Cusco, Sieteculebras Editores, RCQ Editorial e Inkari Editores; en Áncash, Killa. Para ello ha sido importante el Plan Lector, el cual, desde mediados de los 2000, ha dinamizado los mercados regionales, por cuanto, en muchos casos, se ha publicado y difundido un alto porcentaje de lecturas de autores nacidos o vinculados a dichos espacios. No obstante, no debemos dejar de lado, por supuesto, la labor de los fondos editoriales universitarios; el quehacer del Fondo Editorial de la Universidad Nacional del Altiplano - Puno ha sentado un precedente a ser emulado, con sus más de 200 publicaciones en poco menos de diez años. No descartamos la relación siempre dinámica de las editoriales de migrantes que han publicado y publican, también, literatura regional desde Lima: Ornitorrinco Editores, Lluvia Editores, Ediciones Altazor, Pakarina Ediciones, entre otras; pero la idea, como se desprende de lo sostenido hasta el momento, es fortalecer la industria editorial de cada región y el acceso de sus catálogos al público lector. En ese mismo espíritu, las ferias de libros han resultado importantes, por cuanto algunas de ellas han tenido la iniciativa de acercar a los lectores a una diversidad de escritores y, eventualmente, críticos de diversas regiones, en una apertura dialogante hacia lo nacional e, incluso, lo internacional. Algunas de estas ferias que poseen esta vocación transversal de apertura y han resultado constantes son, entre otras, la Feria Internacional del Libro de Cusco, la Feria del Libro Zona Huancayo, el Festival del Libro Leyendo a Huánuco o la Feria del Libro Puno. A ello podemos agregar los recientes y cada vez más frecuentes programas a través de las distintas plataformas digitales, redes y demás que visibilizan a autores regionales y están a cargo de gestores culturales cuyas labores suelen entrecruzarse con el mundo editorial.

Un mercado literario sostenible, fuerte, orientado al doble plano de la crítica y la creación permite construir interlocutores institucionales que puedan establecer un diálogo horizontal, en principio, en el marco de la diversidad local, proyectándose a las macrorregiones para, desde allí, interpelar al espacio mayor de lo nacional. Este fortalecimiento involucra, además de las propias dinámicas del mercado literario y del ojo atento de los editores, en este momento de su desarrollo, el apoyo gubernamental a través de excepciones tributarias -como se vienen otorgando hasta la actualidad- junto a incentivos económicos que se orienten explícitamente -y, de ser posible, exclusivamente- hacia la producción regional en el espacio regional, en aras también de una democratización y equidad. De esta manera, el peso unidireccional del mercado literario centralizado en Lima, ya sea a través de editoriales en crecimiento, consolidadas o transnacionales, hallará un contrapeso entre la oferta que llegará a los lectores iniciados y, sobre todo, a los que se encuentran en formación.

2) ¿Las literaturas regionales deben pensarse como, necesariamente, vinculadas a una tradición literaria distinguible, identificable a nivel local?

¿Impide ello pensarlas en el marco de lo nacional?

En un estado de la cosa en el que los repertorios literarios21 no se restringen a una región, sino que atraviesan periodos y movimientos literarios, así como los desarrollos de estos en buena parte del territorio nacional, las particularidades regionales pueden distinguirse, en principio, a nivel de la impronta que estos repertorios han marcado en vista de que un porcentaje relevante de ellos han surgido, justamente, en dichos espacios (verbigracia, el indigenismo cusqueño o las llamadas vanguardias andinas en Puno). En sentido extenso, un repertorio literario y, en su interior, con especial interés, uno temático se vinculan a los procesos histórico-literarios locales, que, a su vez, se confrontan y/o complementan con el espacio mayor de lo nacional, particularmente con la capital, en el movimiento agonístico centro-periferia que hemos reseñado anteriormente. No obstante, si bien los repertorios señalados y el enfoque tematológico pueden ser el punto de partida para identificar, digamos, a una literatura en la que los temas locales se tratan e insertan en una tradición literaria, tal delimitación no es del todo exacta o, cuando menos, no resulta la única puerta de entrada. La pregunta sobre si existen repertorios literarios y temas más «propios» de determinadas regiones -más regionales que otros- resulta absolutamente válida, pero absuelta negativamente. Ampliemos la respuesta. Pueden existir temas que, de pronto, por la tradición literaria de la región se insertan en un continuum, pero eso no implica que las rupturas no se produzcan; es más, no impide que líneas simultáneas puedan desarrollarse. Hemos mencionado, hacia el comienzo de esta investigación, la importancia de la territorialidad. Esa diversidad también implica, en última instancia, que no es el repertorio literario ni, concretamente, el tema los que hacen más o menos regional a un texto -tampoco el paradigma literario, digamos, por ejemplo, el realismo; la vocación política y el afán de denuncia; una poética colectiva más que una individual; ni la inserción en las escrituras modernas-; pues sabemos que aun el tema cuyos mundos representados sean menos referenciados guarda relación -no reflejo, sino mediación- con el contexto social en el que se enuncia, en el que se incluyen autores y textos, la literatura como hecho retórico. En este último caso, probablemente este desarrollo de la literatura regional obedezca a repertorios distintos, o a búsquedas en otras tradiciones no consuetudinarias en la región o, incluso, de apertura más allá de lo nacional, en un contexto glocal, en el que los contactos con tradiciones o nuevas búsquedas a nivel mundial resultan, más que una evidencia, una realidad. Así, por cuanto responde a posicionamientos en el campo literario regional y a cambios de agendas literarias, se estudia y se entiende, a su vez, también, desde los estudios sobre las literaturas regionales.

Ello conlleva a la siguiente afirmación: pueden existir, ciertamente, autores que aborden de manera más clara -incluso programática- temas afines a la identidad, historia o sociedad regional o nacional; pero los otros, los que tratan -por ponerlo de un modo-temas existencialistas, personalísimos o una literatura del yo incluso posmoderna no dejan de ser autores que escriben literatura regional -como parte, ya dijimos, de una lectura que incluye lo nacional y universal, de ser el caso-. Estos últimos no son autores a considerarse «alienados». ¿Acaso se es menos huanuqueño por escribir cuentos fantásticos, tal como lo hace, por ejemplo, John Cuellar en El cuarto enigmático y otras narraciones (2011)?, ¿o menos ancashino si se escribe sobre zombies, cual el caso de Luis Apolín en Epitafio. El rumor de los días (2020)?, ¿o poco huancavelicano si se escribe sobre música new wave, punk o heavy metal, como se puede apreciar con parte de la narrativa de Ulises Gutiérrez Llantoy en, por ejemplo, The Cure en Huancayo (2010)? Es un hecho que, en nuestra contemporaneidad, ya bien entrado el siglo xxi, las agendas sobre identidad, en el campo de la literatura de ficción se encuentren problematizadas por los escritores de las diversas regiones. El acceso a la mass media, a las nuevas tecnologías, a la globalización -o, para decirlo en resumidas cuentas, los procesos contemporáneos del paso de la modernidad a la posmodernidad (y su convivencia con la tradición)- han cambiado el rostro de las regiones, y las sensibilidades también han estado y están cambiando. En ese sentido, se comprenden las nuevas búsquedas literarias, que no implican necesariamente el abandono de las consuetudinarias, sino, más bien, la apertura a nuevas posibilidades de repensar las literaturas regionales y nuestra literatura nacional, desde un diálogo fluido entre las regiones, las macrorregiones, lo nacional y lo global.

5. Conclusiones

La propuesta de definición sobre la literatura regional parte de las variables región y cultura, en una relación que alcanza las dimensiones no solo materiales, sino, sobre todo, simbólicas. De esta manera, la dimensión política del binomio región y cultura da paso a las dinámicas de las identidades que, desde esta perspectiva, rebasan cualquier acercamiento homogéneo y se adentran, más bien, en la heterogeneidad; este vínculo se manifiesta tanto en la serie social como en la literaria, y al interior de los diversos campos literarios regionales, en el que conviven diversos posicionamientos que articulan agendas literarias en torno al canon local. En esa medida, la reflexión en torno al campo literario, con énfasis en el mercado literario, permite apreciar esta diversidad de propuestas literarias al interior de sus relaciones tanto intrarregionales como macrorregionales, y, en una relación agonística, con el campo literario «nacional» asentado en la capital. Esta relación asimétrica manifiesta el par centro-periferia. Nuestra definición apuesta por una visión mereológica de nuestra literatura peruana, en la que esta se entienda como producto de las relaciones entre las partes y el todo, entre las literaturas regionales que conforman la literatura nacional.

Esta definición operativa, partiendo de la variable espacial y cultural, toma en cuenta la posibilidad de procesar, desde la literatura, formas modernas y posmodernas de identidad regional, pues los cambios contemporáneos son acelerados. Así, abordar la producción en estas regiones sin calificarlas o descalificarlas sobre la base de identidades regionales consuetudinarias considera la expansión hacia nuevas agendas, las cuales están abiertas hacia los cambios de la sociedad contemporánea y hacia la sensibilidad que se sitúa en realidades glocales. Constituyen nuevas agendas que establecen líneas paralelas o se intersecan con los repertorios canónicos, con los proyectos que se rastrean en tradiciones reconocibles -en los desarrollos de estas-. A partir de esta conceptualización, se podrá mapear lo que se escribe en cada región; mapear los cambios y los nuevos derroteros de estas literaturas sin que se ciñan necesariamente al mantenimiento de una matriz literaria regional consabida. Son propuestas en plena efervescencia que, en su mayoría, conviven con, justamente, tradiciones literarias más longevas. El diálogo, no siempre armónico y muchas veces agonístico, entre los repertorios literarios asentados en las regiones y la apertura a la literatura posmoderna está llevando a nuevas agendas a ser estudiadas bajo las premisas señaladas.

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1 Esta investigación fue financiada por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (RR N.o 05753-R-21 con código de proyecto E21030321), bajo el título Literaturas regionales en el Perú: Hacia una definición y una agenda.

2Nuestro estudio parte de la discusión de las particularidades del caso peruano. Los alcances del término región en los estudios literarios pueden consultarse en Schmidt-Welle (2012) y Zevallos (2017). Para Sudamérica, consultar Guerrero (2010); para las experiencias española y argentina, Enguita Utrilla y Mainer (1994), y Molina y Varela (2018).

3Prueba de ello son los espacios de discusión abiertos, a través de seminarios, por ejemplo, en la Universidad Austral de Chile y en las Universidades de Colima, Guadalajara y la Autónoma de Baja California Sur; así como a través de eventos académicos en la Universidad Nacional de Cuyo.

4Bien podríamos sumar a lo señalado el soporte electrónico. Lo anotamos por cuanto es un campo que va ganando terreno; pero aún no tenemos, en el marco de la literatura delimitada en el presente trabajo, un corpus significativo sobre el que podamos arriesgar una primera panorámica.

5Esta identidad regional prestigiosa obedece a la imagen que proyecta una élite intelectual que tiene acceso a las diversas instituciones y medios que permiten legitimar dicho modelo. Ante ello, otros modelos de territorialidad, formulados por otros grupos sociales, se encuentran, regularmente, en actitud expectante.

6La categoría de heterogeneidad da cuenta de textos literarios en los que entran en juego más de una matriz cultural en su proceso de producción. En el caso de la totalidad contradictoria, se entiende que los sistemas literarios son parte, no obstante, de un mismo proceso histórico que los afecta. Ver Cornejo Polar (1983 y 1994).

7Tanto la categoría de heterogeneidad como la de totalidad contradictoria han sido revisitadas, entre otros, por Bueno (2022), quien ha repensado la categoría y se ha encargado de extenderla más allá de lo literario hacia lo cultural. Ha señalado, también, por ejemplo, que la incompatibilidad puede dar paso a un diálogo bidireccional.

8Valga anotar que, de acuerdo con esta aproximación, consideramos a todas las literaturas aludidas como regionales, incluyendo la de Lima.

9Para una revisión de las discusiones en torno a los aportes de Cornejo, podemos remitir a Mazzotti y Zevallos (1996), así como al número 95 de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, dedicado a su pensamiento, coordinado por Mazzotti (2022).

10La literatura posmoderna, en el decir de Lozano Mijares (2007), manifiesta una estética que se define por el develamiento de la discursividad de las metanarraciones, con la relativización de la verdad y con el principio de incertidumbre.

11Lo glocal, más exactamente el fenómeno de la glocalización (propuesto originalmente por Robertson, 1995), da cuenta del diálogo, no exento de tensión, entre lo local y lo global.

12 Bloom (1995) entiende el canon como el conjunto de textos memorables por sus cualidades estéticas. No obstante, no repara en la dimensión del poder. Sobre ello, Mignolo (1994) distingue canon —estructuras simbólicas de poder y hegemonía— de corpus —procesos de oposición y resistencia en dichas estructuras—.

13El cambio de paradigma en los estudios literarios se piensa hacia los años ochenta (Culler, 1997). Para el caso latinoamericano, Mignolo (1994), hacia los noventa, señala que dichos estudios se han ampliado de los géneros tradicionales hacia diversas y/o nuevas prácticas textuales.

14El modelo centralista nos lleva a considerar, en el estado actual de la cosa, las regiones y sus literaturas como todas las existentes, con la excepción de Lima Metropolitana y Callao. Es importante, sin embargo, notar que también existiría una literatura regional en Lima que involucra la producida en las provincias restantes.

15La literatura electrónica y la world wide web están cambiando las formas como se produce la literatura, el circuito de distribución y el acceso, así como las redes entre escritores; aunque aún no altera el centralismo del campo literario peruano. Sobre su potencial en este, ver Huamán (2018, 2021 y 2022) y Terán (2012).

16Para estudios contemporáneos del mercado literario, consultar De Diego (2021) y Gallegos Cuiñas (2022). Para el caso peruano, además de los informes de la Cámara Peruana del Libro, resulta importante el libro El sector editorial en el Perú, elaborado por Consultores en Asuntos Públicos. Sucursal del Perú S. A. (2020).

17Como hemos señalado, el Plan Lector ha dinamizado los mercados literarios regionales. El estudio detallado del impacto de este —el crecimiento de las editoriales locales y sus catálogos, el volumen de ventas, el efecto en los lectores, entre otras consecuencias—, si bien importante, excede los alcances de la presente investigación.

18Zevallos desarrolla estas relaciones centro-periferia sin tocar exactamente, cuando menos no en este trabajo, el tema de las literaturas regionales. Partimos, no obstante, de estas reflexiones por cuanto consideramos resulta un buen mapeo de la situación.

19 Anderson (2006) afirma que la nación es «una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana. Es imaginada porque aun los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión» (p. 23).

20Particular interés tiene, también, la necesidad de organizar a los agentes como reclama Zorrilla, a razón de su estudio sobre el corrector de estilo (2013).

21Repertorio nombra un conjunto de reglas y materiales que regulan la construcción y el manejo de un determinado producto; es decir, su producción y consumo (Even Zohar, 1999). Estos repertorios canonizados no permanecen inalterables; cambian, pues se confrontan con otros no-canonizados (Even Zohar, 2017).

Recibido: 28 de Junio de 2023; Aprobado: 18 de Septiembre de 2023

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