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Lexis

versión impresa ISSN 0254-9239

Lexis vol.40 no.2 Lima jul./dic. 2016

 

RESEÑAS

 

Fritz, Samuel (?). El vocabulario de la lengua xebera, una doctrina cristiana en xebero y quechua, y la gramática de la lengua xebera (siglo XVIII). Alexander-Bakkerus, Astrid (edición y estudio). Madrid/ Frankfurt am Main: Iberoamericana Vervuert, 2016. 152 pp.

 

Luis Miguel Rojas-Berscia

Radboud Universiteit Nijmegen. Max Planck Institute for Psycholinguistics
Pontificia Universidad Católica del Perú

 


Las últimas tres décadas han sido testigo de importantes avances en la lingüística del noroeste amazónico. El análisis gramatical y comparativo de familias lingüísticas hasta la fecha poco estudiadas como chicham ora jíbaro (Saad 2014; Overall 2017, etc.), cahuapana (Hart 1988; Barraza de García 2005; Valenzuela 2010, 2011b; Valenzuela y Gussenhoven 2013; Rojas-Berscia 2013, 2015; Rojas-Berscia y Ghavami Dicker 2015), híbito-cholón (Alexander-Bakkerus 2005), y entidades aisladas como el muniche (Gibson 1996) ha abierto un gran campo de preguntas aún no resueltas sobre esta área de transición, en donde rasgos tanto prototípicamente amazónicos como andinos se congregan (cf. Adelaar y Muysken 2004). Este crisol de rasgos lingüísticos, sin embargo, a veces no pasa de ser estudiado con mero acierto observacional. A diferencia de las familias lingüísticas andinas como la quechua y la aimara para las que se cuenta con un gran acervo documental heredado de la colonia, de las lenguas del noroeste amazónico solo poseemos menciones esporádicas, algunas plegarias recogidas por jesuitas y escuetos vocabularios (cf. Figueroa y Acuña 1986).

La familia lingüística cahuapana, sin embargo, corrió con mejor suerte, pues un vocabulario en jebero,1 una doctrina cristiana y una sucinta gramática de la misma lengua fueron elaborados en el siglo XVIII, bajo responsabilidad aparente del jesuita Samuel Fritz. Son estos documentos los que Alexander-Bakkerus pone a disposición de la cahuapanística y la lingüística amazónica en general, gracias a un cuidadoso escrutinio del material gramatical, léxico y textual que nos son ahora accesibles mediante esta edición.

El presente libro cuenta con una nota preliminar, donde se discute la historia de los manuscritos Ms. Add. 25, 323, Vocabulario en la lengua Castellano, la del Ynga y la Xebera y Ms. Add. 25, 324, Gramatica del Lengua Xebera junto con una doctrina cristiana. La editora continúa con una breve mención del metalenguaje empleado por el autor de los manuscritos, así como con un sucinto ensayo sobre la lengua jebero y algunas de sus peculiaridades gramaticales. Luego de esta introducción, se presentan las transcripciones diplomáticas de ambos manuscritos en el siguiente orden: Vocabulario, Gramática, Doctrina, y se finaliza con un índice onomástico útil a la hora de consultar fenómenos específicos en el documento.

Debemos empezar señalando que los datos ofrecidos por el texto editado son de suma utilidad para la futura comparación de las lenguas cahuapana, tanto interna como externamente. Lo señalado se hace evidente cuando, gracias al material compilado, podemos empezar a revisar algunas de las propuestas de reconstrucción para el protocahuapana. Valenzuela (2011a: 286), por ejemplo, mencionaba haber "propuesto la secuencia inicial *ti en 21 *timin ‘piojo’ y 62 *timin ‘morir’. La consonante /t͡ʃ/ en estos casos resultaría de la palatalización de /t/ ante /i/. Además, el verbo ‘morir’ es consignado como timin- en la Grammatica anonima colonial mencionada en 1.1, y los préstamos ‘tienda’ y ‘martes’ han entrado al jebero como [t͡ʃindaʔ] y [mart͡ʃis], respectivamente". Esta reconstrucción sustentaría su propuesta de */t͡ʃ/ como fonema del protocahuapana y abriría la posibilidad de explicar la existencia de algunas africadas palatales no reconstruibles en la proto-lengua; sin embargo, gracias a la edición del manuscrito, es posible ahora ver aún ahora más lexemas que se han palatalizado. Aquí muestro algunos de ellos:

 

 

Es muy probable que la mayoría de casos en los que aparece <chi-> en jebero moderno sea producto de una palatalización. Si se revisa tanto el diccionario de jebero moderno (Valenzuela et al. 2013) como el de chayahuita (Hart 1988) se verá que en el primero hay solamente tres casos de /t͡ʃ/ ante /a/ y nueve ante /u/, mientras que para /i/ hay decenas. Lo mismo sucede en chayahuita, en donde se encuentran 22 delante de /a/ y 13 delante de /u/3 (Hart 1988). Asimismo, muchas de las palabras delante de /a/ o /u/ parecen haberse palatalizado también, e.g en chayahuita ka’chun>cha’chun ‘oruga’, tuwi’kuru> chuwi’kuru’ ‘tipo de ave’, o en jebero -chu (marca de futuro), equivalente al chayahuita -pu. De este modo, gracias al manuscrito editado, contamos con más evidencias para descartar la posibilidad de una consonante africada palatal */t͡ʃ/, hecho que se consolida al ver la evidencia de palatalización extendida en las lenguas cahuapana modernas (cf. Rojas-Berscia y Nikulin 2016).

Por otro lado, la edición también muestra algunos lexemas hoy formalmente distintos en el jebero moderno. Veamos algunos ejemplos:

 

 

Antes se asumía que, "ante consonantes, particularmente /ʎ/, / ʔr/ puede ser realizado como /d/ o /t/, como en [nu’kɘdʎi] /nu.’kɘʔr. ʎi/ ‘tengo frío’" (Valenzuela y Gussenhoven 2013: 100).4 No obstante, si examinamos los ejemplos arriba expuestos, veremos que existen casos en los que /ʔr/ o /r/ equivalen a <c> o <g>, i.e. [k] o [g]. El texto del siglo XVIII nos es muy útil en este caso para darnos cuenta de que estamos quizás ante codas consonánticas. Un posible reflejo de ello en chayahuita es la aspirada en coda como en keh-ken ‘pesado’ y keh-ke5 ‘trae’, o bien la velar oclusiva en pak-akasu ‘para ir’, o la bilabial oclusiva en kap-akasu ‘para comer’. De ser así, la aparición sistemática de /d/ o /t/ en lugar de las róticas podría deberse a un rezago de las antiguas codas oclusivas del proto-cahuapana, pace (ibid.: 100), hecho que se evidencia con claridad en el corpus del xebero colonial y con los casos del chayahuita moderno.

Otro caso peculiar es el del interrogativo nupata ‘dónde’ en el xebero colonial. Dicho interrogativo tal es inexistente hoy por hoy, tanto en jebero como en chayahuita. Se trata, sin duda, de una versión gramaticalizada del lexema PK *rupa ‘tierra’, hoy nu’pa y lupa’ en chayahuita y jebero respectivamente. Según las reglas de cambio fonológico del proto-cahuapana a las lenguas cahuapana modernas identificadas en Valenzuela (2011a), existiría una *r que devendría en /l/ en jebero y se mantendría como [r] en chayahuita, para solamente cambiar a [n] en posición inicial. Esta regla encontraría una excepción en este lexema, el cual posee una nasal en posición inicial, en donde se esperaría una lateral /l/. El mismo lexema aparece también en el manuscrito con su forma esperada, [lupa], en nana-lopa ‘por allá’, en donde funciona como un marcador de caso perlativo. Como tal, también se puede encontrar en jebero moderno en el interrogativo enñupa ‘¿hacia dónde?’ y en los lexemas winenñupa ‘río arriba’ y chilenñupa ‘hacia abajo’, en donde, al parecer, la coalescencia de dos nasales palataliza la segunda nasal, así como en el chayahuita in-tupa ‘¿hacia dónde?’, en el que la coalescencia de dos nasales parece haber ocasionado la cerrazón total de la nasal en una oclusiva [t], o también en ninanu-pa ‘hacia el pueblo’. El lexema solo como en nupa-ta tierra-int parece remontarse ya al proto-cahuapana, por lo que tendríamos que explicar su existencia en jebero moderno como una posible nasalización frustrada. Este sería un fósil en jebero de algo que sí llegó a tener difusión en chayahuita. Otra posibilidad es que tengamos que repensar nuestras reconstrucciones para el proto-cahuapana manteniendo *nupa como proto-forma, hecho que no deja de ser difícil al ser una familia con solo dos lenguas registradas.

Por otro lado, desde el punto de vista del contacto lingüístico, existe una partícula que llama mucho la atención en el manuscrito, antati/’ntati ‘sí’. Esta partícula existe aún en las distintas variedades de chayahuita, como en intá ‘sí’. Lo raro de la partícula en el chayahuita moderno es el énfasis en la última sílaba. Gracias al manuscrito del jebero colonial, podemos ahora pensar que esta acentuación final se debe a la pérdida de -ti. Esta partícula, por otro lado, es también utilizada en las variedades quechua ecuatorianas amazónicas, con la forma ndá. Simeon Floyd (p.c.) informa que las variedades de quechua ecuatoriano amazónico más norteñas prefieren arí, mientras que las del sur, como la del Pastaza, prefieren ndá. Este fenómeno podría explicarse mediante dos escenarios: a) *Vnta- es un lexema del quichua que luego se prestaría en cahuapana­ tempranamente, b) se trataría de un lexema cahuapana que se prestó en contacto con los dialectos quechua ecuatorianos.

El manuscrito del siglo XVIII nos ayuda a orientarnos más hacia la segunda posibilidad, al conllevar aún el lexema cahuapana el sufijo -ti, que es probablemente el validador equivalente al -mi del quechua descrito en (109), y que, al desaparecer, atraería el acento hacia la última sílaba. De ahí que hoy contemos con intá en chayahuita y ndá en quechua ecuatoriano amazónico.

La edición, por otro lado, no contiene mucho en términos de análisis. Esto, sin embargo, se compensa con análisis complementarios de la propia editora en otro artículo (Alexander-Bakkerus 2013) y en un libro (Alexander-Bakkerus 2016). En cuanto al análisis fonológico de las vocales, llama mucho la atención el sistema vocálico del xebero del siglo XVIII, que habría sido el siguiente:

 

 

Los símbolos entre paréntesis son alófonos de los fonemas [i] y [u] del xebero, hecho que se condice con las observaciones de Fritz al mencionar que "los Xeberos, por la mala pronunciacion y falta de ortographia, muchas letras confunden, [...] muchas vezes la o confunden con la u, y la e con la i" (2016 [?]: 25), así como con análisis modernos (Valenzuela y Gussenhoven 2013; Madalengoitia Barúa 2013); sin embargo, la inclusión de un fonema como [œ] no se justifica. La editora en (Alexander-Bakkerus 2013: 233) menciona lo siguiente:

El transcriptor también distingue lo que considera sonidos diptongales: "muchas vezes pronuncian las vocales como diftongos: la e como la oe, eso es, como media o y media e [...]. En otras palabras usan el diftongo ôu, por ejemplo, pôung ‘fuego’, en cuya pronunciacion ay mucha dificultad" [fol. 1r]. En relación con el anterior ‘diptongo’, él especifica: "asi mesmo como en la lengua alemana la oe, e.g. mörsl ‘mortero’, Öl ‘aceite’ [fol1. 1r]". El autor transcribe este sonido diptongal por medio del dígrafo <oe/oe>, y mediante el símbolo <ö>. Los gráficos <oe>, <oe> y <ö> se refieren probablemente a una vocal anterior central [œ].6

Este sistema vocálico asimétrico, de por sí ya raro en las lenguas del mundo, contradice las observaciones en jebero moderno, para el cual solo se consignan cuatro vocales (cf. (Valenzuela y Gussenhoven 2013; Madalengoitia Barúa 2013). Esto podría deberse a un estadio anterior de la lengua en donde sí existía tal fonema. Sin embargo, la falta de análisis y la simple apuesta por un fonema sobre la base de una decisión ortográfica del autor no parecen convincentes. Esto va de la mano con que una palabra como zimöng-li ‘ser delgado’, comparta la misma raíz con el jebero moderno simensha ‘delgado’. En ambas palabras la raíz es [si.mɘŋ], en donde se encuentra la vocal central propuesta por Valenzuela y Gussenhoven (2013), por lo que tanto [œ] como [ə] serían alófonos, sino el mismo fonema. Es más que probable que al autor esta vocal le pareciera similar a los fonemas [œ] u [øː] de su lengua materna, hecho que debió ciertamente tomarse en cuenta.

Una vez expuestas las razones que hacen meritoria la edición del texto comentado, no es menos importante mencionar que también registra ciertos desaciertos que esperamos sean resueltos en futuras ediciones. Uno de los traspiés más resaltantes es mencionar que "Valenzuela (2010: 117) menciona que la población cahuapana hoy en día cuenta con 126 jeberos y 226 jebero chayahuitos" (17). De hecho, Valenzuela (2010: 117) menciona que la población de los jebero alcanza los 2000 individuos, aunque la transmisión de la lengua haya cesado hace décadas. Por otro lado, vale la pena aclarar que no existe algo así como "jebero chayahuitos". Existen sí shawis que viven en Jeberos. El término genérico chayahuita se suele utilizar para llamar a la lengua, así como también los términos quechua o aimara se emplean para las dos lenguas indígenas más habladas del Perú. Lo mismo sucede con "chayahuita". Asimismo, afirmar que la población cahuapana asciende a solo 226 "jebero chayahuitos" no es adecuado. En la actualidad, existen aproximadamente 21 650 personas que se autodenominan shawi y, de estas, una gran porción es hablante de la lengua chayahuita. De ahí que se mencione que esta última es una lengua muy vital.

De otro lado, la editora menciona que "según Brinton, el cahuapano y el chayahuita son miembros del linaje lingüístico mayna" (Brinton 1891: 285). Una vez más, el término cahuapano resulta extraño, al ser cahuapana el nombre de la familia y el de los pueblos de los márgenes del río Cahuapanas. La confusión se da al separar ambas entidades como si se tratase de lenguas diferentes. En la actualidad, sabemos que tanto cahuapanas como chayahuita (sillay o balsaportino) son variedades bastante parecidas a nivel morfosintáctico con ciertas divergencias a nivel fonológico (Barraza de García 2005); sin embargo, gracias a las plegarias recogidas por Hervás (1787) y Teza (1868) podemos afirmar que existió una variedad antecesora de las mismas que podemos llamar maina o mainashawi (Rojas-Berscia 2015). Por otro lado, se debe recalcar que desde 2011 contamos con estudios pormenorizados sobre la historia de las lenguas cahuapana (cf. Valenzuela 2011a), por lo que recurrir a una clasificación de hace más de un siglo y sin un análisis sistemático del léxico no es muy conveniente.

Aparte de las observaciones formuladas, sobra señalar el gran acierto que significó poner en nuestras manos el valioso trabajo que reseñamos, y que esperamos abra más debates en nuestro campo.

Los fenómenos presentados son, por supuesto, solo algunos de los varios que, gracias a la edición de Alexander-Bakkerus, podrán ser finalmente analizados y comprometidos tanto en los estudios de lingüística sincrónica y diacrónica cahuapana, como en los de contacto en el noroeste amazónico. Vale la pena mencionar que esta edición no es solamente un documento más que se pone al alcance de la comunidad científica, sino que, de una manera u otra, muestra un estadio de la historia del pueblo jeberino que hoy puede serle devuelto también.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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1 Vale la pena mencionar que los únicos miembros restantes de esta familia en la modernidad son el chayahuita y el jebero. El primero es hablado en las provincias de Alto Amazonas y Datem del Marañón, Loreto, así como en Papaplaya, San Martín. En cuanto al jebero, este es hablado solamente en los pueblos de Jeberos y Varadero, Alto Amazonas, región Loreto.

2 En este caso se usó, para citar la forma, la primera persona singular, tal y como lo consignó el autor, mientras que Valenzuela et al. (2013) consigna la tercera persona.

3 Vale la pena recalcar que el chayahuita es una lengua mucho más vital. Esto favorece la entrada de léxico vía préstamo o innovación. La mayoría de palabras con [cha] o [chu] son préstamos: chapi ‘llave’, chancaca ‘chancaca’, chapita ‘bragueta’,charora ‘charol’, chonpa ‘chompa’, choro ‘chorro’ y chopiti ‘chupete’.

4 La traducción del inglés es mía.

5 Esto también podría haberse generalizado en un proceso suprasegmental, como descrito en Rojas-Berscia y Napurí (pres.)

6 La traducción del inglés es mía.