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Areté

versão impressa ISSN 1016-913X

arete vol.32 no.2 Lima jul-dez 2020

http://dx.doi.org/10.18800/arete.202002.005 

Artículos

Atención selectiva y moral heroica. El vigor de William James frente a la crisis de Fin de Siècle

Selective attention and heroic morality. The vigor of William James in the face of the Fin de Siècle crisis

José Jatuff1 

1Universidad Nacional de La Rioja - Argentina

Resumen:

En los Principios de Psicología William James defiende una versión activa de la mente en donde el recorte del mundo es llevado a cabo por la atención selectiva. Este fenómeno que es entendido como esfuerzo de la voluntad, gravita entre lo psicológico y lo moral y es una apuesta vigorosa que viene a enfrentar tanto al determinismo propio del espíritu positivo de la época, como a las actitudes cínicas y pesimistas que de esta visión se siguen. Explicitaremos la psicología del vigor, sus consecuencias prácticas, como esta propuesta se ubica en la crisis de fin de siècle y las diferencias de matices que se da en relación con publicaciones posteriores con el objetivo de hacer un aporte tanto al entendimiento del concepto strenuous mood como a la cuestión del heroísmo en la reflexión del filósofo norteamericano.

Palabras clave: atención selectiva; psicología; fin de siécle; strenuous mood; William James

Abstract:

In the Principles of Psychology William James support an active version of the mind in which the world is the result of selective attention. This phenomena, which is understood as effort of the will, gravitates between the psychological and the moral sphere and is a vigorous proposal that confronts both the determinism of the positive spirit of the time, and the cynical and pessimistic attitudes that follow this vision. We will explain the psychology of vigor, its practical consequences, how this proposal is situated in the fin de siècle crisis and the differences of nuances that occur in relation to later publications. Our goal is to make a contribution to both the understanding of the concept of strenuous mood and the issue of heroism in the thought of the North american philosopher.

Keywords: selective attention; psychology; strenous mood; fin de siécle; William James

El héroe es una figura que ha habitado en la mente de muchos intelectuales y artistas. En la segunda mitad del siglo XIX hallamos un conjunto muy variado de reflexiones sobre los individuos y actitudes excepcionales. En Europa y Norteamérica encontramos figuras heroicas en Thomas Carlyle, Søren Kierkegaard, Matthew Arnold, R.W. Emerson, J.E. Renan; en Latinoamérica, José Enrique Rodó, entre muchos otros. Sin embargo, las características que reúnen el vigor moral y el heroísmo en Norteamérica son particulares. Patrick K. Dooley ha mostrado en A Community of Inquiry que las reflexiones sobre el heroísmo y el vigor muscular y moral pertenecen a un marco común de ideas compartido por distintos referentes culturales1. En términos generales, un lenguaje energetista (predominantemente determinista de cuño físico-naturalista que proporcionó una descripción del sujeto y la sociedad en términos de lucha, fuerza, poder, energía, vigor, etcétera) domina el ambiente. Las dos grandes teorías que gravitan aquí y que brindaron todo un modo de concebir el universo son la teoría de la evolución, con su énfasis en la lucha por la supervivencia, y las investigaciones en termodinámica, haciendo foco en el comportamiento de la energía.

James declara que en cuestiones históricas participa del “culto a los héroes”2, comparte las condiciones culturales de sus contemporáneos (muchos de ellos serán también sus fuentes) y usa parte de la terminología en cuestión. Sin embargo, su concepción de heroísmo y la construcción de su concepto moral strenuous mood3 expresarán su particular modo de ver el asunto.

Nuestro objetivo es mostrar el mecanismo psicológico del vigor y las consecuencias prácticas que dé él se derivan. Es importante notar que este tono vital superador está vinculado, en este momento de su trayecto intelectual, a cierta capacidad consciente y que este énfasis no se mantiene, por lo menos de igual modo, en sus investigaciones posteriores. Aunque se ha señalado este punto, no se ha explicitado con precisión, hasta donde sabemos, la mecánica psicológica del strenuous mood en este periodo “voluntarista”. Sin dicha explicitación no es posible tasar en su justa medida el presunto cambio de énfasis que se notaría en las publicaciones más cercanas a su libro sobre psicología de la religión, en donde no encontraríamos la posibilidad del vigor en una activa fuerza de voluntad sino en la reunificación de energías inconscientes. Esta apuesta al vigor se posiciona, asimismo -entre una serie de actitudes vitales propias de la crisis de Fin de Siècle- enfrentando las tendencias nihilistas tanto del cinismo como del pesimismo.

A su vez, la cuestión del vigor en James muy probablemente no se pueda pensar sino en relación con la idea de determinismo. El tema de la libertad de la voluntad en la época Victoriana dividió las aguas entre quienes se adherían a una visión empírica, materialista y cientificista de la realidad y quienes, sin negar el valor del conocimiento científico en ciertos dominios, lo consideraron abstracto por no incluir lo relativo a los propósitos de la existencia y al rol que la voluntad humana juega en esto4. En este marco, la actitud vigorosa en James puede ser vista como un intento de no caer en la más abyecta heteronomía. Esto es particularmente cierto en el caso de su persona dado que su crisis mórbida y existencial aparecen, en un mundo determinado, como una macula incurable. Esto hace afirmar a George Cotkin en Existential America que detrás de las odas jamesianas a la vigorosidad [strenuously], a la lucha [struggle] y a la fuerza religiosa, detrás de cada suspiro de optimismo, en cada vocación de fe, “James lucha desesperadamente por mantener al Diablo a raya”5. Sin embargo, aunque con fuertes raíces existenciales, la apuesta teórica que llevó a cabo para desentrañar el mecanismo del vigor es tan rigurosa como tentativa.

1. Esfuerzo, atención y voluntad: el vigor recorta el mundo

1.1. Atención selectiva

Una observación clave en el modo en el que James abordaa la cuestión la encontramos en su monumental The Principles of Psychology (1890). En su capítulo sobre la atención afirma que un fenómeno tan evidente como la atención selectiva apenas recibe alguna mención entre los psicólogos de la escuela inglesa y esto, afirma, se explica fácilmente. Estos pensadores entienden que las facultades superiores del espíritu son productos puros de la experiencia que a su vez es sencillamente dada. La atención, en cuanto selectiva, implica un grado de espontaneidad y por lo tanto rompe el círculo de la receptividad de la experiencia. Sin embargo, apenas se medita el asunto, se cae en la cuenta de la falacia: “millones de elementos del orden exterior son presentes a mis sentidos que nunca entran en mi experiencia”6. El interés hace más a la experiencia, que ella a él.

A su vez, encontramos en la atención un fenómeno único: la concentración y la localización. Tanto el devenir de la conciencia como el de las sensaciones pueden quedar en segundo plano o ,si se quiere, pueden ser superados por la decisión voluntaria del enfoque intencional. Esto, en principio, revelaría algún atisbo de autonomía subjetiva.

La atención se define de la siguiente manera: “es la acción de tomar posesión realizada por el espíritu, en forma clara y vivida, de uno de los objetos o series del pensamiento simultaneamos posibles”7. Resuena aquí la postura de Renouvier que James siempre valoró8.

Sostiene James: “La atención voluntaria es siempre derivada; nunca hacemos un esfuerzo por atender a no ser en obsequio de algún interés remoto que el esfuerzo proporciona”9. En cambio, en la inmediatez, cuando la atención es pasiva y refleja, parece que el ser humano se pertenece menos a sí mismo. En el esfuerzo nos pertenecemos a nosotros mismos en virtud de una representación querida que supera lo inmediato. El autor afirma que “…la facultad de retrotraer voluntariamente una atención fugitiva es la verdadera raíz del juicio, del carácter y de la voluntad”10. La vida práctica y teórica de toda la especie y la de los seres individuales resulta de la selección habitual de su atención. De acuerdo a qué cosas y a cómo se atiendan las cosas del mundo, será la naturaleza del universo que habitamos.

1.2. ¿Es la atención un efecto o una causa?

Sin embargo, la cuestión fundamental aquí es saber si el proceso de la atención descrito es un resultante o una fuerza, lo que equivale a preguntarnos si se trata de un efecto en una cadena antecedente o si actúa como una causa que inicia una cadena.

“Principium quoddam quod fati foedera rumpid ex infinito ne causam sequatur”11

Cuando caemos en la cuenta de que los giros de nuestra atención forman el núcleo de nuestro ser íntimo y de que la voluntad no es más que atención, se vislumbra la necesidad filosófica de comprender si este proceso implica una instancia de autonomía en medio de la naturaleza o si somos puro efecto. James afirma que en realidad “es la cuestión culminante de la metafísica, el eje sobre el cual gira nuestra descripción del materialismo, del fatalismo, del monismo, del espiritualismo, la libertad y el pluralismo”12. El tema se deja clasificar con cierta brevedad. Se trata de saber si lo que se da en el orden de la representación cuando se fija a través del esfuerzo de la atención es un espejo de condiciones antecedentes nerviosas que se resuelven a nivel puramente fisiológico o si estas mismas representaciones accionan dinámicamente sobre esta actividad nerviosa, incentivándola o reprimiéndola. En el primer caso, la atención es un efecto; en el segundo, una causa. La teoría de la causa y la teoría del efecto de la atención son igualmente claras y, en opinión de James, quien toma una postura en una u otra dirección lo hace desde motivos metafísicos más que científicos. Aquellos que entienden la atención como un efecto, extienden el esquema explicativo causal estímulo-respuesta propio de la atención involuntaria sensorial a todos los tipos de atención: “El torrente de nuestro pensamiento es como un río. En general la corriente fácil y simple predomina en él: el impulso de las cosas conviene con el movimiento de la gravedad, y la atención sin esfuerzo es la regla. Pero a intervalos, ocurre una obstrucción, un objeto que tira hacia atrás, que detiene la corriente, crea un reflujo y hace a las cosas moverse hacia el otro lado. Si un rio real pudiera sentir, sentiría estos reflujos y retrocesos como puntos de esfuerzo (…) Lo mismo ocurre con nuestros actos voluntarios de atención. Son detenciones momentáneas, aparejadas con un sentimiento peculiar de porciones del torrente. Pero la fuerza que detiene, en vez de ser este mismo sentimiento, puede ser nada más que los procesos por los cuales se produce la coalición”13.

Esta visión del asunto parece hacer referencia a la psicología de Spencer. Equilibrio de fuerzas, tensión y desbalance explican el movimiento. Nada se decide realmente. El sentimiento de esfuerzo es un acompañante inerte y no un elemento activo.

Por el contrario, los partidarios de la espontaneidad de la atención afirman que no se deben simplificar los fenómenos que claramente se manifiestan complejos, siendo la atención es uno de ellos. Hay quienes dicen que todo puede explicarse en términos mecánicos y para hacerlo realizan extrapolaciones de fenómenos sin conciencia a fenómenos donde esta existe (como el ejemplo del río), haciendo desaparecer toda una dimensión de la naturaleza. Es claro que las representaciones vienen dadas y llaman la atención, pero la cantidad de tiempo que se sostiene un conjunto de relaciones mentales no viene dado. Profundizar y prolongar la estancia de la conciencia, mensurable en partículas de segundos es de vital importancia para el cambio de las representaciones, dado que basta medio segundo para que sistemas completos de ideas se impongan sobre otro y, por ello, cambie el mundo. Con lo cual, aunque el proceso venga dado, no queda claro que nada se esté decidiendo. A su vez, en su capítulo sobre la voluntad afirma que: “Una provisión de ideas de los varios movimientos posibles formándose en la memoria su ejecución voluntaria, es por tanto el primer requisito de la vida voluntaria14. Lo que tenemos en el movimiento voluntario es una imagen preparatoria de la consecuencia sensorial de un movimiento más el fiat que actualizará estas consecuencias. Esto actúa como precursor de la acción. Ahora bien, el fiat del que hablamos es el paso o decisión propiamente. Cuando distintas representaciones sobre cursos de acción posibles se encuentran en tensión encontramos el fenómeno de la deliberación. Para hablar de acción voluntaria en el sentido más fuerte del término debe darse esa oscilación y, cuando ella está presente, el fiat de la decisión se da como esfuerzo: “El fin esencial de la voluntad, en una palabra, cuando el acto es voluntario en su grado máximo, es fijar la atención sobre un objeto difícil teniéndolo bien firme delante de la mente15. El esfuerzo de la atención es el fenómeno más esencial de la voluntad. El difícil combate interno que se da para mantener una representación entre otras que aguijonean la subjetividad es una experiencia por todos conocida.

El punto del esfuerzo volitivo se encuentra en el mundo mental. Se trata de no dejar ir una idea hasta que la misma afecte la subjetividad. Mantener una representación puede constituirse en un acto moral, en los casos normales es la fuente de la determinación vigorosa que se mantiene firme en lo que considera lo mejor y en los casos patológicos, el esfuerzo de la voluntad puede ponerle un límite al delirio: “Tal hombre puede, por cierto tiempo, hacer que las nociones de su cerebro desordenado no se manifiesten. Hay muchos ejemplos semejantes a este referido por Pinel. Un individuo pensionista en Bicetre, después de haber afrontado perfectamente un examen para decretar su libertad dando todas las muestras de una perfecta curación, firmó en la hoja de su extradición ‘Jesucristo’ y cayó entonces en todas las divagaciones conectadas con aquella ilusión”16.

Todo el asunto psicológico de la voluntad desemboca en la cuestión moral del esfuerzo que puede tanto vencer lo inmediato en función de lo remoto cuando esto es considerado lo mejor, como ponerle un límite a la descomposición mental.

1.3. La demanda moral debe ser escuchada

Queda aquí esquematizada la mecánica psicológica de los dos tipos de actitudes opuestas que encontramos en su reflexión moral. Por un lado, tenemos la actitud acomodaticia (easy going) que mediante un cálculo práctico va ajustándose a la oportunidad; por otro, la actitud vigorosa (strenuous mood) que, en función de un ideal representado y mantenido con esfuerzo, supera lo inmediato en virtud de lo remoto. Todo este drama no se da entre el yo y la materia extra-mental, sino entre el yo y sus propios estados psíquicos, es decir, se da en una esfera autónoma que debe ser pensada en sus propios términos. Es un fenómeno psicológico y moral. Se define a la voluntad como la capacidad de mantener la atención sobre una representación entre otras posibles y se afirma que dicha representación voluntaria termina afectando la perspectiva que el sujeto tiene sobre el mundo. Asimismo, se afirma que este proceso es mental y autónomo de lo extra-mental: pareciera que están dadas las condiciones para declarar libre a la voluntad. La realidad mental es innegable y sus ideas o representaciones a veces se dan fácilmente y otras con esfuerzo. Se trataría de saber si el esfuerzo, cuando existe, es una función invariable fijada por el objeto o una variable indeterminada proyectada por el sujeto: “Si es realmente indeterminado, nuestros actos futuros son ambiguos e imprevistos: para hablar en un lenguaje común, nuestra voluntad es libre. Si la cantidad de esfuerzo no es indeterminada, sino que se relaciona de modo fijo con los objetos mismos de tal modo que cualquier objeto que en un momento determinado llene nuestra conciencia estuviese ya por siempre determinado a llenarla de aquel modo, exigiendo de nosotros exactamente el esfuerzo que hemos dado, nuestra voluntad no será libre y nuestros actos serán determinados”17.

Si pudiéramos distinguir con certeza entre los objetos que despiertan interés y los que no y si pudiéramos, además, mensurar el esfuerzo que algunos objetos suscitan y saber si después de que se le ha prestado a una representación una cierta suma de esfuerzo de atención, se le podría haber prestado un tanto más o un tanto menos, estaríamos en condiciones de responder al asunto. Sin embargo, no poseemos las herramientas cognitivas para esto y dejar la cuestión abierta es lo más prudente. Si “l´amour de la vie que s´indigne de tant de discours”18 se despierta en nosotros demandando una respuesta, deberíamos proyectar sobre uno de los dos puntos de vista -asumiendo la responsabilidad del error posible- el atributo de ser real y llevar nuestra vida practica en concordancia.

Todo este planteo implica un debate que lleva a cabo James junto a otros intelectuales entre lo que podría denominarse, a muy grandes rasgos, una visión cientificista y una moral del mundo. La primera seduce porque tiene de su lado el principio de causalidad y la segunda porque en su mundo lo que debe ser, puede ser, y el mal, lo que no debe ser, puede, efectivamente, no ser. Para el hombre de ciencia, el esfuerzo es un fenómeno que posee continuidad con fenómenos antecedentes. En esta posición un fenómeno (¿epifenómeno?) como el del esfuerzo no puede quebrar la maya cósmica que rige lo real. Sin embargo, la demanda moral debe ser escuchada y la ciencia no puede dogmáticamente afirmar que su métodos y fines deban aplicarse a todo domino, como si no existiesen ámbitos que exijan otro tratamiento.

James afirma que él mismo es partidario de la libertad, pero que sus razones son éticas y no psicológicas, y nos invita a leer “The dilema of determinism”.

1.4. El esfuerzo se enfrenta al mundo

En esta cuestión indecidible la única vía es la decisión voluntaria. Siempre antes que la parálisis: el vigor. Para superar el escepticismo, atendiendo a la lógica del asunto, un esfuerzo de la voluntad puede decidir el dilema del determinismo. Lo que parece indicar que, aunque la respuesta en sí, no relacional, es imposible en este dominio, no es imposible, sin embargo, una determinada actitud frente al problema. El esfuerzo, aunque no pueda saberse si genera “verdadera” espontaneidad, puede mantener postulados que vencen los efectos paralizantes del determinismo y del escepticismo y por ello es moralmente vital. Además, esto es algo que nos delimita y es propio e inalienable. Mientras el mundo deviene ajeno -y a veces monstruoso-, la voluntad que aplicamos para lidiar con él, nos define: “si la búsqueda de nuestro corazón y nuestras viseras fuese el propósito del drama humano, parece ser que lo que se está buscando es el esfuerzo que podemos hacer”19.

El que no puede hacer ninguno esfuerzo es una sombra; el que puede hacer mucho, un héroe. A continuación reproducimos un extenso párrafo que encontramos en su capítulo sobre la voluntad que, además de su belleza, define al detalle la actitud del individuo excepcional caracterizado por el ánimo vigoroso (strenuous mood): “El mundo inmenso que nos rodea, nos plantea toda clase de problemas y nos prueba de múltiples maneras. A algunos de estos exámenes respondemos por acciones que son fáciles, a muchas preguntas damos una respuesta exactamente formulada. Pero la cuestión más profunda, por mucho que se demande, no admite otra replica que el simple revolverse dentro de sí, de nuestro querer y el endurecer de nuestro corazón, como cuando decimos: ‘!Sí, yo quiero hacerlo así!’ Cuando se nos presenta un objeto espantoso y cuando la vida descubre ante nosotros sus negros abismos, entonces los más débiles de entre nosotros pierden sus fuerzas en la situación y escapan a la dificultad volviendo a otra parte la atención o, si no pueden hacer esto, se convierten en una masa inerte entregada al lamento y al temor. El esfuerzo necesario para oponerse va más allá de su poder. Pero los espíritus heroicos actúan de modo diverso. Para ellos también son los objetos siniestros, pavorosos, dolorosos, incompatibles con las cosas deseadas. Pero si es necesario, ellos pueden afrontarlos sin perder por eso su equilibrio para el resto de su vida. El mundo encuentra así su digno emulo y adversario; y el esfuerzo que sea capaz de sostener para mantenerse firme y para preservar su corazón, es la medida directa de su querer y de su valor en el juego de la vida. Él puede aponerse a este universo. Puede salirle al encuentro y mantener su propia fe en presencia de hechos que bastarían para quebrantar a su vecino. Puede encontrar en ello un objeto de placer, no por una especia de despreocupación, sino por el placer de enfrentar al mundo en aquellos objetos temerosos que contiene. Así llegan a convertirse en dueños y señores de la vida. Con ellos hay que contar por que forman parte del destino humano. Ni en la vida práctica ni en la teórica debemos cuidarnos, ni ir en auxilio de los que no tienen corazón para el riesgo ni capacidad para vivir en medio del peligro”20.

La voluntad no se distingue del esfuerzo de la atención que selecciona un recorte y los sujetos que son capaces de mantener dicho recorte o representación a pesar del devenir y del rostro espantoso del mundo, son excepcionales. La lógica de la tensión moral por la representación de los ideales finitos e infinitos que encontramos en The Moral Philosopher and The Moral Life21 encuentra su delimitación psicológica aquí. En tanto que los psicólogos deterministas entienden estas representaciones como reflejo del mundo, no se da la posibilidad de un universo moral genuino ni mucho menos de un individuo que se destaque por su vigor. Todo determinismo pareciera una derrota. En James, en cambio, al estar estas representaciones mediadas por el principio activo de la atención selectiva, se habilita la autonomía de lo mental frente a lo físico-fisiológico, así como también la independencia de lo moral frente a lo natural. La discriminación de la atención selectiva hace de la representación una instancia de espontaneidad subjetiva donde es posible tanto la responsabilidad como la emergencia de ciertos tipos de individuos cuyos recortes excepcionales los vuelve moralmente superiores, esto es, héroes.

2. El aspecto práctico de la cuestión

2.1. Un atolladero lógico

Al abordaje técnico de The Principles… debe sumársele el realizado en los textos The Will to Belive y The Dilema of Determinism. Nombrados por su autor como Essays in Popular Philosophy, estos continúan a nivel práctico las reflexiones sobre el vigor. En The Principles ya había afirmado que, sobre la cuestión del determinismo, había tomado postura desde un punto de vista práctico en The Dilemma of Determinism (1884). En esta conferencia, ofrecida ante los Harvard Divinity Students y publicada en la Unitarian Review en 1884, afirma que la cuestión determinismo-indeterminismo, en su naturaleza intrínseca, es indecidible. Renuncia a tratar de resolverla y se aboca a explicitar que es lo que “…está realmente en juego en la controversia”22, a hacer un análisis de las actitudes que adhieren a uno u otro modelo de universo. Las cuestiones en torno a la naturaleza del universo son cuestiones de carácter y dependen, en gran medida, de lo que consideremos más racional: “para un hombre el mundo posee más racionalidad si incluye posibilidades, para el otro, parece más racional, si las excluye”23. Esto es, ciertos tipos de seres humanos entienden que el determinismo -en donde la totalidad ordenada de un modo fijo decreta de modo absoluto lo que sucederá en las demás partes- es más racional que el indeterminismo -donde por existir cierto margen de juego, los futuros posibles, no son mera apariencia, sino posibilidades reales-. Los supuestos testimonios objetivos de uno y otro bando son insuficientes.

El mundo del determinismo nos lleva a hacer lo que James llama juicios de lamentación (judgments of regrets)24 ante los brotes de maldad del mundo. Dichos brotes no son un acontecimiento aislado sino más bien un síntoma de la totalidad: “al negar que ninguna otra cosa pudiera estar en su lugar, el determinismo define virtualmente el universo como un lugar donde lo que debe ser no puede ser: en otras palabras, como un organismo cuya constitución incluye una mácula incurable, un defecto irremediable”25.

Estimamos que aquí hay dos frentes de batalla y que la mácula incurable es la del universo propiamente dicho y la de su propia crisis mórbida y existencial. En última instancia su crisis y desorden mental le señalaron un problema que atraviesa al ser humano en cuanto tal, pues: ¿en qué consiste una vida que se da sobre carriles fijos? Quizás en lo que plantea el pesimismo de Schopenhauer, es decir, consiste en una lamentación sobre la totalidad del mundo y la vida. En opinión de James, si somos monistas, la única forma de salir de este pesimismo es a través de una transformación completa de la realidad y renuncia de los juicios de lamentación. Esto se logra a través de un optimismo “sistemático e incauto”26 que entiende todo mal, por espantoso que sea, como parte de un sistema total que al final lo recuperaría como una ganancia. El dicho conocido “por algo será” ejemplifica a la perfección este tipo de desinfección: “el pesimismo determinista puede convertirse de este modo en un optimismo determinista, al precio de acallar nuestros juicios de lamentación”27. Ahora bien, si estos son rechazados, quiere decir que otros juicios -los de aprobación- deberían ocupar su lugar. Sin embargo, en un mundo determinista nada puede ser distinto de lo que es. Para desinfectar el mundo hace falta acallar los juicios de lamentación, pero estos, al ser necesarios, no se pueden acallar, con lo cual esta salida del pesimismo nos sumerge otra vez en la consternación y la perplejidad. Este atolladero lógico es El dilema del determinismo.

2.2. La deriva romántica

¿De qué manera podríamos salir de esta perplejidad? Corriendo todo el asunto hacia la sensibilidad del sujeto y siguiendo la deriva romántica. El mundo no es visto así, afirma James, “…como una máquina cuyo propósito último es hacer realidad algún bien exterior, sino como un instrumento para profundizar en la conciencia teórica de aquello en que consiste intrínsecamente la bondad y la maldad”28. Esa es la actitud gnóstica o subjetivista que explora la literatura francesa de su tiempo, siguiendo lo iniciado por Rousseau, con las figuras de Ernest Renán y Émile Zola a la cabeza. Ahora bien, la actitud llamada subjetivista consiste en afirmar que el mal no es el mal en realidad, sino una oportunidad para que nuestra sensibilidad adquiera un más profundo conocimiento sobre el mundo. Según esta perspectiva, “la vida es una larga comilona del árbol del conocimiento”29 y lo mejor sería en este caso adoptar un punto de vista dramático, “tratar el conjunto como una gran obra de teatro sin final que, el espíritu del universo, en el intento de realizar su propio contenido, representa eternamente para sí mismo”.30 Esta actitud, aunque tiene todo el derecho de ser y se presenta como una alternativa al pesimismo, desemboca en la curiosidad más corrupta. James dice: “una vez descartada la idea de que ciertos deberes son buenos en sí y de que estamos aquí para realizarlos, con independencia de los sentimientos que nos despiertan; una vez consagrada la idea contraria de que tanto el cumplimiento como la violación del deber sirven a un mismo propósito, a saber, el despliegue del conocimiento y el sentimiento subjetivo, y que la intensificación de los mismos es el final principal de nuestras vidas: ¿dónde va a detenerse la pendiente?”31.

Esto, puesto en términos prácticos, lleva a un blando sentimentalismo o a un sensualismo sin límite, a una deriva que busca experimentarlo todo. Resulta claro que es Renán en quien está pensando, más precisamente, en el cinismo y falta de compromiso que muestra en párrafos como este: “Hay muchas posibilidades de que el mundo sea tan solo una pantomima mágica de la que Dios no se preocupa. Por lo tanto, nos hemos de organizar de manera que no parezcamos completamente equivocados en ninguna hipótesis. Debemos escuchar las voces superiores, pero de forma tal que si la segunda hipótesis fuese cierta, no estuviésemos tampoco demasiado equivocados. Si, en efecto, el mundo no es algo serio, los superficiales serán los dogmáticos, y los de mente mundana, que ahora los teólogos llaman frívolos, serán realmente sabios… Estad preparados para que cualquier cosa pueda ser sabiduría. Abandonaos, según la hora, a la confidencia, al escepticismo, al optimismo, a la ironía, y estaréis seguros de que en algunos momentos, como mínimo, poseeréis la verdad… El buen humor es un estado de ánimo filosófico; parece susurrar a la naturaleza que no la tomamos tan en serio como ella a nosotros. Mantengo que siempre deberíamos hablar de filosofía con una sonrisa. Debemos al Eterno el ser virtuosos, pero tenemos el derecho de añadir a este atributo nuestra ironía, como represalia personal de alguna clase. De esta manera, devolvemos broma por broma con toda justicia. Hacemos la jugada que nos han hecho”32.

La ambigüedad y la distancia cínica de un Renán que bajo pretexto de una exquisita sensibilidad abandona todo compromiso y coraje son decididamente contrarias al strenuous mood que busca horizontes nuevos y se mantiene firme en tiempos de crisis.

El caso de Emile Zola es distinto. La descripción de la actitud gnóstica que James lleva a cabo la encontramos en una serie de reflexiones sobre Renán que están esparcidas en sus notas, reviews, cartas y libros. El diletantismo y el blando sentimentalismo es su característica. En cambio, Zola, si bien es tomado como resultado de la deriva romántica, no está tan presente en la reflexión de James33 y viene a representar la “vos masculina”34 de esta literatura decadente.

El naturalismo francés emerge junto a la primacía de las ciencias naturales. El espíritu positivo genera todo un modo intelectual de operar y la filosofía inspira, así como a medicina experimental o el evolucionismo biológico, l también de esta nueva literatura. Si bien ya con el surgimiento de la novela en el mundo burgués habría una inclinación hacia el retrato de lo inmediato y por ello hacia el mundo empírico,35 y que la influencia de la mirada científica había comenzado a dar sus frutos con anterioridad al naturalismo zoliano36, es en Zola donde se adquiere de modo consiente y programático la tarea de no distinguirse de la mirada experimental. Zola lo afirma claramente: “La novela experimental es una consecuencia de la evolución científica del siglo; continúa y completa la fisiología que a su vez, se apoya en la química y física; reemplaza el estudio del hombre abstracto, del hombre metafísico por el estudio del hombre natural, sujeto a las leyes físicas y químicas y determinado por influencias ambientales; es en una palabra, la literatura en nuestra era científica, tal como la literatura clásica y romántica correspondieron a una edad escolástica y teológica”37.

La teoría de la evolución y la termodinámica juegan un fuerte rol como visión del mundo de la época38. En cuanto a la evolución, el naturalismo literario deriva principalmente de un modelo biológico con especial acento en su teoría de la selección natural y la lucha por la supervivencia: “Darwin creó un contexto que hizo que el naturalismo -con su énfasis en las teorías de la herencia y el medio ambiente- fuera una forma convincente de explicar la naturaleza de la realidad a fines del siglo XIX”39. Hoy sabemos que la evolución fue leída desde distintos lugares y usada para los más diversos propósitos40. El naturalismo, entre otros tópicos, exploró la beta devolutiva que aparece como consecuencia del entrecruzamiento de los menos aptos y como consecuencia de la segunda ley de la termodinámica41. Esto alimentó la imaginación de todo tipo de figuras relacionadas a la falta de agencialidad humana y a la descomposición42. Aunque Darwin enfatizó lo accidental más que lo necesario, entendiendo el proceso de selección a la manera de un “algoritmo”43, las investigaciones en física plantearon el progresivo equilibrio de las energías del universo que generaría condiciones incompatibles con la vida yesto trajo, a nivel cultural, un profundo sentimiento de vanidad44. Para la imaginación naturalista, el determinismo y la degeneración aparecen como leyes ineludibles y el sujeto aparece enclaustrado. Con lo cual no debe sorprendernos que James afirme: “bajo las páginas de ambos (Zola y Renan) resuena en todo momento el bajo profundo del vanitas vanitatum, omnia vanitas, que el lector puede escuchar siempre entre líneas”45. La deriva romántica francesa termina en el cinismo y en el enclaustramiento representados por una y otra figura.

2.3. Cambio de matiz en torno al vigor

Entre el determinismo, que encuentra a las maldades como expresión de una maldad fundamental y lleva al pesimismo, y el gnosticismo romántico, que desinfecta el esquema transformando toda experiencia de lo bueno y lo malo en una oportunidad para la sensibilidad afectada donde la vida deja de ser una tragedia -como en el pesimismo- para convertirse en el melodrama propio de los “litterateurs parisienes”,46 James prefiere lo primero porque alberga sinceridad. Sin embargo, en ambas posturas encuentra agotamiento, vanidad y falta de valor. A este modo decadente y falto de coraje James le opone la recia enseñanza de Carlyle: “¡Aparcad vuestras sensibilidades! ¡Olvidad vuestras llorosas quejas y vuestros igualmente llorosos éxtasis! ¡Dejad de lado todos vuestros caprichos emocionales, y poneos a trabajar como hombres!”47. La conducta objetiva e independiente del vaivén emocional rompe tanto con el pesimismo como con el decadente gnosticismo. Como ya dijimos, James abandona la cuestión metafísica por irresoluble y se concentra en lo único que depende de nosotros: nuestra actitud. La actitud heroica y vigorosa reconoce que no comprende del todo el universo y, en esas condiciones, ejecuta acciones en función de proporcionar algún bien exterior. Este énfasis sobre la ejecución podemos ya encontrarlo en una carta muy temprana, de junio 1866, que le escribe a Thomas W. Ward en un momento en que este se encuentra muy triste. La melancolía y el cosmos son el tema de la carta y James afirma: “Creo que deberíamos ser independientes de nuestros estados de ánimo, míralos como externos, porque vienen a nosotros sin ser vistos, y no sentirnos respecto a ellos ni eufóricos ni deprimidos, sino mantenernos fieles a nuestro trabajo y, si hemos hecho lo mejor que pudimos en las condiciones dadas, estar satisfechos”48.

La filiación de James con el mundo protestante es obvia así como también la del propio Carlyle49, que es usado estratégicamente para ponerle un freno a la sensiblería francesa de fin de siglo. Pareciera haber una tensión entre el heroísmo y la decadencia. La apuesta al heroísmo en James apuesta al individuo en un mundo plural y abierto, en donde tiene un papel que cumplir. De hecho, inmediatamente después, afirma que a sus ojos el universo pertenece a una pluralidad de fuerzas semindependientes que se influencian entre sí y se pregunta: “¿qué interés, que entusiasmo, que excitación puede haber en tomar el buen camino, si no sentimos que el malo era un camino tan posible y natural como el otro, que digo, mas amenazador e inminente aun?”50. Aunque la demostración del indeterminismo no sea clara y la actitud pesimista o cínica sea posible, el mundo donde el azar y las posibilidades futuras son reales es el más racional para James. Es un mundo donde hay males y bienes efectivos y la posibilidad tanto de distinguirlo como de elegirlos. Es un mundo que, al estar abierto, es riesgoso, entusiasmante y exigente. Es un mundo en el cuál quien posee una actitud vigorosa tiene la posibilidad de propiciar un bien objetivo. El monismo lleva o al pesimismo o al gnosticismo; en cambio, el pluralismo alienta el vigor y por ello es el mejor modelo.

Sin embargo, esto parece afirmar aquí a la luz de sus investigaciones religiosas posteriores quizás haya que matizar esta lectura. En una próxima investigación ingresaremos a esta cuestión que, por ahora, clasificaremos brevemente. En The Varieties of Religion Experience la conversión que vigoriza la vida y lleva a algunos individuos al sacrificio heroico es explicada psicológicamente desde el punto de vista de las investigaciones sobre lo inconsciente. Un grupo de ideas coherentes que llevan una vida parasitaria pujan por tomar el control y cuando lo hacen, dan vida nueva. Esto hace pensar que es la gracia la que actúa (aunque no necesariamente, dice James, esto quiere decir que no lo haga). Con lo cual lo que vigoriza la vida parece capturar al sujeto más allá de sus posibilidades conscientes. En The Energies of Men cita las investigaciones que Pierre Janet llevo a cabo en elSalpêtrière sobre el mundo inconsciente51 y explora la posibilidad de despertar estas energías dormidas. Esto no quiere decir que para los tiempos de The Principles… no conoce estas investigaciones (en efecto las cita), pero no las relaciona al vigor. Entonces encontramos que el énfasis ya no está puesto, por lo menos no exclusivamente, en lo tocante a las posibilidades del vigor moral, en el esfuerzo consiente de la voluntad. Por lo pronto, esperamos que haya quedado claro cómo, en este momento, el vigor quiebra la decadencia.

2.4. Entre el salto y la parálisis

En The Will to Belive, ofrecida ante los clubes filosóficos de Yale y Brown y publicada en The New World en junio de 1896, James sostiene que en determinadas ocasiones la intromisión de nuestra naturaleza pasional en nuestras opiniones no es solo inevitable, sino también legítima. Hay casos trascendentales en los cuales el escrutinio racional no puede resolver la cuestión y no podemos, a su vez, quedarnos sin decidir nada. Podemos negarnos a tomar una decisión, pero en este caso estamos decidiendo perder una posible verdad por el celo de no caer en un posible error. No en todos los casos podemos esperar a la llegada de nuevas evidencias, estas pueden no llegar y el ser humano debe decidir igual. Las cuestiones morales son de esta índole, su urgencia no espera a que la información sea completa. El caso sobre las relaciones personales usado por James es de lo más sugerente. Lograr la simpatía del prójimo depende, en gran medida, del grado de confianza que arriesgo a ciegas en el encuentro con él. Si espero hasta tener clara evidencia de su aprecio, muy probablemente no logre la simpatía que espero: “el deseo de una cierta verdad produce aquí la existencia de esa verdad especifica…”52. Es claro que hay casos en los cuales el hecho no puede producirse a menos que exista una fe previa en su producción y “siempre que la fe en un hecho pueda contribuir a producir el hecho”53 solo una lógica insensata podría inhibir tal fe. Ahora bien, esto en los asuntos humanos funcionaría así, pero en las cosas religiosas: ¿se puede aplicar esta misma lógica? James afirma que la ciencia habla de lo que es; la moral, de lo que debe ser y de cómo unas cosas son mejores que otras; y la religión, habla esencialmente de dos cuestiones: 1) las mejores cosas son las eternas y 2) nuestra vida es mejor desde el mismo momento en que creemos en la afirmación número uno. Para quienes la hipótesis religiosa está viva, es decir, para quienes es susceptible de ser creída, lo que tenemos es una opción trascendental, en el sentido en que nuestra creencia nos permite ganar, desde el mismo momento en que creemos, un cierto bien que es vital. No podemos permanecer escépticos porque la parálisis implicaría la perdida de los frutos: “en este sentido, el escepticismo no supone evitar la decisión, sino optar por una cierta clase de riesgo particular. Mejor arriesgar a perder la verdad que a caer en el error: Tal es la posición exacta de quien impone un veto sobre la fe”54. Lo que hay aquí, en opinión de James, es una apuesta igualmente pasional, pero cobarde. Se tiene miedo a creer por miedo a errar. En ambos casos el error acecha, pero en un caso encontramos un salto y en el otro la parálisis. En la parálisis encontramos que, si la hipótesis religiosa es verdadera, por miedo a errar estaríamos perdiendo la posibilidad de encontrarnos en la verdad. En casos indecidibles o inverificables (que hablan por ejemplo de la naturaleza eterna de la realidad última o de la libertad de la voluntad) nuestra necesidad empática debería poder establecer un postulado y la lógica del asunto indica que, en el caso de la religión, la fe produce en el sujeto los efectos propios de la realidad en la que se cree. Esta cuestión guarda analogía con la cuestión de la libertad. Hemos visto que es asunto indecidible, pero existe una diferencia radical entre creer en el determinismo y creer en la libertad. Del mismo modo, solo se puede saber si la hipótesis religiosa es verdadero o falsa al morir. Con lo cual, si la hipótesis religiosa está viva para el sujeto en cuestión, solo resta un salto de la voluntad basado en las consecuencias que se siguen de una u otra postulación. Esto es “The Will to Belive”.

Si no se quiere caer en la miseria intelectual y moral, se debe postular la libertad de la voluntad; si se quieren ganar los frutos de la religión (serenidad, confianza, vigor), se debe creer en su realidad. Estas creencias no son arbitrarias, sino que se decide, en casos indecidibles, por las consecuencias prácticas favorables. Parte de la clave vital del pragmatismo se encuentra aquí. Los efectos morales beneficios que produjo la creencia en la libertad en el propio James serían análogos a los efectos beneficiosos que produce la hipótesis religiosa cuando, siendo una hipótesis viva, se tiene el coraje de abrazarla a pesar del riesgo de que quizás sea falsa. También aquí James interviene en un problema de su tiempo. Una época en que se configura una “cultura de la incertidumbre”55 ante la caída de antiguas garantías metafísicas a impulsos de las múltiples avances científicos y críticas que socaban las bases del pensamiento y las formas de vida tradicionales. En ausencia de tales certezas últimas que sustentaban un mundo estabilizado de valores morales trascedentes, el desafío es: por un lado, el de discernir modos de comprensión y articulación no reductivas ni empobrecedoras de la experiencia que sean capaces de contener la complejidad de la realidad; por otro, proponer ideales de vida posibles que no caigan en la vanidad propia de la falta de fundamentos últimos. En este marco se apela, sin caer en un irracionalismo ciego, a un salto de la voluntad para quebrar el escepticismo desde un postulado de necesidad práctica. El vigor supera a la incertidumbre.

Final

El determinismo emanó con facilidad del espíritu positivo del momento. La cuestión de la libertad de la voluntad fue intensamente discutida en la época Victoriana y en la necesidad de ceñirse al rigor científico, muchas descripciones hicieron de lo psicológico un reflejo del mundo empírico. Esto llevó, en muchos casos, a la destrucción de la agencialidad. Por el contrario, James se esfuerza en mostrar el papel activo del sujeto en el recorte del mundo que se logra a través de un esfuerzo que constituye la atención selectiva. No otra cosa es la voluntad. Mantener esa atención con independencia de las inclinaciones y las incitaciones del mundo, a pesar del cambio de los escenarios y del dolor, es lo que constituye al heroísmo. En The Principles… queda explicada la psicología del individuo excepcional. Esta misma figura heroica aparece muy de repente cuando James trata de ponerle un límite al pesimismo y al decadentismo francés. Una y otra son actitudes vitales que forman parte de la crisis de fin de siècle en general y se encuentran en estricta relación con el determinismo en particular. El pesimismo (vinculado al determinismo en donde la totalidad de lo real posee una macula incurable) y el subjetivismo (que conjura el mal del mundo entendiéndolo como un melodrama para la degustación de la sensibilidad) son superados con la vigorosa actitud de Carlyle cuya versión heroica de la historia es célebre. Las voces de Renán y de Zola son distintas, pero nada tienen que decir en tiempos de crisis. No muy alejado de esto se encuentra también la superación del escepticismo por la voluntad de creer. Serenidad, tranquilidad y vigor se oponen a la parálisis y descomposición que James entiende son las características del escepticismo y se logran -si hay una previa capacidad de creer- con un salto de la voluntad. El movimiento psicológico, para llamarlo de alguna manera, que supera la parálisis y que en los casos excepcionales provoca el heroísmo está vinculado a un esfuerzo de la voluntad consciente. Hay una apuesta a la energía personal en términos de recorte y atención activa en este periodo de la reflexión de William James. Su individualismo es un tópico reconocido.

Está por verse si hubo un real cambio de perspectiva, aunque sí se puede afirmar que para los tiempos de su publicación sobre las experiencias religiosas el acento estará puesto en otro lugar. En ambos casos el strenuous mood genera la actitud que busca poner un límite a la crisis. En el momento analizado se vence al determinismo, a la sensibilidad gnóstica y al escepticismo con fuerza de voluntad.

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1Dooley, P.K., A Community of Inquiry, Ohio: Kent State University Press, 2008.

2James, W., “La importancia de los individuos” en: La voluntad de creer, Barcelona: Marbot, 2009, p. 295.

3Shusterman, R., “Thought in the Strenuous Mood: Pragmatism as a Philosophy of Feeling”, en: New Literary History, v. XLIII, 3 (2012), pp. 433-454 da cuenta con cierto detalle del concepto strenuous mood desde un punto de vista conceptual. Encontramos una perspectiva distinta en Dooley, P.K., “The Strenuous Mood: William James’ ‘Energies in Men’ and Jack London’s ‘The Sea-Wolf’”, en: American Literary Realism, v. XXXIV, 1 (2001), pp. 18-28 donde, a través del concepto en cuestión, se pone en relación la novela de London y el artículo de James Las energías del hombre. Como es sabido, Theodore Roosevelt tiene un ensayo titulado The Strenuous Life. Para una comparación de ambos modos de abordar el concepto, así como para un acercamiento al ámbito cultural de donde emerge, se puede leer Speziale, M.J., Oliver Wendell Holmes Jr, Willima James, Theodore Roosevelt, and the Strenuous Life”, en: Connecticut Law Review, (1981) pp. 663-679 . Continuando el trabajo de Speziale, encontramos a Colella, E.P., “The Geography of Strenuousness: America In William James’ Narrative of Moral Energy”, en: Transactions of the Charles S. Peirce Society, v. LII, 1 (2016), pp. 93-113, en donde se da cuenta de cómo James interviene en el debate sobre la energía moral propio de la agenda cultural de la época, desde un lugar propio, vinculado a su teoría psicológica y a las posibilidades espontáneas que le atribuye al sujeto en cuanto tal. En Browning D., “William James’s Philosophy of the Person: The Concept of Strenuous Life”, en: Zygon, v. X 2 (1975), pp. 162-174 encontramos un análisis de la vida vigorosa relacionada a un puritanismo reelaborado donde se recupera la dimensión pasional de la subjetividad y su parte creativa e inestable. Se apunta también que la apuesta de James es en contra de las fuerzas culturales modernas que tienden a hacer del ser humano alguien inmóvil, pasivo y rendido. Asimismo Lekan explora la dimensión pragmática que posee la creencia en poderes superiores que nos ayudan en la concreción de una strenuous moral life. Considérese libro de Franzese S., The Ethics of Energy: William James’s Moral Philosophy in Focus, Londres: Ontos Verlag, 2008. Además de otros puntos, una detallada reconstrucción de las investigaciones en termodinámica que influyeron en el lenguaje de la energía y una concienzuda comparación con la actitud “vigorosa” de Nietzsche se encuentra en Marchetti, S., Ethics and Philosophical Critique in William James, Irlanda: Palgrave Macmillan, 2015. Allí encontramos un apartado dedicado al concepto Strenuous Mood abordado desde la dimensión exhortativa que recupera el libro como hipótesis central de lectura. Existe una controversia que tiene relación con nuestro articulo iniciada por el libro de Gale, R.M., The Divided Self of William James, Cambridge: Cambridge University Press, 1999, en donde se establece una serie de aporías, siendo la más importante la que habría entre un voluntarismo inicial y un quietismo tardío. Para una reconstrucción del debate que lleva a la bibliografía que lo integra cf. Richard, G., “The Still Divided Self of William James: A Response to Pawelski and Cooper” en: Transactions of the Charles S. Peirce Society, v. XL, 1 (2004), pp. 153-170 En castellano interviene en este debate Claudio Viale “Voluntarismo y self-surrender en la concepción de religión de William James” en: Areté, v. XXVII, 2 (2015), pp. 209-223. El trabajo de Del Castillo, R., “Una serena desesperación: la ética individualista de William James”, en: Diánoia, v. LI, 57 (2006), pp. 65-78, toca un tema semejante. Por último en Royce, J., William James, and Other Essays on the Philosophy of Life, Nueva York: Macmillan Company, 1912 encontramos una muy clara y encantadora reconstrucción de la actitud heroica de James y su filiación con Carlyle.

4Smith R., Free Will and the Human Sciences in Britain 1870-1910, Pittsburg: University of Pittsburgh, 2016.

5Cotkin, G., Existential America, Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2005, p. 20.

6James, W., The Principles of Psychology, Nueva York: Henry Hold, 1918, p. 402.

7Ibid., pp. 403-404.

8Stebbing, S., Pragmatism and French Voluntarism, Cambridge: Cambridge University Press, 1914; Wayne Viney, D., “William James on Free Will: The French Connection” en: History of Philosophy Quarterly, v. XIV, 1 (1997), pp. 29-52; Dunham J., “Idealism, Pragmatism, and the Will to Believe: Charles Renouvier and William James”, en: British Journal for the History of Philosophy, v. XXXIII, 4 (2005), pp. 756-778.

9James, W., The Principles of Psychology, p. 416. Subrayado por el autor.

10Ibid., p. 424.

11Ibid., p. 447. Cierto principio que rompe el dictamen del destino para que la causa no siga a la causa en el infinito.

12Ibid., p. 448.

13Ibid., p. 451.

14James, W., The Principles of Psychology, p. 488. Subrayado por el autor.

15Ibid., p. 561.

16Ibid., pp. 566-567.

17Ibid., p. 571.

18Ibid., p. 573. El amor de la vida que está indignado de tantos discursos.

19Ibid., p. 578.

20Ibid., p. 578.

21James, W., La voluntad de creer, Madrid: Marbot, 2009.

22Ibid., p. 187.

23Ibid., p. 194.

24Ibid., p. 201.

25Ibid., p. 203.

26Ibid., p. 204.

27Ibid., p. 204.

28Ibid., p. 206.

29Ibid., p. 206.

30Ibid., p. 211.

31Ibid., p. 212.

32Renan, E., Feuilles détachées, París: Clamman Lévy, 1892, p. 396.

33Siguió con atención el caso Dreifus y en su biblioteca encontramos solo este volumen: Germinal, París: G. Charpentier et Cie, 1885.

34James, W.,La voluntad de creer, Madrid: Marbot, 2009, p. 213.

35Cf., Pizer, D. (ed.), The Cambridge Companion to American Realism and Naturalism, Cambridge: Cambridge University Press, 2006.

36Rees, G., “Il método scientifico nei romanzi di Balzac, Flaubert e Zola”, en: Battistini, A. (ed.), Letteratura e scienza, Bologna: Zanichelli, 1977, pp. 196-204

37Zola, E., Le Roman Expérimental, París: Garnier-Flammarion,1971, p. 74.

38Afirma Huertas Garcia, R.A., “La novela experimental y la ciencia positiva”, en: Llull, v. VII (1984), p. 34: “Zola acometerá la elaboración de una serie de veinte novelas: La Histoire naturelle et sociale d’une famille sous le second Empire. Previamente pasa largas horas en la Biblioteca Imperial donde se prepara seria y concienzudamente para la realización de su proyecto; nada es ajeno a su curiosidad, siendo muchas las obras científicas que estudia y que, posteriormente, utilizará en mayor o menor grado al escribir sus novelas. Pero, a pesar de todo este acopio teórico, que constituirá el componente científico de su obra, el proyecto de los Rougon-Macquart responde a las orientaciones ideológicas que ya se apuntaban en Thérése Raquin, pero confirmadas, ampliadas y sistematizadas gracias a cuatro influencias decisivas, tres de ellas propuestas por Lemaitre: el positivismo sociológico de Taine -la teoría del medio fundamentalmente-, el determinismo biológico de la herencia, según la obra del P. Lucas, y la obra fisiológica de Claude Bernard; a ellas, me permito añadir una cuarta influencia, en mi opinión decisiva para el desarrollo de la novela zoliana, la teoría zoliana: la teoría degeneracionista de Morel y su escuela”. Ver también del mismo autor “Degeneración y muerte en la obra literaria de E. Zola”, en: JANO, 647-H (1985), pp. 53-62.

39Pizer, D., The Cambridge Companion to American Realism and Naturalism, Cambridge: Cambridge University Press, 2006, p. 47.

40Cf., Bowler P.J., The Non-Darwinian Revolution: Reinterpreting a Historical Myth, Baltimore/Londres: Johns Hopkins University Press, 1988.

41Pizer, D., The Cambridge Companion to American Realism and Naturalism, p. 56.

42Burgwinkle, W. (ed.), The Cambridge History of French Literature, Cambridge: Cambridge University Press, 2011, p. 529.

43Dennet, D., La peligrosa idea de Darwin, Barcelona: Galaxia Gutemberg, 1999, p. 67.

44Daub, E.E., “Entropy and Dissipation”, en: Historical Studies in the Physical Sciences, v. II (1970), pp. 321-354.

45James, W., La voluntad de creer, p. 241.

46Ibid., p. 218.

47Ibid., p. 215.

48James, W., The Letters of William James, v. I, Boston: The Atlantic Monthly Press, 1920, p. 78.

49Harrold, C.F. “The Nature of Carlyle’s Calvinism”, en: Studies in Philology, v. XXXIII, 3 (1936), pp. 475-486.

50James W., La voluntad de creer, p. 216.

51Parte de estas investigaciones fueron recogidas en Janet, P., L’automatisme psychologique, París: Félix Alcan, 1889.

52James W., La voluntad de creer, p. 63.

53Ibid., p. 64.

54Ibid., p. 65.

55Cf., Croce, P., Science and Religion in the Era of William James, North Carolina: University of North Carolina Press, 1995.

Recibido: 16 de Abril de 2019; Aprobado: 06 de Agosto de 2020

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