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Apuntes

versión impresa ISSN 0252-1865

Apuntes vol.43 no.78 Lima ene./jun. 2016

http://dx.doi.org/10.21678/0252-1865-00430078_01 

RESEÑA

AGUIRRE, Carlos, 2015, La ciudad y los perros. Biografía de una novela, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. 316 pp.


La historia del libro es «un rico y variado campo de estudio», escribió Robert Darnton en su clásico ensayo titulado «¿Qué es la historia del libro?», aparecido en 1982. Entonces afirmó que la disciplina se parecía menos a un campo y más a un bosque tropical, difícil de atravesar para el investigador porque a cada paso se enreda en una exuberante profusión de artículos de revistas y se desorienta ante el entrecruzamiento de disciplinas: la bibliografía analítica, la sociología del conocimiento, la historia, la nueva historia literaria y la literatura comparativa, entre otras. Para tomar distancia de tanto «desenfreno interdisciplinario y tratar el tema en conjunto», Darnton propuso un modelo general para analizar el nacimiento y la difusión del libro en su contexto social. Los libros impresos, recuerda el mismo historiador, tienen más o menos el mismo ciclo de vida. Este podría describirse como un circuito de comunicaciones que va desde el autor hasta el editor (si el librero no cumple esa función), el impresor, el vendedor, el librero y el lector. Este último completa el circuito porque influye sobre el autor tanto antes como después del acto de composición. El autor al escribir puede, por ejemplo, responder a las críticas de su obra o prever las reacciones que originará su texto. «La historia del libro se ocupa de cada fase de este proceso y del proceso en su conjunto, con todas sus variaciones en el espacio y el tiempo y todas sus relaciones con otros sistemas económicos, sociales, políticos y culturales en el medio circundante», escribió Darnton. Si he citado en extenso la propuesta metodológica de Darnton acerca de lo que debe ser la historia del libro es porque no podía dejar de pensar en ella cuando leía el magnífico libro de Carlos Aguirre.

El objetivo del novedoso estudio de Aguirre es reconstruir la historia de la escritura, producción, circulación y recepción de La ciudad y los perros. Con singular maestría, analiza el proceso de redacción de la novela, los intentos de Vargas Llosa por publicarla en alguna editorial de prestigio, las relaciones del autor con críticos y hombres de letras, que en el corto plazo resultaron esenciales en promover la lectura del libro. De particular interés son las páginas dedicadas a tratar la labor del editor Carlos Barral, el auténtico artífice del lanzamiento de la novela, primero mediante su intervención en el logro del Premio Biblioteca Breve y posteriormente de su publicación en 1963. No menos fascinante es el análisis que hace Aguirre del proceso de negociación llevado a cabo entre Barral y Vargas Llosa, de un lado, y la censura franquista y su máximo representante Carlos Robles Piquer, de otro. Negociación ante la que, como bien muestra el autor, Vargas Llosa cedió a fin de garantizar la aparición de su novela. Esta, una vez publicada, primero en Barcelona y luego en Lima, tuvo una historia, por decir lo menos, azarosa. Dada su temática, la recepción fue diversa. Así como hubo entusiastas lectores, no faltaron quienes cuestionaron severamente su circulación. Uno de los mitos que Aguirre se encarga de desmontar es el de la quema de ejemplares de la novela en el patio del Colegio Militar Leoncio Prado. Hasta aquí el contenido del libro.

A partir de su lectura quiero reflexionar sobre varios aspectos que estimo importantes de destacar, aparte de los ya mencionados anteriormente. Un primer aspecto es el del libro como objeto material. Muchos de nosotros frecuentamos impresos, pero pocos nos detenemos a reflexionar acerca de las circunstancias de su producción. ¿Por qué el objeto que tenemos entre manos tiene tal o cual diseño y formato? ¿Cuál ha sido el criterio para seleccionar las ilustraciones que acompañan el texto? ¿Quién o quiénes escribieron el paratexto? ¿Cuál fue la participación del autor en todo ello? Aguirre muestra de manera documentada cómo, por ejemplo, el prólogo a cargo de José María Valverde de la primera edición de La ciudad y los perros fue impuesto por la censura como parte de las negociaciones para permitir su publicación y cómo la misma censura no autorizó el texto de Julio Cortázar para la contratapa.

La censura franquista tiene un lugar destacado en la biografía de La ciudad y los perros. Como en el Antiguo Régimen monárquico, en la sociedad española de la posguerra aquellos que querían ver sus escritos en letras de molde debían someterse a la censura preventiva. Comprensiblemente, esta creó en el joven Vargas Llosa y su editor, Barral, una enorme y explicable incertidumbre, que en el mediano plano terminó confiriendo a la novela un aura de víctima y, con ello, de prestigio, que contribuirían a su mayor difusión; porque lo prohibido ayer, hoy y siempre ha seducido la imaginación de los lectores.

Aunque la censura hizo su parte en el éxito de la novela, esto no habría sido posible sin la intervención de Barral, en España, y del escritor Manuel Scorza, en Perú. En las últimas décadas, los historiadores del libro han puesto especial atención en el estudio de los libreros y editores cuando se trata de reconstruir las prácticas de la lectura y la difusión y recepción de una obra o de un género literario en particular. Los libreros y editores son elementos esenciales en el circuito de comunicación planteado por Darnton y otros autores. No pocas veces modelan nuestros hábitos de consumo como lectores. Mas no siempre es fácil documentar su accionar debido a la escasez de fuentes: son pocos los archivos editoriales –o los relacionados con tales tareas– que han sobrevivido. Pero Aguirre documenta y revela el fundamental rol que le cupo a Scorza en el lanzamiento masivo de la novela de Vargas Llosa en su serie de Populibros Peruanos. Aunque Scorza no pueda ser calificado como un modelo de ética profesional en cuanto a sus prácticas editoriales, sí fue extremadamente hábil en percibir el potencial comercial de la venta de esta novela.

Un último aspecto por ser destacado son las fuentes empleadas por Aguirre en la composición de su libro: los expedientes de la censura franquista en el Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares y la correspondencia y otros papeles de Vargas Llosa en su archivo personal en Lima y en la Firestone Library en la Universidad de Princeton; así como diversas entrevistas personales y una nutrida bibliografía académica. Como buen historiador que es, Aguirre ha sabido leer críticamente las fuentes, evaluar los testimonios –y confrontarlos cuando era necesario– y contextualizar los textos y los personajes. La ciudad y los perros. Biografía de una novela es un libro de historia, de historia del libro y de la lectura, para ser más preciso; y, en tal sentido, celebro su aparición por la originalidad de su propuesta, la atención puesta en su cuidada escritura y el riguroso tratamiento de los hechos, méritos que le auguran sin duda una buena recepción entre los interesados en la historia de la cultura y la literatura peruanas.

 

Pedro M. Guibovich Pérez

Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima

*Correo electrónico: pguibovich@pucp.edu.pe