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Letras (Lima)

versión On-line ISSN 2071-5072

Letras vol.86 no.124 Lima jul./dic. 2015

 

RESEÑAS

Mariela Dreyfus. Cuaderno músico. Precedido por Morir es un arte. Madrid: Amargord Ediciones, 2015; 103 pp.

 

Santiago López Maguiña


Esta es una edición hecha en Madrid del último libro de poemas de Mariela Dreyfus, que incluye también a su penúltimo Morir es un arte.

En Cuaderno músico encontramos escenarios de la vida infantil, de la vida adolescente, de la vida familiar, en los que los actores más importantes son los abuelos, los padres, las hermanas, los amigos, los enamorados. Las historias que se narran y se entrevén refieren a aprendizajes y enseñanzas, a descubrimientos sobre el vivir y el existir. Si hay un poema que pudiera representar la línea figurativa de lo familiar y la línea temática del aprendizaje ese es “La palabra viaje”. Escenas en casa de los abuelos, la niña arropada por los viejos cuando ella se queda a dormir con ellos, el horno calienta, el abuelo le hace leer los editoriales “llenos de palabras extrañas”. Una palabra, “enhiesta”, queda inscrita en los recuerdos. Una vez el abuelo pregunta, ¿qué es una “bandera enhiesta en las fiestas patrias”? Más tarde en la vida de la poeta habrán otras cosas enhiestas. Menciona una sola: “el arma con que alguien me apuntó en un toque de queda”. Es una palabra que para el abuelo no connota violencia, ni agresividad, sino “orgullo nacional”. Pero esta es una acepción que se ha hecho trizas, como se han fragmentado y desaparecido los objetos de aquellos años. Queda, en cambio, el contenido negativo. A el se liga otro recuerdo, el de la bisabuela que “hablaba un dialecto hermoso” y que reprende a la niña por su mal carácter, por la cólera que le brota por dentro, por su insatisfacción, aquella que la llevará a la escritura.

“La palabra viaje” es, por lo que se ve, una incursión rememorativa sobre los orí- genes del ejercicio de la poesía. En ellos se enlaza la presencia de una tradición familiar y nacional que deja huella al mismo tiempo que se diluye, que se deshace, con las pasiones de un sujeto poseedor de una disposición a la formación de una constitución propia. El significante “enhiesto” es clave. Erguido y derecho. Remite a una posición de valores agresivos, ligados con lo varonil y con lo patriótico, y a los cuales hacen eco valores de pasividad, asociados a lo femenino y a lo desterritorializado, que podrían expresarse en algún significante elástico y lábil, pero que se muestran más bien en actitudes y comportamientos de resistencia, que sugieren una rabia innata rebelde, antes que cólera suscitada por un desengaño y una frustración. Resistencia a lo firme, que habla de un rechazo al dominio violento, antes que resistencia al orden. Los poemas de Mariela Dreyfus, por el contrario, desarrollan meditaciones en torno al valor de la unión familiar, fundada tanto en la presencia organizadora del padre, como en la proximidad sensible de la madre y las hermanas. Tampoco el orden, que desata rabia, tiene un perfil masculino. La vida en general se organiza sobre un fondo más bien armónico y se sustenta en el principio de la pareja, en el principio de un dos. Un dos misterioso e inquietante.

Respecto al tema de la pareja hay un poema central: “¿Quién hace brotar la lluvia?”. Es un texto sobre la unión sexual que es figurativizado mediante signos que remiten a manifestaciones móviles del mundo cultural que paradójicamente se comparan a presencias fijas del mundo natural: “esta es una danza tu y yo / viajamos unidos como almejas / como percebes negros pegados”. Lo móvil y lo inmóvil se acoplan y sincronizan en la relación de pareja. Los contrarios coordinan en esa relación, que apenas al final se nombra con la palabra amor. No parece ser esta una palabra adecuada para designar el vínculo que une los cuerpos. Su asociación es fruto de una armonización que surge en el momento del enlace. Es una comunión que no va más allá, pero alcanza niveles cósmicos y encaja con el todo del universo viviente. El perfecto ajuste móvil de los cuerpos acoplados y danzarines contagia a las presencias cambiantes de la naturaleza y es contagiado por ellas. La pareja en acoplamiento por eso no es parte de una historia. La historia desaparece. Esa es la razón por la cual la pareja de esa manera unida no realiza un acontecimiento amoroso. Realiza un acto natural único, que sucede solo en el tiempo de su ocurrencia.

La presencia del cuerpo como una entidad natural, de la que emanan sabores, que ofrece y convoca tonalidades tornasoladas, texturas diversas de acuerdo a sus distintas zonas, es una dimensión importante en el nuevo libro de Mariela Dreyfus. Así aparece en especial en el poema “Las niñas que así juegan”, un texto auto erótico, que convoca a un doble, una hermana exploradora con quien se emprende el viaje de ese continente desconocido, inabarcable y siempre misterioso que es el cuerpo en el imaginario que se despliegan en los poemas de Cuaderno Mú- sico, para encontrar el goce, que es tanto vibración explosiva, como deleite y sensibilización de curvaturas, de ondulaciones, de contornos y de superficies palpitantes, vivientes, a las que el roce y la fricción erizan y sacuden.

El cuerpo así sensibilizado por la piel, en operación transitiva, reflexiva y recurrente es una entidad tanto vuelta sobre sí como abierta al mundo, aunque esta apertura es selectiva. La experiencia del sí mismo y de la carne tiene un alcance limitado. La pareja, la familia, los amigos. Hay que leer el libro de Mariela Dreyfus como una experiencia exploradora de componentes sensibles básicos, formados de sensaciones que integran tanto melodías como armonías, que tienden a la sorpresa de lo único, como a la conjugación de lo disperso y distinto (Santiago López Maguiña).