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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.40 no.2 Lima jul./dic. 2016

 

RESEÑAS

 

Caravedo, Rocío. Percepción y variación lingüística. Enfoque sociocognitivo. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 2014. 343 pp.

 

Álvaro Cerrón-Palomino

Arizona State University

 


Este trabajo de Rocío Caravedo, en sintonía con el desarrollado por Moreno Fernánez (2012) plantea una propuesta teórica socio-cognitiva, sustentada con evidencia empírica, sobre el papel central que la percepción, mecanismo principal de la cognición, juega en la variación lingüística. A diferencia de modelos como el paradigma variacionista laboviano (Labov 1972), que parten del estudio de la producción del hablante, la teoría presentada por Caravedo asume la perspectiva de los usuarios de una lengua y persigue una aproximación a su conocimiento. En el modelo ofrecido, la variación se entiende como un producto de la percepción, en la misma medida en que la invariación lo es: ambas pertenecen al conocimiento lingüístico de los hablantes.

La obra está estructurada en tres secciones. La primera sitúa la concepción de la variación en los estudios lingüísticos, con una crítica minuciosa del paradigma laboviano. La segunda parte proporciona el marco teórico para explicar la variación y la invariación como partes constitutivas de la cognición lingüística a partir de la percepción. La última sección, por su parte, presenta datos empíricos de estudios sobre el castellano tanto de Caravedo cuanto de otros autores, que muestran la aplicación de la propuesta teórica y su adecuación a los hechos lingüísticos analizados. En las siguientes líneas, me detendré con mayor detalle en los tres capítulos mencionados.

En el primer capítulo, titulado "La percepción en el concepto tradicional de variación: alcances, límites y propuestas", la autora examina diferentes posturas desde las cuales los estudiosos han abordado la variación lingüística. En este contexto, Caravedo critica, en particular, el tratamiento que se le ha dado a la variación en el modelo sociolingüístico de Labov.

Una de las objeciones centrales de nuestra autora contra el modelo variacionista laboviano consiste en la división de los componentes objetivo y subjetivo de una lengua dada. Por una parte, el primero se estudia mediante el análisis probabilístico de unidades presentes en la producción de los hablantes; por otra, el aspecto subjetivo se aborda a través de las actitudes lingüísticas, que suponen técnicas de elicitación diferentes. A decir de Caravedo, en este modelo, la percepción solamente cabría en el enfoque sobre las actitudes, cuando en realidad, tanto el componente probabilístico cuanto el valorativo pertencen al ámbito de la percepción.

Una segunda crítica se concentra en la escisión artificial entre los elementos variables e invariables de una lengua. Como lo mencioné arriba, Caravedo propone incorporar en su paradigma tanto los componentes lingüísticos constantes o invariables cuanto los variables, pues ambas propiedades se atestiguan en cualquier estado de lengua. Para ello, la autora propugna el relajamiento del criterio laboviano de la equivalencia semántica referencial en el análisis de la variación, y plantea distinguir entre variación no funcional (sin cambio de significado) y variación funcional (con cambio de significado). La primera coincide con la estudiada por el paradigma laboviano, mientras la segunda escapa a él. Por un lado, la variación funcional puede ampliar o generar nuevos significados (e.g. la polisemia), mientras que por otro, puede reducir significados originales (e.g. neutralizaciones o indistinciones). En consecuencia, Caravedo formula las siguientes etapas universales en la dinámica lingüística: invariación, variación no funcional, variación funcional y cambio.

En un tercer momento, la autora cuestiona el carácter segmentable atribuido a las variantes de una variable sociolingüística en la teoría laboviana, y propone utilizar, como reflejo más fiel del conocimiento de los hablantes, el concepto de espacio de variabilidad, ya esbozado antes por ella (Caravedo 1990), aunque sin el matiz cognitivo sugerido en la presente obra. Dicha noción, a decir de Caravedo, representa mejor el carácter continuo de las formas alternantes en el conocimiento de los hablantes de una determinada variedad lingüística, y se manifiesta ya como desplazamientos de sonoridad, ya como desplazamientos conceptuales, dada la naturaleza doble del signo lingüístico. Se trata de "continuidades permisibles que el hablante no puede segmentar" (36) y son las transgresiones de las fronteras de esos espacios las que los hablantes perciben de manera prominente.

El segundo capítulo se titula "La percepción en la cognición lingüística" y, en él, Caravedo desarrolla la tesis de la naturaleza cognitiva de la variación y la invariación lingüísticas. Para ello, precisa un conjunto de conceptos imprescindibles para comprender su propuesta, entre los que tenemos las fases de la percepción, sus mecanismos, sus características y los recursos que intervienen en ella.

Así, en primer lugar, nuestra autora distingue tres fases cronológicas en la percepción y las sitúa en las diversas etapas de la adquisición del conocimiento lingüístico. La fase cognitiva primaria abarca el proceso adquisitivo infantil, en el que la variedad vernácula adquirida se constituye en el punto de referencia con que se contrasta cualquier otra variedad. Por otra parte, la etapa secundaria es la que se consuma en el entorno escolar, con una consiguiente reorganización del vernáculo debido al contacto continuo con otras variedades, en particular, diafásicas. Por último, la etapa terciaria ocurre después de la instrucción escolar, y es en ella donde el hablante deja ya de percibir su propia variedad conscientemente, con una consiguiente estabilidad lingüística. Como se puede apreciar en la periodificación mencionada, en el modelo de Caravedo no se separan los hechos lingüísticos de los sociales, sino más bien ambos se presentan en armonía.

Las fases cognitivas mencionadas son posibles en virtud de los tres mecanismos de naturaleza mimética de los que dispone la percepción: la captación, la fijación y la reproducción. El acceso inicial del hablante al conocimiento de su variedad se da mediante la captación, sin duda gracias a la atención que este les confiere a las unidades de dicha variedad. En virtud de la fijación, el hablante almacena en la memoria las unidades seleccionadas con la captación. El último mecanismo involucrado en la cognición lingüística de un hablante es la reproducción, que consiste en replicar la modalidad heredada de sus antecesores, aun cuando esta no sea materialmente idéntica, pues la percepción distorsiona inevitablemente el objeto observado.

Para nuestra autora, la percepción tiene tres características principales: selección, orientación y diversificación. En primer lugar, como no es posible percibir un hecho lingüístico de manera exacta, el hablante construye un percepto o representación de aquel gracias a una selección de rasgos guiada por la atención prestada al objeto, i.e. a través de un proceso de abstracción. Caravedo sostiene, siguiendo a Landi (1995), que los hablantes pasan de los datos sensoriales indiscriminados a la fijación ya filtrada de los datos nemónicos, a partir de los cuales construyen los datos conceptuales. La orientación obedece a fuerzas externas, pues está dirigida por la familia, la escuela y la comunidad; en otras palabras, es de naturaleza social. La percepción es diversa en el sentido de que un mismo fenómeno de la misma lengua puede ser percibido de modo diferente y hasta contradictorio según el tipo de hablante y comunidad, como por ejemplo la percepción negativa de la vibrante múltiple asibilada por un limeño y su percepción positiva por un mexicano.

Tomando en cuenta el objeto al cual se dirija esta, Caravedo distingue tres tipos de percepción: la interna, la externa y la autopercepción. La percepción interna está orientada hacia la variedad local que se adquiere en la primera fase cognitiva. La percepción externa está orientada hacia las variedades ajenas a las que se accede en el proceso de socialización del individuo, característico de la segunda fase cognitiva. Finalmente, la autopercepción consiste en una toma de conciencia y una evaluación de la propia variedad interna. En particular, a esta la última se debe la asignación de una valoración positiva o negativa tanto a la variedad propia cuanto a las ajenas.

En las líneas anteriores nos hemos referido al conocimiento de los hablantes tanto de unidades lingüísticas cuanto de sistemas lingüísticos completos. Esta doble capacidad de discernimiento es posible, según nuestra autora, gracias a dos recursos lógicos primarios: el análisis y la síntesis. El análisis es el que permite al hablante captar rasgos discretos, principalmente sonoros y léxicos, ya sean constantes o variables. La síntesis, por su parte, es el recurso que lo lleva a identificar las variedades lingüísticas ajenas en su dimensión total, a manera de estereotipos.

La percepción análtica y sintética de los hechos lingüísticos, caracterizados por su naturaleza cambiante, se organiza en torno de dos criterios fundamentales, según nuestra autora: la recurrencia y la prominencia. La recurrencia es el criterio selectivo primario, y permite discernir la frecuencia con la que ciertas unidades se utilizan y sus posibilidades de combinación. Por otra parte, la prominencia genera la hiperpercepción de unidades que, sin ser muy frecuentes, tienen características que destacan entre las demás, y que los hablantes suelen asociar con ciertos interlocutores y situaciones discursivas.

En este capítulo se da cuenta también del discurso científico. La autora considera la percepción lingüística que guía el discurso científico como esencialmente la misma de la que hace uso el hablante lego nativo o no nativo. En otras palabras, los lingüistas no analizan realidades objetivas divisibles en bloque (variedades lingüísticas), sino objetos sin existencia autónoma que dependen de quien los observa, i.e. son subjetivos en la misma medida en que lo son los que los hablantes legos disciernen.

La última sección, "Aplicación empírica", es considerablemente más extensa que las anteriores, y aporta una validación empírica a los planteamientos teóricos esbozados en los dos primeros capítulos. De esta manera, la autora ilustra el papel de la percepción en la variación lingüística con ejemplos fonéticos, léxico-sintácticos, y situaciones de contacto lingüístico y dialectal.

Retomando la distinción esbozada en el primer capítulo del libro, Caravedo divide los casos de variación fonético-fonológica según si esta es funcional (con distinción de significado referencial) o no funcional (sin discriminación de significado). Así, como ejemplos de variación funcional, tenemos la alternancia entre /s/ y /q/ en el castellano peninsular norteño y la de /j/ y /ʎ/ también en el norte de España y en algunas variedades americanas como la andina, en contraposición con zonas dialectales en las que tales contrastes no se atestiguan. En consecuencia, la autora reconoce la existencia de dos subsistemas autónomos: el diferenciador y el no diferenciador. Por un lado, los que hacen las distinciones poseen percepciones externas de la indistinción; por otro, los que no las hacen tienen una percepción externa de la distinción. Además, los que no distinguen dichas unidades no perciben una oposición binaria; antes bien, hiperperciben únicamente los sonidos que les son ajenos, i.e. /q/ y /ʎ/.

La variación no funcional fonética se ve representada, entre otros casos, por la covariación de [s], [h], [Ø] en posición implosiva. A la luz del modelo de Caravedo, en las zonas conservadoras de la sibilante, su elisión se percibe prominentemente como externa y por ello es subvaluada y rechazada. En contraste, en las zonas donde se produce mayor elisión, el hablante no percibe sus propias tendencias articulatorias, por lo cual no les asigna una valoració negativa.

En cuanto a los casos de variación sintáctica y léxica, nuestra autora, en general, los explica en términos de espacios de variabilidad conceptuales y zonas borrosas, cuyos límites no son precisos y permiten desplazamientos a lo largo de continuo semántico.

Caravedo ilustra la variación sintáctica con nexos considerados tradicionalmente espaciales como donde y temporales como hasta. En primer lugar, nos detendremos en el caso de donde. Con dicho nexo se observa un desplazamiento conceptual hacia la temporalidad, como en el enunciado esta es una época donde todos estamos un poco ¿no? vendiéndonos (170). Para la autora, este desplazamiento es posible, precisamente, por la amplitud del espacio de variabilidad del término en cuestión, pues no solamente incluye espacios físicos, sino también espacios abstractos; en ese sentido, el tiempo es considerado un espacio no físico. En segundo lugar, está la variación diatópica conceptual de hasta, que supone un contenido amplio para hablantes mexicanos (aunque se ha extendido a Centroamérica, Ecuador y el norte de Perú) y un contenido más restringido en el resto del mundo hispánico. En efecto, para el primer grupo de hablantes, hasta puede tener un valor delimitativo inicial que es inexistente para el segundo grupo, como se muestra en el enunciado ya hasta el final más o menos fue cuando nos empezarona dejar solos (217). Según Caravedo, esta diferenciación regional seexplica en términos de presencia o ausencia de zonas de variabilidad conceptuales. De esta manera, para los hablantes que poseen el contenido más amplio, existe una zona de variabilidad conceptual que abarca tanto el valor delimitativo inicial cuanto el final, aunque se ha demostrado que la probabilidad de usar el valor delimitativo final es mucho mayor que la de su contraparte inicial (Herrera Lima 2002). En contraste, para aquellos que solo tienen el valor delimitativo final, no existe tal espacio de variablidad, y, por ello, perciben el uso de dicho matiz conceptual de manera prominente.

Para mostrar el efecto de la percepción en el léxico, Caravedo condujo un experimento. Les pidió a 6 limeños (divididos equitativamente por sexo), representantes de la norma culta local, que leyeran textos del escritor madrileño Javier Marías y les pidió que subrayaran las palabras que les llamaran la atención. Los resultados de la tarea elicitada pueden agruparse en tres tipos: desconocimiento del significante y significado de una palabra (albornoz en vez de bata), conocimiento del significante con un significado diferente al usado en el texto (apuro por vergüenza), conocimiento pasivo de significante y significado con cambio de valor diafásico (alcoba por dormitorio). Caravedo explica las diferencias halladas en términos de diferentes campos de variabilidad que los hablantes poseen y que están determinados de manera diatópica, diastrática y diafásica. Mirada bajo la lente de la percepción, la falta de coincidencia de estos campos de variabilidad resulta inadvertida para los hablantes de una u otra variedad mientras estas no se confronten en el contacto lingüístico.1 Cuando el contacto se produce, entonces, esta incongruencia adquiere prominencia cognitiva.

Finalmente, la autora ejemplifica claramente la predominancia de la prominencia perceptual sobre la frecuencia de la producción en situaciones de contacto de variedades por migración, en particular, la variedad de castellano andino en Lima. En el plano de la percepción analítica fónica, los limeños hiperperciben las realizaciones que no se ajustan a su espacio de variabilidad. En ese sentido, los limeños hiperpeciben las supuesta alternancia de /i/ y /e/, por un lado, y /o/ y /u/, por otro, en los migrantes bilingües quechua-castellano y aymara-castellano. Las aparentes neutralizaciones mencionadas, que en realidad son realizaciones intermedias (Cerrón-Palomino 2003), reciben un valor negativo por parte de los limeños. Casos similares son el mantenimiento del fonema castellano castizo /ʎ/ y la asibiliación de la vibrante en posición inicial o final de sílaba, ambos asociados con el grupo social menospreciado. La autora considera que la supresión parcial o total de dichos fenómenos por parte de la segunda generación de inmigrantes confirma la percepción negativa de la que dichos fenómenos sufren en la capital.

De modo semejante, en el plano morfosintáctico, los hablantes limeños hiperperciben las faltas de cordancia de género como marcadores del castellano andino, pese a que el estudio de Klee y Caravedo (2006) no encontró discordancias de género estadísticamente significativas en la producción de bilingües de castellano + lengua andina. No obstante, los limeños asocian esta construcción sintáctica inequívocamente con las variedades habladas en los Andes, con una consiguiente valoración negativa.

En líneas generales, este libro de Caravedo es un aporte valioso que da cuenta satisfactoriamente de la variación sociolingüística desde la perspectiva del hablante. En este sentido, el lego, el prescriptivita y el investigador no se diferencian mucho en su conocimiento de las variedades lingüísticas, puesto que todos han accedido a él a través de la percepción, cuya naturaleza es subjetiva antes que objetiva. Efectivamente, según este enfoque, la percepción se encuentra en el centro del conocimiento lingüístico, tanto en su componente invariante cuanto en el variante, y no está relegada a los juicios o valores de los hablantes. La amplia colección de ejemplos que ilustran los postulados de esta obra apoya de manera convincente la capacidad explicativa del modelo.

Por último, es importante señalar que este estudio, si bien hace patentes algunas limitaciones del análisis variacionista cuantitativo, no lo descalifica ni pretende reemplazarlo, sino más bien lo complementa: mientras el modelo laboviano se enfoca en la variación intraindividual, la propuesta de Caravedo incluye también la variación extraindividual. En efecto, la sociolingüística laboviana establece las probabilidades de ocurrencia de las variantes de una variable y qué factores lingüísticos y/o sociales las condicionan a partir de la producción de los hablantes de una variedad; en cambio, la propuesta de Caravedo abarca además la existencia de formas pertenecientes a variedades ajenas a las de los hablantes, que ellos no necesariamente producen pero pueden conocer de manera pasiva, pues pertenecen a la misma lengua histórica.2 Como es evidente, con este aporte de nuestra autora, los estudios de la variación se ven enriquecidos y renovados, encauzados hacia una nueva ruta de investigación más integral.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Caravedo, Rocío. 1990. Sociolingüística del español de Lima. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú         [ Links ].

Cerrón-Palomino, Rodolfo. 2003. Castellano andino. Aspectos sociolingüísticos, pedagógicos y gramaticales. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Cooperación Técnica Alemana GTZ.         [ Links ]

Herrera Lima, María Eugenia. 2002. Nexos adverbiales en el habla culta y popular de la ciudad de México. México: Universidad Nacional Autónoma de México.         [ Links ]

Klee, Carol y Rocío Caravedo. 2006. "Andean Spanish and the Spanish of Lima: Linguistic Variation and Change in a Contact Situation". En: C. Mar-Molinero y M. Stewart. Eds., Globalization and the Spanish-Speaking World. New York: Palgrave MacMillan, 94-113.         [ Links ]

Labov, William. 1972. Sociolinguistic Patterns. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.         [ Links ]

Landi, Paolo. 1995. Percezione e inferenza. Milano: Jopollo Editore.         [ Links ]

Moreno Fernández, Francisco. 2012. Sociolingüística cognitiva. Proposiciones, escolios y debates. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert.         [ Links ]

 


1 Caravedo considera la lectura de un texto correspondiente a una variedad ajena como una forma de contacto.

2 Tal es el caso de vosotros para los hablantes hispanoamericanos y andaluces.