1. Introducción
En este texto, se propone un análisis dialectológico de la novela Paiche, del escritor y pintor César Calvo de Araújo. En particular, se abordarán las dimensiones fonética, morfológica y sintáctica. El trabajo llevado a cabo ha permitido identificar la manera en la que el autor sincretiza y condensa algunos de los rasgos más característicos de las diversas variantes del castellano hablado en la Amazonía peruana.
En efecto, la lengua importada de Europa ha tenido, en la región oriental peruana, una evolución peculiar debido a múltiples factores (Escobar 1978: 75), entre los cuales destacan el aislamiento del resto del país, su condición periférica con respecto a los centros políticos y administrativos, los lazos con las regiones colindantes occidentales (los contactos con los lusohablantes de Brasil) y, sobre todo, el influjo a nivel de sustrato de las numerosas lenguas originarias (Solís 2009: 317; Napurí 2018: 192; Emlen 2016; Mayer y Sánchez 2016; Sánchez y Mayer 2018), en particular del quechua, usado en la época de las misiones como lengua franca (García [1987] 2015: 5; Marticorena 2010)1, sobre todo en la actual región Loreto.
En años recientes, han aparecido diversos trabajos relacionados con el denominado castellano amazónico, español peruano amazónico o PAS, acrónimo del inglés Peruvian Amazonian Spanish, según sea el caso (Jara Yupanqui 2012; Jara y Valenzuela 2013; Vallejos 2014; García 2016)2.
Pese a ello, no está demás señalar que, debido a la inmensidad de la región amazónica, algunas de las principales investigaciones sobre el tema prefieren restringir el objeto de estudio a las mayores áreas urbanas de la región, en particular, a la ciudad de Iquitos (Barraza 1998; Pérez Falcón 2015); a situaciones peculiares, como los casos de migración de habitantes indígenas amazónicos en contextos ciudadanos (Falcón 2012; Falcón, Chumbile, Canturín 2012)3; o a uno solo de los departamentos del área amazónica, como el caso del español loretano (Loretan Spanish, LS) (Jara Yupanqui 2012). En contraste, también existen trabajos que intentan ensanchar la mirada hacia un panorama unificador, centrándose en el aspecto léxico (Chirif 2016; Castonguay [1987] 2015) o abordando la cuestión desde un punto de vista diacrónico (Ramírez 2003; Arroyo 1977; Marticorena 2010).
En efecto, durante los primeros siglos de presencia española en el Perú, la ocupación territorial de la región amazónica y la difusión del castellano resultaron de mucha dificultad, hasta por lo menos la segunda mitad del siglo XIX, y los gobiernos de Ramón Castilla y Rufino Echenique, que emprendieron políticas de colonización en la selva (Varese 1973: 228; Santos-Granero y Barclay 2002: 30; Escobar 1978: 73); y, sobre todo, hasta la explosión del boom del caucho, momento en el que “el castellano aparece en la selva como una explosión, bruscamente, sin prehistoria. […] inútil buscar la sucesión gradual. No la hay. […] El fenómeno del castellano es una «epifanía» sin «navidad». Es una erupción súbita de un volcán lingüístico que entra en actividad” (Arroyo 1977). A partir de esa expansión, el castellano se difundió rápidamente, sobre todo en el contexto urbano y en las comunidades ribereñas. Esto le permitió extenderse a lo largo del siglo XX, gracias, también, a una mayor facilidad en las conexiones espaciales y a la difusión de los medios de comunicación masiva. Incluso, ingresó a los rincones más alejados del interior de la selva.
2. Paiche
Paiche es una novela realista ambientada en la Amazonía peruana que describe la cotidiana lucha por la supervivencia de un grupo de hombres que intenta escaparse de la llegada del capitalismo a la selva (Pau 2017; 2019). Dentro de ese contexto, surge una comunidad socialista que llamarán, justamente, Paiche4.
A partir de la introducción al lector, Calvo de Araújo aborda la temática lingüística con estas palabras:
En “Paiche”, Novela Amazónica, se emplea un lenguaje esencialmente onomatopéyico, en el cual la gramática íntegra parece haber entrado en conflicto con el modo de expresarse del hablante de nuestro Oriente Verde, un lenguaje en el que aparecen palabras quechuas o similares, así como dialectos de la región y otras jergas propias del habla selvática; por ello se encontrará, en los diálogos, el modo exacto en que el selvícola se expresa, excepto cuando lo hace el protagonista que actúa en primera persona.
Por último, en lo referente a la flora, fauna, tanto terrestre como acuática, así como a los objetos propios de dicha parte de nuestro Perú, se ha empleado sus nombres peculiares, que muchas veces no tienen equivalente en nuestro idioma. Por ello, se habrá de recurrir con frecuencia al vocabulario que aparece en la última parte de este libro (Calvo 2012: 4)5.
Hay que resaltar, al interno de estas pocas líneas, varios elementos: en primer lugar, la referencia a las onomatopeyas, muy frecuentes al interior del texto; en segundo lugar, la alusión a la que el autor llama “gramática íntegra”, con la que parece indicar no solo la gramática normativa del castellano estándar, sino también su sistema fonológico. Cabe subrayar, en tercer lugar, la mención al quechua y a los demás “dialectos” de la región: con ese vocablo, el autor se refiere, presumiblemente, a las otras lenguas indígenas presentes en la selva, empleando un término sociolingüísticamente no adecuado o, tal vez, el autor demuestra a nivel inconsciente la falta de diferencia entre dialectos y lenguas. Empero, es posible también que, de esta forma, Calvo sugiera una jerarquía lingüística en el espacio amazónico, en la que el castellano se vuelve la principal y más importante forma de comunicación, en tanto que se relegan a un segundo plano las lenguas autóctonas. Esto se podría ver reflejado, también, a nivel léxico, debido a que aparecen términos que pueden resultar ininteligibles para los lectores hispanohablantes no amazónicos, quienes tendrán que acudir al vocabulario situado al final de la obra, donde se explican poco menos de seiscientas entradas.6 Estas palabras, en la mayoría de los casos, proceden justamente de lenguas indígenas. Calvo, al afirmar que no tienen equivalente en “nuestro idioma”, parece excluirlas de lo que considera el vocabulario del castellano amazónico.
Finalmente, Calvo de Araújo expresa su propósito mimético: sus personajes hablan del “modo exacto en que el selvícola se expresa”, pero, a la vez, aclara desde el principio que su protagonista, Sojo Arimuya, que tiene también la función de narrador intradiegético, habla de una forma distinta a los demás, lo que permite la presencia de varios idiolectos al interior de la obra.
3. Aspectos fonéticos
Emprender un análisis fonético de un texto escrito podría parecer contradictorio y fuera de contexto. Sin embargo, la escritura de Calvo de Araújo proporciona claros ejemplos de la forma de hablar de los y las habitantes de la selva amazónica peruana, tanto a nivel fonológico como de las principales características entonacionales.
La ortografía de los discursos directos de la mayoría de los personajes resulta ser, en efecto, casi fonémica, lo que ocasiona, en algunos casos, una difícil comprensión de los enunciados. Valga como ejemplo una frase pronunciada por Doña Antu, una anciana mujer cuya habla destaca como una de las más peculiares de todo el universo de personajes de la novela:
-¡Ay! Mey estado olbidando de contarles una cosa -agregó- Poes en el montes están cofiendo aguaje y hungurahui hartos hombres y aura sián ido con ellos nueve muferes, dizqué a traer callamba. Poes ahí sia ido la buchizapa, la Cipriana, sus querida poes del Fan y del Shupingahua; sia ido la Fulia y la Isidora (Calvo 2012: 175) [la cursiva es nuestra].
A nivel vocálico, una de las características más frecuentes es la alternancia de los fonemas posteriores medio /o/ y alto /u/, tanto al interior como a final de palabra, posiblemente por influjo del sistema vocálico quechua (Marticorena 2010: 53; Escobar 1978: 33) o de otras lenguas indígenas amazónicas. Véanse, por ejemplo, los numerosos casos de poes o de su variante poés en lugar de ‘pues’7; incluso, el ejemplo de coalquer, coalquera o coalesquera, en sustitución de los indefinidos ‘cualquier/a’ y de sus relativos plurales (Calvo 2012: 89, 139, 175, 222, etc.). En este último ejemplo, resalta, además, la presencia de otro elemento muy frecuente en el texto: la monoptongación del diptongo creciente -ie-, (en particular después del sonido oclusivo velar sordo [k]), con la supresión del elemento semivocálico (Marticorena 2010: 52-53). La mayoría de las ocurrencias de este fenómeno aparecen en lugar de las formas irregulares del verbo ‘querer’ y del interrogativo ‘quién’. Un fenómeno muy parecido es la monoptongación de /ue/, que acontece, principalmente, después del sonido labiodental [f] (Marticorena 2010: 52).
El caso contrario es la creación de diptongos crecientes a partir de vocales simples (Marticorena 2010: 51-52), fenómeno que ocurre regularmente antecedido por sonidos consonánticos: la asimilación y el intercambio de la fricativa velar /x/ con la fricativa labiodental /f/ y viceversa, que en la forma oral se neutralizan en una fricativa bilabial sorda /ɸ/.
Efectivamente, la presencia de /ɸ/, que asemeja casi a un soplo en la elocución, es uno de los fenómenos sobre el que la gran mayoría de los estudiosos concuerda (Escobar 1978: 45; Ramírez 2003; Marticorena 2010: 59-60).
En la novela, aparecen innumerables ejemplos, tanto de asimilación de /f/ en /x/, muchas veces con diptongación de la vocal siguiente, como, aún más numerosos, los casos opuestos, en los que la labiodental sustituye a la velar. Hace falta mencionar también el caso en el que la asimilación de la velar en labiodental se junta, además, con la monoptongación del diptongo siguiente: el ejemplo más recurrente es el del nombre propio ‘Juan’ que, en las palabras de los personajes de la novela, aparece como Fan (Calvo 2012: 77, 92, 134, 175, etc.).
Entre las otras características fonéticas, cabe citar por lo menos la frecuente inserción del fonema aproximante palatal sonoro /j/ al interior (epéntesis) y a final de palabra (epítesis) (Marticorena 2010: 62). La inserción epentética acontece, principalmente, en medio de hiatos formados por dos vocales abiertas. La epítesis, por su parte, se encuentra con frecuencia a final de la primera persona del verbo ‘saber’ y del auxiliar ‘haber’ en el pretérito perfecto. Para recrear la hipoarticulación prosódica de los personajes, Calvo suele fundir estos verbos con los pronombres y otros elementos; en efecto, crea nuevas palabras como mey, tey, ley, lesey, leide8 (Calvo 2012: 121, 164, 189, 212, 27, etc.).
La unión de palabras simples con la asimilación de algún fonema de la primera palabra es otra de las características del habla de los personajes en Paiche (Marticorena 2010: 71). En la novela, hay diversos ejemplos de palabras resultantes de la fusión de un elemento pronominal y un verbo, con la reducción silábica procedente de la eliminación del hiato que se crearía entre la última letra de la primera palabra y la primera de la segunda9.
Un caso similar ocurre con la formación de palabras resultantes de la unión de dos palabras con la eliminación de algún fonema, normalmente de la primera (Marticorena 2010: 71). En la novela, esto pasa, principalmente, con la forma ‘dice que’, con apócope de la -e- final del verbo, como en los casos dizque, disqué o dizqué (Calvo 2012: 35, 57, 93, etc.) 10.
La pérdida de vocales átonas en contexto intervocálico ocurre, también, al interior de palabras. El ejemplo más llamativo propuesto por Paiche es el nombre de la capital de la región Loreto, Iquitos, que se vuelve Iquitss (Calvo 2012: 38, 116, 222, etc.) en la forma de hablar de los personajes. Sin embargo, las vocales no son los únicos sonidos que suelen desaparecer en las palabras de los hablantes (Marticorena 2010: 65). De manera puntual, el adverbio ‘también’ es pronunciado (y trascrito) como tamién y, sobre todo, a ser suprimida es la -d- final en palabras agudas: mitá, usté, berdá o barbaridá (Calvo 2012: 128, 139, 189, etc.) son algunos ejemplos que lo atestiguan.
Cabe resaltar, finalmente, que en la novela se observa una frecuente alternancia ortográfica entre -b- y -v-, con la neta preponderancia de palabras que por etimología tendrían una -v-, escritas en cambio con -b-. Esta elección del autor delata otra de las características de la fonética del castellano amazónico: el mantenimiento del sonido oclusivo, incluso en los contextos de posible aparición de un alófono aproximante /β/ (Hualde et al. 2010: 69; Lipski 2011: 344). En efecto, aparecen ejemplos de ocurrencia en contextos intervocálicos: una bez o bibir (2012: 189) e, incluso, después de consonante: por bibir (2012: 189). Sin embargo, este cambio aparece frecuentemente incluso en posiciones en las que normalmente tendríamos sonido oclusivo y -v- ortográfica; por ejemplo, después de una nasal, como en simbergüenzas (2012: 175), o después de una pausa, como en la primera palabra de la intervención del personaje de doña Flor en una discusión: - Boyá (2012: 175).
Para terminar la panorámica de corte fonológico, es necesario mencionar la estrategia experimentada por el autor para transferir en la página escrita la musicalidad típica de la entonación amazónica. Se trata, principalmente, de la geminación de las vocales en posición intermedia o final de palabra. Este simple recurso es utilizado en palabras de cualquier clase gramatical y permite una lectura con subidas y bajadas de tono, desplazamientos acentuales que recrean en la mente del lector la peculiar prosodia de las y los hablantes de la selva11.
4. Aspectos morfosintácticos
Una de las características morfológicas más llamativa del castellano del Perú es el empleo difundido de los diminutivos12, no solo para nombres y adjetivos, sino también para elementos pertenecientes a clases gramaticales supuestamente invariables (Ramírez Luengo 2016: 112). El castellano hablado en la selva amazónica peruana no se escapa de esta tendencia y la novela de Calvo de Araújo nos proporciona un largo listado de diminutivos que van desde los canónicos sustantivos, pasando por los adjetivos calificativos y llegando a verbos en gerundio, adverbios y numerales13. El origen de este uso tan difundido podría deberse al contacto con el quechua (Godenzzi 1996; Escobar 2000) y al frecuente empleo que en esta lengua se hace del sufijo -cha, utilizado tanto para indicar tamaño reducido como para expresar significado de afecto y modestia (Escobar 2000). A pesar de que la marca más productiva para la formación de diminutivos es -ito/a, cabe subrayar las numerosas ocurrencias del morfema -illo/a (Marticorena 2010: 73), muchas veces con la transformación de la vocal final del masculino en -u, en particular con sustantivos de origen quechua como huambrillu, ‘niño’ (Calvo 2012: 90, 212, etc.).
Las uniones de morfemas léxicos quechua14 con otros gramaticales castellanos (y viceversa) representan, posiblemente, el fenómeno morfológico más interesante del castellano amazónico. En este caso, Paiche recoge y presenta varios ejemplos. A pesar de que los verbos son la clase más productiva en este sentido, se tiene, también, varios ejemplos de sustantivos y adjetivos.
Los casos contrarios en los que un lexema castellano se une a un morfema quechua son muchos menos y resaltan los que presentan el sufijo aumentativo, con un matiz burlesco, sapa o zapa. Un significado parecido al de sapa es el del sufijo aumentativo castellano -azo/a15, que es muy recurrente tanto con adjetivos, grandazo o buenazo, como con sustantivos, otorongazo o solazo, e incluso con algún adverbio, como lejazos (Calvo 2012: 64, 65, 79, 180, 121).
Otra de las características indicadas por Marticorena propias del castellano amazónico, que es recurrente en la novela, es la creación de verbos denominales, principalmente a través del sufijo -ear y de sus relativas formas conjugadas.
4.1. Posesivos y “discordancia” nominal
Como señala Vallejos (en evaluación), uno de los rasgos más característicos del español amazónico es la posible discordancia de número en las frases nominales. En el castellano estándar, en efecto, el adjetivo posesivo concuerda con lo poseído, sin importar que el poseedor sea único, múltiple, humano, animado, no-animado o abstracto. En el castellano amazónico, esto no es necesariamente vinculante, puesto que -además de los mayoritarios casos de concordancia- es relativamente frecuente la ocurrencia de un adjetivo plural y un sustantivo singular16, por ejemplo, sus ropa. Tanto el estudio de Vallejos (en evaluación), como uno antecedente de Barraza de la Cruz (1998), llegan, a través de un cuidadoso análisis de corpora seleccionados, a la misma conclusión: la falta de concordancia es determinada en la mayoría de los casos por la presencia de un poseedor múltiple, es decir que los poseedores son varios y el adjetivo posesivo concuerda con estos en lugar de lo poseído.
En Paiche, lo primero que llama la atención sobre este tema es el hecho de que, además de ocurrencias con adjetivos posesivos de tercera persona, se encuentran numerosos casos de adjetivos plurales de primera y segunda persona más un sustantivo en singular17: mis palabra, tus orden o nuestras canoa (Calvo 2012: 18, 74). Por obvias razones, solamente en el último de estos ejemplos se podría suponer que la discordancia entre los dos elementos dependa del número del poseedor.
Por lo que atañe la presencia del posesivo “sus”, en cambio, la tendencia señalada por Vallejos y Barraza parece confirmarse también en la novela, ya que el 62,2% de las ocurrencias (51 sobre 82) se refiere a varios poseedores.
Continuando con la exploración del tema de los posesivos, se analizan dos fenómenos relacionados: el doble posesivo -llamado también posesivo redundante (Rodríguez Garrido 1982) o posesivo enfático (Escobar 1978: 108)- y la inversión del genitivo (Vallejos 2014: 443). El doble posesivo “consiste en el empleo de un posesivo ante un sustantivo cuyo posesor está además indicado por un complemento de preposición más nombre (p. e.: su casa de Juan), frente a la forma del castellano estándar que utiliza el artículo en el lugar del posesivo (la casa de Juan)” (Rodríguez Garrido 1982: 117). La existencia de esta estructura se registra no solo en la Amazonía, sino también en los Andes (tanto al sur, Ayacucho, como en la sierra norte). Algunos lingüistas (Escobar 1978; Pozzi-Escot 1973) imputaban la existencia del doble posesivo al influjo de la morfosintaxis quechua. Sin embargo, Rodríguez Garrido (1982), reconociendo la importancia del contacto entre las dos lenguas, define esta peculiaridad como un arcaísmo; asimismo, proporciona ejemplos de obras españolas clásicas (entre ellas El Cid y La Celestina).
Por su parte, Napurí (2018), en su trabajo sobre la presencia del doble posesivo en dos variantes de español amazónico con sustrato respectivamente bora y asháninka, señala la importancia de la gramática de la lengua de sustrato para la aparición del doble posesivo. En Paiche, se encuentran numerosos casos: sus tela de la araña, sus ojo del muchacho, su mufer de varios (2012: 155, 222) y llama la atención que en muchos casos esta construcción sirva para indicar ubicación: en su ladito del tigre, en su tras de los guardias, en su adebajo de mis rodilla (2012: 18, 189, 201). Se encuentra, además, un caso que escapa parcialmente de la norma de la “anormalidad”. En efecto, a pesar de ser, generalmente, exclusivo de la tercera persona, se tiene un ejemplo, tu yerno de ustéd (2012: 232), en el que aparece un posesivo de segunda persona que no concuerda con el pronombre personal sucesivo de tercera. Relacionado al doble posesivo es el fenómeno de la inversión de sus constituyentes, como acontecería invirtiendo uno de los ejemplos antecedentes, que se transformaría en de la araña sus tela. Esta construcción tampoco es exclusiva del español amazónico, como señala Germán De Granda (1997) en su trabajo sobre el español andino peruano, y -tomada en cuenta la inexistencia de estructuras similares en la lengua española histórica- se debería a “la aplicación de las reglas de formación de sintagmas posesivos existentes en la lengua quechua (y en la aimara)” (De Granda 1997: 143). Sin embargo, la estructura es percibida, sobre todo, fuera del ambiente amazónico, como uno de los trazos típicos del castellano amazónico. Vallejos menciona que la inversión del genitivo, junto con los rasgos entonacionales, es el principal elemento usado por los medios de comunicación para representar al “castellano charapa” de forma estereotípica (2014: 445-446). A pesar de esto, la estudiosa señala que, en su caso de estudio, esta estructura es poco frecuente.
La novela de Calvo de Araújo confirma los planteamientos lingüísticos de Vallejos: de los 23 casos de doble posesivo, tan solo dos presentan la inversión de los elementos: del barbasco hace mal su polvo y ¡Aquístá del shuyo sus caminooo! (Calvo 2012: 57, 89).
Para terminar con los posesivos, señalamos finalmente el empleo de la construcción [posesivo + adjetivo] en lugar de [posesivo + sustantivo], como en su largo, su joven, sus desnudo (Calvo 2012: 128, 135, 145). Para volver a la falta de concordancia, además de los casos ya señalados, cabe mencionar algunas construcciones que, en su hora, Inés Pozzi-Escot (1972) había señalado como típicas del castellano de Ayacucho y que se presentan también en el castellano amazónico. Estamos hablando de la discordancia de género y número entre [nombre + adjetivo], y entre [artículo + nombre], además de la falta de concordancia de [número + persona] entre sujeto y verbo principal en una oración18. Véanse como ejemplo los casos siguientes: plátanos asado, las pobre, el sueños, usté eres, usté sabes (2012: 33, 78, 114; 155).
4.2. Otras peculiaridades sintácticas
Otro fenómeno relacionado con estructuras que no se corresponden a otras variedades del castellano es el de la alteración de los constituyentes al interior de una oración. En efecto, el orden canónico SVO es frecuentemente modificado en los enunciados emitidos por los personajes de la novela. Recurre a menudo la posposición del verbo como último elemento de la oración, tanto en oraciones afirmativas: usté poes todo nomás cuidas (Calvo 2012: 94), harto animal hay (Calvo 2012: 65), como en interrogativas directas: ¿tan ferte poes ese beneno es? (Calvo 2012: 155). Empero, aparecen en el texto numerosos casos de posposición del sujeto, como, por ejemplo, están boqueando los shuyos (Calvo 2012: 85) o está espumoso el río. Estructuras de estos tipos reflejarían, según Marticorena (2010: 93), la organización sintáctica del quechua, quien señala la frecuencia con la que en el castellano amazónico se utiliza la perífrasis verbal formada por las formas del verbo “haber” más la preposición “de” más un infinitivo. Según el autor, este tipo de oración corresponde a una imperativa que sustituye la más común: “tener que + infinitivo”. Paiche proporciona diversos ejemplos de este uso19, pero, en numerosos casos, esta perífrasis tiene más sencillamente un significado de acción futura (correspondiente a la forma “ir a + infinitivo”)20.
Finalmente, cabe mencionar algunas expresiones que también son percibidas como peculiares del habla amazónica: en primer lugar, la palabra “di”21, utilizada con función adverbial en oraciones interrogativas, para pedir corroboración o validación de una aseveración22 y, en segundo lugar, el empleo de la expresión “ya vuelta”, que, como explica Alberto Chirif (2016: 303) en su diccionario, puede implicar interrogación o sorpresa con el sentido de ‘otra vez’ o ‘nuevamente’, pero, también, admiración e incredulidad23.
5. Conclusiones
El análisis de la caracterización, tanto fonética como morfosintáctica, del castellano amazónico en la novela Paiche permite adentrarse en la cuestión de la variación lingüística y reconocer la multiplicidad y la heterogeneidad del castellano en las distintas regiones del mundo hispanohablante, y en la misma región amazónica peruana.
Cabe reflexionar, sin embargo, sobre las razones de la elección lingüística de Calvo de Araújo, quien sintetiza en el habla de sus personajes las marcas más características de las diversas variedades del castellano amazónico. Parece útil, por ende, volver a citar una parte de la introducción al lector, en la que el autor afirma que en la obra “se encontrará, en los diálogos, el modo exacto en que el selvícola se expresa” (Calvo 2012: 4). Calvo de Araújo, así, al interior de un más amplio proyecto narrativo realista, apunta hacia una representación verosímil del mundo amazónico y la lengua adquiere un rol de primaria importancia puesto que imita, de la forma más fiel posible, la manera de expresarse de la población amazónica peruana.
De manera diferente respecto a autores como José María Arguedas, quien buscó a lo largo de toda su experiencia una síntesis entre códigos distintos y la respuesta a la pregunta “¿En qué idioma se debía hacer hablar a los indios en la literatura?” (Arguedas 2011: 19), la atención del autor en Paiche se centra solo tangencialmente en la población indígena, en tanto vuelve la mirada hacia los sectores mestizos de la sociedad. Si es cierto que Arguedas (sobre todo en sus obras más tempranas) había propuesto una lengua “recreada” de forma casi artificial (Escobar 1984; Arguedas 2011), Calvo de Araújo no necesitó crear una “ficción” lingüística, sino tan solo recoger miméticamente la forma de hablar de los ribereños amazónicos. Lo que resulta significativo señalar es la finalidad última que subyace a este afán realista. ¿Se trata de meras razones expresivas y estéticas? La respuesta parece ser negativa. En efecto, cabe recordar que la novela, a pesar de haber sido publicada tan solo en 1963, fue escrita por el pintor a comienzos de los años 40; es decir, en la etapa de la novela indigenista peruana. Con esta corriente literaria, Paiche comparte las finalidades de reivindicación social y política, que se contraponen a la perspectiva de los sectores hegemónicos de la sociedad. Asimismo, el empleo de la peculiar forma de hablar de la selva se inserta en un proyecto de mayor alcance que tiene que ver con la valorización misma del espacio amazónico (y de sus moradores), cuya percepción ya se había cristalizado en el mito del “infierno verde”. Calvo de Araújo, de esta forma, gracias también al lenguaje, contribuye a reivindicar la identidad amazónica, desmi(s)tificando el imaginario sobre la Amazonía y presentando una realidad menos estereotipada y más objetiva.